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Número 299-300

Serie XXX

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¿Ha muerto el marxismo?

¿HA :t\WERTO EL MARXISMO?
POR
.ANGEL MmTRO
l. LA CRISIS . DEL MARXISMO-LENINISMO EN EL ESTE
Debido a los acontecimientos que desde 1989 hasta el mo­
mento han trastrocádo el mundo del marxismo-leninismo, parece,
al menos aparentemente, que el marxismo hubiese quedado he­
rido de muerte al desplomarse sus requctos en la Europa del Este.
Particularmente la innegable ciisis 'de su centro de inspiración
mundial desde 1917, el partido
comunista de la' Unión Soviétiéa,
seguida de
la situación en gran pi!tte caótica a ]a que s¡e enf=ta
la antaño «guia del progresismo mundial», «faro y luz de los tra'
bajadores de todo el mundo», «donde se ha hecho' realidad el hom­
bre: nuevo», etc;
Dicha crisis que afecta a lo que en verdad, fuera de los ri­
dículos y degrandantes ditirambos propios : dé la·. hagiografía· co­
munista, eta él motor y el centro 'de inspitaclón de la revolución
mundial, y más aún el cerebro de la misma, ha ·producido efec,
tos innegables. Efectos que hacen pensar en su muerte.
'•Para todo: aqúel ''gue conozca a fotidO':Y hayá estudiado las
tácticas- leninistils,
és evidénte que Mijail Setgaievich Gotbachov
eta un verdadero leninista. Sólo el desconocimiénto y la frivolidad
imperante en la
mayorfa;-Ios medios de d>l!lurucilción 0ccldentales,
y en el fanátisino subyacente eh los :liberales estadounldenses, o
en la progresía europea,
podía hacer pensar, que el bueno de «Gor'
by»
era un liberal al estilo clásico, b un demócrata convencido. Lo
cual habría sidci milagroso. ·
Un individuo nacido,

