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El amor y su deformación moderna

EL AMOR Y SU.DEFORMACION MODERNA
POR
TuOM.AS MOLN.All
Seguramente no ha existido nunca en la historia una época que
evoque a
cada vuelta de esquina la palabra amor, así como sus sinó­
nimos más o menos apropiados: fraternidad, cooperación, acuerdo, diá­
logo
o voluntad
de paz. Esta frecuencia es un signo de que estamos
precisamente

desprovistos de
amo,, y que suevocación sólo produce
en nuestros

contemporáneos un sentimiento
vago. de vacio recul;>ierto
de

numerosos
«slogans». No hay que olvidar que es el siglo de George
Orwell

el
primero que

ha
desenmascarado la significación manipulada
de las, palabras : he aquí la base. de la gran mentira de la que habla
también
Soljenitsyn. ¿Será necesario, siguiendo el Newspeak del cual
Orwell ha hecho el ministerio principal del régimen del «Gran Her­
mano», sustituir
por odio la palabr,¡. 11mor. pronunciada por nuestro
siglo?
Mi in1'ención es demostrar que la confusión actual' entre amor y
odio sólo es parcialmente una . creación de un «ministerio del amor»
dualquiera, tal COJ1l9 lo describe Orwell. Se trata más bien de dos
concepciones
direrentes y opuestas del amo,,, y de un deslizamiento
(

que esperamos provisional) de una a
la otra. En esta óptica somos
testigos de un
cambio en la significación de los términos, cambio ilus­
trado,
desgraciadamente, en numerosos casos
d!el .lenguaje común. y,
sobre

todo, del
lenguaje polltico, ideológico. El

deslizamiento con­
siste en el abandono, yo
diría casi

del
. olvido, de la
significación
griega y

cristiana,
y de la adhesión a otra significación ~ la cual
el amor no se dirige a
una per.,ona, sea

divina
Q humana. Se trata de
una desp,.,wnalización del amor que lleva en sí misma una contra­
dicción.
Nuestro

concepto occidental del amor está
relacionado con
dos
Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOLNAR
raíces: el ero, de los griegos y el ág,.pe de los cristianos. Hablando
del primero, se tiene la
costumbre
de

pronunciar el nombre de Platón
y
los títulos de sus diálogos: Fedro, Symponon y otros. El amor erótico
se entiende
entonces como

el
deseo que

tiene
el vacío de llenarse, el
deseo
del feo 'aspirando a la bdleta, en fin, el deseo de la copia de
acercarse al original. En los tres casos es el «pobre,> que se eleva al
«rico» lo que implica que
el primeto poseía ya, aunque sólo fuese
en potencia, la capacidad de abarcar y asimilar el segundo. Entre
otras
cosas, toda

nuestra
pedagogía occidental

se funda
en esta capa­
cidad de imitación y elevación, como lo demuestra Wemer Jager en
su
obra Paidea,
Hay que ilacer notar que esta concepción, que podemos llamar
pura, del eros se ha degradado poco a poco en la filosofía griega: en
Plotino, cinco siglos
después de

Platón,
el erotismo desaparece para
dar lugar
a

un misticismo
poco matizado y frío: en el sistema plo­
tiniano los

seres
diveisos, emanaciones más

o menos imperfectas a
partir de
la Inteligencia Primordial, serán, al fin, absotbidas en la
Unidad,
pero •hasta que llegue ésto no podrán aspirar a un estado
mejor que

el que tienen. Su reabsorción en el Uno no
es el
resultado
de un acto de
deseo, de un acto erótico, de un acto de amor, sino de
un automatismo inscrito en el
mecanismo universal. Resulta

así que
el eros no tiene objeto, salvo entre algunos sabios
como Plotino
mismo, que alcanzan la fusión con el Uno y caen agotados.
La noción
de ágape es el gran aporte cristiano a la dialéctica del
amor.
Eros es
ascensional, sube

