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Número 387-388

Serie XXXIX

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¿Debilidad política o debilidad social?

¿DEBILIDAD POLÍTICA O DEBILIDAD SOCIAL?
POR
JUAN VALLET DE GOYT!SOLO <>
l. El tema enunciado, que me ha sido encomendado, plan­
tea
una pregunta a la cual debo dar respuesta. ¿Por qué España
se halla invertebrada? ¿Por debilidad política o
por debilidad
social?
A su vez, esta pregunta
me ha obligado a formularme otras:
¿Cuál había sido la vertebración de España, cuando estuvo verte­
brada? ¿Cuándo, cómo y porqué se ha perdido esta vertebración?
¿Fue o no vertebrada España por el reino visigodo, cuando
este pueblo completó la ocupación de toda la Península, ven­
ciendo a los suevos y expulsando a los bizantinos
que habían
ocupado el sureste peninsular? Ciertamente hubo entonces
un
solo reino, que regía no sólo la Península Ibérica entera, sino
también la Galia narbonense -aunque dejemos en la duda cuál
era la efectividad de su pretendido domino sobre cántabros, astu­
res y vascones.
Ya antes, en el año 654, REcESVINTo había pro­
mulgado la
Lex Visigothorum como cuerpo legal tanto para his­
pano-romanos como para visigodos. Tan solo, el arrianismo man­
tenía a España religiosamente escindida, pero esta división seña
superada el año 589 cuando, ante el
III Concilio de Toledo -que
reunió 318 obispos hispano-romanos y visigodos-, el rey
RECAREoo abjuró del arrianismo y profesó las fórmulas de los con­
cilios de Nicea, Constantinopla y Calcedonia.
C-) Ponencia expuesta por su autor en el Seminario "Francisco Elías de
Tejada" de la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, en unas jorna­
das sobre la vertebración
de España (N, de la R.).
Verbo, núm. 387-388 (2000), 551-563.
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JUAN VALlET DE GOYT/SOLO
Sin embargo, insisto en preguntar si, entonces, con un solo
reino, un solo código -al menos nominalmente-y una sola
religión quedó España vertebrada. Oficialmente sí; realmente no
parece nada claro, puesto que en solo tres años y sin apenas
resistencia
un ejército árabe muy poco numeroso conquistó toda
Hispania, exceptuando las breñas más abruptas de las cordilleras
asturcantábrica y pirenáica.
Paradógicamente entonces sería cuando comenzó a forjarse
la vertebración de España, a pesar de haber resultado dividida en
varios reinos, condados y señoríos, en los que se desarrollaron
una diversidad de costumbres, se inició la diversificación de len­
guajes, que se irían distanciando del romance, más o menos, de
modo tal que,
con el tiempo, surgirán, principalmente, el galle­
go-portugués, el castellano y el catalán. Pero,
en contrapartida se
afianzarían una fe común cristiana, un ideal común de recon­
quista y la mutua consideración
de que todas se integraban en
España. El rey de Aragón, ALFoNso VI, se decía, en 1077, "Em­
perador de toda España"; en 1088, que "había sido, por la gracia
de Dios, constituido emperador sobre todas las
naciones de
España",
y, en 1098, que "reinaba en Toledo e imperaba en todos
los reinos de España, tanto
en los cristianos como de los paganos".
Ese sentimiento era
común entre los cristianos. JAIME I EL
CoNQUERIOOR, Rey de Aragón y Conde de Barcelona, ante las
Cortes aragonesas reunidas
con él en 1264, dijo que debía sus rei­
nos "después de Dios, a aquéllos de Cataluña, que
es el mejor
reino de España;
y, años después, al salir de su entrevista con el
papa, a quien se le ofreció para
una cruzada en Tierra Santa,
exclamó, ante los suyos: "Hoy
ha sido honrada toda España". El
cronista catalán BERNAT DESCLOT, en su Crónica, relatando el
regreso después de
la victoria de las Navas de Tolosa, escribió:
"El rey de Aragón y los otros reyes de España, volvieron cada uno
a su tierra"; y, más adelante, refiere que los barones catalanes, en
guerra con los franceses, hicieron saber al rey Pedro el Grande
su deseo de luchas y
no quedar inactivos en las ciudades como
los mercaderes,
en una pasividad con la cual seria "deshonrada y
menospreciada la
caballería de España". A su vez, RAMóN MONTA­
NER, en su Crónica, hablando del catalán BERENGUER DE ENTIENZA,
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¿DEBILIDAD POL!TICA O DEBILIDAD SOCIAL?
