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Angelo Scola: Hombre-mujer. El misterio nupcial

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Angelo Scola: HOMBRE-MUJER.
EL MISTERIO NUPCIAL c•i
El autor de la presente obra, Monseñor Angelo Scola, Presi­
dente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y
la Familia, ha realizado
un laudable esfuerzo de sistematización
teórica acerca del misterio nupcial; se trata, quizá, junto a los
escritos del ahora Cardenal Tettarnanzi,
de la obra más ambicio­
sa y abarcadora sobre tan importante tema.
El objetivo del libro, a partir del tema bíblico de las bodas del
Cordero
(Ap. 19, 7-9) es el carácter nupcial del amor y el reco­
nocimiento de su naturaleza trinitaria, partiendo, también, de la
experiencia humana elemental (diferencia sexual, amor y fecun­
didad).
La dimensión vertical del universo nupcial permite que
los misterios cristianos revelen importantes aspectos de la nup­
cialidad y muestren la monstruosidad
de la actual separación de
unidad y procreación
en el acto conyugal, típico de lo que Mon­
señor Scola llama el "androginismo" dominante (pág.
22); tenta­
ción prometeica que intenta romper la síntesis de diferencia
sexual, amor y fecundidad. El aspecto más bello de esta obra es
la analogía entre Trinidad y familia.
La obra se distribuye en cuatro grandes partes: la únidad­
dual hombre-mujer inspirada en la Mulieris dignitatem de Juan
Pablo
II; la Teología del misterio nupcial; el mismo tema ante la
cultura contemporánea y, por fin, matrimonio-familia a la luz de
los misterios cristianos.
l. Respecto de la primera, la afirmación del Papa que el
hombte sólo puede existir como mujer o como varón, supone
una antropología y una teología: ambas quedan referidas, prime­
ro, a
una analogía entre la unidad dual hombre-mujer y las rela­
ciones
de las Tres Personas en Dios y, segundo, que la sexuali-
(") Trad. de Jesús Sana Montes y Gabriel Richi Alberti, Ediciones Encuentro,
Maddd, 2001, 490 pilgs.
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dad humana es parte integrante de la imago Dei (pág. 34); es
decir, "pertenece al ser del hombre a imagen
de Dios"; de modo
que el amor esponsal es el analogatum prínceps de todo géne­
ro de amor, expresado
en el don total de si (págs. 38-39). La
sexualidad es una "dimensión humana original y no derivada".
Monseñor Scola afirma: "que el Verbo se haga carne
supone una
procesión eterna desde el Padre y, a partir de Él junto con el
Padre, la procesión del
Espíritu; supone la vida intratrinitaria
como unidad de naturaleza y trinidad de personas.
El misterio
de la Trinidad,
por tanto, es el fundamento último de la unidad
dual" (pág. 41).
Esta analogía de la comunión trinitaria
ha sido sugerida por
Juan Pablo II, porque el hombre es imagen de Dios también en
cuanto ser que se realiza en comunión como relación; es decir,
que "la imagen de Dios es completa en la comunión interperso­
nal". Entonces, la relación Cristo-Iglesia se presenta como pareja
originaria y la relación hombre-mujer
es, respecto de aquélla,
relación
derivada; tiene su prototipo en las Bodas entre el Señor
Crucificado y Resucitado y su Cuerpo
que es la Iglesia (pág. 44).
La esponsalidad y fecundidad virginal entre Cristo y la Iglesia no
es asexuada en modo alguno.
Análogamente, el paralelo Mujer y Madre de Dios
(Theot6kos)
tiene como prototipo a Maña, a la vez prototipo de la Iglesia
(Iglesia inmaculada) y representante
de todo el género humano.
Por
Maña, todos somos hijos en el Hijo gracias a esa unión única
e irrepetible entre Madre e Hijo. Ella
es el modelo del hombre y
en especial de la mujer; realiza nuestra predestinación a ser hijos
de Dios;
en ella, el Unigénito se convierte en Primogénito y así
es
modelo de todo cristiano. De modo que la dimensión espon­
salicia de la mujer se realiza prototípicamente
en Maña, Virgen­
Esposa-Madre (pág.
51).
