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Número 299-300

Serie XXX

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La expresión del amor en San Juan de la Cruz

LA EXPRESION DEL AMOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ
POR
MANUEL MARTÍ SÁNCHEZ (*)
Entréme donde no supe.
Como se repite tantas veces, todo mensaje encierra un miste­
rio, un algo incomunicable, que trasciende lo contenido por las
propias palabras. Una de las causas fundameutales de que así
ocu­
rra provieue de la conexión existeute eutre meusaje y el mundo
personal de quieu
lo emite. «Los límites del leuguaje ( del único
lenguaje que
yo entieudo) -dice una conocida cita de Wittgeus­
tein-se refiereu a los límites de mi mundo». Por su especial
naturaleza, el misterio en los mensajes poéticos se acentúa; si en­
cima su autor es un santo, que habla de sus experieucias con Dios,
ya puede imaginarse lo cauto y humilde que se ha de ser cuando
se pretende acercarse a su obra. En la poesía de San Juan, «todo
es lo que es y mucho más» (J. Guillén).
El método que
aquí seguiremos es el que aconsejaba el viejo
Schleiermacher: historia, esto es, lo que aporta la ciencia filoló­
gica; y adivinaci6n, adivinación como sentir-con, com-penetrarse,
sin-tonizar.
l. PLANTEAMIENTO
El título de este ttabajo -seguramente, lo mejor de él­
me va a servir para estructurarlo.
Lo primero que se ttatará será la expresión utilizada por San
Juan de la Cruz para manifestar su amor. Seguidamente, hablaré
del amor tal
y como aparece en el carmelita, y compararé ese amor
--el amor a Dios--con el otro, el amor profano. Finalmeute, apro­
vechándome de
la ambigüedad del titulo, la expresión del amor,
meditaré muy brevemente acerca de que también el amor habla
(*) l. B. «Orcasitas», Madrid. Universidad de Alcalá de Henares.
Verbo, núm. 299-300 (1991), 1203-1213
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MANUEL MARTI SANCHEZ
por medio de San Juan. Para ello, me apoyaré en la idea heideg­
geriana del
lengua¡e del ser.
2. LA EXPRESIÓN
Por las lógicas limitaciones, de los medios empleados por el
santo para manifestar sus vivencias de amor, me voy a ocupar tan
sólo del más famoso: su poesía. Dejaré pata mejor tiempo los
importantísimos comentarios y sentencias. Y lo que más siento,
tampoco tocaré los medios de expresión sanjuanistas más priva­
dos; pienso especialmente en el silencid. Rasgo fundamental de
la personalidad del santo y sobre cuyo valor comunicativo toda
insistencia
es poca. Ya lo dice Ortega: «Si se quiere, de verdad,
hacer algo en serio, lo primero que hay que hacer
es callarse».
Centrémonos
ya en su poesía. Quien pasa por ser «el poeta cla­
ve, el Poeta, con mayúsculas, el núcleo de la tradición poética es­
pañola» (J. A. Valente), fue un escritor breve, cuya producción
se condensa, además, en muy pocos años, los que van de 1578 a
1586. Ciertamente, algunos escritos suyos
se han perdido, entre
ellos unas canciones que compuso muy joven, en Medina, en «agra·
decimiento de la merced que le había hecho el Señor en hacerle
digno de entrar
en dicha religión [la carmelitana] bajo el amparo
de su
Santísima Madre»; pero lo esencial de su obra se conserva
y ésta resulta poco extensa.
Poeta poco prolífico, pero
poeta. Esto plantea una importante
cuestión:
¿ qué lleva a este fraile, con una sólida formación teoló­
gica, con treinta y seis años ya, poseedor de una personalidad poco
dada a veleidades, a componer
poesías? ¿ No hubiera sido más ló­
gico esperar únicamente d:.e él cartas, instrucciones, tratados mo·
rales y teológicos ?