dijo que era considerado como uno de los "nobles hombres de
España";
y, al reseñar la entrevista de los reyes de Castilla y
Aragón
en Ariza y su propuesta alianza con los de Portugal y
Mallorca, exclama el propio
MDNrANER que si "estos cuatro reyes,
que el rey PEDRO EL GRANDE denominó reyes de España, que son
una carne y una sangre1 se mantuvieran juntos no serían supera­
dos por otro poder en el mundo".
Ha explicado
FRANCISCO EL!As DE TEJADA que en los siglos XIV
y xv la palabra terra en catalán significaba cuerpo político; pues
bien, resulta
que el comentarista de los Usatges de Barcelona,
]AUME DE MARQUILLES, que llamaba terra a Cataluña y Aragón, tam­
bién hablaba de
la Hispanlca terra. Añádase que el mismo MAR­
QUI!l.ES, al comentar el usatge m, Cum domus, y glosar la palabra
Yspanlae, entonó unas loas a España, en las que proclamaba que
ninguna otra tierra del universo se asemejaba a ella por la fertili­
dad de la tierra y por su nobleza y, por encima de todo, porque
su fidelidad es completa y libre.
EL!As DE TEJADA no dudaba en
comparar esas loas al De laude Spanlae entonado por SAN ISIDORO
en el prólogo de su Historia de regibus gothorum. En fin, no olvi­
demos que, unos años después, el gerundense Cardenal
JoAN
MARGARIT MoLEs fue el iniciador de la idea de la Hispanidad que
concibió estando en Bolonia.
El matrimonio de ISABEL y FERNANDO produciría la unión perso­
nal de todos los reinos, principados y señoríos de España. Las
Españas quedaban reunidas bajo un solo rey, sin renunciar sus par­
tes integrantes a su propia personalidad, que era pactista
en
Aragón, Cataluña, Valencia, Navarra y el señorío de Vizcaya, y con
mayor poder real
en Castilla y León. Los reyes de la monarquia
española llevaban los
títulos de "Rey de Castilla, de León, de
Aragón... de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de
Galicia, de Mallorca, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de las Islas
Canarias, de
las Indias orientales y occidentales, conde de Bar­
celona, Señor de Vizcaya ...
". Cuando estos reyes acuñaban mone­
das se decia
en ellas: "por la gracia de Dios, rey de las Espaflas".
Las Españas es el titulo de una de las primeras obras de ELfAs
DE TEJADA, en la cual las radiografió y ecografió histórica y pro­
gramáticamente.
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
2. ¿Cómo se vertebró esta unidad en la diversidad? Ante todo,
por la fe cristiana, profundamente vivida, que además, dotaba a
todas las partes de un común ideal de reconquista con espfritu
de cruzada. Después, su estructura se
afirmarla con la solidez de
la familia y el fervor del pueblo por su rey; y, en los niveles inter­
medios entre la familia y el rey se teligaba
un sólido entramado
social de relaciones de diversa clase: feudales (en
un sentido más
o menos estricto de esa palabra), parroquiales, gremiales, muni­
cipales, comarcales, comerciales. Su concreción natural, impulsa­
da por la misma naturaleza de las cosas dentro del ambiente vivi­
do, fue ayudado
por el pactismo en Aragón, Cataluña, Baleares,
Navarra y Vizcaya, y
por concesiones reales de fueros en León y
Castilla, donde
el pactismo fue incipiente y se truncó por la reti­
rada del brazo nobiliario
en las Cortes de Olmedo y, muy espe­
cialmente,
por la guerra de las Comunidades de Castilla y la
derrota de los Comuneros
en Villalar. No obstante lo cual, en la
conciencia del pueblo, quedaron reminiscencias, que siguieron
vivas hasta mediados del siglo
XIX, como mostraron ALFONSO
GARCfA GALLO y LUIS SÁNCHEZ AGESTA en sus respectivas interven­
ciones
en el simposio El pactismo en la historia de España. No
obstante la debilidad del pactismo castellano, los fueros munici­
pales y los privilegios gremiales dotaron de base sólida a su teji­
do social.
