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Ciencia, técnica y progreso

CIENOIA, TElCNIGA Y PROGRESO
El hombre moderno y el progreso científico y técnico.
«Embriagado por el torbenillo de sus descubrimientos, se­
" guro a causa de un progreso científico y técnico aparentemente
"sin límites, el hombre moderno se encuentra inexorablemente
"enfrentado con su destino:
n¿De qué

sirve ir a la luna -se­
" gún la expresi6n de uno de los hombres de cultura más pres­
"tigiosos de nuestra época- si es para suicidarse?" (André
"Malraux, pr6logo de L'enfant du rire, del padre Bockel, Gras­
"set).
»¿Qué es la vida? ¿Qué es el amor? ¿Qué es la muerte?
"Desde que existen hombres que piensan, estas preguntas
fun­
"damentales

han surgido siempre en su espíritu.
Las grandes
"religiones se han esforzado desde hace milenios por darles res­
"puesta. ¿Acaso el hombre mismo no aparece a la mirada
pe­
"netrante

de los filósofos como siendo a la
vez horno faber, horno
'1udens, horno sapiens, horno religiosus? ¿Y no es a este hom­
"bre a quien la Iglesia de Jesucristo quiere proponer la buena
"noticia de la salvación, portadora de esperanza para todos a
"lo largo del flu¡o de generaciones y el reflu¡o de civilizaciones?
" . .
»Pero he aqui que desde el Renacimiento, el hombre mo­
"
derno
se ha levantando en gigantesco desafio contra este men­
"saje de salvación, y se ha puesto a rechazar a Dios en nombre
"precisamente de su dignidad de hombre. Reservado primero
"a un pequeño grupo de espíritus, a la "intellígentsia", que se
"consideraba como una minoría selecta, el ateísmo se ha conver­
"tido hoy en fen6meno de masas que embiste a las Iglesias.
"Más aún, las penetra desde dentro como si los mismos creyen­
"tes, comprendidos los que se proclaman de Jesucristo,
encon­
ntrarán
en

sí mismos una secreta convivencia destructora de la
"fe en Dios, en nombre de la autonom!a y dignidad del hombre.
"Se trata de un "verdadero secularismo", según expresión de
"Pablo VI en su Exhortaci6n Apost6lica Evangelii nuntiandi:
'" 'Una concepci6n del mundo según la cual este último se ex-
211
Fundaci\363n Speiro

nplica por si mismo sin que sea necesario recurrir a Dios; Dios
"resultaría, pues, superfluo y hasta un obstáculo. Dicho secula­
"rismo, para

reconocer el poder del hombre, acaba por olvidar
"a Dios

e incluso renegar de El" (núm. 55).»
JuAN PABLO II: Alocución, el 10 de octubre
pasado, al celebrarse en Roma un Congreso In­
ternacional.
L'Osservatore Romano, edición se­
manal

en lengua española, año XIII, núm. 14
( 640 ), domingo 5 de abril de 1981.
Diferencia entre la ciencia y el cientismo.
«La ciencia es un hecho cultural que tiene importantes con­
"secuencias en las mentalidades, ya se trate de las ciencias de
"la naturaleza

o de las ciencias humanas.
»Intentar comprender la totalidad de la realidad es una
"ambición legítima que honra al hombre y que el creyente com­
"parte. No se da, pues, aquí ninguna oposici6n. La oposici6n· se
"da más bien en las mentalidades, cuando éstas están domina­
" das
por una concepción
cientista, según la cual el ámbito de la
"la verdad se identificaría con lo que puede ser conocido y ve­
" rificado

experimentalmente. Esta mentalidad positivista afecta
"profundamente a la cultura moderna derivada de la filoso/la
"llamada ''de las luces". Así, pues, lo que se opone a la fe de
"manera ideológica es una cierta filosofla, pero no la ciencia
"misma. Muy al contrario: la búsqueda apasionada de los "có,mo"
"exige

una respuesta a los
"por qué". ·
»Lo

mismo ocurre, en cierto sentido, con las ciencias huma­
"nas, que

están conociendo un creciente desarrollo
y cuyo ám­
"bito es cada vez más dificil definir. Cuando sus promotores "intentan presentar como modelo ideal de este tipo de conoci­
"miento una concepción que reduce al hombre -que es
suie­
"to-a un objeto de estudios, Je investigaciones y experimentos,
"excluyendo la realidad propiamente espiritual, ¿no están su­
,, cumbiendo a una pretensión dentista mucho más que probando
"su realidad cientifica?
» ·
212
JUAN PABLO II: Alocución a los no creyen­
tes del Vaticano en la asamblea plenaria que
se celebro del 31 de marzo al 3 de abril de
1981. L'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XIII, núm. 16 (642),
domingo 19 de abril de 1981.
Fundaci\363n Speiro

La ciencia como camino a lo verdadero y no mero método
hacia el

éxito en dirección técnica
y funcional.
«Ninguna razón hay para no ponerse de parte de la verdad
"o para adoptar ante ella una actitud de temor.
La verdad y
"todo lo que es verdadero constituye un gran bien, al que noso­
"tros debemos tender con amor y alegria.
La ciencia es también
"un camino hacia lo verdadero; pues en ella se desarrolla la ra­
"zón, esa

razón dada por Dios, que, por su propia naturaleza,
"está determinada, no hacia el error, sino hacia la verdad del co­
"nocimiento.
»Esto tiene que servir también para la ciencia orientada en
"una dirección técnica
y funcional. Concebir el conocimiento
"sólo como 1'método hacia el éxito" es simplificarlo demasiado.
"Lo contrario es, sin embargo, legítimo: concebir el éxito como
"una prueba para valorar el conocimiento del que procede. No "podemos ver el mundo técnico, obra del hombre, como un do­
"minio totalmente ale¡ado de la verdad. Tampoco es éste un
"mundo completamente vacio de sentido. No se puede negar
"que las condiciones humanas de vida han me¡orado de manera "decisiva. Por otra parte, las dificultades originadas por las con­
"secuencias nocivas del progreso de la civilizaci6n técnica no
"pueden hacer olvidar los bienes aportados por este mismo pro­
"greso.
»No hay ningún motivo para ver nuestra cultura técnica y
"científica como algo contrario al mundo creado por Dios. Es
"evidente que el conocimiento cientifico puede ser utilizado
."tanto para el bien como para el mal. Quien investiga sobre "los efectos del veneno
. podrá