La perplejidad que encierran estas interrogantes se desvanece
grandemente si
se recuerda que entre las primeras carmelitas des­
calzas existía una gran afición a las coplas, sencillas composicio­
nes que ellas mismas componían y cantaban. Esta
.afición, propia
de un .ambiente de altísima espiritualidad, trascendía los
limites
de los palomarcicos .. Nos consta que del severo San Pedro de Al­
cántara brotaban cánticos. Hasta el propio hermano del santo,
Francisco, analfabeto, componía cantares como éste:
«El Señor
me crió
y también
me redimió:
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LA EXPRESioN DEL AMOR EN 'SAN ÍuAN DE LA'· Civz
y quiéreme él,
.
y quiérole yo».
Por tanto, las poesías de San Juan no sorpenden, se inscril,éri
en latradici6n carmelitana: en la que éstas etán.naturales y se apreC
ciaban mucho. · ·· . · · ·
Sin embargo, no es suficiente, hay que seguir profundizando
sobre las causas que le llevan a la poesía. A este res~to, queda
desechada esa motivaci6n tan humana éle la vanidad,. de. la bus'
queda del éxito y el. aplauso de los demás, o de la simple imí:O.:
satisfaccl6n. La vida de quien tuvo como norte la ctuz, la humilla­
ci6n ; la vida de
quien poco antes de morir escribía estas palabias:
«Yo s6lo deseo que la . muerte me ericueritre en un lug! aparta­
do,
lejos de todo trat1> con los hombres, sin hermanos de hábito
a quienes dirigit, sin alegrías. que me. i:onsuelen y atorrhentádó de
toda clase de penas y dolores»,
nos autoriza a rechazar esta raz6n.
y eso que se trata de un autor, .. con: unas cualidades artfsticás in­
natas y
al que le preocup6 siempré la perfecci6n formal de sus
escritos, como prueban las versiones realizadas del Cántico Espi-
ritual y de sus Comentarios. . .
La raz6n fundamental argjiida para explicar el quehac~ pói
tico de Sari Ju,¡n es apo~t6lica. SanJµan escribe p~a ayudar a ótras
almas, en concreto
a las directame,¡té vinculadas a él.. E. Steinlo
dice muy bien: «lo que él pretendía.era"llevar de la mano", com­
pletar.con sus escrito¡; su lapord,;, J:?ireg:or de almas». Qt¡e.et'\11
una buena ayuda para lás almas ~é comprueba por el númem de
copias existentes desdé el principio eri los _distirifos coriventqs de
cart11elitas y sacadas con ~rmiso de San Juan. «Lejos de set un
respiro del alma -'-dice él P. Lucieri Marie--Jos póem~s del san­
to eran uno de sus
medios de .direé!:icSn qµe rivalizai>an, si es que
nó los arrastraban hacia ellos, con
los billetes que dforon lugar a
sri~. sentencias ésp~ttíáleS~. ·.· __ . . . . ·-." ·-. ,· .. ·.·-. · -.. : .. ·
Un testimonió de sueficacia.lo ofrece eU:aso de AtJa de San
Bartolonié.
Se erici>ntrába esta mónjitá en el _coro llena de oscÚra
angustia y pára aliviár su coraz6n, «q1;1e estahá,\:0111() hambrieritoy
desfallecido de su debilidad»,' se puso a repetir .esta estfofu, que
dice
así: · · · · · ·
«¡ Oh, cristalina. fuente, · . · .··· ....•
si en esos tus semblantes p4teados .
.
formases .de repenié . , ,
los ojos deseados. . . ¡: . . ·.. .··
que· tengo en mis entrañas dibujados!'».
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fl{ANUEL MA.RTI SANCHEZ
Estamos, pues, ante el fin que justifica la decisión de San Juan.
No obstante, podemos seguir indagando
con el propósito de en­
tender mejor esta decisión de recurrir a la poesía. Esta nueva in­
dagación nos conduce a meditar sobre la poesía y su naturaleza.
¿ Qué es la poesía? ¿ Qué le ofrece al santo de Fontiveros?