Este entramado
en los reinos, principados y señoríos antes
nombrados tuvo sólida base
en el pactismo, con raíz en las con­
venientiae,
que alcanzaban toda la gama de niveles posibles,
religando toda clase
de vínculos desde el matrimonial en el
aspecto económico, con las capitulaciones matrimoniales, el
feudo-basallítico,
con la mutua promesa de protección y servi­
cio
que requería recíproca fidelidad, las cartas de población y
de franquicia, llamados
-como en León y Castilla-fueros en
Aragón, Navarra, Valen~cia y País Vasco, nacidas de pactos recí­
procos y no de meras concesiones liberales; por pactos en
los establecimientos de enfiteusis; por pactos gremiales entre
maestros, oficiales y aprendices;
por pactos municipales y por
pactos políticos generales entre el rey y los tres brazos de las
cortes, de modo tal que la potestad legislativa correspondía
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¿DEBILIDAD POL!TICA O DEBILIDAD SOCIAL?
conjuntamente al rey y los tres brazos de las cortes. Y aqui
podemos decir que se produda un equilibrio entre el poder
político del rey y el de toda la sociedad, representada por su
respectivo brazo
en las Cortes.
Como hemos recordado antes, con el matrimonio de
ISABEL I
DE CAsTILLA y FERNANDO II DE Al!AGóN se produjo la unión perso­
nal de todos los reinos, principados y señorios de España, a los
que se añadió, con su conquista, el reino de Granada, faltando
solo Portugal, del que, al fallecer sin hijos el rey
SEBASTIAN, corres­
pondió su sucesión a
FELIPE II. Este gran rey, con arreglo a las
nuevas necesidades, montó
el aparato del Estado; pero no varió
el régimen confedera! de las Españas, salvando sus incidentes
con el Justicia de Aragón,
JuAN DE l.ANuZA.
La transfusión humana que significó la colonización de
América, la
sangria en hombres y dinero de las guerras de
Flandes, la inflación, la escasa
valfa de los sucesores de Felipe II,
entregados a válidos, redundaron en un debilitamiento general y
una crisis económica profunda, a pesar de los espléndidos frutos
tardios que dio el siglo XVII, de oro en el arte y la literatura cas­
tellana,
un siglo posterior al siglo de oro teológico, filosófico y
juridico, y dos posterior al
de oro filosófico y juridico catalano­
valenciano.
El Conde-duque de Olivares quiso remediarlo adoptando el
modelo francés.
La consecuencia fue la separación de Portugal y
la guerra
deis segadors en Cataluña y su ocupación por los fran­
ceses.
La devolución a ella, por Felipe IV, de sus libertades y su
régimen peculiar,
en su plenitud, se produjo a la par que la reac­
ción que la presencia de las tropas francesas produjo
en el pue­
blo catalán, que siempre había considerado a Francia como su
enemigo secular.
Asi, y con la politica de JUAN JOSÉ DE AUSTRIA,
convirtieron a Cataluña en ardorosamente austracista, al tiempo
que en ella se producía un notable redrarament económico y
una corriente neoforalista, que tuvieron su máximo propugnador
en NARdS FELiú DE LA PENYA.
