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  • Índice

Los sindicatos en la doctrina de Juan Pablo II

LOS SINDICATOS EN LA DOCTRINA
DE

JUAN
PABLO Ji[
POR
FERNANDO CLARO CASADO
Introducción.
Uno

de los puntos que he menos oído comentar sobre la
encíclica
Laborem exercens, después de su publicación, es el re­
ferido al sindicato, y eso a pesat de los magníficos comentarios
y explicaciones que han tenido lugat y que nos han ayudado a
profundizar en ese fundamental texto que es la encíclica del
Papa Juan Pablo II. Una encíclica cuya primera impresión que nos proporciona
es que si bien la mayoría de los conceptos expuestos en ella ya
nos son familiares, por
la Doctrina Social de la Iglesia tradicio­
nal, la perspectiva desde la que son contemplados, la persona
humana y la familia, es original, y
ademi!s hace

resaltar de ma­
nera interesantísima
la ética y la moral del trabajo en función
de
la consideración hacia la persona y hacia la familia.
El Papa
ha hecho especial énfasis en que el fundamento
para
determinat el
valor del trabajo humano no es en primer
lugat el tipo de
trabajo que

se realiza, sino el hecho de que
quien lo ejercita es una persona.
Ahí queda basado, nada menos, que el tema de la justa re­
tribución, que tendrá que tener en cuenta no sólo
el tipo de
trabajo realizado, sino sobre
tod~ las

necesidades vitales del tra­
bajador. «Confirmada
de. este

modo
la dimensión personal del . trabajo
humano,
se debe luego llegar al
segundo ámbito
de
valores, que
está

necesariamente unido a él. El trabajo es el fundamento so-
351
Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CLARO CASADO
bre el que se forma la vida familiar, la cual es un derecho na­
tural
y una vocación del hombre». La familia y su considera­
ción sirven también, como criterio, para valorar el trabajo.
La segunda reflexión general sobre la encíclica, que merece
consideración,
y que nos sirve también tro tema, y además para evitar equívocos, es que la encíclica no
es documento social o político en el sentido que estamos acos­ tumbrados a encontrar, ni por
su estructura

ni por su filosofía,
sino que se mueve en otro
plano y en otro nivel de considera­
ción de los temas que aborda. El Papa habla desde la doctrina
católica, que no es una filosofía ni una doctrina social material
en busca de soluciones terrenales, sino que es fundamentalmen­
te una doctrina Se nos advierte,
«que de
nada le sirve al hombre
ganar todo
el· mundo
si

se
pierde a


mismo».
No obstante,.
también

se dice, «la espera de una tierra nueva
nb debe amortiguar, sino .más bien

avivar,
la preocupación
de
perfeccionar esta tierra»;
y también que «hay que saber qué
puesto ocupa nuéstro trabajo, no sólo en
el progreso terreno,
slncl' también én el desarrollo del pueblo de Dios».
Arranca todo

el hilo de la encíclica desde el Génesis, desde
la creación del hombre por · Dios, y desde el mandato divino al
hombre para someter la· tierra con su trabajo.
' 'y. trabajó significa, 'según fa encíclica, «todo tipo de acción
realizada par el
hombre independientemente de

sus característi­
cas o circunstancias;
signffica toda actividad hutnaná

que se
puede o se debe reconocer' ,como

trabajó
entre las.
múltiples ac­
frvidaéles de las que el hombre es capaz y a las que está precfis'.
puesto

por la naturaleza misma en virtud de
su húmanidad».
:Panorama sip.dioal. ac~al. _
Después de estas consideraciones previas sobre la enéíclica
a nuestrd tema sindiéal, entremos en materia con una visión
'géhetal ti.e cótno etícontrarnos hoy en 'nuestro rrrúndo esta ma­
nifestación

del
hombre· irabájadór que· es el

sindiéato.
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Fundaci\363n Speiro

LOS SINDICATOS EN LA DOGTfilNA DEJUAN.PABL.QjIJ
En opinión: qe la ,doctrina más reciente· ,sol,r-e-et tema;'.se
reconocen hoy cuatro tipos de sindicalismo.
El sindicalismo soviético,
V:igente en Rusia •y países satélit.es,
es

de sindicato único y
voluntario; ·aunque;' en la práctica; p&os
trabajadóres
se abstienen de afiliárse,"pues el:io''camporta·álgu­
nas

otras
vet_1tajas de . tipo . económico y. de consideración s&iJl;
y además sirve. de. paliativo. iÍ la ''difícultad, · ncirthalmente'jíáta
fos trabajadores
sencillos,

de
afiliarse al partido éomunist~; cerra-
do,

como sabemos, a
uria ·élite social. . '
En este sistema,,:~ ef que .:1>.br._.definiclóri no -~~s.i6i, .. iri~
reses contradictorios entre el capitál y el trabajo, j,~r · ser :todo
propieqad
del