de lo desprovisto al
lleno completo,
es

el deseo
de tocar, de ver, de sentir; el ágape desciende y se di­
funde, se entrega y hace vivir, Su mejor imagen es la creación por
la cual Dios, contrariamente a la Unidad abstracta y aislada de Plo­
tino,
hace salir el ser de la nada, entrega su abundancia sin que él
mismo
disminuya, y
divetsifica (lo que Platón ya notó) su creación
en

una extraordinaria multitud
de cosas que constituyen un coojunto
armonioso, el cosmos.
El ágape

no contradice
el eros, al cootrario,
los dos
impulsos se encuentran en

numerosos niveles.
Cuando ama­
mos

deseamos hacer
participes, a los otros de nuestra esencia, nuestro
ser, y
esto en

los dos sentidos; pues
deseamos repartir la substancia
del

ser amado. La vida en sociedad está·
ella misma fundada sobre
Fundaci\363n Speiro

EL AMOR Y SU DEFORMACION MODERNA
este amor, pues la justicia, la educación, el embellecimiento del
medio, cada una de

estas
empresas son una manera
de distribuir la
abnndancia, de hacer de modo que de lo pobre surja lo rico.
El amor está así inscrito en nuestra esencia de
criaturas, preside
la

investigación científica, la creación de las
obras de arte, la fnn­
dación de instituciones, en una palabra, todas las 1'tapas de la vida
en
común. El

amor supremo sigue siendo entonces nna especie de
fu­
sión, para el hombre del ágape y del eros: qnerer para nuestro prójimo
lo que
Dios quiere para él. No, repitámoslo, la absorción en la Unidad
impersonal, según la doctrina de Plotino; no el aniquilamiento del
deseo de

vivir
como en las religiones orientales, si no el completo
desarrollo
como criatura, la aventnra personal, la imitación de la
persona que es la fuente misma de la vida, que e, la vida;
• • •
Si tal es el sentido del amor formulado y vivido en occidente;
detectemo5
ahora el deslizamiento en dirección del otro sentido men­
cionado al principio. &te otro sentido está basado, primeramente,
sobre

un concepto diferente de la realidad; de la
creación, de Dios
y del hombre, y de sus relaciones. Ya hemos entrevisto en Plotino:
el

mundo no es creado, es una emanación bajo
una especie de coac­
ción
ejercida sobre el Uno. Nada en este proceso es personal, el
deseo de imitar
no existe ni,

por
consiguiente, el

eros. El
-ágape, que
desciende
y da sin agotarse, está reemplazado por una fría contem­
plación. El
místico es el que contempla, pero no asciende a lo dívino
y si sirve de ejemplo a los hombres es <:0m0 un atlebt, admirado
por sus azañaa de renunciamiento. La caridad,, ni tampoco el amor,
pueden tener sentido en este
universo, esencialmente impersonal, frío,
no
erótico.
La estructura del pensamiento plotiniano nos permite presentir la
del universo ideológico en el que estarnos inmersos desde hace va­
rios deceuios. Pues he
aquí la cansa del deslizamiento de la noción
de amor. La IIl'fOCÍ& de las ideologías que abundan en nuestro siglo
consideran el mundo como un
lugar radicalmente
malo, no solamente
impemcto, y, por lo tanto, refonnable, sino irremediablemente per­
dido: sea no creado (producto del azar), sea creado por un genio
Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOLNAR
malo, casi diabólico. De pronto nos damos Cuenta que el hombre en
el mwido de la
ideología no es una

criatura, no
- existe por

encima.
de él
una providencia, lleva su

sentido en
sí mismo, no es responsable
dé nada

_ni -de nadie.
Arna u

odia, según
que el objeto satisfaga o no
sus
necesidades. Reconocemos aqul

el mundo del
Amci y del Esclavo
que
propone Hegel en

su
esfuerzo por

explicar
d sentido de la his­
toria.
Y como en el esquema hegeliano la sociedad es un
artifiáo,
todo

en la sociedad
---educación de la juventud, embellecimiento de
la ciudad,
la
concordancia de