La sucesión de Carlos II trajo como consecuencia la guerra as!
llamada de Sucesión, que fue algo más que esto, ya que signifi­
có ---{;omo
E11As DE TEJADA destacó en su introducción a Las
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Españas-una lucha por la continuación del régimen tradicional
frente a la instauración de
un régimen centralizado conforme el
modelo
que Lms XIV pugnaba por imponer en Francia. Basta
recordar
que el norte de Cataluña fue, dos veces más, invadido
por los franceses a finales del siglo y que el pueblo de Gerona,
después de evacuada la ciudad
en 1699 por las tropas de Lms
XIV, recibió a CARLos II al grito de Wsca Espanya. Sobre todo,
basta releer el último
bando de los defensores de Barcelona,
dado el
11 de septiembre de 1714 en la "Casa de la Ciutat resi­
dent en
Jo portal de San Antonf', ya con brechas en la muralla,
convocando, a todos los
que aún pudieran empuñar las armas,
para efectuar el último esfuerzo y derramar heróicamente sangre
y vida,
por "su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de
toda
España'.
Como resultado de la victoria de las tropas leales a Felipe V,
no sólo perdieron sus instituciones políticas Aragón, Cataluña y
Valencia, su régimen municipal Barcelona y su derecho
civil
Valencia, sino que en toda España produjo un declinar de los
cuerpos intermedios a la
par de un fortalecimiento del régimen
administrativo estatal, que se itia incrementando.
Frente a la dialéctica entre absolutismo y liberalismo, ambos
con carácter estatista y centralista, hubo el conato, sin conse­
cuencias, expresado
en el denominado Manifiesto de los persas,
en el que sus autores clamaron, en un vacío1 por la restauración
del régimen tradicional ... Llegaron las guerras carlistas, la supre­
sión de los regímenes políticos peculiares de Navarra y Vizcaya.
Después, vendría la dialéctica entre
un nacionalismo unitarista y
centralizado y otros nacionalismos pugnantes
por su autodeter­
minación, todos basados
en el principio romántico y jacobino de
las nacionalidades: una nación, un Estado.
Cada vez más, la secular vertebración solidaria, con ansias de
unión, se trocaría
en desvertebración intelectual y moral con ten­
dencias disgregadoras
en mayor o menor grado.
3. Por otra parte, la filosofía política y jurídica venía experi­
mentando
un profundo cambio, aunque a un ritmo y con un pro­
ceso muy diferente
en unos y otros de los antiguos reinos.
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¿DEBILIDAD POL!TICA O DEBILIDAD SOCIAL?
No puede hablarse de manera general e indiscriminada de la
Escolástica. Hubieron varias y contrapuestas entre sí. Ya en el
siglo XIV se contrapusieron la escolástica dominicana realista, que
asimiló a ARISTóTELEs cristianizándolo, iniciada por SAN ALBERTO
MAGNO, seguida por SAN RAYMUNDO DE PENYAFORT y culminada por
SANTO ToMAs DE AQUINO, y la escolástica franciscana, voluntarista
en DUNs ESCOTO y nominalista con OcKHAM, de la cual se escin­
dió
una rama, algo más moderada, idealista y racionalista, inicia­
da por el discípulo de este último GREGORIO DE RIMINI, que fue
superior
de los Agustinos. Y tampoco la denominada segunda
escolástica, la de los Magni hispant, seria uniforme, ni siquiera
entre los jesuitas LUIS DE MOLINA, GABRIEL VÁZQUEZ y FRANCISCO
SuAREz. Es último, si bien admitía los universales, no los abstraía
de la naturaleza de las cosas sino que los obtenía por intuición
eidética
y, como los nominalistas, identificaba ley y derecho, con
la consiguiente devaluación de las costumbres, el derecho roma­
no, y la
opinión de los jurisconsultos, puesto que basaba el dere­
cho en la voluntad de legislador, que podía ir más allá que su
razón, supuesto en el cual entendía que debía prevalecer aquélla
aunque fallase negativamente, en tanto no fuera absolutamente
contraria a la ley natural.