Estado, el
~,ipel d4 ~indicato es lf~eji!Í:a ffe Ía
productividad, función . siempre e,maustiva en lói · sistemas de
economía p~adá, dir~ida,. y co11tt6lad~ _. l;'ºl el)i:~tlidci;, gue
se

suelen distinguir por
lá baja J?articipíicióii_ e integración del
trabajador

en su empresa,
lo que pt'ovoca su fal\a de hiterés y
motivación.·
· · ·· .. ,· "··: -., ·· ·
' • , - , • "" --_,. -·r ._' ::-,1.;:.
Otro, es el sindicalismo de los países e.n. v(as de dl'Sll
ol)o,
que

suele estar completamente politizado, al haber· sidÓ
· hasta
hace

poco, antes que sindicato, fuerza de choque de movimien­
tos libertadores, y que pretende modestas
, asµiraciones, de. acuer­
do con el nivel general del país,
conw_,;do con

escasa fuerza,
debido a
. .la incipiente organización. indnstri,µ. , ·,
Un

tercer tipo
lo. constituye
el sindicalismo revolucionario:
Movimiento que pretende• realizar
-de_sde el sindicato :to\la

una
organización social, un cambio social .global y
rev que Juchase por igual frente a los patronos, el Estado y los par­
tidos políticos,, que desvían
'.a los

.trabajadores de
·su verd~~o fin.
: Hoy ·dfa·.este·tipo de -Jnovimieoto:·siádical,C·qíre tuvo su' ori­
gen en la ,Carta·

de
Amiens de 1906, :tiene f,l,ca importancia.
Aunque,en países,latinos; sohre,.fodo;.se .conserva .aún en,cohs­
tituciones sindicales ciertas. ideas y'·oecláraciones,queJ,ncuadran
en esté tipo:de·:sindicalismo;iluego,
en la práctiM diária/se:•oom­
pórtan de:forma:tota!n!ente distinta, dandb que
.. t,ebsat-1sbbre-su
congruencia

y
su,,ndelidado,11; ;suC:,ideolog!a.· •Qúizlís,·c<1bandónad11
}53
Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CLARO CASADO
sólo temporalmente o puesta en cuarentena por cuestiones de estrategia política. Un último tipo
de sindicalismo es el reformista, extendido
sobre
todo en los países democráticos occidentales.
Aquí
el sindicato tiende a institucionalizarse y a participar
en el panorama político social, reclamando un puesto más o
menos preeminente, según su organización y su fuerza. El objetivo de este sindicalismo es, a través de la permanen­
te negociación, lo que le
da su fuerza, ir consiguiendo una eleva­
ción general del nivel de vida de los trabajadores, que se va
plasmado en normas negociadas también con el poder político, al que se apoya o ataca según la conveniencia. Puede llegar a ser una institución social con gran influencia
y poder, ejemplo norteamericano, alejado de la política; o puede
institucionalizarse dentro del
campo político,

al estilo
inglés.
Entre ambos hay una gama de opciones, entre las que no
está ausente
el sindicalismo marxista, encuadrado hoy aquí por
razones tácticas, pero entre las que puede existir un sindicalis­
mo auténtico

y eficaz.
Posición de la
doctrina.
El

profesor italiano F. Mancini sostiene
la tesis que el de­
bate sobre el
modo de

regular las relaciones entre los trabajado­
res y la dirección en las empresas, de las sociedades
democráticas
de

capitalismo maduro, que desde hace tiempo se desarrolla en
Europa, ha encontrado ya dos modelos úpicos: el estatuto de
los trabajadores italiano, y las leyes alemanas sobre la cogestión.
La característica primera del sindicalismo italiano, y de los
sistemas que a
él se asemejan, es la de representar a los traba­
jadores, no como grupo entre los otros grupos, sino como clase,
con todo lo que de irreductible y antagónico
tal noción comporta.
Explica F. Mancini que esta idea nace de la creencia que
tiene el legislador de la existencia natural de un conflicto de in­
tereses en el
ámbito de

