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El movimiento conservador norteamericano

EL MOVIMIENTO CONSERVADOR .NORTEAMERICANO
POR
FREDERICK D. WILHELMSBN (*)
En el Partido Republicano hoy en día todo el mundo tiene que
declararse «conservador». Los últimos «liberales» republicanos
como el gobernador del Estado de Nueva York, Nelson Rocke­
feller, su hermano, el gobernador del Estado
de Arkansas, o el
senador
de Nueva York, Jacob Javitts, bril],u¡ por su ausencia en
el partido. O han muerto o se
han retirado de la política. El ala
liberal del republicanismo americano
tenía su fuerza en New En­
gland y en otros Estados industrializados del noreste del país. Y

a
hace unos años
-- grupo desapareció como
un elemento destacado y marcado. As!;
casi todos los políticos republicanos tienen, a la fuerza, que decla­
rarse conservadores.
Pero este hecho, simplemente hace ambiguo el sentido exacto
de la palabra «conservad.or». Hasta los tiem~ del gobierno del
presidente Jimmy Carter, el Partido Republicano se dividía en dos
grupos: el liberal y el conservador.
En aquellos años no era un
pecado ser liberal y republicano a la
.vez. Pero ·después de las dos
(*) Publicamos el texto de la conferencia pronunciada en Madrid el
pasado 16 de marzo por nuestro amigo, antiguo y siempre colaborador de
estas páginas, el profesor Frederick D. Wilhelmsen, Ph. D., catedrático de
Filosofía y Política en la Universidad de Dallas y uno de los más éaracteri~
zados representantes del conservatismo tradicional americano. Por enci~
ma de los juicios concretos que vierte sobre . la política . americana actual, el
artículo que ofrecemos a nuestros lectores tiene_ el gran atractivO de enlazar
esos sucesos con
el debate 'intelectual de la derecha americana. El texto ha
sido escrito directame·nte en castellano por el profesor Wilhelmsen y · 10
damos a la imprenta con levísimos retoques sintácticos de· nuestra redacci6n.
Verbo, núm. 301-302 (1992), 109-123 109
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FREDERICK D. WILHELMSEN
victorias aplastantes del presidente Reagan, los políticos con cier­
ta simpatía hacia
el liberalismo la ocultaban. Por primeta vez des­
de hace muchos años declararse conservador no implicaba ningún
defecto, o declararse liberal dejaba de
set sinónimo de todo lo
buend que hay en el .mundo. Pero la .misma bandera conservadora
era algo confusa y ambigua. ¿Qué quiete decir «conservador» en
el panorama de la política americana?
La pregunta
no. es meramente.intelectual. En este momento,
en los Estados Unidos la pregunta ha alcanzado una vitalidad y
una publicidad importantísimas. Como ustedes saben, el periodis­
ta y ·escritor Patrick Buchanan hace unos pocos meses presentó su
candidatura para
la presidencia ameticana: como republicano en
contra del presidénte actual, George Bush. Y el centro,. el meollo,
del mensaje de Bucharian es que el presidente Bush ha traiciona­
do la llamada «Revolución Conservadora» de Ronald Reagan. Se­
ría un milagro si Buchanan ganara la candidatura del Partido Re­
publicano y dos milagros si ganase la presidencia. Es muy. difícil
desplazar a un presidente por alguien de su propio· partido. Una
detrota siempre viene del candidato del partido opuesto y tene­
mos solamente dos .partidos, eón pdsibilidades de una victoria na­
cional.
Peto no estoy aquí para sopesar las posibilidades de los va­
rios candidatos ·a la presidencia: he venido para hablar del movi­
miento conservador
norteamericano; Lá sitúación política del mo­
mento simplemente hace resaltar la actualidad del tema: todo el
mundo en el
· Partid~ Republicino se declara conservador y la pa­
labrá· opuesta dialéctiéamente, · «liberal», ha dejado de identificare
se con «lo bueno». Algo hizo posible este cambio de los símbo­
los políticós
americanos. Este «algo» tiene dos caras: una positiva
y .otra negativa. De momento, vamos a centramos sobre el ladd
positivo.
