Índice de contenidos
Número 451-452
Serie XLV
- Textos Pontificios
- Noticias
- Monográficos
- Estudios
- Información bibliográfica
Autores
2007
Los juramentos de mi vida
LOS JURAMENTOS DE MI VIDA
POR
EUGENIOVEGASLATAPIE(†)(*)
El juramento que acabo de proferir es el terc e ro que he pre s-
tado en mi larga vida. El primer juramento lo hice en Melilla, a los 19 años, ante un
regimiento formado ex c l u s i vamente para que yo, teniente auditor
de Guerra, que acababa de ingresar en el Ej é rcito, jurara la bande-
ra. A la solemne interrogación que decía así: “¿Jurais por Dios y
p rometeis al Rey seguir constantemente sus banderas hasta derra-
mar la última gota de vuestra sangre, no abandonar al que os esté
mandando en acción de guerra o preparación para ella?”, contes-
té con un rotundo s íplenamente consciente.
El segundo juramento lo presté en diciembre de 1937 en el
Monasterio de las Huelgas Reales al reunirse para tal fin el primer
Consejo Nacional de F . E . T. y de las J.O.N.S. La fórmula era muy
larga y de gran bar ro q u i s m o. Lo esencial consistía en jurar lealtad
y obediencia al Caudillo. En aras de esa lealtad me consideré obli-
gado, haciéndome eco de las críticas proferidas por personas de
gran solvencia, a redactar una moción que pensaba presentar al
Consejo Nacional, pidiendo fuesen excluidos de todo puesto de
autoridad y mando, los elementos civiles que no hubieran toma-
do parte destacada en la preparación del M ov i m i e n t o. Casi la
mitad de los cincuenta Consejeros me pr e s t a ron verbalmente su
____________
(*)Con este título, de la r edacción, reproducimos las palabras pronunciadas por
E ugenio Vegas con motivo de su toma de posesión como S ecretario General del
Consejo de Estado el once de diciembre de mil novecientos setenta y cinco, inéditas
hasta este momento (N. de la R.).
Verbo, núm. 451-452 (2007), 23-26. 23
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conformidad. Fui convocado para la reunión del Consejo Na c i o -
nal que había de verificarse en marzo de 1938, pero dos días antes
llegó a mis manos un telegrama firmado por el Se c retario de
F . E . T . notificándome haberse publicado en el Boletín Oficial un
d e c r eto destituyéndome del cargo de Consejero. Ello me permi-
tió abandonar de nuevo la re t a g u a rdia y alistarme con nombre
supuesto en la 4.ª Bandera de la Legión. El tercer juramento por mi proferido es el que acabo de p re s-
tar y que me es el más fácil de todos, ya que tan solo me obliga al
leal desempeño de las funciones administrativas inherentes al
cargo de Se c retario Ge n e r a l .
Q u i e ro hacer presente mi agradecimiento al Sr. Presidente de
este Consejo de Estado por haberme propuesto para el cargo que
acabo de jurar y para el que he sido designado por Real De c re t o
de la Presidencia del Go b i e r n o. Ello aumenta la serie de atencio-
nes con que me viene distinguiendo, como el haberme designado
hace poco más de un año para hablar, ante el entonces Príncipe de
España y hoy Rey D. Juan Carlos con motivo de su visita a este
Consejo, así como al designarme posteriormente vocal del J u r a d o
que concedió el “Premio Pradera - Ma ez t u” de la F u n d a c i ó n
Or i o l - U rq u i j o. Continúa con ello una tradición que me vincula a
su familia con lazos de gratitud. En efecto, en agosto de 1932, su
hermano el M a rqués de Casa Oriol, me preparó la evasión a
Francia, en una gasolinera que de la playa de la Concha de S a n
Sebastián me llevó a San Juan de Luz, para evitar ser detenido a
p r etexto del fracaso del Movimiento acaudillado por el Ge n e r a l
Sa n j u r j o . Y en 1936, semanas antes de iniciarse la guerra, su padre
D. José Luis, me envió una importante cantidad para difundir la
n o vela H é c t o r , que acababa de editar Cu l t u r a Española, con un
documentado prólogo mío que le había causado gran im pre s i ó n .
