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Número 233-234

Serie XXIV

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Lucio Anneo Séneca: Diálogos

INFORM.ACION BIBUOGRAFICA
leyes de la naturaleza y de la Redención-, rastrea sus antece­
dentes
-nominalismo, ciencia moderna, protestantismo, gnosti­
cismo-:., estudia

sus
relaciones con el poder y la utopía ... Y se
ocupa de las principales corrientes
ideológicas,
Empezando por el liberalismo -entre sus páginas son de
destacar las referidas
. a

Hayek,
extraordinariamente revelado­
ras--, siguiendo

por la
ideología democrática -que cal:acteriz.a
como

auténtica
forma de vida y hasta como fe civil~, la demo­
cracia
cristiana -Lamennais, Marc Sagnier y Maritain desfilan
por sus
páginas-, 1a· democracia socialista y .el marxismo-leni­
nismo.
El libro se complementa con unas bibliografías tan ricas como
poco hinchadas y breves cuéstionarios que pueden ser muy úti­
les para su aplicación docente, como ejercicios de recapitulación.
Nos encontramos ante una obra esctita con un estilo poco
ftecuente en este
nuestro tiempo

indigente. Que se permite
ig­
norar los t6picos consagrados y combatir los ídola de toda es­
pecie. Más llamativa aún es la recomendación del libro por el
Ministerio de Educación
(el de Chile, claro está), que desde el
ángulo español nos sitúa en
el rúnel del tiempo o en la política­
ficci.ón.
Juan

Antonio Widow merece nuesto agradecimiento por su
«El hombre,
animal político». En toda sociedad es necesaria la
educación y toda brecha en la . educación lo es en la sociedad.
Le Play -citado. por Maurras--nos da las razones de ello: «Las
sociedades perfectas están permanentemente sometidas a una in­
vasión de pequeños bárbaros que llevan a ellas sin descanso todos
los inalos instintos. de la naturaleza humana ... Desde el momen­
to en que las sociedades se descuidan un solo instante de oponer
la disciplina de
· la

educación ·a esa marea natural, la
decadem,ia
se hace inminente».

Este libro nace con vocación de dique. Es­
peremos que las aguas no se desborden.
MIGUEL Avuso.
Anneo Séneca: DIALOGOS (*)
No sé si se lee a Séneca en el siglo XX. Pero no se trata de
saber
si Séneca es todavía leído, sino si merece siempre
ser leído.
Para

nosotros, la doctrina moral de Séneca, el alimento espiritual
(") Edición preparaqa por Carmen Codolíer. Editora Nacional, Biblio­
teca de la Literatura y el _Peosamiento Hispánicos, Madrid, 1984, 510 págs.
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que él proponía a los romanos de hace veinte siglos, conserva toda
su virtualidad y permanece actual de siglo en siglo y acaso
más
en una época que, como la nuestta, tiene . extraños paréc;idos a
aquella de la que él fue espectador y juez. Lo que permanece
inmortal de Séneca es su conocimiento del alma, el análisis de
las virtudes y síntomas
que descubren

las causas de nuestros ma­
les, el espíritu religioso ( en el sentido más viviente
y espiritual
de la palabra) que proporciona remedios para superarlos
y orien­
ta hacia su fin lo
que hay

de eterno en nosotros.
Porque Séneca, como Cicerón
y antes Sócrates y Aristóteles,
entienden
que la

