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Consideraciones en torno a la justicia

CONSIDERACIONES EN TORNO
A
LA JUSTICIA
El sentido de la justicia.
"gran escala en el mundo contemporáneo (. . .), la Iglesia comparte con
"los hombres de nuestro tiempo este profundo y ardiente deseo de una
"vida Justa bajo todos los aspect.os y no se abstiene ni siqutera de someter
"a reflexi.ón los diversos aspectos de lajusti.cia, tal como Jo exige la vida
"de los hombres y de las sociedades. Prueba de ello es el campo de la doc­
"trtna social católica,
ampliamente desarrollada en el arco del l1ltimo
"siglo" {Dives in misericordia, 12). Este compromiso de retlexión y acdón
"debe recibir un impulso extraordinario predsamente a partir deljubi­
"Jeo. En su matriz bíblica, es una celebración de solidaridad: cuando re­
"sonaba la trompeta del Año jubilar, cada uno "recobraba su propiedad,
')' regresaba a su familia", como reza el texto oficial de/Jubileo (el Lv
"25, 10} .
.11Ante todo los terrenos perdidos por diversas vicisitudes económicas
'y familiares eran restituidos a los antiguos propietarios. Asl con el Año
'Jubilar se permitía a todos volver a un punto ideal de partida, a través
"de una atrevida y valiente obra de justicia distributiva. F,s evidente la
"dimensión que se podría llamar "utópica", propuesta como remedio con­
"creto contra la consolidadón de privilegios y prevaricaciones: es el
"intento de impulsar a la sociedad hacia un ideal más alto de solidari­
"dad, generosidad
y fraternidad. En las modernas coordenadas históri­
"cas la vuelta a las tierras perdidas podría expresarse, como he propue­
"to en varias ocasiones, mediante una condonación total, o al menos
"una reducción, de la deuda externa de /os países pobres (el Tertio
'ínillenio adveniente, 51)».
JUAN PABLO II: Catequesis durante la audiencia general
del miércoles 10 de enero. L'Osservatore Romano, edición
semanal en lengua española. Año XXXIII, núm. 2 (1672),
12 de enero de 2001.
Verbo, núm. 409-410 (2002), 699-705. 699
Fundaci\363n Speiro

El principio de justicia unicuique suum en el orden dinámico de la
justicia.
"suum supone, en primer Jugar, que todo hombre tiene Jo que Je corres­
ponde como propio y a Jo cual no puede renunciar: reconocer el bien de
"cada
uno y promoverlo constituye un deber espedfico de todo hombre.
"El orden de la justicia no es un orden estático, sino dinámico, predsa­
"mente porque la vida de las personas y de las comunidades es dinámi­
nca; como decía san Buenaventura, no se trata de un ordo factus, sino
"de un ordo factivus, que exige el ejercido continuo y apasionado de la
"sabiduría,
que los latinos llamaban iurisprudentia, sabiduría que puede
"poner en acción todas las energías de la persona y cuyo f!}ercido cons­
"tituye
una de las prácticas Virtuosas más elevadas del hombre. La posi­
"bilidad de
dar Jo debido no sólo al familiar, al amigo, al compatriota y 1'al correligionario, sino también a todo ser humano, simplemente porque
"es una persona simplemente porque lo exige /ajusticia, honra al dere­
"cho y a Iosjwistas. Si existe una manifestación de la unidad del género
"humano
y de la igualdad entre todos los seres humanos, es predsamen­
"te la del derecho, que no puede excluir a nadie de su horizonte, pues de
'1o contrario alteraría su identidad específica.
,En esta perspectiva, los esfuerzos de la comuni.dad internacional
"desde
hace algunos decenios para proclamar, defender y promover los
''derechos
humanos fundamentales son el mejor modo para que. el dere­
"cho realice su vocación profunda. Por eso, los juristas deben ser siempre
'1os primeros en comprometerse en la defensa de los derechos del hom­
"bre, dado que a través de ellos se defiende la identidad misma de la
"persona humana,.
JUAN PABLO II: Discurso a la Unión Internacional de
juristas católicos, reunida en su asamblea general, viernes
24 de noviembre. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXXII, núm. 49 (1667), 8 de
diciembre de 2000.