en un koljoz,
hijo de «koljozianos», co­
munistas medios, educado en Moscó, en el Moscú dé: Stalin,
miembro primero del
«Konsomol»,. antes aún pionero, candidato
al partido, con acceso a la formación-de la élite soviética. En un
ser con tales antecedentes de alienación de su pensamiento, desde
niño a adulto, resulta
.casi: increíhk que, conió un nuevo San Pa­
blo, cayese de su error y abjurase de1 leninismo, para convertirse
en adepto de Rousseaú, o de Montesquieu, O de Hume.
Todo aquel que haya penetrado en
la eséncla del leninismo;
Verbo, núm. 299-300 (1991), 1171-1202 1171
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ANGEL MAESTRO
y no tenga del mismo la opinión superficial típica del habitual
comentarista político de la televisión o de
lds diarios, compren­
derá que una de
las características básicas de leninismo era la
flexibilidad y la adaptación a
las circunstancias. Así, aunque
sc.bre ello hemos insistido en estas páginas en varias ocasiones,
hay que volver a repetir que el pragmatismo leninista en llegar
a la
paz con los considerados reaccionarios imperios centrales,
frente a los teóricamente
más democráticos y afines aliados con
sistemas parlamentarios, supuso un ejemplo de flexibilidad
y
acomodo por parte de Lenin a la marcha de los acontecimientos
que causó
el asombro, y aun la indignación, de sus compañeros
del. partido. Hasta el mismo Trotski . -entonces aún no era la
víbora lúbrica estaliniana, ni el monstruo i11descriptible---se opu­
so a Lenin. Y con él, parte del estado mayor bolcheviqm;.
Para un político occidental, para un comentarista al uso
en
occidente, Lenin y su partido siempre serian más afines a los
socialístas franceses o británicos, e incluso a los políticos parla­
mentsrios de esas naciones, que a los sistemas más autoritarios
del imperio alemán o del imperio austrohúngaro.
Pero no, Lenin consideraba tan despreciables a unos
como. a
otros, e incluso aún
más a las democracias burguesas. Y cuando
vio que el pacto
oon los germanos le permitió, a través de nego­
ciaciones secretas, poner . pie en la Rusia caótica y desorganizada
por la revolución evidentemente masónica de febrero de 1917,
pactó con ellos.
Mas iría aún mucho más lejos, como decíamos; con la oposi­
ción del aparato dirigente bolchevique en
gran parte, al ver que
después de
su triunfo frente al gobierno masónico de Kerenski
--donde el mismo Kerenski, y casi la totalidad de sus ministros
obedecían a las
logias preferentemente británicas-- la única for­
ma de afianzar y sostener el. naciente poder bolchevique sería el
pacto con los alemanes.
A costa de ceder
lo que fuese, de cuantas humillaciones se
necesitasen, Lenin impuso su postura en el partidcJ bolchevique
y
se firma la humillante paz de Brest-Litovsk. Era el respiro que
necesitaba para sobrevivir. Si hubiese cedido al impulso de la
ultraizquierda, de los
ultrarrevolucionarios --'-tan propensos siem­
pre como la derecha en llamar traidores a los que no coinciden
con su planteamiento en un momento
dado--el sueño bolchevique
se
habría desvanecido. A pesar de los horrendos crímenes y de
la represión brutal y despiadada de Ia «tcheka», Rusia, el pueblo
ruso,
ya no podía más, y el proyecto leninista de un hombre nue­
vo, de una sociedad nueva, siempre el futuro -pobres de los que
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¿HA MUERTO EL MARXISM01
han de soportar. el presente-habría pasado a ser otro proyecto
de los Nechaiev, Tkachev, Zaichnevski, Chernichevski
...
Más adelante, la Rusia que a los errores sin cuento de la guerra
mundial unía el sufrimiento ya casi indescriptible de fa revolución
y de
la guerra civil, y del terror bolchevique impuesto por el co­
munismo de guerra, llegó casi a la muerte por el colapso de la
energía del pueblo y
de la sociedad. Otra vez frente a los teóricos
~el ultraizquierdismo, entre ellos Bujarin, luego ejecutado por Sta­
lin acusado de desviacionismo derechista, Lenin consideró la ne­
cesidad de otro soplo de aliento y de respiro, con la introducción
de la Nueva Política Económica, la
NEP, que permitió cierta ini­
ciativa privada y
una timidísima disminución del aparato coerci­
tivo del Estado, o mejor del partido.
·
Dicho respiro vital, otra vez, y aún más agravado que el año
1918, el año 1921,
período en el que se inicia la NEP hasta su fin
en 1928,
permitió el afianzamiento del estado bolchevique. La re­
cuperación de energías vitales para poder siquiera ser y existir.
Y
no es que Lenin, al introducir la NEP, hubiese sido poseído
de
la bondad de la economía de meréado, aunque entonces no se
utilizaba todavía. ese
término. O que hubiese sido afectado por
las necedades del ex-primer ministro británico Lloyd George, que
aseguraba
que al contacto con la realidad se enfriarían los ardores
revolucionarios de Lenin,
y se convertiría poco menos que un
socialista reivindicativo, y en el fondo posibilista.
Lenin, al igual que Bujarin, Zinoviev, Kamenev, Trostki, Preo­
brajenski, etc., o sea no sólo Stalin, que después sería el malva­
do oficial, consideró que el terror masivo no era una necesidad
transitoria, sino
un principio básico del comunismo. Pero el terror
no debía ser sólo extendido hacia la clase odiada de .la burguesía,
o a
la inteligencia, o los guardias blancos, o los aristócratas, todos
enemigos de clase. No, el terror , serfa extendido también a los
trabajadores,
. decretando la militarización del trabajó y el uso de
la fuerza policial para que la población trabajase cuando y como
decretase el partido. Según
concepdop.es de Trotski y Bujarin, el
socialismo sería un campo de trabajo a escala nacional.
El propio Bujarin, quien luego sería. defensor de la NEP, in'.
sistía en aquella época sobre .la necesidad .de la más implacable
dictadura política y económica .d,I proletariaqd.
Frente a todos ellos ~hemos. visto 110 .desde luego por huma­
nidad
ni por fervores p¡,rlamentarios y demO\:táticos, sino por
pragmatismo-Lenin impuso la NEP, · Y podríamos seguir más
adelante con nuevas tácticas
lenjnistas en la historia del Estado
soviético, desaparecido ya
Lenin: con Stalin en la conclusión del
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pacto germano-soviético con su archienemigo Hitler, represeo­
tante
del mal absoluto, no sólo para la propaganda comunista,
!llllO para los Estados democráticos. O el abandono apareote de
eseocfas del internacionalismo proletario en los momeotos críticos
de
la invasión nazi, para volver a sustancias de la vieja Rusia.
O la coexisteocia pacífica de Jruschof, o la colaboración de
Breznev -otro malo oficial posteriormente--- o el pregorbacho­
vismo anticipado
de su maestro Andropov, verdadero precusor de
la perestraika, glasnots y uskorenie.
Educado, por tanto, en esa escuela, formada eo las puras esen­
cias del leninismo de los hijos de la élite. soviética -aunque no
eo el grado
más alto, pues debemos recordar que, debido preci­
sameote a esa no perteoencia a
lo más alto de la élite, pudieron
deber los padres de Gorbachov
no ser liquidados en las purgas
estalinianas-, es lógico suponer con un mínimo
de sentido co­
mún y sin ningún apasionamiento que «Gorby» fue educado ple­
nameote, y con una concepción total de la existeocia basada.en.el
leninismo.
··
Lo contrario sería tan absurdo suponer como que el ex-pre­
sideote Reagan, o la señorá Thatcher, eo el fondo eran defenso­
res de
la colectivización a ultranza, o que el álmirante Carrero era
eo lo
más profundo de su ser. un defensor del internacionalismo
proletario
.. Sí,.así de absurdo sería.el suponer un Gorbachov niño
y posteriormente jovencito,.
en el Moscú de Stalin, suspirando por
la defensa de las
minorías étnicas oprimidas, o por las ventajas
del libre mercado.
Se ha dicho desde fuentes antigorbachovianas que fue miem­
bro del KGB en sus años de juventud. Tal hecho no parece cier­
to
ni comprobado. Al igual que sí lo fue el «liberal» Chevemadze,
con su sangrienta represión
g<:orgiana, «Gorby» fue tan sólo algo
que era obligado en la época, por la esencia misma del sistema y
de partido. Un mero informador entre los estudiantes compañe­
ros suyos en
la facultad de derecho de Moscú. Pero al igual que
eran solicitados sus servicios,
lo era el de la inmensa mayoría de
los jóvenes miembros
del. partido, a los que se . alentaba para
estar vigilantes
y atentos,· para delatar· cualquier síntoma, por
peqµeño que fuese, de crítica. Algo que para una mentalidad no
formada en el espíritu del hombre nuevo soviético resulta cuando
meoos chocante, pero algo tan consustancial al espíritu y al ser
del
homo bolchevicus como el comer o el dormir. Si Gorbachov,
áhora liberal entre los liberales,· cual ha sido presentado ante la
opinión ignorante
de Occidente, no hubiese procedido de esa for­
ma, se habría convertido en un cuerpo extraño que forzosamente
hubiera sido extirpado.
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,HA MUERTO EL MARXISMO?
Gorbachov ha sido maestro en el campo de las relaciones pú,
blicas al más alto nivel, y ha sabido intoxicar perfectamente no
sólo a los políticos democráticos; deseosos en su utopía de ver
las cosas como ellos quisieran que fuesen, no en la realidad de
las mismas .. El uso de las palabras-clave en su lenguaje: Peres­
traika
y Glasnost, y en menor medida Uskorenie -aceleración-,
ha hecho que dichas palabras hayan superado, casi infinitamente,
su significado propio,
A nadie habría entusiasmado oír
Perestroika -reorgaruzación
o reestructuración- o Glasnost-transpareneia o también publici­
dad-, si fuese mera transcripción de sus significados en ruso. Sim­
plemente no habría despertado. ningún entusiasmo; . como no lo
habría despertado en ningún cerebro normal, decir. estructuralis­
mo o motor -trifásico.
El entusiasmo, la locw,a vino de identi;ficar Perestroika y
Glasnost con una de las palabras,clave de nuestro m1,llldo ; más
bien casi la piedra angular· de la existencia .a :finales del siglo .XX:
democratizacion. En sµ identificación con la 'democracia radicaba
la magia de los nuevos conceptos gorbachovianos.
Palabras en­
tendidas no en su significado, sino como sinónimos de democra-
cia y de ruptura, por tanto, con el sistema. · ·
Las palabras-clave siempre tuvieron un enorme significado en
las. relaciones del sistema comunista con ,los países del sistema
democrático. Así había que interpretar internacionalismo prole­
tario, centralismo
democrático, democracias populares, coexisten­
cia pacífica, etc. Pero fueron más bien de interpretación obligada
para los militantes de los partidos C?munistas en las naciones
«burguesas»; o
pára los político~ del mismo ·signo, y desde luego
de obligado cumplimiento en esas democracias «populares».
Mas los nuevos conceptos · de Gorbachov rebasaron amplísi­
mamente los mismos. Lo que según numerosos testimoníos sol­
ventes fue planteado por Andropov y por su «trust» de cerebros
procedente no sólo del KGB, sino de los órganos
del poder 'y de
decisión, fue aprovechado al máximo por
la habilidad y por la
ambición gorbachoviana.
El hombre de impecable historial
marxista'leníitlsta; parecía
modelo de libro, desde.sus orígenes, se convirtió en 'el dirigente
más popular, no en Rusia, sino en esas naciones:occidentales an­
tagónicas. Ningún dirigente de las mismas, con historiales per­
fectamente encajados también en los cánones partitocráticos '-in­
cluso con las normas casi inexorables de lavar platos en su ju­
ventud, o vender periódicos--, era tan ensalzado por la opiitlón
pública como «Gorby».
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Manifestaciones histéricas en Gran Bretaña, Francia, particu­
larmente en Alemania, y que llegan al ridículo aberrante en
Es­
paña, donde en su visita fue jaleado por sectores de poblaci6n
con un grito de moda, e importado de América y no español,
como muchos que lo gritan e incultamente no lo saben: «Torero,
torero». Moda esta de nuestra nación al igual que la de aplaudir
en los entierros y actos de jaez parecido.
Era el ídolo para la mayoría de periodistas: unas cuantas
plu­
mas, siempre las mismas, pretendidamente formadoras de opinión,
y cortadas por el mismo patrón de un progresismo que les condi'
dona a no ver nunca enemigo en la izquierda, pero sobre todo por
el denominador común de
la ignorancia, aunada con el atrevimien­
to, que
les lleva a pontificar de todo aquello que desconocen.
Pocas veces se habrá dado un espectáculo semejante al ofre­
cido por los medios informativos españoles como el tratamiento
dado a los
sucesos del fracasado golpe en la Unión Soviética de
agdsto de 1991. Ignorancia supina, desinformación a cargo de
pretendidos expertos, histeria propia
de enfermos mentales, fue­
ron varias de las características de esos días.
Mientras
en las grandes cadenas de televisión de otras nacio­
nes, o en los grandes diarios internacionales se informaba de los
héchos con parcialidad también evidente, se guardaban las formas
elementales de tratamiento de las noticias. Y aunque el .contenido
fuese sesgado y unidireccional, al menos se evitaba la actitud
ver­
gonzosa de los presentadores españoles tomando partido por lo
que ellos creían ser la verdad absoluta. En vez de informar no ya
asépticamente, sino al menos con visos de imparcialidad, la toma
de actitud era descarada hasta el apasionamiento más
cerril. Una
actitud de falta.
de madurez, de infantilismo vergonzoso en la ma­
yoría de los casos. Gorbacbov era presentado en aquellos días como
la encarnación del bien. Se. hablaba de la restauraci6n de la norma­
lidad democrática; como si hubiese existido alguna vez democracia
en Rusia. Parecía que el golpe
se hubiese producido en Suiza, y no
en
e] reino de la autocracia. Después sería la demagogia propulista
de Y eltsin, y luego quién sabe a quién
se tributarán los elogios.
Gorbachov aportó un vocabulario nuevo
. y original, fuera de
conceptos ya trillados y . archimanidos. Según Branko Lazitcb,
uno de
]os primeros sovietólogos mundiales, hay dos palabras que
fueron promovidas
por «Gorby», pero una y otra eran. descono­
cidas en sus primeras obras, pero mantenidas y usadas con reite­
ración desde 1988.
La primera es la adaptabilidad del término
economía. Desde el referido
año, a .la existencia de la economía
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¿HA MUERTO EL MARXISMO?
socialista planificada se le sobrepuso el concepto de «economía de
mercado».
La segunda fue la adaptación del concepto Europa. En vez
de hablar solamente de la Europa socialista de un lado, y del
capitalismo de otro,
lanzó el «eslogan» de «la casa común euro­
pea». Gorbachov en su archipopular obra «Perestroika» presen­
tó esta expresión como resultado de un estallido de un genio,
comparable
con Arquímedes cuando descubrió su principio. Gor­
bachov al hablar de la casa común europea producto de su genio,
lanzó un nuevo «.¡e=ka!». Es:otro nuevo Copérnico u otro nuevo
Newton. Dejemos al mismo Gorby, que nos lo explique: «Esta
me­
táfora se me ocurrip durante una de mis discusiones ... yo tenía en
mente después
de mucho tiempo el descubrimiento de dicha fórmu­
la. No me vino de golpe, sino después de profundas reflexiones ... ».
Sobre este concepto mágico, genial, maravilloso, según él
mismo, de. «la casa común europea», uno de los contados sovie­
t6logos españoles,. el profesor Francisco Félix Montiel,
ha escrito
recientemente con lucidez extraordinaria, que la «casa común»
era una idea-trampa, y
esa sospecha puede tener apropiado fun­
damento cuando vemos que esá idea-trampa conduce, como si
el cambio de palabra no significara nada alarmante, a esta
.otra
expresión que se enuncia como si quisiera decir lo mismo: .la
«casa común de la izquierda».
Los conocedores de la historia soviética como Montiel seña­
lan que, en 1943, Stalin se disfraza de Gorbachov: lo que debería
enseñarnos que
detrás de cada Gorbachov, había siempre un Stalin
escondido.
Gorbachov, por muy genio que
sea como se nos presenta
todos
los días no en Rusia, sino en los «medios» occidentales,
y por muy
perfecto leninista, que sí lo es, estuvo sujeto también
a las leyes de
la realidad. Y si Stalin a pesar de su casi divinidad
estaba sujeto a las cosechas
y a la meteorologia -menos dóciles
que las estadísticas--, sobre Gorbachov ha actuado implacablemen­
te la realidad.
La sociedad soviética se había convertido en un sistema an­
quilosado y esclerótico, pero que con sus limitaciones inherentes
a tan gravísimos males, funcionaba. A
su modo: con rendimientos
laborales bajísimos, con la ausencia total de interés por la mejora
de l;,. productividad, en donde la población oía los mensajes pro­
pagandísticos clásicos del sistema con la indiferencia y el escepticis­
mo total ... Pero todo ello era una característica más de la vida
cotidiana, y aunque
. sin esperanza casi alguna, el sistema mar­
chaba. Con sus defectos, con sus desastres ecológicos, con el
un
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desperdicio de energías, con el desinterés, pero con. todo ello
funcionaba a su modo.
El aparato dirigente del partido comunista tenía dificultades
innegables para
dirigir la Unión Soviética, pero hay que reconocer
que en una sociedad en la que
no existía la más mínima libertad
de expresión y de
comunicación, -y con unos órganos de seguridad
que representaban muchísimo más que sus homólogos occidenta­
les
-cada vez más desvaídos en esos paíse~, tampoco consti­
tuía una amenaza a corto plazo contra la estabilidad del sistema.
Precisamente el controlador de esos
órganos, antes de ser
elevado a la cumbre del régimen, Yuri Andropov,
por esa colosal
fuente
de información no ya sobre• aspectos policíacos, sino·-del
órgano de seguridad, fue quien planteó la necesidad de salir del
estancamiento, en que día a día se sumergía la sociedad y el esta-
do soviéticos. ·
Los que basándonos no en impresiones subjetivas, sino en
fuentes solventes y documentadas y aplicando la lógica del
cono­
cimiento sobre las actuaciones de los órganos rectores de la so­
ciedad soviética, veíamos la realidad de la Unión Soviética tal
como era, y no como la explicaban los corresponsales y luego lo
veían los políticos, corríamos
un riesgo. Y era el de que una vez
más se nos pudiese acusar de paranoia obsesiva.
Recientemente Andrei Navrozov ha escrito
un luminoso ensa­
yo: «El orden venidero», glosado con fina percepción y conoci­
miento del tema por
el escritor Valentí Puig, en el que sin paranoia
alguna, sino con la fuerza de los hechos, insistía en la prepara­
ción por los «órganos»
-el KGB-de la perestroika y la glasnost.
Una vez más hay que insistir en que el KGB tuvo muy poco que
ver con sus homólogos occidentales. Trascendió de imnensa
ma­
nera el papel de los mismos, y era más, muchísimo más que un
servicio de inteligencia.
Era un organismo ligado íntimamente,
hasta
el punto de fundirse en una simbiosis común con la praxis
leninista.
Así, su «trust» de cerebros pensantes, bajo la dirección andro­
poviana habría pensado
-truncada sólo en parte por la muerte
de
Andropov-lo que posteriormente seriá achacado sólo a la
«genialidad»
y «liberalidad» de «Gorby».
Abundando en teorías expuestas por Zinoviev, Melnik, Heller,
Lazitch, etc.,
o por Montiel en Espafia, Navrozov afirmaba que la
perestroika encarnaba un propósito cuidadosamente concebido por
el KGB: reconvertir la debilidad económica de la Unión Soviética
en una posición de ventaja frente a Occidente. Gorbachov,
se­
gún Navrozov, ni necesitaba ni quería dinero. No había podido
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¿HA MUERTO EL MARXISMO?
aún gastar la inmensa .suma de marcos que cobró a los alemanes
como precio de la reunificación, aunque sólo haya sido de parte,
y
no de toda Alemania. Navrozov insistió en lo que quería Gorba­
chov a toda costa era tecnología. No bastaron
los esfuerzos del di­
rectorio del KGB encargado de procurársela, ni de la comisión
VPK, destinada a fijar y a obtener ptioritarias necesidades.
Volviendo al escrito sobre Navrozov,
dice que Andtopov co­
mentó que al emblema del KGB, un escudo y una espada, debería
habérsele añadido un símbolo, el
de la electrónica.
Hemos escrito hasta
la saciedad, aun a riesgo de ser acusados
de obsesivos, que la «apertura» gorbachoviana fue heredera
de
Andtopov, y planeada por. los cerebros, del KGB, que eran bas­
tante más desconocidos que sus figuras públicas, como fueron Fe­
dorchuk, Chebrikov, o él general Kriuchkov, su último jefe antes
del golpe
de agosto de 1991.
Mas a los «medias» occidentales y sus políticos -no se sabe
quién aliena a
quién-les repugnaba la .idea de un «Gorby» su­
jeto a planeamientos anteriores.
Sin embargo, la etapa inmediatamente anterior, la época de
Breznev, supuso la expansión máxima a escala mundial del mar­
xismo.leninismo hasta límites nunca alcanzados.
Al acceder, tras el breve interregno de Chernenko, al poder
Mijail Gorbachov, íntimamente ligado a
su maestro Andtopov,
aunque ahora
casi ni se hable del tema, compredió por su posi­
ción desde hace años entre la· élite del poder, que .las dificultades
del aparato del partido comunista eran
cada vez mayores para
dirigir la Unión SOviética, y sacarla del posible marasmo en que
se hundía más y más.
La peculiar estructura del centro del poder en la Unión So­
viética, el politburó y el secretariado, después del terror staliniano,
estaba organizado de forma que el dirigente supremo,
el secretario
general del PCUS, fuese
un «primus ínter pares». Al que se le tri­
butarían halagos, condecoraciones, toda
clase de honores, incluso
incipientes cultos a la personalidad. Pero
se veía obligado a ejercer
difíciles equilibrios entre facciones dentro del politburó y del
secre­
tariado, para poder llevar adelante cualquier proyecto susceptible
de no agradar a los cabecillas
de facción opuesta.
Nada de
esos ridículos «halcones» y «palomas» con los que
especulaban permanentemente
los periodistas ignaros occidenta­
les, aunque algunos de ellos tuviesen
ya bastantes años para haber
aprendido. Esos «halcones» y
«palomas» eran útiles sí, para el
aspecto exterior. Para que los
dirigentes de los países democrá­
ticos apoyasen al líder soviético
de turno, desde Stalin, hasta
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Gorbachov, con el pretexto de siempre; el secretario general de
tumo, siempre era «paloma» y estaba enfrentado a los
duros del
partido y

