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Número 299-300

Serie XXX

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La metamorfosis del derecho de familia

LAS METAMORFOSIS .DEL DERECHO DE FAMILIÁ
POR
ANGEL MARTÚ Conferencia celebrada en la Cámara de Comercio de Medellín (Colombia),
el
26 de abril de 1991.
En tomo a .los aledaños del año 30 anterior a nuestra· ern,
724 de la fundación de Roma, escribía Horacio (1 ):
Damoosa quid non inminuit dies? ·
aetas parentum, peior avis, tuJit
non
nequiores, mox daturus
progeniem
vitiosiorem.
Cuando inquiere que no será capaz de degradar el tiempo .des­
tructor, se consuela con reflexio11ar que si bien la generación de
nuestros padres era peor
que la de nuestros abuelos, se ha hecho
nacer en nuestros hijos una maldad, que quiere dar lugar a una
posterior más mala todavía. Ciertamente, en la medida. en qqe
las sociedades van adquiriendo su mayoría de edad, se constata
también que va deshaciéndose de las trabas morales, se despoja
de afectds y atributos subjetivos para plasmar en las regulaciones
normativas, cada vez más difundidas,
el criterio que supla a las
relaciones entre los
ho¡nhres. El dilatar .los· ámbitos de la familia
mediante el Derecho, supone el
.confesar en la mayor parte de las
veces la superficialidad y temporalidad ocasional
de la conviven­
cia. Contra esta corriente prevenía Pío XII ( 2) cuando decía que
as! como una familia particular no es la simple reunión de sus
individuos
bajo un .mismo techo, tampoco la sociedad ha de ser
la simple suma de las.-f.-ilias que. la .. integran, porque esto no
es más que la aceptación de un fenómeno cortical que sólo es
operante cuando aparece anitnado1. de lo que el mismo Pontífice
(1) Carminum, III-645,
(2) Familia y sociedad, D. 20 de septiembre
de 1949, núm. 7. ·
Verbo, núm. 299-300 (1991), 1295-1344 .¡295
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ANGEL MARTINEZ SARRION
llama el esp!ritu familiar o voluntad de reforzar los lazos de so­
lidaridad.
La familia no es mera creación de la naturaleza para intentar
suplir las carencias individuales del hombre, ni tampoco encuen­
tra su origen en una producción social, para dotar
.de . mayor
eficacia a
las actuaciones · huirtanas por · la unión o concatenación
de fuerzas. Ni el estado de naturaleza roussioniano postula la
libertad, ni la vida agrupados encadena al hombre, reprimién­
dolo en
sus facultades. La familia. no es algo que viene impuesto
por motivaciones de desarrollo
y pervivencia, sino que constituye
el remedio más genuino al desamparo metafísico del hombre
surgido por la realidad insoslayable
del pecado original. Es el
mecanismo de resistencia para dejar de ser «marionetas de los
dioses, creados como juguetes de ello:s» (6aüµa ¡.tE\I éxaato\l i:qni
Eoov Oelov, t(n che; xa('fYlOY axmoov.) (3 ).
Frente a las• teorías socializan.tes; que amparan la familia en
cuanto materia amorfa que sirve de aglutinante para los postu­
lados sociales, la norma adecuada
es la exaltación del hombre, no
en cuanto animal social, sino en la medida
· en que se profundiza
en su esencia y
se proclama su grandeza como culminación de
un proceso creacional:
el hombre en su dimensión familiar, como
formulaba en interrogantes San Agustín: quaeramus igitur quid
sit
homine melius ( 4 ), o sea, que ningún bien es superior al
hombre, por lo que hominis enim salvanda est humanaque so­
cietas instauranda;. es la persona del hombre la ·que hay que sal­
var;
es la sociedad humana· la que hay que renovar (5). Y no
cabe la menor duda
que el instrumento más adecuado de per­
fección del hombre es la familia que, a su vez, sirve de estímulo
y acicate para instaurar la sociedad.
Se ha dicho que el mundo de la técnica ha despláZádo al
mundo de los valores morales. Los criterios de utilidad
se abren
paso violenta e incruentamente frente a Jos de acogimiento y
de­
voción. La sociedad despiadada desprecia la experiencia del hom­
bre, agigantando el relevo
d.e las generacior¡es. Al par que se
dilatan las fronteras de la edad, se adelanta la jubilación para
que puedan ocupar sus puestos los medradores y los mediocres,
gentes
metiqás a chamarileros de la cosa pó.blicá, adocenados e
inservibles para lo que no sea el bienestar personal y su egolatría.
Verdadera
basura mental que sólo cede su primada. a su ausencia
(3) PLATÓN, Las Leyes, v. 644.e.
(4) De moribus ecclesiae catholicae et de moribus manichaerum, 1-4-6.
(5) Gaudium et spes. Constitutio pastoralis de ecclesia in mun_do huius temporis, 3. ·
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LAS METAMORFOSIS DEL DEJtECHQ. DE FAMILIA
de virtudes morales. Son los epígonos de la barbarie que, paladi­
nes de una regeneración para
lo malo,. conducen a pasos agigan­
tados a _nuestra civilización. cristiana hacia el ocaso. Son los
depredadores de la familia y del hombre. Los descubridores de
horizontes romos, que pueden alcanzarse con la mano y que están
cerrados a toda
esperanza. Vuelta su mirada a escudriñar un
pasado infausto respecto al que -se consideran albaceas o malme­
sores: porque, ciertamente, mientras el hombre permita anidar
en su corazón
al mal; no deja de ser algo familiar de todas las
épocas las estampas
-que atemporalmente reflecta lsócrates ( 6 ):
¿ Acaso nos hallaremos muertes de hermanos, de padres y de
huéspedes e;ecutados a cada posa? ¿No atentados contra las pro­
pias madres, y ayuntamientos e incestos de donde derivan su
origen muchos
de ellos? ¡No banquetes de sus propios hi;os pre­
parados por las personas más con;untas? ;No abortos de los hi;os
que hablan concebido, y la atrocidad de ahogarlos y cegarlos y
otros tantos horrores, que nunca les han faltado a los que suelen
todos los años
sacar al teatro las miserias y calamidades en aquél
tiempo
sucedidas? Son retazos de experiencia presentados como
detestables, como dificiencias pesarosas de unas -sociedades vistas
---<:omo recuerda Cicerón (7}-, de un hombre que ya había
coronado los noventa y cuatro años, cual el mismo lsócrates tes­
tifica en
su exordio. Con ello no se propone airear estos hechos
como algo peculiar de la familia humana, sino mostrarlos como
elementos disolventes y desintegradores, susceptibles de entroni­
zar lo malo, en medio
de-la general pasividad de los que, a sí
mismos, se tienen por buenos. Es Id que Platón decía que alcan­
zaba a producir la degradación del alma, '!'"X~->.ére,, ii ráp.
Muertes de hermanos. Desde poco más allá de la exposición
de la creación, que con tanta
fuerza poética describe Stefan An­
dres (8), como epígono inmediato del pecado de origen, en bre­
ves versículos narra el Génesis la muerte de Abe! en manos de
Caín (9).
«El hombre se uriió a Eva, su mujer; ella concibió, dio
a luz a Caín y dijo:
(6) «Panatenaico», en Discursos completos, triid.' Ranz· Romanillos,
II, Baocelona, 1961, 87.
(7) Cato Maior de senectute, · v. 13.
(8) Biblische Geschichte. «Im Anfang», 1965, 8.
(9) Génesis, 4. 2 a 13.
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ANGEL MARTINEZ SARRJON
-He conseguido un hombre con la ayuda del Señor
(possedi.hominem per Deum).
Después dio a luz a Abel, el
hermano. Abel

era pastor
de ovejas, mientras que Caín cultivaba el campo (fuit
autem
Abe[ ,pastor ovium et Cain agricola).
El Señor se fij6 en Abe] y en su ofrenda más que en
Caín y en su ofrenda. Por lo. cual Caín se enfureci6 y an­
daba cabizbajo. El Señor dijo a Caín:
-¿ Por qué te enfureces y andas cabizbajo? Cierto, si
obraras bien, seguro· que andarías con
la cabeza alta; pero
si no obras bien, el pecado acecha a la puerta. Y aun que
viene por ti, tú
puedes dominarlo.
Caín dijo a su hermano Abe!:
-Vamos al campo.
Y cuando estaban en el campo, Caín atac6 a su herma-
no
Abe! y lo mat6.
El Señor dijo a Caín:
-¿Dónde está Abe!, tu hermano?
Respondió:
-No sé. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?
El. Señor le replic6:
-,-¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está
gritando desde la tierra. Por
eso te maldice esa tierra, que
ha abierto
sus fauces para recibir de tus manos la sangre
de tu hermano (nunc igitur maledictus eri$ super te"am,
quae aperuit os suum et suscepit sanguinem fratris tui de
manu. ttlfJ). Aunque cultives la tierra, no te pagará con ·su
fecundidad. Andarrás errante y perdido por el mundo ( cum
operatus fueris eam, non dabit tibi fructus suos: vagus et
profugus eris super terram)
..
Comd fruto del ¡,ecado ha hecho su aparición en el
mundo el sentimiento de la angustia, según Soren Kier:
kegard ( 10): 'la angustia que ha sobrevenido y sobreviene
con
el pecado ; y que por ende, entra también determinada
CU':1,ntitativamente en el mundo, CU?-Dtas veces pone el pe­
cado un individuo'».
Giovanni Papini ( 11) coloca en labios del
Angel los repro­
ches a Caín: Fuiste el primer hombre salido del viente de la. mu-
(10) El concepto de la angustia, trad. López Aranguren, Madrid, 1979,
11, 73.
(11) Giudizio universale, trad. Isidoro Marifn, Barcelona, 1959, 312.
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LAS METAMORFOSIS DEL' DERECHO DE FAMILIA
jer y fuiste también el primero en arrojar un hombre rd, vientre
de
la tierra. Y aquel . hombre era . tu hermano, nacido de tu mis­
ma madre, y era inocente. Y, sin embargo, hiciste a la tierra be­
ber su sangre. Tu ejemplo fue seguido durante millares y milla­
res de años, por millones y millones de hombres. Fuiste, para
siempre, el maestro y el padre de los asesinos. A lo que entre
otras prolijas cosas viene a responder el matador de Abe!: Dir,s
no me impuso Ptro castigr, que el atroz castigo de vivir, de vivir
y de. dar vida, de vivir y de sufrir.
Más la intensidad del dolor humano sube de grado cuando el
abrazo de la muerte no ha sido producido por amor, sino por
odio entre los propios hermanos. Esquilo (12) suministra· los
detalles del doloroso acaecimiento: luego que
Edipo comprendió
el incesto cometido con su madre, se cegó los ojos. Sus dos hijos
Polynices y Eteocles, lo
encertaton en un lugar apartado; y, no
pudiendo
sufrirlo, les imprecó que algún día habrían de come
partir, el reino con el· hierro. Temetosos de que. los dioses tum:
plieran la abominación de su padre', decidieron gobernar un año
cada uno. Correspondió en primer lugar a Eteocles, que era el
mayor, en tanto que Polynices
ai?andonaba Tebas. Cuando re­
gresa para. gobernar1 Eteocles se oporte e entregarle el mando;
por lo que desdé Argos acude aquel 'con un numeroso ejército
¡,ara reivindicar sus derechos: son los siete caudillos que han de
tomar cada una de las puertas a fa ,ciudad: Así lo relata el alter­
nante diálogo entre el coro y el mensajero.
MENsAJERO;-La ciudad .está en salvo; pero los reyes que
fueron engendradós de unas mismas entrañas ( ,cóA.«;
OEOfüO'tat ~«OlME, a• Ó¡,.o,. f1001tOpo. • • • )
CoRO.-¿ Quiénes? ¿ Qué dices? Delira .lllÍ mente con el.
terror .que me ponen tus palabras. (T(ve,; Tl a· Ei'lCa,; 'lCa-
p«<¡>pov& <¡>ó~ro A.órou ). · . ·
MENSAJERo.-Vuelve en ti y escucha. La descendencia de
Edipo; .. ( povoooá YDY ·axoooOU'. º'ª'"ºº TÓXO, ):-•. De
este modo se quitaron la vida con manos fraternas (O~
Tm, d~eA.rpai, 7.epo!v 'i¡v CoRo.-Y, así, para uno y otro el demiurgo era igual. Es
él, sólc;J él, quien destruye la infor.tunada raza (Mo1toT¡,.ov
r•vo,). . .
Y concluye el:
(12) Septem advers1Js Thebas, v. 804-841.
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4NGEL. MA.RTINEZ .SARRION
Co1to.-«Se ha cumplido la palabra. de . maldición de un
padre: no ha faltado,· n<>. ('EEó1'paE••, oua· ditshisv / 1ta·
spó8sv aoxsata
cpá.w;). · . ·
En este extremo es cuando irrumpe profundamente con toda
s.u fuerza dramática la continuidad de Sófocles. Para Esquilo las
leyes de Cadmo son justas; por· cuanto · Polynices, con caudillos
extranjeros, pretende invadir y arrasar la Tebas defendida por
Eteocles. De donde
la intervención de Antígena e Ismene no
responde a vindicar la justicia, que honra a Eteocles y censura
privando de
sepultura a Polynices, sino a los imperativos de la
acendrada piedad familiar.
Sófocles dramatiza el planteamiento: Antígona, en la trage­
dia
de su nombre, no se mueve por el sentimiento familiar he­
rido, sino porque. las leyes de los hombres, cuando no son re­
flejo fiel de las 'ilrpa justicia para llegar a ser instrumento arbitrario del tirano,
no
del legislador. Las leyes de Tebas son .obra de Creonte, no de
los dioses ( 13 ):
ANTÍGONA.-¿Pues no. ha dispuesto Creonte que, de. nues­
tros dos hermanos, se le hagan a uno las honras fúne­
bres y se deje al otro insepulto? A Eteocles, según
.. dicen, en CUlllplimiento de la ley divina y humana, se­
pultó en· tierra para que obtenga todos los honores,
allá abajo, entre los muertos ( a,w a,x71 zp;¡a8a, a,xa,iiw
xat vó¡.up xa."ta xfJovbr;. ixpuffiS 'tolo:; l!vep8ev s'V'tlflOV vexpot<;).
Y respectp del cadáver de Polynices, que miserablemen­
te ha muerto,
,dicen que ha publicado un bando para
que ningún ciudadano lo entierre
ni lo llore, sino que
insepulto. y sin los honores del llanto, lo dejen para
la
sabrosa presa de las aves que . se abalacen a devo-
rarlo». ·
Los centinelas encuentran recubierto al cadáver de Polynices
de una ténue
capa de arena: «El cadáver no se veía; pero no
estaba sepultado, sino cubierto de ligero polvo; como para evi­
tar el sacrilegio».
· CLEONTE.-"-(A Antígona). Y tú, dime, no eón. muchas pa­
labras, sino brevemente: ¿ conocías el bando que pro­
hibía
esto?
(13) Anqov~. 21-30; 255-256; 440457.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMILIA
AATÍGONA.-Lo conocía. ¿ Cómo no debía conocerlo? Pú­
blico era.
CLEONTE.-Y, así, has osado transgredir mi ley? (xai ai¡,'
etol..p.ac; toúaa' oxep~a,mv vó11ooc;;) · ·
ANTiGONA.-Sí, ,porque no es , Zeus el g.i,,e la ha promul­
gado (
Oo T~P ,¡ pm Zeoc; i¡v ó x,¡pól;a, tc!3e ) ni tam­
la Justicia
(Aix71) compañera .de los .dioses infernales
( ~óvo,xoc; t&v xcltro Oerov ) ha. impuesto esas leyes a
los
hombres ( to,.oóaa' EV áv6pro1tOlOlV fup,aev vó¡,.oo<; );
ni creí yo que tres decretos tµvieran fuena para borrar
e invalidar las leyes divinas,
de manera. que un mortal
pudiera quebrantarlas. Pues
no son de hoy ni de ayer,
sino que siempre
han estado en vigor y nadie sabe
cuando aparecieron».
El pecado genera la angustia homicida; la repulsa . de un
padre transforma en abrazo de odio mortal lo que· debla ser de
fraternidad. Sentimientos estos que con
el andar de los tiempos recrearía
en uno de sus ensayos
nov~lados don Miguel de Unamuno (14):
«Pensaba
que aca.so uri día tus. hijos, mis nietos, los
hijos de
Sll hijo, sus nieros, al heredar nuestras sangres se
encontraran con la guerra dentro, con el odio en sí mismos.
Pero,
¿ no es acaso el odio a los demás? La Escritura dice
que
en el seno de Rebeca se peleaban ya Easu y Jacob.
¡ Quién sabe si un día no concebirás tu dos mellizos, el
uno con mi sangre y el otro con la'. suya, y se pelearán y
odiarán ya desde ·tu seno y antes de salir al aire ya la con­
ciencia! Porque ésta es
la tragedia humana y todo hombre
es;
. como Job, hijo de contradicción. Y he temblado al
pensar que acaso os junté no pata unir, sino para s~rar
aún más vuestras sangres; para perpetuar· un dio». , ·
Banquetes de los prapios hijos, refería· el texto .de· Isó­
crates. El hecho nos lo ha transmitido con pelos y señales
Herodoto de
Halkarnaso, ( 15). El rey de los medos As­
tiages, tenla una hija·llamada Mandane, ·respecto a la ·que
por ciertcls sueños, llegó al convencimiento de que, para su
seguridad, era cónveniente, al alcanzar la ·edad nubil, ca-' ' .
(14) Abel Sánchez, una" historia ·a'; paiÍ6~, ·a'.:.-' ~-, B~oxía, 1963,
XXIX, 11?, (15) •la,op,w,, A. 109 a 120.
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ANGEL MARTINEZ SARRION
sarla con un extranjero; y así lo hizo con el persa Cambises,
«hombre de buena
familia y de carácter pacífico, pero muy
inferior a cualquier medio de mediana condición». Al año
· de matrimonio volvió a tener otra .visión, en la cual le
parecía que, del centro del cuerpo de
su hija, salía una
parra que cubría con
su sombra toda el Asia. Los adivinos
predijeron que la criatura que Matidane esperaba, estaba
destinada a reinar en su lugar. Queriendd Astiages impedir
la predicción,
tan 11.Jego nacido Ciro,' llamó a Harpago, «el
más fiel de' los medos» y le ordenó que personalmente
matara al
recién nacido. ·
Harpago
lo comuriica a su mujer y al inquirir ésta lo
que pensaba hacer, respondió el marido «aunque Astiages
se ponga más furiosó de Id que ya está, nunca le obedeceré
en una
cosa tan horrible como dar la muerte a su nieto».
Por ello, manda a uno de sus pastores llamado Mitradates,
casado con
Sparo, que significaba en medo perra, que «tome
al
niñd y lo abandone en el pasaje más desierto de sus
montañas,J.ara que perezca lo más pronto posible». Spaco,
compadeci a del
niño_ le dice a su marido: «Sabe que yo
he dado a luz también un niño muerto. Es a éste al que
puedes
es:poner, cdn lo que ni desobedecerás al rey ni ten­
dremos que arrepentirnos después
de nuestra mala resolu­
ción». Y así lo hizo, dejándolo en lo más solitario del
m.Otlié.
Pero por un accidente ·ocasional, en. que Ciro había casti­
gado pdr no obedecer sus órdenes, a un hijo de un dignatario,
llegó a columbrar
Astiages·. que estaba . ante un joven excepcio­
nal, Sus sospechas se confirmaban con la declaración del pastor;
y
Harpago ha de confesar que,. si bien él no mató al niño, dio
or y que,
uoa vez asegurado de su muerte, envió a sus eunucos de
confianza, para que le diesen sepultura.
Astiages,
disimulando el enojo de que se hallaba poseído,
hizo ver que «le pesaba en extremo lo que habla mandado
eje­
cutar con aquella criatura inocente» y para rectificar su acción
«quiero que mandes a tu hijo para que haga
compañía al recién
llegado y que tú mismo vengas hoy a comer
·conmigo; porque
tengo resueltd hacer un sacrificio a
los dioses, a quienes debe­
mos honrar y dar gracias, por el beneficio de haber conservado
a mi nieto».
Harpago, se marchó a su casa lleno de gozo y rápidamente
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DB FAMILIA
envía al palacio al hijo único que tenía de ttece años de edad:
«Astiages, Juego que .llegó el niño le mandó degollar, y dispuso
que hecho pedazos,
se asase una parte de su carne y otta se
hirviese, y que todo estuviese pronto y bien condimentado». Lle­
gada ya la hora de comet y. reunidos los convidados, se dispusieron
para el
Rey y los demás sus respectivas mesas llenas de platos
de carneto ; y a Harpago se le puso también la suya, pero con
la carne de
su mismo hijo, sin faltar de ella más que la cabeza
y las extremidades de los
pies_ y manos, que quedaban encubier­
tas en un canasto. Comió
Harpago y cuando ya daba muesttas
de
estar satisfecho, le preguntó Astiages si le había gustado el
convite; y como él respondiese que había
comido ton mucho
placer, ciertos criados, de antemano prevenidos, le presentaron
cubierta
la canasta donde estaba la cabeza de su hijo con las
manos y los pies y le dijeron que la descubriese y tomase de ella
lo que más le gustase. Obedeció Harpago, destapó la canasta y
vio los restos de su hijo; pero todo· sin consternarse, permane­
ciendo dueño de sí mismo y conservando la sérenidad. Astiages
le preguntó si conocía
· de que especie de caza eta la carne que
había comido; él respondió que sí, y que daba por bien hecho
cuanto disponía su
soberano; y recogiendo los despojos de su
hijo, los llevó a su casa, «con el objeto a mi parecer -aventura
Herodoto---, de darles sepultura». (Too,o,a, ae d¡m<\iáµs,oc; xal d,a­
l.a~ro• Ta AOt,tlZ 't'ÜW xps aoxém, al.,aa,; Oa,¡,ew .Ta ,rci,ta).
Los romances de crónicas caballérescas, con una visión más
mitigada por el sentimiento del 0pueblo, narran ·uníl de las ver­
siones del Conde Claros, atribuida a Antonio Pansac, que posi­
blemente tan sólo
· sea el refundidor ( 16 ). Los amores secretos
de don
Oaros con la . Infanta -Claraniña, hacen que el Rey los
castigue:
«Tomando los dos verdugos, /