las relaciones
laborales.
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LOS SINDICATOS EN LA DOCTRINA DE JUAN PABLO II
Aunque el reconocimiento de tal oposición de intereses no
significaría de
ninguna manera legitimar la lucha de clases, como
única salida para el mismo, al final es el error que se comete.
En

la otra alternativa, el
modelo alemán, representa

una
especial consideración de los valores comunitarios; la integración
de los trabajadores, y la cogestión, que constituye su indispensa­
ble vehículo, son tratadas
como condiciones

para el
advenúniento
de

un orden democrático lleno de vida, y
como la
plena
reali­
zación del Estado social prometido por la Carta de Bonn. Estas dos posturas representan las encarnaciones
más radi­
cales

de dos filosofías alternativas de las relaciones laborales
en la
empresa capitalista,

operante en un contexto
democrático,
como podemos
ver

hoy
día en las naciones del mundo occiden­
tal, excepción hecha, naturalmente, del mundo socialista.
Es obvio que, en un
sistema socialista,

no puede darse una
configuración del

sindicato,
tal y como está establecido en el ac­
tual Derecho internacional,
tú como
en lo que en nuestro siste­
ma económico
entendemos por

tal.
Si la libertad sindical se
define, como

ya es clásico, como el
derecho de
empleadores y

trabajadores de constituir, sin
túnguna
distinción tú autorización

previa, las
organizaciones que
estimen
convetúentes para

la defensa de sus intereses respectivos, así
como la libertad
de afiliarse o no a las mismas, con la sola con­
dición de respetar sus estatutos,
abstetúéndose las
autoridades
públicas de toda intervención que menoscabe este derecho, tene­ mos que concluir que tales condiciones sólo se dan hoy día en
países libra, pero de
túnguna manera

en países socialistas.
Y decimos esto
tetúendo en

cuenta que el Papa Juan Pa­
blo II
ha tetúdo muy presente en este apartado de su endclica,
como en otros, a sus compatriotas polacos, que en estos mo~
mentas protagonizan un heroico movimiento sindical, en el co­
razón mismo del sistema comutústa, en defensa de sus auténti­
cos derechos
de trabajadores, pero de imposible aceptación y
reconocillliento1 esencialmente, dentro·, de un sistema tal.
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Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CLARO CASADO •.
'"Tu, Espafia, C011 11uesi:rá recién estreiíadá Íegislaci6n de li­
bertad sindiciil, que rios ha perntltídó lii"iátificaci6n de" i:odós los
Convenios intérnacionales; parece que hasta los estamentos con­
setvadótes
han caído 'eri el error, ''qíie apuntaba 'él' ¡ifofésor Man:
ciru, de creer que porque ·én la empresa exisüui intereses divér­
sós;
la tónsecuencia inévitable

es la
lucha dé· cláses. Olvidando
por
fompletó la complementariedact de 'esós intereses. '
-· 'Por
este

camino,
·como opina

el
¡,rofesor Suáre;,; se ·ha lle­
gado

a admitit que la confrontación entre
los empresarios y los
sl'ridicatos
próduce

mayor
justicia social, mayor

eficacia
eco!iÓ'
mica
y

mayor paz laboral, que la integración de los trabajadores
de cada empresa
'en inscltrtciones de particiapción y

de diálogo.
; Y

así aparecen,
para · confirmar esta' tesis, esa extraña figura
de: las ·~ecdohes
sindicales admitidas en· las empresas por ·la pe­
queña puerta

de los convenios colectivos,
en lugat' de: haber

tido
planteado este tema a nivel
-llJlcional como córrespondía, i que
supone. la

.aprobación
y .aceptación de la postura ,del sindicalismo
de
confrontación y de lucha
de.,clases {l):.
A

la vista están los resultados de tamaño error político
y .eco­
nómico,

aunque los trabajadores
hayan respondido
a esta polí­
llica con

el abandono generalizado de
:los I sindicátos qhe se, ofre­
cen para

la representación y defensa de sus intereses profesio­
nales.
Y es t¡ue el sindicato, que podemos co~siderar de alguna
manera
wmo aµténtico cuerpo intermedio, . requiere para cum­
plir

con su
fin· esencial el de la verdad.era representatividad, como
nos recoerda Vallet de