Ap rove cho esta oportunidad para dejar constancia pública del
agradecimiento que guardo al hoy marqués de Valdeiglesias, quien
habiendo escuchado casualmente mi primer ejercicio en las opo-
siciones a Letrados del Consejo me dijo las siguientes palabras de
aliento: “Le felicito como a futuro compañero”. Y esto sucedía
hace 46 años. Igualmente quiero hacer presente el agradecimien-
to que a mi antecesor D. Alberto M a rtín Artajo, debe el Cu e r p o
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de Letrados de este Consejo ya que, de no haber sido por sus ges-
tiones y dinamismo, secundado por D. Alfonso de Hoyos, actual
duque de Almodóva r, posiblemente el Consejo de Estado hubie-
ra desaparecido al término de la guerra, al embate de las corrien-
tes totalitarias y autocráticas entonces imperantes y que de jaro n
r a s t ro en el carácter meramente voluntario que tuvieron las con-
sultas al restaurado Consejo de Estado en los primeros tiempos de
la postguerra. No me considero merecedor de ocupar el cargo más re l e va n t e
del Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Me he limitado a
cumplir con mi deber en los diferentes puestos que he ocupado,
pues mi ve rdadera vocación, a la que he subordinado todo, con-
siste en el estudio y difusión de los principios fundamentales del
De rec ho Público Cr i s t i a n o. Para tal fin conseguí la colaboración
de Ramiro de Ma eztu, Víctor Pradera y el M a rqués de Qu i n t a n a r
con quienes puse en marcha la sociedad cultural y la r e v i s t a
Acción Es p a ñ o l a , de las que dijo Calvo Sotelo que se habían
hecho acreedoras a la gratitud de España “por haber intelectuali-
zado a las de re c h a s”. Por su parte Eugenio Montes calificó a
Acción Española de “Covadonga espiritual desde la que se estaba
rehaciendo España”. So b re v enido el Alzamiento Nacional fueron asesinados Ma ez -
tu, Pradera y muchos otros destacados colaboradores de la re v i s t a .
En marzo de 1937 publiqué en Burgos, una “ A n t o l o g í a” que
causó sensación. En cabeza llevaba un editorial titulado “Vox cla -
mantis in des ert o”, al que seguían dos autógrafos encomiásticos de
la labor de la revista: el uno del Generalísimo Franco y el otro del
C a r denal primado de T o l e d o. El General D. Fidel Dávila, suscrip-
tor y protector de la revista, que residía en Burgos, me facilitó la
colección completa con que confeccioné la Antología. En el referido editorial había repetido yo los principios que
me obsesionaban. Así se puede leer: “La paz y el p ro g reso, como
la guerra y la anarquía, se fraguan en la región de las ideas. Las
falsas doctrinas propaladas en el siglo
X V I I Ihan dado con nosotr o s
en la tragedia presente. De nada sirven el patriotismo y la buena
voluntad de un gobernante, aunque sea un dictador, si desconoce
la V e rdad política, a cuyo dictado es preciso gobernar. Es p re c i s o
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estudiarla, propagarla y, llegada la ocasión, imponerla, para arri-
bar a puert o ” .
A renglón seguido planteaba yo la hipótesis de que pudiera
repetirse el fatal engaño que entrañaron las Cortes de Cádiz para
los guerrilleros de la Independencia y re p roducía unos versos de
Pemán en su obra “Cuando las Cortes de Cádiz” en que pone en
labios del Filósofo Rancio las siguientes estremecedoras palabras:
“ Mientr as que el pueblo se engaña
con este engaño mar c i a l
de la guerra y de la hazaña
le está royendo la entraña
una traición crimina l …”.
Leído este artículo en el C u a rtel General de Salamanca se me
autorizó a publicarlo siempre que añadiera algunas notas de opti-
m i s m o . Y habiendo accedido a ello acudí a la colaboración de
Rubén D a r í o.
Pues bien, en esta hora en que el pesimismo trata de axfisiar-
me al re c o rdar a mi querida Acción Española asesinada por manos
que se fingieron amigas; a sus maestros y már t i res sepultados en el
voluntario olvido; a La Nación, El Siglo Fu t u ro y La Época m u e r-
tos alevosamente, en tanto que contemplo el impetuoso e incon-
tenido avance de los principios re volucionarios, como en 1937
v u e l vo a acogerme a Rubén para ex c l a m a r :
“… y así sea esperanza
la visión permanen te en nosotro s ” .
Pe r donad, Sr. Presidente, que concluya estas deshil va n a d a s
palabras con los esperanzadores gritos de ¡Dios salve a España! y
¡ Dio s salve al Rey!
