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Édgar González Ruiz: Los Abascal. Conservadores a ultranza

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
este número a dar siempre noticia, a la espera de una amplia
recensión en un número posterior, al igual que ocurrirá con el
muy interesante libro del profesor Pietro Giuseppe Grasso, pági­
nas adelante señalado, Danilo Castellano pretende mostrar y
demostrar
que la filosofía de la política no pude reducirse a un
"puro juego de conceptos", sino que "debe tomar en cuenta la
.realidad", también la efectiva, pero, al no
poder contentarse con
ésta, habiendo de superarla, yendo más allá del dato político y
acogiendo
la verdad que nos permite fijar el deber ser. Tesis,
pues, clásica,
que liga profundamente ser y deber ser
Para concluir la noticia, no puede dejar de anotarse la crecien­
te relación del profesor Castellano,
que se refleja en su obra, con
España y aun las Españas.
Si en el primero de sus libros, tres de los
once ensayos fueron traducidos
en castellano para estas páginas,
después de haber
visto la luz en el original italiano, en el siguiente
nada menos que
cinco de los diez se originaron en empeños inte­
lectuales ligados con nuestra patria, publicados
en español, y ade­
más otro
fue traducido a nuestra lengua. En este último, finalmen­
te, de los también diez textos, tres traen causa
de empeños hispá­
nicos, y otro se ha publicado traducido también
en castellano. No
es de extrañar, pues, que
-con toda justicia-la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas lo haya elegido como
uno de sus
miembros correspondientes fuera de nuestras fronteras.
MIGUEL AYuso
Édgar González Ruiz: LOS ABASCAL.
CONSERVADORES A ULTRANZA C'l
Recientemente, acaba de publicarse en Méjico, por la Edito­
rial Grijalbo,
un libro de Édgar González Ruiz, cuyo eje central
versa sobre la figura de Salvador Abascal Infante y algunos
miem­
bros de su familia. La obra, que lleva P.ºr título Los Abascal, pre-
(') Méjico, 2002, 352 págs.
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tende mostrar a los miembros de este grupo familiar como un
clan de conservadores a ultranza, cuya acción política y cultural
implican
un grave peligro para Méjico; y que supondría, si sus
ideas llegasen a ser aceptadas
por la mayoria de los mejicanos,
un regreso a unos tiempos inmemoriales.
Lo primero que sorprende del presente volumen es la falta de
rigor histórico a la hora de abordar ciertos hechos relacionados
con la vida de Salvador Abascal y de su relación con el Sinar­
quismo. Esto,
tal vez, se pueda comprender si alguien se parase
un instante a observar la bibliografia utilizada para la elaboración
del primer capítulo y los primeros epígrafes del segundo. En estas
primeras páginas se trata del despertar de Salvador Abascal a
la
vida religiosa y a la vida política; así como su participación en
diferentes organizaciones católicas del momento. En este sentido,
cabria apuntar, por ejemplo, que pese a utilizar varias monogra­
fias sobre la historia de la Iglesia en Méjico, se echa de menos
algunos trabajos que sobre este tema existen, tales como los de
Carlos Alvear Acevedo
(La historia de la Iglesia en M,ljico, Ed.
Jus., 1975) o René Capistrán Garza (La Iglesia Católica y la Revo­
ludón Mryicana, Atisbos, 1964), los cuales no sólo ofrecen una
visión diferente a la que persigue el autor, sino que además
hubieran aportado datos importantes de algunos de los persona­
jes
que vivieron la persecución y represión religiosa en aquel
Méjico dominado
por los Obregón, los Calles, los Cárdenas, y
demás prohombres del Méjico Insurgente;
tal es el caso del
segundo de los libros aquí citados y cuyo autor fue presidente de
la Asociación Católica de la Juventud Mejicana, alguién
que vio
morir a muchos de sus compañeros de viaje, primero
en la Pri­
mera Guerra Cristera, posteriormente víctimas de la persecución
que se desencadenó.