a los horrendos militares. Ogros que hacían estremecerse
de. miedo a los políticos y comentaristas europeos y yanquis.
Por eso siempre había que ceder, no fuese que cualquier
ac­
titud de dureza por parte de los países capitalistas fuese aprove­
chada para que los «duros» derrocasen al «liberal» secretario
ge­
ntffl de turno. Lo mismo daba que fuere Jruschof, o Breznev o
Andropov; todos eran hombres abiertos, inclinados a los gustos
occidentales, amigos
de la tolerancia, comprensivos, etc.
Pero fuera de esa ridícula distinción, que a
veces provocaba ver­
daderas carcajadas no simbólicas, sino estruendosas y
reales, entre
el aparato del partido, según pudimos ver por testimonios como los
de Shevchenko, Levchenko o tantos otros pasados a Occidente,
lo
cierto era que el equilibrio de poder existía entre las diferentes fac­
ciones qu componían· el politburó y el secretariado.
Conflictos de poder por
casos y situaciones concretas, además
de las ambiciones, las inquinas, los odios y
!Os rencores persona­
les. Pues
los dirigentes soviéticos eran seres humanos con sus
debilidades y sus taras, y no los superhombres presentados por
la propaganda, que trabajan veinticinco horas sobre veinticuatro,
para hacer llegar al mundo los postulados científicos del
manás­
mo-leninismo.
Gorbachov trató de introducir un sistema presidencialista, con
poderes casi absolutos, que permitiesen desplazar al aparato
di­
rigente del partido de ese papel rector y omnipresente, que por
su misma esencia impedía tomar decisiones que rompiesen
el
aherrojamiento en que se debatía la escleroticada sociedad sovié­
tica.
Los poderes concedido. a Gorbachov, desde un punto de vista
formal, fueron mucho mayores que los concedidos teóricamente
a Stalin, y logró el abandono del papel dirigente del partido, y
la sustitución por un sistema presidencialista. «Gorby» fue
nom­
brado presidente de la Unión Soviética, y no presidente del So­
viet Supremo. Tal como manifestaron sovietólogos eminentes,
cual Michel Heller, en su. obra «El séptimo secretario», o Pierre
Lorrain, en «Est-Ouest», ya tenía las condiciones necesarias para
desbloquear la máquina soviética de sus averías que la impedían
el funcionamientd, y
se podía lanzar a la reforma económica, y
por decretos, de él emanados, controlar la Unión Soviética.
Pero la realidad
se impuso, y tal como hemos manifestado
en numerosas obras, .y varias veces en estas -páginas; en los pro­
blemas de esa sociedad donde con los más terribles sufrimientos
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¿HA MUERTO EL MARXISMO'!
y crueldades se forzó la creación del hombre nuevo soviético, no
bastaban
esos decretos sobre el papel. Ni mucho menos el refor­
zamiento todavía mayor de. los poderes concedidos a Gorbachov.
Ni eran suficientes ni significaban sino una ironía sangrienta para
el sufrido pueblo soviético, el elogio
ya cansino .y repetitivo, casi
nauseabundo, de los políticos y comentaristas europeos y yanquis
hacia el bueno de «Gorby». ¿Qué provocó, sino
tristeza y hasta
irritación entre los ciudadanos soviéticos, la concesión a Gorbachov
del premio Nobel de la
Paz?
Galardón
sí, desprestigiado y prostituido, entregado no por
objetividad
sino por voluntarismos oportunistas, pero ante la mi­
seria y la pobreza del hombre medio en Ja Unión Soviética re­
presentaba una ironía sangrienta y abyecta.
Los
mísmos problemas, las mismas mentiras, las mismas fal­
sificaciones, en planes de producción inexistentes, o sólo sobre el
papel; las mism.as falsificaciones en las toneladas-kilómetros re­
molcadas pdr los ferrocarriles soviéticos, y que eran producto
sólo de la realidad de los buróc;ratas deseosos de cumplir aunque
fuese sobre el papel los
objetiv Mas siempre tuvo buena prensa, o mejor aún las tragaderas
occidentales, que siempre
fueyon colosales por parte de gentes
en absoluto comunistas, aun al contrario anúocomunistas conven­
cidos. Tenemos casos de destacados técnicos ferroviarios de indu­
dable profesionalidad,
que comentaban asombrados los tonelajes
transportados
por los ferrocarriles soviéticos, sin caer jamás en
la cuenta, como ahora se 11abe, de que eran burdas exageracio­
nes, totalmente ficticias. Y si esto era eo el caso de anticomu­
nistas, nadie en los medios progresistas
podía decir que eran
fa!,as las cifras de producción de energía eléctrica, o de grano
recolectado, etc. Cualquiera que atacase en la
época de Jruschof,
o de
Breznev, d de Andtopov -da lo mismo-la verosimilitud
de
la seguridad de las centrales nucleares, era acusado de reaccio­
nario, cuando no del supremo calificativo de «fascista».
Aunque Gorbachov
siguió aumentando sus prerrogativas, la
terca realidad -frente a la que Lenin, decía: «lo siento por la
realidad»-, se ha vuelto a imponer. Aunque la Ley fundamen­
tal sufriese un nuevo cambio en diciembre de 1990 en la que
se contemplaba más todavía el crecimiento de sus poderes, los
mismos problemas que
se presentaban cuando su asceoso al po,
der seguían, y además agravados.
En una sociedad donde todo se encontraba casi reglameotado
hasta en sus menores detalles, desde
el trabajo hasta el ocio, y
que precisamente por ello producía ese anquilosamieoto de la mis-
1181
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO
ma, se introdujo el caos, el desconcierto. Unanse estos factores
a la gravedad anterior y se .tendrá el actual estado de la ex-Unión
Soviética (hoy provisionalmente C.E.I., y durante un corto tiempo
U.E.S.):
la incertidumbre, la desconfianza total, y hasta el hambre
física, motivada
no por insuficiente producción, sino por ese caos
organiz.ativo.
Al no tener esa sombra coactiva presente amenazadoramente
sobre esa burocracia, que mal que bien
~mucho más lo prime­
ro-hacía funcionar el sistema con sus lacras y sus fallas, se
produjo el sálvese quien pueda. Así vimos cómo se pudrían las
patatas o
el trigo, en regiones donde había sido buena su cose­
cha, por falta de transporte. Y mientras tanto en estaciones de
clasificación,
se agolpaban cientos y cientos de vagones inutiliza­
dos por su parálisis.
Pero en Occidente
se olvidó, ese Occidente tan quisquilloso
otras veces, que la legitimidad
democrática de Gorby era cuando
menos dudosa. Desde luego no era producto de las urnas,
ni
nunca fue sometido al sactosantci veredicto de las mismas. Fue
escogido por el partido
no por los electores, y elegiclo por un
parlamento
sui generis ~ congreso de los diputados del pue-
blo de la Ución Soviética-. ·
Los omnímodos
poderes concedidos a Gorbachov nci pudieron
solucionar los
males del sistema, pero sí por el contrario agravar­
los.
Con el peliwo además de la disgregación, frente al que tan
cautos
se enfrentaron' los políticos occidentales, deseosos de no
añadir
más problemas a los que acechaban a «Gorby», lÚ a echar
más leña al fuego que
pcidía consumir el marxismo-lecinismo.
Es un hecho cierto que la Unión Soviética creada por Lenin
-a pesar de los esfuerzos occidentales en evitarlo-ya es sólo un
recuerdo del pasado.
El esfuerzo ccimulÚsta de una federación .de
repúblicas teóricamente soberanas, pero sometidas a una rusifica­
ción forzada no sólo en los aspectos económicos
y políticos, sino
en el idioma y
la cultura, ha fracasado en cuanto la represión cedió
siquiera un ápice.
La abundante literatura comunista tendente a demostrar que
la
Ución Soviética no era un imperio más, por tanto sujeto a los
problemas inherentes a los mismos, ha demostrado, como en tantas
cosas, su falacia. El hecho de que bajo un concepto nuevo de la
sociedad
y del hombre, como el marxismo-leninismo, ya no tenía
objeto el senrimiento nacional, al ser éste un factor artificial propio
de las clases explotadoras y alienante
para el pueblo -los proleta­
rios no tienen
patria-, ha demostrado también su error. Y es que
1182
Fundaci\363n Speiro