En los años treinta, cuando· · el pueblo norteamericano sufrlá
los estragos de la depresión económica más feroz que hemds co­
nocido en nuestra historia ; ~do más de diez millones de nues­
tros_ ciudadanos se quedaron sin trabajo; cuando las fuerzas de la
naturaleza no impedían. la caída económjr:a, y una agricultura
lfO
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EL MOVIMIENTO CONSERVADOR NORTEA.MERICANO
froreciente en muchos Estados del sur y del suroeste simplemente
desapareci6 debido a una sequía, unida con tormentas y vientos
que destrozaron finca tras finca, grandes, pequeñas
y medianas, y
contaminaron la atm6sfera · con polvo y cenizas; el pueblo estaba
arruinado. Y miles
y miles -hasta millones-andaban vagan por campos, pueblos y ciudades sin nada, tratando de ganarse la
vida vendiendo manzanas en las calles de las ciudades
más gran­
des del país. La gran depresi6n ha sido la realidad más palpable
en la
psicología de todos los hombres de más de cincuenta años
de edad en los Estados Unidos.
En aquellos años, un puñado de escritores, todos del sur del
país, lanz6 un
manifiesto: I will take my stand. Su proclamaci6n,
casi inmediata, lleg6 a ser una
bandera y con esa bandera el mo­
vimiento conservador norteamericano naci6. Escritores como Al1an
Tate, Donald Davidson, Cleanth Brooks, Andrew Lytle y otros,
en una serie de ensayos brillantes expresaron su convicci6n sobre
el estado nefasto de la economía
y situaci6n social del país. Exis­
tía, según ellos, una baja en la moralidad occidental
y en los va­
lores vividos y pregonados desde Cicer6n hasta Jefferson. Un
puñado de capitalistas
se habla apoderado de los Estados Unidos
y había arruinado la naci6n. Un libro, W ho owns America?, ins0
pirado por los intelectuales del sur, empez6 a gozar de mucha po­
pularidad.
Hacía falta volver a las raíces agrícolas del puebld. Un
movimiento llamado
«la vuelta de la tierra» gan6 mucha fama; y
el mismo presidente Franklin Roosevelt le tenía cierta simpatía.
Pero fracas6,
y con su fracaso perdieron los intelectuales· sureños
en su deseo de abolir
la revolud6n industrial en aras de una ·reac­
d6n hada el campo.
El
movimiento conservador, en su primera fase, perdi6 su
batalla en contra del capitalismo industrial del norte. Pero
perder
una batalla no es, necesariamente, perder la guerra. Estos intelec­
tuales
y escritores del sur rápidamente lograron convertirse en los
poetas, ensayistas, novelistas
y literatos más distinguidos de los
Estados Unidos.
Dciminaban cierto campo intelectual a pesar de
haber perdido el campo econ6mico. Haciendo hincapié en su re­
chazo del nuevo mundd, liberal, los conservadores se. concentraban
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FREDERICK D. WILHELMSBN
en la ética y la política. Montando un ataque contra· la seculariza­
ción de la
sociedad americana, una secularización que en aquel
momento histórico sólo
era una sombra de lo que llegaría a ser
un cuarto de. siglo después, hombres como los firmantes del libro
l will take my str,nd y otros, como Babbit y Richard Weaver, le.
vantaban.la
bandera de la moralidad cristiana en contra de un re­
lativismo que ya se había apoderado de muchas universidades.
Todavía no era
un movimiento político, sino la convicción de unos
académicos aislados,
pero ilustres, que se oponían a la tendencia
masiva
en los Estados Unidos de concentrar cada vez más poder
en el gobierno central. Al principio un movimiento de protestan­
tes, rápi~mente se convertiría .en un movimiento con influencia
fuertemente católica. La conversión del poeta e historiador Allan
Tate fue decisiva en este cambio de rumbo. Este movimiento con­
servador rápidamente ganó la fama
de ser un movimiento tradi­
cionalista en el sentido americano.
Con
la historia federalista del sur y de la Guerra de Secesión
como fondo mítico
y filosófico, estos hombres pregonaban un for­
taledmiento y un retorno de los poderes y derechos de los diver­
sos Estados de la Unión Federal en contra del poder, cada día ere.
ciente, del Gobierno Central ( que llamamos nosotros el Gobierno
Federal
para la confusión de ustedes).