filosofía, saber
· por
excelencia, es
· también
una
doctrina de vida, un ars vivendi comó es considerada por el es­
toicis'mo; no es sólo un saber por el saber, sino un saber «para
la vida». Séneca proclama el prestigio de la filosofía porque la
filosofía está al servicio de la vida, la ennoblece y la
dignifica.
La filosofía forma el espíritu, ordena la vida, regula las accio­
nes ... ; sin ella nadie está seguro ... ; el
filósofo debe
preocupar­
se de sí mismo, en cuanto hombre, elaborar la virtud, pero
tam­
bién practicarla. Por ello Séneca es más bien un práctico que
un
doctrinario de la
virtud, aun
cuando no se presente
él como
modelo (
de virtute non de me loquor) y se considere el primer
oyente y destinatario
de sus propias enseñanzas morales, precián­
dose así el más digno de crédito.
Pero tanto Séneca- como Cicerón, eii su concepción :filosófica,
en su obra literaria y en su actividad política, colocan al hombre
en el centro de sus preocupaciones. Porque
el estoicismo de Sé­
neca es un humanismo, o un estoicismo humanista, característico
de la concepción romana de la filosofía; es una actitud esencial
de
la filosofía de la vida. La idea de humanitas en la filosofía ro­
mana toma de
la filosofía griega el ~ncepto de tener por conte­
nido esencial el sentimiento de la vida como proceso de desarro­ llo libre de la personalidad, la concepción del hombre como ente
llamado a la plenitud de su ser por la capacidad de forjarse espi­
ritual y socialmente a sí mismo.
La
humanitas latina designa, en primer lugar, lo que carac­
teriza al hombre y hace que el hombre .sea tal;
significa después
el

lazo o relación entre los hombres;
y, expresa, por último,
aquello por lo que el hombre deviene verdaderamente un hom­
bre, su formación, lo
que nosotros

llamamos educación o
cultu,
ra.

Séneca habla de
la «humanidad en sí» -ipsa humanitas-,
por lo cual el hombre es libre, y esta libertad consiste en no es­
tar atado al cuerpo, sino en «elevarse por
e[ pensamiento en lo
infinito hacia

el cielo». La libertad
y la razón, por las que prece-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
de a los animales, son las que hacen al hombn, tal. La humanitas
como relación interhumana tiene en Séneca elocuentes expresio­
nes
superadoras del pesimismo antropológico precedente
.. Al ha­
mo bimini lupus, de Plauto y Ovidio, el estoico precristiano Sé­
neca dirá que el hombre es res sacra y no lobo o enemigo, sino
, hamo homini amicus; que el. hombre ha de mostrarse dócil y
dulce en palabras, en actos y
en sentimientos, porque la vida
no es egoísmo sino, por el contrario, servicio al prójimo:
alteri
vivas

opportet si vis tibi
pivere. Y la humanitas como forma­
ción del hombre por
la educación y la cultura es un concepto de
fecundas aplicaciones al problema de la paz
entre los
hombres
y los pueblos, que es
uno· de

los más destacados -y diríamos
que actual- en el pensamiento de Séneca.
Y como la «natura­
leza» humana y
la «recta razón» son comunes a todos los hom­
bres, Séneca, como Cicerón y los estoicos, profesan un igualita­
rismo social que, juntamente con la existencia de
una ley na­
tural, fundamentan
la unidad del género humano, en la que, a
su vez, se basará el
pacifismo del

humanismo
senequista.
De la unitas humani generis qua vita sustinetur (De benef.,
III, 18), más allá de las barreras sociales, más allá de las fron­
teras nacionales y más
allá de las diferencias morales, que por
grandes que sean no llegan a borrar la
común naturaleza;
de la
humanitas, entendida como «filantropía», igual en todos porque
membra sumus corporis magni; de la «comunidad de los hom­
bres», que supone
la negación de la distinción entre griegos y
bárbaros, y
la negación también de que la idea del hombre sólo
se realiza. en una
polis limitada, derivan para Séneca ciertos de­
beres de sociedad y
·de concordia con los demás, desde la familia
y la ciudad hasta la «sociedad sin límites» que es una «sociedad de todos con todos», en el amor del género humano.
Pero los hombres, que nacen buenos y con tendencia al bien,
hacen, sin embargo, reinar
la discordia y las pasiones por do­
quier. Sólo
la concordia y la sociedad son remedio y defensa con­
tra
los males que nos asaltan. Y la sociedad se basa en el com­
portamiento moral, en la amistad y en el amor.
La unidad del. género humano, dogma de la filosofía estoica,
vigorosamente afirmado por Séneca, es una tarea ética por me­
dio de la humanitas ( entendida como «paideia» -educación, for­
mación-
y, sobre todo, como «filantropía» --ayuda a los de­
más-), que es
virtud que engloba cualidades morales como· la
bondad, la tolerancia, la equidad y la justicia -«cosa sagrada»-.
¡Cuántos