tHA MUERTO EL MARXISMO?
en el fondo, a pesar de tantos años y tantísima propaganda alienan­
te,
el ser humano sigue firme .en determinadas convicciones.
Se produjo una fractura entre las dos. repúblicas nd eslavas
anexionadas
pdr la fuerza durante la revolución: Georgia y Ar­
menia, o en 1940, las otras cuatro tampocd eslavas: Estonia,
Lituania, Moldavia y Letonia, con las partes de la Unión Soviéti­
ca que procedían de la expansión histórica
de Rusia, desde el si­
glo XVII: Si heria y las repúblicas musulmanas. La escisión de Ucra­
nia y Bielorrusia dio ya la puntilla a la ex-URSS.
A pesar de sus esfuerzos, la
ambición cesarista de Gorhachov
se estrelló contra la realidad. Su poder procedía de un pasado
que parecía cada vez más
difícil de sostener. Y es que la Unión
Soviética «tradicional» estaba amenazada de desvanecimiento, por
un sentido popular ansioso no de una democracia partitocrática,
pues la inmensa mayoría de la población ni la conocía ni la año­
raba, pues núnca la ha cdnocido, sino de liberación de un sistema
antihumano. Arrojar por la horda el partido comunista y su dic­
tadura total, aunque no supiese lo que el porvenir 1e deparaba.
Gorbachov recurrió en sus últimos tiempos antes de los
su­
cesos de agdsto de 1991 a medidas nada democráticas ni libera­
les como se obstinaban en ver la mayoría de los políticos y los
medios informativos occidentales, sino a
un puro leninismo del
qne era alumnd aventajadísimo y, por tanto, maestro del oportu­
nismo más descarado. Pero llevando a determinados límites que
sobrepasaba incluso
todo lo aprendido se corría el peligro de
despeñarse junto con
el sistema.
La escena de Gorhad1ov, aclamado como héroe
en Occidente,
vilipendiado y
z.aberido en el pesudo parlamento soviético re­
cuerda el cuadro de un humillado Luis XVI contemporizador en
Versalles, poniéndose el gorro
frigid en una escena de indignidad
histórica, mientras la nueva figura revolucionaria de Y eltsin, más
que los Chevernadze o

Y akov lev, pueden ser los nuevos Mirabeau,
destinados históricamente a ser trascendidos
por los Danton y Ma­
rat del futuro, todavía hoy desconocidos.
Gorhachov esruvo hasta su última molécula
inipregnado de leni­
nismo
y, por tantd, insistimos, de oportunismo, y pensaba que
se debería ceder en todo lo que fuese necesario para salvar lo
esencial. Pasada
la tormenta, como ocurrió en 1917, en 1918,
en 1921, y en 1941,
podía volver la calma y la vuelta a los viejos
y nuevos métodos.
En los últimos meses antes de los sucesos de agosto de 1991,
toleró situaciones como la del cambio de nombres
de ciudades
que nos hacía recordar
la España inmediatamente posterior a la
1183
Fundaci\363n Speiro

ttNGEL MAESTRO
muerte de Franco con el baile del nomenclátor callejero. Desde
el cambio del casi sagrado nombre de
Lenin en Leningrado, para
volver a ser
San Petersburgo, vimos cómo la ciudad de Andropov
recuperó su nombre de
Rybinsk. Brevnez pasó a Naberejnie
Tchelny. Gorki a su tradicional Nijni-NovgotOd. Kalinia a Tver.
Samara, tan
cargada de leninismo, recuperó su nombre y dejó de
ser Kuibichev. Fruanze volvió a Picpek. Sverdlov
-donde fue
asesinada la familia
imperial-retornó a ser Ekaterinenburgo. Sim­
birsk, donde nació Lenin, dejó de ser Ulinanov. Kirov, Vyaka,
Maiakovski, Bagdadi, etc.
La Unión Soviética fundada por Lenin en 1922, ha pasado
a ser un recuerdo del pasado.
El caos y desorganización de la
reglamentada Unión Soviética trae a la memoria la descomposi­
ción de Rusia durante 1917.
¿Permitirán
los restos del ultrapoderoso Partido Comunista
de la Unión Soviética, y
de los servicios de inteligencia y de se­
guridad la descomposición total del sistemá? ¿Consentirán en que
el sueño de Lenin de un hombre nuevo pasando por encima de
la realidad desaparezca en el desván
de la historia?
Resulta estraño visto el poder histórico
de tales fuerzas y su
capacidad en la intriga y en la violencia, el que descarten total­
mente el recurso a
la violencia para no . permitir que el sistema
se extinga. Si así lo hiciesen sería de suponer que con mayor
éxito que en agosto de 1991.
El que
ya parece irremediable fracaso del socialismo en el
Oeste, pone además de relieve
la estupidez congénita de numero­
sos progresistas de izquierdas, tanto Occidente como particular­
mente en España. Ahora
esos profesores universitarios, escrito­
res, periodistas, dicen que lo que
se está hundiendo en la Unión
Soviética no era el verdadero
socialismo. Según ellos tampoco lo
era el de la revolución cultural China, ni el de Camboya, ni el
de Cuba, ni el de los países del Este de Europa. En ningún sitio
se ha producido para esas mentes el verdadero socialismo.
Se pone de relieve que en los lugares donde el socialismd
triunfó éste no era tal, sino una prostitución del mismo. ¿Dónde
estaba entonces
ese verdadero socialismo? Sin duda no existía en
la práctica. Sino en su mente y en sus deseos. Por tanto sólo en
la utopía.
La justicia histórica y el respeto a los millones de víctimas
exigirían un nuevo juicio de Nuremberg del comunismo. Pero a
diferencia de aquél, éste
no se producirá, pues son demasiados
los compañeros de viaje comprometidos por muchos malabaris­
n.os
que quieran hacer. No sólo los ya muertos .que fueron cóm-
1184
Fundaci\363n Speiro

¿HA MUERTO EL MARXISMO?
¡:lices, los Sartre, Gide, Rusell, Shaw, Barbusse, etc., sino sobre
todo los vivos: los
Alberti y compañeros, que callan y mienten ante
el colosal fiasco.
lI. EL MARXISMO MUERE EN EL ESTE PORQUE SE HA REALIZADO
EN EL OESTE
Tal es el título del último escrito antes de su muerte del in­
telectual italiano Augusto del Noce, especie de testamento polí­
tico cuyo título, sorprendente en verdad, pero que hace reflexio­
nar profundamente sobre lo que constituye una sorpresa ante lo
que, sin embargo,
es evidente.
Hemos visto que
el marxismo-leninismo puede estar muerto
en el Este; también que 1989-1991 ha supuesto
un acontecimiento,
o
mejor una serie de acontecimientos que algunas plumas ilus­
tres
juzgan de una repercusión comparable a la de 1789-1792.
Los países del Este, esclavizados no por
la fuerza de la razón de
un pseudocientificismo marxista-leninista, sino por la razón
de la
fuerza del Ejército Rojo,
se precipitaron en su mayoría hacia el
fin de ese sistema, y hacia la búsqueda de la libertad. De la liber­
tad como concepto básico para el ser humano, no hacia la parti­
tocracia como bien supremo. Han sido muchos aiios de sufrimien­
to sin tasa, para cifrar el ansia de libertad y de esperanza de
los individuos y los pueblos en
la alic0rta visión ramplona y mí­
sera del parlamentarismo y los partidos, cual si fuesen ellos la
personificación del paraíso
en la tierra.
Los que creen como Fukuyama, que la humanidad, con la
aceptación universal .de la democracia, ha llegado a su estado de­
finitivo.
En su presumible último escrito, Del Noce considera que no
hay tal victoria total de
la demdcracia, de la libertad -y por qué
no del consumismo, bien
excelso y adorado de nuestra época--.
Dejando su fiasco, quién sabe si temporal tan sólo en el Este, en
el Oeste,
el marxismo se ha realizado plenamente, pero desmin­
tiendo sus premisas y
sus promesas. ·
En el prólogo al libro de Marcelo V eneziani «.ProcesQ a Oc­
cidente. La sociedad. global y sus ·enemigos», considera ,De]· Nace
la crisis del marxismo en el Este,. y su fuerza en Occidente desde
una perspectiva
casi inédita, y desde lnego lúcida, brillante y
sólidamente argumentada.
Para Del Noce, el marxismo·
n,;I ha explotado, no ha exprimi­
do hasta sus últimas consecuencias la alternativa radical entre la
1185
Fundaci\363n Speiro

ANGEL .MAESTRO
tesis representada por el capitalismo y la antítesis representada
por
el proletariado, no ha logrado la creación de una humanidad
nueva.
Por el contrario, ha reptesentadd histórican,ente la transición
entre un estado de
la burguesía y otro estado, el estado ulterior
y definitivo.
Marcello Veneziani en su importante libro señala,
siempre según el prólogo
de Del Noce, que «se ha vuelto al argu­
mento ontológioo de San Anselmo, en función del cual el occi­
dentalismo actual se presentaría como el id qua ma¡us cogitari
nequit»,
aquello sobre lo que no se puede pensar nada más grana
de ; y ha evocado también ciertos representantes del nuevo libe­
ralismd, deseosos de demostrar el carácter irremontable del estado
alcanzado hoy día por
la sociedad burguesa, ooncebida como estado
último.
Hasta aquí las clarividentes citas póstumas de Del Noce. ¿ Y
es que no responde el utopismo de Fukuyama a esas mismas
ideas? ¿No vemos a diario de forma machacona y reiterativa hasta
la asfixia .cómo la gran fuen:a alienante de nuestra época, los
medios de comunicación, consideran sin citarlo, pues sería
pedir
peras al olmo -esperar encima reflexión de donde sólo hay tó­
picos y lugares
comunes--, el sistema imperante de la democracia
partitocrática como el
fin último a que debe aspirar toda socie­
dad? Que no llega al estado perfecto hasta que se convocan elec­
ciones y )os diferentes partidos prometen torrentes de realizacio­
nes cuando
al<:ancen el poder o lo consoliden, descalificando a los
oponentes con argumentaciones generalmente no producto del
intelecto, sino de
la escatología más vulgar.
Se podrá calificar a tal pol!tica como tal o cual partido, pero
que no
se ose tan siquiera disentir del sistema, cuando el mal
está en el mismo, y no en las personas o partidos. Se nos hablará
mil
veces por sus exégetas de «las grandezas y la servidumbre de
la democracia». Todo, absolutamente todo conducirá a que el
hombre ha encontrado por
fin su paraíso prometido en la tierra.
¿ Y es que el marxismo no tiene en sus postulados básicos esa
consecución de la felicidad humana, una vez destruidas las
aliena­
ciones que se oponían a la misma?
El marxismo, y volvemos a Del Nooe, ha conseguido la cul­
tura del paso de la sociedad cristiano-burguesa a la sociedad bur­
guesa pura.
«Se podría decir que el marxismo ha encarnado la
transición hacia lo peor, en ese sentido de que gracias a él la
sociedad burguesa ha perdido todo
el sentido moral y religioso
que le quedaba, liberándose
. de todas las escorias que la ligaban
todavía a
la sociedad tradicional, y representándose as! como ma-
1186
Fundaci\363n Speiro

