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Círculos y centros de estudio

CIRCULOS Y CENTROS DE ESTUDIO (*)
POR
Luis MARiA SANDOVAL PINILLOS
I. Los CÍRCULOS DE ESTUDIOS.
1) No existe mejor modo de comenzar que por una defini­
ción.

¿Qué es un círculo de estudio?
La verdad es que en los
diccionarios y enciclopedias no figuran;
el Diccionario de la ReRI
Academia

de la Lengua da a la
pRlabra círculo,

en su sexta acep­
ción,
el vRlor de casino o club, lo cuRI, con ser lo más próximo
a la noción que perseguimos, eS bien remoto.
Sin embargo, el término es por sí mismo suficientemente
descriptivo. Se trata de un grupo de personas que
Rl reunirse
para

realizar estudios se colocan formando un círculo. Aunque
lo parezca, tal caracterización no es nada
triviRI, porque

esa dis­
posición manifiesta perfectamente cuál es
el propósito funda­
mental de la pedagogía de los círculos, que los distingue de otros sistemas de estudio.
Sentarse en círculo tiene por objeto
el que cada uno de los
participantes pueda atender a lo que diga cualquiera
de los de­
más

y también dirigirse a ellos. Porque a diferencia de la clase
o conferencia, las preguntas, las opiniones y
el diálogo no son
algo
eventuRI y

por supuesto accesorio, sino que constituyen la
parte
esenciRI de

las reuniones de un círculo de estudios. Precisa­
mente,
el sentarse en corro y en pie de iguRldad, contribuye a
que reine una familiaridad que posibilitará
el que todos partici­
pen sin timidez en un diálogo distendido.
Por otra parte, hablar de estudio colectivo es, en rigor, una
inexactitud. Estudio es el esfuerzo
-del latín studium, empe­
ño--que pone el entendimiento aplicándose a conocer alguna
cosa,

y por eso es siempre individual en última instancia.
Lo
(*) Comunicaci6n al Jorum de este título desarrollada en la :XX
Reunión de amigos de la Ciudad Católica, el 11 de octubre de 1981, en
Benicasim (Hotel Orange).
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Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
que sí hace el coloquio, núcleo de las reuniones de un círculo
de estudios, mediante sus preguntas, dudas, ejemplos, sugeren­
cias, argumentaciones, relaciones y refutaciones, es reforzar el
estudio previo de cada uno de los participantes, aclarándolo, de­
limitándolo
y profundizándolo en un ambiente colectivo propicio.
La
colaboraci6n de otras

personas,
y más de un ambiente, es
imposible de menospreciar, diríamos que de este modo se in­ volucra también en el estudio la faceta social del hombre.
Además, la reunión del
círculo n.; sólo

fija un estudio previo,
también plantea problemas y curiosidades que suscitan estudios posteriores; no en balde el studium latino significa a la vez afán,
afición.
Resumiendo: los círculos de estudio son un sistema de apren­
dizaje
-en
el
-que
cada reunión colectiva
fija y perfecciona es_tu­
dios anteriores, a la vez que promueve nuevos estudios.
De_ ello
sé desprende que los círculos precisan una
_ existencia

estable
y
duradera y sus reuniones una periodicidad regular.
Pero
aún hay
más.
La peculiar
actividad de
'los círculos
de
estudios se orienta
-a

dos objetivos diferentes.
·
Por

una parte se pretende que quien estudia integrado en
un
círculo

alcance un conocimiento, no ya simple y diríamos que
desde una sola perspectiva, sino completa y desde los
múlµples
ángulos y relaciones que en el coloquio han hecho aparición,. apa­
rición viva ('Objeciones, diferentes argurilentos a favor, consecuen~
das, aplicaciones, etc.). ·
Y,

por otra parte, la especial dinámica de las reuniones pro­
cqra que -se,

desarollen las
cuálidades personales de cada uno de
los miembros. Propósito de atención
individuálizada que
es po­
sible en un grupo reducido y sólo en
él. Poco a poco, practican­
do, el integrante de un círculo asume una serie de hábitos posi­ tivos: se acostumbra a participar en grupos organizados, a inter­
venir en
diálogos y, discusiones,

a dirigirse a un público -por
reducido
-y familiar • que éste· sea-, -a expresar sus ideas. con cla­
ridad, a preparar guiones o
.resúmenes por
escrito, a documentar­
se,,a arg(Unentar,

a emplear su espíritu
crítico y,
también,
a• po­
lemizar.
Cori todo

ello aclquiere
ccínfiafiza en
sí mismó, se
-=
ciep.tá su iniciativa y -aprálde a -valerse y pos, reuniones

o
as,unbleas. •
Es

decir, que como al estudioso el interés ya le
defü1e, a poco
que Ull
circulo

cub_ra
sµs _qbjetivo~, es¡ar,í ~ucru;tcjo. Ull"-millClría
select_a de,holllb,es
y mujeres de ,bu~. formación:genéríµ,,J,4u­
chos
en

las técnicas básicas de la acción,
a• ]qs, 368
Fundaci\363n Speiro

CIRCUWS Y CENTROS DE ESTUDIO
rolarse en una empresa concreta para constituir una pujante élite social.
,
Desde

luego, si existe un método
específico para
formar di­
rigentes ése es, sin duda alguna,
el de los .círculos de estudio.
2) Interesa deshacer cuanto antes un equívoco:
el coloquio
que se realiza en un círculo no equivale a una tertulia en que se
perora sin tasa, se divague o se llegue a un punto muerto entre
posturas opuestas, hasta que al despedirse, cada uno vuelva a su casa satisfecho del buen rato pasado pero sin conclusión
ni
provecho.
En un círculo de estudio, el coloquio está subordinado al
aprender. Y no se trata de «construir» o _«consensuar» un cri~
terio colectivo, sino de adecuarse a la verdad de la mano de los
textos de los maestros
y bajo la dirección del presidente del
círculo. Un círculo de estudio es, al fin
y al cabo, un medio edu­
cativo en manos de su presidente o director. A este director in­
cumbe velar por las finalidades del círculo, alentando
y ordenan­
do la participación de todos, cortando las digresiones, aclarando dudas
y, sobre todo, resumiendo las conclusiones correctas de la
sesión al final de la misma, corrigiendo con su autoridad si fue­
ra preciso los errores que todavía se mantuvieran.
El diálogo en un
círculo de

estudio sigue un plan, se ciñe a
un programa y observa una disciplina mínima en el uso
de la
palabra. De igual
manera, se

sobreentiende que, aunque agrada­
ble y familiar, la atmósfera de la reunión debe ser de seriedad.
Es importante el número de
· participantes

en un círculo: si
son muy pocos el intercambio de ideas sería demasiado pobre y
la tentación de la informalidad muy fuerte;
si, por el contrario,
sobrepasan un cierto número, es difícil
conseguit que participen
los

menos habladores, lo mismo que
evitar la fragmentación de
las discusiones. La cantidad idónea de los miembros es fácil de captar por
todos: entre dos
y diez, preferiblemente de cinco a ocho, nos
recomendará Jean Ousset ( 1 ). Otros autores optan por
márge­
nes

diferentes, siempre inferiores a la quincena, y no
faltará quien
recuerde

el adagio clásico de que, en una tertulia no han de ser
menos que las Gracias
ni más que las Musas. En este orden de
magnitud, lo único claro es que el número de participantes ha de ser flexible en función de las circunstancias, con tal de que se
(1) Vid, Jean Ousset: La acci6n, Speiro, Madrid, 1969, pág. 245;
¿Qu¿ es

la Ciudad Cat61ica?,
Madrid, 1962, pág. 37.
369
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LUIS MARIA SANDOVAL PINILLOS .
siga un principio general: un círculo no debe crecer más allá
de la capacidad de su director. Cuando éste no puede dirigir per­
sonalmente el conjunto del círculo y a cada uno de los estudian­
tes, ha llegado el momento de dividirlo antes que despersonali­
zar la dirección o diluirla a través de delegaciones.
3)
En vista de todas las precisiones precedentes podemos
proponer