Solidaridad en la justicia, que debe promoverse y el valor de la paz.
cAnte las crecientes desigualdades existentes en el mundo, el primer
"valor que se debe promover y difundir cada vez más en las conciencias
"es ciertamente el de la solidaridad. Toda sociedad se apoya sobre la
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"base del vinculo originario de las personas entre si, conformado por
"círculos de relaciones cada vez más amplios, desde la familia y los
"demás grupos sociales in/ermedios hasta los de toda la sociedad dvil y
"de la comunidad estatal. A su vez, los Estados no pueden evitar entrar
"en relación unos con otros. La acmal sifuadón de interdependenda
"planetaria
ayuda a perdbir meyor el destino común de toda la familia
"humana, favoreciendo
en toda persona reflexiva el aprecio por la vir­
"tud de la solidaridad.
»A este respecto, sin embargo, se debe anotar que la progresiva inter­
"dependencia
ha contribuido a poner al descubierto múltiples desigual­
"dades, como
el desequilibrio en!Ie países ricos y países pobres; la distan­
"cia social, dentro de cada país, entre quien vive en la opulenday quien
"ve ofendida su dignidad, porque Je falta incluso lo necesario; el deterio­
"ro ambiental y humano, provocado y acelerado por el empleo irrespon­
''sable de los recursos naturales. Tales desigualdades y diferendas sociales
"han
ido aumentando en algunos casos, hasta llevar a los países más
''pobres a una deriva imparable.
,Así pues, una auténtica cultura de la solidaridad ha de tener como
"principal objetivo
la promoción de la justicia. No se trata sólo de dar lo
"superfluo a quien está necesitado, sino de "ayudar a pueblos enteros
"-que están excluidos o marginados-a que entren en el drculo del
"desarrollo económico
y humano. Esto será posible no sólo utilizando lo
''superfluo que nuestro
mundo produce en abundancia, sino cambian­
"do sobre todo los estilos de vida, los modelos de producdón y de consu­
''mo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad".
,La cultura de la solidaridad está estrechamente unida al valor de la
"paz, objetivo primordial de toda sociedad y de la convivenda nadonal
"e internadonal. Sin embargo, en el camino hacia un mejor acuerdo
"entre los pueblos son
aún numerosos los desafíos que debe afrontar el
"mundo y que ponen a todos ante opciones inderogables. El preocupan­
"te aumento de los armamentos, mientras no acaba de consolidarse el
"compromiso por la
no proliferación de las armas nucleares, tiene el
"riesgo de alimentar y difundir una cultura de la competencia y la con­
"flicdvidad, que
no implica solamente a los Estadas, sino también a en­
"tidades
no institudonales, como grupos paramilitares y organizadones
" terroristas.
,El mundo sigue sufriendo aún las consecuendas de guerras pasa­
"das y presentes, las tragedias provocadas por el uso de minas antiperso-
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Fundaci\363n Speiro

"nales y por el recurso a las horribles armas químicas y biológicas. Y
'¿cómo oMdar el riesgo permanente de conflictos entre las nadones, de
"guerras civiles dentro de algunos Estados y de una violencia extendida,
"que las organizaciones internaCionales
y los gobiernos nadonales se
"ven casi -impolEntes para afrontar? Ante tales amenazas, todos tienen
"que sentir el deber moral de adoptar medidas concretas y apropiadas
"para promover la causa de la paz y la comprensión entre los hombres.
,Un auténtico diálogo entre las culturas, además del sentimiento del
"mutuo respeto,
no puede menos de alimentar una viva sensibilidad por
"el valor de la vida. La vida hwnana no puede ser considerada como un
"objeto del cual disponer arbitrariamente, sino como la realidad más
"sagrada e intocable que está presente en el escenario del mundo. No
"puede haber paz cuando falta la defensa de este bien fundamental. No
"se puede invocar la paz y despreciar la vida. Nuestro tiempo es testigo
"de excelentes eyemplos de generosidad y entrega al servicio de la vida,
"pero tambNn del triste espectáculo de millones de hombres entregados a
"la crueldad o a la indiferencia de un destino doloroso y brutal. Se trata
"de una trágica espiral de muerte que abarca homicidios, suiddios, abor­
"tos, eutanasia, así como mutilaciones, torturas físicas y psicológicas,
"formas de coacdón injusta, encarcelamiento arbitrario, recurso abso­
"lutamente innecesario a la
pena de muerte, deportaciones, esclavitud,
"prostitución, compraventa de mujeres y niños. A esta relación se
han de
"añadir prácticas irresponsables de ingeniería genética, como la clona­
"dón y la utilizadón de embriones humanos para la investigación, las
"cuales se quiere
justificar con una ilegítima referenda a la libertad, al
"progreso de la cultura y a la promoción del desarrollo humano. Cuan­
"do lm sujetos más frágiles e indefensos de la sociedad sufren tales atro­
"cidades,
la misma noción de familia humana, basada en los valores de
"la persona, la confianza, el respeto mutuo y la ayuda recíproca, es gra­
"vemente cercenada. Una civilización basada en el amor y la paz debe
"oponerse a estos experimentos
indignos del hombre,.