Goytisolo,
.y ésta sólo s~ consigne ,emer­
giendo la
asociación profesional desde · la n;,isma b~se de los tra-
1:,ajadpres,

pero
nunc~ prefabricacla desde, miba' i luego. inten-
tango
arrogarse

esa
r~presentatj,vidad. ·
ú i' Y :-r~ · clti~/se 1 d"~ig/)no- _; rh a~t~J~a s~cll~:\mo ·-r ú--·.ksúttl­
cianaliz•clón de · '6rganos slrtdicidb 'én fa e emtl"''"/.dístintbs del c¡Íje re,
presenta, unitariamente, a todos los trabajadores de la misma.
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LOS SINDICATOS EN LA DOCTRINA DE JUAN:PAllLQ'n,
Solución en la encíclica al conflic1lo trabajo-eap;tal.
A la vista de este panorama que nos ofrece· la situación ac­
tual, vamos a adentrarnos en lo que nos dice el Papa Juan Pa­
blo
II, en su endclica y veamos las diferencias.
Frente al
confusionismo ideológico
que ha introducido, ,en
casi todos los campos, la estrategia marxista,
y que hace difícil
hoy día en
,el campo ~al examinar

con claridad el origen y
finalidad de los movimientos sociales,
el. Papa realiza en

su en­
dclica un planteamiento
ineqwvóco de la

cuésrión social, desde
los tiempos de la Rerum novarum, hasta nuestros días: «el pro­
blema del trabajo ha sido planteado en el context.o del gran con­
flicto ... , entre
el mqndo del capital y el mundo del t¡:abajo., ..
Este
conflicto ha encootrado su expresión en el conflicto ideo­
lógico entre el liberalismo, entendido como ideología del capi­
talismo
y el marxismo, entendido como ideología .del socialis­
mo
científico y del. comunismo, que pretende intervenir como
portavoz· de la clase obrera».
De este modo el conflicto real, que existía entre el mundo
del trabajo
y el mundo del .capital, se ha transformado en la Ju­
cha programada de clases, llevada con métodos no sólo ideoló­
gicos, sino, incluso, y . a_nte todo, políticos.
De aquí derivará luego el programa marxista, que, por la vía
de la lucha de· clases, intenta eliminar las injusticias sociales,
y
las clases mismas; transfiriendo· la propiedad de los medios de
producción· al Estado:
· Frente· a éste planteamiento equivocado,·
el Papa reafirma .la
doctrina social ·de la Iglesia recordahdo que, «ante la realidad
actual,.. se debe recordar el principio de la prioridad del
traba,
jo

frénte
al cáp1tal. ,
»Este.

principio
sé refiere
directamente al proceso
mismo de
producción, re¡peéto al cual el trabajo · es siempre una causa éfi­
ciente primaria, mientras el capital. ... es sólo un instruinerito, o
la éau'sa · instrumental»> '
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Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CLARO CASADO
Este principio es una verdad evidente, dice Juan Pablo II,
que se deduce de toda la experiencia histórica del hombre.
Queda eliminada, pues,
la tesis de la lucha entre trabajo y
capital; cada uno tiene su fin; uno es la causa eficiente y otro
la
causa instrumental.
Todos los medios de producción, a los que llamamos capital,
han sido elaborados por el hombre. El capital es, ante todo y sobre todo, un conjunto de bienes producidos que son destina­
dos por el hombre a un ulterior proceso de producción, dice
la
definición clásica. Y fueron los mercantilistas, en el siglo XVIII,
los primeros que definieron así el capital.
El Papa nos dice, recogiendo este concepto, que «a la luz
de esta verdad se ve claramente que no se puede separar el ca­
pital del trabajo, y que de ningún modo se puede contraponer
el trabajo al capital, ni el capital al trabajo, ni menos aún, los
hombres concretos, que están detrás de estos conceptos, los
unos a los otros.
»La antinomia entre trabajo y capital no tiene su origen en
la estructura del mismo proceso de producción, y ni siquiera en
la del proceso económico en general». «La ruptura de esta imagen coherente, entre trabajo y capi­
tal, en
la. que