Esta ausencia bibliográfica también se plasma a
la hora de
abordar el movimiento Sinarquista. En este caso el autor se limi­
ta a citar
tan sólo dos obras: una de ellas es la escrita por Mario
Gill
(Sinarquismo. Su origen -su esencia-su misión). El libro
de
Gil!, seudónimo del periodista Carlos Mario Velasco Gil, es
una obra publicada inicialmente por el Comité de Defensa de la
Revolución, y repartido
por el Comité Regional del todopodero-
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so Partido Revolucionario Institucional en el Estado de Michoacán.
Gil!, de reconocida militancia comunista, trata de presentar a la
llamada Unión Nacional Sinarquista como la quinta columna del
nazismo en Méjico, utilizando para ello argumentaciones de lo
más rocambolescas, pero sin ningún tipo de asentamiento docu­
mental. Nuestro autor cita
una segunda obra, la de Jean Meyer
(El Sinarquismo. ¿Un fascismo mejicano?, Cuadernos de Joaquín
Mortiz, 1979);
en esta ocasión Meyer, autor de una magnifica obra
sobre la gesta cristera, elabora
uno de los trabajos más serios que
sobre el movimiento sinarca existen, llegando, a pesar de la inte­
rrogación, a conclusiones totalmente divergentes a las de Mario
Gil!. En este caso, sorprende la ausencia de algunos libros, como
él de Juan Ignacio Padilla
(Sinarquismo y Contrarrevolución, Ed.
Polis, 1948), sobre todo si se tiene en cuenta que Padilla fue uno
de los máximos dirigentes del sinarquismo, ocupando además la
presidencia de dicho movimiento entre
1951 y 1955, año en el
que entregó la jefatura del mismo a David Lomelí Contreras. Este
libro es clave para encontrar
una visión diferente del sinarquismo
(al menos
en relación con algunos hechos relacionados con su
evolución) a la mantenida
por Abascal, sobre todo en lo que se
refiere a la ruptura de este último
con la UNS tras su destitución
como Jefe Nacional
en 1941. El autor tampoco menciona, ni al
parecer ha contrastado, las opiniones vertidas
en otros estudios
realizados
por Hugh Compbell, Leonor Ludlow, Servando Ortoll,
Kenneth Praeger, Celerino Salmerón, Anne Marie de la
Vega
Leinert, o Nethan L. Whetten; y ello por no hacer referencia a la
novela de Roberto Velázquez Oliveres
(Pedro Sinarquista), en la
que narra la historia de la
UNS desde una visión más cercana a
los intereses pactistas de la Jerarquía eclesiástica.
Lo más sorprendente de todo es que un libro que gira en
tomo a la figura de Salvador Abascal no se moleste ni siquiera en
consultar lo poco que sobre él pueda existir, tal como es el caso
de
la entrevista realizada por Guillermo Zermeño y Rubén
Aguilar, y publicada
en su libro Hacia una reinterpretaci6n del
sinarquismo actual
(Universidad Iberoamericana, Méjico, 1988,
págs. 80-109) o el trabajo
de Isabel Blanco (Salvador Abascal.
Sinarquista o legionario. Elementos para
una biografía política,
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mimeogr., 1988). Lo curioso del tema es que el autor del cual nos
estamos ocupando critica a algunas de las obras
de Salvador
Abascal Infante, o la de su hijo Carlos Abascal Carranza,
por el
número de libros citados por éstos; nosotros, aqui, más que el
número de trabajos consultados, más bien escasos, también criti­
carnos la falta de rigor y la parcialidad demostrada por el autor al
hora
de elegir la bibliografia utilizada.
Superado los apartados más puramente históricos y biográfi­
cos sobre el principal personaje de la familia Abascal, el autor
trata de adentrarse
en el pensanuento del mismo. Debemos par­
tir por apuntar que la obra escrita de Salvador Abascal Infante es
extensísima, ocupando más de veinte volúmenes y centenares de
artículos dispersos en varios medios de comunicación, aunque
desde 1968 la gran mayoría de estos últimos se han visto refleja­
dos
en La Hoja de Combate, un pequeño boletín ligado a la
Editorial Tradición, que
él mismo fundara y dirigiera hasta su
muerte. Edgar González comienza esta ardua labor
en tratar de
clasificar las obras de Abascal tomando
en cuenta el contenido de
sus libros, para ello diferencia aquellas que tratan
un aspecto
puramente biográficos de aquellas que abordan temas ideológi­
cos, históricos, sociales o teológicos.