702
JuAN PABLO II: Mensaje para la Jornada mundial de la
paz, 1
de enero de 2001. L 'Dsservatore Romano, edición
semanal
en lengua española, año XXXII, núm. 50 (1668),
15
de diciembre de 2000.
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Naturaleza y responsabilidad de la acción poñtica para la conse­
cución del
bien común y de la justicia.
Jlste encuentro me brinda la oportunidad de reflexionar con voso­
"tros -teniendo en cuenta las mociones antes presentadas-sobre la
"naturaleza y la responsabilidad que conlleva
la misión a la que Dios,
"en su amorosa providenda, les ha llamado. En efecto, esta puede consi­
"derarse como
una verdadera vocación a la acción política: concreta­
"mente, al gobierno de las naciones, al establecimiento de las leyes y a la
"administración pública en sus diversos ámbitos. Es necesario, pues, pre­
''guntarse por la naturaleza, las exigencias y los objetivos de la politica,
"para vivirla como cristianos y como hombres consdentes de su nobleza
)', al mismo tiempo, de las dmcultades y riesgos que implica.
»La política es el uso del poder legftJ.mo para la consecución del bien
"común de la sociedad: bien común que, como afirma el concilio Vati­
"cano ll #8.barca el conjunto de aquellas condidones de la vida social
"con las que los hombres, familias y asociaciones pueden lograr más
"plena y fácilmente su perfección propia, (Gaudium et spes, 74}. Por
"tanto, la actividad politica debe realizarse
con espíritu de servicio. Muy
"oportunamente, mi predecesor Pablo VI, afirmó que da polltica es un
"aspecto (. .. ) que exige vivir el compromiso cristiano al servicio de los
"demás, (Octogesima adveniens, 46).
»Por tanto, el cristiano que actúa en politi.ca -y quiere hacerlo «:o­
''mo cristi.an0>-ha de trabajar desinteresadamente, no buscando la
"propia utilidad, n1 la de su propio grupo o partido, sino el bien de todos
"y de cada uno y,. por consiguiente, en primer Jugar, el de los más desfa­
"voreddos de la sociedad. En la lucha por la existencia, que a veces ad-.
"quiere formas despiadadas y crueles, no escasean los ,vencidos», que
"inexorablemente quedan marginados. Entre estos
no puedo menos de
"recordar a los reclusos
en las cárceles: el pasado 9 de julio los visité, con
"ocasión de
su jubileo. En esa oportunidad, siguiendo la costumbre de
"/os anteriores años jubilares, pedí a los reponsables de los Estados <11I1
"signo de clemenda en favor de todos los encarcelados,, que fuera runa
"clara expresión de sensibilidad hacia su condidón». Movido por las nu­
''merosas stlplicas que me llegan de todas partes, renuevo también hoy
"aquel llamamiento, convencido de que ese gesto les animarla en el ca­
''mino de conversión personal
y les impulsaría a una adhesión más firme
"a los valores de lajusti.da.
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Fundaci\363n Speiro

,Esta tiene que ser, precisamente, la preocupadón esendal del poll­
"tJco, Jajustida. Unajusticia que no se contenta con dar a cada uilo Jo
"suyo, sino que tienda a crear entre los ciudadanos condidones de igual­
"dad en las oportunidades y, por tanto, a favorecer a aquellos que, por
"su condidón social su cultura o su salud corren el riesgo de quedar
"relega.dos o de ocupar siempre los últimos puestos en la sociedad, sin
"posibilidad de una recuperadón personah.