se salvaguarda el principio de la primacía de la
persona sobre las cosas,
ha tenido lugar en la mente humana.»
Y de
alú arranca el error del economicismo ( = que conside­
ra el trabajo exclusivamente según su finalidad económica), o
error del materialismo (
= porque el economicismo incluye la
convicción de la primacía y de la superioridad de lo que es ma­
terial), y de ahí estamos ya en un materialismo práctico (
= que
es el que en la jerarquía de bienes pone en primer lugar los
materiales, como capaces de satisfacer las necesidades del hom­
bre), hasta llegar a un materialismo dialéctico, apoyado por la filosofía materialista
contemporfoea, en

el que el hombre depen­
de de lo que es material, como una especie de resultante de las
relaciones económicas y de producción predominantes en una de­
terminada época. «Evidentemente, dice el Papa,
la antinomia entre trabajo y
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LOS SINDICATOS EN LA DOCTRINA DE JUAN PABLO II
capital, iniciada en las teorías económicas del s.iglo XVIII, y mo­
cho más en la praxis económico-social de aquel tiempo, el de la
industrialización naciente, ponía su
fin en el crecimiento y la
acumulación de riquezas materiales, perdiendo de vista al sujeto del trabajo, al hombre, al
cual sólo aquellos medios debían
servir.»
«Este error, denuncia Juan Pablo II, ha perjudicado al tra­
bajo humano, al hombre del trabajo,
y ha causado una reacción
social éticamente justa.»
Y, además, el Papa nos previene que este error puede volver
a repetirse,
y de hecho se repite, «dondequiera que el hombre
sea tratado ... como instrumento,
y no según la verdadera dig­
nidad de su trabajo»; por lo que se podrán
seguir originando
aquellas

reacciones,
si no se producen cambios que «vayan en
la línea de la decisiva convicción de la primacía de la persona
sobre las cosas, del trabajo del hombre sobre. el capital, como
conjunto de los medios de producción».
También Louis Salleron nos avisa que «la filosofía marxista
se ha infiltrado en el vocabulario
y el pensamiento de todos
aquellos que han querido basar sobre el trabajo su concepción
de la organización y de la justicia social, aunque ellos rechacen
expresamente el ateísmo, el materialismo
y el comunismo. El
humanismo integral de
J. Maritain ha sido el primero y el más
espectacular ejemplo de esta confusión. Todos los humanismos
en general,
y todos los humanismos del trabajo en particular,
estáo por lo menos, teñidos de marxismo».
Aquella situación estaba favorecida por el sistema socio-po­
lítico liberal que, según sus premisas de economicismo, reforza­
ba
y aseguraba la iniciativa económica de los solos poseedores
del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos
del hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es so­
lamente instrumento de producción ...
.359
Fundaci\363n Speiro

FERNANDQ,CLAR:O CJISADO.,
()rige11 y fines del ,asociacionismo.
, Oe.,este :estado de cosas que provocó. la. reacció.n, sutgió «la
~oliclaridad de los, hombres deLtrabajo,.junto con

una toma de
conciencia más neta
y más comprometida sobre los derechos de
lp~ t,abaj~dores .por parte de los demás, y que ha dado lugar en
1)1Uéos 9)S\JS. a,. Clllllbi9s proftµidos¡,. . .
Y

de esta solidaridad
· sutgió
la necesidad
y la conveniencia
de la asociación, pµes
el trabajador enseguida foe consciente de
qqe, ·unicfo con ptrps, eraµ, · capaces de

conseguir lo que indivi-
clúalrner¡te 'era difícil de

alcanzar.
. . .
«Por medio de asqciaciones ,adecuadas ... iÓfluyen, en

las con­
diciones · de

trabajo
y. de. remuneración; ásí como en la legisla-
ción. Sqditl. » · . .
. l:.os. sindicatos·· modernos han crecido sobre la base de la lu­
cha' dé 'los
trabajadores; ele! mundo del trabajo y, ante todo, de
los trabajadores iodustriales, para la tutela_ de sus justos
dere­
chos
hénti, ,Ílos empÍ:esarios y a los propietarios de los medios
de. íiroduci:i6n. . .
Péro
para

no caer
'en el

mismo_ etror que ¡,rovoc6 la
iitna­
ciéin' soi;iál' de dc;,nde surgieron,
hay que aclarar que, «esa lucha
debe sér vista, C01)10 U!ia d,edicacióp ne)rl'Qafen fayOt deJ justo
bi~h.
'..,'del ·bieff c:¡ue corresponde' a las· nÍ!é:es'idades y a lós mé­
ritos
de los hombtes