emplear ese conocimiento, bien
"para salvar o bien para matar. Pero debe estar perfectamente "claro el punto de referencia al que debemos mirar para
distin­
"guir

el bien del mal.
La ciencia técnica, orientada a la trans­
'1/ormación del mundo, se justifica por su servicio al hombre y
"a la hUIIlanidad.»
JuAN PABLO 11: Alocución a los profesores y
estudiantes universitarios en la catedral de Co­
lonia, ,flhado 15 de noviembre de 1980. L'Os­
servatore Romano, edici6n semanal en lengua
española, año XII, núm. 47 (621), domingo 23
de noviembre de 1980.
213
Fundaci\363n Speiro

El riesgo de la deshumanización de la ciencia reducida al
éxito técnico.
«En numerosasa ocasiones me he sentido en la obligación
"de exhortar

a la gente a tomar posiciones de responsabilidad
"de cara

a los peligros que pueden derivarse, para la humani­
" dad,

de un distorsionado uso de los descubrimientos científicos.
"El futuro

del mundo se ve amenazado en sus
ralees por
los
"adelantos
mismos que

llevan la más clara impronta del genio
"humano. Este es el resultado que deriva de la
utilización del
"progreso

científico para fines que no tienen nada que ver con
"la ciencia. La ciencia es para la verdad y la verdad para el
"hombre,
y el hombre refle¡a, como una imagen (cf. Gén 1, 27),
"la eterna y trascendente Verdad que es Dios. Sin embargo, la
"experiencia de la historia, en particular la historia reciente, tes­
"tifica que algunos adelantos científicos se usan frecuentemente
"contra el hombre, a veces en forma terrorífica.
"
»Todos vosotros podriais hablar ampliamente de las perspec­
"tivas del desa"ollo de

la investigación en vuestro propio cam­
"po. También

podríais hablar de los peligros de las distorsio­
"nadas aplicaciones

de esos esperados adelantos. Hoy existen
"enormes posibilidades de manipular
al hombre. Mañana esas
"posibilidades serán aún más amplias. ¿Tengo todavia necesidad
"de subrayar

el peligro de radical deshumanización que está
"corriendo el hombre si sigue avanzando locamente por ese ca-
·"mino?
"
»Nuestra cultura está empapada, en todos los ámbitos, por
"una amplia noción funcional de la ciencia, es decir, se conside­
"ra decisivo sólo el éxito técnico. Muchos creen que el hecho
"de ser

técnicamente capaces de producir determinados resulta­
,, dos es motivo suficiente para no tener que seguir preguntando
"por la legitimidad del proceso que conduce a esos resultados,
"o incluso
por la legitimidad del resultado en
si mismo. Está
"claro

que tal modo de pensar no
de¡a espacio
alguno a
un su­
"premo valor ético o incluso a la misma noción de verdad.
»Las consecuencias de esa raquítica visión de la ciencia apare­
"cen claramente:

el progreso científico no siempre ha ido acom­
"pañado de una análoga
me;ora de

las condicones de vida del
"hombre. Se han producido efectos imprevistos y no deseados,
"causando preocupación en sectores cada vez más amplios de
214
Fundaci\363n Speiro

"la población. Basta con pensar en el problema del medio am­
"biente como resultado del progreso de la
industrialización. Por
"eso

ban surgido serias dudas sobre la capacidad del progreso,
"como totalidad, para serivr al hombre.
,,
»La ciencia, por si sola, es incapaz de dar una respuesta
"completa al problema del significado básico de la vida y la ac­
"tividad humanas. Su significado se revela cuando la razón,
"yendo más allá del dato
flsico, utiliza los

métodos metaflsicos
"para llegar a la contemplación de las 11causas últimas" y des­
,, cubrir en ellas la explicación suprema que puede iluminar los
"acontecimientos humanos y conferirles significación.
,, . . . . .
»La búsqueda del sentido último es comple;a por naturaleza
"y se halla expuesta al peligro del error, y el hombre quedaría
"a menudo
inmerso en la oscuridad si no fuera ayudado por la
"luz de

la
fe.>
JuAN PABLO II: Alocución a un grupo de 12
«Premios Nobel»
el 22 de diciembre de 1980.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua española, año XIII, núm. 4 (630), domin­
go 25 de enero de 1981.
La finalidad de la cieucia y el futuro de la humanidad.
«Los esfuerzos que dediquéis a este diálogo interdisciplinar,
"iunto con los correspondientes
esfuerzos de
los expertos en
"1 'la
ciencia de Dios" contribuirán a un significativo progreso
"en la comprensión de la verdad, comple;a unidad que sólo
"puede ser captada si se aborda desde diversos ángulos, sólo si
"se convierte en el punto de encuentro de diferentes formas de
"conocimiento complementario y no delimitado de antemano .
.
"En particular, contribuirá a un más completo conocimiento del
"hombre, de los componentes de su ser, y de la dimensión his­
"tórica, y sin embargo trascendente, de su existencia.
»En estas condiciones, el hombre será más claramente per­
"cibido como
lo que es: un fin, nunca un medio¡ un suieto,
"nunca

un
obieto; una
meta, nunca una mera etapa en el cami­
"no hacia esa meta. En una palabra, el hombre será percibido
"como persona hacia la cual la única actitud legitima es la del
"respeto sin condiciones. Por consiguiente, el respeto al hom­
"bre tiene

que convertirse en la piedra de toque suprema para
215
Fundaci\363n Speiro

"juzgar cualquier empleo de la ciencia y cualquier planificación
"de nuevos

experimentos posibles a partir de la tecnología.
»El futuro de la humanidad depende de estos valores éticos
"de base.