En filosofía política, el pensamiento aragonés-catalán-valen­
ciano
era coherente con el pacto social explicado a finales del
siglo
XIV por el menoret gerundense, obispo de Valencia, FRANcEsc
ElXIMENIS, en el capitulo 156 de su Dotze del crestia. Conforme ali!
expone, el contrato no agrupó individuos sino familias, "cases",
para su mayor bienestar y mejor vivir, pero sin renunciar a su
libertad; y cada comunidad convino con su propia señoría pac­
tos provechosos y
honorables sin dar a ésta potestad absoluta
sobre ellas sino
con ciertos pactos o leyes. ¡Qué diferencia con
los pactos de HOBBES y RoussEAu, en virtud de los cuales todo lo
que hace el soberano se entiende hecho por cada uno de los súb­
ditos
en virtud de una alienación total!
EL!As DE TEJADA había recordado que en el pensamiento tra­
. dicional de las Españas
no era aceptable el concepto bodiniano
de soberatúa, que no admite límites, ni hacia abajo, ni por arri­
ba; pues, como dijo BoDINO en el primero de sus Seis libros de la
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Jl!AN VALLET DE GOYTISOLO
República, cap. VIII, si bien el príncipe se halla obligado por las
leyes de Dios y de la naturaleza,
"no es lícito que el súbdito con­
travenga las leyes de su principe so pretexto de honestidad

y de
justicia". Como muestra, expuso
ELfAs DE TEJADA que el aragonés
GASPAR DE AAASTRo E !sUNZA, tradujo al castellano Las Repúblicas
de Boorno "católico enmendadas' y, entre sus correcciones sus­
tituyó la palabra soberanía por la de suprema auctodtas, dado
que la soberanía
-explicó-es poder ilimitado por encima de
los cuerpos sociales, mientras
que la suprema auctoritas implica
que cada cuerpo político, incluidas las potestades del monarca,
se halle configurado dentro de unos
lúnites.
Por otra parte, la filosofía nominalista, al ser laicizada y per­
der sus límites teológicos
-su garde fou, ha dicho VILLEY-, tenla
que conducir a un liberalismo ideológico tanto más extremado
cuanto más se debilitaran los vínculos y las convenciones socia­
les. Ese liberalismo, lo esgrimirían primero los enciclopedistas
contra la Iglesia y contra las tradiciones
aún vivas, conduciendo
así al despotismo ilustrado de los gobiernos,
y, después, los
populistas lo dirigirían contra las monarquías, abriendo las com­
puertas a las revoluciones.
A la par, el Leviathan de HoBBES lo
sustituiría
RoussEAu por Demos; la voluntad del príncipe sería des­
plazada
por la voluntad popular, manipulada por los demagogos,
que se autoerijen
en representantes suyos o por quienes son ele­
gidos
por una mayoría de votantes, crédula en sus promesas, sin
capacidad para medir las consecuencias
que podrán originarse
con el cambio.
Se habla de "soberanía del pueblo" o del "derecho de los
pueblos a disponer de sí mismos".
El profesor CANALS VIDAL
hablando de Países, naciones y Estados en nuestro proceso histó­
rico, nos advertía de
que en forma absoluta: "Nadie tiene dere­
cho a disponer de
sí mismo, en el sentido que propugna aquel
principio.
Ni los esposos, ni los padres, ni los hijos, ni los pue­
blos". En cambio,
hoy las abortistas dicen que son dueñas de lo
que llevan
en su vientre, y pueden disponer de él.
Si no existiese un orden no sólo físico y biológico, sino tam­
bién moral y social,
no cabrá sino dialéctica de la opinión de
unos contra la de otros, al rechazarse toda posible jerarquía obje-
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¿DEBILIDAD POL!TICA O DEBILIDAD SOCIAL?
tiva de valores. En la práctica se cae de un nominalismo que no
admite sino componendas o bien produce la lucha de unos con
otros,
en la que, para evitar la violencia, solo cabe recurrir al
sufragio, que es falseado
poi la propaganda y los grupos de pre­
sión de toda clase, entre los cuales algunos
son oficializados,
incluso constitucionalmente.