una definición. Un círculo de estudio es un grupo
re­
ducido de personas, dirigidas directamente por una . sola, que se
reúnen en coloquio periódico para
ir perfeccionando, entre todos,
sus estudios. sobre un mismo tema ( en nuestro caso las doctrinas
sociales y políticas según la enseñanza de la Iglesia), al tiem­
po que adquieren y practican hábitos de participación activa en la sociedad.
11. LIMITACIONES DE LOS CÍRCULOS DE ESTUDIO.
4) De inmediato es sumamente conveniente asentar los lí­
mites y las limitaciones de un círculo de estudios: lo que no es
y lo que no puede hacer.
Un círculo de estudio no es una
célula. Dejando aparte la
cuestión terminológica, hay aquí dos conceptos distintos, por más
que existan coincidencias, en el carácter de grupos restringidos
y en el ambiente de cordialidad entre sus integrantes. Las diferencias son, en primer lugar, de finalidad. El obje­
tivo de un círculo es pura y simplemente el estudio, pues aun­
que la formación que en
él se alcance esté orientada a acciones
cívicas, Sociales y políticas, esas acciones se acometerán a título
individual y no corporativamente. En cambio, el fin original de
una célula es conducir colectivamente una acción determinada
y
sólo derivadamente formarse en lo necesario para su realización.
Desde esta última perspectiva, se comprende que una célula es
parcialmente un círculo de estudios
y de ahí que le sean de apli­
cación muchas de
las reflexiones de esta exposición, así como la
tendencia a confundir ambas nociones. Existe también una importante diferencia en la composición
de círculos
y células. A un círculo le basta que sus componentes
tengan un mismo interés por el objeto de sus estudios,
y una ho­
mogeneidad suficiente en su nivel de conocimientos
y en sus
condiciones personales, para que se trabaje con aprovechamiento
y reine, oomo dijimos, un ambiente de familiaridad; por lo de­
más, no

le hace falta que ejerzan una misma profesión ni perte-
370
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CIRCUWS Y CENTROS DE ESTUDIO
nezcan a un mismo ámbito social y, ni siquiera, que su actividad
cotidiana esté relacionada en absoluto con el
tema de
sus estu­
dios. Por el contrario, una célula precisa una homogeneidad suma
entre sus miembros, pues para realizar cualquier acción no basta
el interés; se exige voluntad y capacidad -que no depende tanto
de los conocimientos cuanto de una posición social relacionada con el objeto de la acción- y, además, se necesita, para que el
esfuerzo de la célula sea concentrado y eficaz, que todos
perte,
nezcan

a un mismo
ámbito social

( de ocupación, estudios, resi­
dencia, etc.) lo más coincidente posible, es decir, a modo de ejemplo, no ya la misma profesión sino la misma empresa e in­
cluso el mismo departamento o taller.
5) Penetrados de que nuestra estrategia se fundamenta en el
binomio indisociable «formación
para la

acción»,
y en el prin­
cipio «cada uno en su propio sitio y sobre sus propias competen­
ciaS», se adivina cierta · prevención frente a unos círculos de es­
tudio que se presentan como exclusivamente teóricos y en los
que la afición no va unida, necesariamente, a la propia respon­
sabilidad.
Sin embargo, son totalmente lícitos y muy necesarios.
Pretender que no debe haber estudio que no vaya acompa­
ñado
de la acción es tanto como desconocer la prioridad de la
contemplación pura de la verdad, que no se refiere sólo al
orden
sobrenatural

sino que también es
el fin natural de la actividad
humana (2), y negar de paso la necesidad de una fase especula­
tivo, incluso para los conocimientos orientados a la práctica.
Y en. la vida social, el interés por la cosa pública, aun cuan­
do no nos afecte inmediatamente ni podamos actuar sobre ella
directamente es un síntoma de salud. Nada hay más caracterís­ tico de la decadencia de un pueblo que su indiferencia política. El
que cada parte conozca no sólo su propio puesto, deberes, dere­
chos y modalidades de vida, sino los de los demás y del con­
junto, facilita la colaboración y la armonía y redunda en bien del todo.
·
Es más, si el estudio, y con mayor razón la acción, debiera
limitarse a las áreas de nuestra incumbencia, no sólo habríamos
de resignamos a
· soportar
los avatares de la vida social sin poder
comprenderlos, sino que desaparecerían todas las asociaciones
voluntarias ( con qué derecho cultiva usted la música, ayuda a
(2) Vid. Rafael Gambra: «Sentido cristiano de la acción», en Verbo,
núm. 119-120, págs. 954-958.
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LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
los necesitados o promueve la solidaridad con los pueblos opri­midos tras
el Telón de Acero? Y a hay profesionales y en cual­
quier caso no es cosa suya) (3). E incluso en las sociedades pura­
mente necesarias, el conocimiento, la opinión y la participación
no podtian rebasar
el círculo

de lo más estrictamente inmediato.
Tras la negación del estudio como actividad independiente,
despunta una tendencia avasalladora al totalitarismo, que conci­
be a los hombres como piezas especializadas, sin otro horizonte
que
el inmediato propio y que no sólo han de estar aisladas en­
tre sí, sino desconocerse también.
6) Tenemos que descartar, por lo tanto, la tentación de no
admitit círculos de estudios puros, subsumiéndolos en la acción
formativa que se pueda desarrollar en las células. Pero también
hay que
rechazar el

optimismo fácil, de que la proliferación de
círculos de estudio ( con los que se inditificaban esas células que
se limitan a la formación) supone, por sí misma, la restauración
de una sociedad atenida al orden natural y cristiano. La sociedad es una prieta malla de cuerpos intermedios de
muy distintas clases, de los que los fundamentales o primarios,
son aquellos que integran
espontáneamente a

cuantos tienen en
común una legítima necesidad objetiva. No puede haber restau­
ración de la sociedad sin regeneración de estas comunidades pri­
marias. Y los círculos de estudio, por mucho que se desarrollen,
no pueden aspirar a cubrir
el vacío de las sociedades naturales,
ya que por definición, nacen de una común afición ( interés éste subjetivo) y ni siquiera acogen o reclaman a cuantos la compar­
ten, por cuanto cada uno de ellos posee requisitos particulares. Por lo tanto, los círculos de estudio son necesarios, pero no
son una panacea; su vocación es la de constituir una iniciativa
paralela a otras en el marco de la Contrarrevolución, que actuan­
do como centros de difusión de la doctrina, contribuyan a con­
ferir unidad y trascendencia a las empresas de restauración
par­
cial. Y, en general, la acción de los círculos de estudio procura
la correcta orientación de la vida de las sociedades naturales, me­
diante la participación en ellas de miembros superiormente for­
mados. Conviene recalcar la idea de que los círculos de estudio tie­
nen sus limitaciones, como también las tienen las células de ac-
(3) Precisamente, «el grado de una civilización se mide por la proli­
ferá.ción armoniosa

y por
la vida interna de estos cuerpos secundarios».
Vid., Michel Creuzet: Los cuerpos intermedios, Speiro, Madrid, 1977, pá­
gina 81.
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CIRCULOS Y CENTROS DE ESTUDIO
ción y las sociedades infrasoberanas, naturales o voluntarias. To­
das tienen su papel en
la lucha contrarrevolucionaria y en la ta­
rea de la restauración social, por cuanto nacen en orden a di­ ferentes acciones
y objetivos.
Por eso mismo cada uno de esos organismos, en su propio
ámbito y con su peculiar naturaleza, debe ser respetado, sin pre­
tender absorber sus funciones
ni su propia identidad. El estudio
teórico es propio de los círculos;
la oposición activa a los pro­
pósitos de la Revolución en cada terreno, es la labor específica de las células; la representación y la gestión autárquica de los
intereses de nuestra condición
com6n corresponden