y hicieronlo arrodillar:
Con cuchillo de crneza / lo fueron a degollar.
Mandó_ el Rey muy crudamente / el su corazón sacar,
y entte
dos platos de oro·/ a la Infanta empresentar ...
:J.'omáraselos la Infanta,/ hizolos descobijar.
Desque vido el corazón /
empezase de alterar.
Díjile: -Mi corazón. / ¿ Quién os pudo así parar?
Si supiera vuestta muerte / Triste, y'os fuera a ayudar?
..............................• -~ .............................. .
(16) Romancero general. Coletai6n de romances· castellanqs, B.A.E:; I,
Madrid, 1945, mlm. 363, 223.
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ANGEL MARTINEZ SARRION
¿Qu'es de ti, el mi conde Claros? / ¿Acl6nde te iré a buscar?
¿ Qué son de tus atavíos ? / ¿ Qué se hizo tu triunfar
¿Qué fue de las invenciones? / .¿Qué fue del dulce trovar?
¿ Qué fueron de los torneos / y justas que ibas a armar?
Tantas
lágrimas vertía / que hobo de reventar•.
Produce una cierta compunción el revivir las estampas ex­
puestas, que a· manera de paisaje. se presentan a nuestra consi­
deración, para alimentar esa mezcla de perplejidad y de asombro
de atisbar que es imaginativo de su autor o realidad presagiada
por el mismo.
Si todo o algo de esto ha acontecido, ¿ qué obs­
táculos pueden oponerse
para que no se origine su multiplica­
ción
en otros tiempos y lugares? Y a prevenía Aulus Persius
Flaccus (17) que
mille hominum species et rerum discolor usus, /
valle suum cuique est, nec voto vi-titur uno, esto es, que, «los
hombres presentan
mil aspectos, la vida posee matices varios /
cada uno tiene su voluntad
propia y no se vive con un solo an­
helo». En el fondo, una vez más, aparece la insondeable. magnitud
del hombre, ese ser, que cuando se cree aprisionado entre las
manos, siempre hay
un resquicio por donde sorprendentemente
se
escurre y se escapa.
Un paso más brinda ls6crates, con ese interrogante de los
abortos de los hi¡os concebidos. Confieso que con motivo de
unas conferencias en Buenos :Aires dije: «No. No quiero· volver
a hablar del aborto.
Os prometo que no lo. haré ya ninguna
otra vez il lo largo de mi vida», pero, poco más adelante añadía:
«Con todd no me resigno a sucumbir. Y o brindo por la espe­
ranza. Y por la expiación de los pecados. Porque sólo la espe­
ranza en Dios puede dar alientos de vida al que tiene que ir
mirando aquí y
allá para no ir pisando la éarne y no mancharse
de salpicaduras de sangre de unas madres frustradas que han
sido suicidas de sus propias
entrañas» ( 18 ). Si hoy lo realizo,
nd es por mi propia voz, sino para testimoniar la historia.
Según Charles Carpentier (19)
«de creer a Plutarco, el abor­
to no estaba prohibido por los· griegos, que partían" de la idea
de que el
nifío, en el seno de su madre, nd constiruia por sí un
ser distinto y vivo, ·por lo que, lo comparaban en esta situación,
a los frutos que penden del árbol y que úrtlcamente· tienen indi-
(17) Saturarum, V., v. 52-53.
(18) Pesimismo y. esperanza en los persona;es literarios .de los um­
brales de nuestro tiempo vistos por un notario, Tarragona, 1986; 286.
(19)
Le droit payen et le drdit chrétien. ·EtUtles de législations com­
parées, II, Parls, 1866, VII, 61 y sigs.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO· DE FAMILIA
vidualidad al haber sido separados». Era algo que respondía a la
doctrina común de los filósofos:
Empédocles entendía que no
era un
animal, por cuanto como saprofita se asemejaba más a
las especies vegetales ; y Diógenes
y Herófilo estimaban que, si
bien todos los animales nacían inanimados ~y no había por qué
excepcionar
al · hombre-, penetraban en el reino de los seres
animados por la respiración. Bajo esta férula
conceptual se pro­
ducían los juristas romanos, en síntesis de Pothier:
e;us qui in
utero. es set homicidium
esse ;urisconsultis non vi debatur qui
stoae principiis imbuti, hunc nundum hominem esse ¡udicabant.
Importa precisar que esta influencia estoica en los juristas, hay
que concretarla en la tradición de la
:!:,oá Ilo,x(A,¡ (pórtico pin­
tado),
pot medio de Zenón de Kitios, su fundador en Atenas y
sus sucesores en la escuela, Kleantes, Crispos, Zen6n de Tarso,
Diógenes de
Babilonia, Anti¡,atros de Tarso que fue el maestro
de Panecio o Panaitios, nacido en Lindos de Rhodos hacia el
185 antes de Cristo y que en 145 viajó a Roma donde se inserta
en el círculo literario
de Escipi6n Emiliano: sus escritos se han
perdido,
si bien parece que más que un estoico puro sus ideas están
muy vinculadas a Platón y Aristóteles, como demuestran las
alusiones reiteradas y frecuentes que
le dedica Cicerón en su
tratado De officiis.
Hipócrates,
el médico más famoso de la antigüedad, nacido
el 460 a. de J. C. en Kos, que alcanzó una dilatada vida, falle­
cido entre
el 380/370. Procedía dé una familia de médicos y
fundó su propia escuela de medicina en
el Templo de Asklepios
o
de Escolapio. Su obra, que no parece ser única, sino retazos
coleccionados respecto a las disciplinas médicas, integran
el Cor­
pus Hippocraticum.. En la parte correspondiente al ;uramento
escribía: no confiaré a muier alguna instrumentos abortivos. Con
ello, lo que solamente
. expresa es que tales prácticas, en manos
de la mujer, pueden llegar a ser armas nocivas ; pero, en modo
alguno prohíbe su empleo a
los médicos. Y en tal sentido lo
confirma la alusión a una mujer que conocía y
que, por ser una
comedianta muy estimada y que completaba
su permanencia al
margen de la escena con o.tras particulares. más íntimas, no de­
bía quedar en estado de gravidez para no dev~uarse físicamente,
le prescribió hacer el
salto . de los lacedemonios, y por este. pro­
cedimiento provocó su aborto.
:;ócrates, al comparar su arte mayéutica, que tiende a pro­
vocar el parto de las almas, con la práctica ejercida por su ma­
dre, la comadrona Fenareta, que se aplican al de los. cuerpos,
«pues no se dedican a este menester las mujeres que pueden
1305
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MARTINEZ SARRION
concebir y dar a luz, sino las que ya no son. capaces de engen­
drar» (20).
«SóCRATEs.-Artemis, según se dice, pasa por causante de
esto y aun sin
haber tenid9 hijos es ella la que preside
los
partos. Sin embargo, no concedió este poder a las
mujeres estériles,
ya que realmente la naturaleza huma­
na
es demasiado débil para dominar un · arte del que no
tiene experiencia. Solo,
. pues, encomendó esta tarea a
las mujeres que, pot la edad, ya no pueden engendrar,
honrando así, en ellas, su imagen».
«TEXTETO.-En efecto».
«SócRATEs.-Ciertamente, las comadronas saben aplicar
drogas y fórmulas mágicas para despertar los dolores
del parto o hacerlos más suaves, a discredón; incluso
llevar
a buen fin los partos más dif!ciles y, si les parece
conveniente, hacer abortar, producir efectivamente el
aborto».
Semeja que a los griegos no
se les escapaba de las manos
las prácticas abortivas respecto a las que dejan traslucir una
cierta animadversión, que les conduce a establecer límites que
impidiesen su proliferación y su transcendencia
al mundo de lo
real,
dejándolo al arbitrio de cada cual. Son casos de «aborto
clínico» en base a lo que podtía · llarnarse con propiedad «con­
ciencia profesional». Lo cual, no es apreciación subjetiva, sino
que
se confirma con la omnímoda libertad, incluso fomentada,
de exposición de
los hijos. Silius Italicus en los últimos afias
de Nerón (68 d. C.) (21) refiere que en la plaza mayor de Car­
tago había una enorme estatua de bronce representando a Satur­
no, que inclinaba hasta llegar
al suelo sus enormes manos huecas
destinadas a recibir a los niños que habían de ser devorados por
las llamas. Y por
si no fuera bastante, agrega que el Senado,
daba ejemplo de estos horribles sacrificios, haciendo inmolar
cen­
tenares de infantes, · cuyas madres debían asistir a la ceremonia
sin un gemido y sin verter una
lágtima ( mos fuit in populis,
quos condidit
ad.vena dido, poscere coede deos veniam, se fla­
grantibus aris: Nefandum dictu! Parvos imponere natos).
Philon
de Byblos, que vivía en los tiempos de Adriano, que
babia traducido al gtiego una historia fenicia, escribía que
era
(20) 0~t (21)
Punica, 4.18:
1306
Fundaci\363n Speiro

LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMILIA:
costumbre, entre los antiguos, que en las circunstancias de pe­
ligros graves, ante una destrucción universal, los que dominaban
la ciudad o la nación, entregasen el hi¡o más querido para ser
inmolado a modo de rescate para los dio Cuenta Luciano .que en Hierá¡:,olis se encontraba un templo
célebre en honor de la diosa Dercetis, al que no se limitaban
a
precipitar desde arriba de los pórticos, animales que se mata­
ban en su caída, pues había padres y madres que llevaban a sus
hijos al templo, sujetándolos de
la mano y que, luego de haber­
los encerrado en sacos, los precipitaban, como a los animales,
desde lo alto de los
pórticos, en honor de la diosa.
Sin embargo, cuando las gentes
se pervierten, cuando se lan­
zan a sus reivindicaciones sociales al coste que sea, de lo pri­
mero que
se suelen despojar es de sus convicciones morales,
que por actuar a modo
de muro de contención, es suficiente
con demolerlo. Y esto es lo que tiene lugar para obtener la libe­
ralización del aborto: ha bastado con esgrimirlo como arma
arrojadiza.
En efecto, en la vida de Camilo (22) se lee que «fal­
tando. oro en Roma y estando en apuro los
magisttados para ver
de dónde podrían recogerlo, las matronas, por su propia inicia­
tiva, consultando entre sí, presentaron para
la ofrenda cuanto
oro tenía cada una para
su adorno'; habiéndose allegado por este
medio hasta el peso
de ocho talentos». El Senado, entre otras
distinciOnes, les dispensó el derecho de usar todos los días del
año carros tirados por
dos caballos, lo que se llamaba Car¡,enta,
que hicieron furor inundando