¿HA MUERTO EL MARXISMO?
terialismo y laicismo cumplidos». El Occidente ha realizado todo
el
marxismo salvo la esperanza mesiánica.
Y para Veneziani, «el socialismo no ha
heredado la sociedad
capitalista,
pero ha quedada englobado, envuelto en el capitalis­
mo mismo; bajo numerosos aspectos ha sido la estación intetme­
dia en el viaje desde el capitalismo hacia el neocapitalismo». La
sociedad occidental ha
realizadó la esencia del marxismo». «El
ateísmo
radical y el materialismo, el internacionalismo ... el pri­
mada de la praxis y la muerte de la filosofía, la dominación de la
producción
y la manipulación universal de la naturaleza, el fautis­
mo tecnológico y la igualdad que se efectúa a través de la homo­
geneización».
Esclarecedores los textos de Veneziani, y las conclusiones de
Del Noce que nos permiten afrontar
la realidad desde una pers­
pectiva nítida,
en la que vemos la simbiosis .existente entre el
poderoso liberalismo mundialista que incorpora· las enseñanzas del
marxismo, pero presentando una imagen más aséptica, arrojando
del mismo todo aquello que
podía presentarse como profético,
solidario, etc.
·
El Occidente actual, no el antiguo término de la civilización
cristiana
y occidental, sino lo que un pensada,: ruso ha llamado
con toda justeza
la civilización pagana y occidental, ha realizado
la
seculatización· plena del marxismo, desproveyéndole de lo que
tenía de esperanza para algunos, de futuro inconcreto, consiguiendo
su perfecta
realización, Para Del Nace es el capitalismo el que
ha absorbido el comunismo, sirviéndose del mismo
para destruir
la sacralidad religiosa y la,sacralidad nacional, logrando, así, un
objetivo que nunca· habría podido
alcanzar de otra manera. «Es
lo que del
marxismo, y del socialismo en general ha quedado
sin experimentar no
realizado y traicionado en la sociedad· bur­
guesa y occidental,
es precisamente ló que el socialismo tenía de
grande: la denuncia de
la. alienación, y la esperanza, religiosa a
su manera, de sobrepasar la alienación ... la desaparición de la
religión ha coincidido con la deificación del· hombre, Así se ha
verificado exactamente
lo contrario de lo que había predicho el
pensamiento materialista: el eclipse de la religión
no ha produci­
do el fin de la alienación, sino su extensión ... la denuncia mar­
xista de la alienación aparece no sólamente eludida pot la socie­
dad occidental, sino totalmente ignorada, al punto de que la
alienación
se realiza al grado supremo». '
Del Nace reflexiona sobre los sucesos revolucionarios
a los
que llama la Contestación de 1968, considerados no conio un in­
tento de destruir el capitalismo, · sino como nna revolución intra-
1187
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ANGEL MAESTRO
burguesa, que marcó el paso de un viejo estado burgués a· un
estado nuevo. Profundo significado y afirmación transcedente.
Personajes tan distintos
ideol6gicamente como Pasolini y