Podemos parar aquí para sopesar tres
dimensiones que entran
en .el movimiento conservador norteamericano:
l. Un rechazó de la feroz industrialización alcanzada en el
norte de los Estados Unidos. Esta negación siguen
siendo, como
mito, algo importante
en la psicología de los hombre actuales que
tienen como antecedente a los intelectuales del sur. Ningún con­
servador-tradicionalista «se ·encuentra
en casa» en una fábrica dedi­
cada a hacer automóviles o lo
que sea. Aunque puede vivir en una
ciudad masificada, su sueño está en
el campo y -por lo menós'-­
en hombres cuya psicología ha sido formada en el campo. En los
tradicionalistas
americanos, podemos descubrir un realismo en cuan­
to a la naturaleza y 'UD cinismo en · cuanto de los productos de la
vida industrial; aunque todos los usan sin
ningún complejo de cu!-
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EL MOVIMIENTO CONSERVADOR NORTEAMERICANO
pabilidad. En cuanto a la vida académica, los conservadores-tradi­
cionallstas, en gran parte, son historiadores, poetas, ·ensayistas.
Conozco solamente a uno que vive en la pequeña finca que él mis­
mo trabaja, Andrew Lytle. La visi6n_ tradicionalista americana es
más bien intelectual y moral. Su base económica ha sido destruida
por un progreso industrial que todos odian. Su actitud cultural
puede expresarse en una frase genial
de uno de ellos, Stephen
Leacock: «Es un signo de ser un hombre decente avergonzarse de
haber nacido en el siglo xx». Esta reacción es extrema, pero no
traiciona el corazón del llamado tradicionalismo-conservador
ame­
ricano. Vislumbra comd una pesadilla un mundo totalmente me­
canizado donde el individuo y la familia no van a pesar nada.
-Este aspecto del conservadurismo-tradicionalista americsno se com­
pagina con ciertos elementos del tradicionalismo católico europeo.
Me refiero a la protesta de Gabriel Marcel en contra de la masifi­
cación
de la cultura en Francia; al filósofo campesino Gustave Thi0
bon; a Bernanos, en su elogio del campesino francés. Este odid
del mundo moderno por muchos pensadores europeos encontraba
una verificación en
los hombres del primer momentd del conser­
vadurismo norteamericano.
De hecho, en· The Americtm Review,
revista política y literaria, los sureños publicaban artículos de los
ingleses Chesterton y Belloc. Había en
los treinta cierta colabora­
ción, pero nunca pasó a ser algd serio en el sentido político de la
palabra. Que yo sepa, los americanos sabían muy poco del tradi­
cionalismo europeo, a no ser del inglés.
2. Una defensa de los bienes morales heredados del crisria­
nismo. Todos
los hdmbres que pertenecían a aquel movimiento
intelectual, todavía difuso y no bien definido,
se unían en la de­
fensa de la moralidad cristiana," sobre todo, pero no exclusivamen­
te, la moral
sexual. Unida con esa defensa encontramos también
una defensa de
la familia como semilla de la civilización, realidad
que en aquel momento histórico todavía necesitaba apenas tal de­
fensa. De hecho, la necesidad y las -dificultades para sobrevivir du­
mnte aquel período fortalecían la familia ámericana. Miles de in­
dividuos que habían perdido sus puestos de trabajo que se cjue-
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F REDERICK D. WILHBLMSEN
daban sin ahorros, debido al colapso de Wall Street, volvieron a
las casas de sus padres. En la ciudad donde yo vivía de joven, era
fen6meno corriente que diez y más personas adultas
vivieran bajo
el techo
de sus padres, porque no pooían hacer otra cosa. La gran
depresi6n fue el último momento de auge
de la familia americana.
Cuando
la situaci6n econ6mka mejor6, la casa de los padres dej6
de ser un refugio para los individuos que antes habían perdido
todo. La defensa
de la familia durante la depresi6n no fue ninguna
necesidad en absoluto.
3. La defensa de los llamados «derechos de los Estados»,
«fueros» en el sentido español o «autonomía». Para que ustedes,
españoles, puedan entendet esta dimensi6n
del m.ovímiento con­
servador americano, hace falta que diga algo sobre las causas y re­
sultadds de nuestra Guetra de Secesi6n.
En términos globales,
cuando
el sur perdi6 la guerra ( 1861-1865), jamás pens6 en tratar
de nuevo de ganar su independencia.
