Índice de contenidos

Número 55

Serie VI

Volver
  • Índice

Extractos de la encíclica Divini Redemptoris

EXTRACTOS DE LA ENCICLICA
"DIVINI REDEMPTORIS"
La promesa de uÍl Redentor ilumina la primera página de la historia
de
fa humanidad¡ por eso la segura esperanza de tiempos mejores alivió -el
pesar del paraíso Perdido (l) y acompañó al género humano en su atri­
bulado camino, hasta que, cuando vino la plenitud de los tiempos (2), el
Salvador del mundo, viniendo a la tierra, colmó la expectación ·e illaug\lró
Una nueva civilización universal, la civilización crístiana, inmeILsamenté
superior a la que hasta entonces trabajosamente· había alcanzado el hombre
en algunos pueblos más privilegiados.
2. Pero, como triste herencia del pecado original; quedó en el niundo
1a lucha entre el bien y el mal; y el antiguo tentador nunca ha desistid()
de engañar a la humanidad con falaces prorilesaS. Por eso en el · curso
de los siglos se hah ido sucediendo unas a otras las convulsiories hasta
llegar a la revolución de nuestros días~ desencadenada ya, o que amenaza,
puede decirse,
en tódas partes · ~ que supera en amplitud y violencia a
cuanto hubo de sufrirse
· en las precedentes persecuciones contra la Iglesia..
Pueblos enteros están
en peligro de caer de nuevo eri una barbarie pOOr
que aquella en que aún yacía la mayor parte del mundo al aparecer el
Redentor.
3. Este peligi-o tan amenazador, ya lo habéis comprendido, Venerables
Hermanos, es
el comunismo bolchevique y ateo, que tiende a derrumbar
el orden social y a socavar los fundamentos mismos de la civilización
cristiana.
l. ACTITUD .D)t LA foLESIA.
Condenaciones anteriores.
4. Frente a esta amenaza, la Iglesia católica· no podía callar y no
calló.
No calló, sobre todo, esta Sede Apostólica, que sabe -cómo su misión
especialísima es la defensa de
la verdad y de la justicia-y de todos aquellps
bienes eternos que el comunismo ateo desconoce -y combate. -Desde-los
tiempos en que algunos grupos intelectuales pretendieron. liberar la civili­
zación humana de las cadenas de la moral y de la religión. Nuestros
Predecesores llamaron, abierta y explícitamente, la atención del mundo sobre
las consecuencias de la
descristianización de la sociedad humana. Y.. por
lo que hace al comunismo, ya desde el
1846 Nuestro venerado Predecesor
(I) Cf. Gen. 3, .:a3.
(2) Gal. 4, 4.
321
Fundaci\363n Speiro

