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Recuerdos y reflexiones actuales sobre la teología de la historia del Padre Ramón Orlandis

RECUERDOS Y REFLEXIONES ACTUALES SOBRE
LA TEOLOGIA DE LA HISTORIA DEL PADRE RAMON
ORLANDIS
(*)
POR
F'R.ANcrsco CANALS VmAL
En una «advertencia previa» que a modo de artículo editorial
servía de introducción
al número de Cristiandad de fecha 1 de
mayo de 1945, el Padre Ramón Orlandis Despuig,
S. I., maestro
y fundador de
Schola Cordis Iesu, escribía:
« Uno de los acontecimientos revelados como futuros en
la Sagrada Escritura es la aparición a su tiempo del llamado
"hombre del pecado", del Anticristd, supremo perseguidor
de la Iglesia. En tiempos de fe más viva preocupaba honda­
mente este hecho profetizado; ahora casi ha desaparecido
del cuadro de las preocupaciones humanas. Pues bien;. fun­
dándose en la Escritura, los autores eclesiásticos de los tiem­
pos prln¡eros de la Iglesia pensaban que debía haber suce­
sión de continuidad entre la desaparición del Imperio Ro­
mano y la aparición del Anticristo ...
»Continuaron los escritores eclesiásticos aferrados a
la
interpretación tradicional y no la abandonaron ni siquiera
cuando en
el siglo XV, al conquistar lds turcos Constantino­
pla, pereció de muerte miserable el
Imperio de Oriente, y
quedó tan arraigada
la creencia que, aún a fines del si­
glo xvr, un varón tan eminente como San Roberto Belar­
mino no dudaba en esgrimir contra la estolidez de los pro­
testantes, que decían que el .Anticristo era
el Pontífice ro­
rnand, un argumento fundado en la interpretación tradicio­
nal, es, a
saber: que mal podía ser el Papa el Anticristo, ya
(*) Conferencia pronunciada en la clausura ·de Iá·':XXIX Reunión de
amigos de la Ciudad Católica. Poblet, 14 de octUhre de 1990.
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FRANCISCO CA.NA.LS VIDAL
que éste no había de aparecer mientras durase el Imperio
Romano y éste aún existía».
El controversista antiluterano e insigne defensor de la autori­
dad pontificia, . que fue declarado. Doctor de la Iglesia por el Papa
Pío xu se refería en el lugar aludido por el Padre O~landis,
áJ. 'reconocimiento univ~rsal por, parte Je' 1;,,. católi~os y de los
protestantes de la existencia del « Sacro Romano Imperio de la
Nación
germánica».
También el gran comentarista de las Sagradas Escrituras Cor­
nelio a Lapide, sobre la
II Epístola a l~ tesalonicenses ( II, 6)
se apoyaba, frente a los mismos protestantes en el que tiene como
«común sentir».
A,rgumenta, en efecto, que:
· «Todos llaman al Emperador Rddolfo moderrio Einpé'
rador Romano. Y también 1os mismos luteranos

llaman a sus
"electores" Elecrores
del Emperador, o. del Rey .de los -to•
manos. Pues en Roma recibe su corona y es instaurado como
Emperador».
·
.El Padre Orlandis continuaba su reflexión citando a aquellos
historiadores recientes
que «afirman con fundamento que el Im­
perio fundado por Augusto duró hasta principios del siglo XIX y
feneció en el año 1806 decapitado por el sable de Napoleón».
· · Será oportuno añadir también. que la tradición según la cual
el Imperio Romano será aquel al que sucederá el reinado del Anti­
cristo es, según Cornelio a Lapide, en
el lugar citado,
«común tradición
de los Padres, como atestigua San Jeró­
nimo sobre el capítulo VII de Daniel, y a lo que parece,
tradición apostólica».
