Índice de contenidos

Número 577-578

Serie LVII

Volver
  • Índice

Guilhem Golfin, Babylone et l’effacement de César

Guilhem Golfin, Babylone et l’effacement de César, París, Éd. de L’Homme Nouveau, 2019, 128 págs.

Guilhem Golfin, profesor de Filosofía, colabora regularmente en las páginas de Catholica y de L’Homme Nouveau. Es autor de un libro notable, ya reseñado en estas páginas, sobre la soberanía y el desorden político, temática conexa con la del presente, que –sin embargo– como se reconoce por el autor expresamente no es simple continuación del anterior, de manera que nada obsta que el lector primero se las vea con éste antes de afrontar la lectura del otro.

El autor, ante el problema de la globalización, que los franceses prefieren llamar mundialización, no se instala en el ámbito de la economía, o aun de la crematística, sino que pretende abordarlo desde el ángulo político. Así, ve en ella una organización de las relaciones internacionales que quiere someter a los pueblos al diktat de la economía liberal-capitalista y, por este medio, a la dominación de una plutocracia. Subyace a ella además una hybris colectiva dirigida hábilmente por una minoría y compartida por todo el Occidente. El inevitable tema de la nación aparece también por aquí, no al modo voluntarista, sino como el dato inexorable de la existencia de los pueblos que la mundialización –por más que quisiera– no podría cambiar. Lo que cambian son las relaciones entre los pueblos que ésta quiere organizar. Y es allí –dice– donde debe intervenir la política, para poner orden. Porque la mundialización tiene que fracasar, por antipolítica, y porque los pueblos no pueden reducirse a meros nexus en el seno de la organización comercial. La democracia, en este contexto, resulta una gran impostura moderna. No porque el gobierno siempre haya estado en manos de minorías, lo que constituye una ley histórica, sino porque en el seno de la modernidad esa minoría ha sido además una oligarquía plutocrática. La mundialización, desde este punto de vista, sólo exacerba esta constante de la modernidad política.

Si hubiera de resumirse este libro, bien interesante, con las palabras de su autor, podría decirse que el principio de la mundialización es la negación de la política, esto es, en la práctica, su relativización e instrumentalización, en beneficio de lo económico. Esta negación halla su origen y su justificación oficial en una deficiente organización anterior que ha hecho advertir la política como un mal. La mundialización se presenta como una respuesta al problema, pero en realidad no hace sino precipitar las consecuencias al ser la radicalización de la plutocracia liberal.

Vicente BERROCAL