las calles y compitiendo en el lujo,
por lo que un Senado-consulto
hubo de prohibir el empleo de
los mismos. Las mujeres se reunieron en asamblea deliberativa
y decidieron que, hasta que el· Senado les restituyese sus coches,
cesarían
de ser madres y asimismo las que habían concebido, lo
abortarían (ictu, temeriara, coeco, visceribus creScens-·excutiebat
onus). Otro Senado-consulto les devolvía los coches: reaparecen
los nacimieotos y eo Roma se eleva . un templo a la diosa Car­
menta en reconocimiento por la recuperada fecundidad.
La pérdida de los · valores morales y el capricho y veleidad
como módulo de vida familiar, los ceosura Juvenal (23), que
reconoce que
sólo las gentes humildes y en particular las mu­
jeres del pueblo «están aútt sujetas a las fatigas del parto y so­
portan los trabajos de la crianza, forzadas por la pobreza» (hae
tamen et partus subeunt discrimen et omnis / nutricis tolérant
fortuna urguente labores); «en cambio, en los lechos de oro.
(22) PLUTARCO, Vidas paralelas! Temistocles y (:amito, ·VTII. ·
(23) Satura VI, v. 593 y sigs.
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ANGEL MARTINEZ SARRION
no se verá nunca a una comadrona» (ser iacet aurato vix ulla
puerpe,:a lecto). «Tan poderosas son las artes y las drogas de la
que se ocupa en esterilizarlas d. para asesinar a los hombres en
el mismo seno de sus madres» ( tantum artes huius, tantum
medicamina possunt, /
quae steriles facit atque hominis in ventre
necandos / conduci).
Pues si ella quisiera que le engordase el
vientre y sentir la molestia de un niño que se le mueve, quién
sabe si serías padre de un etiope: un heredero negro, que no
querrías ver durante el día, es el que colmaría
tu testamento»
(nam si distendere vellet / et vexare uterum pueris salientihus,
esses, / Aethiopis fortasse pater, mox decolor heres / impleret
tatulas numquam tibi mane
videndus).
Y al analizar las cualidades del reino animal,. como algo fuera
de mddelo, observa Plinio el Viejo (24 ): In hominum genere
moribus deverticula veneris, excogitata omnia scedere naturae,
feminis vero abortus.
Quantum in hac parte multo nocentiores
quam ferae sumus !
Los dicterios más aguzados, salen de los versos de Ovia
dio (25): «por haber intentado librarse temerariamente del peso
que llevaba en
el vientre, Corinna yace enferma, en pelibro de
muerte»
(dum labefactat onus gravidi temeraria ventris, / in dubio
vitae
lassa Corinna iacet). «Ella, ciertamente, que se ha expuesto,
sin yo
saberlo, a tan gran peligro, merece mi ira, mas la ira cede
ante el temor»
(illa quidem clam me tantum molita pericli / ira
digna mea, sed cadit ira metu). «Con tddo, tanto me importa que
haya concebido de
mí como que yo lo crea, porque frecuente­
mente considero como hecho lo que puede ser» (
sed tamen aut
ex me conceperat, aut ego credo: / est mibi pro facto saepe quod
esse potest). «!sis ... vuelve a ella tu rostro y salvando a una
víctima
salvarás dos: tú darás la vida a mi amiga y ella a mí».
(Isi ... hunc adhibe voltus, et in una parce duobus: / nam vitam
dominae tu dabis, illa mihi). « ... Y tú, que te compadeces de las
mújeres grávidas, a las cuales la carga oculta cuartea los costa­
dos fatigados, ven propicia y acoge
mi plegaria, Ilitia (apelativo
de Diana como protectora de los dolores del
partd). Ella es dig­
na que tú hagas que te deba la vida» ( tu que laborantes utero
miserata puellas /
quarum tarda latens corpora tendí onus, l
lenis ades precibusque meis fane, Ilithyiá!).
Las prácticas abortivas constituyen para la mujer su propia
derrota en esta a modo de peculiar
guerra. Cdn lamentos lo re-
(24) Naiuralis historia, 1.X, 83 & 172.
(25) Amorum, 1.II.XIII.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMILIA
fleja Ovidio (26): «¿De qué sirve que las jovencitas, exentas de
la guerra, vivan tranquilas y no estén obligadas a ~eguir, arma­
das de adarga, a los ejércitos crueles, cuando, sin servir a
Marte,
se hieren con su tretas y arman .contra su destino manos teme­
rarias?»
(quid iuvat inmunes belli cessare puellas / nec fera pelta•
tas agmina velle sequi, / si sine Marte suis patiuntur volnera
telis / et
caecas armant in sua fata manus?). «Aquella que, la
primera, se decidió a arrancarse del seno los tiernos frutos, me­
recía haber muerto en esta campaña contra ella misma» ( quae
prima
instituit teneros convellere fetus, / militia fuerat digna
perire sua). «¿Vale decir que para que no se puedan reprochar
arrugas a tu vientre, se tendrá que esparcit para tu combate la
arena de los tristes augurios?» (scilicet, ut careat rugarum crimine
venter, / sternetur pugnae
tristis arena tuae?). «Si en los tiem­
pos antiguos, las madres hubiesen. adoptado esta misma cosrum­
b:t"e, el linaje humano se habría extinguido por esta práctica cri­
minal
y habríase tenido que encontrar el que por segunda vez,
dentro del mundo despobladd, lanzase
piedras, origen de nuestra
raza». (Deucalión
y Pirra que después del diluvio las piedras que
arrojaban a sus espaldas respectivamente se convertían en hom­
bres
y en mujeres) ( si mos antiquis placuisset matribus idem, /
gens haminum vitio deperitura fuit, / quique iterum iaceret, ge­
neris primardia nastri, / in vacua lapides orbe, parandus erat) ...
«Tú también, con toda tu futura belleza, habrías muerto, si tu
madre hubiese obrado como tú» ( tu quaque, cum posses nasci
formansa, perisses, / temptasset, quad tu, si tua mater opus).
« Y yo mismo, que estoy destinado más bien a morir de amor,
nunca habría visto el
día, si mi madre me hubiese rehusado» (ipse
ego, cum fuerim melius peritUrus amando, / vidissem nullos ma­
tre negante dies). « ¿Por qué defraudas las uvas creciendo en la
cepa que está llena?
¿Por qué, con mano cruel, arrancas los fru,
tos aún verdes? Déjales que caigan todos ellos solos, al estar
maduros; una vez nacidos, déjalos crecer.
La vida es un premio
nd pequeño a
una corta paciencia» ( quid plenrJm /raudas vitem
vitem crescentibus uvis, ! pomaque crudeli vellis acerba manu?
spante fluant matura sua, sine crescere nata: / est pretium parvae
non leve vita morae). « Vuestras vísceras, ¿por qué las traspasais
introduciéndoles instrumentos afilados y dais crueles · medicinas
a los que
aún no han nacido?» ( vestra quid efforditis subiectis
víscera telis / et nondum natis dira venena datis). « ... Esto, no
lo han
heclid nunca las tigres hembras en el fondo de sus cuevas
(26) Amorum, 1.IIJCTV.
U09
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ANGEL MARTINEZ SARRION
de Armenia; nunca ha osado la leona dar muerte a sus frutos
en gestación»
(hoc neque in Armeniis tigres fecere latebris, / per­
dere nee fetus ausa /aena suos). «En cambio, lo hacen, bien qne
no impunemente, las tiernas jovencitas: a menudo, aquella que
mata a sus hijos dentro
de su vientre, muere ella misma» (at
tenerae faciunt, sed non inpune, puellae: / saepe, suos utero
quae necat, ipsa perit). « ... Dioses piadosos, concededle haber co­
metido sin peligro este primer delito ; no pido más ; si lo hace
por segunda vez, ¡que tenga su castigo!» (di fadles, peccasse
semel concedite tuto; / et satis est; poenam culpa secunda ferat!).
Late un hondo sentido de la dignidad de la mujer nacida
para compañera del hombre en la virtud
y no para adentrarlo
en
el camino de la seducción hacia el vicio. Por eso se trata de
fortalecer la moralidad aduciendo el ejemplo que. se produce por
la inmoralidad. Se compadece como debilidad los errores hu­
manos, sin pretender ampararlos en limitación ni quisioosa algu­
na; y, en consecuencia, no· lanzándolos a los cuatro vientos para
imitación de los demás, sino manteniéndolos silenciados para no
descubrir su rostro
féo.
La lección moral, no podía por menos que venir de manos
de un estoico, de
Lucio Anneo Séneca (27) en la invocación
-más que panegírico-- a su madre: «no te arrastró en el nú­
mero de las más el impudor (non te maximum saeculi malum,
inpudicitia,
in numerum plurium adduxit); no sentiste la seduc­
ción de las
gemas ni de las perlas ( non gemmaete, non margari­
tae flexerunt); no te deslumbraron las riquezas, como el bien
más grande de la humanidad ( non tibi divitiae velut maximum
generis humani bonum refulserunt); educada en una familia de
severidad antigua, no te torció la imitación de
los peores, peli­
grosa aun para los honestos (
non te, bene · in antiqua et severa
institutam domo, periculosa
etiam probis peiorum detorsit imita­
tio); nd te avergonzaste de tu fecundidad, oprobio de este siglo
(numquam te fecunditatis tuae, quasi exprobraret aetatem, pu­
duit); nunca, a ejemplo de aquellos que buscan todo encomio
en
la gentil lindeza de las formas, disimulaste tus embarazos, cual
si fueran carga indecorosa, ni ahogaste en tus entrañas la conce­
bida esperama de los hijos (numquam more aliarum, quibus omnis
commendatio ex forma petitur, tumescentem uterum abcondisti
quasi indecens onus,-nec intra viscera tua conceptas spes .libero­
rum elisisti); no te afeaste el rostro con colores ni afeites ( non
faciem coloribus ac lenociniis polluisti); nunca te contentó el ves­
tido que al quitarse no dejaha al desnudo nada que no lo estuviera
(27) Consolatio ad Helviam matrem, 16.3·5.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMILIA
antes (numquam tibi placuit vestís quae nihil amplius nudaret cum
poneretur); único atavío tuyo, la forma
más bella y libre de las
injurias del tiempo, te pareció
caiempre .el pudor ( unicum tibi or­
namentum, pulcherrima et nulli obnoxia aetati forma, maximum
decus visa est pudicitia).
Lo enumeradd por Séneca no era fruto de un espíritu cultiva­
do como el suyo, sino que venía a ser concreción del común senti­
miento que animaba a las gentes. La conexión no
meramente oca­
sional entre moral y derechd, la da por supuesta Cicerón, en una
de sus
oraciones (28): «Recuerdo que durante mi .permanencia en
Asia, una cierta mujer
ap.elada Milesia, por haber recibido de los
herederos llamados en sustitución
(ab heredibus secundis) una
suma de dinero y habiéndose hecho abortar por ello mediante pro­
ductos medicinales
-con objeto de que al no existir el instituido
pasasen a ellos
los bienes-, fue condenada a la pena capital ( rei
capitalis esse damnatum)». Y ahora interviene el comentario del
jurista: Nada más justo, pues que había actuado con
iniuria res­
pecto a
las esperanzas del padre, de la perdurabilidad de un nom­
bre, del sostén de una estirpe, del heredero de una familia
(here­
dem familiae) y de un ciudadano destinado a la república ( desig­
natum reí publicae civem).'
Las expresiones consignadas por Cicerón, debieron impresio­
nar no! sólo a los jueces ; sino que se estimaron fuente communis
oppinio para los juristas; lo que motiva el que Tryphoninus, en
el libro 10 disputationum, aluda expresamente y casi reproduz­
ca con liberalidad el texto de Cicerón, coa! se recoge en el
fragmento en D. 48.19.39: «escribió Cicerón en su oración a
favor de
Ouencia Avito, que cierta: mujer conocida por Milesia,
durante su permanencia en Asia, por haber recibido de los here­
deros llamados en sustitución una suma
de dinero y provocán­
dose
.ella misma el aborto con medicamentos, fue condenada a
la pena capital. Pero
se resolvió en rescripto por nuestros ópti­
mos emperadores, que también si alguna mujer se hubiese hecho
violencia en
sus entrañas, después del divorcio, porque estaba
embarazada, para no procrear hijo a su marido,
ya enemigo suyo,
fuese condenada a destierro
temporaH, (Cícero in oratione pro
Cluentio Avito scripsit, Milesiam quidam mulierem, cum esset
in Asia, quod ab heredibus secundis accepta pecunia partum sibi
ipsa medicamentis abegisset, rei capitalis esse damnatam. Sed et
si qua visceribus suis post divortium, quod praegnata fuit vim
intulerit, ne iam inimico marito filium procrearet, ut temporali
(28) Pro. A. Cluentio oratio, 11.32.
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ANGEL M.A.RTINEZ-S.A.RRION
exilio coerceatur, ab optimis Imperatoribus nostris rescriptum
est).
Tal pena de destierro temporal acaba por imponerse como
especifica de este crimen extarordinarium (29). Así Ulpiano en
el
libro 33 ad Edictum en D. 48.8.8: «si constare que una mu­
jer se hizo violencia en sus entrafias para abortar, el Presidente
de la provincia la mandará a destierro» (
si mulierem visceribus
suis vim intulisse, quo partum abigerct, constiterit) eam in exi­
lium Praeses provinciae exige!); y Marciano, en libro 1 regula­
rum en D. 47.11.4. refiere que «el divino Severo y Antonino
resolvieron por rescripto, que la que de intento abortó ha de ser
condenada por
el Presidente a destierro temporal; porque puede
parecer indigno que impunemente haya defraudado en tener hi­
jos a su marido» (divus Severus et Antoninus rescripserunt, eam,
quae data opera IJbegit, a Praeside in temporale exilium dandám;
indignum enim videri potest, impune eam maritum liberis frau­
dasse). Finalmente, Justiniano en la Novela 22.16.1 agrega que
«si
la mujer estuviera dominada por tanta maldad, que también
de intento procurara
el aborto y contristase al marido y le pris
vara de la esperanza de hijos.. . se les da por nosotros licencia
a sus maridos para enviarles
el repudio» (si enim mulier tanta
teneatur nequitia,
ut etiam ex studio abortum faciat cirumque
contriste! et
prive! spe filiorum, ... licentia datur a nobis viris
mittere eis repudia).
Quedaría el cuadro inacabado si no se hiciese observar la
entidad que revestía el destierro: la comunicación entre dioses
y hombres discurría a través de un espacio acotado, en
el que
se
podía desarrollar su acción protectora frente a otras divini:
dades eneniigas. Aquel que abandona o se le obliga a desamparar su
domus y su civitas, pierde sus dioses lares y se priva de experimen­
tar sus dones
benéficos. Desentraiiado de asentamiento pasa a ser
un ser sometido
a las tinieblas de su espíritu y de los sufrimientos
de
los que ya todo lo han perdido, por cuanto ni siquiera cuenta
con
el don de la hospitalidad de los peregrinos, cual refiere
Homero (30) respecto
Ulises, ya sea de los Cíclopes o de Circe;
y Virgilio ( 31) al iniciar los episodios de Eneas, que
se lanza a
los mares, para no fijar
ri:iás la mirada en su amada patria "des­
pués que
el reino de Asia y d pueblo de Príamo, contra todo
derecho, plugo a
los dioses desdé lo alto y abatir la soberbia de
"(29) BERNARDO SANTALUCÍA, Diritto e proceso -penale nell'antica Roma,
Milano
1989, ttad. Javier Paricio y Carmen Velasco, Madrid, 1991, 120.
(30) 'OaóoOEta, 365 y 290.
(31) Aeneis, IIl.1.5.
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LAS METAMORFOSIS .DBJ., PERECH() -P~ FAMIL_IA
Ilión y de. Troya entera envuelta en humos, im¡,clidos por · los
augurios divinos a
la búsqueda de lugateS de exilio por los de­
siertos del mundo» (diversa exilia et: .4esertas . quearere. te"as
auguris egimur divom); y, finalmente, Tácito (32) que muestra
el pueblo errante de los
ampsivarios, acosados por frisios y cau­
ces, que privados de asentamiento imploraban un exilio tranquilo
(et sedis inopes tutum exilium ort1bant).
En consonancia con el razo,;,.amiento expuesto, se producía
la regulación legal: una constitución de Constantino a Máximo
prefecto de la ciudad de 14 de septiembre del 321, permitía el
saqueo de todos los bienes del deportado o exilado, cual rece,
ge el C. Th. 9.43.1.3 (Utque deportationis ipsum per se nomen
rerum omnium
spolatio est) y en las Sententia receptae de Paulo
( 4.8.22) se asimilaba el estado del in insulam deportantur a
los
servi poenae. Y es que, como sostiene Kleinfeller (33) el
exilium, deportatio, relegatio de c:arácter temporal; mientras. se
sufría, equivalía· a una pena de. muert<::j ya · que la perpetua es'
taba equiparada a la del aquae et ignis interdictio.
Mas nada mejor que recurrir al testimonio personal de dos
eminentes personalidades, que
carnes el extrañamiento, ambos
de.primera magnitud en la retórica
y en la poesía, respectivamente. Por supuesto que aludo a Cicerón
y a Ovido, aunque fuesen los extremos .QPuestos.
. Cicerón, · en uno de su discursos forenses ( 34 ), estima ,que
«en
lo que respecta •. al. exilio; se ve clatamente cuál es su na­
turaleza: el
confinamiento no es propiamente un. castigo, sino un
refugio,
un puerto de salvación en el que se escapa del castigo»
( exsilium enim. non supplicium est, sed perfugium ,portusq#e sup­
plici).
Se pod¡ia decir, respecto•a este juicio, que el que no se con­
forma es porque no quiere ; aunque resulte a contrapelo, el admitir
esa visión arcadiana de felicidad, que, Jo que:, es un castigo, séa en
el fondo
un premio.
Quizá sea no sólo más poética sino real, la sensación que nos
transmite Ovidio (35); desde su ,destierro en el Ponto, al reme­
morar la pérdida de sus bienes, al alcance de cualquiera del popu­
lacho que los quisiera
arrebatiU>(ditata est spoliis perfida turba
meis);
y, pese a que los lugares pu~den mitigarla tristeza y:hacer
más
llevadero el exilio, aquél en el que se encuentra confinado es
(32) Ab excessu Jivi Augusti, XIII.55.1. · ' ·
{33) PAULY~W1ssowA, Realencyclopadie classischen Altertumswissens­
chaft, 1909; VI-I, pág. 1683.
(34). Pro A .. Caedna, 34.100;
(35) Epistulae ex Ponto, II.7.63.
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ANGEL MA..RTINEZ SARRION
tan durd e inhóspito que «no puede extenderse de polo a polo, una
tierra más triste:
«tristior ista terra sub ambobus non iacet ulla
polis». La única esperanza es la de consiclerax que se está en los
confines de la patria
y que su tierra más remota, el mundo más
dist11t1te lo posee» (est aliquitl patriis vicinum finibus esse: ultima
telus, ultimus orbis habet).
Propiamente entre los romanos no se castiga el aborto, por­
que la
pena supone la conculcación de una norma legal, sino
que
se le aparta de las gentes, algo así como a los leprosos del
cuerpo, porque las petvesiones internas del hombre
no se corri­
gen con castigos, sino con la regeneración que implica el sentir
de cerca
el repudio, simbolizado en la deportación, de los su­
yos (36). Condenados a vagar sin asideto; abiertos a los vientos
y tempestades del · espíritu ; sometidos a la cólera y venganza de
los dioses, sea a las imprecaciones de la diosa de las tinieblas,
la Proserpina
de los· romanos, sea a las iras de las implacables
Erinias. Por la
afirmación de este caráctet, más de lesa divini­
dad que de atentado humano, ya desde los primeros
tiempos que­
daron plasmados sus principios en el Cristianismo, que no venía
a levantar altar
sobre altar, sino a luchar contra los instintos y
pervetsiones de
la carne que desbordaban las fuerzas imperativas
de las viejas mores maiorum. ·
Por eso se hacía ineluctable el formular con claridad, no exenta
de sencillez en su comprensión, una doctrina: Bemabé, el compa­
ñero de San Pablo,
en Antioqufa, Seleucia, Salamina, y en las ciu­
dades de Asia Menor,
en una epístola, cuya autenticidad se admite
por ]a. generalidad de los escrituristas (37) establece: «Non inter­
ficies foetum·
in abortione, nec etiam interimes post nativitatem»,
es decir, «no mrttes el feto .por el aborto, ni tampoco quites la vida
después del
nacimiento». Apotegma confirmadd con la misma con­
tundencia en sus Constituciones apostólicas por San Clemente, a
quien menciona San Pablo en
su Eplstola afos filipenses (4.3)
como uno de sus compañeros de fatigas en la predicación del
Evangelio, llamado a sustituir a Anacleto en el papado,
hacia el
año 91:
«Non interficies filium tuum in abortione, neque, quod
natúm est; necabis:· omne eftim formatum, quod animan a deo
accepi, si perimatur, vindicabitur utpote in;uste occisium» (no
destruirás a tu hijo por el aborto, ni harás perecer lo que ha
nacido: pues todo lo
formado que ha recibido una alma de Dios,
si
se aniquila; se castiga como muerto injustamente). Donde
(36) NARDI, Procurato aborto nel mondo grec(iromano, Milano, 1911'·.
(37) HEER, Die V ersio latina des Barnabasbriefes und ihr V erhiiltnis
r.ur altlateinischen Bibel, Freiburg, 1908, cap. 13.
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LAS MET A.MORFOSIS DEL DERECHO DE FAMILIA
Bemabé habla de foetum, Clemente da un paso más: filium tuum.
No se trata de .un giro idiomático, sino de una mutación trans­
cendente.
Lo. que para Bernabé es foetum lo dignifica Clemente
con el amor, haciendo
de él, su hijo. Con ello, no hace más
que aplicar la doctrina paulina, cuando por el vínculo de la fe
al esclavo fugitivo Onésimo
lo engendra como hijo suyo (38):
«obsecro te pro filio meo, quem genui in vinculis ... iam non
ut servum, sed pro servo charissimum. fratem» (Ilapaxa).fu ae 11sp.,
'COO !p.ot.1 -céxvou, ó ªTCV\l,ljO'« e\l ,:ot, aeo11ot~ .. ~ oüxei:t w~ aoOA.ov dA.A.«
oxep aoü1.ov, ªª""'fºV Gt"fllXYj>Óv"). No se ,está ante un germen de
hombre, sino de
un hombre germit;u,do ..
En el primer año de la Olimpiada 87, cuando apenas Jsócra'
tes había alcanzado los cinco años de edad, el 4 31 a. de J. C. se
representaba la Medea, salida de las manos y de
la inspiración
sublimada de la leyenda por Eurípides.
En ella se ha .. concretado
la más acerba
crueldad, cual la muerte de sus hijos por la ma­
dre, inducida por el
ddio negro y la sed de exterminar a su
marido y padre;
y que, genéricamente reprueba Isócrates con
la expresión de
«tantos ho"ores, que nunca les han faltado a
los
que suelen to4os los años sacar al teatro las miserias y cala­
midades en aquel tiempo sucedidas».
Basta decir Medea para identificar su imagen con .L¡ madre des­
piadada
.. Cuando el rencor, el encono y la abominación hallan asien­
to en el corazón humano,
no se requiere ]a. cara. de mujer, el cuer­
po de buitre, las garras en los pies y en las, manos del oso, como
las Arpías, para ser mensajeras del
infierno; ni atesorar. como la
Moira Atropos el hilo de la vida, con el encargo de cortarlo, cuan­
do determinaban. los dioses ; ni, como Hécate, estar provista deun
rostro de mujer, que mirado a la derecha era de caballo y des,
de la izquierda_ de perro .J?8rª incordiar .a las. ~as errantes de
los muertos ;
m; cual Esctlias,. provéerse de seis rostros, de perrq
con fauces de dientes· de león para engullirse a los navegantes;
ni, como Tántalo, conducido al Tártaro por haber servjdo a.los
dioses en un banquete troceado a. su hijo Pelops, sin haber ex­
perimentado el menor arrepentimiento; ni
anunci delatada
como Alectd; Megara y Tisifone, las . tetnidas Erineas
que con sus cabellos fortnados
por serpientes, eran menos ho,
rrendas. que la sed de venganza inextinguible, que .atenazaban,
para
asesinos y parricidas, como manjar preferido. Medea no
necesita recurrir a aditamientos extem.os ni ,a, alegorías ni sim­
bolismos: es la
crueldad suma aposentada en el corazón de una
madre y ejercida sobre sus propios hijos.
(38) llpo, 1315
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MA.RTINEZ SARRION
Jasón, casado con Medea, que con sus hierbas le permitió
adormilar
al dragón guardián del V ellocin.o de Oro, de regreso
victorioso a Yolcos, su país, ésta, con sus dotes de hechicera,
persuade a
los. hijos de Pellas para que lo hirviesen en una cal­
dera, con lo que recobraría su juventud. De resultas de ello Pe­
llas mutió y J asón el Argonauta y Medea con sus hijos, son
expulsados de Y oleos, dirigiéndose a Corinto, . cuyo rey Creonte
le concede
el matrimonid con su hija Glauce. Considerando
Medea
que ha sido ultrajada por su marido, se dispone a tomar
venganza del dolor que Je aflige. Herid.a en su orgullo de mujer,
no
se recata de lanzar denuestos contra Gleonte y Glauce, por
lo que éste decide desterrarla con sus hijos, pues le dice (39):
«eres de naturaleza hábil y experta en muchas artes maléficas y
sufres por verte privada del lecho conyugal ... preferible es para
mi atraerme ahora tu odio, mujer, que llorar luego amargamente
mi blandura»;
A ello responde Medea: "¡ En qué me has inju­
riado tú? Diste tu hija a quien te placia. A mi esposo es a quien
odio, pero tú, así lo creo, has obrado con sensatez» ( xpefoaov
(ié fJ.Ot -vüv 'itpOc; a'd1tex.1Jeo8at, 1Uvat, 1j 1-1a).IJaxlolJé'ollJ' Üo'tepov fJ.E't«·
asévm ). Así, pretende ganar tiempo para imaginar la ejecución
de sus planes: « ... suplicaré a Jas6n que venga ante mi vista ...
le diré dulces
·palabras; que estoy de acue,do con él, que apruebo
la boda regia que ha realizado, a pesar de traicionarnos, que su
decisi6n es beneficiosa y bien pensada ... ; le suplicaré que se
queden aqul mis hijos, no para abandonarnos en tierra hostil y
que sirvan de ultraje a mis enemigos, sino para poder matar con
engaños a la hija del rey; ... pienso enviarlos con regalos en sus
mimos; un
fino peplo y una corona de oro laminado; de suerte
que, si toma estos adornos y los pone sobre su cuerpo, morirá
de mala maneta y todo el que toque a la muchacha; con tales
venenos
voy a ungir los regalos». (Ilalaa,; a. p.slvat ,ou,; ep.ou,; ~
a.iTf¡ao¡,.w./ o~1(;'ID<: 1'.titoü,; av 1to1'.ep.,a,; e,:l yftowi,;. : . / dU' ID<; aoio,a,
1tdlaa ~aa,Mo,; x,ávro ). .
. · Meditado e. inmediatamente ejecutado: el instrumento por­
tador de la
venganza se introduce por su~ hijos: «vamos, hijos
én~rád en la rica inansi6n,' suplicad a lá nueva esposa de vuestro
padre
y mi señoril/pedidle ·que no os env!e al destierro, ofre­
ciéndole lós regalds, pues -fó más · importante de todo es que ella
feciba estos dones en sus manos». Partidos los 'hijos a cumplir
su misión. acompaííados por su pedagogó_réflexiona Medea: @¡Oh
desgraciada de mi por ·mj. órgullo! En vano, hij<¡S, ~s he criado,
(39) M~!"" v. 285; v.310; v. 775; v.1028; ve 1-070, v, .1185; v; 1237.
i:316
Fundaci\363n Speiro

LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO .DE FA.MIUA
en vano afronté fatigas y me consumí en esfuerzos, soportando
los
terribles dolores del parto, Y pensar que había depositado
en vosotros mudias esperanzas, ¡ infeliz de mí!, de que me ali­
mentárais en mi ve;ez y de que, u11a vez muerta, me e11te"árais
piadosamente co11 vuestras propias manos, acci611 deseada por
los mortales .. Y ahora ha muerto ese dulce pensamiento. Priva-.
da de vosotros, =astraré u11a vMa triste y dolorosa. Vosotros
no veréis a vuestra madre con vuestros queridos
ojos, pues estáis
a punto
de cambiar a otra forma de vida» (vo• ·8' ól-w).e 8~ {
11-oxe,a óitv ¡úp fo«p71¡,.év,¡ / '"º"Pº• au,Ew ~lo,o• al-1ewóv
,• e¡,.ot / ú¡,.el, 8s ¡,.,¡,óp' ooxe, ii¡,.¡,.aaw "tE, ~lO> ),
Este soliloquio motiva el regreso de sus hijos del encargo
efectuado:
«Dadme, hijos míos, dadme vuestra mano derecha,
¡,ara que vuestra madre la cubra de besos. ¡Oh mano querid!­
sima, boca querid!sima, rasgos y 11oble rostro de .mis hijos! ¡ Qué
seais felices, pero allUVuestro padre os ha priv:ado de la felici­
dad de aquí ... Si, conozco los crlmenes que voy a realizar, pero
mi pasi6n es más poderosa que mis reflexiones y ella es la ma­
yor causa de males · para los mortales».
Un •Eanel-o, --recuérdese, como dijimos, que siempre que
aparece el mensajero es a modo de lo que vulgarmente
se llama
«ave de mal
agüero-, hace saber a Medea que GJauce, tan
luego
se puso la corona sohre su caheza, se convirtió en un
torrente de fuego devastador, al tiempo que, el
pelo, devora­
ba sus carnes. Creonte, desconociendo el sortilegio, se lanza so­
hre el cadáver de su infortunada hija y en medio de unas breves
lamentaciones la acompaña en su muerte.
De este modo, se llega a la culmirtación del sacrificio: «Amigas,
-se refiere al Coro--mi acci6n está decMida: matar cuanto
antes a mis
hijos y alejarme de esta ti=a; no deseo, por vaci­
laci6n, entregrarlos a otra mano más hostil que los mate. Es de
todo punto necesario que mueran y, puesto que es preciso, los
mataré yo, que los he engendrado. As! que, ¡ármate, coraz6n mío!
¡ Por qué vacilamos en realizar un crimen terrible pero necesa,
rio?». (ó,cel 8s )'.pi¡ / i¡¡,.el, xn,oo¡,.ev / º'"ªP •E•<¡>úoa¡,.ev / d).X et'
o,cl-tEoo, xd,arxala ¡,.~ 1tpáooe,v xaxá).
¿ Qué espectador, homhre o. mujer, sería capaz de tener un
gesto de conmiseraci6n
para Medea? ¡ Quién podría dejar de
estrelli~e ante el crimen destilado, proyectadó gota a gota,
para mitigar su propio dolor con la complacencia de los dolores
ajenos ? ¿ Acaso a su regreso al hogar la madre sobrecogida ne­
cesitaría tamhién empaparse del' sueño de su hijos, sanos e in-
1317
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MARTINEZ SARRION
columes, para desvanecer la pesadilla? ¿ No son esos silencios
elocuentes que
el dramatismd desgarradoramente produce, los que
obligan a guardar un respetuoso silencio eludiendo el comenta­
rio? Y aun con todo,
se nos ocurre preguntar: ¿Hay Medeas,
en
el mundo? ¿ Son seres de ficción o entes reales fantaseados ?
Para layas como Medea, desdibujada por Séneca, en
los que el
pensamiento implica una enorme confiaruia en sí mismo para
servir de móvil de
la acción, hubieron los romanos de fusionar
·dos divinidades, creando Semo Sancus Dius Fidius, pues que era
imposible escindir el pensamiento
operante, de la acción ejecu­
tada. Cierto que las figuras creadas por los dásicos son como
los maniquíes que pueden, y de hecho se revisten, con las accio­
nes humanas .sin llegar, en estos supuestos, por fortuna, al ar­
quetipo.
La vida real ofrece escenas que son susceptibles de desbor­
dar la fantasía. El ejemplo, ha merecido la aplicación de los
talentos de Cicerón ( 40): Oppianico
hominem , sceleratissimum
et nocentissimum
dio a beber a su mujer Bluentia, una copa de
veneno, que antes de vaciarla le producía la muerte se maximo
cum
dolare emori. Asimismo, por el veneno hizo perecer a su
hermano Caio ( eademque veneno fratrem necavit). Más nd bas­
taba ( neque est hoc satis) con el fraterno parricidio. Como es­
tuviese en estado de gravidez Auria, la mujer de su hermano y
parecía aproximarse la fecha del parto, la hizd perecer por el
veneno para matar a
la vez a esta mujer y al hijo que había
concebido
de su hermano ( mulierem veneno interfecit ut una
cum illa illud quod erat ex fratre conceptum necaretur),
Y relata Cicerón que cuando ya el veneno había empezado
a hacer su efecto en su hermand
y en su mujer, sabedor de que
eran asesinados, quiso modificar su testamento, pero sucumbía
en el momento mismo en que expresaba
su voluntad (testamen­
tum mutare cuperet,
in ipsa significatione huius voluntaris est
mortuus). «Así hizo perecer a la mujer para que el hijo que
naciese de ella
nd lo excluyera de la herencia de su hermano
(ita mulierem ne partu eius ab bereditate fraterna excluderetur
necavit);
privó de la vida a los hijos de su hermano antes de
que éstos pudieran recibir la propia luz de la naturaleza (fratris
autem
/iberos prius vita privavit quam illi banc a natura pro­
priam lucem accipere potuerunt); nada quedaba inviolable a la
audacia de quien,
la protección misma del seno materno, no
había podido sustraer a los hijos de su hermano (
nihil sanctum
(40) Pro A, Cluentio oratio, 10.30; 9.262728.
1318
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMILIA..
esse posse a cuius audacia . fratris liberas ne materni quidem
corporis custodia tegere potuisset).
Con antelación, a modo, de introducción del personaje, ha­
bía expresado Cicerón: Primum videte haminis audaciam, Con­
cibió el deseo de in matrimoniu.m ducere a Sassia, la madre de
Habitus, para
lo cual era· necesario hacer desaparecer a su mari­
do, Aulo Aurio, lo que, efectivamente, hace. Entonces pide a Sas­
sia que se case con él ; mas ella responde que él tiene tres hijos
y que por ello le repugnan estas nupcias ( sed quod haber et tres
ille filias,
idcirco se ab eius nuptiis abhorrere). Oppianico, codi­
cioso de la fortuna de Sassia (qui pecuniam sassiae concupivisset),
no reparó en medios para evitar los obstáculos: de Novia tenía
un hijo de corta edad ; de Papia
otro que vivía con ella apud ma­
trem educaretur; lo hizo llamar a su casa; y la pobre madre, que
no abrigaba la menor sospecha, lo dejó marchar ( mater nihil malí
misera suspicans mittit). El mismo día en que llegaba, simulaba
Oppianico un viaje a Tarento;
y el niño, que había sido visto en
público a las once de la mañana, moría antes del anochecer y
an­
tes del amanecer del día siguiente era incinerado (ille se T arentum
proficisci cum simulasset, ea ipso die
puer, cum hora undecima in
publico valens visus. esset, ante noctem mortuus et postridie ante
quam luceret comhustus est). Sassia se casa con Oppianico. Y deja
caer esta reflexión: Mientras que los demás por lo general
de­
sean el dinero porque tienen hijos, él, Oppianico, porque le delei­
taba el dinero, sentía placer al perder sus hijos (ita, quod ceteri
propter liberas pecuniae cupidiores solent esse, ille propter pecu­
niam liberas amittere incundum esse duxit). Y finaliza su relato
dirigiéndose a los jueces:
«Sentio, iudices, vos pro vestra humani­
tae bis tantis sceleribus breviter a me demonstratis vehementer
ese cammotos» (me doy cuenta, jueces, que con vuestro corazón
de hombres, estos crímenes monstruosos, por mí brevemente ex­
puestos, os han conmovido vehementemente).
Las estampas diseñadas encierrim el carisma de la atempora­
lidad que posibilita,
.en aras de la reflexión, del idealismo ilusio­
nado
y de la realidad descorazonadas, hacerlas radicar en el ahora
y en este lugar. El mundo viene a ser la cin.ta cinematográfica
acompañada
en su velocidad a las escenas de tránsito que es la
vida humana, siempre adelante · para acabar uniendo el final con
el principio. El recorrido, que ciertamente no necesariamente. es
rectilíneo, sólo nos