deberes se extienden más allá de la prescripción de las
leyes! ¡Cuántas cosas nos imponen la piedad, la humildad, la
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
libertad, la justicia, la lealtad, que no figuran en las Tablas de la
Ley!
Con estas ideas principales de la filosofía estoico0senequista, -
el

testimonio de Séneca es la llamáda
de· un

hombre que habla
a los hombres, a todos los hombres de todos los siglos. Y los
hombres del siglo xx no son, espiritualmente, inferiores a los de los siglos pasados. El mal está en
el hombre y no en las cosas ( el
· ídolo no es el responsable de la idolatt!a). Y el remedio está
también en él como el mal. El combate no es, pues, entre el
hombre y las cosas, sino en el interior del hombre. No es el dominio sobre las cosas lo que importa, sino el de sí mismo se­
gún las exigencias de
Ia libertad· interior.
A dos
mil años de distancia, Séneca nos adelanta la panta del
obrar -del
recto obrar
según la naturaleza, que es obrar «con­
forme a razón»-. Vivir feliz
-dicec-es lo mismo que vivir de
acuerdo con la naturaleza,
y «el mejor bien es .la paz espiritual».
Séneca permanece actual en el siglo
XX porque al mismo tiem­
po que este siglo, deslumbrado por los adelantos
y el progre­
so, se abandona al vértigo del materialismo
y del cientifismo,
sufre una depresión metafísica
y religiosa que lleva a un mundo
angustiado sin Dios o contra Dios; las instituciones precristia­
nas de Séneca nos muestran las intervenciones divinas en el or­
den temporal y los efectos secr¡,tos y discretos de la providen­
cia como
. la

«mente del universo». Y las enseñanzas morales de
Séneca
y la doctrina de la virtud, la concordia y el amor son com­
plementos jurídicos sin los cuales no podría mantenerse
la so-
ciedad
y convivencia entre los hombres. .
Si

Séneca razonador convence,
Séneca testigo
persuade. Y
su
t
una llamada apasionada a los demás en senci­
llos
y vehementes diálogos en .los que sobre su estilo y valor
literario prima
y sobresale el contenido filosófico moral de los
nñsmos.
Platón en Grecia y · Cicer6n en . Roma consagraron . el género
literario que habla de adquirir merecida fama:
el diálogo. El
título de
Diálogos se da a una parte de la obra de Séneca que
comprende todas las obras en prosa de este autor a excepción
de los tratados:
Cuestiones naturales, Sob,,e la clemencia, Sobre
los beneficios
y las Epistolas a Lucilio. Sin que veamos una ra­
zón especial

que justifique este nombre con
· exclusión
de otra
·
denominación

igualmente aceptable, como podría ser el de
dis­
cursos, tratados¡ cu~stiones, étc., y sin-que tampoco la forma li­
teraria sea tan inflexible y rigurosa de diálogo, puesto que más
bien responden a la forma de monólogo o
soliioquio, lo
cierto
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INFORMACJON BIBLIOGRAFICA
es que el libro que presentamos agrupa un cuerpo de diez pe­
queños tratados: Sobre la providencia. Sobre l(J firmeza del sabio.
Sobre
la ira (tres

libros). Sobre la felicidad. Sobre el ocio. Sobre
la serenidad. Sobre la brevedad de la vida,
y tres consolaciones:
Consolación a