del
ttába:jo asociados por

profesiones; pero
·no 'e{· una lucha contra los· denr/is,,: No es ún planteamiento de
confrontación permanente
entre capttal y trabajo .
. -«-Si ·en -111'.s·--cuestiOnes .. éontrdVertidaS; :-negociaciones entre tra­
·bajadóres y empleadores; asume url carácter de oposición.''' esto
sucede
en cónsideraci6n del

bien de la justicia social;
y no por
la
lucha en' si, o por eliminar

al adversario.
»El plantéaniierito de 'los problemas a resolver,

entre ambas
partes, está diciendo el
Papa, ha de-ser claro,

honesto, regido
por la buena fe, sobre la base de aspiraciones viables según
la
situación, y posturas responsables y generosas, con sinceros pro­
pósitos de llegar a una solución aceptable.
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LOS SINDICATOS EN LA DOCTRINA DE /UAN PABLO JI
»Los justos esfuerzos por asegurar los derechos de los tta­
bajadores,
unidos por
la misma profesión, deben tener siempre
en cuenta las limitaciones que impone la situación
económica
general.» ·
Es

decir, que el Papa apela por doquier a la solidaridad
que
debe

existir, como virtud social fundamental,
entte todos
los
hombres del trabajo, tomando conciencia de que si bien son to­
dos hombres, o ttabajadores, en concreto, y por lo tanto indivi­
duales, forman parte también de una organización social com­
pleja, en
.la que

las in.fluencias son recíprocas.
Por eso, «las exigencias sindicales no pueden transformarse
en una especie de egoísmo de grupo o de clase, por más que
puedan
y deban tender también a corregir, con miras al bien
común de toda la sociedad, incluso todo lo que es defectuoso en
el sistema de propiedad de los medios
de producción».
Y también porque, «la vida social y económico-social es cier­
tamente como un sistema .de vasos comunicantes, y a este siste­
ma debe adaptarse también toda actividad social que tenga· como
finalidad salvaguardar los derechos de los grupos particulares».
Magnífica doctrina. y norma de comportamiento para, tÓda
clase

de asociaciones profesionales, -para que -tengan como obje­
tivo de sus reivindicaciones
y aspiraciones profesionales, .aque­
llas compatibles con el bien común de la sociedad, entre la que
conviven,
y · no la mera consecución de privilegios y pretei¡sio­
nes

desorbitadas, quizás beneficiosas a sus miembros, pero que
dañan los intereses generales o conculcan las justas aspiraci011es
de otras

asociaciones, o de otros grupos -0ciales, acabando en
el
conflicto social generalizado e institucionalizado.
Porque, nos dice Juan Pablo II,
· «el
trabajo tiene como ca­
racterística propia que, antes que nada, une a los hombres
y en
esto consiste su fuerza social: la
fuerza. de construir una

comu
nidad».
«En -defioitiva,.

en esta
_oomunidad -deben unirse

de
algún
medo tanto los que trabajan como los _que disponen de los me­
dios

de producción.»
El Papa, que ha incluido
el tema de los sindicatos en su: en-
-361
Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CLARO CASADO
cíclica, en el capítulo de los derechos de los hombres del rra­
bajo, dice de ellos que, deben tener «como finalidad
la defensa
de los intereses vitales
de los hombres empleados en las diver­
sas profesiones».
Así como «asegurar los justos derechos de los hombres del
rrabajo en el marco del bien común
de la sociedad entera ... »
El

Papa habla aquí del hombre trabajador, del hombre en
relación con su profesión, en su esfera laboral. Es sólo una de
las facetas de la personalidad humana. Aunque «el
trabajo cons­
tituye

una dimensión fundamental de la existencia del hombre
en la tierra».
Sindicatos y política partidista.
Esos intereses vitales que defiende el sindicato se refieren a
los intereses materiales laborales, que conducen a mejoras
de
tipo laboral, como seguridad del rrabajo, mejor remuneración,
posibilidades de promoción, de formación, niveles de higiene y seguridad, e incluso de participación de
alguna forma, y, en de­
finitiva, a una mejor calidad de vida. Pero el sindicato debe evitar la tentación de querer abarcar
arras dimensiones del hombre, como es la política. El hombre
tiene
otros medios

de participación en la vida política de su na­
ción, a rravés de sodedades menores en las que también está
inserto por vivir en comunidad.
Si la función
del. sindicato

llega a las puertas de la política,
es como una «prudente solicitud por el bien común».
«Pero el cometido de los sindicatos no es hacer política, en
el sentido que se da hoy día comúnmente a esta expresión». Los
sindicatos no tienen catácter de partidos políticos, « ... y cuando
los sindicatos se acercan demasiado, o dependen de los partidos
políticos, o son sometidos a las decisiones de los partidos polí­ ticos», pierden fácilmente el contacto con
lo que es su cometido
específico
«... y se convierten en un instrumento para otras fi­
nalidades».
362
Fundaci\363n Speiro