El realizar una clasificación
de esta !ndole siempre
puede ser criticable, y en este caso más;
se echa
en falta, por ejemplo, un apartado donde se pudieran
situar aquellas obras que versan sobre temas más relacionados
con el derecho público, como es el caso de
La Constitución de
1917, destructora
dela nación; por otro lado, también, se podría
criticar la ubicación que el autor realiza en relación con algunos
de los libros escritos por Abascal, pero esto es lo menos grave
que sobre este asunto se podría decir.
Lo realmente sorprendente de éste apartado es la metodolo­
gía seguida
por el autor a la hora de abordar el análisis de la obra
abascaliana. Uno podría
pensar que emprender una tarea de esta
naturaleza implicaría
un estudio global de la obra a analizar; pero
al aparecer, o al menos eso es lo que nos da a entender el tal
Edgar González,
eso no siempre es estrictamente necesario. El
autor, sin ningún tipo de reparos, ha optado por realizar una
especie de recopilación de reseñas bibliográficas, colocándolas
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una detrás de otra, sin que exista ningún tipo de interrelación
entre ellas. Curiosa manera
de llevar a cabo un estudio en pro­
fundidad sobre polígrafo como Salvador Abascal.
Por otro lado,
y entrando en algunas de las consideraciones
que el susodicho Edgar pretende realizar, nos encontramos con
gran asombro
con un Salvador Abascal ajeno a la Iglesia "actual",
un personaje que vivía en el pasado, un espécimen intolerante
que crefa firmemente
en la Supremacía del Papa, en la indiso­
lubilidad del matrimonio,
en la salvación de las almas, o en la
resurrección de la carne. Para el autor creer en estas cosas y
defenderlas has sus últimas consecuencias constituye una mues­
tra más de intransigencia conservadora, de la cual Abascal -a su
parecer-hacia gala. Claro está que el autor parte de considerar
retrógrado, oscurantista, e incluso falso, todo aquello que Abascal
defiende; pero
no argumenta el por qué de estas consideracio­
nes, tan sólo
se limita a dar por válido aquello que la moderni­
dad
ha asentado como verdades inmutables o lo que ciertos
sacerdotes, e incluso prelados, que de ninguna forma represen­
tan la voz de la Iglesia, predican de forma alegre
y un tanto irres­
ponsable.
Las críticas que Edgar González realiza a Salvador Abascal en
relación con los aspectos históricos y políticos no se quedan
atrás. Pareciera ser que lo progresista y políticamente correcto
sería santificar a Benito Juárez, elevar a la condición
de mártir a
Emiliano Madero, alabar la Revolución Mejicana, o el considerar
superlativamente los gobiernos
y las políticas del Partido Revolu­
cionario Institucional
en los últimos 150 años. Sostener que la
colonización española es lo mejor que le podía haber ocurrido a
las tierras
y pueblos americanos, alabar la obra de Hemán Cortés,
justificar
al Tribunal del Santo Oficio, ensalzar la figura de Agustín
de Iturbide frente a la
de Hidalgo y otros prohombres de las gue­
rras de secesión
de la América Hispana, defender la libertad reli­
giosa o la lucha de los primeros cristeros,
es algo que de por
sí descalificaría a todo aquel que osase realizarlo, y Abascal era
de esos.
