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Número 285-286

Serie XXIX

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Discurso de Luis Lavaur [San Fernando 1990]

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1990
DISCURSO DE LUIS LA V AUR
Señoras y señores:
Pues bien. Dada la brillantez, competencia y aura ju'Oenil de la
señroita
Maria José, fiel al signo de su apellido, y a la magistral lec­
ción sobre San Fernando acabada de pronunciar en la iglesia por et
padre Redondo, sucedió to que tenía que suceder. Expresado en
un
dicho inglés, que senti me segaban la yerba bajo mis pies. Dicho en
español, que en sus disertaciones, por
'Oaliosas, quedaban tocados cuan­
tos puntos
mi mortecina preparación sobre el tema me permitiría ex­
poner.
Consciente de
eoentualidad tal, curándome en salud y en aras de
una mayor
variedad, resol'Oí imprimir a mi interoención cierto sesgo
estratégico, para, sin perder contacto con ta eoocación de nuestro santo
patrón, y en pos de más amplia
perspecti'Oa, abordar la memoria de
San Femando distanciándome
un tanto de ella. E'Daluándota en rela­
ción con la figura de San Luis, rey de Francia, primo camal del no
menos santo
rey de Castilla y León.
Et hecho de presentarlos hermanados, creo encuentra harta justi­
ficación en las concomitancias históricas y morales entre ambos per­
sonajes, idóneas para con ellas elaborar unas Vidas paralelas, que, a
diferencia de tos de Plutarco y de Euclides, y santificadas por la Igle­
sia, sus líneas
'Dilates terminan por encontrarse en el más allá.
El paralelismo, y en un contexto rigurosamente cronológico, se ini­
cia en los años primerizos de ambos personajes, a tra'Oés de un hecho
determinante
y crucial en ta totalidad de sus respecti'Oas biografías.
Un hecho trascendente que en et plano histórico y moral les entrela·
zará de por
'Oida. La forniación integral de cristianísima inspiración
que recibieron en su aprendizaje del oficio de rey. Obra de dos egre­
gias féminas castellanas,
'Oolcado su amor y deS'Oelos maternales sobre
unos
hijos pri'Oados de padre, herederos de unos reinos regidos por
estas dos mujeres durante las
minarlas de sus hi¡os. Se trata de la
reina doña Berenguela, en et caso de San Fernando,
y de su hermana
doña Blanca de
Castilla, en et de San Luis, · hiias ambas de Alfonso
VIII, el de tas
Na'Oas.
Como no pudo ser menos en los azarosos tiempos en los que les
tocó reinar,
es inevitable et comparecer en las historias generales am­
bos monarcas, acauditlando empresas guerreras
de alto bordo. El impul­
so, ciertamente
decisi'Oo, impreso por San Fernando a la Reconquista,
elocuentemente lo glosó el padre Redondo. Diferente et caso de San
Luis, pese a
promo'Oer y liderar dos Cruzadas. La 'Oerdad es que si por
algo se distinguió como gobernante el santo francés fue por su
es­
piritu pactista y conciliador y su rechazo de ta gue"a con'Oencional.
Hecho no contradicho por sus Cruzadas. Como para Pedro el Ermi­
taño, fueron para él
«Gesta Dei per Francos», actos de fe, la obliga­
ción cristiana de rescatar el Sepulcro del Sal'Oador.
En cambio, fueron de índole primordialmente pólitica tas guerras de
San Fernando emprendidas con dedicación plena
contra la morisma in­
'Dasora. Razón 'Válida para que al instarle su primo a participar en la
Cruzada
de ultramar, et monarca castellano declinara sus in'lJitaciones
alegando una razón de peso: el tener a los infieles dentro de casa.
En otras palabras: que la Cruzada bien entendida empezaba por uno
mismo.