La Uni6n ganó y los Esta,
dos del sur tenían que contentatse con vivir dentro del Estado fe­
deral. No fue como en España después de la guerra de 1936-1939.
Los. vencidos aquí nunca reconocieron su derrota y, efectivamente,
volvieron al poder con
la nueva Constitución de 1978. Pata el sur
norteamericano, al contrario,
la derrota fue definitiva. Pero, en
cambio, una defensa
de los llamados «detechos de los Estados» en
contra de la tendencia centralista del gobierno de Washingron
siempre ha sido
una plataforma dentro del conservadurismo norte­
americano. ¡Menos gobietno central, libertad regional!
En esta
defensa se puede
vet en el sur, en cad~ pueblo, la bandera vieja
de la Confederaci6n al lado de
la bandera americana fedetal.
Precisamente aquí, el movimiento conservador era algo
bo­
rroso. Un nuevo tipo de reacci6n conservadora naci6 durante los
tiempos del presidente Franklin Roosevelt:
el conservadurismo
de los intereses econ6micos, financieros e industriales. Se oponían
a
1a legislación social de la administraci6n demócrata de Roosevelt
y levantaban una bandera llamada «conservaddra».
En realidad, la
palabra «conservadora» nació con esos hombres y grupos.
En gran
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EL MOVIMIENTO CONSERVADOR NORTEAMERICANO
parte concentrada en el medio oeste, donde existe la gran indus'
tria pesada, y en los centros de la finanza del este, este movimien­
to--siempre minoritario en cuanto al número, pero poderoso
en cuanto a sus medios económicos-- tenía en común con el viejo
tradicionalismo un odio contra el comunismo y
el socialismo, y con­
tra el programa social de Roosevelt que implicaba una extensión
del poder del gobierno central. Se puede
decir que la gran ciudad,
con sus bancos y fábricas,
se unió con el campo y edil la intelec­
tualidad surefía a
fin de enfrentarse a un programa demócrata que
ambos grupos acusaban de ser semi-socialista.
De esra unión de
las dos tendencias nació el conservadurismo contemporáneo. Des­
de aquella
alianza, conseguida hace ya cincuenta años, podemos
trazar las
contradicciones internas del ideario conservador norte­
americano. Había, y hay, unos que ponen el bien de
la gran indus­
tria y
de los bancos por encima de todo, y había, y hay, otros que
se centran principalmente en los viejos valores del campo, de la
pequeña y mediana industria. Fue imposible disipar la ambigüedad
por la presencia de dos partidos, uno conservador y otro «liberal»
( en
el sentido americano), ya que en aquel momento ninguno de
los dos partidos era netamente liberal o conservador. Los viejos
conservadores-tradicionalistas eran demócratas (hoy no) y los
nue­
vos conservadores eran republicanos.
El llamado «liberalismo», que
es distinto .del «liberalismo clá­
sico» europeo, se componía de una serie de convicciones que· con
Roosevelt se apoderaron del Partido Demócrata: la convicción de
que los problemas económicos
de la sociedad pueden resolverse a
través de una acción vigorosa
por parte del gobierno central; más
impuestos y mayor gasto ; mejorar la condición económica y social
de los pobres y, algo
más tarde, la de las minorías -negros sobre
todo, hispanos más
tarde--; una tendencia secularizadora que ha­
da hincapié en una forzada separación Iglesia y Esrado. Hace fal­
ta parar aquí para decir algo sobre este drama en los Estados
Unidos. Como ustedes saben,
la Constitución Federal norteamericana
fue hecha por trece Estados que tenían
poco en· común religiosa­
mente, menos un protestantismo genérico.
En el norte, en Nueva
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FREDERICK D. WILHELMSEN
Inglaterra, todavía dominaba el calvinismo a ultranza ; en los Esta
dos del sur, dominaba el anglicanismo; más al centro, no dominaba
nada. Habría sido imposible, en consecuencia, imponer una Iglesia
estatal.