Ignorarlos significaría hacerse responsables ante la
"posteridad (si es que la hay) de la extremadamente seria acusa­
,, ción de '' ofensa contra. la hu_manidad". Vosotros sois los adelan­
"tados de la ciencia y debéis actuar como atentos centinelas en
"el camino

del progreso, denunciando cualquier forma de ma­
"nipulación del hombre o de su medio ambiente vital que pu­
,, diese ser considerada como un ataque a su dignidad o a sus
"derechos inalienables. Esta responsabilidad recae sobre voso­
"tros. Que ésta sea también la razón por la que el día de ma­
"ñana seais

dignos de la admiración y la gratitud de quienes se
"sientan salvados por hflber sido capaces de prever los riesgos
"de temibles catástrofes.
JUAN PABLO II: Alocución a un grupo de 12
«Premios Nobel» el 22 de diciembre de 1980.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua española, año XIII, núm. 4 (630), domin­
go 2, de enero de 1981.
Las tres tentaciones en el proseguir el -desarrollo tecnológico:
sólo en razón de sí mismo; dirigido únicamente a la to­
talidad económica, y a la búsqueda o el mantenimiento
del poder.
«La ciencia y la tecnologla han formado parte siempre de la
"cultura del hombre, pero hoy estamos presenciando el rápido "aumento del crecimiento de una
tecnologla que

parece
haber
"destruido su equilibrio con las dimensiones de la cultura
ac­
"tuando con un elemento de división. Tal es el gran problema
"al que

se
enfrenta la

sociedad moderna. La ciencia y la tec­
" nologla

son los factores más dinámicos del desarrollo de la so­
"ciedad hoy, pero sus intrínsecas limitaciones no las hacen ca­
"paces, por


mismas, de
proporcionar un poder que envuelva
"a la cultura en su con;unto. ¿Cómo, entonces, puede absorber
"una cultura la ciencia y la tecnología, con su dinamismo, sin
"perder su propia indentidad?
»Hay tres tentaciones que' deben ser evitadas en este senti­
" do. La primera es la tentación de proseguir con un desarrollo
"tecnológico en
razón de

si mismo,
la clase
de desarrollo que
"tiene por única norma la ·de· su propio crecimiento y afirmación,
216
Fundaci\363n Speiro

"como si. fuese asunto de una realidad independiente entre la
"naturaleza
y una realidad propiamente humana, imponiendo so­
" bre

el hombre la inevitable realización de sus siempre nuevas
"posibilidades, como si siempre debiera
bac~r lo

que es técnica­
"mente posible.
La segunda tentación es la de someter el des­
" arrollo

tecnológico a la utilidad económica, siguiendo la lógica
"del beneficio o de la ininterrumpida expansión económica, creaiz­
"do así el provecho de algunos, mientras deja a los otros en la
"pobreza, sin preocuparse del verdadero bien común de la hu­
"manidad, convirtiendo a la tecnología en un instrumento al ser­
"vicio de la
ideologia del 'ttener". En

tercer lugar, existe tam­
"bién la tentación de someter el desarrollo tecnológico a la bús­
,, queda o el mantenimiento del poder, como sucede cuando es
"usado para fines militares,
y siempre que las personas son ma­
"nipuladas para poder ser dominadas.»
JuAN PABLO II: Alocución a los representan­
tes de la ciencia, de la. cultura y de los altos
estudios en la universidad de las -Naciones Uni­
das, miércoles 25 de febrero de 1981. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua. es­
pañola, año XIII, núm. 10 (636), domingo 8
de marzo de 1981.
Riesgo de que el actual progreso de las ciencias y técnicas
oscurezca
el -conocimiento del

hombre.
«Como acertadamente observa el Concilio Vaticano II, la si­
"tuaci6n actual de la investigación científica es tal que "al crecer
"el acervo y la diversidad de elementos que constituyen la cul­
"tura, disminuye al mismo tiempo la capacidad de cada hombre
"para captarlos y armonizarlos orgánicamente, de forma que cada
"vez se va desdibujando más la imagen del hombre universal"
"(Gaudium et spes,
61). Es más, y según constata el mismo
"Concilio, ''el progreso actual de las ciencias y de la técnica, las
"cua/,es no

pueden penetrar hasta las íntimas esencias de las co­
"sas debido a su
método, podría

favorecer cierto fenomenismo
y
"agnosticismo cuando el müodo de investigación usado por. estas
"disciplinas

se considera sin
razón como
la regla suprema para
"hallar toda

la verdad"
(ib!d., 57). Hay riesgo, pues, de que se
ºoscurezca el conocimiento sobre el" hombre, e incluso se llegue
'' a errar, desde el momento en que resulta claro que la verdad
"sobre el

hombre trasciende toda tentativa de reducir este co­
"nocimiento a algún aspecto particular. Y también hay riesgo de
217
Fundaci\363n Speiro

"que la persona humana no pueda ya acceder a una vida sapien­
" cial, objetivo último y auténtico de la investigación de la ver­
,, dad

propia de la institución universitaria. El investigador verda­
,, deramente

completo, ni en la investigación ni en las
aplicacio­
"nes
prácticas

de ésta, puede prescindir de la dimensión espiritual
"y moral

del hombre
y de los valores que derivan de ésta. La
"persona humana tiene en si misma un significado último, del
"que dependen

el valor de la existencia personal y de la vida en
nsociedad.»
JuAN PABLO II: Alocución sobre la pastoral
en el mundo universitario el 8 de 1l18l'ZO de
1972. L'Osservatore Romano1 edición semanal
en lengua española, año XIV,-núm. 14 (692),
domingo 4 de abril de
1982.
Riesgo de que el método de investigación científica impregne
todo el pensamiento, incluso el misterio
-de la fe.
«Es necesario también señalar un riesgo inherente al méto­
" do de la investigación cient!fica en si misma. Tiene su objeto y
'1sus exigencias propias. Pero en la medida en que impregna
·
"todo el pensamiento, toda la manera de ver la existencia, pue­
"de acarrear en el campo de la fe la pérdida de la certeza pro­
"pia de esta última, donde el saber es también amor. Así, este
"esp!ritu de perpetua búsqueda puede llevar a poner en cues­
"tión los