a las entida­
des corporativas.
Debemos tener muy presente el imperativo criterio de Jean
Ousset: «Firme propósito de no querer hacerlo todo. Limitarse
a un trabajo bien
definido, y a él sólo. Si aconteciera que se im­
pusiese el deber de hacer otra cosa distinta (
y esto puede ocurrir
con frecuencia), asegurarse que esa otra cosa sea precisamente
otra cosa. Hay que ser intratable en caso de necesidad» ( 4 ).
III. LAS CLASES DE CÍRCULOS DE ESTUDIO.
7) Los tipos de círculos de estudio son innumerables: de­
penden del objeto de su estudio, de las características de sus componentes y del sistema empleado. Cada uno es un caso par­
ticular.
Sin embargo, podemos distinguir varias especies generales en
virtud de un par de clasificaciones.
Comencemos notando que en español el término estudio se
emplea con diversos sentidos. Se llama estudio a la atención de
quien intenta asimilar la enseñanza brindada por un maestro.
Pero también se denomina estudio a la obra en que se examina
y dilucida una cuestión. En el primer caso,
la idea de estudio
aparece como relativa de la enseñanza ajena, mientras que en el segundo viene vinculada a la propia investigación de la rea­
lidad. En consecuencia, los círculos de estudio pueden entenderse
de dos maneras: como métodos especiales de transmisión y apren­
dizaje del bagaje teórico
exiotente y

como grupos de búsqueda
y
definición de

nuevos conocimientos. Los círculos de enseñan­
za se corresponderán por lo general, pero no exclusivamente, con
(4) Vid. Jean Ousset: La acci6n, Speiro, Madrid, 1969, pág. 167.
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LUIS MARIA SANDOV AL PINILWS
los círculos juveniles, siendo los círculos de investigación pro­
pios tan sólo de quienes han sobrepasado el nivel de aquéllos.
(8) Los estudios pueden ser, como los saberes, generales
y
particulares. Por lo tanto, los círculos de estudio pueden ser doctrinales, si se dedican a la enseñanza o investigación del con­
junto de verdades permanentes
y universales en abstracto, o prác­
ticos, si se refieren a la aplicación de los principios generales a
una determinada circunstancia.
En esta clasificación, como en la anterior, existen grados;
los círculos doctrinales, que se mantienen en la esfera teórica su­
perior, mantienen entre sí una máxima coincidencia -pues la
doctrina es universalmente válida-y no quedan comprometidos
en la política concreta; pero en tanto el objeto del estudio de los
círculos se hace más práctico, observamos entre_ ellos una cre­
ciente diversificación de posturas, por cuanto en cuestiones dis­
cutibles proliferan las legítimas preferencias teóricas
y, a la vez,
las posiciones intelectuales quedan involucradas en la pugna de
los distintos bandos políticos. Aparecen así círculos «comprome­
tidos». No es posible sobrestimar la excelencia
-de

los círculos doc­
trinales. Superioridad por sí mismos en
razón a

que su finalidad
es el estudio puro de la verdad permanente
y, por lo tanto, son
también focos comunicadores de unidad. Pero también prioridad práctica, porque el conocimiento de la
finalidad general es el principio ineludible de toda acción racio­
nalmente conducida. Sin una doctrina general previa, las acciones particulares ten­
drían tan

poco sentido como el que varias cuadrillas de obreros
iniciaran la construcción de un edificio por diversas partes
ál tiem­
pó; sin contar con un plano de conjunto, ni emplear materiales
hom_ogéneos y ni siquiera iguales unidades de medida. Cuanto
más
rr.abajo se
empeñara, más se estaría derrochando.
9) Sin embargo, deberíamos percibir mejor la importancia de
los círculos
-de estudio prácticos.
La política es una actividad práctica que se realiza en socie­
dades concretas
y las doctrinas políticas no alcanzan su fin si no
se plasman en
la vida social. ·
Existe

una cierta actitud peligrosa consistente en el desprecio
de los programas
~muchas veces,

ciertamente,
· arbitristas,
pasa-
374
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ClRCUWS Y CENTROS DE ESTUDIO
je.ros y absolutizados-, porque es mejor un sentido total de lo que se quiere. Es mejor,
sí, pero no basta (5).
La doctrina, para aplicarse en ese campo eminentemente con­
creto que es la política, ha de hacerlo mediante un programa.
Programa en el cual, considerando
las circunstancias particula­
res, se establezcan esas cuestiones vitales que son, en la políti­
ca, la

medida, la ocasión y el modo,
de entre todas las posibili­
dades legítimas pero no simultaneables. Es más, la naturaleza de
la sociedad es tan compleja, que su comprensión y regulación no
puede dejarse a la improvisación o la intuición, y por ello la
elaboración de un programa, es cuestión de estudio teórico.
A veces tomamos con interés un prometedor trabajo
de un
pensador contrarrevolucionrio sobre una cuestión candente. Tie~
ne una exposición esclarecedora, una refutación de los errores
del adversario contundente, un
enunciado de
nuestra doctrina bri­
llante, y

una conclusión de este tenor: en este camino se encuen­
tra la solución, pero la aplicación actualizada y pormenorizada
precisaría un estudio más concreto del asunto.
Ahora bien, es casi imposible encontrar ese estudio más · de­
tallado. Parece como si algunos prefiriesen cantar las excelencias
y
ventajas de lo concreto, pero, eso s(, de modo general, eludien­
do las dificultades concretas.
Esos programas detallados, que han de ser objeto
de. un

es­
tudio que empieza donde concluyen los otros, debe constituir la
obra a la que se dediquen los círculos de estudio prácticos: ¿cómo se podría, aquí
y ahora, realizar la difusión de la propie­
dad, una reforalización de España o el retorno a la unidad cató­
lica? ¿Qué organización de la Universidad debemos proponer?
Es claro que tales estudios tienen
.un valor

circunstancial
y
requieren constantes modificaciones, ]?ero actúan como modelos
y metas tangibles y, por lo tanto, mucho más estimulantes.
De no realizar esta tarea círculos de estudio competentes, se
corre el riesgo certísimo de que en cualquier ocasión favorable,
los hombres de acción, por no tener un
patrón al

que atenerse
( con las modificaciones que consideren convenientes), apelen des-
(5) Ya Vázquez de Mella denunció el sofisma de desvalorizar las coes­
ti.ones por secundarias ( cuando es evidente que_ ·por esa raz6n gozan _ de
prioridad sobre todas las demis excepto la primera) y de-confundir, suce-­
sivamente, lo secundario con lo accidental, y .esto con lo indiferente.
Vid. Juan Vázquez de Mella: «La persecoci6u religiosa y la Iglesia in­
dependiente del Estado ateo», en Obrar completar, vol. V, Barcelona, 1934,
págs, 90-94. . . .
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LUIS MARIA SANDOV AL PINIUOS
de el principio a la improvisación y a un pragmatismo que, a
pesar de la buena voluntad, resulta a la postre nefasto.
La desestimación de los estudios prácticos que propugnamos
resultaría comparable a la actitud de quienes creyeran en la con­
veniencia de los estudios de medicina o derecho, pero juzgaran innecesario que el médico examinara
al enfermo

antes de ope­
rarle, o que el ahogado preparara su intervención en
el pleito
antes de la vista.
1 O) Volvamos de nuevo al tema del compromiso de los
círculos con

determinadas posturas opinables. Ese compromiso
se relaciona con la vida de los círculos como entidades indepen­
dientes o no. Unos, normalmente
los. drculos