4. Ese estatismo
que trata de reajuntar lo que socialmente se
desintegra, se convierte
en invasor de todas las competencias
sociales.
El liberalismo capitalista sin entrañas y el socialismo
igualitarista coinciden
en invadir unas actividades de las que des­
plazan todo cuanto
no está al servicio de su respectivo poder
económico o político, y producen una masificación del pueblo
progresivamente creciente, que reduce a hombres y mujeres, ya
desarraigados, a unidades desunidas y a la mera condición de
contribuyentes, de consumidores, de destinatarios de
la propa­
ganda comercial y política de toda clase y de votantes anónimos.
Pero, cada día
son más los individuos desarraigados que se
rebelan anárquicamente y se declaran insumisos, los
que se refu­
gian
en la economía sumergida o bien caen en el pasotismo. No
sólo se deterioran los cuerpos sociales naturales, sino las institu­
ciones civiles. Matrimonio y concubinato se confunden y
en esa
confusión pretenden penetrar hoy, con igualdad ante la ley, las
uniones de hecho entre homosexuales.
Los medios de comunicación difunden todos los disolventes
sociales como cosa de uso natural, eso sí, perfumándolos con
perfume barato y edulcorados hasta el empalago. Todo es justifi­
cado. Por ahora, sólo se rechaza aún,
en general, la pederastia,
el terrorismo, la drogadicción, las violaciones.
Se confunde la
libertad con los albedríos y se olvida que todos los efectos tienen
sus causas. Parece que el nominalismo más extremo con el máxi­
mo escepticismo haya penetrado, hasta el punto de ni siquiera
creer
en que existía una causalidad social.
KANT había diferenciado la libertad pura, Freiheit, y la liber­
tad empírica de los apetitos,
Willkur. que atribuyó respectiva­
mente
al hamo noumenon y al hamo phenomenon. El Estado,
con sus leyes,
deberla proteger aquella libertad, en un régimen
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
común de libertad para que prevalezca la libertad de cada uno
frente a los apetitos. Pero todos los hombres somos a la vez
hamo noumenon y hamo phaenomenon y el Estado legisla y
gobierna con hombres que, como
los demás, son a la par feno­
ménicos y nouménicos, por ende susceptibles, como todos, de
ser tentados por la corrupción. Hoy el Wi/lkur ahoga al Freiheit;
el imperio de los apetitos oscurece y suplanta la libertad pura,
que queda oculta como las violetas
en el espesor de los zarzales.
El nominalismo rechazó la existencia de causas formales y
causas finales, a las
que FRANCIS BACON calificó de "vírgenes esté­
riles". Dos siglos después, su compatriota
DAVID HUME, retoman­
do reflexiones de ÜCKHAM, estimó que carece de prueba la reali­
dad de las causales eficientes, no siendo los que denominamos
causa y efecto sino una mera asociación de las imágenes de unos
hechos, que nuestra mente asocia como causa y efecto porque
uno suele anteceder al otro. Y hoy, en nuestra sociedad de masas
y
en quienes la dirigen y teledirigen, aunque ignoren todo lo que
explicó
HUME, se ha perdido todo sentido de la causalidad social.
Observamos: de
una parte, la actual crisis del matrimonio y
de
la familia tradicionales, que incluso es estimulada legislativa­
mente y
por los medios de comunicación social, a la par de una
creciente pérdida de la moral social y de las que
eran llamadas
buenas costumbres;
y, de otra parte, se produce una alarmante
disminución de la natalidad,
un incremento del alcoholismo, la
drogadicción, la pederastia, la delincuencia juvenil, con todas sus
secuelas psíquicas, fisicas y patológicas. Pero,
en esa concurren­
cia de fenómenos, no se sabe o no se quiera ver que existe una
relación de causalidad entre aquella crisis y estas lacras sociales.
