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AA.VV.: Enseñanza social de la Iglesia: perspectivas desde Perú

INFORMA<:;ION BIBUOGR,AFICA
Fernando Var¡¡as, Mario Ta¡¡liaferri, Alberto Braa:zini, Luis­
Femando Fí¡¡ari,
ls,wcio Orbegozo, Armando Nielo, Emilio
V allebuona, Rafael Lópe:,, César Blondet, V iri¡¡ilío · Leva¡¡¡¡i
Vega y Germán
Doi

K.:
ENSE~ANZA SOCIAL DE

LA
IGLESIA:
PERSPECTIVAS DESDE PERÚ (*)
Con ocasión del 90 aniversario de la encíclica Rerum nova­
rum
y con el propósito de esclarecer el pensamiento social de la
Iglesia, el periódico La Prensa, publicó una setie de artículos
de obispos, sacerdotes
y laicos, solicitados por el director de la
Agencia Católica de Información, Virgilio Lavaggi Vega, quien, después de gestionar su
apatición en
el citado
diatio, les
ha dado
ahora forma de libro.
A
la recopilación de los artículos mencionados, los autores
refetidos en

el encabezamiento de este comentario sigue
. un
apéndice

sobre
la liberación y una selección de textos sobre este
tema de los tres últimos Papas.
Los artículos comentan
la doctrina social de la Iglesia, bien
globalmente o en algunos aspectos concretos, siempre con una orientación acertada y ortodoxa. Los comentarios son breves,
como corresponde al tratamiento
petiodístico de

los mismos.
En general, se ocupan de puntos de especial interés en His­
panoamérica y, concretamente, en el Perú.
En el artículo que abre el volumen se indican los principios
en que se inspira
la doctrina social· de la Iglesia, que arrancan
del Evangelio y aún podrían remontarse al mismo Génesis, como
ha enseñado el Papa Juan Pablo II en su reciente encíclica sobre
el trabajo, aunque
la elaboración doctrinal sistemática se inicia
de modo

importante con León XIII y su Rerum novarum, que
reprobó todo materialismo, ya sea de signo ateo y socialista o
simplemente de
carácter hedonista.
En

otro artículo se relacionan diversos antecedentes prepara­
torios de
la encíclica, especialmente diferentes congresos inter­
nacionales

católicos de carácter social.
El artículo quizá más interesante a mi juicio
y·· que

justifica­
ría por
s! mismo

el libro, es el de Monseiior Ignacio M. de Or­
begozo, Obispo de Ciclayo.
En
él se afuma que la Iglesia no puede desvincularse' de lo
social o lo político, pues no puede desentenderse de nadli · que
(•) Ed. Apradea, Lima, 1981, 128 pilgs,
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
afecte al hombre, criatura de Dios. Sin embargo, los eclesiásti­cos no tienen como misión
específica y
principal el tratamiento
de estos temas, sino sólo con carácter supletorio
y circunstan­
cial. El siguiente párrafo es muy gráfico y expresivo, por lo que
no nos resistimos a reproducirlo. Dice así: «Pero el acontecer
de los hechos durante estas últimas décadas no se ajustó dema­ siado al esquema señalado. Por el contrario, la activa participa­ción de los eclesiásticos en el campo de lo socio-político ha sido
profusa
y publicitada, hasta el punto de parecer que desplazaban
a los laicos de la tarea que les era propia. Su presencia, además,
fue conflictiva las más de las veces. Al presentatse como Iglesia
comprometida, lo que hicieron fue comprometer a la Iglesia, y
aún peor, . al pretender identificarse con un modelo de Iglesia
particular, lo que lograron fue la imagen de dos Iglesias dife­ rentes y aun contrapuestas, e inevitablemente, magisterios parale­
los.
La consecuencia dolorosa ha sido una grave desorientación
para muchos, y
quizá más
sensible entre
las Congregaciones re­
ligiosas, sobre todo las femeninas» (pág. 28). El punto de pattida lo señala en Medellín, donde nació una
teología de la violencia, «esperanza de los pobres de América»,
que
alcanzarían por

su medio la liberación.
.
Se

encasilló a la población en dos grupos: «conservadores»
y «revolucionarios», quedando a un lado un tercero, «derrotista»,
objeto de tratamiento sólo en reuniones intelectuales. Los «conservadores»
carecían de conciencia social y eran bur­
gueses,
identificados con el orden establecido.
El grupo «revolucionario» o «progresista» aglutina a «todos
los integrantes de cualquier ideología, dispuestos a modificat las
estructuras socio-económicas de modo
radical, tanto en los ob­
¡etivos
como en los medios» (pág. 28 ). Califican de conservado­
res a
la Jeratquía, que calló generalmente como atemomada, y
a los demás católicos que no participaron en sus ideas · y acti­
tudes. También

