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Renacimiento del estoicismo

RENIACIMIE'.N'tO DEL ESTOIGrSM:O
POB.
GUSTAYE THIBON
«El estoiri1mo f!srmile ,,J. hombre persistir en
l'11 medio qtte tiende a disolverlo, del mismo modo
qNe cada ll'IIO podria Permanecer en an medio
q11e le manlNtliera» (1).
La
retrovisión está a la moda. Bajo pretexto del arraigo,
noción Doble en la que creemos, la «Nueva Derecha> evacúa
veinte siglos de historia de Occidente cristiano para ligarnos
a los mitos europeos.
Jean Mahir, miembro del G.R.E.C.E. (2.), acaba de la-nzar
un nuevo inte.rés en favor del estoicismo. Por su parte, Alain
de Benoist desarrolla, en su capítul() « VEINTICINCO PRINCIPIOS
DE MORAL>, varias consrd-eraciones que aproximan esta moral a
ciertos aspectos de · Ia moral estoica.
¿Cuál ·era la reaCeión estoica, cuál era -esta doctrina? ¿Pre­
sentaba una moral,. un arte de vivir? ¿Era y puede ser, hoy,
un
escudo contra el cesarismo y ,el totalitarismo? Esto es lo
que Pennanences -ele <;u.yo número 166 traducimos este ar­
tículo-ha preguntado a Gustave Thibon, uno de los orildo­
res

del
Congreao de París. Y be ahí su tespuesta.
Los nuevos filúsofos, los nuevos ec()()omistas, la nueva derecha,
lt nueva cocina, etc. Nuestra época vive, decididamente, bajo el signo
de la novedad. O 'de la renovación, ya·que muchos de nuestros crea-
( 1) Jean Prevost; citado por Jean Mabire en el Pigaro Magazine del 30 de
marzo de 1979.
(2) Antiguo redactor jefe de E11rope Artion, miembro del. comité del pa·
tronato de
Nouvelle Eco/e, miembro del comité de redacción_ de Eléments del
«Conseil fédérale»
y de la «Con:iiSÍon des traditions» del G.R.E.C.E., asociado
de la
S.A.R.!. de las «Editions· Copernic», desd"e el 4 de diciembre de 1917.
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Fundaci\363n Speiro

GUSTAVE THIBON
dores no hacen otra 006a que reproducir, rebosantes de colores fres­
cos, unas opciones y doctrinas tan viejas como el mundo. Esta fermentación de
los espíritus, ¿es un

signo de vitalidad o un
signo de descomposición?
En el lenguaje médico, la palabra NEO
(abreviación
,de la de, NEOPLASMA) nada, b'-1"'1º significa. Y
Bemanos real-güfa:'a ¡¡;. apóstoles del tambio a toda Costa, que uh
cadáver reciente es una sede de transformaciones cuya rapidez puede
avergonzar a la estabilidad
4~ ,un ~erpc> vivo. Sin llegar tan lejos, es
cierto que

el desplome de nuestra
civilización llamada
occidental,
síntesis admirable y
frágil , de

la sabiduría
greco-datina, favorece
la
proliferación anárquica de tantos
nacimientos y

renacimientos, sin
hablar de los abortos y

preñeces
nerviosas ...
El resurgir del estnicísmo forma parte de una remoción ideoló­
gica, en la misma medida que el
neopagauismo de

Alain de Benoist
y de
Louis Pauwels, el naturalismo de los fanáticos de la ecología o
del deslizamiento de
la fe hacia la gnosís y el esoterismo, tal como
se observa en el pulular actual de sectas. Coo una punta, velada o
manifiesta,
contra la

espiritualidad
cristiana.
Ilustres

filósofos,
como Sartre o Cioran, no ocultan su simpatía
por el, ideal del Pórtico y, muy recientemente, una obra sobre Jean
Prevost, estoico declarado, acaba de lanzar de nuevo el interés en
favor de esta doctrina en la
que se

bañó
el declinar del mundo antiguo.
¿Qué es el estoicismo?
& imposible cernir, en algunas páginas, todos los elementos de
una
vísi6n del

mundo
y del hombre que se escilona desde el siglo
tercero
antes , de

nuestra
Era basta fines del Imperio Romano. Y tanto
más cuando
el contenido especu:lativo del estoicismo carece extrafia­
mente de cohereocia interna y jamás ha cesado -de -variar, según las
épocas y j,ajo la influencia de los filósofos y las religiones ambientes.
Digamos que el estoicismo ( sobre todo en el peri""9 ,imperial
y en el espíritu de sus tres más ilustres representantes, Séneca, Epic­
teto y Marco Aurelio) es un
arte de vivir, mucho más que una cons­
trucción metafísica.
&to es