doctrinales, serán indepen­
dientes de cualesquiera otras organizaciones; si acaso se
agrupa­
rán en centros de estudios, asociaciones superiores a las que más
ahajo nos referimos. Pero tanto
si es así, como si se trata de
un grupo de amigos que se reúne en el domicilio de uno de ellos,
su existencia no está vinculada, ni en su origen, ni en su sosteni­
miento, ni en sus actividades o en la procedencia de los condis­
cípulos a otra asociación preexistente.
Otros, por su parte, han sido fundados por alguna entidad
preexistente para, reuniendo sus socios con vocación de estudio,
subvenir en su interior a sus propias necesidades de formación
de cuadros o de consideración de programas. Así, un sindicato,
por ejemplo, tendrá su centro de estudios sindicales.
Tampoco debe descartarse el que sea un círculo el que esté
en el origen de una asociación de otro estilo. Incluso sería de desear que se cuidara de establecer el rigor del pensamiento an­
tes de lanzarse a la acción.
IV.
LA VIDA DE LOS CÍRCULOS DE ESTUDIO.
11) La vida de los círculos de estudio es tan variada como
las diferentes clases de ellos que hemos
señalado.
Posiblemente

serán los drculos de investigación los más di­
ferenciados por su especialización
y por su nivel. La disciplina en­
tre gentes de formación superior puede ser más libre, porque no
precisa ya
el aspecto
formativo sino sólo el utilitario. En este
campo, incluso las tertulias abiertas, a imagen de las de los
lite­
ratos,

alcanzan un valor notable, como fue
el caso de las famosas
tertulias de
Acción Española.
376
Fundaci\363n Speiro

CIRCULOS Y CENTROS DE ESTUDIO
El cotejo de las aportaciones escritas de cada uno de los
miembros aparece enseguida como un modo de actuación apro­
piado para estos círculos, pero, como no poseo experiencia en ello,
es preferible no aventurarse en materia no
dominada. De

todas
formas, las modalidades de los diferentes círculos de enseñan­
za siempre

inspirarán a los que decidan organizar, colectivamen­
te, una indagación intelectual.
12) Para hablar de
la vida de un círculo de estudio, fijé­
monos

en el más elemental de todos: un círculo juvenil de
en­
señanza. La finalidad de uno de esos círculos ha de ser conse­
guir

infundir una formación básica, de carácter general y dura­
dero, a cada uno de los jóvenes condiscípulos. Básica, no sólo por ser
la primera y elemental enseñanza, sino
porque tiene que permitir fundamentar sobre ella nuevos estu­
dios, que no son un evento hipotético; al contrario, uno de los
objetivos de los círculos de enseñanza juveniles es engendrar la
afición al estudio. Por su parte, las características de general y duradera están
es­
trechamente

ligadas.
No todos los jóvenes que se sienten atraídos
por
la causa contrarrevolucionaria y empiezan a estudiarla, perseve­
ran. No nos debe extrañar; por eso mismo debemos procurar transmitir con
la mayor energía una idea de conjunto de nues­
tro

pensamiento, desde el primer momento, para que pueda
ser­
vir

de guía en las responsabilidades cotidianas, a aquellos que no
se entregarán definitivamente a
la Contrarrevolución como mi­
litantes. En

cuanto a los objetivos concretos de un círculo de ense­
ñanza juvenil podemos enumerar:
l.º Crear unos hábitos de seriedad y responsabildad, que si
hoy apenas se poseen, es porque no se brindan tampoco casi en
ninguna parte. 2.° Conferir una formación teórica completa, que abarque
la exposición del orden natural, las .. consecuencias sociales de la
fe cristiana, la esencia de la Revolución y su desarrollo ·en la
historia y el conocimiento de la estrategia contrarrevolucionaria.
3.0 Imbuir a los jóvenes la necesidad de secundar cuan­
tas acciones cívicas se
· desarrollen
en la esfera de sus futuras res­
ponsabilidades sociales, prepararles
para ello,

y, entretanto,
.im­
pulsar

la participación en el ámbito estudiantil, especialmente el
universitario. ·
4.0 Despertar, como ya dijimos, la vocación por ulteriores
estudios. Para posibilitar los
éuales, y
dado el carácter de inicia-
377
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LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
ción del circulo, hay que cultivar las disciplinas elementales re­
lativas al empeño académico: escuchar, hablar, leer y escribir.
13) Objetivos estos últimos extremadamente simples si se
quiere, peto trascendentales. - Escuchar y hablar se refieten a saber comportarse en una
reunión cualquieta y a manifestar en ella la propia opinión con
naturalidad y eficacia. A la postre, se trata de hacer comprendet
el principio patente de que, siempre se oye más a uno que ha­ bla que a cien que
callan, y, por lo tanto, hay que contarse en­
tre los que hablan; peto hay también que convencer de que no
se puede intervenir sin habet oído con atención al interlocutor,
a riesgo
de la ineficacia, lo contraproducente o el ridículo.
Estos dos hábitos se cultivan por múltiples procedimientos,
desde encargar
la exposición inicial del tema a una lectura en
en voz alta,
y, sobre
todo, se estimula con preguntas o peticio­
nes: ¿qué te parece lo que ha dicho? Explícaselo a nuestro amigo que no lo ha entendido (para eso tú tienes que haber atendido).
- Leer es fundamental. Es el método por antonomasia del
estudio teórico. Y como lo cierto es que por lo genetal se lee
poquísimo, es en este terreno donde los círculos deben realizar
sus mayores esfuerzos.
En primer lugar, la preparación de las reuniones debe im­
poner unas lecturas comunes, y durante las mismas ha de set habitual el empleo de libros y revistas.
En segundo término, el director del círculo tiene que realizar
una verdadeta
dirección de

lecturas. Se trata de que además de
esas lecturas comunes, todos estén leyendo siempre
--cada cual
a su ritmo- un libro. Eso significa que la labor completa con­
siste en recomendar y proporcionar libros y revistas adecuados
al lector a quien se brindan. La recomendación implica elaborar
bibliografías de formación
. eminentemente

prácticas. Y propor­
cionarlos supone indicar dónde se pueden comprar, prestar los
volúinenes y, a la postre, fundar una biblioteca comón.
- Finalmente escribir es lo que confiere mayor
orden y
claridad

al pensamiento, y hacerlo con soltura y aprovechamien­
to es
algo que

requiere considerable esfuetzo y talento. No obs­
tante,
. es un hábito que también· se puede desarrollar enorme­
mente
a base de prácticas elementales.
A
este respecto,

antes que
pretender qué ·se escriban

ensayos
o artículos hay que conseguir simplemente que se
consignen las
eosas por escrito

(notas; guiones, fichas, etc.) y luego que se
elaboren resúmenes, o
que se

presenten
en· el
círculo por escrito
378
Fundaci\363n Speiro

CIRCULOS Y CENTROS DE ESTUDIO
no sólo las exposiciones del ponente, sino también las preguntas o sugerencias que el estudio ha suscitado entre reuniones. En general, un buen método es poseer un cuaderno en el
qúe, apuntando citas, extractos de lecturas o reflexiones propias,
se lleve a la práctica aquello de nulla dies sine linea. Un cuader­
no
así proporciona

material seleccionado a los coloquios y ele­
mentos para trabajos individuales más amplios. Al final de este proceso surge naturalmente la aspiración a
escribir para el público, y con ella la preocupación definitiva
por el esmero.
14) Entremos de lleno en el funcionamiento cotidiano de
un circulo de enseñanza. Tanto vale la lección cuanto la preparación. Y en el caso de
un circulo de estudios, la preparación de las reuniones es deber
intransferible de su director. Este tiene que estudiar el tema del día como si tuviera que desarrollar una conferencia, puesto que
su misión es supervisar en todo momento el desarollo de la dis­
cusión y al final de la misma resumir y asentar la conclusión.
Pero aún tiene que preparar más cosas. Un circulo pierde su sentido peculiar en la misma medida en
que la participación decae y la reunión se aproxima a un monóli­
go magistral. Para el instructor, «su éxito radica en la capacidad
de hacer hablar a la gente, consiguiendo que ellos mismos digan
lo que
él hubiera dicbo si hubiera dado la cbarla» ( 6 ). El direc­
tor tiene que preparar bien la participación. Para ello llevará
planteadas preguntas sobre los puntos que puedan tener más acep­ tación y pensados modos de potenciar el diálogo. Por
.ejemplo: se
pide