En la Biblia conocida como de Bover-Cantera, y en las notas
puestas
por el propio Padre Bóver, se confirma y aprueba esta
doctrina tradicional, a la que se
le aiíadé la observación según la
cual la remoción deI
Imperio Romano implica también la quiebra
del principio de
autoridad en el mundo y con ello el fin del C!bs­
táculo que detiene ,el «misterio de iniquidad», es decir, de anor­
malidad o desajuste,
que San Pablo nfirmaba operar ya entonces
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RECUERDOS Y REFLEXIONES ACTUALES SOBRE ORLANDIS
en el mundo, pero ser detenido pot un obstáculo que sería remo­
vido antes de que se manifestase plenamente aquel misterio de
iniquidad
y con ello apareciese «el hombre del pecado que se alza
contra todo lo que se llame Dios o reciba culto» (II a los tesalo­
nicenses,
II, 7).
Así completada y prolongada la. doctrina .tradicional, según la
reflexión contemporánea del Padre. Bover, podríamos observar que
los títulos «imperiales»,
históricamente vinculados a la herencia
romana, quebraron definitivamente
en los años 1917 y 1918, y
que la revolución bolchevique por una parte, y los cambios políti­
cos con
la fragmentación de la Europa central pot otra, y el adve­
nimiento de
la República en el Imperio Alemán, se realizaron so­
bre las ruinas de aquellos poderes imperiales. Al término de la
Segunda
Guerra Mundial, el hecho de la «descolonización» se rea­
lizaba después de
la abdicación pot el Rey de la Gran Bretaña de
su título asiático imperial, a la vez
que se producía lo que podría­
mos caracterizar comd el advenimiento de la pluralidad democrá­
tica en la vida internacional.
Para ser fieles a
la línea de pensamiento del Padre Orlandis,
será conveniente aludir también a
la práctica contemporaneidad
del fin del Imperio Británico
con la proclamación del Estado de
Israel, reconocido internacionalmente en los diversos campos o
bloques. Y
no olvidar tampoco el misterioso hecho de que sólo
con
el novus ordo de la liturgia de la Semana Santa, promulgado
por Pío XII, desaparecía oficialmente de la liturgia romana la ple­
garia que, en el día de Viernes Santo, imploraba de Dios la pro­
tección sobre
el Imperio Romano y el Emperador.
Reunión del Pueho de Israel y fin del tiempo de las naciones.
Cuando
se hlzo pública la llamada Declaraci6n Balfdur duran­
te la I Guerra Mundial, el proyecto de la creación de un «hogar
nacional» para el pueblo judío, fue cónsiderado
por muchos como
un designio no viable y un sueño de los judíos contrario a los pla­
nes divinos, ·por considerar
que· estaba anunciado que el pueblo
judío
no podía reunirse en su tierra más que «en el fin de los
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FRANCISCO CANALS VIDAL
tiempos», ya inmediato al final juicio de Dios y el fin de la his­
toria.
Los más antiguos miembros de Schola Cordis Iesu, que ha·
bÍÍln . tratado muy íntimamente con el Padte Orlandis en los pri­
metos años de la década de los veinte, daban testimonio de la con­
versación reiterada sobre el tema. Refería el Padre Orlandis que,
al objetarle contra la
formación del Estado de Israel con aquellos
argumentos que pasaban por
tradicidnales en la interpretación de
la Biblia, replicaba él su convicción cierta de que Israel se reuni­
ría en la que había sido la tierra prometida y de la que se había
dispersado después de la caída de Jerusalén en tiempos de Tito.
En los argumentos a los que el Padre Orlandis replicaba,
se
confundla «el fin del mundo» con el cumplimiento o término de
«los tiempos de las naciones» (Luc. 21, 24). La reunión de Israel
prepara providencialmente, para un futuro posterior a la hora de
la
tentación universal ( Apoc. 3, 1 O), la conversión colectiva del
pueblo judío, profetizada por San Pablo en su
Epístola a los ro­
manos, y anunciada por los Profetas del Antiguo Testamento.
En su enseñanza sobre
la Teología de la Historia eta central
este anuncio de
la conversión de Israel, sin la que no se realiza·
ria nunca la unidad en un «solo rebaño y un solo Pastor», y sólo
por medio de la cual
podtía entenderse el cumplimiento del de­
signio divino al que tantas veces se refieren los textos del magis­
terio pontificio, al proclamar las esperanzas de la Iglesia sobre la
paz de Cristo en el Reino de Cristo.