Insiste el autor en el delicado tema acerca de cierta semejan­
za con la comunión divina en la creación del hombre, de algún
modo expresada
en la "unidad dual" varón-mujer: "Dios creó al
hombre a su imageni a imagen de Dios lo creó; varón y hembra
los creó" (Gn. 1, 27). Hay, pues, como doble encarnación (varón­
mujer), identidad y diferencia
en la relación varón-mujer y la rela-
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ción entre sexualidad e imagen de Dios. Aunque personalmente
prefiero
no emplear las expresiones "polaridad" o "tensión"; el
autor quiere decir con estos términos unión interpersonal (reci­
procidad sexual,
don de sí); más aún: con Juan Pablo II conside­
ra el nexo entre la reciprocidad hombre-mujer y la reciprocidad
trinitaria:
es decir, no se trata sólo de que, individualmente, cada
uno sea a imagen de Dios, sino que varón y mujer, llamados a
vivir
una comunión de amor, reflejan la comunión de amor que
se da en Dios, puesto que las Personas se aman en el íntimo mis­
terio de la única vida divina (pág. 61; cfr. Mulieris dignitatem,
núm. 7). Los padres transmiten esta imagen y semejanza a sus
descendientes y la propia sexualidad
posee una finalidad sacra­
mental
en cuanto lenguaje del cuerpo que revela al hombre en
su integridad.
La comunión varón-mujer realiza la imago Trinitatis cuando
se fundamenta en el Amor divino: en la Trinidad, las tres Perso­
nas
se unen en el amor del único Bien divino y allí puede encon­
. trarse
una analogía con la comunión conyugal: la alteridad (pro-
ducción del desemejante)
en la perfecta igualdad preexistente
(producción del semejante)
da razón de la alteridad en la dife­
rencia;
por eso esta última "se manifiesta de modo eminente en
la reciprocidad hombre-mujer" (pág. 63). Esta alteridad de dife­
rencia
en la unidad dual da como fruto al· hijo, a su vez imagen
de Dios. De ah! que la esponsalidad sea analógica con la espon­
sabilidad eminente Cristo/Iglesia.
La diferencia sexual es, pues, parte constitutiva de la lmago
Del, tanto en el pasaje "elohlsta" (más reciente) (Gn. 1, 1-2)
-aspecto objetivo-como en el "yahvista" (más arcaico) (Gn. 2,
5-25) -aspecto subjetivo-. Aquella "soledad" primera del hom­
bre (a la que alude el Señor en Mt. 19) le devela su humanidad
en irrepetible y única relación con Dios a través de su cuerpo y
su bixesualidad: es, pues, constitutivamente lmago en virtud de
la comunión varón-mujer (desnudez originaria); es, en el fondo,
reflejo
de la pluralidad de plenitud desde la cual Dios mismo
crea.
La diferencia sexual es, pues, partícipe de la Jmago Del y el
matrimonio
(una caro) permite al Señor la analogia con el mis­
terio
de la Iglesia.
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2. La teologia del misterio nupcial, en la obra de Monseñor
Scola, supone el amor varón-mujer como primer analogado de
todos los modos de amor. Únense aquí tres factores: afecto, amor,
sexualidad. El primero -siguiendo a Santo Tomás-----es concebi­
do como
una passio en cuanto modificación del apetito por un
bien apetecible, que provoca cinco estadios (Jmmutatio, coapta­
tio, complacentia, intentio y gaudium, S. Th., 1, 11, 26, 2) hasta
llegar al amor de dilectio,
paso progresivo del amor de deseo al
amor de elección (electio efectiva) cuyo término es Dios mismo
(págs.
102-110). Por fin, la sexualidad, en si misma, forma parte
de
la Jmago Dei.
La creación, enseña la teologia, viene de la Trinidad, de la
relación intratrinitaria: el Hijo proviene del Padre, el amor entre
ambos ca-espira al
Espiritu Santo (Donum don!); al crear, Dios
Trino lleva fuera de
si las relaciones intratrinitarias. El hombre es
semejante, creado
en el Hijo por el amor trinitario (fecundo) que
la creatura humana volverá a proponer (fecundidad). En la natu­
raleza humana, la diferencia de sexos constituye
al hombre como
unidad-dual;
por la unión sexual, hombre-mujer-hijo, circula
como "una trinidad natural•
en la que podemos reconocer el
sello que
la Trinidad ha impreso en el hombre al crearlo. Cuando
Eva exclama: "he adquirido un varón con el favor de Yahvé" (Gn.