V
ene­
ziani coinciden en esa interpretación: Pasolini decía que la Con­
testaci6n de 1968 ayudó prácticamente al nuevo poder a destruir
los valores de los que
el poder neocapitalista quería liberarse: la
tradici6n,
el sentido religioso, el sentido de la autenticidad, de
misterio, la
ligaz6n orgánica con una comunidad de hombres y
de valores.
Veneziani en su libro
ya citado dice que «cuando los j6ve­
nes
se liberan de la superestructura ideol6gica y política de tipo
revolucionario que habían adoptado,
se convierten en agentes y
funcionarios de ese utilitarismo consumista y burgués que
ha ca­
racterizado los años 80».
Asimismo, señala
el declive de .la Contestación donde su error
ha consistido en identificar los valores tradicionales con el siste­
ma capitalista, cuando éste era un enemigo más implacable. De
este modo la Contestaci6n ha contribuido a arrasar no los apo­
yos y las alianzas del capitalismo, sino los últimos obstáculos
que
se oponían· al sistema . capitalista.
111. ¿ CONVERGENCIA ENTRE LOS DOS SISTEMAS?
Más que una simbiosis entre ambos sistema, más que de un
sistema híbrido o mixto, de un nuevo término
medio que no
sería capitalismo ni
marxismo en donde las diferencias· se nivela'
rían. La similitud, pues hemos podido ver cómo el capitalismo
ha realizado
la esencia del, marxismo. Este ha sido en gran parte
absorbido
por el primero.
Lenin en su obra «El imperialismo, fase superior del capita­
lismo» analizó el papel de los trusts
-nombre habitual de la litera­
tura de la época, aunque hoy caído en desuso-y de las grandes
sociedades tendentes a una omnipotencia monopolista. Todos los
comentaristas
marxistas-leninistas posteriores criticaban la econo­
mía capitalista como tendente de forma· inexorable a ese poder
omnímodo de los monopolios. Acusaban a los políticos y econo­
mistas burgueses de contradicción entre la fuerza real de esos
monopolios y la concurrencia como premisa básica del capiltalis­
mo, de la que hoy no sólo en Occidente, sino Gorbachov, de­
nominan «economía ·de mercado».
Lo cierto ha sidd el incremento de los monopolios, en la épo­
ca leninista aún no se conocía el apelativo de «multinacionales».
1188
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¿HA MUERTO EL MARXISMO?
Ha sido un hecho, y es que su expansión, y la absorción de pro­
ductos importantísimos de todo tipo, desde la automoción, a las
finanzas y a la banca, pasando por la alimentación, a la industria
de todo tipo, está llevandd a un casi monopolismo en las dife­
rentes ramas de la economía.
Esa libre concurrencia de la que tanto hablan
los defensores
del capitalismo,
y que ha de beneficiar al consumidor, se esfu­
ma, y se cambia dicha libre concurrencia por la confabulación
entre
esos poderes. Se promueven a primer plano las diferencias
entre ellos, entre
esos poderes que más que monopolio en el es­
tado actual de cosas, podría aplicárseles el calificativo de oligo­
polios.
Bajo el pretexto tantas veces arteto del tamaño en rela­
ción con la eficacia, los grandes grupos capitalistas a lo que aspi­
ran
y consiguen muchas veces es a aumentar sus superbeneficios,
aun llenándose
la boca de conceptos de economía de mercado.
Cuando una de las grandes multinacionales, generalmente las
mayores de las mismas, en el campd que
sea establecen precios
más altos, las otras suelen verse obligadas a seguir sus pasos, fi­
jando los precios de un modo similar al que lo habría hecho un
sold suministrador, un monopolio
;
importándoles en el fondo un
bledo los consumidores.
Pero los· mismos gobiernos, en casos como el español1 y per­
mítasenos bajar un momento a problemas concretos españoles,
fomentan de forma enloquecedora la
concentración del poder en
cada vez menos manos. A diferencia de los Estados Unidos, o de
Gran Bretaña, o de Alemania, etc., donde la industria, y otros
medios financieros controlan
los bancos, en España se da un casi
atípico en Occidente y
es el que el poder esté concentrado en
los bancos, quienes con los que controlan la industria
y el casi
conjunto de la economía. Hágase la prueba y al igual que en
Italia conoce la opinión pública a los dirigentes de
la Fiat, o de
Montecatini, o en los Estados Unidos a los directivos del auto­
móvil o de
la industria petrolífera o química, o en Alemania a
los grandes constructores eléctricos o siderúrgicos, o en Japón
a
los propietatios de las Mitshubishi o de la Sanyo, o de Toyo­
ta, etc., en España, a nivel popular,
nos referimos, sólo conoce
la gente
vulgar, al presidente del Banesto, o al del BBV, o del
Central, etc.
Pues bien, desde el gobierno, y desde las tribunas
más cono­
cidas del periodismo económico, y en todas las declaraciones de
casi cuantas conferencias públicas se realicen por. autotitulados
empresarios,. pues suelen ser managers. y_ gerentes, llamarán la ne­
cesidad de concentración de empresas. Esto se ha convertido ya en
1189
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ANGEL MAESTRO
topicazo de tamaño descomunal. Algunas voces económicas han res­
pondido que el aumento de tamaño por sí, que el crecimiento
como
fin en sí mismo no constituye ninguna garantía de éxito,
ni de eficacia.
Así hemos podido
vet cómo bancos que por separado eran
simplemente corrientes, al fusionarse se convirtieron en malos.
Y si tratamos de fusionar dos empresas mal getenciadas, la ló­
gica nos indica que de la fusión saldrá una peor.
Salvada esta breve
digresión española -- aumentan en proporción
enorme-el capitalismo está conducien­
do a una
concentración vcrdaderamente casi aplastante de la
producción social en unas cuantas empresas de primera y prime­
rísima categoría. Y resulta entonces innegable que se llegará al
incremento de la socialización.
Si volviésemos a España, un gobierno socialista, de inequívoca
inspiración marxista en tantos de sus componentes, por ellos mis­
mos manifestada y puesta en práctica en tantos hechos, veríamos
cómo, sin embargo, se produce una convergencia total con el capi­
talismo multinacional más feroz. Numerosas empresas pequeñas y
medianas
se arruinan, quiebran o sencillamente dejan de existir,
absorbidas por concurrentes sumamente fuertes.
Mas no sólo las
empresas pequeñas, sino incluso son absorbidas las grandes empre­
sas, disfrazadas, la mayoría de las
veces, de fusión o de alianza, o
de cualquier otro eufemismo.
Los monopolios poderosos,
esos oligopolios, absorben, se tra­
gan a sus rivales más débiles, y luchan entre sí fetozmente para
apodetarse de las firmas que antes
eran independientes. Esas
numerosas firmas, medianas
y pequeñas, en las que los bolchevi­
ques en su litetatura revolucionaria flagelaban a
sus dueños, acu­
sándoles de capitalistas, constituían, sin embargo, el freno a la
implantación total del poder salvaje del capitalismo oligopolista.
Eran
el dique precisamente frente a ese capitalismo. El error
consistía en identificar
la pequeña propiedad con el sistema ca­
pitalista, cuando ésta era su adversario más feroz.
Raymond Aron, en su famosa obra «Dieciocho conferencias
sobre la sociedad industrial» pronosticaba la aproximación entre
ambos sistemas.
Mas desde un punto de vista que no se ha confir­
mado. Para Aron cuando ambos
tipos de sociedad, la capitalista y la
comunista llegasen a tener un mismo nivel de vida, ambas socieda­
des, que vivirían igualmente, tendrían la misma organización.
La realidad ha desmentido las tesis de Aron al menos en par­
te, pues las difetencias de nivel de vida entre ambas sociedades
lejos de aproximarse se agigantaron. Tampoco acertó en sus pre-
1190
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¿HA MUERTO EL MARXISMO?
dicciones cuando dedujo que ambos sistemas llegarían a. un mismo
objetivo, haciéndose el capitalismo .más socializante y el. socialis­
mo más liberal. Nada de esto último se produjo en los países del
Este, pero sí en los partidos socialistas occidentales, donde sus
cúpulas dirigentes se han entregado de forma creciente a concep­
tos capitalistas, so pretextos
de eficacia. Manteniendo en muchos
casos actitudes tan proclives a un capitalismo brutal con detri­
mento total de los
consumidores, que las tímidas y vergonzantes
opciones políticas centristas
-nadie quiere calificarse como de­
rechista, huyendo como de la peste. de ese concePto--nunca se
habrían atrevido a poner en marcha.
Se ha producido una innegable desideolo~ción en las fuer­
zas marxistas del Oeste, conservando el marxismo en todo su
vigor en la destrucción de los valores clásicos, ya sean religiosos,
familiares, patrióticos, pero desideologizándolo en lo que tenía
de
«grande», de ilusión colectiva, aunque fuese equivocada, para
amplísimos sectores de
la humanidad.
Apartado de lo que supiese un cambio por la fuerza,
por la
denuncia de una sociedad antagónica a la que había que destruir.
Una esperanza que
podría denominarse «religiosa» ante un nue­
vo futuro y nuevo hombre y una nueva sociedad. No podría
imaginarse sin esa mística revolucionaria a los combatientes bol­
cheviques de todo el mundo, en los años
20 y 30 de nuestro
siglo, entregados con un ardor y un_ fervor tal a su causa, que
anulaban su personalidad en servicio del partido. Entregando su
vida incluso,
algo qne nadie haría en la decadente sociedad bur­
guesa entregada al parlamentarismo y
la democracia.
Si no hubiese habido ese misticismo exacerbado, ¿cómo sería
posible que ante los crímenes stalinianos
-no olvidemos que
Stalin ejecutó más comunistas que ningún régimen
fascista-o
las farsas monstruosas de los procesos de Moscú, no se produjesen,
salvo excepciones como las de Koetsler, Orwel y otras, una
de­
serción masiva, un desfondamiento total de los seguidores del
marxismo?
¿ De qué otra forma puede comprenderse si no por esa mís­
tica revolucionaria exaltada hasta el
paroitismo, que un Trotski,
pudiendo haber. jugado cartas decisivas contra Stalin, dando a
conocer públicamente el testamento de Lenin, no lo hiciese? Y
callase, convencido de que su publicación originaría un mal para
el partido. O los condenados en los procesos de 1936-37 y 38 en
Moscú, acusados
--ellos bolcheviques fanáticos--de ser agentes
del imperialismo británico, o
de Hitler, o de los Estados Unidos.
1191
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ANGEL MAESTRO
Y lo aceptasen con resignación, convencidos de que con su sacri­
ficio rendían un último tributo a la causa del marxismo.
Lo que pudo tener a pesar de sus crímenes, de grande y de
heroico el
marxismo, ha sido depurado con la crisis del Este,
pero los defectos del marxismo en la alienación de la sociedad
fueron recogidos y llevados a sus últimas consecuencias por
el
capitalismo.
A pesar de las críticas
en la era de Jruschof y de Breznev, al
capitalismo como defensor de las teorías del maltusianismo, como
infundadas y anticientificas,
loderto es que los marxistas de hoy,
tanto en el Oeste como en el Este, han caído en la coincidencia
abierta con los defensores capitalistas del maltusianismo.
La lucha contra la explosión demográfica y el considerar el pro­
blema demográfico como uno de los problemas-clave de la huma­
nidad a finales del
siglo XXI, en un concepto propio de la sociedad
capitalista ha englobado hoy a los socialistas íntimamente.
El paso de
la burguesía, incluso de la pequeña burguesía en
lenguaje marxista, al campo de
las izquierdas, aunque lentamente,
y sin saberlo a veces ellos mismos
se ha producido. Aún de for­
ma irregular, no siempre con igual rapidez en todas partes.
Un publicista soviético, Semión Ruvstovski, conocido miembro
de los «órganos» de
la Unión Soviética, miembro eficaz de la desin­
formación en el seno del Comité para la Seguridad del Estado,
que durante casi cuarenta años ha sido conocido en Occidente
por su pseudónimo Ernst Henry, señalaba en una de
sus obras
«Socialistas y comunistas, ¿pueden marchar juntos?», la posibili­
dad de una comunidad de interés entre ambos.
Aun separando las dosis obligatorias de propaganda y de
ma­
nipulación en un momento dado tendente a ensanchar la brecha
entre socialistas que desconfiaban del comunismo, y otros
más
proclives a entenderse, con la natural proclividad a los intereses
defendidos por Henry,
ya se apreciaba una aproximación entre
intereses comunes.
Naturalmente Ernst Henry habría negado, acusado de agente
de la CIA, o cualquier otra descalificación similar, al que hubiese
sostenido eso públicamente, pero los hechos, tercos como
ellos
solos, han demostrado que en la pugna mantenida entre marxis­
tas, aunque unos fuesen leninistas
y otros socialdemócratas, la
penetración en lo más íntimo del tejido la sociedad occidental ha
dado la razón a Kautsky y no a Lenin.
Jl92
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¿HA MUERTO EL MARXISMO?
IV. LA CAUSAS. LA ESCUELA DE FRANCFORT y LA SOCIEDAD
OCCIDENTAL
En cuantas ocasiones se han presentado, hemos sostenido que
sin
el pragmatismo de Lenin y su llegada al poder y su afianza­
miento y posterior expansión, Marx sería sólo conocido de los
estudiosos de filosofía,
de la ciencia o de la historia. Desde luego
nunca su nombre habría alcanzado esa proyección universal.
Sin Lenin,
Marx sería tan poco conocido en la sociedad actual
como lo son Bakunin, Proudhom, Blanqui u Owen. Y desmiti­
ficando a
Marx, quien necesita como pocas figuras en la historia
dosis gigantescas
de desmitificación, vemos que su influencia a
finales, o mejor
en el último cuarto del siglo xrx, sobre jóvenes
revolucionarios socialistas, y, sobre
todo, Lenin, puede no haber
sido debida tanto a su obra filosófica, sino al modo
de presentar
sus ideas.
Paul Johnson en su enormemente desmitificadora obra «Inte·
lectuales», lo califica acertadamente de escritor escatológico del
principio
al fin, y ciertamente su visión del juicio final de la
burguesía tiene una
versión poética sensacionalista a la · ve,; que
artística, mucho más que científica.
Según el citado autor es el elemento poético el que confiere
a la proyección histórica
de· Marx su carácter dramático y su
fascinación para los lectores radicales que
pudieran creer que el
fin y el juicio del capitalismo están por llegar. Marx se perdía
por las frases, que reforzaban hasta
un grado enorme sus argu­
mentos, y con una cualidad muy particular
y muy difícil, retenía
las frases de los demás y los usaba en el lugar y hora precisos.
Daba así a las argumentaciones una violencia
terrible, .
Para Johnson, ningún autor político ha superado las tres últi­
mas oraciones del «Manifiesto»: «Los trabajadores no tienen nada
que perder salvo sus cadenas. Tienen un mundo por ganar. ¡Tra­
bajadores del mundo, uníos!».
No le falta razón a Johnson cuapdo
afirma que fue por su olfato de periodista para la oración breve,
concisa, mucho más que por
cualquier otra cosa, por lo que toda
su filosofía se salvó del olvido en el último cuarto del siglo XIX.
Pero al igual que Lenin, el marxismo no fue seguido cual un
texto normativo y rígido, sino adaptándolo a situaciones históri­
cas y hechos concretos. Los miembros de la Escuela de Francfort,
en 1924 aún entusiasmados con el triunfo leninista reciente, tam­
poco consideraron al marxismo cotuo la normativa fija a la que
1193
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ANGEL MAESTRO
habla que ajustarse, sino un punto de partida y una base para
el estudio y la crítica contra la cultura existente.
A diferencia de
los movimientos comunistas fielmente depen­
dientes de la política impuesta por el partido comunista de
la
Unión Soviética, los miembros de la escuela de Frandort no se
subordinaron siempre a la política del partido, ni a sus inspira­
ciones o a sus normas.
Frente al practicismo leninista, defendieron la importancia y
la autonomía de la teoría y se opusieron a su absorción por la
omnipresente y
casi asfixiante praxis, aunque siempre con el ob­
jetivo de cambiar la sociedad.
Los componentes de
la Escuela de Frandort, de los que ni sin
ser mucho menos exhaustivos, hemos de citar a su primitivo mo­
tor, Pollok, el primero en transformar la reunión de estudiosos
amigos en un Instituto permanente. A Max Horkheimer, Theodor
Wiesegrund
Adorno, más conocido por el apellido materno Ador­
no
-para no dar la sensación de un grupo donde todos fuesen ju­
díos-, Karl Wittfogel, Richard Sorge -<:onocido posteriormen­
te por ser una
de las figuras claves del espionaje soviético-­
Leo Lowenthal, Herbert Marcuse, W alter Benjamín, Henrik
Grossman, Erich Fromm, etc.
Pero si Lenin, muerto en 1924, triunfa con su simbiosis de
marxismo
y del despotismo ruso, en la convulsa y atormentada
Rusia,
nos encontramos en Europa con la figura de Gramsci
-contemporáneo de la Escuela de Frandort-, y destinado jun­
to con las ideas de sus miembros a ejercer un papel más funda­
mental aún que el de Lenin en
la sociedad burguesa de su época
y posterior.
La aportación gramsciana a la conquista ideológica, no sólo físi­
ca de la sociedad civil puede ser su característica más sobresa­
liente
y su mayor originalidad. No se trata de la conquista del
estado
al modo trotskista en la sociedad rusa, sino de la hege­
monía total sobre esa misma sociedad.
Sin atacar nunca a Lenin, de cuya persona y obra se mostró
trmendamente respetuoso,
sí discrepaba de su definición del
partido como grupo revolucionario profesional, lo que conduce
al elitismo,
y considera que el triunfo sólo sería posible en una
sociedad que llegue al convencimiento de todos sus integrantes
y no sólo de
la élite.
Salvo en esa
reconocida admisión de Lenin como personali­
dad superior en la