'La poesía supone un liberación. «Escribir (contar) -piensa
Borges (apud J. Rodríguez Padrón, Tentativas bargeanas, pági­
na 3 3 )-es una operación liberadora, a través de la cual la me­
moria puede despojarse de sus obsesiones, dejándolas que escapen
hacia los nuevos territorios alumbrados
por la palabra».
Nci hace falta compartir de forma completa las teorías de Freud
ni del psicoanálisis sobre
la literatura o el arte en general, para
creer que el hablar supone una liberación y, muy fundamentalmen­
te, cuando
el hablar es poesía. Sabemos de San Juan que, a veces,
las emociones experimentadas eran tan poderosas que apenas po­
día soportarlas. Ento11ces, qué circunstancia más ndrmlll que expre­
sar' alguna vez, aquello que ardía en el corazón. y cuando se habla
de lo que arde en
el. corazón es difícil no acabar en la poesía.
Pero la poesía
.es algo más. Como machaconam.ente se repite
en España desde
los años cincuenta, la poesía es medio y expre­
sió11 de conocimiento: «La poesía es, simultáneamente, una ma­
nera de. api<;hender la realidad y' una manera de expresarla. En
ese sentido ~s ·un conocimientO y, al mismo tiempo, un arte.
Aclaro: no es un conocimiento científico ni filosófico. Sin embar­
go, el que no sea ni ciencia. ni filosofía, no le quita dignidad ni
veracidad al conocimiento poético. Es e! otro conocimiento, el
tercer conocimien_to. El tercero o el primer<>, no sé» (0. Paz).
No
pu~o insistir sobre esta idea en abstracto. M. Zambrano
habla de la
.raz6n poética, y J. y R; Maritain, de la poetica scien­
tia; sólo recordaré dos.versos de V. Aleixaridre: «conocer no. es lo
mismo que saber» y «conocer es anutt. Saber, morir». V~yamos
ya a la situación concreta de Sari Juan. ~u.problema es el de todtJ_
místico: la. comunicación de lo que es por · defínición incomunica­
ble, inefable:
«¿ quién podrá escribir ,-se pregunta--lo que a las
almas amorosas, donde El mora hace entender? Y, ¿ quién, final­
mente, lo que las hace desear? Cierto, nadie lcqmedi:. Cierto, ni
ellas mismas, por quien pasa, lo pueden». ·
Para resolver este dilema, acude a la poesía. A esa poesía ins­
trumento de
conocimiento, a esa poesía que «está siempre del
lado de allá», como dice J. Bergamln, aunque en el caso que nos
ocupa
se trata de una poesía que está más allá del lado de allá.
Considerando con
más detalle estas virtualidades de la poesía,
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LA EXPRESJON DEL AMOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ
podemos destacar dds factores ~ciales de ésta, que San Juan
manejará genialmente. Son el
súnbolo y el significante.
El símbolo resulta elemento clave en ese fin que persigue San
Juan de
la Cruz de contar aquello que «ni el ojo vio, ni el oído
oyó,
ni vind a la mente del ~o,tllb,e». El _ sín¡oolo constituye un
intento de nombrar esas realidades inefables
p -esos aspectos ine­
fables de ciertas realidades,_ por m~o de palabras usadas normal­
mente para designar entidades de carácter mateti¡tl. Esto_ se apoya
y conduce a su vez al establecimiento de una relación de semejan­
za. Así, se consigue no sólo dar un nbmbre a la realidad espiritual
----11specto fundamental para empezar a existir algo en la concien­
cia
humana-, sino también proporcionar una visión/interpreta­
ción
de esta realidad, un ver cama, que dirían Husserl y P. Ri­
coeur. Así, la unión con el Amado es:
«La noche sosegada
en par de
los levantes_ de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que
recrea y enam.ora».