deja del
pasado las imágenes que guarda nues­
tra conciencia y las impresiones que atesoran_ .. nuestros-.sentimien­
tos, único patrimonio de que dispone el córazón y )á, inteligencia
del hombre cuando no goza del privilegio favalorable de la fe, para
1319
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ANGEL MARTINEZ SARRION
desasirse de esa soledad creacional, que como escribe mi entrafia­
ble amigo Antonio Castro y Castro ( 41) «la soledad no copia /
nunca
copiaba a Dios / ... Que nada era de Dios / la soledad del
hombre».
Por esd, precisamente por ello, para desterrar esa fría sole­
dad generacional, que no permite deleitarse en el pasado so ries­
go de devenir, cual la mujer de Lot, estatua de sal, ni recrearse
en
un narcisismo ineficaz, surge la familia, relaci6n estable de hom­
bre-mujer, que no es consecuencia de la sociabilidad, sino exigencia
de la misma naturaleza
humana, como en sus versos expresa Cas­
tro: «El hombre retorn6 / después del balanceo de la historia /
del
agua con el aire, / el hombre retornó hacia su origen / contra
la soledad lleno de sienes / atemperaba a Dios y sucedian / tiem­
blos también de arcángeles. / Buscaba compañia, no garganta / de
agu¡eros
y tragos de si mismo. / Si no respira y sale de sus cue­
vas / el hombre estalla y masas / de cáscaras lo ocultan como a
un topo pisado. /
El hombre es compañia / para llegar a ser /
su infinito contorno, espe¡o libre / de conciencias con
alas / que
ondulan en el cuerpo inacabables. / El aliento de Dios es la iman­
tada / pregunta de un metal si cerraduras
! lo tuercen y es aho­
go / su forma. / El hombre es hierro, es barro / que se parte si
aprietas / su soledad o el sol / lo muerde como un ángel distraí­
do. / El hombre es seme;ante / a Dios porque un aliento de ritmo
y relación / lo constituye y yergue». Y es que, la familia humana
no es colorario de un instinto animal de supervivencia y mutuo
auxilio, sino derivaci6n de su sentido divino:
Dios nunca está solo.
De
ahí que la más honda soledad la constituya la ausencia de Dios
en el hombre.
Se impone, por ende, plantear debidamente el problema, sin
caer en el espejuelo, de considerar que la sociedad
y su 6rgano
representativo
más común, el Estado, actúan de mentor de la
institución familiar, franqueando, así, los márgenes a su arbitrio
y mediante una ingerencia legislativa fortalecerla o desnaturalizar­
la; siendo así, que al constituir la familia
una exigencia de la na­
turaleza humana, basada en un. mandato divino; s6lo se fortifica,
cuando
se fomenta la virtud; y se deteriora y desvirtúa, cuando
se intenta compatibilizarla con el pecado. Familias sanas hacen la
sociedad sana.
Lo proclamaba Cicer6n (42): «ut habeant libidinem
procreandi, prima societas in ipso
coniugio est, proxima in liberis,
deinde una domus, communia, omnia; id autem est principium
(41) El esplritu, Zaragoza, 1981, núms. 43 y 47, pág. 53; núms. 203
a 2Ó9, pág. 75. ·
(42) De offíciis, 1.17.54.
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LAS METAMORFOSIS DB.L DERECHO DE FAMILIA
.urbis et quasi seminarium reipub/icae» ( que tengan inclinación a
la procreación, la
sociedad primera radica en ,;sa unión conyugal,
inmediatamente en
los pijos,. después .. una .casa con todas las cosas
comunes ; este es el principio de la ciudad y
a manera de semillero
de la república).
·
Se ha dicho que la realidad desborda a la fantasía. Gerto. Mas,
¿ la realidad idealizada ~. mantiene como tal o deja de serlo para
convertirse en un ente imaginativo? Si despojamos de nombres los
episodios narrados, si se descubren los interiores, casi de manera
automática se aproximan tanto a nosotros que llegan a hacernos
que los vivamos e incluso a emocionarnos.
Es lo mismo que, des­
graciadamente, constituyen los hechos noticiosos que al abrir un
periódico o
al escuchar una emisora de radio o al visionar las imá­
genes televisivas nos asaltan, pero que se presentan como impues­
tos por exigencias de nuestro mundo, a modo
de epidemias socia­
les que, sólo cuando se hacen endémicas, pu<: tud, para
calmar la cual, hasta con recurrir a la. estadística y respi­
rar hondo,
si sus fatales consecuencias están en los porcentajes
tolerados o despreciados como normales, por las estadísticas. ¿ Qué
son o significan los 30 millones de abortos a que se refería el car­
denal
Ratzinger, para la total población del mundo? El desprecio
del hombre por el número. implica
la. mayor conculcación de los
valores humanos.
Nd importa el número de seres, sino el hombre,
la unidad irrepetfüle del hombre frustrado al que como proyecto
de hombre se le niega
el sagrado derecho a nacer. ¿ Hay mayor
arbitrariedad que cercenara.caprjcho,.;a
hase,de acumular razo­
namientos, el curso normal de un pi;ocesd. generacional, ahogando
los sentimientos
para dejar paso exclusivo a un razonamiento, que
como obra del demonio responde a dicterios
de la lógica, cual ·ad­
vertía el Dante: «Tu non pensavi, ch'{o loico foHil» ( 4.3) (no pen­
saste en que soy lógico). La lógica de Jos razona;nientos, posibilita
el hacer cabalgar las ideas en el vacío. Sólo qt¡e la lógica acaba en
producir un desequilibrio
sentimental, que, en . definitiva, lleva
al escepticismo y

a la desesperanza. A este propósito.
Heinrich
Heine ( 44) cuenta que el famoso monje Gerberto, papa con el
nombre de Silvestre II, mientras estudiaba. en Córdoba, lmo un
pacto con
Satanás, aprendiendo así todas las ciencias humanas y
entre ellas
el arte de alcanzar el pontificado, a cambio de acabar
sus
días en Jerusalén. ·por ello, guardó buen cuidado en no ir por
allí. Mas, en una ocasión, en que celehraha misa en una capilla de
(43) Divina Comedia. Infierno, .c. 27 v. 122-3: .
(44) «Espíritus elementales», en Los dioses en el exüio, trad. Pedro
Gálvez, Barcelona, 1982, 247.
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ANGEL MARTINEZ SARRION
Roma, apareció el diabld a llevárselo ; y, como quiera que el papa
le prestase resistencia, por no hallarse en Jerusalén, le
hizo saber
el Maligno que
la capilla en que se · encontraban se llamaba de
Jerusalén y, por ende,
se daban las condiciones del pacto. Y en
tanto
lo apropincuaba en su compañía y la de los suyos, le susu­
rraba
al oído: «¡ No pensaste en que soy lógico!».
Esta misma lógica
es de la que hacen gala los legisladores para
despenalizar el ahorro.
La lógica cadavérica del infierno. Sin que
deje de ser paradógico que los mismos corifeos que claman por
el
aborto, son los más acérrimos defensores y esbirros de la supre­
sión de la pena de muerte. No vacilan en andar presurosos a
en­
cender una vela a Dios y otra al diablo. Hay que estar prevenidos
frente a los alquimistas sociales, que no vacilan en mezclar lo
divino con lo humano, si de la confusión aguardan obtener un
beneficio.
Pero esto
es anecdótico. Lo fundamental es reconocer que los
paradigmas
clásicos, ahí están, para servir de instructores y orien­
tadores de los tiempos. Su carácter ejemplificador sirve de terapia
al aventurismo reformista que, bajo los
más variados aspectos y
matizaciones; pretende deformar
las creaciones que han surgido
para
· ayudar al hombre, bien sea para despojarle de envidia, or­
gullo o ira, o para suministrarle el conformismo de su corriente
pasar; por cuanto la felicidad nd la hace ni el medio ni el am­
biente, sino la riqueza· humanista que sabe desarrollar este mis-
mo hombre. '
· Con todo, se está ante situaciones límite, entre la niebla de
leyendas y tragedias que, come hechos novelados, no por ello ha­
bían perdido su idoneidad para tornar a ser recreados en la vida.
Si bien solamente en una sociedad sana, cabe la lección que brinda
los acontecimientos narrados; porque, cuando esrá enferma, no hay
para qué llevarlos a las
historias o al teatro, ya que pululan libre­
mente por las calles y tienen abiertas las puertas de los hogares.
Es lo que
acaece en -nuestros días, que lo que como excepción
moralizadora se produda, se plantea ahora como regla general des­
moralizante. El divorcio, el aborto, el conflicto generacional de
padres e
hijos,d crimen.generalizado; el desprecio a los que se
apelan
como «tercerá edad»; el hospital, el hospicio, el asilo; la
degradación
de la ¡,ersona a :su documento de identidad o a su cé­
dula fiscal, reducida a mero número ; la injerencia en su pensa­
miento· por el machaqueo continuado de slogans publicitarios; el
desprecio a toda idea trascendente,
¿ qué _otra cosa más que la en­
tronización de los pecados o vicios capitales, d odio, la envidia,
el orgullo, la lujuria, la hipocresfa; la mentira, la soberbia, la pre-
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LAS METAMORFOSIS .DEL DERECHO .DE FAMILIA
potencia, van a .significar, asediando impenitentemente- al hombre,
en su casa, en su oficina, en su taller, en
.el lugru: de sus activida­
des, para despojarle de sus valores éticos y religiosos y hacer presa
de
él una marioneta al servicio de los dicterios al uso, arramblan­
do con todo
fo bueno para llenar el vacío, dejado por. su desgarro,
con el escepticismo y la soledad?
Por eso, a aquellos que propugnaban soluciones desde fuera
queriendo atajar los males que ellos mismos con
anterioridad se
han apresurado a provocar, hay que recordarles que el hombre,
antaño como hogaño, ha sido y continuará siendo, mientras no se
desmorone s.u silueta humana, uno y. _mismo, sin que sea dable
confundirlo con .las generaciones de ordenadores, en las que la
novedad hace, en pocos años, inservible
al anterior. Lo que en
modo alguno
es lícito, en nombre .del progreso alcanzado por unos
hombres,
más ficticio que real, emplearlo en atacar al hombre en
singular. Y esto ha de mantenerse con claridad:
para.un jurista,
no hay hombres, sino
un hombre. Los hombres se quedan para
los economistas, que
.se han convertido en los sofistas de una socie­
dad decadente, para los sociólogos y para los políticos.
Conviene recordar que los ataques a la
familia, so pretexto
de que el hombre ha cambiado,
es la gran falacia para, en nombre
de la libertad, hacer al hombre esclavo
de sus deficiencias y des­
fallecimientos. Malas consecuencias trae el legislar para fomentar
las pasiones y las concupiscencias porque, las virtudes
y sacrificios,
no requieren de legislación. Cuando oigo hablar de reformar
la
familia, me invade un gran temor, porque, si bien la norma suelta
no dice nada, cuando se van agolpando, es fácil percatarse de que
van orientadas
más que al fortalecimiento de la institución, a su
debilitamiento, destacando los elementos disolventes, sobre la base
de multiplicar los derechos .anacrónicos y antagónicos que defla­
gran su consistencia
y. la hacen saltar en mil pedazos.
Con su desenfadado estilo los dejaba retratados V alerio Mar­
cial, cuando, por descontado, no
existía la máquina de fotogra­
fiar (45).
«vOh costumbres, oh tiempos!», exclamó un día Cice­
rón, cuando Catilina tramaba sus crímenes sacrilegos, cuando un
yerno y un. suegro libraban unas luchas terribles y cuando la tie­
rra desolada
estaba: calada por la mortandad civil. ¿Por qúé ·¡¡;ces
ahora: «¡Oh costumbres!»? ¡Por qué dices: «;Oh tiempos!»?
¿Qué
es lo que no te agrada, Cecilia, qué es? Ninguna crueldad se
muestra, ninguna arma está furiosa; se puede disfrutar de una paz
segura
y de la alegria. No son nuestras. costumbres las que deshon­
ran tu época; sán tus costumbres, 1Cecilia, las que las deshonran»
( 45) Epigrammata, III, LXX.
1323
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.A:NGEL MARTINEZ SARRION
( non nostri faciunt tibi quod tua tempora sordent, / sed faciunt
mores, Caecilianae, tui).
Queda discernido el planteamiento erróneo, que hace del hom­
bre y de la familia la medida dictada por los patrones personales.
Semeja,
como si en los últimos tiempos, la maldición del Maligno
-porque del Cielo sólo vienen bendiciones--enseñoreada de las
mentes rectoras, estuviese empeñada en la tarea de presentarnos
un mundo decadente, un hombre volcado a los instintos y una
familia.retardataria de los progresos sociales, como queriendo tra­
ducir
más acoplado el axioma roussoniano «l'homme est né libre,
et partout i1 est dans les fers», pues estas cadenas, nada importa
que sea
la sociedad la que las impone, por cuanto el propio Juan
Jacobo, si bien
como buen sofista había de partir del principio
irrebatido de que
«la plus ancienne de toutes les sociétés, et la
seul naturelle, est celle de la famille», reducía su actividad des­
pués, a llenar un mero criterio de utilidad, en la que vencidos
los cuidados y atenciones a la prole, tanto padres como hijos, po­
dían respirar hondo al recobrar su libertad, temporalmente condi­
cionada, de forma que «s'ils continuent de rester unis} ce n} est
plus
naturellement, e' est volontairement; et la famille elle-mi!me
ne
se maintient que par convention» ( 46 ).
Ccin ello se estaba preparando el terreno para que pudiese
germinar en él toda idea disolvente, envuelta meticulosamente e
incluso
.con cierta maestría, en lo que Bertolt Brecht (47) llama­
ba .«inclinaciones abyectas, materialistas, egoístas y marxistas»
(allen niedrigen, materialistischen, egoistischen, und marxistischen
Neigungen).
P.orque, ¿ qué es, en definitiva, esa concepción de la
familia que cuando no ve la utilidad que con ella
se puede obte­
ner,
se acoge a la conveniencia cJ a la rutina? Desalentador resulta
ir comprobando cómo desenfadadamente se va dejando caer el fer­
inentcJ disolvente que, al priv.ar de defensas al organismo familiar,
apenas tenga bríos para luchar contra los embates que le vienen
de fuera.
Hay que afirmar sin
rebozos ni complacencias que la familia
está sana, pese a tener que rendir pleitesía a una
realidad, que ha
hecho tambalear a
más de cuatro hogares que semejaba estables,
¡,ese a su aparente estructura, al atacarle la m',Z teísmo, el egotismo y m·hetetodoxia, que, fatalmente han de pro­
vocar su ocaso, sumiendo al hombre en el desconsuelo, en el fata-
(46) Du Contrat sodal ou Prindpes du dfoit politique} L'Integrale,
París, 1971, II, 518. (47) Geschichten von Herrn Keuner. Gesammelte Werke, Frankfutt,
1967, 74.
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LAS METAMORFOSIS DEL .DERECHO DE FAMILIA!
lismo y en la apatía, a las veces, alternadas otras, con el ansia de
apagar sus lamentos con las riquezas despiadadamente acaparadas,
cual sellaba el proverbio de Lagniet,
«plus. a le diable, plus il en
veut avoir», hasta llegar a percibir, adquiriendo conciencia, de ese
sentimiento de
frustración, que
hace exclamar al viejo como ad­
monición de Zarathustra ( 48): «¿Por qué, dijo el Santo, me be
marchado yo
al bosque y a.la soledad? ¿No fue acaso porque ama­
ba demasiado ,a los hombres ? Ahora amo a Dios (J etzt liebe ich
Gott).
El hombre es para mí una cosa demasiado imperfecta. El
amor al hombre. me· mataría (Der Menchs ist mir eine zu unvoll­
kommene Sache. Liehe zum Menschen würde mii:h umbringen).
Lo que vertido a nuestra temática equivaldría a inquirir: ¿ Si le
quitamos la familia y le privamos de Dios, qué es lo que queda
del hombre?
·
Y, desgraciadamente, en este itinerario nos encontramos. El
empleo sistemático de pseudoconcepciones ha llegado a agrie­
tar las paredes del edificio, si bien, yo soy de los que todavía
abrigan la esperanza de que
po¡:o importa que se resquebraje el
tabladillo si permanecen firmes: los cimientos ; y que, el espíritu
del pueblo, replegado en
sí mismo y adormecido, pero no con
el sueño de la indiferencia, sino con el
.de la crisálida, aguarda me­
jores augurios; y que es