Marcia, Consolación a
Polibio y Consolación a
Helvia. ·
En el diálogo Sobre la providencia, el problema básico y cen­
tral que se plantea Séneca es el del bien
y del mal; la existen­
cia de uno
y otro y la cuestión de cómo se explica la existencia
del mal si existe la providencia.
El terna del libro es enuncia­
do en las primeras palabras de este modo:
¿ Por qué, si existe
la providencia, suceden desgracias a los hombres buenos? Para Séneca es indudable la
e,,ístencia y necesidad de la providencia,
porque «la obra tan grande de la creación
y los hechos y fenó­
menos que contemplamos» no puede mantenerse «sin un guar­ dián»
y siguiendo las normas de una «ley eterna». Pero existen
también las desgracias,
«aunque éstas
muchas veces no lo son»,
«suceden a quienes las quieren»
y «suceden igual a buenos que
a malos»
y, desde luego, «son beneficiosas a los individuos y a
la
comunidad». Sobre
este esquema versa el contenido del diá­
logo.
En primer

lugar, «no son desgracias todas las que lo pare­
cen», y acontecimientos ante los que nos horrorizamos y te:tll~
blamos favorecen a quienes acontecen ( refiere Séneca numerosos
ejemplos), porque acontecen a los buenos según la misma norma
por la que son buenos. Por
el contrario, «la prosperidad recae
sobre la
masa y

los caracteres despreciables; en cambio, sopor­
tar
calamidades y terrores humanos es propio del gran hombre;
y ser siempre feliz y pasar por la vida sin el comezón del espí­ ritu es
ighorar la

otra cara de la naturaleza», ya que «nunca es
muelle el testimonio de la
virtud». En

otros términos, para Sé­
neca el ataque de las desgracias «no cambia el espíritu de un
hombre bueno, que permanece inmutable y todo lo que le su­
cede lo adapta a su modo de ser, siendo más poderoso que cual­
quier circunstancia externa,
a la que vence, elevándose sobre
los demás, porque toda desgracia la considera una prueba». Y
muchos hombres desean ser puestos a prueba. Y a los que Dios somete
a pruebas, a los que ama ... los entrena. ¿Qué hay de
extraño en que Dios tantee
eón tanta
dureza a
los espíritus ge­
nerosos? A. despreciar el sufrimiento de las desgracias llega el
espíritu por
el sufrimiento. ¿ Por qué te extrañas -le dice Sé­
neca

a su interlocutor
y destinatario del diálogo, Lucillo- de
que los hombres buenos sufran golpes destinados a
reafirmarlos?
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
El fuego pone a prueba al oro, la desgracia a los hombres de
valía. ¿De qué te extrañas si Dios permite que al hombre bueno
le suceda lo que alguna vez un hombre bueno desea
· que
le su­
ceda? Los hombres buenos
sufren algunas

situaciones difíciles
para enseñar a sufrir a los demás;
han nacido para modelos. Ade-
. !anta

aquí Séneca una explicación providencialista del
·mal mun­
dano,.

que luego perfeccionan cristianamente San Agustín
y
Leibniz. ·
Pero
lo cierto es que esta admirable doctrina de Séneca ele­
va los males
y sufrimientos de la vida al concepto de medios e
instrumentos de virtud por los que el hombre puede perfeccio­
narse
y servir de modelo a los demás. Y este es el senrido cris­
tiano del sufrimiento que permite el perfeccionamiento
y santi­
ficación del hombre
y el «buen ejemplo» para los demás en esta
vida
y la acumulación de méritos para la vida eterna. Y, además,
para la
doctrina cristiana, porque Dios dispone de una eternidad
para premiar
allí las desgracias y sufrimientos acaecidos a los
hombres buenos durante su paso por la efímera vida temporal.
Uno de los diálogos más conocidos
de Séneca es Sobre la ira;,
es también el más extenso (el único que consta de tres libros).
Dedicado a
su. hermano
Novato, empieza Séneca por hacer una
descripción de
la ira,

