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Número 285-286

Serie XXIX

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Emilio Silva de Castro: Filosofia da hora e filosofia perene

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Emilio Silva
de Castro: FILOSOFIA DA HORA
E FILOSOFIA PERENE
(*)
Con mucho gusto presento a los lectores de Verbo un libro
de mi buen amigo Mons.
Emilio Silva, un gallego españolísimo,
nacido en Sarria en 1902,
Decano de la Facultad de Derecho
de la Universidad de Gama Filho, catedrático de
la P. U. C.
de Río de Janeiro y de otros centros académicos. El doctor
Emilio Silva se fue a Brásil
en 1935, tras su graduación acadé­
mica en el Ateneo Angelicum de Roma, en 1930. Lleva, pues,
cincuenta
y cinco años en Brasil en intensa y fructífera dedica­
ción a
la enseñanza católica en temas preferentemente filosófi­
cos, de filosofía política
y espirituales. Siguió siempre muy vin­
culado a España y a nuestros pensadores nacionales. Dispone
de una biblioteca personal
de 70.000 volúmenes. Se le ha hon­
rado con
la Orden de Isabel la Católica.
La obra que presentamos es el tema de un concurso en la
Universidad del Estado de Guanabara (1962). Sale ahora al
público en una hermosa edición, ilustrada CTJilJ. el retrato de las
principales figuras del pensamiento filosófico que analiza.
El temario, tanto en lo que se refiere a las filosofías actua­
les, como en lo que
se refiere a la filosofía perenne, es muy am­
plio. Examina el relativismo del conocimiento y el relativismo
fenoménico, y éste en
sus modalidades psicológica, fenomenolo­
gista, evolucionista e idealista. Pasa luego a
hacer una exposi­
ción crítica del pragmatismo
y del existencialismo en sus prin­
cipales representantes. La segunda parte, sobre la filosofía pe­
renne, con la que se queda, además de enumerar sus conteni­
dos comunes, hace una hermenéutica personal de la expresión
philosophia perennis, que puso en circulación en el siglo XVI el
agustino A. Steuco.
Se trata de una
buena obra de orientación de pensamiento
cristiano. Es una obra breve,
de condensación. En unas doscien­
tas páginas de exposición crítica no podía detenerse en análisis
exhaustivos de todos
y de cada uno de los pensadores tratados.
Más que de las fuentes originales se sirve de otras exposicio­
nes manuales que le merecen crédito, principalmente de la
dé­
cada de los años cuarenta, cuando tanto se escribía sobre los
movimientos filosóficos del siglo
XX.
El canónigo Emilio Silva es un gran admirador y seguidor
(•) Sio Paulo, 1990.
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de otro gran canónigo pontevedrés, Angel Amor Ruibal, en
quien encontró sosiego y orientación ante la perplejidad en que
le dejaban
las múltiples y contradictorias corrientes de pensa·
miento en sus inquietudes intelectuales juveniles. La estrella
orientadora que le brindaba Amor Ruibal era la
Philosophia
perennis,
y la siguió.
El a1,1tor se¡rofesa amonubalista entusiasta, aunque Con ex­
cesiva credulida , en mi opinión. Piensa que Amor. Ruibal ha so­
metido a critica implacable y desmontado piedra a piedra la fi.
losoffa escolástica, incluso la de Santo Tomás, para erigir su
original sistema correlacionista. Bueno, me parece que no tan­
to. En la «Historia de la filosofía española» (II, BAC, 1972),
Fraile y Urdánoz califican de «endeble» su crítica demoledora.
Le ha faltado discernimiento, por ejemplo, en tema tan funda­
mental para
él como la relación, no percatándose que su corre­
lacionismo tiene su gran presupuesto en la relación trascenden­
tal, tan presente en la obra filosófico-teológica
de Santo Tomas.
Mons. Emilio Silva, lo mismo que Amor Ruibal, es, a mi
entender, demasiado minimista en los contenidos de la Ilamadá
filosofía perenne. No
Ia identifica ni con Ia filosofía escolástica
ni siquiera con la
filosofía tomista. La reduce más bien a aque:
Ilos grandes temas de filosofía cristiana comunes a todos los ~is­
temas más importantes, a conciencia· de que entre ellos reinan
oposiciones inconciliables (pág. 201). Según él, pertenecen al
patrimonio de la filosofía perenne, además de las verdades de
orden religioso, otras comúnmente admitidas, como el valor oh'.
jetivo del conocimiento humano, los principios met;illsicos de
razón suficiente, causalidad y finalidad; posibilidad de alcanzar
verdades inmutables; dependencia radical respecto
de Dios; es­
piritualidad e inmortalidad del alma humana; origen divino-na­
tural del derecho y del
poder político (pág. 215).
Me parece que en el Magisterio de
la Iglesia el contenido
de la filosofía perenne
es más determinado y más complexivo.
Cuando
el Concilio Vaticano II, en el Decreto Optatam totius,
n. 15, recomendó a los seminaristas «un conocimiento sólido y
coherente del hombre, del mundo y de Dios, apoyados en
el
patrimonio phi/osr,phico perenniter valido», la Sagrada Congre­
gación
de Seminarios y Universidades, en respuesta dél 20 de
diciembre de 1965, aclaró que la
e,,presión se refería a ios prin­
cipios de Santo Tomás, conforme a la referencia de Pío XII y
a
1a Comisión conciliar. . · ·
Cierto que en la obra de Santo Tomás· no está incluida y en
exclusividad toda la filosofía perenne, y que no todas sus doc­
trinas gozan de igual perennidad, pero ello no invalida el que
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su obra sea la máxima realización de la P hílosophia perennis,
tal como se revela en sí misma y tal como lo entiende y pro­
pone el Magisterio de la Iglesia, antes, en y
después del Va­
ticano II. También gozan de perennidad las posiciones de otros
pensadores cristianos más o menos críticos, más o menos inde­
pendientes del tomismo, v. gr., Suárez, Bal.mes, Amor Ruibal,
sin que
por eso los tomistas se sientan rebajados o duden de
posiciones fundamentales del tomismo, como
la real distinción
de esencia y existencia, valor demostrativo de las cinco vías,
pot el hecho de que Suárez o Amor Ruibal no comprendiesen
su consistencia.
Esta leve discrepancia sobre el contenido y sentido de la
filosofía perenne no conlleva resetvas sobre el valor orientador
de esta obra del inteligente y cordial canónigo brasileño. Creo
que logró su propósito: «Demostrar la radical insuficiencia de
las filosofías de ahora para ordenar una vida humana,
y la efi­
cacia de la philosophia perennis para la reconstrucción del mun­
do sobre sólidas bases» (pág. 217).
VICTORINO RODRÍGUEZ, o. P.
López Rodó, Laureano: MEMORIAS
Laureano López Rodó, barcclonés de 1920, miembro del Opus
Dei y cabeza de los tecnócratas en el régimen de Franco fue un
político de gran importancia en
la última mitad de aquel sistema
que nació el 18 de julio de 19 36 y acabó con la muette del Ge­
neralísimo.
Alejado, por un modo de ser, de todo populismo, se le atri­
buyó un primetísimo papel como mentor o eminencia gris de una
política desideologizadora
y desarrollista que alcanzó indudables
logros --espectaculares
podríamos decir-, en uno y otro sentido
y especialmente en el
último. Ahora, desde el balcón de sus se­
tenta años, perdidas, supongo, las esperanzas de una vuelta a la
política activa, mira hacia atrás sin ira y nos narra diez años de
la vida política española en la que tanta intetvención ruvo. El
libro es voluminoso (599 páginas de
memorias y 123 de anejos)
y en él se encuentran mil episodios ocurridos entre 1956 y 1965.
Las memorias de los hombres públicos, géneto hasta estos úl­
timos años bastante descuidado en España, son de gran interés
para la historia, aunque no debemos olvidar que no son la
his­
toria. Es imposible prescindir del caráctet subjetivo y justifica­
tivo que encierran. Aunque el subjetivismo está presente tam-
(*) Plaza y Janés, Esplugues de Llobregat, 1990, 789 págs., más In­
dice general.
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