aplicación práctica del marxismo, que Gramsci
reconooe, aun discrepando en aspectos, la esencia de
la Escuela
de Frandort presenta coincidencias evidentes con Gramsci. Al
1194
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¿HA MUERTO EL MARXISMO?
· igual que él, tampoco ve el marxis~o como la norma fija y de
necesaria aplicación en cada momento, sino que lo considera
vá­
lido como punto de origen, y válido y útil para la crítica de la
sociedad.
La Escocia de Francfort no fue leninista, y aun simpatizando
con la Unión Soviética, sostenía una crítica del marxismo oficial
staliniano. Consideraba que
el socialismo sería el sistema inevi­
table hacia el futuro, peto
rechazaba la ortodoxia y la apologética
de Stalin. Intérprete
y pontífice indiscotido e indiscotible del
dogma oficial.
A diferencia
del comunismo ortodoxo en la Unión Soviética
con
su hiperexaltación del aumento de la industria pesada y de
la producción con los planes quinquenales, y con el desarrollo
de
la ciencia y la tecnología, al precio que fuese, el pensamiento de
los componentes de la Escocia de Francfort era de rechazo hacia
ese
progreso de la ciencia sin más. Para ellos la humanidad se
encoentra amenazada por el crecimiento de la tecnología y la
ciencia a la que
se acosa de indiferencia respecto al mundo de
los valores.
Se oponen a que la tecnología desemboque en una tecnocra­
cia que llevará, según ellos, a una sociedad totalmente alienada
y donde sus miembros estarán manipulados y controlados des­
truyéndose su personalidad y su cultura.
Una visión muy distinta del crecimiento tecnológico impulsado
por
el marxismo-leninismo oficial de la ex-Unión Soviética desde
Stalin hasta
su caída y disolución, pero que hace comprender cómo
ha afectado fundamentalmente a la sociedad oocidental. Al igual
que Gramsci realiza
sus planteamientos teóricos en Occidente adape
tanda su pensamiento y la acción consiguiente a una sociedad tan
distinta de la sociedad rusa donde
el Estado Id era casi todo, y la
sociedad casi nada,
los miembros de la Escuela de Francfort siem­
bran su cosecha, y con qué éxito, en esa misma sociedad occiden­
tal, que nada tenía que ver con
el gigantismo de los planes quin:
quenales y la edificación del socialismo.
Presentan características que si hubiese que ajustar a un
mar­
xismo escolástico serían heréticas, como el discrepar de las tesis
marxianas
de identificación entre el trabajo y la perfección de la
humanidad. La Escoela de Francfort a través de Marcase, Adorno,
Horkhimer, etc., considera que la humanidad tiene
derecho a la
felicidad total, sin perjuicios ni sujeciones de
ningún tipo.
Comd decíamos, la siembra
de sus doctrinas en esa sociedad
occidental ha constituido
hoy un éxito cierto. Mientras se prO-:
duce en el Este una crisis que tal vez ha sumergido al leninismo
1195
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ANGEL MAESTRO
en una vorágine, vemos la identidad de los planteamientos ecolo­
gistas a ultranza que condicionan gobiernos y regímenes, con su
oposición feroz a la tecnología, y a ese mismo progreso técnico
cantado por los marxistas antañones.
Vemos ese afán de la libertad absoluta sin cortapisas de
nin­
gún tipo, el permisivismo convertido en la catacterística funda­
mental de nuestra época.
El permisivismo total y sin límites: en
el ocio, en lo sexual, en las costumbres, en la vestimenta
... , en
todo lo que observamos a diario.
No
es la libertad presentada al estilo de los demócratas libe­
rales herederos de los prejuicios de la burguesía ilustrada
con
atreglo a los cánones del XVIII, con su afán de progreso, pero
con ciertas, aunque sean mínimas, cortapisas al comportamiento.
Es la permisividad convertida en el nuevo ídolo que ha de sus­
tituir a la diosa razón en nuestros días.
Es Matcuse llegando con
sus efectos a la sociedad de hoy,
aunque gran patte de
esa misma sociedad lo desconozca. La lfüe­
racióo. de todas las represiones, una vez superada esa sociedad
tecnol6gica tan cara
al marxista-leninista, como al yanqui utópico
seguidor de
J efferson. El odid al incremento tecnológico que im­
pulsa nuevas industrias, y la adoración ciega al ecologismo. El
odio al superdesarrollo, a uno de
sus exponentes considerados
en la sociedad industrial como símbolo del .progreso:
el automó­
vil, uno de
los enemigos mayores de los movimientos verdes.
Todos
esos avances tecnológicos conducen, según la esencia de
la Escuela de Francfort a la dictadura de la tecnocracia. Hay que
destruir ese materialismo, símbolo
máximo del progresismo de an­
taño. Diferencia fundamentJil con la ortodmtia soviética o con la
burguesía y el capitalismo que hacen posible con su desatrollo
los modernos Estados Unidos.
El hombre desalienado debe luchat contra esa sociedad re­
presiva, en busca de la utopía, a la que uno de los ·más lúcidos
pensadores hoy, el profesor Thomas Molnat,
ha considerado acer­
tadamente como el gran mal de nuestra época. Esa utopía que
nos hace pensar, a través de los apologistas, muchas veces sin sa­
berlo ellos mismos, de la Escuela de Francfort, en la vuelta al
noble salvaje roussoniano. A ese «hombre» que nunca existió.
Pensadores marxistas que recorren
el camino inverso, pasando, no
desde la revolución democrática y los derechos del hombre, a
Marx y posteriormente a
Lenin, sino desde el matxismo supera­
dor de
esa filosofía añeja liberal dieciochesca, de vuelta de Lenin,
y de Matx, a Rousseau.
La postura antirreligiosa de un neomarxista como Bloch,
1196
Fundaci\363n Speiro

¿HA MUERT() EL MARXISMO?
sufre. también una evolución parecida, pues pasa de la negación
total de la religión de Marx
al «reino de Dios, sin Dios». Vuelve
como acertadamente se ha dicho, de Marx a Feuerbach. Con su
reconocida autoridad, Teófilo
Urdánoz señaló a Bloch un pápel
importante en la herencia
legada de su pensamiento sobre los
teólogos de «la muerte de Dios»,
qµe tanto han influido -mu­
cho más que los marxistas tradicionales- en los Estados Unidos,
con la imagen de un cristianismo sin Dios, y de un Jesós revolu­
cionario, admirado
por «hippies», y exaltado en pseudo óperas re­
volucionarias y literatura liberadora.
Resulta innegablemente mayor la influencia en la sociedad
occidental contemporánea de estos nuevos marxistas
como Frol!llil,
que la de los publicistas y apologistas al uso del sistema soviético.
La progresía occidental estaba condenada a no hacer la crítica
abierta del
marxismo-leninismo imperante en la Unión Soviética,
pero iba contra
lo profundo de un ser, todo lo que la sociedad
soviética llevaba en sí de disciplina,
cle un militarismo prusiano,
hasta en sus formas externas como
.las formaciones del Ejército
Rojo, desfilando con el «paso de
la oca», que no el de los ejérci­
tos

occidentales, desprovistos de gran parte de sus características
militares básicas, y convertidos sus soldados en «ciudadanos
.de
uniforme».
En ocasión de los sucesos de agosto
de 1991 en la Unión
Soviética,
de forma que pareciese programada, al menos en Es­
paña, los medios de comunicación póblicos, los privados más
importantes en su casi totalidad, informaron al unísono de dichos
sucesos como sí fuese un golpe de estaclo militar. Diríase que
estábamos ante un «cuartelazo» sudamericano, y no ante una
acción
de .los ultracomunistas más duros. La manipulación se­
mántica ha impuesto en la opinión deformada española, el hábi­
to de llamar «conservadores» a. Jos comunistas más cle izquierdas
en
la realidad. Pero de esta forma se desprestigia y se denigra con
gran eficacia a todo lo que no está imbuido de matiz y .tinte pro­
gresista.
La reacción contra. las. Fuerzas. Armadas en general, achacán­
dolas el golpe de agosto, responde a ese subyacente odio de la
mentalidad progresista contra. lo que pueda suponer concepto de
jerarquía y subordinación. Y,
así, por muy sumisos que se mues­
tren altos mandos españoles, y acepten humillaciones continuadas,
será
inótil ; siempre subyacerá hacia ellos esa desconfianza.
. Todo esto, el protocolo imperante en la Unión Soviética, el
respeto por
las formas en todos · sus aspectos, donde resultaba
inconcebible ver a
:Sreznev o

a Andropov, quhándose los fotó-
1197
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ANGEL MAESTRO
gafos de encima, como sus homólogos occidentales, la solemni­
dad en los actos públicos, etc., resultaba en su subconsciente
inaguantable para el progresista
. occidental. Y muy a su pesar
se veía obligado a callar y silenciar sus críticas, salvo entre medios
muy afines.
Sus tragaderas tenían que someterse a nuevas ampliaciones
casi inverosímiles cuando lo que en Occidente
se consideraba un
símbolo externo de progresismo, como las barbas descuidadas,
los pelos larguísimos, o
el vestir no ya informal, sino desastrado,
tantas veces sería considerado en la patria del proletariado, en la
Meca oficial del marxismo-leninismo como símbolos, no ya nada
progresistas, sino pruebas de decadencia y degeneración burguesa,
que debla ser extirpada en la patria del socialismo.
Y cuando
el arte abstracto, la música dodecafónica y otras
expresiones del progresismo y anticonfonnismo en Occidente eran
considerados en la Unión Soviética y en las «democracias popu­
lares»,
como degeneraciones aberrantes. Sin llegar al «realismo
socialista en el arte», impuesto
·por Zdbanov en la época stali­
niana, persiguiendo la música
y la pintura convertidas en música
y pintura burguesa antipopular, toda la literatura progresista
burguesa, admirada en Occidente y exaltada
al máximo como
expresión del progresismo era catalogada de corrupta y degene­
rativa.
Las críticas a la pintura de Picasso, no ya en la época de
Zdhanov, sino en la
dél «liberal y aperturista» Jruschof, consti­
tuyeron una buena prueba del retorcimiento mental a que había
de someterse la opinión progresista occidental, que trascendía
sus meros drculos hasta que gran parte de la burguesía emboba­
da,
con tal de no aparecer retr6gados, también caía en sus diti­
rambos.
Esos portavoces del progresismo debían hacer malabarismos
dialécticos
y mentales para explicar su contradicción entre el
hiperelogio
al progresismo en la cultura, el arte, la pintura, la
música,
la escultura, la arquitectura, con el juicio vertido y de­
nostado contra las mismas por el realismo socialista.
No en la época de Stalin, sino en la de Jruschof,
se :recurre no
ya a clausurar una exposición en unas barracas de pintura abs­
tracta, sino a enviar .«bulldózers», que arrasan sus paredes, que
pasan sus cadenas y orugas por encima de la exposición y de sus
cuadros.
Forzoso
es reconocer el arrai:tivo inconmensurable que ejer­
cería sobre los
marxistas occidentales el socialismo de otro de
los
más destacados miembros de la Escuela de Francfort, el 'men-
1198
Fundaci\363n Speiro