4, 1) se refiere a otro hombre que es también Jmago Dei.
El pecado original implica una desvalorización de la sexuali­
dad
que pasa de la "desnudez originaria" a la "vergüenza' del
autonomismo del hombre, a la voluntad de dominio y a la nefas­
ta separación entre sexualidad y fecundidad.
A partir de la Encarnación
-puro don del ágape divino que
continúa
en la fracción del pan eucarístico---el. Hijo asume la
totalidad
de la naturaleza humana; la Encamación se continúa en
la Iglesia y penetra, por parte del Espiritu, a todo lo corpóreo; por
el amor de Cristo (que vence a la muerte) aparece una transfigu­
rada fecundidad y la sexualidad se dilata
en el misterio esponsa­
licio.
La fecundidad prototipica es la que constituye Cristo con su
Iglesia (que Schola llama con
von Balthasar "supra-sexual, sin ser
asexual') mientras
que la sexualidad varón-mujer es símbolo de
una nueva fecundidad inscripta en el misterio nupcial. Por eso el
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autor aprovecha para mostrar que la elección virginal no sólo no
es una fuga sino "una respuesta diversa a la cuestión de la sexua­
lidad" inaugurando una fecundidad sobrenatural (págs. 121-122).
En el misterio nupcial hay niveles de analogia: el de gracia y
libertad, el de su inscripción
en la naturaleza de la Iglesia Cuerpo
de Cristo, el del Autor de toda paternidad que se inclina sobre
cada hombre (págs. 129-130); esto permite balbucir algo sobre la
vida, inefable experiencia madre-padre-hijo que termina "en la
relación de perfecta identidad
en la diferencia que caracteriza al
misterio Unitrino" (pág. 130). Desde aquí Monseñor Scola distin­
gue y profundiza diferencia sexual, amor, procreación y explica
la "reciprocidad asimétrica" del matrimonio, porque
en el una
caro del acto conyugal, estando unidos (siendo uno) el otro per­
manece siendo otro (pág. 138). Por
eso los padres perciben
humildemente la inmensa desproporción ante el hijo (don);
ven
en Cristo Esposo e Iglesia Esposa su arquetipo perfecto (pág.
143) y el matrimonio-sacramento se carga
de sentido sobrenatu­
ral; la misma unidad dual de las dos naturalezas en la única per­
sona de Cristo aparece como fuente de la que brota la unidad
entre Cristo y la Iglesia (pág. 145) y
en la Trinidad el amor per­
fecto.
As!, la indisolubilidad es expresión objetiva y subjetiva del
misterio nupcial cuyo signo más alto es el
llat de Maria: por su
concepción inmaculada, escoge libremente
la entrega del Verbo,
modelo del acogimiento y adopción de nosotros como hijos de
Dios. Estudia luego Monseñor Scola el vínculo entre nupcialidad
y fecundidad y somete a
critica la atroz situación actual de sepa­
ración entre procreación y sexualidad (págs. 160 y sigs.) y reafir­
ma lo que denomina "reciprocidad asimétrica" conyugal; emi­
nentemente en Dios, Uno y Trino "existe una reciprocidad per­
fecta" (pág. 163). El cumplimiento de aquella reciprocidad asi­
métrica es la fecundidad (sexualidad-amor-procreación)
y, en el
fondo, "circumincesión (perijóresis) entre sexualidad, amor y pro­
creación, puesta
en juego por la polaridad hombre/mujer" (pág.
174); verdadera
communio personarum (pág. 180-181, 182-184).
Por eso debemos considerar como "objetivamente inadecuada
cualquier procreación humana que no sea fruto del amor que se
expresa
en la unión conyugal del hombre y la mujer" (pág. 187).