lo que atestigua el lenguaje
corriente por
el 'empleo fa.wliar de la _palabra estoico' para designar una cierta ac­
titud
moral ante

el sufrimiento
y, la desgracia. &e comporta: estoica­
mente,
decimos de

un
- hc;,mbre, cuando

le deja impasible
· una gran
Fundaci\363n Speiro

RENACIMIBNTO DBL BSTOlClSMO
prueba. Los otros filósofos tienen también su moral, pero ¿quién
podría decir
ele cualquiera, y en cualquier circunstancia,' si ha reaccio'.
nado pJat6nica o kantianamente? .
E~_s su.ces~v~te el estoicismo como concepción del uni­
verso y como principio de la conducta humana.
La Metafísica estoica
Se reduce a la física, en un sentido muy amplio ( cienóa de la na­
turaleza} (332,326: antes
de

Cristo), fundador del estoicismo,
""~ una
especie
de panteísmo

materialista: Todo
lo que existe es corporal, y
el universo está. constituido por un conjunto de cuerpos, movido y
ordenado por un principio divino, el «fuego artista», que. asegura
la cohesión
y proyoca sus cambios y se identifica al Logos Universal
(Dios,
alma del Mundo), del que la. razón humana es.el mejor.reflejo.
Esta visión. del mundo l'J principio transcendente
al. universo y creadQt de él. La noción de
Providencia se reduce a
la de un encadenamiento necesario entre las
causas y los efectos. Y en cuanto a la relación del alma con el cuerpo,
queda
reducida a la afirmación del

binomio indisoluble
que forman la
energía y la · materia. Enemigos declarados del dualismo. platónico, los
primeros estoicos

no
parecen preocuparse por la. hipótesis de un alma
inmaterial superviviente del naufragio de la carne.
La noción de
misterio les era también extraña, concibiendo las grandes leyes que
rigen el universo como
transparente; para el conocimiento humano,
emanación
directa: del Logos divino.
Este racionalismo absoluto se
fue templando, sin embargo, en el
curso del tiempo. En el estoicismo imperial, en particular en Séneca
y Marco-Aurelio, se encuentran acentos que recuerdan la teología
negativa del cristianismo
y el presentimiento de un misterio que es­
capa a todas las captaciones
del entendimiento.
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GUST AVE THIBON
La moral eotoica
&ta moral se deduce de la física. b{ razón human.a, al ser el
espejo del principo que
gobietna. el universo, y siendo solidarios todos
wios de otros los elementos de este universÓ, nos muestra. que la. con­
ducta es vivir conforme a la razón, es decir, de acuerdo con nuestra
naturaleza profunda, que nos ordena que nada perturbe, bajo la
in­
fluencia

de
nuestras pasiones
y por una falsa concepción de la feli­
cidad personal,
en esta armonía universal de

la que formamos parte
como la

cuerda en una lira o
la relula en un cuerpo.
Si me rebelo contra esta ley, estoy en desacuerdo conmigo mismo
y soy
hostil a mi verdadera felicidad, porque «las almas desgtlmldt,s
son desgradadas» (Strobee),
yo

no serla un órgano, sino un
«tibsceso
del universo» (Marco-Aurelio).
Y,

de todas formas, ya consienta o
rehúse, la ley del destino se cumplirá:
«cond11ce " "'fllel que tJCepta
y arrastra a ¡,. f111r%tJ a aq,,el que resiste» (Séneca).
&to
es

lo que resume
admirablemente la oración de Marco Au­
relio:
«¡Oh mundo, todo lo que te conviene me conviene! Nada es
para mí demasiado priko,: o demasiado tardío de lo que estd a punto
para
ti. 1Tú eres fruto para mi de lo que aportan t11s estaciones, ¡oh
Nt#11ralezd! Tú vienes de
ti, tú estás en ti, todo 1111e/11e " ti».
¿Quiere

esto decir que el sabio debe renunciar a
la acción? No,
debe
obrar
según la tazón y en función de los deberes que le asigna
su papel en la ciudad, abandonando el resto a
la voluntad de los
dioses. Aqui

es
donde-interviene

la
famosa distinción
estoica entre
las cosas que dependen absolutamente de nosotros y las que sólo
dependen relativamente o no dependen en
absoluto. Lo
que depende
absolutamente de nosotros es salvar
1a integridad de nuestra alma
perseverando en