datos esenciales de la fe y, sin negarlos, suspender el
"Juicio y la afirmación, mientras dilucida uno mismo todas las
"razones para creer y todos los aspectos del misterio cristiano,
"como si

se esperaran otros descubrimientos respecto del
Credo
"mismo. Es verdad que, como decia el Apóstol Pedro, hay que
"ser siempre

capaces de
dar razón de

la
esperanza que
hay en
"nosotros ( e/re 1 Pe 15). Y en teología, en moral, en exégesis,
"se ha de proseguir asiduamente un verdadero trabajo cienti­
"fico; pero apoyándose en un dato revelado, y en el marco de
"una adhesión
global dada ya
a Jesucristo
y a su Iglesia que
"no pone provisionalmente entre paréntesis las afirmaciones cier­
"tas del Magisterio.»
218
JuAN PABLO II: Alocución a los no creyen­
tes del Vaticano en la asamblea plenaria que se
celebró del 31 de marzo al 3 de abril de 1981.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua espafíola, año XIII, núm. 16 (642), do­
mingo 19 de abril de 1981.
Fundaci\363n Speiro

Daños de una cultura y una técnica cerradas a lo . trascen­
dente.
«No es necesario repetir, porque todos los conocéis bien, los
"daños que trae al hombre
la autosuficiencia
de una cultura y de
"una técnica cerradas a lo trascendente, la reducción del hombre
"a mero instrumento de producción, víctima de ideologías pre­
"concebidas o de la fria lógica de las leyes económicas, manipu­
"lado para fines utüitaristas e .intereses de grupos, que ignora­
"ron e ignoran el bien verdadero del hombre.»
JuAN PABLO 11: Alocución con motivo del
encuentro con los constructores de la sociedad
pluralista en el «Campo Grande» de Salvador
da Balúa, domingo 6 de julio de 1980. L'Os­
servatore Romano, edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 29 ( 603 ), domingo 20
de julio de 1980.
El saber científico no es la única forma legítima de saber ni
alcanzar una perspectiva totá.lizante.
«El desarrollo de las ciencias, por el aumento de racionalidad
"que aporta, reclama finalmente una visión de totalidad que las
"ciencias no ofrecen: el sentido del sentido. Porque, si bien es
"cierto que la ciencia es la forma privilegiada de conocimiento,
"de ahí no se concluye, sin embargo, que el saber científico sea
"la única forma legitima de saber. La fe, en esta perspectiva ra­
,, dicalmente reductiva, no apareceria más que como una repre­
"sentación ingenua de la realidad, ligada a una mentalidad mi­
"tológica. Al contrario, en una perspectiva
totalizante, importa
"mucho

discernir los órdenes especificas y, leios de oponer los
ncontenidos, proponer su integración en una epifanía de la ver­
"dad.
»Es cierto

que tomar en consideración la realidad total es
"delicado y dificil. A
veces se

da una reducción de un orden a
"otro/ a veces, por el contrario, se piensa poder prescindir de
"toda articulación. Es preciso reconocer en esto una doble ten­
"tación para los creyentes: el racionalismo y el
fideismo.
" . . . .
» ... la dinámica de la racionalidad no se opone de ninguna
"manera a la transcendencia de la fe en sú especificidad, sino
"que, en

cierto sentido, la
-reclama-.
Es en
·1a experiencia
de la
"vida donde hay que superar el vacio interior creado por el des-
219
Fundaci\363n Speiro

"fondamiento del sentido, cuando la totalización de las activida­
" des

de los hombres se sitúa en un universo cerrado. y no es
"asumida en una perspectiva que las supera, en un orden supra­
,,racional que, lejos de ser no-racional o infra-racional, es el fun­
"damento y el fin de la racionalidad.»
JuAN PABLO 11: Alocución a los no creyen­
tes del Vaticano en la asamblea plenaria que se
celebró del 31 de marzo al 3 de abril de 1981.
L'Osservatore Romano, edici6n semanal en len­
gua española, año XIII, núm. 16 (642), do­
mingo 19 de abril de 1981.
La -ciencia únicamente ha de estar· ·comprometida con la ver­
dad: El progreso de la civilizaición no siempre mejora l~s
condioiones
de
vida; una cultura dominada por la
técnb
corre

el peligro de ser utilizada abusivamente para ma­
nipular al hombre y la ciencia fundacionalística y extra­
ña a la verdad qne no tiene en cuenta los valores, puede
entrar al servicio de ciertas ideologías.
«El conocimiento cientlfico de orden natural ha contribuido
"a una

reorganización profunda de la técnica humana. Conse­
" cuentemente, las condiciones de la vida humana sobre la tierra
''han sufrido también un cambio extraordinario y han ido me;o­
"rando sucesivamente.

Et progreso del conocimiento
cientifico ha
''venido a ser el motor de un progreso cultural común. La trans­
"formación mundial en el aspecto técnico constituy6 para mu­
,, chas

el sentido y el obietivo último de la ciencia. Hoy se pue­
" de

observar que el progreso de la civilización no siempre me­
";ora las

condiciones de vida. Hay consecuencias espontáneas
e
"imprevisibles que pueden llegar a s~ perniciosas y peligrosas.
"Menciono sólo el problema ecológico) originado precisamente
"por el progreso de la industrialización técnica y científica. Sur­
" gen, pues} serias

dudas de que el progreso
sirva en
general al
"hombre. Tales dudas restan valor a la ciencia, entendida ésta
"desde el punto de vista técnico. Su sentido, su finalidad, su im­
"portancia para el hombre queda en interrogante. »Este interrogante cobra un peso especial ante la aplicación
"del pensamiento