En realidad, cada Estado de la nueva federación tenía su
propia religión establecida. Nci existía la más mínima posibilidad
de reconciliar a estas
sectas_ protestantes en la unión nueva. Por
eso, la nueva. Constirución
·prohibió que la unión federal tuviera
una religión
oficial. Y. nada más. Pero a lo largo del siglo XIX esta
cláusula de nuestra Constitución empezó a
recibir una interpreta­
ción nueva. Desde
la neutralidad religiosa, hemos llegado a la hos­
tilidad a la religión por parte del Estado Federal. Fue la obra de
los jueces del Tribunal Supremo. En la actualidad, esro quiere
decir . que nadie puede hablar de Cristianismo en las escuelas pú­
blicas ; la oración ha sido prohibida en esas escuelas ; la existen­
cia de todo el sistema de educación privada, sobre todo la
cató­
lica, ha sido dañado, porque la misma Corte Suprema prohibió
que
los colegios privados recibiesen ayuda eronómica por parte del
Estado Federal. Puesto que la misma existencia de estas
institu­
ciones -primarias, secundarias y hasta universitarias--en gran
parte dependen de la ayuda económica por parte del Estado, el
resultado ha sido el previsto:
un descenso enorme de colegios pri­
vados y la marginación de la doctrina ctlstiana
de toda la ense­
ñanza pública norteamericana. A fin de seguir recibiendo el apoyo
estatal, algunas universidades católicas
de gran prestigio han des­
confesionalizado su enseñanza. La Constirución nunca tuvo tal
meta, peto
los tribunales y los liberales han interpretado la Cons­
titución de esta manera.
Ahora bien, esta secularización ha sido una bandera del libe­
ralismo americano, y en
gran parte esos liberales pertenecen al Par­
tido Demócrata.
Los conservadores de ambos grupos siempre se
han resistido a esta abolición de la cultura· ctlstiana en las escuelas.
Aquí nos
encontramos con una mezcla de convicciones que
no pueden comparibilizarse con el principio de la contradicción.
Por un lado,
el liberalismo en mi país se pone al lado de una polí­
tica social que favorece a
los pobres, los marginados y las mino-
H6
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EL MOVIMIENTO CONSERVADOR NORTEAMERICANO
rías raciales. Por otro lado, este mismo liberalismo se opone a
cualquier estudio· formal o influencia del
dogma cristiano en el
pueblo. Todo esto ha producido una contradicción: una política
social a favor de los menos privilegiados
· se compagina con una
política en contra del cristianismo. Dos cosas que deben unirse,
se encuentran separadas en la política actual del pueblo nortea­
mericano. Es
como si él liberalismo quisiera aislar una parte de
la ética cristiana del cristianismo como tal. Digo solamente una
parte,
ya que los llamados hoy «derechos de los homosexuales y
lesbianas» aparecen en
el ideario liberal demócrata.
Debido a esta ambigüedad introducida en la vida americana
desde los tiempos del presidente Roosevelt y el dominio del Par­
tido
Demócrata por el liberalismo, la política secularizada se ha
ido adueñando del mismo partido; Entretanto, el conservaduris­
mo se dividia en dos: uno que tenía como meta la preservación
y aun mejoramiento de la clase de los gerentes y dueños de la
industria gtaiide, ·-y otro el viejo,-· con· sus raíces en el sur,
pero con partidarios en todos los Estados que pregonaba el
deseo de mantener la agricultura pequeña y mediana, la clase arte,.
sana, los valores cristianos encontrados en ambas y, en pocas pa­
labras, un mundo cultural y social que tenía muy poco que ver
con los intereses capitalistas del norte y este de la nación.
Resulta que el llamado «conservadurismo»
norteamericano su­
fre de esquizofrenia: un· grupo está a favor de una sociedad cons­
tituida por ffucas y negocios pequeños o medianos cuya base es
la familia cristiaria, y' el otro a fav9r del gran capital con. su in­
dustria pesada y con
los demás factores. que dominan el mundo
actual; unos son nacionalistas,
otros internacionalistas. Se puede
y debe preguntar: ¿Qué tienen en común los dos grupos? En él
pasado, y hasta la cá(da de la Unión Soviética, todos los conserva­
dores americanos se destacaban por un anti-comunismo .y anti­
socialismd a ultranza. En un plano algo inferior, todos
mantenian
la misma adhesión a un gobierno caracterizado por los llamados
«derechos de los Estados»·
y todos odiaban la centralización del
poder en Washington.
Aquí, y sólo aquí, descubrimos la unión
entre ambas tendencias.