las
instituciónes bajo
el bien
común-,
todo es la proyección del miedo, del odio, dé la voluntad de sobre'
pasar a los otros, pues si no serán ellos qnienes me mataran. En con­
trapartida
de
este universo monstruoso, la ideología
-hegeliana, rous­
soniana, máricista o sartriana- nos-invita

a trabajar
por un porvenir
en el
cual todos los males serán_ enderezados, por una utopía acrónica,
no temporal. Todo es oscuridad aqul, todo será luz allá. En espera de
esto, · el que busca hacer el mundo actual habitable,-mejor y más
béllo,

prolonga
por esto un Jusar esencialmente criminal e insopor­
table. «No tenemos· derecho, escribe Sartre, de crear obras bellas en
este
múndci tan horroroso donde el -hombre explota al hombre».
«No

es todavía el mundo
en el que el ser-y el parecer é:oinciden»,
decla l!rnst Bloch. Estas palábras emanan de ideólogos a los ojos de
los cuales el mundo es un monstruo, esperando que se
vnelva angé­
lico.
El amor se considera para más tarde, para el momento utópico
en
el
cual, según Bloch, Di06 surgirá de la esencia todavía no dés­
arrcillada
del ·hombre. En
una palabra, el mundo,
tal y como es, re­
súlta; para el punto de vista del ideólogo de la utopía, una nega­
tividad; sólo
existirá plenamente en

el porvenir
ffl el cual el hombre
será sú propio dios.
Por consiguiente, er, oposición al cristiano, el ideólogo ·traslada
el

reino del
amor y la autorización de amar a un éstado de cosas fu­
turo, y én ·espera de esto queda circunscrito a la entidad en la cual
sé ·reconoce
la
fuerza rilotrfa de este porvenir: partido polltico, razá,
Estado totalitario, historia, evolución bio o psicológica. El .no ama,
tiene pára 106 otros lo que Sartre llamá «la mortal ·solicitud», es decir,
la voluntad de
nacer que 106 séres human06 se ·conformen, si

hace
falta,
por medió de masactes, purgas y torturas,: al tipo ideal pro-
558
Fundaci\363n Speiro

EL AMOR Y SU DEFORMACION MODERNA
yectado en el porvenir. Comprendemos entonces las declaraciones de
Ieng
Saty, ministro de asuntos exteriores de Camboya, cuando declara
que

si no hubiese tenido lugar
la invasión de su país por los viet­
namitas, la población hubiese conocido la abundancia en 1980. ¡Esto
después de la exterminación de dos millones de camboyanos, si­
guiendo
la política
anunciada
por el equipo dirigente, según la cual
bastaría con un millón de comunistas duros y puros para recoostru.ir
la naci6n!
Ieng Saty y sus cómplices, ¿aman al pueblo camboyano? Es evi­
dente que su amor se dirige no al pueblo tal como es, sino tal
como
deberla
ser. El· ágape y el eros no tienen curso y la solicitud mortal
que
usurpa su lugar está heoha de odio, de combate (dialéctica), de
violencia
y de brutalidad erigida en sistema. Esto está en la natura­
leza de las cosas, pues el
ágape y el eros sólo son concebibles por el
reconocimiento de Dios
por encima de los hombres, en tanto que· es
persona buena
por esencia. Los líderes de Camboya, así como los
otros ideólogos, se . consideran diosés; omniscientes y omnipotentes,
pero como, al fin y al
cabo, tienen · pasiones humanas, disponen de
sus súbditos según un simulacro de
atnor, en el cual el eros y el
ágape aparecen como caricaturas.
Esto resulta evidente
cuando nos damos cuenta de que el atnor,
en lugar de ser difundido, compartido y multiplicado, resulta mono­
polio de
estos dioses humanos reinantes. Solo se reconoce y se auto­
riza
una