cientlfico
al hombre. Las as/ llamadas ciencias
"humanas han aportado ciertamente importantes y continuos co­
"nocimientos sobre la actuaci6n y el comportamiento del hom­
"bre. Sin

embargo, en una cultura determinada por la técnica,
220
Fundaci\363n Speiro

"ellas corren el peligro de ser utilizadas abusivamente para ma­
"nipular al
hombre, para dominarlo económica
y pollticamente.
»Si la ciencia es entendida fundamentalmente como ''ciencia
"técnica' se la puede conce_bir como la búsqueda de un sistema
"que conduzca a un triunfo técnico. Aquello que conduce al éxi­
"to vale como t•conocimiento". El mundo presentado a la cien­
" cia viene

a ser como una simple suma de fenómenos sobre los
"que puede traba¡ar; su obieto, un con¡unto funcional que se
"investiga únicamente por su funcionalidad. Tal ciencia podrá
"concebirse incluso como simple
función. El

concepto de verdad
"resulta superfluo; a veces se prescinde expresamente de él. La
"razón misma aparecerá fina/,mente como simple función o ,como
"instrumento de un ser, cuya existencia tiene sentido fuera del
"campo del conocimiento y de la ciencia; tal vez en el simple
n hecho de vivir.
»Nuestra cultura está impregnada en todos sus sectores de
"una ciencia

que procede de una perspectiva funcional. Esto vale
})también para el sector de los valores, de las normas y, sobre
"todo, de

la orientación espiritual. Precisamente
aqui la

ciencia
"topa con sus propias limitaciones. Se habla de una crisis de le­
"gitimación de la ciencia, de una crisis de orientación en toda
"nuestra cultura científica. ¿D6nde está el núcleo de la ciencia?
"La ciencia misma no puede dar una respuesta complexiva a la
"pregunta suscitada en esta crisis, a la pregunta por el sentido.
"Las afirmaciones científicas son siempre particulares. S6lo lle­
"gan a ser. adecuadas si reciben un determinado perfeccionamien­
"to. Están en un proceso de desarrollo y en este proceso son co­
"rregibles y perfeccionables. Pero sobre todo, ¿cómo puede cons­
"tituir el
resultado de un proceso científico algo que se pone
"como base de dicho proceso
y que, por lo tanto, es ya un pre­
"supuesto del mismo?
»La ciencia por sí sola no puede dar respuesta al problema
"del significado de las cosas; esto no entra en el ámbito del pro­
,, ceso científico. Sin embargo, esa respuesta no admite una di­
"laci6n ilimitada. Si la difundida confianza en la ciencia queda
"frustrada, entonces surge fácilmente una actitud de hostilidad
"hacia la misma ciencia. En este espacio vacío irrumpen inmedia­
"tamente ciertas ideologías. Ellas adoptan, a veces, una actitud
"sin duda "cientlfica"; pero su fuerza de convicción radica en
"la apremiante necesidad de una respuesta al problema del sen­
" tido de las cosas y en el interés por una transfórmaci6rj._Sociill
"o
política.

La
ciencitl funciona'lista, que

no tiene en
cuenta los
"valores
y qti.e es' extraña a la verdad, puede entrar al servicio
22Í
Fundaci\363n Speiro

"de tales ideologías; una razón que es ya solamente instrumen­
"tal corre el peligro de quedar esclavizada. Finalmente, en es­
"trecha

conexión con esta crisis de orientación
cultural está
tam­
"bién el resurgimiento de nuevas supersticiones, de sectas o de
,,las llamadas ''nuevas religiones".
»Estas desviaciones pueden ser previstas y evitadas desde la
"fe. Ahora bien, esa crisis común afecta igualmente al cientifico
"creyente. Tendrá que preguntarse por el espíritu y la orienta­
" ción

en que él mismo desarrolla
su ciencia.
Tendrá que
propo­
,,nerse, inmediata o mediatamente, la tarea de revisar conti_nua­
" mente el método y la finalidad de la ciencia bajo el aspecto
"del problema relativo al sentido de las cosas. Todos nosotros
"somos responsables de esta cultura y se nos exige nuestra co­
"laboración para que la crisis sea superada.
»Hasta ahora hemos hablado prevalentemente de la ciencia,
"puesta al servicio de la cultura y, con ello, al servicio del hom­
,, bre. Seria, sin embargo, demasiado poco limitarse a este as­
"pecto.
En
presencia de la crisis nos es necesario recordar que
,,la ciencia

no es sólo un servicio para otros fines.
El conoci­
"miento de la verdad lleva en sí mismo su propio sentido. Es
"una realización de carácter humano y personal, un bien huma­
"no de alta estima. La pura ''teoría" es incluso un modo de
"''praxis" humana

y
al creyente le espera una 01praxisn supre­
"ma, una

praxis que le une para siempre con Dios: es la visión,
"que es, pues, una ''teoría".
»Hablábamos de la ''crisis de legitimación de la ciencia".
"Sí; la ciencia tiene su sentido y su derecho si es reconocida
"como ciencia capaz de tender a la verdad, y la verdad es re­
" conocida

a su vez como
un bien

humano. Entonces queda
jus­
"tificada

también la exigencia de la libertad de ciencia ante la
11verdad, porque, ¿cómo podrá un bien humano conseguir su
"realización sino a través de la libertad?
La ciencia tiene que
"ser libre también en el sentido de que su desarrollo no puede
"quedar determinado por fines inmediatos, por ventaias socia­
"les o por intereses económicos. Esto no significa que ella tenga
"que estar

separada por principio de la praxis. Pero para ten­
" der

a la praxis
tiene que
estar previamente determinada por la
"verdad, tiene que ser por tanto libre para la verdad.
»La ciencia libre, comprometida únicamente con la verdad,
"no se deja aprisionar por el modelo del funcionalisino u otro
"modelo que
limite la comprensión de la racionalidad cientifi-
·
"ca. La ciencia tiene que estar abierta, tiene que ser también
"pluralista; no tenemos por qué temer ante la pérdida de una
222
Fundaci\363n Speiro