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En cuanto a los frutos de sus gue"as respecti'Das surge patente la
supremacia del castellano. No hace mucho.
y en una de las sabrosas
reuniones
vespertinas de Speiro, apostillaba don Juan Vallet un hecho
manifiesto
y sin 'DUetta de hoja. Que San Luis perdió todas sus gue"as
mientras San Fernando ganó todas las suyas. Lo que no deja de cons­
tituir
un estimable mérito en un soberano metido en estas lides.
Ocasión oportuna para recordar
el no registrarse en la época con­
flicto armado alguno entre franceses y españoles. E'Dentualidad descar­
tada
por las óptimas relaciones existentes entre San

Fernando
y el hijo
de doña Blanca de Castilla.
Tan excelentes como en
un contexto extracastellano y más hispáni­
co mantu'Do el francés con Jaime el Conquistador. Quien pudo hacer
bueno su
epíteto gracias al disfrute de una retaguardia exenta de ame­
nazas. condición necesaria para el fulgurante deSa"ollo de sus recon­
quistas. dignas
de equipararse por su extensión con las del rey caste­
llano.
En otro tipo de
actividades. hermanan a ambos santos sus claras
inclinaciones catedralicias.
Y en pleno siglo XIII. Et siglo de oro de las
catedrales.
AJ influjo del francés deben su esplendo,· las catedrales de
Chartres. Reims,
Amiens y otras~ y en Paris la mara'Dilla de la Saint­
Chapette. construida a sus expensas para relicario . de la Corona de
Espinas de Nuestro Señor. comprada
al emperador de Constantinopla.
En cuanto a San
Femando, baste recordar que bajo su égida inician
sus buenas hechuras las catedrales de Burgos
y Toledo. bajo obispos
franceses.
y equipos de tracistas y pedreros súbditos de San Luis.
Las analogías persisten en
el plano de la cultura. Si San Fernando
realza los Estudios Generales de Salamanca. adcribiéndoles las de
Pa­
lencia, contribuye· a la gloria de San LUis la fundaci6n de la Sorbana,
en la orilla derecha del Sena ( en cuyas aulas se encontrarian San Ig­
nacio y San Francisco Javier), apoyando con su peculio una iniciati'Da de su capellán. Roberto de Sorbon.
Ineludible en
un cotejo entre ambos santos constatar ta patente uni­
versalidad del francés comparada con la más limitada, más doméstica,
del español. Disparidad subrayada por el número y ubicación de los
templos erigidos por Europa
bajo la ad'Dacación de San Luis (hasta
1936 existió en Madrid
uno que yo conoci, en la por esta razón aún
llamada Red de San Luis. Especial mención merece en
Roma su betli­
sima iglesia. ornados sus attares con soberbios lienzos de Cara,oaggio).
En ta uni'Dersal nombradía del francés. aparte de primacías nacio­
nales. actuaron factores de orden cultural. que en la conciencia
co­
lectiva de la Cristiandad imprimieron hondas huellas de su persona­
lidad.
En clara diferencia con et santo rey de Castilla y León. cuya pro­
yección sufrió los efectos de cierta penuria de datos sobre su perso­
na. Poca cosa aparte de
inl!'Oitables menciones de sus empresas béli­
cas, y de su piedad, a
partir de la Estoria de Lucas de Tuy y de las
perentorias crónicas generales de la baja Edad Media. Por lo
demás,
tas comparecencias documentales del rey castellano se limitan a la se­
quedad textual de figurar firmando donaciones, cartas pueblas. reparti­
mientos territoriales,
indicativos -de sus desplazamientos y de su buen
hacer regio. pero 'Dados de referencias re'Deladoras de tos perfiles hu­
manos de su ser.
Muy diferente lo acaecido con San Luis, de quien at poco de mo­
rir circularon por Francia 'Oarias biografías exaltando. y con ejem­
plos concretos. detalles de su rica existencia.