especie de amor: el del
líder por sus súbditos roboti.zados
y el
de éstos por él. Todas las formas de atnor son abolidas: la de
los amantes, de
los padres para sus hijos, de los asociados en una
misma
empresa, y también el amor para con ideas distintas de las
que están aprobadas y proclamadas oficialmente. En· Camboya, no
hay
ni familia, ni educación
de los niños, exceptná.ndo las canciones
y los «slogans» comunistas, y en los palses comunistas, en. general,
no hay instituciones distintas de la voluntad del líder y los vastos
proyectos que

tienen como finalidad la transformación de
la natura­
leza humana,
si

es necesario por la
esclavitud y él exterminio. El atnor
se convierte en odio, aunque continúe llamándose amor. Si fuese capaz
de

ello, el llder
absorbería la población (por lo menos lo qué queda
después de

las
purgas) ; pero como esto es imposible, reduce su nú-
559
Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOLNAR
mero a un mínimo manipulable formado y educado a su imagen ideo­
lógica.
Esta

actitud se justifica
por la suposición de que el mundo, tal
y · como es, estropeado, desfigurado por el egoísmo, la explotación,
las
pasiones y otros males, no es digno de amor, y las personas que
forman parte de el son, también ellas, intrínsecamente perversas;
sea
porque

son producto de
condiciones corrompidas (la tesis de
Marx), sea porque son criaturas del Príncipe de las Tiníeblas ( el
lenguaje del gnosticismo antiguo). El ejemplo
camboyano ilustra
esto
una va: más: los habitantes que han estado en contacto con el ex­
terior ----médioos, maestros o comerciantes que vendieron sus mer­
cancías o sus servicios-frieron los primeros exterminados, antes que
las otras

categorías.
Este exterminio ha sido inspirado por la «mortal
solicitud», pues permitía la preservación del «buen grano». Por con­
siguiente, no los individuos, sino la bumaoidad colectivamente, es
el objeto del amor, por Jo menos la parte de la humanidad accesible
al líder. La muerte y la solicitud van paralelas: una parte de la hu­
manidad

es sacrificada
para· que . los elegidos puedan entrar en la
luz del amanecer.
El

amor,
tal como lo hemos definido, hecho de ágape y de eros,
se encuentra descompuesto y
degradado. Hemos
visto que el
ágape,
el

amor cristiano, es abolido,. junto
con el rechazo de la creación
divina
y de.todo lo que constituye el corolario, la bondad de lo real.
En el mundo rehecho, que es un artificio de los ideólogos, el amor
no es
ágape, es pasión dirigida a la abolición de todas las otras pa­
siones,
empa:ando por las relaciones humanas; a éstas se las sustituye
por un superinecanismo, fácilm,ente controlado, porque carece de
cambios y
está desprov'isto· de

emociones. Este
«nuevo sentimiento»
.....aque no se puede lJama.r amor-está fundado sobre el odio a la
creación y a la condici.6n humana, encuentra su razón de ser en el
mundo postulado del porvenir. Pero este mundo es una imposibilidad
ontológica,
cuyos habitantes, finalmente seres humanos, no podrían
ser reestructurados

ni en
los bosques de Camboya ni aun en los
cursos universitarios

de
·occidente. El
ideal
preconi:iado 'no se acerca
al
ideal, el «mundo nuevo» escapa siempre •a sus perseguidores ávi­
dos
y
obstinados. Su solicitud no es, en el fondo, sino odio con
560
Fundaci\363n Speiro

EL AMOR Y SU DEFORMACION MODERNA
respecto a este material humano pasivo que soo incapaces de trans­
formar.
Si el
ágape es
abolido
y transformado en su contrario, no ocurre
lo mismo
con el

eros. El ágape significa la relación con Dios; una
ideología atea puede
pretender durante cierto

tiempo reemplazar el
amor divino
por un proyecto gigantesco que impresiona a la pobla­
ción
y suscita entusiasmo. Por ejemplo, «construir el socia:Iismo» ;
«unir el
proletariado». O un
estado de cosas equívoco
se establece,
en el cual un hombre
reclama para él el estatuto divino y reina en
nombre de valores cristianos· pervertidos.
· Es el caso de Thomas Mun­
zer que