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FREDERICK D. WILHELMSEN
Encontramds aqui una unión en política que oculta una dis­
crepancia en lo económico y,
·sobre todo, en lo social. Naturalmen­
te, hay muchos
conservadores americanos que nunca han experi­
mentado las contradicciones internas que he dibujado aquí. Viven
las contradiccidnes, pero se
dan cuenta de la falta de lógica. Ge­
neralmente, disfrutan de una visión de la patria que es más o me­
nos mítica: los valores del sur y de la vida del campo, una adhe­
sión a una forma u otra de cristianismo ; pero unido con
todo
esto descubrimos una política económico-financiera que tiene poco
que
ver con la versión lírica del pasado que mantienen. Estos con­
servadores, históricamente han sido republicanos al viejo estilo.
Aunque se puede encontrar católicos entre sus filas, en gran
parte
son protestantes. Suelen pertenecer a lo que llaman «the stablish­
ment».
Algunos son empresarios de la clase de. gerentes. Cuando
ocupan puestos
en el Congreso, su esquizofrenia política se mani­
fiesta porque siempre votan
en contra de ayudas económicas a los
agricultores,
mientras que, a la vez, elogian sus vittudes. Curio­
samente, ha sido el Partido Demócrata, liberal por ideología, quien
más ha tratado
de ayudar a los agricultores. Por una ironía, en
gran
parte el campo sigue votando republicano a pesar de no reci­
bir casi nunca algún apoyo. del mismo partido. Hay poca lógica
en la política práctica.
Esta falta
de lógica puede notarse también en la cuestión del
aborto, que está dividiendo al pueblo americano en dos bloques.
Tradicionalmente, el Par.tido Demócrata
ha sido el bastión del ca­
tolicismo americano; pero hoy día ese partido se ha declarado a
favor
de la legalidad y licitud del aborto, mientras que el Partido
Republicano oficial se
ha declarado a favor del derecho a la vida
de los no-nacidos. Como consecuencia, muchos antiguos demócra­
tas católicos han abandonado su
viejo partido. Son muchos, pero
todavía
una minoría. Políticds católicos como el senador Kennedy
y el gobernador de Nueva York, Cuomo, son católicos practican­
tes, pero a la vez estáo a
favor del aborto legal; Después de cuas
renta afios de tener un Tribunal Supremo dominado por el libe­
rálismo
y por los abortistas, Ios presidentes Reagan y Bush han
conseguido ahora una
mayoría conservadora que probablemente
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EL MOVIMIENTO CONSERVADOR NORTEAMERICANO
va a declarar nula la ley federal que hasta ahora permitía el aborto
como
un derecho en todo el país. Es probable que esta decisión
tenga lugar dentro de unos meses. Entretanto, el Congreso
-ma­
yoritariamente pro-abortista y demócrata-se. opone a cada ges­
tión por parte del presidente Bush a favor de la vida de esos in­
defensos. Bush
es anti-abortista, pero parece que tiene poco en­
tusiasmo por la causa.
Otro elemento que siembra la confusión es la introducción en
el Partido Republicano de una fuerza muy poderosa llamada el
«neo-conservadurismo». Casi
tddos fueron liberales en su juven­
tud, debido a un sentido pragmático muy fino abandonaron
el
liberalismo de los demócratas, porque ·se daban cuenta de que el
liberalismo americano no funcionaba; la política social liberal es­
taba arruinando al pueblo económicamente ; los gastos enormes
de los programas· sociales liberales
hablan producido pocos resul­
tados positivos;
los pobres seguían siendo pobres; los negros y
demás minorías no
hablan adelantado su situación económica y
social a pesar del
derroche de dinero en esos programas federales
que trataban de mejorar
sus vidas. Los neo-conservadores, en cam­
bio, abrazaban una política social más modesta. Internacionalistas
en su visión del.mundo,
!Os neo-conservadores predican un orden
mundial nuevo capitaneado por los Estados Unidos. Aunque unos
pocos son cristianos, en su mayoría son judíos con enlaces estre­
chos con
el Estado de Israel. Se han apoderado de muchos perió­
dicos y revistas. Gozan de mucha influencia en la administración
del presidente Bush en Washington y
quieren captar el corazón
del Partido Republicano.