Gracias a este nombrar del símbolo, la realidad representada
por
él vuelve a nacer o nace, se yergue _ante nuestros_ ojos de una
forma
inesperada, nueva. Además, como acaba de sugerirse, el .sím­
bolo aporta una int-erpretación, a menudo paradójica, que en San
Juan maravilla por su profundidad.
l.ps símbolos en él desean,
san en una conexión, que oo sé en: qué medida puede llegar a en­
tenderse del todo, entre lo más sublime y lo más profundamente
terreno. La herida de amor
es una regalada llaga, una llama de
amar viva,
un_ cauterio suave; la presencia_· de Dios, «el aspirar de
el
ayre, / el canto de la dulce filomena», «el aire de la almena».
La unión es representada a través de la unión hombre-mujer en
sus aspectos más delicados
y hermosos:
«el
róstro recliné sobre. el Amado
ces6 todo, y dexéme,
dexando
mi cuidado
entre las azucenas olvidado».
-
El segundo factor poético esencial en este expresar lo inexpre­
sable es el tratamiento de lo que los lingüistas llaman el signifi­
cante,
es decir, en un sentido amplio, el mundo de los sonidos.
Para entendernos, en
poeyía éstos no sólo sirven para distinguir
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MANUEL MARTI SANCHEZ
palabras; la /p/ no es únicílménte· aquello que permite, por o¡»
sición a/b/, distinguir poca de 'boca. En poésfa, los sonidos trans·
miten su propia significación. En este fenómeno, ocupa un lugar
fundatnental lo que, genéricamente, se conoce como el ritmo. Este
se enfrenta, con frecuencia, al propio contenido de las palabras,
que
puede quedar alterado, oscurecido o, incluso, anulado, en be­
neficio dé esa otra significación que aporta el significante. A este
último extremo,
propio de textos fuertemente irracionales, no llega
San Juan;. en él, el significante, en armonía con el significado de
sus palabras, sirve de elemento Íritensificador y exaltador de éste.
Fijémonos en esta lira del
Cántico;
«Mi alma se a empleado,
y todo mi caudal en su servicio ;
ya no guardo ganado,
ni
ya tengo otro officio, .
que
ya sólo en ámar es mi exercicio».
Su segunda parte, la correspondiente a los tres. últimos versos,
rompe un
poco con la primera, así como con las estrofas inme·
diatamente anteriores (25-26-27), todas ellas más suaves. En estos
tres versos
se observa un cambio; ya no se trata sólo de descri­
bir un estado, caracterizado por la dulzura y la paz, está también
avisándose de que algo ha terminado, la vida anterior, en la que
se
hadan otras cosas además de amar. Pues bien; ese afán de dejar
sin dudas lo que se ha elegido para siempre, coincide, en cada uno
de
los tres versos, con un comienzo similar, desde el punto de vis'
ta del significante; un comienzo marcado por el énfasis y carac­
terizado por sonidos en los· que se halla presente un rasgo «fuer-
te»: la oclusividad. • ·
A la vista de este sencillo ejemplo, puede concluirse qrie la
poesía de San Juan no es para ser leída nierttaltnente, sino reci'.
tada o, mejor aún, cantada. El Cántico, su propio nombte lo dice;
se cantaba en los conventos de carmelitas antes de que se compu·
sieran los
Comentarios. Santa Ter!e!'a gustaba mucho de poderlo
hacer. Esta característica de
la poesía del santq es, en realidad,
de toda o
casi toda la poesía. Auden ya definió la poesía como
«un dicho memorable».
3. :EL AMOR
En una famosa cita, Jorge (~uillén San Juan (..:) no significan tnás que amor, embriaguez de amor».
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LA EXPRESION DEL AMOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ
En efecto, toda su poesía es únicamente eso, amo~; pero no sólo
su poesía, toda
su vida viéne · dominada por esa pasión. Sü litera­
tura, que
exptesa amor y ella misma es un ·~to de amor no es
más que una parcela de la vida de ese hombre que escribió esta
sentencia terrible: «A la tarde
te examinarán en el amor».
