Índice de contenidos

Número 387-388

Serie XXXIX

Volver
  • Índice

Baltasar Pérez Argos, S.J.

INMEMORIAM
cuyo juicio de historiador me inclino con respeto". Cabe incluso
percibir alguna reticencia ante mis juicios acerca de sus obras.
Pronto se desvanecerla conforme aumentaba el afecto. "Para el
señor
don Francisco José Fernández de la Cigoña, gran paladín
de la verdad histórica y teológica
de la España inmortal" (8-II-
1992). "Para
don Francisco José Fernández de la Cigoña, con pro­
funda gratitud" (18-XI-1994). "Para
don Francisco José Fernández
de la
Ogoña con mi gratitud y deseándole que la S~grada Familia
le proteja con los suyos" (24-XII-94). "Para el señor
don Francisco
José Fernández de la Cigoña, providencial historiador de
la His­
panidad, con
mi admiración y mi gratitud" (25-XII-97). "Para mi
maestro
en Historia de España don Francisco José Fernández de
la Cigoña,
con mi más agradecido reconocimiento" (12-III-98).
"Para
don Francisco José Fernández de la Cigoña, con mi grati­
tud
por sus singulares bondades" (30-III-98).
Maestro
en tantas cosas, ejemplo en el combate por la causa
católica ... Gracias ... Gracias a Dios
por tí. Gracias a tí por tí.
FRANCISCO Jos~ FERNÁNDEZ DE LA C!GOi'rA
BALTASAR PÉREZ ARGOS, S. J.
En el pasado verano ha fallecido en la Residencia San Igna­
cio de Alcalá de Henares,
donde vivió los últimos veinte años.
Nuestro querido colaborador
el padre Baltasar Pérez Argos, de la
Compañia de Jesús, a
la edad de ochenta y nueve años. Nacido
en Burgos, hijo de militar, donde es bautizado, recibe la confir­
mación
en Melilla a los siete años. Ingresa en la Compania de
Jesús
en 1927, ordenándose de sacerdote en Granada en 1939
tras
una completa formación primero en el Puerto de Santa Maria
y después -por la expulsión de los jesuitas durante la
República-en Bélgica, Italia y Portugal. A partir de entonces
una larga docencia, casi todos los cuarenta y los cincuenta en el
filosofado de la Compañía en Chamartín, y luego Méjico (1958-
1961) y los Seminarios de Guadix (1961-1966) y Sigüenza (1967-
675
Fundaci\363n Speiro

INMEMORIAM
1981). En esta época -en los primeros ochenta-tuve ocasión
de tratarle, pues tras haber coincidido con él
en las Reuniones de
amigos de la Ciudad Católica volvía a encontrarle
en la ciudad
seguntina, con la
que estoy afectivamente vinculado, por tener mi
familia casa allí y haber pasado de resultas muchos de los vera­
nos de
mi juventud. Recuerdo incluso de aquella época algunos
de sus desencuentros con otro querido y sabio amigo
mio, falle­
cido hace años, el padre Manuel de Tuya, de la
Orden de
Predicadores, también profesor de Sigüenza,
y la discreta labor
de mediación
que hube de hacer para aproximar a estos dos reli­
giosos ortodoxos, distanciados por causa de sus temperamentos
y carismas bien distintos. Pero esta reseña biográfica ha de resul­
tar
por fuerza incompletísima, y sé también que algún período de
su vida lo pasó
en Méjico.
Yo le recuerdo siempre activo y militante en las causas de la
tradición católica de España
y de la sana doctrina. Así, como he
dicho, frecuentó algunas de las reuniones anuales de amigos de
la Ciudad Católica, y escribió con relativa asiduidad en estas
páginas, pero también colaboró activamente
en Roca Viva,
Iglesia-Mundo y Fuerza Nueva. Por otra parte, su sensibilidad
hacia los problemas de la reforma litúrgica posconciliar le hicie­
ron entusiasta defensor
de la liturgia romana antigua, codificada
por San Pío V y llamada a veces por lo mismo tridentina.
Finalmente,
no puedo dejar de recordar su condición de capellán
carlista, que exhibía con orgullo, celebrando las misas anuales del
día de San Carlos Borromeo, de los mártires de la Tradición o de
la peregrinación al Cerro de los Ángeles.
• • •
El repaso de los índices de Verbo muestra que sus colabora­
ciones
no son de la primera hora sino que comparecen desde los
años ochenta. De hecho, la primera referencia
al padre Pérez
Argos
que figura es la reseña de su libro Política básica, en el
año
1980, precisamente por quien firma esta nota. Luego, en
cambio, a partir de 1984, hallamos una cumplida quincena de
ensayos
que giran sobre la interpretación de la libertad religiosa
676
Fundaci\363n Speiro