sólo
todo lo malo, todo lo anárquico y
todo lo decadente
lo: que ásoma y emerge en la .superficie. De
aquí que como descripción tea! de la familia en cuanto tal, haga
mío el pensamiento de Jorge
Manrique, compendio de piedad. y
de consuelo
(49} en la descripción de la muerte de su padre: «Cer­
cado de su mujer / i de sus hijos e hermanos / e criados, I dió
el
alma a quien ge la di6 / el qutll la di6 en el cielo / en su glo­
ria, /. que haunque la vida perdió / dex6nos harto consuelo / stt
memoria».
No, nadie sea osado a afirmar que la familia está enferma.
No, ciertamente,
el organismo de la familia no puede enfermar
mientras no lo esté
el hombre que en ella se cobija. Empero, es
preciso reconocer, que hogaño
se presenta doliente y dolorida.
Pero los notarios, juristas de
cabecera; de la institución familiar,
con los remedios de. antaño, sabemos,. por haberlo constatado en.
nuestra práctica diaria, que los componentes del <;:Uerpo familiar,
uno por uno y en su conjunto, gooa de perfecta salud. Lo que su­
cede
es que desde fuera, los alquimistas. sociales, prevaliéndose de·
(48) AJso sprai:h Zarathustra. Vo"ede, Werke in zwei Biinden, I, Mün-.
chen, 1971 548.
(49) Lancionero. Coplas por la muerte de su padre, 6.' ed., Madrid,.
1971, XL, 109.
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ANGEL MARTINEZ SARRION
su situación, Eolos de los tiempos, lanzan los vientos inficionados,
cargados de egoísmo, de resentimiento,
de intolerancia, de concu­
piscencias, a manera de vei,daderas epidemias, que porla facilidad
que les prestan, los medios de comunicación, se
propagan de orien­
te a occidente.
por .los linderos del planeta. Lo lamentable es que,
algunas
de ellas, convertidas en .endemias familiares, han llegado a
constituir, sin columbrar del todo su terrorífico alcance, por
apa­
rentar ser incruentas en -sus efectos inmediatos, nuestra auténtica
«peste negta». Y cuando agotada en exceso la paciencia, alguna
voz se levanta
c a Sócrates, tildarla ne retrógrada y pervertidora, .aprestándose los
sofistas al uso, otrora adoctrinante, ahora gobernante, a acallarla
con la cicuta.
El dolor y la soledad no son
las constantes del hombre, sino
la esperanza
y. el esfuerzo por alcanzar la felicidad. Las nubes tan
sólo hacen palidecer el
cielo a nuestros ojos. Cuando el cristal
empañado
se limpia se vuelve de nuevo a ver claro. Y ello posi­
bilita que, desbrozando la hojarasca de las pretendidas libertades
minúsculas, se pueda llegar a
la libertad; que dando de lado a
los
pseudoconceptos deformadores se alcance la verdad informan•
te; que artojando las muletas del aborto y del divorcio, cuando
ortopédicamente no
se requieran, se tome a caminar con los pies;
que prestando alas el sentimiento a la
razón; se destapen sin re­
cato los sofismas inconciliables en que, los que tan generosos se
muestran a la hora de tratar del aborto, sean a renglón seguido
furibundos
esbirtos de la supresión de la pena de muerte, Y es
como decía
el mandamás aquel cuando negaba a unos corteligio·
narios
unas monedas para edificar un colegio, al par que a los
corifeos que recibía después les aumentaba la asignación para
construir una cómoda cárcel:
«Es que al colegio ni vosotros ni yo
podemos volver, pero a la cárcel ... ».
Nadie mejor que René Savatier, a quien he seguido en el título
de este tema,
ha expuesto el problema de nuestro tiempo (50):
«Mas si la colectivización por el equipo contiene un ideal huma•
no, no es 1ó mismo la colectivización por la masificación. En esta
última
se pierde la personalidad. La standarizaci6n del hombre
está en las antípodas
de su personalidad. Ahdra bien, la masa anó­
nima es un• instrumento de standarizaci6n de los hombres, que
en sí misma
tiende, por las leyes que impone su gtavedad, a im­
poner esta standarizaci6n, poniendo así en peligro los derechos
de la persona
... Este peligro es insidioso. No procede solamente
(50) .Les métpmorphoses économiques et sociales du droit privé d'au·
jourdhui, París, 1959, núms. 353, 354 y 355, pág. 27 y sigs.
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LAS METAMORFOSIS ·DBL DERECI-IO DE· FAMILIA
del carácter colectivo impuesto a nuestra civilización por el pro­
greso de sus técnicas. Aparece aureolado aparentemente de la pro­
secución del bien común.
Se dice que para proteger· a la persona
contra el ambiente de una civilización puramente material,
el Es­
tado ha · de ser · fuerte, lo suficientemente fuerte para vencer las
resistencias. Para vencerlas debe detribar los obstáculos humanos.
¿ En qué medida este derribo será compatible con el respeto a la
persona de los hombres
· que considera como sus adversarios ? .. ,
Forzar la resistencia a todo elld .constituye entonces la reflexión
natural del jurista preocupado por la coexistencia de los attibutos
personales
... Hay que c0rter un grave riesgo. Una cierta direc­
ción de la
mística liberadora de la persona se precipita. La pala­
bra "libertad" tiene resonancias temibles. "Libérer la personne",
esto es, si se le da a la libertad un cierto sentido, desconocerla,
pues, para muchos de
sus liberadores, supone negar que el primer
uso de
la libertad debe ser, en un ser razonable, conferirse una
disciplina
y, en especial, una disciplina social. La verdadera liber­
tad de la persona no es la anarquía,
está en virtud del compromiso
libremente adoptadd, en la conciencia,
en el ser libre, de sus res­
ponsabilidades. Asf, promover la unión libre no es promocionar a
la persona, sino liberar
su instinto sexual, esto es, desconocer la
superioridad de la persona sobre el animal. "Liberar" la paterni­
dad o
la maternidad, es aniquilar la persona del hijo suprimiendo
la responsabilidad de sus padres respecto a él. .. La promoci6n
jurldica
de la persona humana, no debe en consecuencia, desco­
nocer ninguno de los rasgos del hombre»:
Al maquinismo, a la informática, a los ordenadores, a la tira­
nía del Estado, que sólo pue<;le pavonearse de la legitimidad de
su origen, pero a la que .desvirtúa," una y Otra Vez, con su ejercicio;
a la cacareada igualdad de derechos de hombre y mujer, al ma­
chismo, palabra por la que siento una especial repugnancia desde
que en mi infancia
oía gritar a los carreteros . «arre macho» para
estimular
la marcha de las ca~erfas ; el feminismo y todos los
movimientos redentores
que en el mundo. han sido, a la sociedad
de consumo; y, por qué no decirlo, sin rebozo, a los pésimos go­
bernantes que suele enseñorear. la democracia, se debe el desco­
nocimiento cada vez mayor del hombre y la conculcación de los
principios inspiradores
de la vida en la familia. 'Los que procla­
man la libertad con·
su palabra, la desnaturalizan con. sus hechos,
al someter a sus miembrds responsables al abandono . a sus pasio­
nes y al esquilmo .de sus recursq para el depilfarro que la clase
política requiere, con voracidad tal que, a pocos lances, si Dios
no lo remedia, la procug.lidad suntuaria del Estado permitirá con-
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ANGBL MARTINBZ SA.RRION
templar la imagen de una sociedad empobrecida, unas familias es­
quilmadas, un hombre desilusionado y un Estado en quiebra, que
a falta de riquezas que saquear intentará disminuir los mendrugos
de los mendigos que
lo integran.
No toquéis las libertades para hipotecarlas. Nada
de Estado
de bienestar que principia
y acaba en el bienestar del Estado, o
mejor dicho de los que medran en su usufructo. Porque ya em­
pieza a apreciar
la experiencia, que el Estado del bienestar, es el
Estado hospicio, donde el hombre
no es más que el número de
su documento de identidad y la letra
de su catalogación fiscal;
con lo que, en fin de cuentas, se ha degradado a. individuo indi­
ferenciado en una colmena, en la que
los. zánganos han sustituido
la lucha por la fecundación
de la reina, por la concordia que nace
del
reparto del botín, sobre todo si éste es ubérrimo y abundante.
Las mediocridades intelectuales que
escalan al poder ampara­
dos en el tinte de
anonimatd. que presenta desgraciadamente la
democracia, se complacen en exceso con airear, una vez tras otra,
el lema, más de juegos florales que idóneo para servir de fun­
damento serio a cualquier
valoración jurídica, de la crisis y des­
composición
ele la familia. Es una .vieja temática fracasada que
trata de vitalizar su falta
de originalidad cambiando de destinat.a­
rio. No hace muchos años era Dios el que

conducido por estos
afanes se le hacía aparecer muerto, tal Roger Garaduy (51 ), argu­
mentando
simplemente en las concepciones hegelianas ; y como
esto no pasó de ser un mero juego dialéctico, arroparon sus cori­
feos su fracaso en predicarlo
. de la familia ; si bien, en este caso,
su figurado ocaso
no podía llevarse a lo trascendente, sino al de­
suso,
.viniendo a dar· entender, porque no han tenido sus prosé­
litos el
valor. de afirmarlo, sabedores de que la negación de un
hecho cuya realidad se constata, se vuelve acusación contra sus
mantenedores, que
en síntesis ¿ para qué queremos la familia, cen­
tro de contradicción, de coacción de libertades, cuando tenemos
la fuerza del Estado que puede suplir sus funciones en exceso
y
sin daño o menoscabo de parte · o de tercero?
Tan
sólo observar que aquellos que esto consideran emplean
los mismos resortes especulativos que aplicaban
en un pasado cer­
cano los que, sin vacilación,
no sentían el menor recato en decir­
lo y escribirld de este mismo Estado, en el que ahora actúan de
turiferarios. Quede el consuelo de estar en los
epígonos de la
quinta utopía vencidas la iniciada por Platón ( 52) y sus secuelas
{51)" Di'eu est mort. PresSes· Univetsitaires de France, -París, 1970, pá­
ginas 370 y sigs.
(52) Ilo1mEa, ed. bilihgue, Pabón y Femández-Galiano, Madrid, 1969.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FA.MIUA.
renacentistas de Tomás Moro (53), Campllnella (54) y Bacon (55),
que pueden servir para poco más que almacenar polvo y años en
los estantes de una librería y la marxista que nos ha tocado pade­
cer,
por cuanto ésta, a diferencia de .sus predecesoras, no era teó­
rica y sistemática, sino oporrunista y volcada a la implantación
práctica
y que desafortunadamente para nosotros la caída dema­
siado rápida
y fulminante del muro de Berlín, no ha dado lugar
a que aplastara en su caída los niveles estructurales que la posibi­
litaron,
con lo que aún se corre el riesgo de que, con otras care­
tas, intente colarse aprovechando los bailes de máscaras, que evi­
ten se pueda extender su certificado de defunción, por cuanto,
y
perdón por la irreverencia, aún vague y vegete por alú como
alma. en pena.
La imperfección es el móvil de la perfección. Ninguna obra
humana
es perfecta porque tampoco lo es el hombre que la genera.
Por lo que, asimismo, la familia está sujeta a esta regla. Ahora
bien, reconocer las imperfecciones no equivale a establecer su
re­
pudio, sino el estímulo para el progreso. Lo humano-honesto es
dilatarle sus horizontes y arbitrarle los mecanismos oportunos para
dotarla de
una mayor consistencia y estabilidad, no ir acumulando
adoquines que la imposibiliten para seguir su camino normalmente
y sin dolor,
por los golpes recibidos en los continuados obstácu­
los que le salen al paso. Los males que acechan a la familia son
extrínsecos a su esencia,
por lo que no obligan al jurista a tener
que aportar soluciones radicales, ya que corresponden a ·situacio­
nes temporales o