"orientación unitaria. Tal orientación está presente en el trino­
"mio de la razón personal, la libertad y la verdad; aquí es dpn­
,,
de
arraiga y se afianza la pluralidad de perspectivas concretas.»
JUAN PABLO II: Alocución a los profesores y
estudiantes universitarios en la catedral de Co­
lonia, sa'bado 15 de noviembre de 1980. L'Os­
servatore Romano, edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 47 (621), domingo 23
de noviembre de 1980.
Los cambios en los modelos culturales y sociales producidos
por

el desarrollo tecnológico
y el progreso económico, no
deben
sacrificar la

prioridad, los
valores ético-morales,
cul­
turales
y religiosos.
«Es innegable que el desarrollo tecnológico y el crecimiento
"económico hayan de comportar cambios en los modelos cul­
"turales y sociales de un pueblo. En cierta medida estos cam­
"bios son inevitables y hay que abordarlos con realismo en in­
"terés del crecimiento de un pueblo. Pero si creemos honrada­
,, mente

en lo que decimos cuando afirmamos que el hombre no
"puede quedar reducido
al horno economirus, entonces cada uno
"de nosotros

ha de empeñarse a
limitar las

transformaciones per­
" niciosas en las que los valores positivos queden sacrificados y,
"por otra parte, en dar prioridad a los valores ético-morales, cul­
"turales y religiosos por encima de los índices de crecimiento
'"meramente económicos.»
JuAN PABLO II: Mensaje, el 22 de agosto de
1980, con ocasión de la XI sesión especial de la
Asamblea de las Naciones Unidas dedicada a
la nueva estrategia del desarrollo. L'Osservato­
re Romano,
edición semanal en lengua espafiola,
año XII, núm. 38 (612), domingo 21 de sep­
tiembre de 1980.
Ambivalencia del desarrollo tecnológico: la persona es la me­
dida y criterio de su bondad o culpa.
«La verdad es que el desarrollo tecnológico característico de
"nuestro tiempo, padece una ambivalencia de fondo: mientras
"por una parte consiente al hombre tomar las riendas de su pro­
"pio destino, por otra lo expone a la tentación de sobrepasar los 11límites de un razonable dominio d~_. la naturaleza~ poniendo en
"peligro la misma supervivencia e integridad
de la presona--hu­
"mana.
223
Fundaci\363n Speiro

»Si un nuevo método de investigación, por ejemplo, lesiona
"o corre el peligro de lesionar ese derecho, no debe considerarse
"lícito sólo porque aumenta nuestros conocimientos .. La ciencia,
"en efecto, no es d valor más alto, al que todos los demás deban
"ser subordinados. Más

alto, en la escala de valores, está preci­
"samente el derecho personal del individuo a la vida
fisica y es­
"piritual, a su integridad s/quica
y funcional. La persona, en
"efecto, es medida
y p,iterio de bondad ·o de culpa en toda ma­
"nifestación humana.
El progreso científico, por tanto, no puede
')retender situarse _en una especie de terreno neutro. La norma
"ética, fundada en el respeto a la dignidad de la persona, debe
"eluminar y disciplinar tanto la fase de investigación como la de
"aplicación de los resultados adquiridos mediante
ella.»
JuAN PABLO II: Alocuci6n a un grupo de
doctores y cirujanos, el 27 de octubre de 1980.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua española, afio XIII, núm. 14 (640), domin­
go 5 de abril de 1981.
¿De qué servirá el progreso económico industrial si file pro~
duee paralelamente una regresión en el orden espiritual
y moral?
«¿Y de qué servirá -podría preguntarse aquí a modo de
"deducción lógica-1el progreso económico-industrial, aunque
"s.ea_ grandioso e .incesante, si hay una regresión paralela en el
n.orileti espiritual y moral? ,, . . . . . . . . . . . .
»Es importante y necesario, queridos trabajadores, que en
"vuestra vida profesional, como en vuestras
familias y en la tra­
"ma de las rel4ciones sociales) ·existil Siempre esta sensibilidad
"hecha de interés, de atención y preocupación por los valores pri­
"marios e ir_renunciables de la fe cristiana, que constituyen -¡re­
" cordadlo siempre!- no-sólo una heredad que debéis conservar,
"sino también una posesión personal que debéis incrementar1 tes­
" timonar y par_ticipar a los hermanos.»
224
JuAN PABLO II: Alocución del 3 de abril
de
1981, a dependientes y familiares de las In­
dustrias Meloni de Fabriano, Italia. L'Osser­
vatore_ Romano, edición semanal en lengua es­
pafiola, afio, XIII, núm. 23 (649), domingo 7
de
junio de 1981.
Fundaci\363n Speiro

El uso irresponsable de la ciencia y la tecnología produce
a
menudo graves perjuicios al equilibrio de la naturaleza,
y, con ella, trae la ruina y opresión del hombre por el
hombre.
«En numerosos países, las asoczaczones de eruditos e inves­
"vestigadores expresan la ansiedad del mundo científico de cara
"a un

uso irresponsable de la ciencia, que tan a menudo produ­
" ce graves periuicios al equilibrio de- la naturaleza, o trae- con
"ella la ruina y la opresión del hombre por el hombre. Pienso
"en
primer lugar
en
las ciencias flsicas, químicas, biológicas

o
"genéticas, de las que
iustamente ustedes

condenan aquellas apli­
" caciones o experimentaciones que van en detrimento de la hu-·
"ma,i,idad.
Pero
tengo también presentes las ciencias sociales
y
"las ciencias de la conducta humana cuando -se utilizan para ma­
" nipular a la población, para violentar sus mentes, sus almas, su
"dignidad
y su libertad. La critica de la ciencia y la tecnologia
"es, a