INMEMOR/AM
en la declaración conciliar Dignítatis humanae, sobre temas his­
panoamericanos y algunas colaboraciones de matriz filosófica. Sus
contribuciones sobre la libertad religiosa, polémicas, dieron lugar
a algunos intercambios de pareceres, como el que
protsgonizó
con nuestro querido maestro el profesor Rafael Gambra. Su tesis,
procurando salvar el documento, era, sin embargo, que
en su con­
fusión se
requeria una intervención magisterial que disipara las
dudas. También
de interés son sus artículos sobre Vasconcelos y
Ezequiel Moreno. Y sus ensayos sobre los cuatro pilares de la doc­
trina católica, volviendo sobre algunas de las cuestiones que había
tratado
en su libro, antes aludido, Política básica, concebido
como
un catecismo, con preguntas y respuestas, de notable utili­
dad
-pese a algunas discrepancias que inevitablemente se pue­
dan tener hacia algunas de las tesis-y que se tradujo al francés.
Más allá del radio de nuestro concreto quehacer, pero no
desde luego del sentido más amplio de nuestro apostolado -de
raíz religiosa-social y político, Roca 11va se lucró de su colabo­
ración frecuentísima, siendo
uno de los pilares de la redacción,
junto con
don Luis Ruiz Galiana, su fundador y primer director, y
el padre Bernardo Monsegú, pasionista, segundo director hasta la
desaparición de la revista el pasado año, aunque
por la enferme­
dad del querido padre Monsegú, como
he tenido ocasión de con­
tar hace poco en estas páginas, fuera el que suscribe quien se ocu­
para
de la misma en los últimos años. Precisamente fue el padre
Pérez Argos
una de las pocas voces en significar que había perci­
bido el cambio de la revista bajo mi impulso y que le complacía
singularmente la intención
que había adivinado, enviándome al
efecto
una expresiva carta. Lástima que la exigüidad del cuerpo de
redactores y lo escurrido de la bolsa segaran tal renovación.
Uno
de los últimos artículos que redactó para Roca Viva y
que ésta acogió en sus páginas fue la defensa de la misa piana,
una de sus obsesiones durante sus últimos años. Le recuerdo
celebrando la santa misa
según ese venerable rito, allá por la pri­
mera mitad del decenio de los ochenta,
en la capilla de la Her­
mandad Sacerdotal de San Pío X, fundada por monseñor Marce!
Lefebvre, sustituyendo al prior, el padre Felipe Pazat,
con motivo
de algún viaje. Recuerdo también sus memoranda enviados a la
677
Fundaci\363n Speiro

INMEMORIAM
Hermandad de San Pedro, tras el doloroso hecho de las consa­
graciones del año 1988, para intentar difundir en España el cono­
cimiento de la misa tradicional. Por eso, comenzó a celebrarla los
domingos
por la tarde en una capilla exenta de la Iglesia de San
Ginés y luego
en el Convento de las Monjas Concepcionistas, por
la Latina, según creo. También por lo mismo ofreció su colabo­
ración
al padre Ricardo Ruiz, del Instituto de Cristo Rey, instala­
do
en la Ermita de la Virgen del Puerto y hostigado por la curia
diocesana, quizá desde su mismo vértice, pese a haberse autori­
zado el culto con base
en la carta apostólica Ecclesia Dei, para
cuya aplicación se creó incluso una Comisión pontificia. Una de
las últimas conversaciones extensas que tuve con él fue a pro­
pósito de
la necesidad de poner en conocimiento de las autori­
dades romanas la situación
en la diócesis de Madrid.
Finalmente, también coincidía
con el padre Pérez Argos en la
lealtad a la causa del carlismo tradicionalista. Su labor como
capellán de la Comunión madrileña ha sido extraordinaria
en los
últimos años. Celebrando las mismas antedichas, participando
en
los distintos encuentros, aconsejando, animando, acompañando.
Siempre alegre y entusiasta. Vital y jovial. Como una buena parte
de los notables jesuitas
que he tenido ocasión de tratar resultaba
de una extraordinaria independencia, a veces casi una isla, e
igualmente de una tenacidad fuera de lo común. El marasmo de
su orden hubo de sufrirlo
con intensidad. Como hubo de buscar
una fórmula de supervivencia que le permitiera permanecer fiel
al carisma ignaciano
tal y como lo conoció y amó en el interior
de una estructura profundamente transformada y
aun trastorna­
da. Ha sido el sino de tantos jesuitas, compelidos a trabajar
al
margen de la nueva compañia, cuando no a realizar fundaciones
independientes. En este sentido, recuerdo
al padre Pérez Argos,
quizá de una inteligencia nada extraordinaria, como
un persona­
je notable y admirable. Otro hueco
en la trinchera del catolicis­
mo tradicional, todavía más desguarnecida en lo que a clérigos
se refiere.
Que descanse en la paz del Señor al que amó y sirvió
con tanto entusiasmo.
MIGUEL AYUSO
678
Fundaci\363n Speiro