En ocasiones, es muy aconsejable,, cuando tino se enfrenta ante
ciertas
tareas, dejar en suspenso momentáneamente todo lo que
«sabe», todo aquello de lo que se está muy
seguto, y encaminarse
ante el misterio que se
·nos alza con· una actitud lo más inocente
posible. Consiguientemente, olvidemos lo que sabemos ( datos bio­
gráficos,
Comentarios, Sentencias ... ) y aptoximémonos «fenome­
nológicamente a
la imageri del · amor que se desprende de su
poesía.
··. . · · ·
¿ Qué se desprende? Pues, naturalmente, muchas cosas, pero,
para
nuestros intereses, lo primero· que se contempla es· que la
poesía de San Juan presenta imágenes, expresiones que recuerdan
las· de la poesía amorosa profana· cuando ésta -'-"detalle muy im­
portante-alcanza los momentos de mayor intensidad· y plenitud.
Así, tambiéo en la
poesía profana· se habla de· llama y de abra­
samiento:
O de volar:
« lo soi la mariposa
que nunca paro
hasta
dar en la llama
donde me abraso»
{Poplllatr,
«Sólo quien ama vuela, Pero, ¿quién ama tanto
que
sea. como el ¡,ájaro más leveyfugitivo?» (M. Hemández)
O se le pregunta al ser amado <;lón<;le se halla:
«¿Dó
están. agora aquellos claro·s ojos
que llevan tras
sí, como colgada, '·. '
mi alma, doquier que ellos s1: volvían.~
¿Dó está la blai:ica ma,no delicada.,;» (G,,,rcilaso)
Del mismo modo, én la: poesía profana se deva el amor, tam­
bi.éo en estos instantes de máxima exaltación, a una categoría: ab­
soluta. Recordemos. el inolvidable «Cerrar . podrá mis ojos»,. de
Quevedo, o estos trµ-badores versos de ~ira Agustini:
«¡Oh Tú, que
ine atrancaste a la t.orte más fuerte,
Que alzaste suavemente la sombra como un velo,
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MANUEL MARTI SANCHEZ
Que me lograste rosas en la nieve del alma,
Que
me lograste llamas en el mármol del cuerpo ;
Que hiciste todo un
lago con cisnes; de mi lloro ...
Tú que en mí todo puedes,
En mí debes ser Dios!
De tus manos yo quiero hasta el Bien que hace mal.. . ».
Estas semejanzas, y algún otro hecho como la falta de referen­
cias religiosas expllcitas en los
tres grandes poemas sobre todo,
han conducido a algunas lecturas de la poesía sanjuanista en las
que ésta se ve como poesía amorosa sin más, sin referencia alguna
a Dios. Un ejemplo reciente de este tipo de lectura es el-~­
clonado por la obra de J. C. Nieto, San Juan de la Cruz, poeta del
amor profano
(San Lorenzo de El Escorial, 1988). Este autor sos­
tiene, por ejemplo, que la Noche .«no es una poesía religiosa, sino
profana y secular», que
el amor que en ella aparece es «canto y
exaltación de la carne y el amor profano».
Naturalmente, estas opiniones son un disparate. Pero,
no nos
precipitemos
y veamos la cuestión con la frialdad que se aconse­
jaba al principio; confiemos alguna vez en la propia fuerza de la
verdad. Es cierto que entre la poesía de San Juan y
la profana existen
similitudes como parcialmente se ha
podido comprobar. Las cau­
sas de estas similitudes se hallan en que entre el amor a Dios y el
amor humano hay relaciones:
l. Ambos amores persiguen idéntica meta: el absoluto. Mar­
cados por esa infancia en que
lo éramos todo, buscamos el abso­
luto (de paz, felicidad, placer, libertad, protección, verdad, estima,
eternidad, bien).
El hombre lo persigue por diversos caminos; sin
duda, el amor es la vía más verdadera. Desde esta perspectiva,
pueden
acePtarse estas palabras de López Aranguren: « [El Cán­
tico es el poema de] la unión de amor ( ... ) El Cantar de los Can­
tares era un poema sobrecargadamente sensual. El Cántico no es
sensual, pero es en cambio profundamente erótico ( ... ). En otro
lugar he escrito sobre
la "mística" intrínseca al hecho erótico ( ... )
A través del
sexo y de. la unión sexual, vivida en toda su hondu­
ra, hay
una. búsqueda, un afán de Absoluto, de trascendencia del
finito
yo y, .en sentido. amplio, de religiosidad mística». O estas
otras de
J. Marías: «la forma primaria de amor, de la cual hay que
partir
para entender todas las demás ( ... ) es el amor entre hombre
y mujer». Retengamos esta última
.cita porque enlaza con lo que
voy a decir seguidamente.