Pero
la cosa va más allá, Edgar González, que al parecer debe
. ser partidario de la libertad sexual, de las relaciones prematrimo-
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niales, del aborto o de la píldora del día después (La sexualidad
prohibida. Intolerancia, sexismo
y represión) no entiende, o no
quiere entender, la postura contraria. Abascal era contrario a esa
libertad sexual que hoy se predica, partidario. de mantener la cas­
tidad hasta el matrimonio, y
una vez realizado éste mantener las
relaciones sexuales única y exclusivamente dentro de esta insti­
tución y con los fines
que el Derecho Canónico marca en rela­
ción con este tema, y ponía todo su empeño en luchar contra la
pomografia y contra todo aquello que incitase, sin razón alguna,
los instintos sexuales
.de los seres humanos. Todo ello vuelve a
parecerle
al autor del libro como algo incomprensible; pero, al
igual que en ocasiones anteriores, se vuelve a notar la carencia
de argumentaciones contrarias, por no hacer hincapié en la falta
de respeto
que muestra por aquellos que -como Salvador
Abascal-mantienen estos valores.
La última parte del libro está dedicada a lo que el autor deno­
mina
"una nueva generación". Esta parte tiene mucho más de
periodística que otra cosa. En los primeros epigrafes se
pone de
manifiesto, de forma retorcida y torticera, las pugnas habidas
entre
Juan Bosco, por un lado, y José Maña, Mauricio y Fernando
Abascal Carranza,
por otro: el primero de los citados se encargó
de continuar
la obra de su padre al frente de La Hoja de Combate,
mientras que el segundo lo hizo al frente de la Editorial Tradición.
La polémica fue motivada por la linea editorial que tomó la revis­
ta bajo la dirección de
Juan Bosco, y con la cual José Maña
Abascal y algunos de sus hermanos se mostraron disconformes,
llegando a considerarla como
una auténtica traición a la memo­
ria de su padre, dado el tono conciliador que
la publicación llegó
a tomar
en relación con algunos temas. Tras dar por finiquitados
estos primeros epigrafes sobre algunos de los hijos de Salvador
Abascal
Imante, el autor pasa a arremeter contra otros dos hijos
de éste: Salvador y Carlos, ambos destacados dirigentes del
Partido de Acción Nacional.
El primero de ellos ha sido congre­
sista del
PAN en varias ocasiones, e incluso precandidato de
dicho partido a la Gobernación del Distrito Federal de Méjico; el
segundo
es el actual Secretario (ministro) de Trabajo. Ambos son
considerados por el autor como dos peligrosos elementos de la
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ultraderecha infiltrados en el PAN y los cuales no han demostra­
do que hayan superado las enseñanzas recibidas por su padre en
la intransigencia y en la intolerancia. Ridiculiza a Carlos Abascal,
por ejemplo, por recomendar a los sindicatos que se encomen­
dasen a la Virgen de Guadalupe,
por reivindicar y alabar el papel
de
la mujer en el interior de la familia, o por solicitar la suspen­
sión de
una maestra que había recomendado a su hija la lectura
de
un libro que él consideraba que atentaba contra la moral en
la que intentaba educar a ésta. El autor aprovecha esta circuns­
tancia para incluir una carta que esta joven envió a una publica­
ción intitulada Reforma y en la que sale como valedora de su
padre; es la "cuarta generación", manipulada -sin duda algu­
na-desde su más tierna infancia por las mentes malvadas de sus
progenitores que impiden a sus hijos ser educados
en esa pre­
tendida libertad que
un Estado laico y ateo ha tratado de impo­
ner desde hace años a millones
de mejicanos.
No obstante, y pese a lo mencionado hasta aquí,
el libro
comienza afirmando que "los Abascal.
.. han encamado cualida­
des humanas y virtudes ciudadanas admirables como el amor al
estudio y el trabajo, la honestidad y la integridad, el idealismo y
la lealtad auténtica a doctrinas e instituciones", asegurando, ade­
más, algunas líneas más adelante,
que Salvador Abascal fue un
"hombre honesto a la par que apasionado y sincero". Estas puede
que sean las únicas verdades, las únicas opiniones sensatas y
serias que el autor plasma a lo largo de las cerca de 350 páginas;
pero tal vez
por eso mismo el autor las embarra al quejarse de
cómo se ha perdido tanto intelecto en la defensa de causas tan
malas como las defendidas
por los Abascal, sin darse cuenta que
precisamente esas causas son las que han hecho grandes y dig­
nos de elogio, pese a sus posibles debilidades humanas, a los
componentes de esa gran familia mejicana.
Jost
DIAZ NIEVA
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