a todos que, por turno, den su oponión ( en
ese caso
convie­
ne que hablen primero los noveles, pues de orro modo se suma­
rían a lo ya dicbo, mientras que los vetéranos al final ya incidi­
rán en lo que haya quedado por decir y corregirán a los anterio­
res); así se abren nuevos horizontes al coloquio hasta que se ob­ serva en uno el deseo de intervenir. También
se puede pregun­
tar:
¿ hay quien disienta de lo que se acaba de decir?, como me-
dio de iniciar una polémica.
··
Lo

anterior refleja la importante misión del director del cír­
culo. Pero, además, indica la conveniencia
de que junto a él uno
de los condiscípulos actúe como ponente.
A éste

corresponde lle­
var especialmente estudiada la lección del
día y procurar expo-
(6) Douglas Hyde: «Cómo formar dirigentes>; en Cursillos de Cris­
tiandad, Artesa de Lérida, 1968, pág. 99.
379
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
ner y defender la tesis, con lo que el director puede limitar su
uso de
la palabra al máximo e intervenir con más efectividad,
terciando en las controversias y la recapitulación final.
Incumbe también al director encomendar a cada uno su cola­
boración para
el próximo día, fo que le obliga a acudir a una
reunión, llevando ya preparada la siguiente.
Para terminar lo relativo al presidente de un círculo, digamos
que es imprescindible que se comporte como un compañero.
Jo­
ven, por tanto, ha de ser el director de un círculo juvenil. No
se debe pretender que sean los grandes maestros adultos quienes
dirijan un círculo tal, porque eso es como infrautilizarlos, aparte
de que la excesiva diferencia de edad y conocimientos es contra­
producente. Existen jóvenes de formación suficiente para dirigir
la formación básica de los demás y son éstos los que, a la vez,
pueden ser discípulos, en círculos superiores, de los maestros.
15) El transcurso de una reunión se ciñe a una serie de
normas regulares, casi un ritual, con la idea de crear hábitos que
faciliten su celebración.
En primer lugar, el círculo se reúne semanalmente (7), siem­
pre en el mismo día
y a la misma hora. La puntualidad es uno
d,· los requisitos fundamentales, pero no sólo para el comienzo
sino también para su término, marcados ambos por una oración.
Existe una doble razón par ello: distinguir con claridad
el mo­
mento de trabajar de
la tertulia anterior o posterior, y dedicar un
tiempo limitado
y fijo, que no sea excesivo (8).
(7) Vid. Jean Ousset: La acci6n, Speiro, Madrid, 1%9, págs. 244-245.
(8) Puede parecer extraño que el clrcu1o de estudios desee limitar,
tanto el tiempo que le dedican los participantes en vez de aumentarlo al
máximo. La explicación s61o se encuentra en el conjunto de la estrategia
contrarrevolucionaria.
La acción se encomienda a una multiplicidad de organizaciones para­
lelas .. Y la fundación de asociaciones culturales, profesionales, piadosas, eco­
n6micas, políticas o de opinión según la propia iniciativa, se entiende y
aplica muy fácilmente.
Pero_ hay que com_prender también que el hombre, en virtud de sus
diferentes necesidades, precisa participar paralelamente en un respetable nú­
mero de empresas colectivas que corresponden a sus diversos intereses.
Y, por esto, es un defecto grave el que una organización· pretenda m~
nopolizar a sus afiliados ocupando todo su tiempo, pnes sólo tratándose
de la minoría_, que lleva el peso organizativo se le puede reclamar una de­
dicación prioritaria, que ni siquiera exclusiva.
Y tampoco es válido, por no compartir a_ sus miembros, el extender ·--a·
otras esferas diferentes el ámbito de la propia, desvirtuando as! su finall-
380
Fundaci\363n Speiro

CIRCUWS Y CENTROS DE ESTUDIO
Incluso en la colocación de los asistentes, como ya sugeri­
mos, conviene que reine un orden de preparación o veteranía.
También debe existir un orden automático en todas las ta­
reas cotidianas. Por ejemplo: después de rezar, se hace circnlar el
acta de la reunión anterior mientras se recaudan cuotas y ayu­
das. Inmediatamente se comunican las noticias del propio círcu­
lo: nuevos condiscípulos, altas en
la biblioteca, correspondencia
recibida. Si alguien trae nuevas de interés académico las expone
a continuación brevemente
(
conferencias
próximas, nuevos libros,
etcétera) y si no se pasa sin más al tema del día en que, según
los métodos empleados, variarán los cometidos, pero siempre
tendrán una sucesión automática, empezando por la presentación
de trabajos encargados. Resumida la lección, se establece el estu­
dio

de la próxima sesión ( tema, lecturas, cuestiones a resolver,
trabajos individuales). Y, tras
la oración final, se devuelven y
prestan libros.
No podemos aludir a la mecánica de las sesiones del círculo
sin recordar otro principio fundamental: no salir de una reunión
sin por lo menos una conclusión. Principio que tiene una doble
aplicación; en la teórico, cada jornada debe quedar cerrada, por
lo menos en torno a una idea, y en lo práctico se debe fijar un
quehacer concreto para la semana que media hasta el próximo
encuentro.
16) En cuanto a la enseñanza, que es la razón misma del
círculo, la variedad de sistemas es enorme y está abierta a la
innovación y a
la combinación de modelos. Sí interesa observar
dos recomendaciones de carácter general.
La primera, que perió­
dicamente hay que proceder a la revisión de los sistemas em­
pleados, enjuiciando los resultados obtenidos. La segunda, que, salvo acuciante necesidad, no se debe alterar el sistema adoptado
antes del tiempo previsto.
Distingamos dos aspectos en
la organización de la enseñan­
za de

un círculo: el plan del curso, que se refiere al contenido
de los

estudios y el plan diario, que es el modo de conducir la
reunión. En principio, cualquier método de reuniones se puede
dad original, sin llegar a equipararse con la efectividad de las iniciativas
nacidas específicamente para esa acción determinada.
Esta es la razón de que los círculos (como las células, corporaciones,
movimientos políticos o asociaciones voluntarias) deban poseer la suficiente
conciencia de parte
como para facilitar a sus miembros 1a participación en
todas las demás organizaciones a que su condición o· afición les llamen. No
dejar tiempo ninguno seria hacer un todo de la propia acción.
381
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
conjugar con el plan de curso elegido, pero en la práctica unos
resultaran más compatibles que otros. En cualquier caso,
lo · me­
jor

es que el plan diario sea el mismo durante todo el curso.
17)
De los planes de curso Jodemos hacer dos grandes
apartados, según programen o no asunto de cada una de las
reuniones.
Existe la posibilidad de dejar el tema abierto, para comentar
noticias de actualidad o artículos de la prensa. De por sí es un
plan demasiado indeterminado que no permite un verdadero
estudio entre reuniones. Se puede paliar esta dificultad estable­ ciendo en cada reunión
el tema de la sucesiva o ciñéndose a co­
mentar una determinada revista de carácter formativo. Aun así,
es un sistema muy dispersivo y aleatorio (a veces hay mucho ma­
terial digno de comentario y luego no hay ninguno) para ser
propio de un círculo de enseñanza. Ello no quiere decir que no tenga su valor, pero más bien como tertulia organizada de gente
ya formada, que al hilo de
la actualidad refresca sus estudios y
conforman su postura ante ella a la doctrina.
Los idóneos para
la enseñanza son los cursos de temario pro­
gramado, bien en tomo a un solo tema, bien con varios ciclos
de estudio independientes entre sí.
Si el curso completo va a constituir una sola unidad, se tra­
tará, seguramente, o de un curso general y de iniciación o de uno
ya muy especializado que corre el riesgo de aburrir, excepto si todos tienen particular interés por
él. Por el contrario, alternar
tres y cuatro ciclos diferentes en un curso confiere variedad a
la labor del circulo, haciéndolo más atractivo. Los estudios son entonces bastante pormenorizados, pero también especializados,
por
lo que no pueden dar una visión de conjunto que han de
presuponer.
En lo que respecta a la elección de cuestiones a estudiar y
la sucesión de los ciclos es preferible empezar por lo que pueda
facilitar
el arranque en cada ambiente. El orden rigurosamente
lógico es lo mejor en abstracto, pero puede ser excesivamente arduo para algunos. Como nuestra doctrina es una unidad armó­
nica, unos temas exigen otros.
Es igual que sea avanzando o re­
trocediendo