combina, en el siglo
XVI, el fin. escatológico de la historia
y la revolución terrestre. Brst Bloch y Rosa Luxemburgo encontraron
en la
figura de Munzer el primer revolucionario en el que se fusionan
el elemento evangélico
y el elemento marxista.
El ágape es eminentemente divino, y las falsas tentativas de «hu­
manizarlo» acaban siempre en catástrofe. El eros, por otra parte, es
eminentemente humano, es la tensión
hacia los otros, a menudo por
el intermedio de objetos
y de creaciones del espiritu o de la imagi­
nación. El poema del
amante o
un ramo de flores,
pero también una
catedral o una
sinfonía son mediadores

en
las relaciones humanas,
lo que muestra,
además, que el «erotismo» es una relación ern.pobre­
cida en las relaciones en las que figura el eros. Es evidente que el
espíritu
del ágape

ha
penetrado en el eros de los griegos en el curso
de
loo siglos

cristianos, de modo que el
eros es para nosotroo incon,.
cebible sin que se convierta en erotismo, y luego en pornografía. El
eros
y el ágape figuran en los momentos mejores de la Hélade, en
los diálogos de Platón
especialmente, donde
Alciblades
y Sócrates son
atraídos uno al otro por el eros, pero, de parte de este último, por
el deseo de hacer beneficiar al
joven de
sus conocimientos
y elevarlo,;
a

sabiduría.
· AII! donde

reina la
ideología, eros

está privado de ágape, se con­
vierte en grosero y
brutal, no buscando más que su propio interés. En
otras palabras, las relaciones humanas están entonces coloreadas por
la sola voluntad de
sobrevivir y la: sociabilidad se convierte en vio­
lencia. Las personas quedan sumergidas en la atmósfera sartriana, en
la cual «el enemigo es · el otro» y su sola presencia es interpretada
561
Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOINAR
como una amenaza. En tanto que individuo, el ser humano se su­
merge en el solipsismo, y en tanto que miembro de la sociedad, la
bestia prevalece,

lo que despierta la violencia sexual, el miedo al
ve,::ino y la lucha permanente para subyugar di Q/ro. No es una coin­
cidencia si en el plano de la filosofía contemporánea Sartre no ba
podido
redactar nunca su tratado de moral, prometido desde el prin­
cipio,
Nietzche no encuentra lugar para la ética de este lado del su­
perhombre,
Heidegger
es incapaz de

vencer la angustia, Wittgenstein
excluye toda posibilidad
de un

discurso
racional sobre la moral. No
es
una
coincidencia tampoco si la actividad diaria de los miembros
del Partido en el
régimen comunista está

llena siempre
por el· impe­
rativo
de «luchar»: destruir el enemigo de

clase; entrar en concu­
rrencia
para llenar el cupo de producción; combatir lo que sobrevive
de la
mentalidad burguesa,

y
así sucesivamente.

El lenguaje totalita­
rio
está salpicado

de términos militares, síntoma de que la erótica
se
ha convertido eu una fuerza negativa: cada uno ve un lobo en el
otro,
según la
fórmula de
Hobbes, aplicada a los seres humanos sal­
vajes
antes de la firma del contrato

social.
Bs característica del ideólogo la de no creerse obligado a amar
a

sus
prójimos -- y felicidad-, sino que ama sólo abstracciones tales como el Partido,
y a sus ojos las denuncias a sus padres y amigos son consideradas
como
una
virtud.
Orwell

tenía una intuición
segura de

la erótica en las sociedades
dominadas por la ideología: los amantes hacen el amor desesperada­
mente en una habitación pequeña, que
creen· está
escondida a toda
vigilancia, mientras
que todo lo que les rodea es frío, indiferente,
hostil, siendo considerado el amor mismo como el
acto antisocial
por

excelencia.
En un régimen ideológico no se tiene derecho a una
vida privada, a
tener sentimientos,
a formar relaciones de afecto,
pues cada instante, cada pensamiento o emoción, fuera de la vigilan­
cia del Partido, y no orientado hacia
el «futuro resplandeciente», es
sospechoso, por constituir una
partícula incalculable,
a partir de la
cual podría surgir una
partícula de