el bien
y evitando el mal. Las otras cosas ( en par­
ticular los
acontecimientos exteriores

que
jalonan nuestro
destino:
salud,
enfermedad, riqueza. o pobreza, vida o

muerte, etc.) no son
ni un bien
ni· un mal y dependen de la forma en ·que los acogemos
en nuestro interior.
De ah! la importancia, en el estoicismo, de la noción de «guía
interior».
«Los acontlkimientos quedan de puertas erf11era -decía
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RJiNACIMIENTO DEL ESTOICISMO
Marco Aurelio--y nu implican j11icíu J{)bre lus mismos». Los hechos
son lo que son: su interpretación varia en función de la pureza o de
la
impureza de

nuestra mirada. El
sabio no

ve un
mal en los acciden­
tes

de
la. fortuna que, por hirientes que sean para la parte inferior
de su ser,
dan la ocasión de venerar el orden. del mundo y obedecer
a la ley divina. As!, por excelencia, ocurre con la muerte, fenómeno
tan natural como el nacimiento, y a la que sólo temen los insensatos.
«Para la ¡,iedN lanzada al dire, nu es un m4I la cdida, cumo nu es
,m
bien la subida» (Marco-Aurelio). O, en Epicteto, este diilogo
entre

el tirano
y el sabio: «Te haré cortar el cuello. -¿Cuándo he
dirho que creyera ser el únicu que tiene un cuello q11e nu ¡,ueda ser
curtadu?»
Fuerza y debilidad del Estoicismo
La Metafísica estoica padece las ·-lagunas inherentes a todos los
panteiomos y, por lo tanto, concuerda bastante mal con la moral de
la
Esaiela.
¿Cómo conciliar, en efecto, la afirmación de. un :encadenamiento
necesario entre
todas las

partes del
univ=o y todos los acontecimien­
tos
que en él se producen
y la de la libertad absoluta del sabio, ais­
lado
y soberano en la ciudadela inaprehensible de su conciencia?
Lo mismo sucede con el problema del mal. Por una parte, · los
estoicos proscriben el vicio como un ateritado a la armonía universal
y prescriben la virtud como lo único conforme con esta armonía:
Por otra· parte, admiten, en pleno acuerdo-con su naturalismo monista,
la necesidad del mal moral. Esto sucede en Chrysipo: «El vicio es
conforme a la rttzón
de

la
nt#ural Y Marco Aurelio: «Cuando tropiezas con la imprudencia de un
hambre, pregúntale
de inmedit#o: ¿¡,uede haber un inundo sin seres
imprudentes?
No ¡,uede haberlo. No busques, ¡,ae,, lo imposible,,
¡,arque ese
hombre e1 ¡,recis""1et1te ano de eso, imprudentes en el
mundo. 1Lo ·mismo sucede con 1111 homhre 4Stlllo, pérfido, etc.». ·Hay,
por lo tanto, contradicción en la actitud del sabio, entre la visión
adoradora de un mundo en el que
fácilmente se
alían el bien
y· el
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GUSTAVE THIBON
mal y la persecución de un bien · sin mezcla que·. sólo.· puede existir
en un. principio

que
transciende al

mundo.
Pero dejemos aqui estas inmherencias doctrinales, ya que, . como
hem.o8 subray~o,. el-. estoicismo se. reduce, esenci?,lmente,. a un . con­
j.unto de directrices ·prácticas tendentes a asegurar la unidad· y la li­
bertad del alma.
¿Qué debemos estimar valioso de En primer
lugar (y es la eterna grandeza del estoicismo), la afir­
mación

de la
autonomía de

la
. consciencia moral

que
nos muestra
el
soberano bien en
. una

luz inalterable que
domina los

flujos
y reflu­
jos
de las pasiones,. de las opiniones y. de las condiciones sociales.
Marco Aurelio
compara el alma del sabio a un Pf00100torio inmóvil
sobre
el cual vienen a romperse
los fnrores

de las olas.
Después, ese lugar común del
estoicismo de

que
toda especula­
ción
filosófica

que
no conduce a unaitransformación positiva ,del
hombre

interior y a
una conducta correspondiente no es otra cosa
que
un juego vano de ideas .,: de palabras. Lo que ganarian meditando
la