a
la necesidad de amoldarse a determinados tipOS
de vida. Como toda terapia no es deformaote de su naturaleza,
sino restauradora. Y tao sólo cuando ésta
no quepa, como reme­
dio extremo y concreto,
podrá pensarse en la cirugía, que por ser
una mutilación, está delatando
la carencia de soluciones no cruentas.
Al respecto, hace ya bastante años,
con motivo de la discusión
sobre la introducción de la ley del divorcio en Argentina, en una
entrevista radiofónica me empetaba una afamada periodista: «Pero,
bueno, ¿es usted partidario del divorcio
d no?». A la que contesté
lo mismo que hago ahora: «No conozco a jurista
alguno partidario
del divorcio, pero
tampoco conozco a nadie que por principio lo
sea de
la cirugía». Y es que, lo que lamentablemente ha dejado de
cuniplir su función, -si no se pone ('Oto, se puede convertir en
fuente de infecciones.
(5J) «Utopía», en Utoplas del. Renacimento, Madrid, 1982, págs. 32
y
siguientes.
(54) «La ciudad del Sol», en Utoplas, cit., págs. 143 y sigs.
(55) «Nueva Atlántida», en Utopías, cit., pág. 235 y sigs.
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ANGEL MARTINEZ SARRION
Con todo, hay que dar la voz de alerta y prevenir a los juris­
tas para que. no se permitan embaucar por las páginas de una lite­
ratura decadente, que como vanguardia destinada al ataque. se ha
ido dejando destilar pausadamente.
En ella hay que inscribir a
los que con buena fe se han dejado trompicar
por cierto prurito
de estar instruido
en las modas, cual, sucede en Bertrand Ru­
ssell (56), cuando escribía. en 1929: « ... hemos de ocuparnos. de
los hombres en masa, no de los individuos raros y excepcionales;
para unos cuantos santos es posible vivir una vida que en parte
no sea egoista, pero no parece que ello sea posible para la vasta
mayoria del géner
ohumano;.. seria por lo · tanto inútil predicar
una moralidad que requiriese altruismo por gran parte del género
humano».
Halagar al egoísmo, siquiera para sembrar prosélitos,
suele
dar malos resultados si se excluye el éxito momentáneo que
puede suponer el aprestar carnaza a
comer esa misma masa que se
predica. Decía a modo de contradique Bureau (57), que «la ob­
servación social demuestra que es la buena organización de la vida
famüiar la que hace a los pueblos vigorosos y fuertes; y que allí
donde esta organización existe, los otros
desórdenes no tienen
más que una importancia secundaria y pueden encontrar fácil re­
medio».
Con un conocimiento más acusado de las veleidades humanas
y actuando de relator
de los sentimientos, sin pretender hallarles
justificación alguna al margen de la que le proporciona su expo­
sición, se expresa lbsen (58)
en este aleccionador diáldgo entre la
protagonista y Helmer, en la que explica por qué ha decidido
abandonar a su marido e hijds:
«HELMER.~i Abandonas tu hogar, tu marido, tus hijos! ...
¿ No piensas en lo que se dirá?
NoRA.-No puedo pensar en eso. Yo no sé sino que para
mí es indispensable.
HELMER.-i Ah! ¡ Es irritante! ¿ De modo que faltarás a los
deberes más
sagradds ?
NoRA.-¿A qué llamas. tú mis debetes más sagrados?
HELMER.-¿ Necesito deci'.rtelo? ¿ No son tus deberes para
con
tu marido y tus hijos?
(56) The prospects of industrial civilization, 2.' ed., 1959, cap. IX, 134.
(.57) La crise morale des temps nouveaux, París, 1907, 19.
(58) Casa de muñecas, act. III, se. final, 8.' ec!;, Madrid, 1972, pá,
gína 77.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMIUA
NoRA.-Tengo otros. menos sagrados.
HELMER.-No los tienes. ¿ Qué deberes son esos?
N<>RA.-Mis deberes para conmigo misma».
Esgrimir como
. estandarte la visi6n ibseniana de la familia co­
rre el riesgo de atribuirle unas finalidades ajenas por completo a
su ideario, que no
consistfa en plantear la controvetsia entre fa­
milia y sociedad o Estado, sino que como con su agudeza desta­
caba Unamuno (59), explayaba su concepción de la vida:
«la sole­
dad... refugio
de aquellas almas rebustas y soberbias que pasan
cortando
el mar muerto de las muchedumbres que ba¡o el yugo
de
la rutina se ocupr;n en crecer 'y multipUcarse satisfaciendo a la
carne esclavizadora y estúpida». ·
A este propósito, donJdsé Castrui Tobeñas (60) apunta que
«Casa de muñecas ha tenido 1.llla adaptación a la vida española
en
Mamá, de Marrínez Sierra. Mercedes y Nora son, psicológica­
mente, la misma mujer, una mujer incomprendida por su
marido,
quien sólo busca en ella una muñeca alegre, bonita e inconsciente.
Su diferencia está en el desenlace: en .la obra española, al contra­
rio del drama
noruego, triunfa el hogar-sobre el feminismo, la
familia sobre la emancipación, la esposa sobre la mujet».
En el
Juez de los divorcios, de Cetvantes, las parejas que acu­
den a divorciarse y que exponen sus quetellas ante el Juez,
la
solución a que conducen los hechos, la dan los músicds como final
del mismo (61):
·
•Músrco.--Señor
juez, aquellos · dos casados tan desaveni­
dos que vuestra metced
cdnéertó, redujo· y apaciguó el
otro
día, están es¡ierándo a vuesa merced con una gran
fiesta en su casa ; y por nosotros le ~nvían a· suplicar sea
servido de hallarse en ella y honrallos».
«JuEZ.,-,-Eso haré yo de muy buena gana; y pluguie~e a .Dios
que todos los presentes se apaciguasen como ellos»,
«PRocURAnoa.-De esa man~ moriríamos de hambre los
escribanos
y procuradores de esta audiencia; que no, no,
(59) «Ibsen y Kietkega.atd>)~ en Mi religión y otrQs ens"ttyos -breves,
5.' ed., Madrid, 1%8, 55.
(60) La crisis' del matrimonio. Ideas y hechos, Madrid, 1914; pág.127, nota 1. -· . , . . _
( 61) «Entremeses_ de Miguel de Cervantes Saavedra», en Colección de
Entrelileses, Loas, Bailes, Jácaras-y Mo;igangas, NBAE, ed. Cotarelo Va­
lledor, Madrid, 1911, pág. 4.
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.ANGEL MARTINEZ SARRION
sino todo el mundo ponga demaodas de divorcios ; que
al
cabd, al cabo, los. más se quedan como se estaban, y
nosotros hemos gozado del fruto de sus pendencias y
necedades».
«Músrcos.-Pues_ en verdad que desde aquí hemos de ir
regocijando la fiesta: Entre casados de honor, / cuando
hay pleito _descubierto / más .vale el
peor concierto /
que no el divorcio mejor».
·
Que el divorcio pueda constituir un remedio excepcional, na­
-die lo pone en duda. Que deseable sería no tener que llegar a él
por las repercusiones qué comporta, no hay quien lo niegue. Que
no supone el restablecimiento de un equilibrio roto, porque los
acontecimientos pasados pueden olvidarse pero no son suscepti­
bles de no dejar huella, es ndtorio. Que su facilitación obedece a
!as veces a matrimonio
de ocasión o de capricho fundados en la
sensualidad y no en el menor asomo de amor, hay que aceptarlo
por descontado.
Que con él se pierde ese sentido reverencial que
los hijos deben ver en sus
padres, como ejemplo de honradez y
·ecuanimidad al que recurrir en los avatares de la vida, es algo
que se destaca con gruesos caracteres todos los días. Cierto que
también se llega a él porque
la convivencia diaria ha alcanzado a
niveles de violencia tales que resulta poco menos que
insoporta­
ble. Verdad, igualmente, que cuando aparece el ddio llega en tal
extremo a inundar el corazón que mostrándose éste incapaz
de
darle cobijo se desborda por los ojos.
De éstds, alguna que otra vez, cuando aparecen por la notaría,
;ponen reparos para tener que volver a estar juntos en la misma ha­
bitación al regular y firmar su convenio
de separación ; e incluso
recuerdo con cierta pesadumbre que, unas
veces, el ex-marido y
otras la ex-mujer se han vuelto de espaldas para no tener que sopor­
tar sus respectivas miradas. Jóvenes de pocos años de vida y de
mends meses de matrimonio a los que
el sólo verse_ les resulta into­
lerable. Y qué
difícil y entristecedor al tiempo me resulta no poder
hacer abstracción
de esas imágenes de mozalbetes que van por las
calles sin el menor pudor
ni respeto haciendo gala de sus instintos:
de tales comienzos, tales finales. Y pese a eso, la
prog¡:esía recalci­
trante no repara
en medios para embrutecerlos, cdreando sus accio­
nes como heroicidades, y caso omiso de los derechos del hombre
y de la mujer,
que también se formularon como réplica inmediata,
instaurar como mddelo de
la ausencia de ideales que se intenta ha­
cer enseñorear en todos los ambientes, los «derechos del sexo», que,
conculcando la doctrina cuatro clérigos irredentos,
no dudan en
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMIUA
aplicar hasta al mismo Jesucristo amontonado con Maria de Mag­
dala y que pronostican mal año pata el martirologio en aras a
la pureza, y desdeñan esa figura encantadora de belleza y candor­
de una Santa María .Goretti que hacía-las delicias de la juven­
tud de
mi tiempo, orgullosa de que entre los miembros de nues"
tra generación hubiese quien lograse la santidad en grado excelso.
Mas, ni aún
así: la familia encierra tanta fortaleza que es sus­
ceptible de soportar otros .embates. Cuando los alemanes no saben
más que decir o escribir vaciedades· o mentecateces, que aunque
no con frecuencia, desafortunadamente se producen, siempre en­
cuentran el eco de una mentalidad latina que los vierta a su idio­
ma, lo cual no los priva del desprecio que le dispensan
sus con­
nacionales, ni le añade nota alguna de vigor científico, literario o
experimental. Este
es el caso de Max Horkheimer (ii2), que dog­
matiza: «la ruptura can la familia pierde por tanto su sentido te­
rrorifico ,lo mismo para la muchacha que para el ¡oven. La auto­
ridad
en la casa cobra un carácter irracional •.. Cuando ideas vene­
radas a lo largo de siglos son mantenidas rígidamente contra
la
marcha de la historia, en vez de ser sometidas a la evolución y la
transformación, su contenido de verdad se volatiliza y se tornan
vacuas ideologias, sean cuales fueren las fuerzas con que se las
mantiene en vigor».
Las palabras transcritas obligan a reflexionar acerca de los
daños que aficionados a las ciencias sociales, que no tienen
.caris­
ma para la profecía ni estudios para filosofar, pueden dispersar
a las gentes sencillas o a los jóvenes presurosos por alcanzar una
situación estable
en· esta vida inestable, halagando las pasiones
y presentando como opresor o retardatario_ para sus vuelos el
trato y convivencia hogareña. Por el arte sin magia ni poesía
de Horkheimer,
la familia encierra un sentido _terrorífico, que
hay que tener
el valor de salvar al igual que si detrás de las alam­
bradas se encontrase J,. libertad, y lo que designa como h-consta­
taci6n cuando los hijos abandonan sus padres y solos se lanzan a
sortear
con más osadía que instrucción los avatares de la existen­
cia, lo primero en que reparan es que el padre, la madre o ambos
han ejercido sobre
él .una autoridad irracional. Cuando tales
insensateces se piensan y se escriben es lícito sentir el deseo de
desertar siguiendo el refrán popular de que «a los necios o potfia­
dos la mejor bofetada es dejárlos». Mas a estos adoctrinadores- no
se les puede conferir pasaporte para que actúen a. su libre arbitrio,
por
el enorme potencial de error y malicia que pueden desarrollar.
(62) Sobre el concepto del hombre .y otros ensayos: Autoridad :V fa·
milia en la época actual; Buenos Aires, 1970, pág. 116.
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ANGEL MARTINEZ SARRION
La irracionalidad es algo extrínseco al mismo concepto de autori­
dad que responde a módulos de justicia y· de injusticia: sólo sería
sdcorrido hablar de irracionalidad cuando la titularidad familiar
la ejerciese un león,
un tigre o un lobo. En la familia, no me ha
sido dable apreciar autoridad sino responsabilidad, una suma de
deberes responsables, que cuando no se muestran, no es para dejar
paso a la autoridad, sino a la anarquía. Todos campean por
sus
respetos en la posada o mesón familiar.
La falacia de este razonamiento es fácilmente denunciable.
Autor nada melifluo cual
Voltaire ( 63) reconocía que «cuantos
más hombres casados tengais, menos cr!menes habrá... échese
una ojeada. a los registros penales, por cada centenar de solteros
ahorcados hay un solo padre de familia; éstos, no quieren tener
que ruborizarse ante sus hijos, por el temor de dejarles por he­
rencia el ludribio y la vergüenza». Y abundando en la concep­
ción rusa de la familia, Klaus Mehnert ( 64) «la madre -se lee
un artículo
de la Literaturnaia Gaceta de diciembre de 1955-
es una persona sagrada y debe ser tratada con veneraci6n en el
seno de la familia, en primer lugar por parte del padre. En la
familia la palabra madre. es ley».
Si malo es reconducir la familia a las instituciones anacróni­
cas y periclitadas, la gravedad sube de grado cuando se le hace
descansar
en la · indiferencia, •en la inoperancia, cual si fuese una
casa de reposo para convalecer y preparar nuevas aventuras ex­
trafamiliares, en donde no hay más credo que el que en cada
momento dicta el peculiar capricho, Es irritante que la convi­
vencia no engendre amor u, odio, sino impásibilidad. Es uil canto
de cisne al sumo egoísmo.
¿ Y qué sentir cuando es un hijo el
que entusiasmado· presenta orgulloso este· cuadro ofrecido en el
diario íntinlo de sus padres? ¿ Qué pensar cuando la madre y la
abuela
se instruyen en un pugilato de liviandades lesbianas y al
relatarlas sin
el menor rebozo al yerno y marido, éste en contra­
partida,
.. aporta la relación de sus · desmanes y conquistas? · Es la
empresa iniciada, por fortuna sin demasiados segnidores en este
tipo de pornografía fatniliar novelada, por Nigel Nicolson, el
más pequeño de los hijos de Vita Sackville-West y de Harold
Nicolson, que como explicación
de Retrato de· un matrimonio
esctibfa (65): «es 111 ,historia de dos personas que se casaron
por amor y cuyo amor gan6 en profundidad de año en año, aun­
que cada uno continuamente y de mutuo iJCUerdo fue infiel al
(63) «Dictionnaire philosophique», voz Mariage, pág. 371.
( 64) Der Sow;etmensch,. Stuttgart, 1959, pág. 86.
(65)
Portrait of a mariage, trad. Osear Luis Molina, Barcelona, 1975.
1334
Fundaci\363n Speiro

LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE F.A.MIUA
otro. Ambos amaron a personas de su propio. sexo, pero no ex­
clusivamente.

Su
matrimonio: no sólo sobrevivió a la infideli­
dad, a la incompatibilidad sexual y a las largas ausencias, sino
que, como resultado,
.aumentó-en firmeza y refinamiento. -Cada
uno terminó dando al otro plena libertad sin más pregunta ni
reproche.
El bonor echó ralees en la deshonra .. Su matrimonio
tuvo éxito .porque cada uno halló permanente y concentrada fe·
licidad
sólo en la compañia del otro. Si contemplamos su matri­
monio como una babia, sus:. aventuras fueron únicamente puer­
tos de
paso. Cada uno regresaba a la babia; allí era donde an·
ciaban y se afirmaban».
Cuando un hijo presenta los lunares o agujeros negros de
sus padres como virtudes ejemplares para los que
. se decidan a
imitarlas, sería vano intentar contrarrestarlas. Por ello prefiero
acallar
mi voz y traer lo que recitaba hacia 1140 el juglar del
Qd ( 66) cuando el héroe castellano antes de partir al destierro
acude a San Pedro de Cardeña, para despedirse de su mujer y
sus hijas,
«Dadnos consejo por amor de Santa -María!»
«Enclinó las manos la barba vellida,
a las sues fijas
en brafO las prendía,
llególas al cor~n, ca mucho las quería.
·
Llora· de los ojos, · tali fuerte mientras sos pira»: ·
«Ya: doña Ximena, la .mi mugier tan. complida,
commo a la mi.e alma yo tanto vos quería»
............ :~ ....... :.---........ :: ~-; .·. : ....... ,· ..... ·; .... : ... .
«assis parten unos d'ottos commo la ufia de la carne».
Aquí los
sentimientos matan a las C9rtvenciones. Aquí está
el
espíritu observador del piieblo llano, tua!Ídi:, juzga con senti­
do
común y con plena conciencia y no se deja llevar por los
dicterios solapados de los traspantojos o espantapájaros·. qu_e de-­
tras de úna · pantalla de televisió_n o de las páginas de. un j,eri6-
dico machaconamente le lanzan co11signas para aturdir!() y que en
el marco intelectual provocado
llegúe a confundir el día con la
noche y

a no dar
crédito a lo qué ',íus ojos ven súÍo a aquello
que .le
dicen. ¿ Cabe mayor bellez:Í y ¡,t,esía que la metilfora de
la separación del marido y la mujer, como la de la ufia de la
carne? ·
(66) Poema del Mio Cid, ed. Menéndez Pidal, Madrid, 1940, 16, v. 273-
279 y 18 v. 375, p,lgs. 121 y 126. . .
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ANGEL MARTINEZ SA:RRION -
Ante la desorientación ambiente, una vez ·más se impone vol­
ver los ojos con amor a esos templos de la· sabiduría que son los
clásicos, para que en medio
de tanta palabrería y tan ayuna de
pensamiento,
se . retome a. la serenidad de los conceptos.
Eurípides, una
vez más, nos brinda la ocasión para ello, en
su tragedia Akestis: «A polo había pedido a las Moiras, hijas de
la noche y diosas que rigen el destino de los hombres, que Ad.
meto, a
punid de morir,. pudiese presentar a alguien que qui­
siera morir voluntariamente en
su lugar, con la finalidad de que
pudiese vivir un tiempo igual
al que había vivido. Alcestis, la
esposa de Admeto, se ofreció ella misma, ya que ninguno de sus
padres aceptaba morir por su hijo».
Es la misma Alcestis la que explica su acción ( 6 7):
Y o te he honrado y he cambiado mi vida por la tuya, para
que puedas ver esta luz. Muero por ti, aunque me habr!a sido
posible no
hacerlo, y haber encontrado entre los tesalios el es­
poso que hubiera querido . y .habitar una próspera masión real.
No .he querido vivir separada de ti con los niños huérfanos, ni
he escatimado mi
;uventud, guardando los goces con que yo me
deleitaba. Y
en verdad, el que te engendró y la que te tra;o al
mundo te han traicionado, en un momento de su vida en que
habrla sido hermoso _para ellos morir, sal11ar a su hi¡o y aceptar
una muerte
gloriosa. (•al,01 o' o ,¡,ooa,; X~ ao,o,,; xa,Oavelv i¡xov ~iou, I xaA.ilv a. oo>oa, "ª'ªª xeox).e&,; Oaveiv).
Eras su único hijo y ninguna esperanza tenían, muerto tú,
de procrear otros hijos ( µovo,; 1 j¡v / ooiíxa,Oavóv haber vivido el resto de nuestros días y no gemirías, al verte
privado
de tu esposa, ni tendrías que cuidar de tus hijos huér­
fanos. ( mitaa,; wpq,ávev•,; ). Más éstas cosas algún dios hizo que
fueran así (
,RM ,aii,á p.év / Oe&v «,; e~é1tpa~ev i/,06' oihro,;
qetv ) ... Una súplica te vo ya ~cer, más no equivalente ~pues
nada hay más preciado que la vida-,-, ( 4>uy_i¡,; ,ap oóaé.v eai:,
«µuúnpov ) ; pero justa ( aixa,a a· ), como tú reconocerás, pues
tu quieres· ·a.·estos hijos no ·Wetlº.s que; yo, si est4s en tu sano,
juicio ( ef1tep eil ,¡,povei,). Soporta que ellos sean los amos en
la casa ( aeo1t6,a, . eµ&v aóµrov ) y no les des una madrastra a
estos hijos (
µ,¡spuul.v lo ruego. La madrastra es odiosa p¡¡ra los hijos del matrimonio
anteriot, en nada más dulce que una víbora ( sx,av,¡, ooaav ~1t,­
ronpa ) ...
(67) A)."'Iº"'• v. 285-297; 305 a 311; 365 a 369.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO "DE FAMILIA
Admeto.-«Perd al menos, espérame allí, cuando muera y
prepara la casa, como si la
fueras a . compartir conmigo. Reco·
mendaré . a mis hijos que me depositen sobre la misma caja de
cedro que a ti y que extiendan mi costado junto al
tuyo. ¡ Qué
nunca,
ni aun muerto, esté separado de ti, ·la única que me ha
guardado fidelidad!»
(¡,."fl;• TªP Oa,ói, 1ton aou / ¡wpl,; el"fl• ~;¡,;
¡,.ó'"fl, man¡,; i¡,.o[). .
La narración biográfica de Nicolson repele, descubre el juego
de artificio
al querer introducir como normal, lo que en verdad,
es patológico, mientras que, el juglar de Medinaceli y la trage·
dia de Eurípides, entonan un canto a la vida, precisamente al
ensalzar los valores morales y de toda índole que en la familia
florecen. Si la primera estampa puede despertar en nosotros un
sentido de
vergüenza o de compasión a las flaquezas y debi!i.
dades humanas, estas otras alientan nuestro espíritu y nos hacen
sentir cdmpartiendo estos ideales que
por su transcendencia no
son exclusivos
de período alguno. Cualquier hombre es capaz
de participar en ellos.
No hay límites para la incongruencia
y para aportar detalles
que minen la institución familiar, que
por la spodizia mentale
acumulada, aunque desdibujada, no llega a penetrar en su in­
terior y trastrocar sus líneas
esenciales configuradoras. Enrico
Altavilla, como viajero impenitente, recoge para
trazar la sem­
blanza familiar cuanto