de sus manifestaciones
y grados, diferen­
ciándola de la iracundia
y de la crueldad, vicio en el que desem­
boca la ira metódica. Pero fija principalmente la
atención en
los
efectos
y perjuicios que causa no solamente a los individuos,
sino a los grupos
y pueblos: «ninguna catástrofe ha significado
más para
el género humano». No puede por ello ser natural,
necesaria ni útil siendo causa de tantos males. Y no vale decir que la ira tiene grados
y puede controlarse, porque es más fácil
-dice
Séneca-

prevenirla
y evitarla que controlarla una vez
desatada, lo que demuestra es que va en aumento y constituye
«una locura de corta duración», y al igual que ésta no se con­
trola a sí misma, se olvida de la corrección, no recuerda,)as nor­
mas, se mantiene abocada con tenacidad sobre su idea original,
cerrada a la voz de la razón, angustiada por razones estúpidas, incapaz de
discernir lo

justo
y lo verdadero; que «cuando llega
a olvidarse de
la clemencia y arroja de su espíritu toda relación
con lo humano, acaba por transformarse en crueldad».
Por eso insiste Séneca en los remedios para combatir la ira
según las variadas causas que la originan
y las circunstancias y
personas que la motivan, pasando por alto las ofensas y valo-·
rando

las circunstancias de quien ofende. Y, puesto que los mo­
tivos que nos llevan a la ira suelen. ser insignificantes, puede evi-
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INEORMACION BIBLIOGRAFICA
tarse la ira, «eliminándola de nosotros», porque «nada hay tan
importante que
deba hacer perder tiempo al hombre, ser desti­
nado a la muerte».
Tras exponer Séneca en este diálogo
Sobre la ira el cuadro
sombrío
de su época, con las pasiones destadas de los hombres
que convierten
a· éstos

en «sociedad de bestias feroces»
y aun
peor que las
de los brutos, señala que esa sítuaci6n no es sino
el efecto de «haberse oscurecido en la mente de los hombres
las nociones del bien y de lo honesto». De
ah! surge la guerra
del hombre contra el hombre que es un «peligro de
cada día y
el
más insidioso
y frecuente» del que nacen las guerras entre las
naciones. El remedio y soluci6n a estos males hay que buscar­
los en su propia
raíz: en

la conciencia de los individuos. Las
sanciones de las leyes
-díoe Séneca-

no pueden impedir las
discordias si las
normas no encuentran una

leal aceptaci6n en la
conciencia de los hombres. No es posible. la paz entre los hom­
bres si la discordia acampa en sus corazones. Por eso Séneca
afirma un

ideal pacifista cifrado en el cumplimiento de los de­
beres que ligan a unos hombres con otros, como exigencia de la
humanitas y de la societas, con lo que estos conceptos encierran
según hemos visto.
Pero
la concordia

de inteligencias y voluntades es fruto de
la educaci6n por la que desaparecerá en los hombres el oscure­
cimiento
de las
nociones del bien
y de lo honesto. La educaci6h
de la voluntad es el dominio sobre las pasiones, mediante el cual
se consigue la paz del
alma. Y

desaparecidas
las causas de la dis­
cordia entre los hombres desparecerán las guerras públicas entre
los pueblos, porque éstas derivan de aquéllas. Por eso la paz no
es una cosa de todo hecha, sino un perpetuo
quehacer, una

«tarea
ética»; es un problema moral
y s6lo por la conciencia, la educa­
ción, la buena voluntad
y la virtud entre los hombres puede
vencerse la discordia y conseguirse la paz. Porque la paz es pro­
blema
de los'hombres «pacíficos».
La
áoctrina moral
de Séneca, el hmnanismo
y pacifismo por
él sustentados son de plena actualidad veinte siglos . después de ·
ser

pensados y eser/tos.
¿Merece Séneca ser
leído en

el siglo
xx?
EMILIO SERRANO VrLLAFAÑE:
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