evitaton cuidadosamente «cualquier referencia
a la
enseñanza social

de
la Iglesia, a la que presentaron como
obsoleta, incapaz de inspirar ni apoyar una pastoral
realmente
liberadora.
Prefirieron la coyuntura cristiano-marxista, por lo que
la simbiosis ha sido lo natural y su mejor expresión los movi­
mientos de
cristianos por el socialismo» (pág. 29).
Creemos que valía la pena recoger lo sustancial de tan inte­
. resante y expresivo attículo.
Otros temas tratados con acierto, son: el mito del progreso;
lo permanencia

y adaptación de
la doctrina social de la Iglesia
a las situaciones cambiantes de los
tiempos; algunas .de las
cua-
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les han surgido recientemente y no podían ser previstas en épo­cas anteriores; el sentido
del verdadero humanismo, en el que si
se borra a Dios «todo se vuelve relativo e imanente»;
.la necesi­
dad

de la autoridad en la sociedad para conseguir el mejor ser­
vicio a la persona, al pleno desarrollo del conjunto y al bien
común general; la importancia de la familia y su misión educa­
tiva en orden a conseguir una mejor convivencia y estabilidad
social; la empresa como unidad de producción con participación de todos los interesados en la misma para conseguir una convi­
vencia digna y armónica; el verdadero sentido de la pobreza, que
no es sólo la carencia de medios materiales sino más bien una actitud espiritual de desprendimiento que nos inclina a remediar
las necesidades del prójimo, que siempre debe disponer de un mínimo necesario para una vida decorosa. Pobre «es el que pone su confianza y esperanza en Dios»; «la auténtica opción por los
pobres, no es exclusiva ni excluyente» (pág. 68 ), y abarca a «to­
das las víctimas del egoísmo humano, sin ceder al radicalismo socio-político que, tarde o temprano, producirá efectos contrarios
a los deseados y engendrará nuevas formas de opresión», como
ha dicho Juan Pablo II. La cuestión es
dar con amor, que evite toda sensación de hu­
millación en quien recibe, para que, como decía San Vicente de
Paúl, «los pobres perdonen el pan que les dan». El apéndice sobre la
liberación es un estudio más extenso
que los artículos anteriores. Se ocupa de los varios sentidos· del término liberación y de
acepciones usadas por los últimos Papas y el Concilio Vatica­
no II, que la suelen entender como liberación del pecado y del
egoísmo humano. De todas maneras, es evidente que el
término
ha

sido ambigua, maliciosa y torcidamente usado incluso por
clérigos y eclesiásticos de elevado rango. Así ha ocurrido con re­
ligiosos pasados a la guerilla, supuestos teólogos como Gustavo Gutiérrez, ciertos obispos como Helder Cámara y hasta alguna
reunión episcopal como la de Medellín.
Lo que acabamos de decir no queda tan claro en el estudio
que comentamos, sino que produce cierta confusión, algo desve..
lada, sin embargo, por citas papales de Pablo VI, Juan Pablo I
y Juan Pablo II, que se recogen en el mismo trabajo y, sobre todo, en el apéndice que le sigue.
Mucho
más clara,

en esta cuestión, es la Carta pastoral que,
en diciembre

de 1974, publicó, en el propio Perú, Monsefior
Fernando Vargas, Obispo de
Huaraz, así

como
la de Monseñor
Antonio Corso, Obispo de Maldonado-Punta del Este, Uruguay,
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INFPRMACION BIBLJOGRAFICA
fechada el 15 de agosto de 1971, y que lleva por título .El Cris­
tiano y la Acci6n Civica, en los que se tratan con claridad y
acierto
estos temas,
La fraternidad que suelen predicar los progresistas y revo­
lucionarios que
abogan por la liberaci6n y colaboran o actúan en
la guerrilla, aliados con ateos y marxistas, podría sintetizarse en esta frase: «Sé
mi hermano o te mato; y como eres mi hermano,
dame
lo que tienes». Olvidando que no se practica ni se puede
exigir amor con metralleta,
ni se puede pretender de nadie, por
muy caritativo y
pacífico que
sea, que no ejercite su legítima
defensa cuando es atacado pistola en mano;
ni llamar burgueses
y
opresores a

quienes disponen
de menos bienes y poder que
aquel que
así los

denomina. El hombre sólo puede sentirse verda­
dero. hermano de su semejante cuando
cree verdaderamente

que
ambos son hijos de un mismo
Padre, Dios.
Podrán

existir
esttocturas injustas,
pero es evidente que no
se
pueden cambiar

de la noche a
la mañana, sino que se precisa
segoir, como ha repetido el Papa Juan Pablo II, la transforma­
ción de
las mentes y de los corazones y teniendo en cuenta, ade­
más,

que el principal esfuerzo
para mejorar -'como también ha
dicho el Papa-, debe partir de los propios interesados. No se
puede exigir

a los
otros, lo
que
nosotros no
hacemos. Hay que
predicar con el ejemplo y no olvidar que es
fácil derribar y di­
fícil construir. La revolución causa con frecuencia mayores males
y
calamidades que los que utópicamente pretende resolver me­
diante métodos inadecuados y cruentos. Cristo hizo la más gran­ de
revolui:i6n de todos los tiempos, sólo con amor, y sin derra­
mar más

sangre que
la suya.
GABRIEL ALFÉREZ CALLEJÓN.
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