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LA EXPRESlON DEL AMOR EN SAN ÍUAN DE LA CRUZ
2. El amor divino no es el amor humano. Oertamente, pero
las semejanzas que entre uno y· otro existen permiten que puedan
servir de modelo recíprocamente: el amor entre hombres, funda­
mentalmente entre hombre y mujer, sirve de modelo al amor
entre el hombre y Dios;
y, a su vez, es imagen, imperfecta, muy
imperfecta, del amor divino, que le sirve de arquetipo.
Si esta idea es cierta, resulta muy lógico que los místicos con­
tinuamente hayan hablado de unión y de matrimonio pata referir­
se a sus experiencias más sublimes. «Mi Amado -escribe un mís­
tico hindú-me ha hecho su esposa y ha colmado el fuego de mi
corazón. Hice bien en invitar a. mi Amado, pues así ha conocido
que la
paz y la felicidad están en ·El». El mismo Jesús Se refirió a
sí mismo alguna
vez llamándose «esposo». También resulta muy
comprensible, pensemos en
el Cantar· de los Cantares, que «en
todas las literaturas primitivas y
en la literatura oriental el amor
humano es el que simboliza el amor divino» (C. Cuevas).
Así, pues, en estas relaciones entre amor profano y divino
es
donde hay que ver las semejanzas de la poesía del santo con la
otra poesía amorosa, semejanzas que se hacen presentes ya en la
propia creación
poétip1, a través del manejo -directo o indirec­
to--- de
San Juan de fuentes profanas, y de la utilización de los
versos suyos por autores posteriores
para la expresión
del· amor
humano.
Y justamente es en las diferencias entre ambos .amores donde
radican las diferencias
de las dos poesías que estamos contrastan­
do. Desde luego, hablar profundamente de tales diferencias excede
de
mis capacidades; sin embargo, algo hay que decir. Para ello,
me acOgeré a una frase del Evangelio, que cito de memoria: «Por
sus frutos los conoceréis».
En efecto, el amor tal y como se manifiesta en San Juan es
un amor absoluto, tomando este adjetivo en un sentido bastante
«absoluto». Este
amdr sólo .conoce la insatisfacción -pasajera­
de no estar con el amado o la tristeza de verlo solo y sufriendo,
como en el precioso «Un pattorcico, solo, está penado». Fuera de
eso, todo
es felicidad plena.
Frente. a esta situación, en la
poesía en la que se e.anta el
amor humano, a
pesar de. los momentos de mayor exaltación, la
frustración ante
la imposibilidad de ha.llar lo que se busca, siem'.
pre está presente. «Echamos las redes de los cinco sentidos ! pata
apenas sacar el beso de la espuma» (Gonzalo Rojas). Esta frus­
tración
es la que llevó a C. Pavese a decir estas palabras conmo­
vedoras: «Uno no se mata por "una" mujer. Uno se mata porque
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MANUEL MARTJ SANCHEZ
L_1D. amor, _cualquier amor, n~ revela nuestra desnudez, nuestra mi~
. sena, la ruida»: O CÓildujó a L,' Cemuda, ante la fugacidad del runa-
do, á desear h~bit(J1' · · · · · · · ·
«En esa gran región donde el runor, ángel terrible,
no esconda Conio acero · ·
en mi pecho su ala, ' ' .
· sonri.endo llen.o de gracia aéf,:,¡ mientras crece el totll)ento».