JuAN PABLO TI: Discurso durante el encuentro con los
gobernantes,
parlameptarios y políticos en la sala Pablo VI,
4 de noviembre. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXXII, núm. 45 (1663), 10 de
noviembre de 2000.
El particularismo juridico o legítimo no puede perder de vista que
el derecho nace de la profunda exigencia hwnana de la justicia
presente en todos los hombres.
<.. . es necesario reconocer que sobre el derecho se derne el peligro
"del particularismo. El particularismo actúa legítimamente para salYa­
"guardar el genio especificn de cada pueblo y de cada cultura; pero, muy
"a menudo, cuando pierde de. vista la unidad esendal del género huma­
"no, no sólo causa separadones sino también sttuadones injustificadas
"de fractura y conflicto. Ciertamente, el enfcx¡ue mismo del estudio y de la
"teoría del derecho puede diferendarse legítimamente, aunque la gran
"tradidón
dentíflca del derecho romano, que la Iglesia católica ha apre­
"ciado
mucho a Jo largo de su historia, ha deyado una impronta ante la
"cual ningún Jurista, independientemente de la escuela a la que perte­
"nezca, puede permanecer indiferente. Pero
JXJr encima de cualquier
"dtstindón entre
los sistemas, las escuelas y las tradidones Jurídicas, se
"impone
un principio de unidad. El derecho nace de una profunda exi­
''genda humana, que está presente en todos los hombres y que no puede
"resultar ajena o marginal a
ninguno de ellos: se trata de la exigenda de
'Justida, que es la realizadón de un orden equilibrado de las relaciones
"interpersonales y sociales, aptas para garanüzar que cada uno reciba Jo
"que Je corresponde y nadie sea privado de Jo que Je pertenece,.
704
JuAN PABLO 11: Discurso a la Unión Internacional de
juristas católicos, reunida en su asamblea general, viernes
24 de noviembre. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXXII, núm. 49 (1667), 8 de
diciembre de 2000.
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La doct1ina social de la Iglesia y la justicia entre los hombres y los
pueblos.
~ ... la Iglesia debe presentar a los cristianos y a cuantos se interesan
''por
el bien del pueblo cubano las enseñanzas de su doctrina social. Su
"propuesta de una ética social, enaltecedora de la dignidad del hombre,
"muestra las posibilidades
y límites del ser humano, y también de las ins­
"tituciones públicas o privadas, dentro de un proyecto de crecimiento y
"desarrollo orientado al bien común y al respeto de los derechos del
"hombre.
,A este respecto, deseo recordar que tales derechos deben ser consi­
"derados integralmente, desde
el derecho a la vida del niño aún no na­
"cido, hasta la muerte natural, sin que pueda excluirse ningún derecho
"individual o social,
ya sean los derechos a la alimentación, a la salud,
"a la educación, ya sean los derechos a (ljercer las libertades de movi­
"miento, de expresión o de asociación;
,En todo el mundo los derechos humanos son un proyecto aún no
"perfectamente llevado a la práctica, pero no por eso se debe renunciar
"al propósito deddido y serio de respetarlos, pues provienen de la especial
"dignidad del hombre como ser creado
por Dios a su imagen y semejan­
"za
(cfr. Gn J, 26). Cuando la Iglesia se ocupa de la dignidad de la per­
"sona
y de sus derechos inalienables, no hace falta más que velar para
"que el hombre no sea dañado o degradado en ninguno de sus derechos
''por otros hombres, por sus autoridades o por autoridades ajenas. Así Jo
"reclama la justicia que la Iglesia promueve en las relaciones entre los
"hombres y los pueblos.
En nombre de esajustida dije claramente en su
"país que las medidas económicas restrictivas impuestas desde el exterior
"eran dr¡Justas y éticamente inaceptables, (Discurso de despedida, 25 de
"enero de 1998,
n. 4). Y Jo siguen siendo alln. Pero con esa misma cla­
"ridad quiero recordar que el
hombre ha sido creado libre y, al defender
"esa libertad, la Iglesia lo hace en nombre de jesús, que vino a liberar la
"persona
de toda clase de opresión,.
JUAN PABLO 11: Vtsita ad llmlna. Discurso del Santo
Padre a los miembros de la Conferencia episcopal de
Cuba, viernes 6 de julio. L 'Osservatore Romano, edición
semanal en lengua española, año XXXIII, núm. 28 (1698),
13 de julio de 2001.
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