¿HA MUERTO EL MARXISMO?
clonado Erich Fro=, quien de forma parecida a sus compañeros
descubren
al que ellos consideran el verdadero Marx, y no al
descubierto
y llevado a la práctica pcr Leuin. ·
Fro= presenta el verdadero socialismo como alejado total­
mente de la disciplina
y el control imperantes en el que teórica­
mente era el primer estado socialista del mundo:·
la Unión Sovié­
tica. El socialismo de Fro= presenta características anarqui­
zantes mezcladas con socialismos utópicos premar:xistas, cual los
de Fourier, aunados con
la contradicción del elogio al Marx de
«Los Manuscritos de 1844» y al de «El Capital», aunque con­
sidera que aquel primitivo Marx puede perderse en obras pcste­
riores.
Fro= consideró fundamental la obra del amor en la salva­
ción de la humanidad. Un humanismo vago, una descripción de
Marx, a
la que acertadamente considera Kolokowski unilateral
y simplista, y que sólo conserva de la doctrina de Marx lo que
ésta pudo tener en común con Rousseau. , ,
Mas esa vaguedad, esa inconcre,ión, en una combinación
-aunque a veces es critica-de Freud y Buda, .en ese nuevo
concepto russdniano de unión con la
naturaleza, en la que Fro=
quiere armonizar el· marxismo, segón él, y el budismo «Zen»,
penetra de forma tan profunda en
la sociedad occidental actual,
que
ha conseguido efectos innegables.
Al igual que la influencia gramsciana sobre la
cultura y la
comunicación ha producido realidades evidentes, la influencia de
Fro= es· evidente sobre la sociedad actual. No anticristiana con
un odio
visceral como el de los bolcheviques revolucianarios de
r,rimera hora, o el de la España del Frente Popular en 1936. Es
algo distinto
pero mucho más eficaz. No es el odio ni el afán de
destrucción, sino
un· nuevo concepto de rechazo de normativa
moral, no sólo pcrque la Iglesia esté presentada como aliada de
la reacción o del despctismo
-aunque Pro= también participa
en esa
tesis-, sino de rechazo pcr enemigo de toda coacción que
se oponga a la libetad total y absoluta.
Creemos que resulta fácil ver en esa admiración universal
actual pcr los «Derechos Humanos» el paso del catolicismo
al
cristianismo y luego al ecumenismo y pcr fin después a una vaga
ética, la eficacia trascendental no sólo de Fromm, sino de los otros
componentes de la Escuela de Francfort, sobre los que no
po­
demos extendemos, dejándolo para futuros trabajos, pues corre­
ríamos el riesgo de hacer éste inacabable.
Admiración absoluta por el permisivismo y la
utopía; deja­
ción constante
y acelerada de · todo lo que pueda suponer norma
1199
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ANGEL MAESTRO
para el desarrollo arm6nico de la sociedad. La acusaci6n inmediata
e instantánea de retr6gado, oscurantista,
a quien simplemente ose
discrepar del permisivismo total a que nos conduce la evolución
de la sociedad, que conduce a una alienaci6n total, frente a la
que casi nadie quiere oponerse, so pena de ser acusado de anti­
dem6crata, o del grave pecádo, excomuni6n incluida, de ser lla­
mado fascista.
Ante riesgo
tal de ser designado con el vocablo nefando,
aunque nunca llevase camisa negra, ni
haz de lictores, e. incluso
fuese adversario, el silencio
es cada vez mayor.
La influencia de la Escuela de Frandort preparó de forma
rotunda con animadversi6n total a la técnica, y a
la sociedad
tecnocrática a
que. ella conducía según sus postulados, y con esa
oposición a la ciencia adversaria del mundo de valores. Preparó
las bases
de la Contestación de 1968, y exacerbó al máximo lo
que Del Nace considera fundamental en dicha contrastaci6n: la
oposición entre el espíritu revolucionario y el espíritu tradicional.
Pero volviendo a la obra de
Veneziani tan elogiada por Del Noce
en su trabajo póstumo, la Contestaci6n,
se equivoc6. Se equivoc6
porque identificaba los valores tradicionales con el sistema
ca­
pitalista cuando éste era su enemigo más implacable.
Con frase esclarecedora dice: «La contestaci6n contribuy6 a
mimar no los apoyos y las
aliamas del capitalismo, sino los últi­
mos obstáculos que se oponían al sistema capitalista».
Aunque el afán nihilista en
tantos aspectos de la Escuela de
Frandort no haya trinnfado en su plenitud, ha sentado las bases
para que la influencia de Adorno, Horkhemer, Fromm, etc., haya
convencido a gran parte
de la sociedad de que la humanidad está
amenazada por el avance de la técnica y de la ciencia, que
con­
ducirán inevitablemente a un feroz totalitarismo. El implacable
odio al automóvil, característico de
tantos medios progresistas, es
un fiel reflejo de ese influjo.
La teoría crítica de la sociedad burguesa, la critica al mancis­
mo-leninismo, y la crítica subversiva a todo, han sido consecuen­
cias ciertas de esa Escuela y de sus componentes. Una adaptación
del marxismo a las características básicas de la sociedad occiden­
tal, como lo fue el gramsciano con su guerra de posiciones
res­
pecto a la guerra de movimientos del leninismo.
Por tanto no pademos caer en un optimismo fácil y triunfa­
lista cuando
se habla y se escribe del fin del marxismo como
consecuencia de la crisis del mismo en las naciones del Este, y
en la propia Unión Soviética.
El marxismo, depurado del componente que no calificaríamos
1200
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¿HA MUERTO EL MARXISMO?
de asiático, como voces muy autorizadas lo califican, sino eslavó­
filo, con
sus peculiaridades que no son ni asiáticas ni europeas,
permanece hoy en Occidente.
·
V arias veces he manifestado, y en estas tnismas páginas, es
necesario volver sobre ello, .que Lenin no tuvo en su pensamiento
y obra una exclusividad marxista. Desde los orígenes de su for­
mación
política ésta no habría sido influida casi unidireccional­
mente por la doctrina de Marx, ni mucho menos.
La deformación de los apologistas bolcheviques y la mani­
pulación por los historiadores y filósofos oficiales en la Unión
Soviética, desde Stalin hasta
hoy, ha hecho creer incluso entre
autores serios y competentes, la exclusividad marxista en la obra
de Len.in.
Sin la enorme influencia de Chenichevski, Tkachev, Nechaiev,
Zaichnevski, Belinnski, Herzen
... , no puede entenderse a Lenin,
ni por
tanto al marxismo-leninismo ni el afianzamiento, desde 1917
hasta 1991, del poder soviético. Sin ellos puede entenderse e
in­
terpretar a Marx. Pero no al marxismo-leninismo. Ese culto a la
violencia de casi todos ellos, con la excepción de Herzen, señala
a Lenin en forma mucho mayor que la influencia revolucionaria
burguesa, que
es lo que proclama Fromm cuando quiere salvar a
Marx de la acusación de violencia.
Ese marxismo, simbiosis extraña entre socialismo occidental
y revolucionarios mesiánicos y crueles como los Chernichevski y
demás, es el que ha funcionado con las mayores dosis de cruel­
dad y barbarie de la historia, desde 1917. Pero que ha fracasado,
parece que inevitablemente, en
la construcción de ese hombre
nuevo; para lo que era fundamental arrinconar definitivamente
toda interpretaciórt de un marxismo determinista y evolutivo de
la sociedad.
Simbiosis sí, de revolución sin idealismo, junto con
el control,
la disciplina y
los nuevos métodos de producción. El marxismo
no pasivo, sino el acelerador de las condiciones subjetivas, el
adaptador a las circunstancias de
un· marxismo jacobino.
Dicho marxismo está
en crisis, y quién sabe si herido de
muerte, salvo acontecitnientos excepcionales
eri. el Este. Tal vez
el querer jugar demasiado con la flexibilidad del leninismo, lo
haya hecho traspasar determinados
límites, en los que peligra
sus propia superviviencia.
Por otra forma de marxismo, lo que vemos en Occidente, que
aliena totalmente al hombre so pretextos liberadores, ha anulado
en gran parte su voluntad,
conformándola.respecto a unos modos
establecidos. Un ateísmo galopante en gran parte, cuando no un
1201
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ANGEL MAESTRO
gnosticismo. Una superioridad total de la praxis frente a cual­
quier otra consideración, el materialismo que, todo lo ahoga en
unión con una masificación igualitaria. Un culto desaforado al
materialismo prostituyendo el espíritu y esclavizándolo.
Una sociedad gregaria en grado sumo donde por obligación
imperiosa
se ensalza so pretextos liberadores el arte decadente
en todas sus expresiones: desde la música estridente, inarmónica y
enloquecedora, a la literatura zafia y grosera, al lenguaje más repul­
sivo y abyecto.
Se impone la masificación en las vestimentas y en los gustos,
y se cultiva a
la juventud halagándola con ser más libre, autén­
tica, sincera, cuando
el capitalismo la manipula como nunca lo
ha hecho. Alienándola, creyéndola sentirse libre, mientras se con­
vierte sin saberlo en esclava de los gustos y modas que marcan
esas empresas capitalistas, cambiando continuamente, según
las
conveniencias de las mismas.
El marxismo-leninismo podrla, insistamos en lo condicional, ha­
ber sido condenado al desván de la historia, pero el marxismo,
absorbido por el capitalismo, ha conseguido el paso de la sociedad
cristiana a la sociedad burguesa pura. La sociedad pagana occiden­
tal ha realizado
la esencia del marxismo.
¿Será esto un estado definitivo para la humanidad? ¿Tendrá
razón Fukuyama en que ésta
ha alcanzado su etapa última?
Afortunadamente
la historia no está escrita sólo por los de­
seos y las modas de los hombres. La Providencia actúa, y así lo
ha hecho a lo largo de los siglos, alterando situaciones que pare­
cían inalterables. Hace tan sólo unos años, el triunfo del leninis­
mo parecía inevitable.
La transformación de la humanidad a manos del marxismo­
leninismo, lo que no sólo manifestaban sus exégeta,, y en la
que creía gran parte de la propia curia vaticana en tiempos de
Juan
XXIII y Pablo VI, y que la contemplación de la realidad
mostraba, era casi un hecho.
Por el contrario, la fusión por absor­
ción del socialismo en
el capitalismo, ha transformado revolucio­
nariamente
al primeto sustituyéndole. Se ha desmantelado la ideo­
logía marxista-leninista y se
ha desideologizado la fuerza revolu­
cionaria del leninismo, pero haciendo realidad la consecución
última del marxismo de
la obtención por el hombre del paraíso en
la tierra. El capitalismo,
el neocapitalismo, ha absorbido el socia­
lismo, y ha hecho realidad en gran parte sus postulados y últimas
aspiraciones.
¿Será el estado último y definitivo de la humanidad? La
esperanza, pero también la raz6n, nos dice que no.
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