Sin embargo, los hechos nos dicen que la hay, como aparece,
aún más claramente, en algunos países sudamericanos, donde
pandillas de niños
-hijos de un padre ocasional y de una madre
que, después de cuidarlos unos años, se marcha con otro hom­
bre--viven vagando por las calles en una trágica barbarización
sin precedentes, a no ser que lo tengan, tal vez, en algunos
suburbios de las macrópolis de la antigüedad.
JUAN PABLO 11, en Sollicitudo rel soclalis, recordó que existe un
orden en las cosas, que hoy vuelve a percibirse al comprobar los
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¿DEBILIDAD POLÍTICA O DEBILIDAD SOCIAL?
desórdenes ecológicos que está produciendo la explotación
desordenada por el hombre
de los recursos naturales; y, en la
Centesimus annos, ha advertido que también existe una ecologfa
humana
que es necesario salvaguardar. Necesidad de la que,
cada día, resulta más acuciante
que tomemos conciencia.
El hombre masificado es un átomo de una disociedad -en
palabras del filólogo belga MARcEL DE CORTE-, que el Estado pro­
videncia llena de prótesis y aparatos ortopédicos para que suplan
la pérdida de la vitalidad social. Pero el Estado
no puede dar
nada a la sociedad que previamente
no haya detraído de ella; y
ésta, con esos gravámenes, incrementa su masificación al dismi­
nuir sus posibilidades de actuación y producirle la pérdida del
sentido del riesgo y de la propia responsabilidad. Ese es el drama
actual
de los países por los que ha pasado el comunismo.
Por otra parte, a medida
que el Estado va abarcando más en
su radio de acción, menos· eficacia tiene en el cumplimiento de
sus funciones tradicionales. No puede garantizar la seguridad
social, no logra terminar con el terrorismo, los secuestros, los
piquetes violentos en las huelgas; el retraso en las atenciones en
la sanidad social, la acumulación de asuntos que esperan en juz­
gados y tribunales, la pérdida de calidad de la enseñanza.
¿Debilidad política o debilidad social?
Una y otra,
ORTEGA y GASSET, en La rebelión de las masas,
recordó que las civilizaciones antiguas se derrumbaron cuando la
sociedad
no pudo soportar el peso del edificio social. Hemos
visto como ocurría algo semejante
en la gigantesca URRS, que se
disolvió como
un azucarillo cuando había chupado hasta el tué­
tano toda la vida social rusa.
Pero
una sociedad que ya no es sino masa amorfa porque ha
perdido sus propias extructuras, su iniciativa y su sentido de la
responsabilidad,
no es libre. MoNTESQUIEu, en sus Consideracio­
nes sobre los romanos,
advertía que un pueblo esclavo puede
tener un liberador pero no ser libre, porque aquél se erigirá en
su nuevo amo. ¡Ah! y si se Je deja a su albedrio será pasto de bui­
tres y de toda clase de carroñeros, de capitalistas sin entrañas, de
demagogos y falsos salvadores. Un bosque quemado necesita
muchos años para repoblarse,
un pueblo masificado para volver
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
a entramarse requiere un largo caminar por el desierto, comen­
zando
por una regeneración religiosa y moral.
Es estremecedor recordar lo que MENÉNDEZ Y PELAYO ha deja­
do escrito
en el Epílogo de su Historia de los heterodoxos espa­
ñoles;
y no puedo resistir la tentación de releer aqui en voz alta
unos párrafos:
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"Dios nos concedió la victoria, y premió el esfuerzo perse­
verante, dándonos el destino más alto entre todos los destinos de
la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los
antiguos linderos del mundo. Un ramal de nuestra raza fonó el
cabo de las Tormentas, interrumpiendo el sueño secular de
Adamastor, y reveló los misterios del sagrado Ganges, trayendo
por despojos los aromas de Ceylán y las perlas que adornaban la
cuna del Sol y el tálamo de la Aurora. Y el otro ramal fue a pren­
der en tierra intacta aún de caricias humanas, donde los ríos eran
como triares y los montes veneros de plata, y en cuyo hemisfe­
rio brillaban estrellas nunca .imaginadas por Tolomeo ni por
Hiparco.