libertad.
Tomando,
quizás, la

novela de George
Orwell como
modelo, el
ruso Alejandro
Zinoviev concreta un mundo

sin amor a
partir de
562
Fundaci\363n Speiro

BL AMOR Y SU DBFORMACION MODERNA
sus experiencias en el seno de la jerarquía politica y académica (las
dos coinciden) de la sociedad soviética.
La diferencia entre Ziooviev
y los otros escritores de la disidencia, es que en su óptica esta socie­
dad elr una sociedad «natural», en el sentido de que el amor no esd.
presente

de ningún modo: el principio político que domina es el
bell11m omnium rontra omne, de Hobbes. Según el autor, he aquí
el modelo de sociedad que sería la norma entre los hombres si el ser
humano fuese sólo el producto de la planificación social y si exis­
tiese en un medio
en el cual las amenazas y. peligroo de todos los ins­
tantes, aun las amenazas y peligros instit1:1donalizados-, estuviesen sus­
pendidos encima de su cabeza. ffi escritor polaco Adam Michnit habla
a este respecto de Ja
«sociedad sovietizada»,
donde la
significación
de

las palabras
ha sido destruida, y en la cnal está prohibido a los
hombres fomentar reflexiones no oficiales con respecto a su vida
pública o privada. El talento del novelista logra crear el contraste
entre la sociedad normal
y la sociedad ideológica: en 1984 queda
un rincón tolerado a los
viejos disidentes

que juegan al
ajedrez cada
tarde

bajo un viejo
castaño: en el Porvenir radiante, de Zinoviev,
existe, más allá de. las intrigas del Partido y de las traiciones de los
amigos, una vieja trapera indiferente a la lucha feroz para la super­
vivencia ideológica, pu.es había reducido su existencia a lo estricta­
mente mínimo. He aquí un comentario terrible sobre un régimen
qne

snpuestamente
debía traer la felicidad a una sociedad sin odios
de
clase, pero

en la cnal sólo
los marginados
son capaces de reser­
varse un metro cnadrado de
libertad individual. Sin embargo, aquí
también el amor es una cantidad desconocida
y, de todos modos,
ilegal.
* * *
¿Qué se puede aprender sobre el amor a partir del tema en con­
trapunto del
odio como mortal solicitud? Primero, que la combi­
nación del eros y del ágape comprende la totalidad del amor, las
dimensiones horizontal y vertical, por lo menos cuando algunas otras
formas de amor: el del místico, del martir y del santo, son excluidas
de esta formulación porque son superiores. En segundo lugar, nos
damos cuenta que el eros, .. en tanto que tal, amor exclusivamente
563
Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOLNAR.
humano, no es suficiente, pues se convierte con facilidad en agresi­
vidad,

violencia
y explotación egoista del otro. El dinamismo erótico,
por
el cual el sujeto tiende hacia el mundo, tiene necesidad de ser
moralmente guiado
para liberarse del ego.. En este· sentido se de­
bería ampliar el

dicho aristotélico:
el animal politico debe ser «animal
moral», igualmente, para que pueda insertarse en la sociedad de sus
semejantes,
es decir, para que comprenda la necesidad de restringir
lo
dinámico, por

naturaleza
incontrolado, de
su eros.
Nuestra tercera consideración con
respecto al

amor se refiere a
su interpretación de los filósofos desde Kant.
Con la excepción de
algunos
raros pensadores modernos, la

tendencia
general ha sido de
poner
el acento sobre la dimensión social y politica del amor, lo que
está
caricaturi2ado en

el credo de Kwameh
Nkhmmah, primer pre­
sidente de Ghana : «Basta
con conquistar el reino politico, el resto
se os
dará por añadidura», versión pervertida del mensaje de Cristo.
Esta
politi2aci6n del
amor conduce lógicamente a
la noción de «•<>­
licitud mortal» en la cual el amor es aboorbido por la política, y
ésta es concebida como una ferocidad sin limites. Más tarde, 106
existencialistas