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EUGENIOVEGASLATAPIE(†)(*)
El juramento que acabo de proferir es el terc e ro que he pre s-
tado en mi larga vida. El primer juramento lo hice en Melilla, a los 19 años, ante un
regimiento formado ex c l u s i vamente para que yo, teniente auditor
de Guerra, que acababa de ingresar en el Ej é rcito, jurara la bande-
ra. A la solemne interrogación que decía así: “¿Jurais por Dios y
p rometeis al Rey seguir constantemente sus banderas hasta derra-
mar la última gota de vuestra sangre, no abandonar al que os esté
mandando en acción de guerra o preparación para ella?”, contes-
té con un rotundo s íplenamente consciente.
El segundo juramento lo presté en diciembre de 1937 en el
Monasterio de las Huelgas Reales al reunirse para tal fin el primer
Consejo Nacional de F . E . T. y de las J.O.N.S. La fórmula era muy
larga y de gran bar ro q u i s m o. Lo esencial consistía en jurar lealtad
y obediencia al Caudillo. En aras de esa lealtad me consideré obli-
gado, haciéndome eco de las críticas proferidas por personas de
gran solvencia, a redactar una moción que pensaba presentar al
Consejo Nacional, pidiendo fuesen excluidos de todo puesto de
autoridad y mando, los elementos civiles que no hubieran toma-
do parte destacada en la preparación del M ov i m i e n t o. Casi la
mitad de los cincuenta Consejeros me pr e s t a ron verbalmente su
____________
(*)Con este título, de la r edacción, reproducimos las palabras pronunciadas por
E ugenio Vegas con motivo de su toma de posesión como S ecretario General del
Consejo de Estado el once de diciembre de mil novecientos setenta y cinco, inéditas
hasta este momento (N. de la R.).
Verbo, núm. 451-452 (2007), 23-26. 23
Fundaci\363n Speiro
conformidad. Fui convocado para la reunión del Consejo Na c i o -
nal que había de verificarse en marzo de 1938, pero dos días antes
llegó a mis manos un telegrama firmado por el Se c retario de
F . E . T . notificándome haberse publicado en el Boletín Oficial un
d e c r eto destituyéndome del cargo de Consejero. Ello me permi-
tió abandonar de nuevo la re t a g u a rdia y alistarme con nombre
supuesto en la 4.ª Bandera de la Legión. El tercer juramento por mi proferido es el que acabo de p re s-
tar y que me es el más fácil de todos, ya que tan solo me obliga al
leal desempeño de las funciones administrativas inherentes al
cargo de Se c retario Ge n e r a l .
Q u i e ro hacer presente mi agradecimiento al Sr. Presidente de
este Consejo de Estado por haberme propuesto para el cargo que
acabo de jurar y para el que he sido designado por Real De c re t o
de la Presidencia del Go b i e r n o. Ello aumenta la serie de atencio-
nes con que me viene distinguiendo, como el haberme designado
hace poco más de un año para hablar, ante el entonces Príncipe de
España y hoy Rey D. Juan Carlos con motivo de su visita a este
Consejo, así como al designarme posteriormente vocal del J u r a d o
que concedió el “Premio Pradera - Ma ez t u” de la F u n d a c i ó n
Or i o l - U rq u i j o. Continúa con ello una tradición que me vincula a
su familia con lazos de gratitud. En efecto, en agosto de 1932, su
hermano el M a rqués de Casa Oriol, me preparó la evasión a
Francia, en una gasolinera que de la playa de la Concha de S a n
Sebastián me llevó a San Juan de Luz, para evitar ser detenido a
p r etexto del fracaso del Movimiento acaudillado por el Ge n e r a l
Sa n j u r j o . Y en 1936, semanas antes de iniciarse la guerra, su padre
D. José Luis, me envió una importante cantidad para difundir la
n o vela H é c t o r , que acababa de editar Cu l t u r a Española, con un
documentado prólogo mío que le había causado gran im pre s i ó n .