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
3. La tercera parte de la obra -que a mi juicio no tiene la
solidez de las
otras-estudia el matrimonio-familia ante el indi­
vidualismo y el "carácter privado del
vmculo" como fruto de la
cultura relativista; la dicotomia entre libertad personal y civil
(págs.
196-198) y el nihilismo que anula la relación de paterni­
dad, hasta el punto de generar
una "sociedad sin padre" (págs.
203, 205). Critica también Monseñor Scola al cientifismo tecnoló­
gico capaz de manipulaciones atroces y a cierta bioética
en la
medida que olvide la necesidad de formularse previamente
la
pregunta por la vida (pág. 216) o pretenda partir sólo de la bio­
logfa.
La critica (pág. 218) es formulada a la luz de la Evangelium
vitae
(págs. 225-226). Creo que es de tan grande importancia el
tema general
de esta excelente obra que no es procedente dis­
cutir temas menores como el problema de los valores y el "paso"
a la postrnodernidad (que para
nú no existe) (págs. 228 y sigs.);
en cambio sigue siendo de enorme importancia subrayar que es
la familia el sujeto educativo esencial (págs. 231 y sigs.) y el valor
constitutivo de la tradición (pág.
239). En esa línea es muy opor­
tuno señalar lo que Monseñor Scola llama "comunión de genera­
ciones" (págs. 242-249).
4. La cuarta y última parte vuelve al aspecto más vigoroso de
la obra que es el teológico: ante todo, pasa revista al desarrollo
lústórico-doctrinal y documentos del Magisterio (todo el cap.
XI);
con oportuna perspicacia el autor sostiene que no es la familia
un sector de la pastoral, sino "una dimensión que atraviesa toda
la Iglesia" (pág. 274) pues, en ella, "está presente la realidad de
la Iglesia como sacramento universal" (pág. 275); asi es como
debe ser entendida la_ expresión "iglesia doméstica" que provie­
ne de San Juan Crisóstomo (In Genesis, sermo 7) y señala el
modo
en el que Cristo está unido a la Iglesia. Critica la "ideolo­
gía libertina"
que separa sexualidad y fecundidad (págs. 280
y sigs.), que elimina (o intenta eliminar) la diferencia sexual que,
objetivamente, abre el camino
al amor verdadero. Scola relacio­
na esta diferencia con la "diferencia ontológica" reactualizada
por
Heidegger (págs. 287-289) pero que nuestro autor pone en la
base de
la diferencia sexual y el matrimonio (pág. 293). Creo que
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
hay aquí algún aspecto discutible como igualmente algunas lí­
neas dedicadas a la legitimidad de una filosofüi cristiana (págs.
292, 294), que dejo para otra oportunidad. En cambio, es más
relevante destacar las páginas que Monseñor Scola dedica a mos­
trar cómo
"la diferencia sexual (masculino y femenino) se apoya,
en virtud de la analogía (. .. ) en la perfecta unidad que vive en la
Trinidad" (págs. 295-305) que el autor ha llamado aquí y
en otros
trabajos "lógica de la encamación"; es decir,
la analogía permite
ver
que la sexualidad (en la imago Del) puede ser extendida a la
comunión de las Personas (pág.
306).
Queda ya expedito el camino para esclarecer el misterio que
podemos llamar paternidad-maternidad. La paternidad, eclipsada
por el abandono de la relación de origen, pone de relieve, pre­
cisamente, su origen que reside en la creación; más profunda­
mente, la paternidad humana "se desvela en la revelación de la
filiación divina, clave de la creación misma" (pág. 312); precisa­
mente porque Cristo
es el Hijo, Dios es reconocido como Padre;
la muerte y
la resurrección son el corazón de la filiación de Cristo
y de la paternidad de Dios
en relación con Él (pág. 315); su obe­
diencia
es la suprema entrega de Sí al Padre. Scola distingue tres
niveles de la paternidad divina (Padre de Jesús
en Nazaret
-Padre de los fieles, hijos en el Hijo--, Padre del Verbo eterno,
origen de la Encarnación) (págs. 317-318). Por la Encarnación se
revela
la paternidad de Dios no sólo respecto del Hijo, sino res­
pecto de los hombres; para nosotros, ser hijo
en la familia (filia­
ción como persona libre y distinta) significa ser creados a imagen
del Hijo para llegar a ser "hijos
en el Hijo". La paternidad-mater­
nidad humana consiste en "la comunicación de este don a través
de la generación y la educación" (pág. 322). A su vez, por el
Bautismo somos engendrados en el seno de la Iglesia/Madre y la
paternidad divina se manifiesta
en el Verbo-varón y en la Iglesia­
Madre, Esposa de Cristo (pág. 325).