mayoria de nuestros
especialistas patentádos,
a los que nada
distin:
gue,

en su
comportamiento habitual, del

común de los
hombres .
. En

cuanto al
balance negativo, se reprocha,
con razón, a los es­
toicos:
, . · -Poner la UNICA fuente de la felicidad en el ejercicio correcto
de la inteligencia y la voluntád y, por ello, desconocer la parte sen­
sible y afectiva del hombre: E, por lo menos exagerado afirmar,. con
Epicteto, que aun encadenado al toro de hierro de Phalaris, el hom­
bre
sabio permanece

perfectamente
feliz.
· -
En

el
mismo sentido, el

repudiar, bajo
pretexto de
encontrar
de nuevo la unidad,
la aportáción inmensa .de las

emociones
y de las
pasiones en la expansi6n del ser_ Lo que conduce a una. desvinculación
muy vecina de la insensibilidad, en la que la libertad del espiritu se
obtiene
al precio de
un endurecimiento del corazón. Tal es el caso
del estoico al que se ha anunciado la muerte de su hijo y que res­
ponde, con
· una calma perfecta: «Ya sabía que

había engendrado un
ser mortal». ¿Qué significa este amor universal que reposa sobre la
indiferencia
. respectn de

los
seres y de las cosas que nos son más
próximas?
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Fundaci\363n Speiro

RBNACIMIBNTO DEL ESTOICISMO
-Reducir el. mal a una falsa opinión y hacer de la salvación
una única cuestión de
voforitad, lo cual implica, según Pascal, un
olvido de la miseria
humana, lo que es un signo de un orgullo diabó­
lico.
Se podría replia1t aquí que los estoic® no tenían noción alguna
del

pecado original y de
la gracia divina y que su voluntarismo se
atempera a veces con acentos
desgarrados que
confinan con la ora­
ción.
Y, después, ¿cómo no sentirse emocionado hasta las fibras más
secretas del corazón, al releer los cuadernos de· Muco Aurelio, alma
grande en la que el expirante estoicismo concentra sus últimos ardo­
res? El emperador, en el umbral de la muerte, lanza una ojeada
desengañada sobre

la aventura humana y el destino:
< pronto, cenizas o esqueleto•, un simple nombre

o
a,;aso ni 1m nombre.
Lo que han sido cosas de alta· considert8i6n en· /,. vid" son cosas
vacías, podrid ltkht1,i entre sí,
niña, que diJputan, que de vez en cuando llot'llll .. , Todo es b,mal y
efímero». Deriva, incluso, hacia el escepticismo y duda de la meta•
física estoica. Pero ese espíritu, que
permanece inquebrantable. en su
vinculación a la
virtud y le. da el supremo testimonio de que la obe­
diencia confiada en las leyes divinas que rigen el mundo ordenado,
se cambia en un desafio del sabio a un mundo absurdo: «Si Dios existe, todo está bien, si
las. cosas van al azar, no vayas tú mismo
alazar».
Estoicismo y Cristianismo
El

cristianÍSl"O,
al nacer se ha ,bañado en el clima estoii:o y ha
integrado, .no sin serias objeciones, un gran número de elementos,
sobre

todo
por lo que se refiere a la práctica de las virtudes mo~es
y el desligamiento de las cosas del mundo. ¿«Qué podemos alíadir
a lo que
ha dicho este pagano»?, eicclamaba San Agustín a propósito
de
Séneca. Esta impregnación continuó a todo lo largo de la Edad
Media y hasta los tiempos modernos.
Santa Teresa, por ejemplo; lla­
maba a San Juan de fa Cruz «mi senequito» (mi pequeño Séneca).
Por lo demás, el

platonismo, con
Sán Agustín y Aristóteles, con
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GUST AVE THIBON
Santo Tomás, dieron lugar a la rnwna asimilación, ninguna verdad
accesible a la inteligencia
humana resultaba extraña a la verdad ab­
soluta de la Revelación divina.
Lo esencial de la astesis estoica -primado de la vida interior
sobre la acción, de la voluntad sobre
las pasiones,
del bien
común
sobre

el bien particular, obediencia a
la voluntad divina ( «hJg,i,e
tu vohmtt>d»}, consentimiento en el sufrimiento y la muerte, frater­
nidad humana más allá de
razas y naciones, etc.-se encuentra, de
nuevo, en la espiritualidad cristiana, pero todo ello es coronado
y trans­
figurado por la entrada en un mundo superior, ignorado o apeoas
entrevisto por los estoicos. m universo, indudablemente divinizado
por estos
últimos, es imperfecto y contingente. Solamente en Dios
reside la plenitud del ser,
y este ,Dios es amor que ha descendido a
su criatura
para elevarla hasta l!I. No hay medida común entre la
finitud
y el infinito: la ra,ón y la voluntad no bastan para la unión :
es necesaria la
oración y el don, siempre inmerecido, de la gracia
que le
respon~
Queda