de anárquico y deleznable ha podido re­
copilar en Suecia, Alemania,· Inglaterra, Francia y Suiza (68).
Después de m lectura la familia se configura como un centro
permanente de corrupción legalizada, de inmoralidad acrisolada,
de pasiones y deseos
irrefrenables que se valoran como · deter­
minantes
de su futuro tenebroso. Basta con repasar el índice · de
uno
de· sus capítulos: Matrimonio. sin sacerdote, alcalde ni testi­
gos, Divorcios a voluntad, ;, Porqué no casarse con su propia
hermana?, Hi¡os ol,ligados a odiar a sus padres, Padres que no
pueden ver a sus propios
hi¡os, El libre aborto, La ceremonia del
divorcio, Los
hiios de los divorciados, El intercambio de esposas,
Las «grandes familias», La mu;er «no vuelta a casar», El hun­
dimiento de los tabúes,
, Utilidad de la pornografia, La emanci·
paci6n sexual de las esposas, La democratizaci6n de los vicios,
Bl adulterio como victima del matrimonio. Para qué seguir.
Menos mal que el . mismo Altavilla se da . cuenta .del absurdo
relatado y en su dedicatoria formaliza su juicio: «al más viejo
y
al más reciente de mis grandes amores: a mi madre y· a mi
(68) Processo alla famiglia, trad. :Juan ·Moreno, 0Battelona, 1972, pá­ginas 17 y sigs.
13-37
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ANGEL M.ARTINEZ· SARRION
hija Laila, augurando a esta .última una familia tan feliz como
la de su abuela». Sin comentarios.
Más no
es posible descartar esta serie de motivaciones, que
si .tienen poco de ideas, menos aún aprisionan de sentimientos,
sin dejarlas provistas de la brújula que a base de caldo de ca­
beza, como apelaba mi profesor don Manuel Ballesteros, que es
decir cosas sin estudiar, suministra Kathleen Gough (69): «la
familia fue esencial
para la aparición de la civilización, permi­
tiendo un gran salto cualitativo hacia adelante en la cooperación;
en el conocimiento intencionado, en el amor, en la creatividad.
Pero, en la
actualidad, en lugar de desarrollar estas capacida­
des humanas,
el confinamiento de las mujeres en los hogares y
en las pequeñas familias, al igual que su subordinación en el
trabajo, no hace sino limitarlas. Es posible que el don humano
del amor personal· dé lugar
a. alguna forma de unión voluntaria
a largo plazo y que la mutua devoción individual entre padres
e hijos continúe indefinidamente, junto con
la responsabilidad
pública por los trabajos domésticos
y el cuidado de la prole.
Ciertamente no
es necesario regular relaciones personales ine­
xistentes; pero tampoco hay necesidad de que nos sintamos
temerdsos ante una vida social en la que la fatnilia
ya no existe».
Para la Cough, como buena canadiense, en su apresuramiento,
actuando de prestidigitadora, por
arte de birlibirloque, hace
desaparecer la familia
y con ello parece volverse ufana al respe­
table
y decirle: «ya no hay familia. Y qué ... », sin tan siquiera
dedicarle una oración piadosa o desembolsar unos óbolos para
contribuir a su sepultura.
La ligereza y desenvolutra con que se mueve en su plum­
bífera prosa la obra anterior
es digna de refutarla con las pala­
bras de un personaje benaventiano (70) «
... porque habrá cria­
turas que ni en las pruebas más terribles de su vida se hayan
acordado de Dios;. pero, ; qué criatura, por miserable que sea,
al desgarrarse su coraz6n, no habrá de¡ado salir como una ple­
garia, que Dios debe acoger como suya, este grito del alma:
ti Madre mía'!».
Con estos presupuestos fácil es deducir la política legislativa
que
se manifiesta en formas larvarias d encubiertas para pro­
ducir un desequilibrio en las fatnilias aprovechándolo en lo que
afecta a su ,desmesurado interés por
el fortalecimiento a su costa
(69) «The Origin of ihe Family•, eo Polémica sobre el origen y la
universalidad de la familia, trad. José Llavera, Barcelooa, 1984, pág. 152.
(70) «La ley de los hijos», en Obras completas, IV, Madrid, 1962,
act. I, se. IV, pág. 425.
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LAS METAMORFOSIS DEL DERECHO DE FAMILIA
del Estado. Parece como sin en algunos países, se muestre una
especial complacencia por
su désmantelamiento. A estos fines
inconfesables
se -origina una multiplicidad. legislativa, pata. con
disposiciones genuinas
ir· mezclando, normas dispersas que, la
única juridicidad que muestran, es la que se desprende .de su
publicación en el periódico oficial que
las promulga. ·· ,
El Estado, como delataba Cough, en su carrera de obstáculos
por
desbordar las barreras parlamentarias y de la opinión pública,
se apresta al asalto a
la fortaleza familiar, pero no en la batalla cara
a cara, sino mediante
el asedid que obligue a su rendición sin
condiciones. «¡ Para qué la familia l», si ya el Estado providente
facilita casas-cuna
pata los nacimientos; guarderías infantiles,
escuelas
pata. las primeras letras; libertad a la juventud pata
que
se produzca en sus pasiones y vicios; campañas de sexuali­
dad y de aborto,
eso sí; de tapadillo; la ,sanidad socializada que
viene a ser un taller de reparación
de, las piezas estropeadas,' en
los que
el médico no es aquel elegido por el enfermo por téner
depositada en él la confianza, sino el que la suerte anónima­
mente
depara;· siendo así que, si, la medicina ne es arte, es el
gran &acaso de la técnica, ya que, la última enfermedad, no hay
quién la cure; y, por último, se priva a las generaciones nue­
vas de
la experiencia de los antepasados viejos que, o se arrin­
conan con la jubilación anticipada para simular· que. se posibili0
tan nuevos puestos de trabajo, ·o se aíslán en los ásilos,. ·que por
nd contar con las atenciones de las monjas, se llaman hogares
de la tercera edad, o de la soledad,
más propiamente.
Metamorfosis del derecho de familia,
por descontado, pero la
misión del notario no ha de ser la de mero observadot,
como
lo haría un espectadoJC' en su butaca contemplando el espectácu­
lo, sino
la de aprestarse a doblegar, con la fuerza. de su razón y
con la lCOZÓn de su fuerza, los derroteros totcidos para· recon­
durulos al camino que se intenta hacerles abandonar. Lá inani­
dad de la familia
se alcanzará no con la proliferacióo de leyes
dardos o misiles, sino con la
pérdida de sus tradiciones, como
dejó escrito para lección permanente Hotacio (71 ): quid leges
sine moribus,
vanae profidunt. Y a esta orienta;ción nos encami­
namos y ciego será el que no lo vea. Se empieza por ahogar su
expansión negándole
los recursos. para mantener un patrimonio
estable, haciendo uso de lo que. se ha llamado Radfahrertyp, o
modelo del ciclista, que inclina su tronco pata
aprisionar. con
más fuerza a
los pedales, alcanzando velocidad con la cabeza
(71) Carminum, liber ·tertius, XXIV; v. 35-36.
1339
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ANGEL MARTINEZ·SARRION
.entre los hombros, la mirada baja y la pedalada fuerte, con lo
que, los
· impuestos, con voracidad digna dé uno de los signifi­
cados
. propretores romsnos, diezman una y otra vez con más te­
nacidad que Atila · los recursos familiares ; y en nombre de una
pretendida e ignota conciencia
fiscal, matan todo espíritu de
ahorro, para que los que podrían costearse sus necesidades y
las de los suyos, tengan humildemente que recabar la limosna
.del Estado que previamente les ha esquilmado. Y si esto es en
el orden material no menos peor parado queda el de los cimien­
tos morales.
Hay que sembrar
el recelo, la desconfianza y el desprestigio
.entre los componentes familiares, para que, privadas sus virtudes
.ancestrales, sea .presa fácil a las veleidades del partido politico
gcibernante, anhelante de ir dejando tras de sí la tierra calcinada,
para que mdie sea osado de despojarle de la tiranía de ejercicio,
fundada, tan sólo, en
la legitimidad de su origen, sin que las ideas
disidentes
se. produzcan y para acallarlas no se tenga que recurrir
a
la molestia de colmarlas de sol. Así se proclama el conflicto de
generaciones entre padres e hijos, la irritante patria potestad, que
ni
es potestad ni irritante, por cuanto se basa en la entrega, que la
naturaleza ha impreso en la creación, de que los mayores se ocupen
del cuidado
y defensa de los seres necesitados de ella ; porque, ¿ qué
padre
no ofrecería gustoso su vida a Dios a cambio de la de una
cualquiera de los hijos? Y, ¿qué madre, que auténticamente lo sea,
y no esas de pacotilla que vociferan por su derechos, no ha
sentido por
cada. uno de sus pequeñuelos y luego por los mayo­
res esas siete espadas de
dolor que se . difumina cuando contem­
pla lafelicidad en
su hijo? Y, ¿qué decir, si ese asidero, que.es
la formación religiosa
se intenta infravalorar, como un fenóme­
no pseudocultural para los pueblos incipientes, que incapaces de
proporcionarse
sus propios medios ideales, se han aplicado a dar
contenido a tradiciones periclitadas, incapaces de resistir un
análisis científico?
En tales sentidos se lanza legislación a palo­
tadas.
Se trata, ·en todo caso, de presentar al padre no como un
modelo que imitar, sino como un sujeto al que detestar. La
dialéctica. _pseudocientífi.ca que lament. ablemente . ha. sob. revivido
al
muro de Berlín -y Dips quiera en su infinita miseri09rdia
que lo sea
por poco tiempo ; para evitar padecimientos y des­
orientaciones dolorosas
a la humanidad-, conculca los valores
legados · por los griegos ; y cuando ellos hacían radicar la supre­
ma dignidad,
~ápoi;, en el padre e irradiada a todo el hogar
familiar, por medio
,de la intriga, 1t11Yoíiproi;, lo muestran como
1340
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LAS METAMORFOSIS DEL DER$C~O DE-FAMILIA
un malvado, xavoun,ém. De aquí que hay que .limhar el yugo,
mediante los matrimonios temporales y resolubles y liberar
a
los hijos rebajando las fronteras de la mayor edad y adoctrinán­
.doles para que. como las aves, cuanto. más pronto emprendan
.el vuelo, antes podrán surcar loo cielos más .puros, y batir las
alas para desprenderse de la poluci6n familiar.
El Estado del bienestar para los gobernantes, para la
no­
menklatura, visto desde el prisma de los gobernados, es en el
mejor supuesto, el Estado beneficencia. Cuando. uno contempla
la serie de mendigos -que no son fruto de las ideas democrá­
ticas, sino secuela de su. perversi6n demagógica- que recaban
un puesto
de trabajo o una. asistencia médica, necesariamente
tiene que
convenir en que s6lo la familia y sus organizaciones
profesionales y laborales, pueden salir al paso de tamaña
felo­
nía, que a manera de compendio de plaga bíblica, constituye la
peor maldici6n que cabe efectuar a un pueblo: «¡Que te gobier­
nen los mediocres!».
El Estado se
.esfuerza por eclipsar a los juristas, trocándolos
en simples legistas. Que su h.orizonte empiece y termine en la
Ley; y que, fuera de ellas, no existan más que tinieblas en las
,que· pululan los fantasmas del derecho--reemplazado por la
economía-y la .justicia -sustituida por el oportunismo. y la
utilidad-.. Ya prevenía respecto a este fen6meno, Georges Ri­
pert (72), «nuestro siglo ve todos los días el milagro de la. mul­
tip/icaci6n
.de las leyes, que semeja al milagro evangélico» y
matiza que «las leyes han devenido especiales . y tempor muchas no son más que soluciones improvisadas de dificultades
que cambian sin cesar de aspecto. . .. ;
la legislación llega a ser
hermética a fuerza de complejidad
y el individuó se pregunta con
.inquietud, pues sé reputa que no ignora la ley, si puede actuar
mientras tantos actos. están prohibidos, sL nada puede h~cer
cuando tantos actos son obligat01jos ..• Durante largo tiempo la
.ley . se ha considerado como revestida de un carácter casi divino
que inspiraba a
. la vez el temor y el respet.o». Bajo la Revolu­
d6n la soberanía . nacional se beneficiaba . del antiguo esplendor
de
la soberanía real. «La Ley, montada en it.l trono de . los Ca­
petas, dice Máximo Leroy, recibe los· honores reales». La fi"!l.ta
del Campo de Marte honra a la ley ; ser declaradp fuera de la
ley,
es deshonr.oso:. ~ Quién podría dudar, por otra parte, del
valor superior de la ley?
Ita siclo dictada por la rá2Ón y fa. ~a,­
z6n · ha .sido divinizada. La .. constítuci6n. ele.! 5 fnictido;, . del. año
: (72). ie-~égime demOcratiqÜ~--et lé D,oiÍ'div/l titoáerize, 'i.• ed.~ Parfs, 1948, :pág. 24. .· · · . . .. · · . ·
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ÁNGEL MARTINEZ ,SA·RRION
III declara solemnemente: «no es hombre' de bien el que no
es franca, religiosamente, o,b,.ervador de las leyes». «El que vio­
la abiertamente la ley se' declara en estado de guerra con la so­
ciedad». Con estas leyes, añadimos nosotros, no se planteaba
cuesti6n alguna
de entidad para que, el jurista, pudiese alinearse
con
el legista, en un plano de igualdad o de proporcionalidad,
sensiblemente coincidentes. Y
es que, respecto a ellas, se ejecu­
taba lo que quería Portalis, en la introducci6n al Código civil
francés, que las leyes
se hacen con el tiempo, o hablando con
propiedad, no se hacen.
Pero las ideas han cambiado:
«Los legisladores acceden al
Par/amento por elección y ostentosamente se llaman a s! mismos
los representantes del pueblo. Si bien, por el iuego de la elec­
ción en sí, no es la voluntad de todos la que el elegido puede
expresar
... El elector más influyente, el grupo más numeroso,
el director Je/ periódico de mayor tirada, el industrial más
acaudalado, el sindicato más importante, dictan su voluntad al
elegido un d!ti». Y acentúa Ripert: «los hombres no son santos
ni héroes, porque
cuando lo son, no se ocupan de la política».
«La idea de la soberanía nacional aparece a los juristas moder­
nos como un mito. Han mandado al almacen de los accesorios
políticos
la idea del derecho divino y del derecho natural. No
hay, según
dicen; más que gobernantes y gobernados. La Ley
es la expresión de la voluntad de los gobernantes y se impone
a los gobernados. No
es otra cosa más que una voluntad prepo­
tente: /a loi n'est plus que le cri de triomphe du parti vainqueur».
Ante tal perspectiva el jurista no debe circunscribirse a ser
un servidor de
la ley, sino a ejercer una actividad critica para
determinar su genuinidad con los' intereses sociales, su oportu­
nidad para la situación normada y su viabilidad, por cuanto hay
leyes que nacen muertas, pues, sólo merece el calificativo de
ley, la que
se revela como emanaci6n de la sociedad y no como
imposici6n de un programa
pol!ticO,. ya que, a diferencia de los
regímenes autocráticos, los democráticos se han de caracterizar
porque las mayorías han de gobernar, · sin subyugar ni humillar
a las minorías, dándoles
acogimiento en ellas y no con la puerta
en · las narices.
· Si esta mlsión incumbe a todo genuino jurista que se con­
gratule.
de serlo, en . materia de · familia el notario . ha de recabar
el honor
de. un puesto de riesgo en la avanzad.a y no por aprecia­
ciones subjetivas o profesionales, sino porque la estabilidad y
progreso de una sociedad es el reflejo de la, estabilidad y del
progreso de la familia. Frente a la dispersi6n y atomizaci6n
1342
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.l.A.S METAMORFOSIS DEL DERECHO DE F AMIUA
que, para. sus integrantes, los. políticos realizan, hay que pro­
clamar, sin reservas, el principio de concentración y coopera­
ción. Nada de esa idílica figuración que disecciona a niños, pa­
dres jóvenes y abuelos, para predisponerlos unos contra otros,
reconduciendo
la ausencia de · cordialidad al seno del hogar fa­
miliar, y, dando razones, para que cada und, siga una vida con
toral
despreocupación de los demás: niños a la guardería y a la
escuela ; jóvenes a exaltar sus pasiones ; padre y madre a su tra­
bajo y

a realizarse íntegramente
y los viejos al asilo; que ahora
se llaman residencias de tercera edad y por el camino más corto
al cementerio. ¡Qué lejana resta la panorámica que tanto ilusio­
naba a
Cicerón (73 ): «Ut enim adulescentem, in quo est senile
aliquid, sic senem, in quo est
aliquid adulescentis, probo; quod
qui sequitur, corpore senex esse poterit, animo numquam erit»
(Me musta un mozo en cuyo carácter haya algo de anciano y,
asimismo, un anciano que tenga algd de mozo; quien siga este
precepto
podrá ser viejo de cuerpo, pero nunca de alma).
Hay que respetar todo lo que sea evolución y adaptación de
la familia a
las exigencias de cada época, fenómeno este que se
produce con mayor espontaneidad de la que se suele significar,
al par que hay que desenmascarar a aquellas directrices que, no
teniendo origen en ella, pretenden forzar su desarrollo a cauces
que acabarían desnaturalizándola.
La coexistencia en el hogar de
edades distintas, posibilita que los
más fuertes, suplan las defi­
ciencias de los más débiles; que la experiencia de los viejos,
ro­
bustezca y aleccione a los más jóvenes; y que, todos, aprendan a
convivir sin sacrificio, por cuanto la vida en común no se fun­
damenta en imposiciones odiosas, sino en el amor mutuo y en la
comprensión. Por ello, la familia es escuela de buenas costumbres,
como
mdsttaba don Jacinto Benavente (74 ): «La naturaleza es
muy sabia. Hemos de.ser niños, jóvenes, hombres, vie¡os, por fin;
a su tiempo cada cosa, con las pasiones, vicios y virtudes propios
de
cada edad. . . Hay que distinguir la maldad permanente de cada
uno y las maldades propias de cada edad, pastJ¡eras como ella».
Y, cdmo señalaba Cicerón (75), «nada más útil y necesario a
la vida y
a las costumbres que
el matrimonio legal, los hijos legí­
timos, el culto del hogar doméstico, para que todos tengan asegu­
rado su bienestar en medio de
la felicidad común ( ad vitam autem
usumque vivendi
ea discripta ratio est iustis nuptiis, legitimis libe-
(73) Cato maíor de Senectute liber, 11.38.
(74) «El nido ajeno», en Obras completas, t. 1, ae 1, se. IV, pág. 22.
(75) De re publica, v. 5.
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A,NG;IfL MARTINEZ .SA,_RRION
ris, sanctis Penatium deorum Larumque familiaribus sedibus, ut
omnes et éommunibus commodis et suis llterentur ).
Si los esfuerzos de los detractores de la familia para hacerla
figurar
entre las antiguallas judclicas, para aposentarla en el cuar­
to
de San Alejo, pueden conllevar uua cierra amargura y desilu­
si6n que alimenta la desesperanza y alienta los estímulos para
desertar
de los afanes reestructu.tadores, con el dpxet,o,~lo<;! dp­
xe,,ro ~to<;! «¡Basta de vivir! ¡Basta de vivir!», hay que apostar
por la
superaci6n de la tormenta, con el estruendoso fracaso de
sus cotifeos, porque, en definitiva, con
el Salmo 126:
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«Nisi dominus aedificaverit domum,
in vanum laborant qui aedificant eam.
Nisi Dominus custodierit civitatem,
in vano vigilot custos».
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