con tal de estudiarlo todo (9). Como dijera
el que
llegó a ser Cardenal Newman: «No importa por lo que comience
(9) ¿Qué es la Ciudad Cat6lica?, Speiro, Madrid, 1962, págs. 41-42;
Jean Ousset: La acci6n, Speiro, Madrid, 1969, pág. 246.
382
Fundaci\363n Speiro

CIRCUWS Y CENTROS DE ESTUDIO
el hombre con tal de que comience por lo que tiene a mano y
de buena fe» (10).
Otro problema cardinal de la preparación de un curso es la
adopción de un texto-guía que sirva al estudio de hilo conductor
y de referencia permanente.
El ideal sería un
manual (

aunque sólo esté mecanografiado)
adaptado al plan de estudio del círculo, pero eso implica un tra­
bajo previo y superior que no puede ser obra del propio círcu­
lo ( 11 ). En consecuencia, habrá que seleccionar un libro que cu­ bra el programa deseado y que se aproxime a las propias especi­
ficaciones y luego, en definitiva, configure el plan de curso a
partir de
él.
Si en el curso se van a abordar varios ciclos diferentes, el
problema que se plantea es de otro estilo: probablemente se en­
contrará para cada uno una monografía adecuada, pero casi con
seguridad se precisará usar varios textos con la consiguiente carga
económica.
18) Pasando a los planes diarios, hay tres variedades fun­
damentales. Un método de conducir las reuniones es el de preguntas
y
respuestas: consiste en facilitar previamente unas lecturas de don­
de se puedan extraer
las respuestas correctas a las preguntas del
director de la sesión, de modo que éste realmente
estructura la
lección

a base de preguntas, pero son los propios asistentes los
que se la imparten mutuamente a
la par que la asumen como
propia. Este método fuerza sin duda a leer para no quedar en eviden­
cia y sirve para avanzar rápido
y seguro. Tiene en contra su ex­
cesiva rigidez
y el que exige al director mucho trabajo prepa­
rando la concatenación de preguntas conveniente. En realidad
precisaría que un equipo superior redactara el «catecismo».
Método más flexible es el de la exposición y debate, que tie­
ne, a su vez, dos variantes:
Primera: la lecrura en voz alta y el comentario simultáneo
de lo que va surgiriendo el texto. Es
quizá el
más fácil de todos
los sistemas
y fomenta las actitudes de escuchar y hablar. En su
contra hay que decir que, o bien la lectura ocupa buena parte del
tiempo y hace pesada la reunión o, por el contrario, se avanza
(10) Citado en Iglesia-Mundo, núm. 161, pág. 14.
( 11) Este es uno de los cometidos que en un centro de estudios pue­
den cumplir los círculos superiores respecto de los inferiores.
383
Fundaci\363n Speiro

WIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
muy poco de una reunión a otra. Además, y sobre todo, el que
no requiera
ninguna preparación significa que tampoco la exige,
es demasiado cómodo. La segunda variante consiste en encomendar, por turno, a
un integrante del círculo que actúe como ponente y prepare
para la reunión una exposición inicial que luego es debatida por los demás. En este caso, el ponente ha de documentarse leyendo, escribir un guión y dirigir a los demás
en· solitario

una pequeña
conferencia, con lo qu:e su formación es más intensa aunque tam­
bién muy espaciada en el tiempo. El método tiene, además, dos puntos negros: que el ponente
falle (ausencia, preparación insuficiente o nula) y entonces
la
actividad se detiene, o que el resto de los condiscípulos man­ tenga una actitud tan pasiva como
. en
el caso de la lectura y co­
mentario. Esto último se puede remediar difiriendo a la semana
siguiente el comentario de la exposición (y, así, o se alternan
las reuniones de exposición y debate, o la primera parte se dedica al comentario de
la cuestión planteada y la segunda a plan­
tear el próximo debate). Más fácil es imponer el que los demás
lean para el día de
la exposición el fragmento correspondiente
del texto-guía. Conectamos de este modo con el tercer método, el de dis­
cusión controlada. Consiste en suprimir toda exposición pre­
via que se sustituye por la preparación de todos ( o sobre el mismo texto, que es más fácil y seguro, o cada cuál con uno distinto si
el director puede proveer a ello). Previamente se
han estableci­
do el día anterior cinco o seis preguntas -lo más sugestivas po­
sible---que

se acometen de inmediato. En cierto modo es una
variante más flexible y coloquial del método de preguntas y res­
puestas. En este caso se promueve no sólo la lectura sino
la ca­
pacidad dialéctica, pero hace falta una seria preparación por par­ te de todos, pues si no los resultados serían inferiores a los de la
lectura comentada. Una variante adicional: las respuestas individuales a las pre­
guntas planteadas se llevan a la reunión escritas muy breve­
mente, se leen todas y se discuten las discrepancias. Así se com­
prueba
la preparación efectuada y se impulsa también a escribir.
19) Ciertamente habrá más métodos de conducir una re­
unión de
círculo que

los expuestos: simples o mixtos. Para todos
rigen por igual ttes consideraciones generales:
l.' Cuanto más brillante es un método, más preparación y
responsabilidad exige a todos.
384
Fundaci\363n Speiro

CIRCULOS Y Cl;iNTROS D.E ESTUDIO
2.' Para que no se pierda el trabajo realizado, debe hacerse
un resumen final escrito de
las sesio!).es, ciclos y cursos,
3.' Todos

los métodos tienen,
sus peligros. El

mayor error
sería absteuerse perpetuamente de obrar por temor a equivocarse. En un círculo pueden llegar
a decirse tonterías, o a celebrar­
se

reuniones que fracasen en el ted¡o o el
c:nfrentamiento, Sería
poco

cristiano pensar que no va a haber equivocaciones; lo
im­
portante es aprender de ellas y enmendarlas, Desde este punto
de vista, la naturaleza de un círculo impide que el error doctrinal
que se pueda escapar alcance a muchos, y al tiempo permite
rec­
tificar
rápidamente

a los mismos que lo escucharon y sin vergüen­
za excesiva. Y la sujeción a textos escritos o la dependencia del director respecto de un círculo superior, a cargo de maestros
cualificados, mantiene la corrección de las ideas. Aún más; un círculo de estudios reducido, familiar y con cier­
ta preparación es el mejor lugar para
.experimentar nuevas

téc­
nicas de trabajo
er. grupo.