La gloria del monarca
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debe no poco at especial pri'Di1egio que disffutó al mantener a su lado
un cronista excepcional y de altos 'Duetos. Nada menos que el seño,
Jean de Join'Ditle, como todos recordaremos, autor de una deliciosa
Vida de San Luis, por la frescura y plasticidad de su_ redacción, aun
hoy referencia obligada y en lugar de honor en todo manual de Hi~
torta de la Literatura francesa~
Obra en la que consta un dato expresi'DO de 1os sentimientos del
autor
respecto a su biografiado. Al confesar que muerto su rey y se­
ñor acostumbraba elC'Dar hacia él oraciones en un altar erigido a su
memoria en la capilla de su castillo de Champagne; Entregado a una
práctica dC'Dota surgida antes de la canonización del sujeto de sus
preces. Las
circunstancias concurrentes en la canonización de ambos san­
tos es episodio que de modo rete'Dante reitera la desigualdad de trato
o fJaloración que 'Dengo reseñando. Proyectado el pro'Derbio castellano
de que et que tiene padrinos se bautiza, las prácticas de ta curia 'Da­
ticana en ta materia suministran sólidos. moti'DOS para parafrasear
el adagio obseroándo en que at que contó con padrinos lo canoniza-.
ron. Y ningún padrino mejor que el padrinazgo de una orden retigiosa.
Promovida
su causa por la jO'Oen orden franciscana, a cuya Orden
Tercera perteneció San Luis, elC'Dándolo a los altares a los 'D_eintisiete
años de muerto y con celeridad notorta. Bonifacio VIII.
(Sirve de precedente. entre otros, el que aún se in'Dirtiera menos
tiempo. cuatro o cinco años. en la canonización de Santa Isabel de
Hungrla. reina de Turingia, otra ilustre perteneciente a la Orden Ter­
cera de San Francisco).
A estas
alturas. permitáseme; para con et respeto debido~ aludir
al
influ;o de contíngencias políticas en los procesos de beatificación
tramitados por ta Sagrada Congregación de Ritos. Cuestión en· la que
franceses y españoles contamos con ciertos motivos de reflexión, con­
frontados con hechos
tales como el que se tardaran más de cien años
en incoar los· primeros procesos a algunos mártires de la RC'Dotución
francesa, ·y el que durante los. pontíficados de Juan XXIII y Pablo VI
no· fuera posible -o con'Deniente- realizar diligencia tal,. respecto a
los mártires religiosos
en nuestra gue"a ci'Dil.
Retornando desde las beatificaciones a la canonización. ta diligen­
cia merecida por la de San Luis. contrasta con ta demora sufrida por
la del
rey castellano. decretada en 1671 por el ancianisimo Clemen­
te X. Bien es 'Derdad que en el tránsito del desde siempre apellidado
Femando III
el Santo. al rango de San Fernando, actuó una atenuan­
te, de consideración. Sucedió-que, como de antiguo ocuf'ria en otros
puntos de la Cristiandad, antes de ser canonizado en Roma, · el -pue­
blo rendia culto al
Rey Santo en 'Darios puntos de Andalucia.
Lo
mismo sucedió con la robusta dC'Ooción en el arzobispado de
Toledo a San Isidro Labrador, Santa Maria de la Cabeza, et culto his­
pano a la Inmaculada antes de ser declarado dogma en 1854.
Años despu'és se quiebra ,patéticament el paralelo entre los santos
reyes que hemos tratado de mantener. 'Disto el destino final '-de_ ·SUS
respecti'Dos restos mortales. Desaparecidos los det francés, con su
mausoleo, en 1793,
triturados al asaltar tas· turbas reoolucionarias de
los Sin Dios la abadía
de Saint Denis. Mientras et incorrupto cuerpo
de ·nuestro
Santo Patrón prosigue recibiendo 'Deneración, entronizado
desde su fallecimiento en la magnífica Capilla Real de la Catedral de
Sevilla,· y en el. co,:azón de los amigos y seguidores de Speiro.
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