LOS SINDICATOS EN LA DOCTRINA DE JUAN PABLO II
Es el gran engaño del pseudosindicalismo que padecen hoy los
u-abajadores.
Merece

la pena que analicemos este punto, ya que
hemos.leído
algunas
interpretaciones

extensivas
del concepto de «intereses
vitales», como objetivo de los sindicatos, que pretenden defender
o legitimar otros cometidos de estas asociaciones. Es bien conocido cómo en
la proposición de Ley del Esta­
tuto de los Trabajadores, que el grupo parlamentario comunista
presentó al Congreso, en abril de 1979, se incluía un artículo en
el que se decía que «el derecho y
el deber del trabajo ha de ser
plenamente compatible con el efectivo ejercicio de los derechos
políticos, culturales y sociales que
la Constitución reconoce a
todos los ciudadanos».
«Las relaciones de trabajo estarán presididas por el respeto
a los derechos de la persona reconocidos en
la Constitución.»
Esta es
la concepción del Estatuto de los Trabajadores, cuyo
comentario de F. Mancini veíamos antes.
Significa que

deben ser respetados al trabajador, durante
la
prestación de su u-abajo, en la fábrica, taller u oficina, no sólo
sus derechos laborales, como hombre trabajador, sino
también
sus

derechos civiles y políticos, como ciudadano.
Imaginemos el ejercicio del derecho de reunión pacífica, que
traspasado
tal cual a la empresa no necesitaría autorización pre­
via, pues el empresario que intentase
algón tipo
de conocimiento
o permiso previo, estatía pretendiendo
faclÍltades· que

no tiene
la autoridad pública.
Como nos comenta el profesor
Suáre,,, la tesis es sugestiva y
a primera vista irrepochable. La expuso brillantemente el di­
putado
comunista italiano Di Vitoria en el Congreso de la
C. G.
l. L., el sindicato comunista italiano, en Nápoles, en el
año 1952. Y se ha propagado luego bajo el slogan de «la demo­
cracia en la fábrica».
Pero como es lógico considerar, «el traspaso a la .empresa, al
ámbito de las relaciones laborales, del ejercicio de derechos ci­
viles
y políticos reconocidos en la Constitución y la permisión
al trabajador de su ejercicio durante la jornada laboral, llevaría
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' . '
a. situaciqnes .d!: desastre ... Pensemos en. los derechos .d,e libertad
de
expresión, a la intimidad, o a la información, de reunión,
etc,,
su

ejercicio dentro de
_ la
empresa constituiría el
fermento de
transformaciones
sociales . de muy largo . alcance, . debiéndose va­
lorar basta
.qué punto

es
viable una
empresa
en. la
que. sus miem­
bros puedan
ejercer los . mismos

derechos que resultan
inei;;cusa.
bles

en la
sociedad. política».
Dice

Fernando Suárez que, «resulta muy perturbador
.acep0 .
tar que la empresa haya de ser una institución democrática, si no
se. está dispuesto a llevar esa
~mación hasta
sus. últimas con­
secuencias,. entre las que está, obviamente,
la de que quienes no
gobiernan hoy, forman la oposición y pueden pasar a gobernar
mañana».
«Se entiende mal que en una empresa libre se pueda. hablar
en serio de ·wi . mecanismo semejante.»
Esta tesis sería involucrar a los sindicatos en la política, y
utilizarlos para fines políticos,
desvirtuando su
esencial
obje,
tivo

de representación y
defensa de
los intereses profesionales de
sus miembros, dando
al concepto de «intereses vitales»· un al­
cance que,. es
obvio, no

es
el qué está considerando la encíclica.
Asooiáciones· _por. oñeios Q por profeeionés.
'También, otro de fos puntos importantes en: que hace espe­
cial énfasis,

y que no deja lugar a dudas,
Juan "Pablo ·u, es eó
el carácter profesionál que ·deben· tener los sindicatos.
Nada de
sindicatós de masas, coh tál amalgama de oficios y
profesiones, cada úna diferente"y ·con sus propias características,
qué
difícil es; por no decir imposible, que el trabajadór, en cort·
creto y no en absiracto, púeda e'xpi:>ner sus problemas ·laborales
y
encontrar en su sindicato entendimiento y
comprebsión para
los

mismos.
·
De
nada vale 'decir; por demagógico, que són iguales los ¡,ro­
bléritas
y

aspiraciones de
todos los
trabajadores.
Cáda· tranajadór ha 'tenido una fotmación, o u:na ptepatación,
Fundaci\363n Speiro