No
deberi¡, desatenderse
esa posibili­
dad, atractiva por
qemás, para

incluir en los cursos (siempre a
título de rigurosa excepción) algún día, para practicar, un socio­
drama, un debate libre o un cambio de métodos, que servirán de pausas y pueden sugerir nuevas. actividades paralelas.
20) En un círculo de
enseñan:;:a juvenil se

debe relacionar
inmediatamente cuanto se estudie con su aplicación práctica. Por
un lado, hay que reiterar la verdad de lo enseñado con ejem­
plos tomados de la realidad; por otro, se debe insistir en que se
reflejen de inmediato en la acción concreta de cada uno. Los círculos forman para la acción, contemplándola expresa­
mente. Y aunque su objeto específico no es la acción, como dis­
tinguiéramos al principio, no cabe duda que el joven tiene
nece­
sidad

de que se le encomiende algo que hacer. Desde luego, las
tareas internas al propio círculo que aseguran su funcionamiento
son las primeras a repartir. Pero hay actividades externas que son
1, continuación natural del estudio y · que no invaden el campo
de otros organismos.
Es lo que sucede con la difusión doctrinal y cultural: quien
aprende nuevas verdades tiende inmediatamente a comunicarlas.
«No se

enciende una lámpara
y se la pone bajo el celemín, sino
sobre el

candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa»,
nos recuerda
el Evangelio (12).
Y si el estudio no puede ser mera curiosidad egoísta, a su
. (12) Mt.; 5,15.
,)85
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
vez la divulgación de la verdad sólo es posible para los que la
han estudiado en profundidad. Por eso, acción connatural a un
círculo es irradiar las conclusiones de sus estudios de palabra y por escrito. Por supuesto que un grupo tan reducido como un círculo,
juvenil por más señas, no puede pensar en los grandes medios: edición de libros y revistas, tribuna
. propia,

etc. Pero no hay
propósitos desmesurados para quien no desprecia los medios mo­ destos y todo lo que puede parecet imposible siempre es suscep-tible de dividirse en posibles parciales.
·
Un

círculo, aun sin medios propios, puede dirigirse al pú­
blico. Bien se puede estimular la colaboración de alguno en re­
vistas afines o ayudar a preparar una conferencia, bien pueden
ser todos los que actúen como
« brigada epistolar» y escriban
cartas a los directores de los diarios concertadamente.
Si no se editan libros, se puede ayudar a distribuir los de
nuestros autores,
recomendándolos y
aun proporcionándolos. Apar­
te de difundir los propios trabajos comunes en forma de folletos o de cartas circulares. Y también es
fácil e

importantísimo
la constitución de bi­
bliotecas, archivos de documentos o muy diversos ficheros.
Para acometer empeños superiores en este campo es uno de
los motivos por los que los círculos de estudio se agrupan en cen­
tros de estudios.
v. Los CENTROS DE ESTUDIOS.
21 ) ¿ Y qué son los centro.s de estudios a los que ya nos
hemos referido
varias veces?
Son, simplemente, el resultado del desarrollo natural de los
círculos
de estudio según sus propias necesidades.
Necesidades, en primer lugar, cuantitativas. El crecimiento
numérico de un circulo obliga a su división, fundando otros nue­
vos. Lógicamente, mantendrán una ligazón entre sí, originando
una entidad superior. Necesidades también cualitativas y doctrinales. Los diversos
tipos de círculos se reclaman mutuamente. Así, un círculo que
pretenda mantener un nivel elevado necesita de sus miembros una formación previa en algún círculo de enseñanza
más elemen­
tal, como estos últimos, que tras estimular -a sus componentes a
estudios más detenidos, necesitan la existencia de diferentes círcu­
los especializados
a los que puedan dirigirse. Por su parte los
386
Fundaci\363n Speiro

CIRCULOS y. CENTROS DE ESTUDIO
círculos de investigación práctica · habrán de referirse continua­
mente a la labor de los círculos doctrinales. Y más importante
todavía es que se produzca una jerarquización de círculos tal,
que los alumnos directos de los maestros dirijan una constelación
de círculos satélites, o, si se quiere contemplar de otro modo,
que el director de un círculo pueda
recurrir a

un círculo superior
para perfeccionar su formación y su capacidad docente.
Existen, por último, necesidades de tipo práctico que enfa­
tizan la conveniencia de agruparse en centros de estudios. Pense­
mos que entre varios círculos es más fácil subvenir
a las

necesi­
dades físicas y económicas: local, gastos, formación de bibliote­
ca y archivos, etc. Pero pensemos también que en contra de lo que se piensa corrientemente, el problema capital de la difusión
doctrinal no son los medios económicos y técnicos, sino el con­ tar con un flujo abundante
y regular de trabajos a difundir y el
conectar con un público suficiente que se interese por ellos. Y,
precisamente, el mérito de la congregación de círculos es con­ centrar la producción intelectual de todos ellos, a la vez de es­
tablecer contacto, orgánica e individualmente, con un conside­
rable número de interesados.
22) A modo de definición, digamos que un centro de estu­
dios es un conjunto de círculos de estudios, reunidos para com­
plementarse mutuamente
y acometer en común empresas intelec­
tuales de mayores dimensiones, siguiendo una doctrina común
y bajo una misma dirección.
Resulta innecesario repetir todas las diferentes clases de círcu­
los que hay,
y que pueden agruparse en un centro de estudios.
Tampoco hace falta explicar cómo resultan complementarios, sea
en razón de abordar diversas materias, sea por efectuar tratamien­
tos del mismo tema con distinto enfoque o desigual exigencia.
Insistamos solamente en que una persona puede participar
en dos círculos simultáneamente, lo que da lugar
a la

compenetra­
ción y jerarquización del centro.
En un centro de estudios muy perfilado esa jerarquía puede
llegar a traducirse, incluso, en el establecimiento de unos gtados internos que caractericen las misiones
y derechos· de los socios
del centro, según progresan
en el estudio y pasan de alumnos
de iniciación a directores de déterminado círculo.
Y en la cúspide de un centro de estudios encontraremos un
círculo superior que orienta
y vigila el conjunto de todas sus ac­
tividades,
puesto que en él se
integran sus

respectivos ·directores.
387
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
Ese círculo superior es quien ejerce el magisterio. pr6ximo y di­
recto sobre el centro de estudios. En definitiva, un centro de estudios
es_ una

escuela de
pen­
sru;n:iento con todas sus características;
- Existe una relaci6n
viva y directa entre profesores y dis­
cípulos ( toda enseñanza tradicional es siempre
ex auditu ).
- Sus componentes trabajan en estrecha colaboraci6n, hasta
el punto de que se p4ede hablar de obras colectivas que, ade­
más, son continuadas por las aportaciones de las promociones
sucesivas.
- Y, por último, no sólo se mantienen unos principios ins­
piradores universales, sino que se reconoce la autoridad moral
de un maestro determinado. Reconforta apreciar c6mo el tema de los círculos de estudio
nos ha devuelto a las escuelas, puesto que la Escolástica, el fruto
más cumplido de la filosofía cat6lica fue, precisamente, la cien­
cia transmitida
y elaborada en las escuelas.
23) Dentro de la estrategia contrarrevolucionaria, un cen­
tro de

estudios cabal vendría a
-ser
una especie de Universidad
particular, centrada en las disciplinas sociales
y políticas, la cual
conduciría las acciones de los campos formativo, cultural y de
difusi6n ideol6gica.
·
Se

distinguen tres tipos de finalidades en un centro de es­
tudios: la formación doctrinal de los hombres, la irradiaci6n so­
bre la opini6n pública
y la prestaci6n de servicios subsidiarios.
La finalidad principal de un centro de estudios es la forma­
ci6n te6rica de cada persona singular
y dentro de ella se puede
establecer una escala de objetivos.
·
En

primer lugar se pretende proporcionar una enseñanza bá­
sica, a la que ya nos referimos ampliamente
y que sería el com­
plemento cívico del bachillerato. Más tatde se trata de introducir a estudios más profundos
con el fin de educar élites.
Se presentan aquí dos caminos: aten­
der a las responsabilidades sociales concretas para capacitar a
las jerarquías naturales del mañana o bien atender al conjunto del combate y lanzar publicistas brillantes (periodistas, conferen­
ciantes, ensayistas, etc.).
Sin embargo, no se puede descuidar un aspecto clave: la
formaci6n que brinde un centro de estudios no puede ser cerra­
da, meramente polemista y apologética. La educaci6n armónica y el propio pestigio de los contrarrevolucionarios exigen
una
cultura más arnplia.