Consiguieron coger las riendas de la
agencia gubernamental
encargada de fomentar proyectos intelectuales y educativos (Natio­
nal Endowment for the Humanities)
y aquella agencia tiene la
fama de
no ayudar nunca a los profesores e intelectuales cuyo
conservadurismo
es más tradicional. Es comprensible que los
«neos» ahora tengan la revista Commonwealth. Siempre ha sido
una revista
judía. Pero es casi incomprensible que los «neos» se
hayan apoderado de la revista conservadora con más prestigio en
el país, The National Review, fundada ya hace casi cuarenta años
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FREDERJCK D. WILHELMSEN
por William F. Buckley, Jr. Buckley, católico y aristócrata, con­
seguía un balance entre. el tradicionalismo de los sureños y sus
compañeros del norte y el conservadurismo
de los viejos republi­
canos de la. escuela clásica de Hayek y sus seguidores, la escuela
que pregona
ún mercado totalmente libre. El mismo dueño y re­
dactor jefe, Buckley, con un genio peculiar, siempre supo armo­
nizar las dos tendencias.
Pero esta tercera tendencia, la de los
«neos», domina ,ahora el pensamiento de la revista.
Hace pocas semanas -ya estamos en plena. campaña para las
elecciones
.de noviembre de este añe>--William Buckley atacó al
candidato Pat Buchanan, acusándolo de ser anti-semita. La, · in­
fluencia de. los «neos» era evidente. Pero Buckley se mostró sor­
prendido
por la reacción. El patriarca del movimiento conserva­
dor-tradicionalista, Russell
Kirk '-Católico por conversión, colabo­
rador de Natianal .Review desde sus comienzos--, denunció, a
Buckley y
se hizo el jefe de las fuerzas de Buchanan en su feudo
personal del Estado de· Michigan .. En el Estado de Texas, donde
yo vivo, el segundo patriarca
del movimiento conservador-tradicio­
nalista, doctor Melvin Bradford, . baptista, escribió una carta a
Buckley en la
que le decía textu,dmente: «Nunca más volveré a
escribir en su revista».
Bradford, inmediatamente, se encargó de
los militantes
de Buchanan en Texas y solamente hace una sema­
na hubo úna manifestación enorme en la Universidad de
Dallas
a favor de Buchanan, Bradford presidió la demostración. Cuando
el
candidato apareció delante. de casi 3 ,000 personas en el gimna­
sio de. la universidad, Bradford le presentó al auditorio. El cisma
en el Partido Republicano y en el
movimiento conservador se
hacía público y ·oficial.
Pero,
¿quién es Pat Buchanan y qué representa? A fin de
hacer
esta situación inteligible a ustedes, es necesario decir algo
sobre la presidencia de George Bush frente a ·la que Buchanan se
ha situado en
la. oposición, Después de. servir fielmente como vice­
presidente durante la administración de Ronald Reagan, Bush
ganó
la presidencia del país con una mayoría aplastante. Aristócrata,
en el sentido nuestro, fue de joven un hérOe en la Segunda Gue'
rra Mundial: un piloto cuyo avión fue destrozado por los ·japó-
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EL MOVIMIENTO CONSERVADOR NORTEAMERICANO
neses, un teniente que sobrevivió al frío del Pacífico y evitó Ios
periscopios
de los submarinos enemigos. Una vez terminada la gue,.
rra, ganó su propia fortuna con el petróleo en. Texas. Entró en la
política y sirvió un par de años en el Congreso. Fue embajador
en China.
Fue nuestro primer representante en las Naciones Uni­
das. Fue jefe de la CIA.
Ganó fama de ser un diplomático de ptl­
mera categoría. Como presidente, el punto de gloria de su presi­
dencia fue
el éxito, rápido y brillante, en la guerra contra Irnk.
Pero en unos meses, Bush empezó a perder su popularidad debido
a la situación económica nefasta
de los Estados Unidos. Ahora,
desde la presidencia, busca sn reelección. ¿Pero qué representa?
¿ Qué convicciones tiene?