Quienes
recordamos la insistente expresión de esta esperanza,
afirmada de palabra y por escrito, en artículos publicados en la
revista Cristiandad, advertimos una profunda
y admirable coin·
cidencia entre el pensamiento del Padre Orlandis
y las enseñan­
zas del Concilio Vaticano II, en el decreto sobre las religiones no
cristianas, en
el que se relaciona la convetsión de Israel, «que la
Iglesia espera con los Profetas y el Apóstol», con el cumplimiento
del anuncio de
que· todos los. hombres con una sola voz y unidos
entre sí ·invocarán
al Dios de Israel.
Pero, antetiorrnente al cumplimiento de estas esperanzas, en
las que será· realidad la promesa·
y anuncio que leemos en el Apo-
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RECUERDOS Y REFLEXIONES ACTUALES SOBRE ORLA.NDIS
calipsis: «los reinos de este mundo han venido a ser de Dios y de
su Mesias,
y reinará para siempre», tenían que sobrevenir para la
humanidad
la serie de acontecimientos anunciados para esta etapa,
en la que al decir de los Papas
«se manifiesta el hombre del peca­
do que se alzará contra todo lo que se llame dios o reciba culto».
(Véase, entre otros muchos textos pontificios en que se alude a
nuestro tiempo desde esta perspectiva, el pasaje de la encíclica
de Pío
XII Divini Redemptoris de 19-III-1937, 22).
Se apoyaba insistentemente nuestro maestro en un texto del
escriturista Knabenbauer, que a su
vez remitía a Comelio a La­
pide:
«Entonces, derribado el Reino del Anticristo,
la Iglesia
reinará en todas partes de la tierra, y se hará, de los Judíos
y de los Gentiles,
un solo rebaño y un solo pastor».
El texto se refiere al pasaje del profeta Daniel ( cap. 8, versícu­
lo 27): «La grandeza del Reino que está bajo el cielo se dará
al
Pueblo de los santos del Altísimo».
Ahora bien, advirtamos que este anuncio
se refiere al tiempo
que sigue a la destrucción del Reino del Anticristo, culminación
de la lucha contra Dios de «la potestad política antiteocrática»
( expresión del Padre Rovira en su tratado inédito
De Regno Chris­
ti in terris consummato) simbolizada en el Apocalipsis en la Bes­
tia que surge del mar (símbolo de la gentilidad).
La gran tentación que sobrevendrá sobre todos los
habitantes
de la tierra, engañados por el falso profetismo de la Bestia sur­
gida de la tierra (símbolo del .pueblo judío), c0tresponde, pues, a
los tiempos en que culmina la tiranía y
la persecución que se con­
cretan
en el Reino del Anticristo; sólo derribando el cual se al­
canza el cumplimiento en la historia de las palabras que anuncian
la conversi6n universal, y que el Papa Pio XI llamaba «cierta y
consoladora profecla del divino Coraz6n» ( véase la encíclica U rbi
arcano,
de 23-XIl-1922).
Un signo que se reconocía anunciado en la Sagrada Escritura
en
la interpretación tradicional y común, y que había de realizarse
en esta lucha del Anticristo contra Cristo
y la Iglesia, eta también
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FRANCISCO CANALS VIDAL
la anunciada «caída de Babilonia». Apoyándose, no sólo en el tex­
to del Apocalipsis, sino en el hecho de que el Apóstol Pedro. alude
a
la Iglesia de Roma con las palabras «la Iglesia que está en Ba­
bilonia», los protestantes afirmaban que el pontificado romano
era la Mujer sentada sobre la
Bestia llamada en el Apocalipsis
con el nombre misterioso de «Babilonia la Grande» ; los exége­
tas católicos negaban a los protestantes esta tesis,
pero les con­
cedían que, en los tiempos del Anticristo, y por
obra de su poder
tiránico, la ciudad de Roma sería aniquilada.