"¡Dichosa
edad aquélla, de prestigios y maravillas, edad de
juventud y de robusta vida! España era o se creía el pueblo de
Dios, y cada español, cual otro Josué, sentía en sí fe y aliento bas­
tante
para derrocar los muros al son de las trompetas, o para ata­
jar
al sol en su carrera. Nada parecía ni resultaba imposible: la fe
de aquellos hombres, que parecían guarnecidos de triple lámina
de bronce, era la fe que mueve de su lugar las montañas. Por eso
en los arcanos de Dios les estaba guardado el hacer sonar la pala­
bra de Cristo en las más bárbaras gentilidades; el hundir en el
golfo
de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia, y sal­
var, por ministerio del joven Juan de Austria, la Europa occiden­
tal del segundo y postrer amago del islamismo; el romper las
huestes luteranas en las marismas bátavas, con la espada en la
boca y el agua a la cintura, y al entregar a la Iglesia Romana cien
pueblos por cada uno que le arrebataba la herejía.
"España, evangelizadora
de la mitad del orbe; España, mar­
tillo
de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San
Ignacio
... ; esa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos
otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al canto­
nalismo
de los Arévacos y de los Vectones, o de los reyes de
Taifas.
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¿DEBILIDAD POlÍTICA O DEBILIDAD SOCIAL?
n A este término vamos caminando más o menos apresurada­
mente, y ciego será quien no lo vea. Dos siglos de incesante y
sistemática labor para producir artifi.cialmente la revolución, aquí
donde nunca podía ser orgánica, han conseguido no renovar el
modo de ser nacional, sino viciarle, desconcertarle y pervertirle.
Todo lo malo, todo lo anárquico, todo lo desbocado de nuestro
carácter se conserva ileso, y sale a la superficie, cada día con más
pujanz.a. Todo elemento de fuerza intelectual se pierde en infe­
cunda soledad, o sólo aprovecha para el mal. No nos queda ni
ciencia indígena, ni política nacional, ni, a duras penas, arte y
literatura propia. Cuanto hacemos es remedo y trasunto débil de
lo que en otras partes vemos aclamado. Somos incrédulos por
moda y por parecer hombres de mucha fortaleza intelectual.
Cuando nos ponemos a racionalistas o a positivistas, lo hacemos
pésimamente, sin originalidad alguna, como no sea en lo estrafa­
lario y
en lo grotesco. No hay doctrina que arraigue aquí: todas
nacen y mueren entre cuatro paredes, sin más efecto que avivar
estériles
y enervadoras vanidades, y servir de pábulo a dos o tres
discusiones pedantescas. Con la continua propaganda irreligiosa,
el espíritu católico, vivo aún en la muchedumbre de los campos,
ha ido desfalleciendo en las ciudades¡ y aunque no sean muchos
los librepensadores españoles, bien puede afirmarse de ellos que
son de la peor casta de impíos que se conocen en el mundo, por­
que, a no estar dementado como los sofistas de cátedra, el espa­
ñol que ha dejado de ser católico, es incapaz de creer en cosa
ninguna, como no sea en la omnipotencia de un cierto sentido
común y práctico, las más veces burdo, egoísta y groserísimo. De
esta escuela utilitaria suelen salir los aventureros políticos y eco­
nómicos, los arbitristas y regeneradores de la Hacienda, y los sal­
teadores literarios de la baja prensa, que, en España, como en
otras partes, es un cenagal fétido y pestilente. Sólo algún aumen­
to de riqueza, algún adelanto material, nos indica a veces que
estamos en Europa, y que seguimos, aunque a remolque, el
movimiento general".
¿Qué diría hoy MENÉNDEZ Y PELAYo? La respuesta la dejo al cui­
dado de la propia reflexión de todos los
que me están escu­
chando y de los que, tal vez, lean estas reflexiones.
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