veces, tan severa que llega a la conclusión de condenar la
"ciencia en si misma. Al contrario, la ciencia y la tecnologia Son
"un maravilloso producto de la creatividad humana donada por
"Dios; ellas nos han proporcionado estupendas posibilidades
y
"nos hemos beneficiado de ellas agradecidamente. Pero sabemos
"que este potencial no es neutral: puede ser usado tanto .para el
"progreso del hombre como para su
degradación.»
JUAN PABLO 11: Alocución a los representan­
tes de la ciencia, de la cultura y de los altos
estudios en la universidad de las Naciones Uni­
das, miércoles 25 de febrero de 1981. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua es~
pañola, año
XIII,

núm. 10 (636),
domingo 8
de marzo de 1981,
Necesidad de redefinir las prioridades en el uso de los tre­
mendos recursos científicos y tecnológicos.
«Los hombres de nuestro tiempo poseen, en primer lugar,
"tremendos
recursos derttíficos y tecnológicos. Y estamos con­
,, vencidos

que esos recursos podrian ser usados mucho más efi­
" cazmente

para el desarrollo
y el crecimiento de los pueblos;
"consideremos el progreso realizado en la agricultura, la biolo­
"gla, la medicina, los medios de comunicación social aplicados
na la educación; asi ·tenemos ciCncias sociales y econ6micas, y
225
Fundaci\363n Speiro

"ciencias de la planificación, todas las cuales podrian combinar­
" se
para encauzar de manera más humana
y eficaz el

proceso de
"industrialización y urf;anización, y promover

los nuevos
mode­
nlos de la cooperación internacional. Si todas las naciones ricas
"del mundo lo quisieran, podrian convocar un impresionante
"número de especialistas
a las
tareas del desarrollo. Todo esto
"presupone obviamente opciones pollticas
y, más

fundamental­
"mente, opciones morales. Se aproxima el momento en el que
"las prioridades tienen que ser redefinidas. Por e¡emplo, se ha
"estimado que cerca de la mitad de los investigadores del mun­
" do

están en el presente dedicados a proyectos militares. ¿Puede
"moralmente la familia humana proseguir mucho tiempo más en
esta dirección? »Existe también la
cuestión de

los
recursos econ6micos ne­
"cesarios para dar un impulso decisivo al progreso integral de
"la familia
humana.
»También aqui nos encontramos ante opciones. ¿Podemos
"permanecer pasivos
cuando hemos

dicho que la humanidad gas­
" ta

inmensamente más dinero en armas que en el desarrollo,
y
"cuando

nos enteramos que el equipamiento de un soldado cues-
11ta muchísimo más que la educación de un niño?»
JuAN PABLO II: Alocución a los representan­
tes de la ciencia, de la cultura y de los altos
estudios en la universidad de las Naciones Uni­
das, miércoles 25 de febrero de 1981. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua es­
pañola, año XIII, núm. 10 (636), domingo 8
de
marzo de
1981.
Los científicos y la ética ante los fines no científicos que ha­
cen de la ciencia un instrumento.
«Si mucho nos edifica en el trabaio cientifico -nos edifica
"y también nos alegra profundamente-, este avance del cono­
"cimiento desinteresado de la verdad, a cuyo servicio se entrega
"el sabio con la mayor dedicaci6n y, a veces, con riesgo de su
"salud e incluso de su vida, mucho más debe preocuparnos todo
"lo que

está en contradicción con los principios del desinterés
"y de la ob;etividad, todo lo que baria de la ciencia un instru­
"mento
para conseguir ob¡etivos que nada tienen que ver con
"ella. Si debemos preocuparnos de todo lo que proponen
y pre­
"suponen esos

fines no
cientificos y que exige de los hombres
226
Fundaci\363n Speiro

"de ciencia que se pongan a su servicio sin permitirles ;uzgar ni
"decidir, con independencia de espíritu, acerca de la
honestidad
"humana
y ética, de tales fines o les amenaza de sufrir las con­
" secuencias si se niegan a colaborar.
"
»Nos damos cuenta de ello, señoras y señores, el futuro del
"hombre
y del mundo está amenazado, radicalmente amenazado,
"a

pesar de las intenciones ciertamente nobles de los hombres
"del saber, de los hombres de ciencia. Y está amenazado porque
"los maravillosos resultados de sus investigaciones
y de sus des­
" cubrimientos,

sobre todo en el campo de las ciencias de la na­
"turaleza, han sido
y continúan siendo explotados -en periui­
"
cio

del imperativo ético- para fines que nada tienen que ver
,, con las exigencias de la ciencia, e incluso para fines de · des­
'1trucción y de muerte, y esto en un grado ;amás conocido hasta
"ahora, causando daños verdaderamente inimaginables. Mientras
"que la ciencia está llamada a estar en servicio de la vida del
nhombre, se constata demasiadas veces, sin embargo, que está so­
"metida a fines que son destructivos de la verdadera dignidad
"del hombre
y de la vida humana. Esto es lo que ocurre cuan­
" do

la investigación cientlfica está orientada hacia esos fines o
"cuando sus resultados se aplican a fines contrarios al bien de la
"humanidad. Esto se verifica tanto en el terreno de las manipu­
"laciones genéticas y de las experimentaciones biológicas, como
nen el

de las armas químicas, bacteriológicas o nucleares.»
JUAN PABLO II: Alocución a la Organización
de las Naciones Unidas para
la Educación, la
Ciencia y la Cultura -UNESCO-, lunes 2 de
junio de 1980. L'Osservatore Romano, edición
semanal en lengua española, año VII, núm. 24
(598),
domingo 15 de

junio de 1980.
Responsabilidad de poner la herencia científica y cultural al
servicio -del auténtico progreso de un mundo de justicia
y dignídad para todo,.
«¡Qué logro de nuestro tiempo, qué poder intelectual y mo­
"ral,
qué responsabilidad hacia la sociedad y la humanidad! ¿Se­
"remos capaces de tomar parte en la puesta de esta herencia
"cientlfica
y cultural al servicio del auténtico progreso de la
227
Fundaci\363n Speiro