Es notabilísimo leer
en nuestro tiempo lo que escribía Cor­
nelio a Lapide entonces, a principios del siglo
XVII. La Roma des­
truida
por el poder antictistiano, en odio a Cristo, no será la
Iglesia romana, sino la ciudad
de los romanos que se habrá ya
separado
de Cristo, y habrá vuelto a gloriarse de su antigua «gen­
tilidad». Es decir, anuncia
-e incluso afirma que se comenzaba
ya a manifestar en su tiempo, en la vana admiración por la anti­
güedad-la apostasía de la fe cristiana, no sólo en la genetalidad
de las «naciones», sino conctetamente de la ciudad de Roma, a
la que el. orgullo pagano dio el nombre de «Ciudad Eterna».
No convendría desconocet hoy que la reciente revisión de los
Pactos Lateranenses,
por los que «la paz de Cristo había sido res­
tituida a
Italia» (véase la encíclica Summi pontificatus de Pío XII,
de 20-X-1939, 8) ha sido ocasión del reconocimiento por las dos
partes contratantes
de que no está ya vigente el principio que se
formulaba en el artículo primero del Pacto de
Letrán, conforme
al artículo del Estatuto constitucional
del Reino .de Italia, de la
catolicidad de la nación italiana.
Se ha sustituido incluso el reco­
nocimiento del carácter sagrado de la ciudad de Roma como Sede
del Sumo
Pontífice, con la simple constatación por parte de la
República Italiana del hecho de la universal estimación del mun­
do católico por la misma ciudad como centro de la catolicidad.
Después de esta revisión
de los acuerdos de 1929, revisión
que no puede ser calificada como nueva restitución o reafirmación
de
la paz de Cristo en el Reino de Cristo, la ciudad de Roma no
es, como
tal ciudad, una sociedad cristiana y católica, sino sepa­
rada oficialmente de su tradición religiosa,
. y con la conciencia y
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RECUERDOS Y REFLEXIONES ACTUALES SOBRE ORLANDIS
la voluntad de ser sociológicamente «neutral», «laica» y, como
dirían algunos, «postcristiana». Es la situación que anunciaba Cor­
nelio a Lapide para los tiempos en que estaba anunciada su ruina
por
el poder anticristiano.
· Pero la Roma descristianizada será destruida en odio a la Igle­
sia cristiana,
y enfrentándose a la Iglesia el poder anticristiano
ejercido desde la ciudad de Jerusalén,
y por los judíos movidos
por su O Iglesia de las Naciones».
Era interpretación común, en efecto, que el pueblo judío re­
cibiría el falso mesianismo anticristiano precisamente
en castigo
de haberse negado
á aceptar su verdaderu Mesías, Jesucristo: «Yo
he
venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís;· si otro vi­
niere
en su propio nombre a él le recibiréis»; estas palabras de
Jesús en
el Evangelio de San Juan (loann. 5, 43) eran entendidas
como
la Profecía de la admisión del Falso Mesías por el pueblo
judío, heredero del rechazo de Cristo.
Si las
esperanzas de la Iglesia sobre la consumación del Reino
de Cristd
han de cumplirse «ya derribado el Reino del Anticris­
to»,
y esta tiranía anticristiana por excelencia habrá de destruir la
ciudad de Roma, la «Babilonia Occidental», según la expresión
de San Agustín, parece obvio
que aquella unidad de judíos y gen­
tiles bajo el rebaño
de un solo Pastor sólo se realizará al cum­
plirse
la profecía del Apóstol, recdrdada por el Concilio Vatica­
no II, acerca de la conversión de Israel.
También resulta más congruente reconocer que
en el Israel
restaurado ;, vuelto a Dios se habrá de centr¡;¡r el núcleo social e
histórico del mundo cristiano, en el que se cumplirán más per­
fectamente que hasta. ahora los bienes sociales de la iusticia y de
la paz fruto del Reino de Cristo.
Algunos signos de los tiempos.
Voy ahora a recordar algunas conversaciones del Padre Or­
landis, no ya referidas por sus discípulos y oídas en los años vein-
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FRANCISCO CANALS VIDAL
te, sino vividas por mí mismo, en coloquio con dtros amigos y
condiscípulos, que le formulábamos cuestiones sobre la actualidad
de aquellos años. Me refiero a los tiempos
posteriores a la II Gue­
tra
Mundial, ya proclamado y universalmente reconocido el Es­
tado de Israel, y en plena hegemonía de la Unión Soviética sobre
el vasto territorio que le había sido reconocido en Y alta y Postdam.