por
decir que

desde el Renacimiento,
y especialmente en
el curso de los siglos xvm
y XIX, numerosos peosadores han procla­
mado la incompatibilidad fundamental entre el estoicismo y el cris­
tianismo
y la base espiritua:l de éste respecto de aquél. Su argumen­
tación se

resume
así : los estoicos, practicando la virtud por si misma,
no
tenían necesidad

de una mitología de
ultratumba con

sus
recom­
pensas y sus castigos para dominar sus pasiones, despreciar los acci­
dentes de la
fortuna y no temer a la muerte sin la seguridad de la
inmortalidad.
Tema
tomado en
nuestros días de nuevo por
Marce! Ciaran que,
comentando el pesimismo viril de Marco-Aurelio,
declara que,
por
. el estoicismo, . el hombre antiguo ha estado a punto de alzarse hasta
el
d,:sconsuelo. final y que la victoria del cristianismo, religión de la
plebe,
sobre el

estoicismo, .sabidurla de la
.élite, basta para hacemos
desesperar
para siempre de un progreso posible para la Humanidad .
. ¿Qué

debemos
peosar de. estas exageraciones?
Estas no inciden en el cristianismo en su esencia divina, pero
tienen cierto sentido por lo que se refiere a sus rebabas, sus escorias
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Fundaci\363n Speiro

RENACIMIENTO DEL ESTOICISMO
en el alma impura y limitada de los hombres, así como en ciertos as­
pectos
históricos de la religión

cristiana.
En eso, la meditación del
ideal estoico

nos aporta una doble
lec­
ción:
Ante todo, que la posesión ( siempre incierta y no verificable) de
las virtudes
sobrenaturales no

dispensa en grado alguno del ejercicio
permanente y
riguroso de

las virtudes naturales : dominio de uno
mismo, templanza, fidelidad al deber de estado, benevolencia desin­
teresada frente al prójimo, etc. Demasiados cristianos encuentran en
la fe y la esperanza divinas no sé qué excusa para los humildes de­
beres de terrenales. ¿Qué
más saludable que meditar acerca de
la actitud interior de un Marco Aurelio, a quien la inminencia de
una muerte
sin más allá y la conciencia de la vanidad de todas las
cosas le hacia todavía más atento en el éumplimiento de su tarea
temporal?
En segundo lugar, la sequedad y la dure2a tan reprochadas a los
estoicos pueden

servirnos de antídoto contra una sentimentalidad, in­
cluso una sensiblería
religiosas, desechos

demasiado humanos de la
religión, de
./' encarnación y del amor. Contra una piedad inverte­
brada, cuya imaginería
«san-sulpiciana» reflejaba
bien el infantilis­
mo,
y que se manifiesta hoy por el olvido de la transcendencia, del
misterio y de Jo
sagrado, por

una camaradería
vulgar con
Dios y por
un vago humanitarismo en que la emoción
y la imaginad~ parti­
cipan más que la caridad. Pero si la imagen estoica del promontorio
nos repele por su dureza, la de
los restos
que flotan a merced
.de
los

humores del individuo o de los caprichos de la masa, se desvía
todavía
más de la moral cristiana.
«Ensayad todo y conservad
lo que es bueno», decía el apóstol,
consejo que se aplica
por excelencia al estoicismo. «El reino de los
Cielos está dentro de nosotros», afirma el Evangelio. Muy de este
lado de la revelación cristiana,
la · enseñanza del Pórtico resuena to­
davía (y

merece ser
escuchada más
que nunca en un mundo en
el
que todo concurre al desmigajamiento de las almas) como una lla­
mada al retomo hacia
e.sa soledad
interior,
ese centro
inviolado del
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GUST AVE THIBON ·
ser en el que· Dios nos espera, «Entra en tí mismo --dice el impe­
rial discipulo del esclavo
Epicteto-, la

fuente
está en tí y manará
si profundizas siempre».
Incapacidad política del estoicismo
Después de este sumario balance de las grandezas y las insufi­
ciencias

del estoicismo
al nivel de la moral y de la espiritualidad pet·
sonales, uca última cuestión se plactea: ¿Cuál ha sido, en la anti­
güedad,
y cuál puede ser hoy todavia el impacto del estoicismo en el
ámbito polltico y social?
En el pasado, la comprobación del fracaso es casi absoluta. Cier­
tamente,
los «emperadores filósofos»,