·
Otra nota del amor manifestado en la poesía de S,¡n Juan es
~u autenticidad. Sus palabras de amor son· verdaderas; primero,
porque son sinceras, lo
expresado coincide con lo vivido; si al­
guien abriga dudas, que acuda a su biografía. Segundo, porque no
son una mera coristrucción de la subjetividad, tienen un referente
externo, real: Max Picard (Le inond~ du siknce, París, 1954) dis­
tinguió el lenguaje·
que nace del silencio y muere en él, en el que
las palabras poseen, que diría Heidegger,
un valor 6ntico; y ese
otro lenguaje nacido del rumor, del rumor de
otras palabras, do­
minado por la inautenticidad y los tópicos. Sin duda, la poesía
san)uanista pertenece al
'lenguaje nacido del silencio. · ·
• .
En cuantd al lenguaje del· runor profano, sabemos por expe­
riencia la falsedad que siempre se
deme ·en torno a él, como en
aquellas palábras de Goneril y Regan a su padre, el rey Lear, an­
tes de repartir la herencia
de su · reino. Esta mentira del lenguaje
amoroso
ha sido muy bien captada por escritores como J. A. Va­
lente o C. J. Cela, en La Colmena, y es la que hace pensar al ve-
nezolano Juan Liscano en: · · ·
«Cuando mueren
por un instante
las palabras que tanta muerte dan a
la vida
cuando descubrimos el actor que somos
· y lo exponemos
despojadd
de sus trajes crepusculares ... ».
· En fin, aunque la argumentación haya sido apresurada, parece
que pueden rechazarse estas interpretaciones que asimilan, sin más,
la
poesía de San Juan a la erótica, y ello sin acudir a legítimos
argumentos externos
(biografía, composiciones poéticas menores,
declaraciones), sólo por las evidencias que suministran una y otra
1írica. · --·
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LA EXPRESION DEL AMOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ
4. LA EXPRESIÓN DEL AMOR (EL AMOR TAMBIÉN HA!ILA)
Seré muy breve. En el apartado anterior se mencionó el valor
óntico de las palabras del santo, y a Heidegger, inspirador de esta
idea. El filósofo
alemán, en 'esta !fuea; ha hablado del lenguaje del
ser,
del lenguaje como casa y mansión del ser, reflejo d¡:l ,mensaje
que transmiten las cosas mismas. Para Heidegger, toda palabra
-auténtica-(das Wort) es ya una respuesta (die Antwort). Pro­
fundizandp, .eQ lo expµesto por· el ,ilemáp, lo flue li: Uev~ ,l\· supe~
el nivel de las propias cosas, J. L. Borges escribió: . .. ,
«Todas las cosas son palabras del .
Idioma en que Alguien o Algo, noche y día,
. Escribe esa infínÍta algarabía .
Qué
es la historia dd mundo: .. ».
Conteinplados los hechos desde esta ¡,ei:spectiva, Ios escritos
de San Juan adquieren 'un.á dimensión exttaórdinaria; ya i:io son
sóló
las palabras de un hombre; 'que habla dé· su amor, sino que
también son las palabras de
· ese mismo amor. Cim ello, el ideal
de
i:odá lectura, el encuentro dé dós almas, se amplifica con l,i pre-
sencia de im tercero:
el Anior. ·
5. CONCLUSIÓN
No sé lo que l)Cnsarán los que hayan tenido la paciencia de
seguirme hasta el final, lo que a estas alturas párece ardua ,em¡;ré­
sa ; el caso es que iue gustaría que estas palabras hubieran. podido
servir
un poco para que en todos nosotros se operara lo sucedido
al humilde
Diego de Jesús, el enfermero que asistió a San Juan
en sus últimos momentos.
El sencillo y rudo hetmano -como re­
construye maravillosamente L. Rosales (El sdbpr del. milagro. Un
alma pobre y sencilla}--consiguió pór fin coínprender al santo.
El lo logró tras .oír a su enfermo aquello de: «Porque en gloria y
servicio de, ini Dios tengo que ir esta noche a cantar los maitines
en el cielo».
¿ Qué . encerrarlan para San Juan aquellas palabras?
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