Supuesto que Pío
XI habla· del ateísmo marxista· como el co­
mienzo de la ·realización de la profecía ·de la rebeldía anticristiana,
de que
se habla en la segunda carta a los tesalonicenses, le pre­
guntábamos a veces
si no sería el poder político comunista el pro­
fetizado reino del Anticristo. Contestaba que no
era así, sino que
se trataba sólo de una etapa cerno preparatoria providencialmente
prevista. Afirmaba rotundamente que
el poder comunista duraria
poco (véase Apoc. 9, 5). Esto lo decía en los años cincuenta, cuan­
do muy poca gente pensaba así, y es especialmente importante
recordar sus palabras en este año de -1990, · en que hemos presen­
ciado tantos acontecimientos inesperados en la Europa del Este.
El haber experimentado
el que podriamos llamar «acierto» de
las interpretaciones teológico-históricas del Padre Orlandis, hablan­
do con
más propiedad, su fuerza orientadora como criterio de «dis­
cernimiénto de
espíritus» en el orden histórico y social, . me hace
sentir especial
responsabilidad al · continuar exponiendo su pen­
samiento.
Porque, al referirse a las etapas providénciales por las que
Dios prepararía la profetizada conversión social de Israel como
Pueblo, y enfocar desde
un criterio teológico la situación contem­
poránea, si anunciaba, como he dicho,
la corta duración de la tira­
nía comunista
01). el mundo, también preveía, apoyándose en los
textos bíblicos, que
al . fin del dominio comunista no había de se­
guir la paz universal, sino por el contrario una época de tremendas
catástrofes (véanse
los pasajes Apoc. 9, 14 y 16, 12, en los que
se alude misteriosamente al río Eúfrates anunciando el
comienz.o
de la nueva serie de acontecimientos) que, por una parte, causa­
rían entre los judíos sufrimientos que conducirían a algunos a su
conversión a Cristo,
y, por otra parte, prepararían próximamente
la plenitud de la tiranla anticristiana, centrada en el propio Pueblo
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RECUERDOS Y REFLEXIONES ACTUALES ·SOBRE ORLA-NDIS
de Israel, y sobre la Tierra y la Ciudad. elegidas por Dios, como
escenario temporal de los acontecimientos más decisivos de
la
presencia del designio providencial en la historia de los hombres.
Sólo después de
la persecución universal que,. partiendo' de 'la
Jerusalén anticristiana, obraría la ruina del mundo de las nacio­
des y llevaría a
la máxima tribulación· al «resto de Israel» cre­
yente, podría llegar segili,. los planes divinos aquel momento de
que habiaba, como hemos indicado, Knabenbauer,
sig\liendo a
Cornelio a Lapide y

a
la tradición patrística.
Las esperanzas de la Iglesia.
Deseo terminar estas reflexiones y confidencias evocando el
significativo título de
la obra de mayor profundidad y trascenden­
cia doctrinal del Padre Enrique Ramiere. Aunque el sistema con­
tenido en Las esperanzas de k 1 glesia no coincide en todos sus
detalles con el del Padre Ramón Orlandis, cuyo pensamiento esta­
ba más próximo del que expuso el escriturista jesuita Juan Rovira
y Orlandis, en su obra inédita
De Regno ,Christiin terris consum­
mato, había una profunda coincidencia de actitud espirituitl y de
visión de la
historia; regida por los designios salvíficos de la pro­
videncia divina.
Las sistematizaciones de Orlandis
y de Rovira podrían consi­
derarse más próximas a
la que hallamos en el gran doctor. fran­
ciscand San Buenaventura, en fa última de sus obras, las füniaclas
Collationes in Hexaemeron, serie de sermones predicados en Pa­
rís, ya en vísperas de su muerte, cuyo texto se conserva en una
reportatio cuya autenticidad apoyan los críticos más solventes de
la obra de San
~uenaventura.