de Nerva a
Marco-Aurelio,
reaccionac

contra
los factores

de decadencia que
minaban el
mundo
romaco y aportaron

algnnas reformas humanitarias, concernientes,
sobre todo, al
derecho de

gentes y
a la suerte de
los esclavos, pero, en
el conjunto, nada cambiaron de
la dureza y la corrupción de las costum­
bres, la
pesadez paralizante de la mecáruica administrativa y 1a reti­
rada en todos los frentes de uca civilización vaciada de su alma. Todo
lo
más, frenaron, sin detenerla, la marcha hacia el abismo.
El cesarismo, con tocias sus
consecuencias -ruina
y
dimisión de
las

élites, opresión patente
y anarquia latente, menor resistencia ante
la presión
de los bárbaros, etc.-, no relajaba apenas su empresa, aun
cuando los
césares del siglo de oro se abriesen más o menos a los
principios del estoicismo,
El
desencantamiento polltico

de
Marc
al
respecto:
«Ve a qué costumbres no te hallarás mezrlado», suspiraba
para

confortarse a morir, Y esta opinión
exagerada de

un filósofo
maes­
tro del mundo e impotente para reformar la sociedad.: «¡Qué vulgares
son

los
pequeño-, hombres políticos que se creen filósofos! ¡Lbs mOf'­
boS1Js!
¡Oh

hombre!,
¿qué p11edes hacer tú? No ie "pegues a la
República de Platón: Conténktle con pequeños
progresos... ¿quién
puede, en efeNo, cd111blar a
los hombres?»,
¿Por qué este fracaso? A causa de que el estoicismo traduce, en
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Fundaci\363n Speiro

RENACIMIENTO DEL BSTOIQSMO
el fondo, un reflejo de huída y aislamiento. Y. de desesperanza po­
lítica.
El promontorio (
imagen tan, cara a los estoicos) resiste el furor
de las olas,
pero no

se mezcla a
la ola para templar la violencia. Nada
alcanza
al sabio, pero el sabio, · impermeabilizado contra el· mundo,
no influye en el mundo.
Bajo su máscara de

universalidad
-el hom­
bre, ciudadano del cosmos-el estoicismo disimula su elitismo ce­
rrado y estéril. Construye una ciudadela, refugio intomable para el
individuo, mientras
abandona a
él
la ciudad.
Para
arraucar la

sociedad
al cesarismo, la sabiduría terrestre no
basta.
Ha sido necesaria la revelación divina, esa levadura de amor y
de luz aportada por la encarnación y que se insinúa hasta en los
últimos repliegues de la materia
hurnan,a, Pero
el estoicismo es una
sabiduría
desencarnada: de ahí su

débil contagio en la ciudad
y las
costumbres.
Unioo recurso contra el totalitarismo: el cristianismo
Un sólo ejemplo: los atroces juegos del circo, esos subproductos
del cesarismo,
jamás pudieron ser expurgados de su lado sangriento
por la intervención de los «buenos
emperadores», que
trataron de
sustituirlos por espectáculos inocentes -pruebas atléticas, competi­
ciones deportivas-,
heredados de

los griegos.
La masa romana tenía
demasiada
sed de sangre
y de horror. Dos siglos más tarde, Constan­
tino el
Gran,de -moralmente tan inferior a Marco Aurelio--pudo
prohibirlos bajo la presión
de la

conciencia cristiana.
Y lo mismo
sucedió con la abolición
gradual de la esclavitud.
Es vano soñar que el estoicismo, remedio ilusorio contra el hun­
dimiento en el cesarismo, pueda ser un recurso eficaz contra los to~
talitarismos modernos. Pnede permitir a algunos individuos aislados
emerger
de la
mnltitud,
pero no logrará transformar
la sociedad. Del
cristianismo ha salido
la cristiandad, con todo lo que esta palabra sig­
nifica de impregnación de
las costumbres y de las estructuras por la
religión de la encarnación. ¿Quién, sin
embargo, osaría
hablar de
una «estoicidad» al nivel de las colectividades
hurnan,as?
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GUSTAVE THIBON
Marco-Aurelio, por su ascesis penonaJ, babia logrado matar en
él al César. Pero nada pudo contra el cesarismo ambiental. Sus imi0
tadores contemporáneos no lograrían más. Unicamente Dios, fuente
y garantía de la h'berta presión totalitaria

del
César ...
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