A la luz de la doctrina sobre Cristo Esposo de la Iglesia
Esposa, se desarrolla
la "lógica de la encarnación" como criterio
de la espiritualidad conyugal (cap.
XIV) en cuanto vida según el
Espíritu; si
en Cristo habita corporahnente la plenitud de la divi­
nidad
(Col. 2, 9) en nosotros habita eucarísticamente y en nues-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
tro cuerpo es "el sacramento de toda persona". Monseñor Scola
reitera algunos temas
para mostrar que la relación Cristo-Iglesia
es el arquetipo
de la espiritualidad conyugal (págs. 336 y sigs.)
fundada
en la intensa vida sacramental. Son realmente hennosos
los párrafos dedicados a la naturaleza nupcial del hombre; a tra­
vés del sacramento del matrimonio, participan los esposos en la
relación nupcial
de Cristo con la Iglesia (págs. 349-351). En cuan­
to forma constitutiva de la nupcialidad, el Espíritu es el principio
de la unidad de la vida familiar; analogía que el autor utiliza para
concluir que el Espíritu es el amor que circula entre el Padre y el
Hijo (dimensión subjetiva)
y es también el fruto de ese infinito
amor (dimensión objetiva); esto nos permite balbucir tanto la
dimensión objetiva
de la santidad de la Iglesia (Cristo, Tradición,
Escritura, Sacramentos, etc.)
como la dimensión subjetiva (expe­
riencias
de santidad) (pág. 356).
Así, "a través del sacerdocio objetivo y subjetivo de Cristo
presente
en las dimensiones objetiva y subjetiva de la santidad de
la Iglesia,
la cual, a su vez, resplandece en la dimensión mariana
y en la dimensión petrina de la comunidad cristiana" (pág. 358).
La familia como Iglesia doméstica tiene la posibilidad de fundir
la dimensión petrina (objetiva) de la santidad con la dimensión
mariana (subjetiva) (págs. 360
y sigs., 366-7). La obra concluye
con el estudio de la relación entre matrimonio y familia y la
Eucaristía (cap.
XVI); es posible descubrir la relación entre el mis­
terio pascual
y el matrimonio-familia a través de la Eucaristía por­
que existe un vínculo entre la humanidad de Cristo, las especies
eucarística
y la una caro (págs. 380, 384).
Monseñor Scola agrega a
su obra seis apéndices; el más
amplio está constituido
por su estudio sobre el afecto en el
Tratado
De passJonibus de Santo Tomás (I, 11, 22, 1-3) y el más
conmovedor el dedicado a la
Encíclica Humanae Vitae (ap. V)
que considera como verdaderamente profética.
5. La obra de Monseñor Scola, en la línea de un verdadero
progreso de la Teología católica que no altera el núcleo inmodi­
ficable de la ortodoxia doctrinal, merece ser estudiada
y medita­
da con delectación espiritual. En buena medida está fundamen-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
tada en la docencia ejemplar y original de Juan Pablo II y en una
línea teológica que se desenvuelve (para decirlo muy imperfec­
tamente) entre Scheeben y
von Balthasar.
Aunque mantengo algunas diferencias sobre
todo en aspec­
tos metañsicos y antropológicos, lo primero que la obra merece
es el reconocimiento por su alto valor teológico. No creo que la
diferencia sexual
sea "indeducibíe" e "irrepresentable" (págs. 282,
284, 287);
puede fundarse ontológicamente en la noción de exis­
tencia encarnada y sexuada
que constituye la parte primera de mi
estudio
(aún inédito) sobre el matrimonio y la familia. Pero más
allá
de diferencias de enfoque, debemos decir que se trata de un
aporte magnífico, que hará mucho bien tanto en el orden espe­
culativo como
en el orden práctico.