Entre las diversas «seriaciones» de los tiempos de la historia
humana en la perspectiva de
la salvación, podemos hallar que al
doble tiempo: vocación de los gentiles, vocación de los judíos,
se
corresponden las etapas que llama de la «Iglesia dilatada y de la
Iglesia consumada». Mientras que a este período de la Iglesia con­
sumada, coincidente con la vocación de. los judíos, se refiere tam-
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FRANCISCO CANALS YIDAL
bién en otras series la época que llama «la restauración de todas
las cosas»
y «el tiempo de la paz última».
Nos resultará
alentador leer algunas de las palabras del pro­
pio San. Buenaventura:
«Que los judíos se convertirán. es cierto, por lsaías y
por el Apóstol, que aduce su autoridad,
.. Dice.Isaías: "Su­
bamos
al monte del Señor y a la casa del Dios de Jacob";
y' sigue: "No desenvainará· la espada un pueblo contra otro,
ni se adiestrarán más en el arte de la guerra". Contra esto
dicen los judíos
que todavía
no se ha cumplido ; pero el Pro­
feta no se refiere a la primera venida o a la primera voca­
ción, sino a la última, cuando el día del Señor se manifes­
tará sobre todos
los soberbibs ; · y no se ha de entender
que Dios abandone
a aquellas ramas». (Col. XV, 24 y 25).
Y en otro lugar .dice:
«En el futuro tendrá lugar la reedificación de la Ciudad
y
la reparación del culto divino. Entonces se cumplirá lo
profetizado por Ezequiel, cuando descenderá del cielo la Ciu­
dad, no por cierto la que es de arriba, sino la· que es de aquí
abajo, es decir la militante, cuando sea· conforme a
la triun­
fante
en cuanto es posihle en este mundo. Entonces tendrá
lugar
la edificación de la Ciudad y su restabl~miento como
en el principio, y entonces habrá paz». (Col. XVI, 30).
Para San Buenaventura, la Iglesia estaba en una etapa anterior
a aquella a que se
refería el pasaje que acabamos de citar. No era
previsible el
momento en que se cambiase de una edad a otra:
« ¿Quién ha dicho cuánto durará? Es cierto que nos en­
contramos en este tiempo ; cierto es también que durará has­
ta que sea arrojada la Bestia que sube del abismd, y Babi­
lonia sea confundida
y derribada, y después se dará la paz;
pero primero es necesario que venga la tribulación» ( Col.
XVI, 19).
Como
en el Padre Enrique Rainiere, o en el Padre Orlandis,
o en
Rovira, también en San Buenaventura

hallamos
que el anun­
cio de las grandes tribulaciones que han de sobrevenir sobre los
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RECUERDOS Y REFLEXIONES ACTUALES SOBRE ORLANDJS
habitantes. de la. Tierra se ambienta en una atmósfera de anhelo
esperanzado por
el Reino de Dios. Dios no permite el mal sino
para sacar de
él mayores bienes, y la hora de las grandes tentacio­
nes
y tribulaciones es también signo que ha de alentarnos a «olzar
la cabeza porque nuestra salvaci6n se acerca», según nos anunció
el Señor en el Evangelio (Luc. 21, 28).
El deseo de que estas esperanzas se cumplan, y de que sean
abreviados los días
de tribulación, y de que el Amor del divino
corazón triunfe sobre el imperio de Satanás, impulsa la oración
de la Iglesia:
«Que de uno a otro polo resuene únicamente esta
acla­
maci6n: Alabado sea el dilijno Corazón por quien hemos al­
canzado la salud: a El la gloria y el honor por todos los
siglos» (Pío XI, Consagración del género humano al Sagra­
do Cotaron ·de Jesús, anualmente renovada en la Fiesta de
Cristo Rey). .
«Nos consagramos a Ti, a tu Corazón Inmaculado, oh
Madre Nuestra, Reina del mundo, a fin de que
tu amor y
patrocinio acelere el triunfo del Reino de Dios, y todos los
pueblos, pacificados entre sí y con Dios,
te aclame.n Bien­
aventurada, y contigo entonen de un extremo· a otro· de la
tierra, el eterno
Magníficat de gloria, amor y agradecimien­
to al Corazón de Jesús, únicamente en el cual pueden en­
contrar la Verdad, la Vida y la Paz».
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