LOS SINDICATOS EN LA DOCTRINA DE JUAN PABLO 11
técnica, -prof~ional, empresarial; en base' a unos ~estµdios o,-·a
una experiencia, que lo ha capacitado para acGeder a una profe,
sión

u oficio, que se desempeña,.
biep bajo dependencia ajena,
o
pien· independientemente.

En cada una de
estas·. modalidades
hay

una variada gama de alternativ.as, a las que
el trabajador es
libre o se
ve inclinado

más o menos a elegir,
. y de las
que
. pue,,
de variar a

lo largo de su vida; lo que
permanece' invariable
és
su profesión, que va desarrollando y
perfeccionado Ton su

es­
fuerzo y a lo largo del tiempo,
·aunque la

ejerza
en· distintas
empresas.
Es natural, pues; c¡ue sea esta naturaleza profesional que per­
mimece a

lo largo
de la vida laboral el factor que, determina, con
·mejot acierto, la pertenencia ·a una asociación- ·que coriozca, re.:
presente y defienda sus interesfs, y, además, que· esté ·dirigida
por los mismos compañeros
..
Así
lo ha reconocido el Papa, cuando dice que «todo tipo de
trabajo, toda profesión,
posee un:·carácter específico; que

en
es•
tas

organizaciones debería encontrar su propio reflejo particular». «Los sindicatos son un exponente de la lucha por la justicia
social, por los justos
derechos de \!i.s · hombres

del trabajo según
las distintas profesiones.» Precisamente basado en
este carácter profesional, d. Papa
abre

un cauce interesantísimo de actividad
en· el seno de e~tas
organizaciones,

y
recuerda un

objetivo>
.de los sindicatos con fre,
cuencia

olvidado: la mejora de la formación
profesional de
.sus
miembros; función para
la que

están
especialmente capacitados
por

su contacto diario
f su vivencia de las aspiracionés y preocu-
paciones de
sus. miembros. ·· . . .·· . · . . ·
La

encíclica habla de que en
c,ste sentido «se abren aquí

múl­
tiples posibilidades en
la actuación de las · organizaciones sindi­
cales,
y esto incluso en su empeño de
carácter inlitructivó;~du-
cati\fo
y de promocióri de ,la autoepucación». > -.. · ..... ·.• .
Alaba
la tárea de

las
éséuelas sindicales dé formaci\Sp prc:;fe>
slonal,
y termina la. en~fclica, er¡ · su dimensió11,. ~indi~al,. re¡¡fir:
mando

que,
«al fu ~e debe siempre desea;.que; gracia~ a!Ía ob~a
de

sus sindicatos, el trabajador pueda no sólo tener
más, sino,
365
Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CLARO CASADO
ante todo, ser más; es decir, pueda realizar más plenamente su
humanidad en todos sus aspectos»,
Como indicábamos al principio, nos quedamos con la impre­
si6n de que estamos ante un documento de doctrina cat61ica, que
además de iluminar este importante aspecto social de nuestro
tiempo, y
trazar una verdadera línea de comportamiento, no ol­
vida que su fin no es exclusivamente terrenal, al estar implicado
en
él el

hombre, con la dignidad que Dios le concedi6.
En el contexto de tal visi6n de los valores del trabajo hu­
mano, o sea, de una concreta espiritualidad del trabajo, se ex­
plica ... el justo significado del progreso: el hombre vale más por
lo que es que por lo que tiene. Asimismo, cua_nto llevan a cabo
los hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad
y un
planteamiento más humano en los problemas sociales, vale más
que los progresos técnicos. Pues dichos progresos pueden ofre­
cer, como si dijéramos, el material para la promoción humana,
pero por sí solos no pueden llevarla a cabo».
Bibliografía.
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