Sólo
agregarla dos observaciones criticas que nada tienen
que ver con lo esencial de la obra, pero que me parece conve­
niente exponer. Una se refiere a la distinción entre "norte" y "sur"
del planeta en el orden cultural y la otra se refiere a la traducción
castellana
en cuanto traducción.
Respecto
de lo primero, me ha sorprendido encontrar en un
hombre de Iglesia, la distinción "norte" y "sur" del planeta, dis­
tinción que supone que en el "norte" se encuentran las "socieda­
des avanzadas" (pág. 155) y en el "sur" las que están dominadas
por "la tragedia de la supervivencia". Los "habitantes del norte del
planeta"
son los más preocupados por la relación entre mundo
animal y mundo de los espíritus (pág. 216); al referirse a la vejez,
no deja de señalar el peso de los ancianos "sobre todo en el norte
del planeta" (pág. 242). Cuando alude al proceso
de seculariza­
ción piensa
en "las sociedades del norte del planeta" (pág. 253);
lo mismo al
pensar en la situación de la nupcialidad "en la reali­
dad cultural del norte del planeta" (pág. 352), etc.
Me causa sorpresa este crudo eurocentrismo (geográfico) en
un hombre de Iglesia. La Europa actual antieuropea, que ha
renegado de su destino sumida en el más atroz y próspero rela­
tivismo hedonista anticristiano (que el mismo Scola señala
en la
tercera
parte de su libro) no tiene derecho a la distinción peyo­
rativa entre "norte" y "sur". El más grande "desarrollo" fisico-cien­
tífico-tecnológico
(¿y cultural?) puede estar acompañado por el
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
más tremendo "subdesarrollo" espiritual. Particularmente ese
"sur" constituido
por Iberoamérica y Filipinas (a las que el Santo
Padre ha llamado la "esperanza
de la Iglesia") son el Occidente
del Occidente depositarias
(por la transfiguración operada por la
evangelización) de la tradición greco-romana indo-ibero-católica ...
y del espíritu
de la verdadera Europa. A ese tema dediqué mi
libro
II Nuovo Mondo riscoperto. La scoperta, la conquista, J'e­
vange/Jzzazione dell'America e la cultura occtdentale, 400 págs.,
traduzione di
P.P. Ottonello, Edizioni Ares, Milano, 1992.
La actual Europa anti-europea y apóstata está bien simboliza­
da
por la adúltera, rica y próspera Herodías denunciada por San
Juan. Hoy, quizá otros pueblos hijos de
la Europa del espiritu
-aunque estén en el "sur"-sean los destinados a recoger devo­
tamente la cabeza del Bautista.
Y ahora unas pocas observaciones sobre la traducción caste­
llana de la obra de Monseñor Scola: en verdad no brilla por su
español
y, sobre todo, por los innumerables italianismos, algunos
casi inconcebibles. Pondré algunos ejemplos: pág.
210, dice: "ini­
cia a experimentar ...
", debe decir: "comienza por experimen­
tar ...
"; pág. 215, "y continúa a mantener .. .", debe decir: "y con­
tinúa manteniendo";
en pág. 256, "en esta sede", debe decir: "en
este lugar" u otra manera castiza; pág.
282, "se asiste al escamo­
tage', debe decir: "se asiste al escamoteo"; pág. 286, "continúa a
interrogar", debe decir, "continúa interrogando"; pág. 290, "de­
pende de cuanto dicho anteriormente", debe decir: "de cuanto
ha
sido dicho anteriormente"; pág. 291, "continuar a hablar", debe
decir: "continuar hablando"; algo análogo, en págs. 294, 296, 300,
"en esta sede" y debe decir "en este lugar",
331, etc., etc.; pue­
den verse págs. 341, 347, 361, 362, 363; en pág. 365 dice: "conti­
nua
en el tiempo a anunciar" (sic), debe decir: "continua anun­
ciando
en el tiempoo" . . . y otros lugares que sería superfluo
señalar. Naturalmente, queda firme el alto valor de esta obra
que será
insoslayable para quienes deseen estudiar
en profundidad la teo­
logía del matrimonio y la familia.
ALBE!ITO CATUREill
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