Muchos conservadores piensan que Bush
ha traicionado su
ideario. No quiero entrar en
el debate en esta conferencia. Baste
decir que hay un descontento enorme dentro de las filas militantes
republicanas. Patrick
Buchanan representa ese descontento. Unien­
do el recelo del viejo republicanismo contra
un gobierno grande
y todopoderoso con el tradicionalismo cristiano que hace .hincapié
en
la necesidad de parar la progresiva secularización de la nación,
Buchanan -en cierto sentido--tiene lo mejor de los dos mun­
dos. Buchanan es
un hombre formado intelectual y religiosamente
por los jesuitas, el primer católico. en presentarse como candidato
a la presidencia
pctr el Partido Republicano. Un hombre que actuó
como eminencia gris en las administraciones
de Nixon y Reagan.
Cuando Nixon
tuvo que dimitir .debido al escándalo de Water­
gate, Buchanan emergió como el
único consejero del presidente
que no tuvo nada que ver con las circunstancias que hicieron
que
el presidente Nixon dimitiera. Luego, desempefíó el mismo papel
con Ronald Reagan y escribió muchos de los discursos del llamado
«gran comunicador». Después de la presidencia de Reagan,: Bu­
chanan llegó a ser· una figura en la televisión como comentarista.
No
ha tenido experiencia administrativa en absoluto. Pero todo
el mundd, hasta sus enemigos, elogian su honradez. Un hombre
interesante personalmente,. irlandés, católico. fervoroso partidario
de la antigua Misa tridentina en latín, un hombre nacido y criado
en la ciudad de Washington, pero que al tiempo dice que ódia la
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F REDERICK D. WfLHELMSEN
decadencia moral de la ciudad, Buchanan no tiene la más mínima
posibilidad de ganar la candidatura del Partido Republicano. Pero,
de momento, está ganando del
.30 al 40 por 100 de los votos en
las elecciones «primarias»
y Bush está lívido. Ya tiene Bush bas­
tantes dificultades por parte de los dem6cratas y, ahora, de repen­
te, le ha surgido casi de la nada una amenaza tradicionalista den­
tro de su propio partido.
En cuanto al
tema de esta conferencia, el fenómeno de Bu­
chanan ha hecho palpable la crisis en el movimiento conservador
americano.
El «stablishment» de Nueva York y Washington no
puede aguantarle. Para esos hombres de los
salones y de las fies­
tas de gala, de los bancos internacionales y sus relaciones con un
mundo cosmopolita, Buchanan
se presenta como un populista
tradicionalista que dice exactamente lo que piensa. Como he dicho,
a pesar de venir del mismo mundo
de Washington, Buchanan da
la impresión de ser un «paleto» de los pueblos
esparcidos por
América y habla como ellos. Sus enemigos más feroces son los ju­
díos, porque Buchanan está ·en contra de tanta ayuda dada a Israel;
también
la «liberación femenina», los homosexuales y lesbianas que
hoy día
empiezan a tener mucha influencia en la política de la
nación. Buchanan
nd quiere tener nada que ver con lo que llama
públicamente «la inmoralidad». Parece que casi todos los policías
del pueblo están a su lado. Buchanan no puede
ganar la candida­
tura -repito--, pero en este monmento está ganando en las elec­
ciones «primarias» la tercera parte de los republicanos. Esto quie­
re decir que el movimiento conservador, en su ala tradicional, no
está contento con la dirección mayoritaria
del partido.
Así las cosas, caben tres posibilidades: primera, Buchanan va
a obligar a Bush a aceptar una
política más conservadora-tradicio­
nal en cuanto a sus principios, y Bush gana en noviembre con esa
ayuda conservadora; segunda posibilidad,
el partido republicano
pierde
la tercera parte de sns· militantes, que se quedan en casa
en vez de ir a las urnas ( en este caso Bush pierde la presidencia
frente a un
demócrata liberal); tercera posibilidad, con o sin el
apoyo conservador, Bush pierde y los dem6cratas colocan en la
Casá Blanca a uno de ellos -probablemente Tsongas o Clinton.
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EL MOVIMIENTO CONSERVADOR NORTEAMERICANO
Al terminar esta conferencia, deseo subrayar algo que es muy
importante en
el panorama político de la nación americana. Des­
pués de haberse contentado con ser
nn movimiento más bien inte­
lectual y académico,
el conservadurismo-tradi<;ional ha salido a la
calle con Pat Buchanan. Los ameos» han captado .al presidente
Bush. Y
el futuro del conservadurismo americano es imposible de
predecir o vislumbrar.
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