Por eso la labor de un centro debe fomen-
388
Fundaci\363n Speiro

CIRCULOS Y CENTROS DE ESTUDIO
tar, superando el escalón básico, una actitud cultural que se ca­
racteriza por una
curiosidad universal,
el rigor en la distinción
de matices que elude toda simplificación
y la sistematización que
confiere unidad
y jerarquía a los saberes.
Finalmente, a los más aventajados hay que alentarlos a que
se especialicen en temas muy concretos, de modo que lleguen a
erigirse en «autoridades en la
materia» y nuevos maestros.
La difusión doctrinal de un centro de estudios es, por defi­
nición, menos intensa y más inorgánica. Se dirige primeramente a
todos los componentes del centro sin distinción, y, después, a
todos los conciudadanos en general. Sus objetivos son dar ideas
de conjunto e influir favorablemente en la opinión. Sus medios
son las tertulias, aulas de conferencias, audiovisuales, servicios
de bibliotecas y documentación, centros librarios, publicación de
revistas, folletos
y libros, etc.
No queremos omitir, tampoco, ciertos servicios subsidiarios
que un centro de estudios puede prestar en el interior de la
«causa contrarrevolucionaria».
Así, puede realizar estudios a solicitud de otras entidades,
servir de lugar de encuentro entre las gentes de iniciativas diver­
gentes (precisamente por limitarse al estudio, dejando la actua­ ción al criterio de cada
cual) . e incluso constituir ligas de pre­
sión orientadas a alguna polémica pública.
VJ. LA TRANSCENDENCIA DE LOS CÍRCULOS Y CENTROS
DE ESTUDIO.
24) Habiendo tratado la naturaleza de los círculos de es­
tudio, sus clases, fines y funcionamiento, y su cuhninación en
los centros de estudio, debemos señalar brevemente la excepcio­
nal importancia de su labor.
Van para treinta años desde que Pío XII nos advirtiera: «Es
todo un mundo el que
hay que rehacer desde sus cimientos» ( 13 ),
y desde entonces las cosas no han hecho sino empeorar.
Como todos sabemos, el cimiento de la sociedad es su ortodo­
xia pública, el consenso general sobre la jerarquía de valores sociales, la unidad moral
y católica en definitiva.
Mientras la sociedad posee esa unidad puede conservarla y
mantenerla mediante la tutela legal
y la prohibición y represión
del error. Pero cuando esa unidad ha sido rota
-y ese es nues­
tro caso-- no es ya una cuestión que pueda resolverse con me-
(13) Mensaje para un mundo mejor, 10 de febrero de 1952.
389
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL PINILLOS
elidas legales si antes no se establece, empezando desde abajo, el
consenso social.
En esta perspectiva, la misión de los círculos de estudio es la
de reconstruir,
poco a poco, UJ;1a firme unidad de creencias. Y
hacemos hincapié en el papel de los círculos de estudio porque
Ji experiencia nos ha demostrado que unas creencias superficial­
mente
fUJ;1damentadas pueden ser fácilmente desviadas

y subver­
tidas, valiéndose de su" mismo carácter· masivo. Una ortodoxia
pública sólo estará firmemente arraigada si la alientan y revali­
dan permanentemente entre los demás, hómbres de profunda y
fundada convicción.
25) Mucho más
. todavía

se puede decir de la trascendencia
de los
centros de

estudio: son ellos los .verdaderos «motores de
la Historia». Sabemos que la acción .sigue al pensamiento, de lejos pero
indefectiblemente. Y sabemos, también, que, en la sociedad, las minorías capaces y trabadas son más decisivas que el héroe indi­
vidual de Carlyle o las masas anónimas de los socialistas, Y, precisamente, los centros de estudio son la escuela en que
se cultiva y desarrolla
el pensamiento y se forman las élites.
Por

su parte, la historia corrobora la enorme influencia de las
sociedades de este tipo en todos
los. lugares y para todas las cau­
sas. Recordemos desde las «sociétés de
pensée» en
que se gestó
la Revolución francesa a la labor de
Acción Española en la ins-
piración del Alzamiento del 18 de Julio.
·
Una

constelación de
centros de

estudio de diferentes locali­
dades en sintonía contiene ya todos
lqs elementos

constitutivos
de un movimiento politico:
- Doctrina firme y
definida.
-

Programas de actuación meditadamente perfilados.
- Una minoría
· cualificada,

compacta y con
pqsibilidades de
influencia

social.
. . · ,
. -Y UJ;1 ámbito popular simpatizante que ha acogido la di-
vuJgación de

esas ideas.
· ·
Nada

más natural
.:,_ni más deseable-,-que, apoyándose en
tales bases, se tome la iniciativa de constituir uno.
• 1 ; ' 1 1 '
26) Y las virtualidades dÍ: Íos centros de estudio no se li­
mitan únicamente al combate de restauración de la sociedad.
Se ha dicho que cuando no hay .partidos po]íticos parece, que
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CIRCUWS Y CENTROS DE ESTUDIO
falta algo, pero que cuando los hay sobra mucho. Efectivameote,
los partidos políticos son reprobables por su naturaleza masiva,
por exteoder, ahondat
y perpetuat)os conflictos sociales institu­
cionalizándolos
y por apoderatse de la represeotaci6n y pattici­
paci6n populates, desvirtuándolas al sometetlas a la disciplina de partido. Sin embatgo, de
algún modo también cubreo la fun­
ci6n

de manifestaciones de la opinión pública, función de la que
no se puede prescindir.
El Papa Pío XII nos enseña ( 14) que «la opinión pública es,
en efecto, patrimonio de toda sociedad
normál» (15),

y su ausen­
cia «una enfermedad, un mil! de la vida sociál». Podemos re-­
sumit

el concepto pontificio de opinión pública como
el eco na­
turál
de

los sucesos y circunstancias en los juicios de las perso­
nas que los contemplan a la luz de los principios y guiándose
por la razón y se sienten estrechamente solidarios y responsables
con la suerte de su comunidad. Opiniórt pública que, a
sú vez,
está

dirigida a la patticipación activa en la vida política.
Resulta notorio que
. con tilles requisitos

la verdadera opi­
nión pública resulte
difícil de format, como el mismo Pío XII
reconocía. Sin embargo,. no creemos demasiado aventurado pen­
sar que los centros de estudio, tal y como los hemos contempla­
do (apartados como tales de la acción política, muy selectos en
su composición, preocupados por las vicisitudes nacionales e in­
teresados en el riguroso estudio de la doctrina pata su mejor
aplicación) han de ser los mejores configuradores de la opinión
pública y formadores del espíritu cívico (16).
Por lo tanto, los círculos y centros de estudio son una pie­
za clave tanto en la restauración de la sociedad como en la vida
de la sociedad restaurada.
(14) Nos referimos a continuación a la alocución al I Congreso Inter­
nacional de Prensa Católica, del 17 de febrero de 1950. Su texto Integro
puede encontrarse en Doctrina Pontificia II, Documentos políticos, Edito­
rial Católica, Madrid, 1958, págs. 968 a 975.
(15) Es decir, restaurada en su orden natural.
(16) A
este respecto, dice el padre Eustaquio Guerrero, S. J., «El es­
píritu cívico consiste en el conocimiento de los· asuntos nacionales, en la
preocupación por su acertada solución y en la colaboración para hallarla
y practicarla; y este espíritu se desarrolla y ·perfecciona viviéndolo efectiva­ mente en
el ejercicio de una razonable actividad, acomodada a las propias
posibilidades, por conocer y resolver
tocios los

problemas patrios,
según
las exigencias del propio ideal que sobre ellos y sus soluciones tiene el
ciudadano».
Vid., Reflexiones sobre la previa censura civil:, Ediciones Studium, Ma­
drid, 1958, pág. 78.
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