se
han rebelado contra esta noci6n empobrecida del
anior, pero de Kirkegaard hasta Martín Buber

no han tenido
éxito:
aquél

fue incapaz de
enraizar el ágape en la inteligencia divina, mien­
tras que Buber no ha dejado
lugar a

la erótica.
La relación en el entre
el
tú y el yo olvida la función mediadora de los objetos entre Dios y el
hombre, limitando as! el amor a 106 raros instantes de una c!levación
casi

mlstica. Henos
aqul de vuelta a Plotino y su negación de un
mundo
real y glorioso en sí, qué tiene su parte de la abundancia
div-ina,
Kierkegaard escribió eo algún sitio: «Del mismo modo que un
lago tranquilo cuyas aguas estáo nutridas por fuentes invisibles, el
amor del hombre tiene
sus ralees en el amor de Díos. Si no hubiese
fuentes

en las
profundidades, si

Dios no fuese amor, ni el
pequeño
lago

ni el amor del hombre
existirlan>>. El
pensador danés no tenía
la costumbre de poner sobre un papel
sus ideas banales. Este pasaje
evoca la idea de que
hay que

comprender que
el amor es álgo más
que el sentimiento reciproco entre los hombres, y que hay que incluir
el principio por
el cual existe una sociedad. Esto no es hoy evidente
564
Fundaci\363n Speiro

EL AMOR Y SU DEFORMACION MODERNA
inmediatamente, pues nuestros contemporáneos ven como principio
de la sociedad
la lucha de clases, la militancia política, los conflictos
y las revoluáones. Nadie piensa en negar estos hechos, pero no por
esto es menos verdadero
qu,e la wciedad, en tanto que tal, está fun­
dada
sobre la necesidad 'tacional que

tienen los seres humanos de
acercarse entre

sí, de ser solidarios, de desarrollarse en el seno de la
comunidad.
Rechazarnos la tesis po5itivista según la cual los indivi­
duns son átomns que se
reunen en

grandes
agregaáones, del mismo
modo

que se unen
las partículas en conjuntos más grandes. Entre los
seres bu.manos incluso las fuen:as que les unen de una manera mecá­
nica son consáentes, queridas y penetradas de emoáón. En otros térmi­
nos,
la. sociedad, las instituáones del Estado, están fundadas sobre la
razón,
sobre la
justicia
y sobre la caridad, al fin de cuentas sobre su
origen común.
En nuestrns días, sobre todo, percibimns esta verdad en el espejo
deformante de
los regímenes totalitarlns. En . último análisis es el
amor el que · prescribe a los regímenes no totalitarios el deber de
trabajar
para la conciliación entre el completo desarrollo personal y
la coexistenci_a comµ.nitaria, porque en estos regímenes. sobrevive siem­
pre la idea de que el individuo
y la soáedad son creaá6n divina.
Además,
la sociedad no totalitaria
reconoce al
individuo como valor
básico para
el servicio del cual el mismo Estado ha sido creado.
Finalmente,
la sociedad no totalitaria tiene como evidente que el
pasado
y el presente están ligadns orgánicamente -por la vía de la
tradición, de la memoria común, de
la continuidad de · las leyes--y
que el presente no debe ser sacrificado por un porvenir siempre pro­
blemático; el pasado,
además, no debe ser reescrito según las reglas
subversivas del
N ewsp"'1e orweliano en nombre de un pretendido
imperativo de la actualidad.
Uná soáedad que

no
oboerva estos principios .está fundada sobre
el odio al
hombre, a la realidad y al tiempo. Los líderes ideólogos
manipulan estas tres cnsas. El resultado es la mentira denunciada sin
cesar por algunos críticns : la mentira con respecto a la naturaleza
humana, la estructura del ser
y la historia. El objetivo último de !ns
que desfigura
la imagen del hombre concebido en el amo<; es el de
mentir acerca de
la creación.
565
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