Ap rove cho esta oportunidad para dejar constancia pública del
agradecimiento que guardo al hoy marqués de Valdeiglesias, quien
habiendo escuchado casualmente mi primer ejercicio en las opo-
siciones a Letrados del Consejo me dijo las siguientes palabras de
aliento: “Le felicito como a futuro compañero”. Y esto sucedía
hace 46 años. Igualmente quiero hacer presente el agradecimien-
to que a mi antecesor D. Alberto M a rtín Artajo, debe el Cu e r p o
E U G E NIO V E G A S L ATA PI E
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de Letrados de este Consejo ya que, de no haber sido por sus ges-
tiones y dinamismo, secundado por D. Alfonso de Hoyos, actual
duque de Almodóva r, posiblemente el Consejo de Estado hubie-
ra desaparecido al término de la guerra, al embate de las corrien-
tes totalitarias y autocráticas entonces imperantes y que de jaro n
r a s t ro en el carácter meramente voluntario que tuvieron las con-
sultas al restaurado Consejo de Estado en los primeros tiempos de
la postguerra. No me considero merecedor de ocupar el cargo más re l e va n t e
del Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Me he limitado a
cumplir con mi deber en los diferentes puestos que he ocupado,
pues mi ve rdadera vocación, a la que he subordinado todo, con-
siste en el estudio y difusión de los principios fundamentales del
De rec ho Público Cr i s t i a n o. Para tal fin conseguí la colaboración
de Ramiro de Ma eztu, Víctor Pradera y el M a rqués de Qu i n t a n a r
con quienes puse en marcha la sociedad cultural y la r e v i s t a
Acción Es p a ñ o l a , de las que dijo Calvo Sotelo que se habían
hecho acreedoras a la gratitud de España “por haber intelectuali-
zado a las de re c h a s”. Por su parte Eugenio Montes calificó a
Acción Española de “Covadonga espiritual desde la que se estaba
rehaciendo España”. So b re v enido el Alzamiento Nacional fueron asesinados Ma ez -
tu, Pradera y muchos otros destacados colaboradores de la re v i s t a .
En marzo de 1937 publiqué en Burgos, una “ A n t o l o g í a” que
causó sensación. En cabeza llevaba un editorial titulado “Vox cla -
mantis in des ert o”, al que seguían dos autógrafos encomiásticos de
la labor de la revista: el uno del Generalísimo Franco y el otro del
C a r denal primado de T o l e d o. El General D. Fidel Dávila, suscrip-
tor y protector de la revista, que residía en Burgos, me facilitó la
colección completa con que confeccioné la Antología. En el referido editorial había repetido yo los principios que
me obsesionaban. Así se puede leer: “La paz y el p ro g reso, como
la guerra y la anarquía, se fraguan en la región de las ideas. Las
falsas doctrinas propaladas en el siglo
X V I I Ihan dado con nosotr o s
en la tragedia presente. De nada sirven el patriotismo y la buena
voluntad de un gobernante, aunque sea un dictador, si desconoce
la V e rdad política, a cuyo dictado es preciso gobernar. Es p re c i s o
LO S J U RA M E NT O S DE M I V I D A
25
Fundaci\363n Speiro
estudiarla, propagarla y, llegada la ocasión, imponerla, para arri-
bar a puert o ” .
A renglón seguido planteaba yo la hipótesis de que pudiera
repetirse el fatal engaño que entrañaron las Cortes de Cádiz para
los guerrilleros de la Independencia y re p roducía unos versos de
Pemán en su obra “Cuando las Cortes de Cádiz” en que pone en
labios del Filósofo Rancio las siguientes estremecedoras palabras:
“ Mientr as que el pueblo se engaña
con este engaño mar c i a l
de la guerra y de la hazaña
le está royendo la entraña
una traición crimina l …”.
Leído este artículo en el C u a rtel General de Salamanca se me
autorizó a publicarlo siempre que añadiera algunas notas de opti-
m i s m o . Y habiendo accedido a ello acudí a la colaboración de
Rubén D a r í o.
Pues bien, en esta hora en que el pesimismo trata de axfisiar-
me al re c o rdar a mi querida Acción Española asesinada por manos
que se fingieron amigas; a sus maestros y már t i res sepultados en el
voluntario olvido; a La Nación, El Siglo Fu t u ro y La Época m u e r-
tos alevosamente, en tanto que contemplo el impetuoso e incon-
tenido avance de los principios re volucionarios, como en 1937
v u e l vo a acogerme a Rubén para ex c l a m a r :
“… y así sea esperanza
la visión permanen te en nosotro s ” .
Pe r donad, Sr. Presidente, que concluya estas deshil va n a d a s
palabras con los esperanzadores gritos de ¡Dios salve a España! y
¡ Dio s salve al Rey!
E U G E NIO V E G A S L ATA PI E
26
Fundaci\363n Speiro