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Número 299-300

Serie XXX

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Los orígenes del fin de la URSS

LOS ORIGENES DEL FIN DE LA URSS
POR
ALFREDO SÁNCHEZ BELLA
La sorprendent" mutación soviética· en los tres días decisivos
del pasado mes de agosto fue producida, inicialmente, por dos
hechos ttascendentales: el acuerdo histórico del Gobierno pola­
co,
en 1980, aceptando la existencia del Sindicato «Solidaridad»,
gracias al cual, diez años después, el electricista Lech W alesa era
el Presidente
de su país, cuya revuelta represent6 el comienzo
del
fin del socialismo estatista en Europa Centtal y la ímposibi­
lidad de la Uni6n
Sdviética de mantener la «carrera. de armamen­
tos» para conttarrestar la «guerra de las galaRias» auspiciada por
los Estados Unidos.
Fueron, pues,
Juan Pablo. II, el Papa polaco y Ronald Reagan
los dos motores fundamentales del vitaje en la historia del mundo.
A la vista de esos
acontecimientos, Andropov, bien aseso­
rado
por la KGB, plane6 un viraje ttascendental de la esttategía
soviética, que
en 1985 su fiel discípulo Mijhail Gorbachov ttat6
de llevar a feliz término, con la docttina de la «peresttoika», que
pretendía desmontar el viejo edificio comunista, fortaleciéndolo,
mediante
la «reesttucturaci6n», cuyo primer objetivo era elimi­
nar la gerontocracia mediante consulta electoral y la «glasnost»
o claridad informativa, para conquistar
la opini6n pública.
Debe reiterarse que ambas no pretendían destruir el comunis­
mo,
sino, al conttario, reforzarlo, ttatando de aplicar tácticas dis­
tintas a situaciones diferentes, sin desviarse del mismo
fin;
Ello exigía rejuvenecer los cuadros del Partido, dándoles ma­
yor eficiciencia y
proseguir la penettaci6n en todos los «países
hermanos»,
aplicando con destreza un sistema electoral apropiado
Verbo, núm. 299-300 (1991), 1165-1169
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para reemplazar los anquilosados cuadros dirigentes existentes
por otros nuevos,
más jóvenes, menos burocráticos, más ágiles y
flexibles, con mayor sensibilidad a las necesidades de los nuevos
tiempos. Y también con mayor capacidada profesional.
Ello les
permitiría ponerse en condiciones para negociat con Occidente la
limitación de
la carrera de armamentos, que se hacía insoporta­
ble sostener y la reconversión de su economía, que
exig1a una
pausa reorganizativa de, al -menos, quince años, para asegurar su
competitividad. Era la eterna táctica soviética impuesta por Lenin
en los albores del sistema: replegarse sobre sí misma y pactar
cuanto fuera necesario para
asegurar' la supervivencia, que tan
buen resultado les dio en otra ocasión crítica:, en 1940,
vísperás
de la Guerra Mundial. Tal es el sentido de. la «casa común euro­
pea» que auspició Gorbachov, según la cual fos países ricos de­
berían aplicar parte de las· riquezas acumuladas. en ayudar a· .sus
hermanos centroeuropeos a superar la aguda crisis económica en
que estaban inmersos.
Occidente aceptaba en
principio esa política, pero exigía ga­
rantías políticas para otorgar su ayuda; estos deseos chocaban
con
el muro de la gerontocracia, que se resistía a cualquier cam­
bio. El sistema -bien se ha visto-no podía modificarse sin
destruirse.
Cualquier leve flexión, incluso el maquillaje de las
formas, engendraba desconcierto, perplejidad y tensiones inter­
nas que ponían en riesgo la continuidad del sistema.
En cuanto se estableció una relativamente libre circulación de
personas entre los países satélites, una enorme masa de emigran­
tes intentó forzar las barreras fronterizas de la Alemania Federal
y de Austria. La «cortina de
hierro» cayó y el «Muro de· Ber­
lín» se desfondó porque Moscú lo permitió con su política de
«no intervención»· en asuntos interiores, que-anteriormente repri­
mió por la fuerza todo movimiento de protesta, lo mismo en Ber­
lín que en Praga, Varsovia o Budapest. Ahora los dirigentes del
Politbu±ó y el KGB nci veían eón desagrado estas convulsiones,
porque consideraban que jugaban a su favor para
a:celerar los cam­
bios, . que consideraban les liberaría de una pesada carga econó­
mi<;a, que cada día se iba haciendo más insoportable. Que fuera
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el Mercado O,mún Eu,rope9 quien ·resolviera :esa, crecientemente
conflictiva situació11. económica.
Hasta ese momento todo iba medianamente bien en el proce'
so evolutivo previamente diseñado, como no fueran las protestas
de los desposeídos y las
alarmás en su frente interno, cuyo. po­
der y situación de privilegio permanecían intactos.
Lo imprevisto fue que en cuanto la presióri policiaca cesó de
causar pavor
y no aplicó la feroz represión tradicional, el Partido
Comunista
y las fuerzas .. de seguiidad fueron • sorprendidos y · des­
bordados por dos factores imprevisibles nuevos: el poder de las
Iglesias, encabezando y dando sede en los templos a los masivos
movimientos de protesta, por razones éticas y morales, y la
ex­
plosión nacionalista antirrusa,. que reaparecía vigorosamente, ha­