"humanidad, en la construcción de un mundo de ;usticia y dig­
"nidad para todas?>
JuAN PABLO II: Alocución ·a los representan­
tes de la ciencia, de la cultura y de los altos
estudios en la wúversidad de las Naciones Uni­
das, miércoles 25 de febrero de 1981. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua es­
pañola, año XIII, núm. 10 ( 636 ), domingo 8
de mllíZO de 1981.
El futuro de este planeta depende de que la humanidad vuel­
va su rostro a la moral.
«Nuestra futura en este planeta, expuesto como est/. a la
"aniquüación nuclear, depende de un único factor: la hum.ani­
"dad debe volver su rostro a la moral. En el momento presente
"de la

historia, debe haber una movilizaci6n general de todos
"los hombres
y muieres de buena voluntad. La humanidad está
"llamada a

dar
mayores pasos hacia adelante, un paso hacia ade­
"lante en la civilización y
la sabiduría. U na carencia de civiliza­
"zación,
una

ignorancia de los verdaderos valores del ha_mbre,
"comportan el riesgo de que la humanidad sea destruida.»
JuAN PAB~O II: Alocución a los representan­
tes de la ciencia, de la cultura y de los altos
estudios en la universidad de las Naciones Uni­
das, miércoles 25 de febrero de 1981. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua es­
pañola, año XIII, núm. 10 (636), domingo 8
de marzo de 1981.
La Iglesia y la ciencia moderna ante la libertad y el progreso.
«En tiempos pasados los defensores de la ciencia moderna
'·"lucharon contra la Iglesia con el siguiente lema:
razón, liber­
"tad y

progreso. Hoy, ante la crisis del sentido de la ciencia,
"ante las múltiples amenazas para su libertad y ante las dudas
"que el progreso suscita, los frentes de la lucha se han cambia­ "do. Hoy es la Iglesia la que entra en batalla.»
228
JUAN PABLO II: Alocución a los profesores y
estudiantes universitarios en la catedral de Co­
lonia; sábado 15 de noviembre de 1980. L'Os­
servatore Romano, edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 47. (621), domingo 23
de noviembre de 1980.
Fundaci\363n Speiro

La profunda reflexión ética de la Iglesia para poner en guar­
dia a la sociedad ante la 1cultura, el progreso· y el _bienesta_r.
«La fe cristiana y la Iglesia se consideran particularmente
"autorizadas a
poner en guardia a la sociedad: la cultura, el
"progreso y el bienestar del hombre se llaman así con
raz6n so­
"lamente

cuando van precedidos de una
profunda reflexión éti­
"ca. No es suficiente plantear la cuesti6n de la ;usticia social en
"su sentido más estricto. Nadie puede ignorar que esta cues­
nti6n
está intimamente ligada con problemas que tienen una raíz
"mucho más profunda. La lucha por la iusticia social ha hecho
"bien al insertar la perspectiva del ·~tener" poniéndola en cone­
"xión con

el
"ser". Y
hoy se trata precisamente de elegir la vi­
"sual de este problema. La hora en que vivimos nos obliga más
"que nunca a ocuparnos de la totalidad del hombre, de la
aten,
"ción

total
deJa persona.

No hay que ver ya al hombre s6lo como
"un ser que necesita de bienes materiales, sino como imagen de
"Dios, llamado a continuar la obra de la creaci6n de Dios me­
" diante

el trabaio; elegido para ponerse al servicio de foriar el
nnuevo cielo y la nueva tie"a hasta el retorno de Cristo.
»Por lo que se refiere a la profunda reflexi6n ética, hay que
"tener presente lo que sigue:
La industria, la producci6n y el
"desarrollo econ6mico son, sin duda, el primer resultado del
"traba;o y de la inteligencia del hombre. Pero ningún hombre
"puede obtener por sí sólo estos resultados. Depende de algo "que ya existe. Utiliza en beneficio propio las leyes de la na­
"turaleza que están vigentes en la creación. Se sirve de la ma­
"teria prima que le ofrece la naturaleza. Por lo tanto, el hom­
"bre no parte del
vac!o, no

hace su obra de la nada, sino que
"utiliza cuanto ya habla sido creado.
»El cristiano deberla tener siempre presente esto, a pesar
"de todas las corrientes contrarias: y deberla recordarlo a todos
"los hombres, no para denigrar el progreso humano, sino para
"hacer manifiesto

a todos
lo que es verdaderamente importante;
"así, pues, el cristiano debe decir a los demás: el puente de tu
"éxito se apoya en
dos pilares, de los cuales s6lo uno tiene los
"fundamentos en tu potencia; el otro nace de una
tierra de
la
JI que tú no eres el señor sino que tú sencillamente has encontra­
" do. Y por esto tienes reverencia ante esta realidad, si eres hom­
"bre reflexivo. Sabes que la realidad de la creaci6n, llamada uni­
"verso, ha sido puesta en tus manos; pero no tienes el derecho
"ilimitado de disponer de ella. S61o el Señor del universo tiene
Fundaci\363n Speiro

"poder absoluto sobre ella, porque la vida y el universo han ve­
"nido de su mano.
»Realmente hemos aprendido mucho. Hemos estudiado con
"pasión la tierra y nos hemos servido de ella con perfección
"sorprendente. Pero, ¿no debemos abrir todav/a los o;os, los
"unos a los otros, para darnos cuenta de la genialidad del orden "descubierto? ¿Pueden los hombres que viven en este orden
"continuar ignorando todavía a Aquel que ha creado este orden?
"Y si

verdaderamente los
oios de
muchos de ellos estuviesen
cíe­
,,
gos,

nosotros, creyentes, debemos dirigirlos a El para que su
"nombre no sea silenciado por un mundo
qúe cada

vez aparece
"menos como una creación y lleva cada vez más sólo los rasgos
"del hombre.»
230
JUAN PABLO II: Alocución a loa obreros
europeos congregados en la plaza de San Pedro
el 15 de mayo de 1981. L'Osservatore Romano,
edición semanal en lengua española, año XIII,
núm. 21 (647),
domingo 24 de mayo de 1981.
Fundaci\363n Speiro