ciendo añicos el internacionalismo proletario. Más que marxistas,
las nuevas generaciones
se proclamaban polacos, húngaros, che­
cos, eslovacos, rumanos, búlgaros. Ese fue el hecho diferencial.
El tercer gran suceso imprevisto en el planeamiento de · la
«perestroika» fue .la aparición en el interior de la Unión Soviéti­
ca de tendencias centrífugas, de tendencias separatistas, de cerra­
da oposición a cualquier centralismo, sobre.
todo de los países
bálticos, recientemente incorporados a la
·gran Patria rusa, a la
que no querían pertenecer. Tendencia sitnilar se manifestaba en
Moldavia, Georgia y
algún otro territorio, por idénticas razones.
En la propia Rusia aparecieron manifestaciones diferenciales,
frente a los territorios asiáticos musulmanes. El monolitismo del
estado soviético era otra farsa. El último imperio colonial empe­
zaba a desmoronarse.
Ello alarmó definitivamente a ·la «nomen­
klatura» soviética. El KGB, el PCUS y las· Fuerzas Armadas no
podían consentir esta diáspora y permanecer cruzados de brazos.
Había que hacer algo para
im¡x>ner la ley y el orden tradiciona­
les. Pero era demasiado tarde
..
La actitud de Gorbachov en este ptoceso ha sido ambigua,
equívoca,
oscilante, dando dos pasos adelante y uno atrás. Quiso
ser leal a sus orígenes,
fiel a sus principios, pero las necesidades
Je imponían seguir otra ruta. Ha ido sobreviviendo por el respal­
do occidental, venciendo enormes .resistencias. Pero su posición
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dubitativa no podía sostenerse, porque era falsa y por ello des·
contentaba a todos. Y no resolvía nada, mientras complicaba
todo.
Cuando se advirtieron síntomas de disgregación territorial,
la oposición
se extendió y los poderes reales de la Unión Soviéti­
ca se endurecieron. No estaban dispuestos a ceder, sobre todo el
Partido
y la KGB. La disciplina militar empezaba a cuartearse.
De
ahí la aparente confusión del sistema.
Un día aceptaba los principios de la
economía libre de mer·
cado, otro reconocía la superioridad de las empresas privadas, al
siguiente daba marcha atrás, para ahogar las críticas de su frente
interno, aceptaba la salida de sus
más estrechos colaboradores,
como Schevardnadze, para incorporar a hombres con ideologías
radicalmente divergentes, se resistían a abandonar sus compro­
misos con Cuba porque así lo exigía el aparato militar, no
abor­
daban en serio la modificación del enorme complejo industrial
militar,
que seguía produciendo en serie tanques, aviones y bar­
cos de guerra, sin querer reconvertirse y ponerse al servicio de
las necesidades de la sociedad civil.
Todo era hablar, prometer pero sin que en
lo sustancial nada
cambiara. Porque el sistema era pura táctica, simulación,
manio­
bra diversiva, disuasoria, pero sin atreverse a abordar ningún
aspecto sustancial del Estado soviético, ni el económico, ni el
político, ni el social.
Sólo se permitieron algunas libertades de
prensa y opinión, aunque
ni los nuevos partidos, ni las eleccio­
nes pudieran ponerse verdaderamente en marcha.
Para colmo, Gorbachov no
es un experto en cuestiones eco­
nómicas, sigue sin saber que el rublo, al menos en diez años,
no puede ser convertible, que la economía tiene que caer
tddavía
mucho más hasta ponerse en condiciones de volver a empezar.
Con todo ello, la situación fue haciéndose cada
vez más tensa y
el consenso más lejano.
Los hechos que decidieron el golpe de agosto fueron: el in­
tento de Yeltsin de neutralizar al ejército, retirando los comisarios
del PCUS de
las Fuerzas Armadas, la preparación de un Tratado
de la Unión,
cuya firma estaba prevista para el día siguiente al
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golpe y los intentos de reformar la estructura tradicional del Parti­
do, dando paso al pluripartidismo, acaso al plurisindicalismo. Cier­
tamente debe reconocerse que hechos tan trascendentes no po­
drían realizarse sin tener qi.¡e hacer ~te ca enorm~ ~tértcias.
Era un suceso inevitable qué e¡i repetidas Qcasíones . --y por
figuras de máxima responsabilidad-ya había sido anunciado. .
La a.ctitud de Got:bachov ante los:il>lpistas, sus camaradas más
fieles; llatnaclos por él mismo a las máximas posiciones de gobier~
no, queriendo evitar lo inevJ.table,. fue. igualmente ambigua. Sin
duda,
conocía el golpe .. Y · aunque no lo . respald6, tampoco se
opuso abiertamente a
él ... Desde ése instante tema perdida la par­
tida. Su autoridad y credibilidad cayó a los niveles más bajos.
Y eltsin, más enérgico y más audaz, ocupó el puesto que él no
supo defender, por falta de reflejos y de análisis objetivd de la
realidad. Una nueva revolución se
había puesto en marcha. Tiene de
común la oposición al marxismo
y al centralismo burocrático. La
Comunidad de Pueblos soberanos empieza penosamente a surgir
del caos. La utopía leninista ya no es creíble. Carece de virtuali­
dad para las nuevas generaciones. Una nueva situación, cargada
de peligros e incertidumbres, empieza a dibujarse en lontananza.
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