PIO XI
Pío IX, de s; m,, pronunció una solemne .. cohdenación, confirmada después
en el Syllabus, contra la nefanda doctrina del llamado comunismo, tan
cantrCPria al mismo derecho natwral, la cual, una vez a&mitida, llevaría a
la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y
aun de la misma sociedad huma,na. (3). Más tarde, otro Predecesor Nuestro,
de Í. m., León XIII,-en la encícli~a Quod Apostolici muneris, lo definía
mortal pestilencia que serpentea por las más intimas entrañas de la so­
ciedad humana y. conduce al peligro .extremo de la ruina; y con clari­
videncia indicaba que el ateísmo de las masas populares en la época del
teciiicismo, traía su origen de aquella filosofía, que de siglos atrás se
afanaba por lograr que la ciencia y la vida se separasen de 1a fe y" de
la Iglesia.
7. Una vez más, por lo tanto, queremos Nos exponer en breve sín­
tesis los principios del. comunismo ateo, tal como se manifiestan princi­
palmente en
el bolchevismo, y mostrar sus métodos de acción ; contrapo­
nemos a esos falsos principios la luminosa doctrina de la Iglesia e
inculcamos de nuevo, con insistencia, los medios con los que la civilización
cristiana, la única C ivitas verdaderamente humana, puede librarse de
este satánico azote y desarrollarse mejor para
el verdadero bienestar de
la sociedad humana.
11. DOC'tRINA Y FRUTOS DEI, COMUNISMO.
Falso ideal.
8.
El comunismo de 'hoy, de modo más acentuado que otros movi­
mientos similares del pasado, contiene en sí una idea de falsa redención.
Un seudoideal de justicia, de· igualdad y de fraternidad en el trabajo,
itllpregna toda su doctrina y toda su actividad con cierto falso misticismo
que comunica a las masas, halagadas
Por falaces promesas, un ímpetu
y entusiasmo contagiosos, especialmente en tiempos como los nuestros,
en los que a la defectuosa distribución de los bienes de este mundo
ha
seguido una miseria, que no es la normal. Más aún, se hace gala de este
seudoideal, como si él hubiera sido el iniciador de cierto progreso eco­
nómico, el cual, cuando es real, se explica por otras causas muy dis­
tintas : como son
la intensificación de la producción industrial en países
que casi carecían de ella, la explotación
d"e enormes riquezas naturales,­
y
el uso de métodos inhumanos para efectuar grandes trabajos a poca
costa.
(3) Ene. Qui pluribus 9 nov. 1846; Acta Pii IX 1, 13. Cf. Syllobus, pr. 4:
A. S. S., 3, 170,
322
Fundaci\363n Speiro

DIVINI REDEMPTORlS
Lo que sería la sociedad.
12. ¿ Qué sería, pues, la sociedad humana basada sobre tales fun­damentos materialistas? Stería una cole~".,.idad sin más jerarquía que fa del sistema económico. Tendría como única misión la de producir bienes
por medio del trabajo colectivo, ¡y como único fin el goce de los bienes
de la tierra en un paraíso en el que cada cual daría según sus fuerzas y recibiría según .sus necesidades. El com1Jnismo reconoce· a la colecti­
vidad el derecho, o más bien, el arbitrio Ilimitado de obligar a los in­dividuos al trabajo colectivo, sin atender a su bienestar particular, aun contra su voluntad y hasta con la violencia. En esa sociedad, _tanto .4i moral como el orden jurídico ya no serían sino una emanación Q.el sistema económico de cada momento; es decir, de origen terreno, mu­
dable y caduco.
En una palabra: se pretende introducir una nueva época
y una nueva civilización, fruto exclusivo de una evolución ciega -una humanidad sin Dios.
13. Cuando ya todos hayan adquirido las cualidades colectivas, y en aquella utópica sociedad no haya_ diferencia alguna de clases, el Estado político, que ahora se concibe sólo como instrumento de la dominación
de los capitalistas para esclavizar a los proletarios, perderá. toda su razón
de ser y «se disolverá»; pero hasta que no se realice aquella feliz con­
dición, el Estado y el poder estatal es para el comunismo el medio más eficaz y universal de conseguir su fin.
Promesas deslumbradoras.
15. Pero ¿ cómo un tal sistema, anticuado ya hace mucho tiempo eh el terreno científico, desmentido por la realidad de los hechos, cón,-_o -decimos-semejante sistema ha podido difundirse tan rápidamente en
todas las partes del mundo? La explicación está en el hecho de que SO!). muy pocos los que han podido penetrar en la verdadera naturaleza del
comunismo; los más, en cambio, ceden a
la tentación, hábilmente pre­sentada bajo promesas las más deslumbradoras. . . . ~ . . . . . . . . . . . . . .
Propaganda astuta y vastísima.
17. Además, esta difusión tan rápida de las ideas comunistas, que
se infiltran en todos los países,
grandes y pequeños, civilizados o retra­sados, de modo que ningún rincón de la tierra se ve libre de ellas, se
explica por una propaganda verdaderamente diabólica, tal como jamás conoció el mundo: propaganda dirigida desde un solo centro y hábil­
mente -adaptada a las condiciones de los diversos pueblos; propaganda que
323
Fundaci\363n Speiro

PIO XI
dispone de grandes medios económicos, de organizaciones gigantescas,
de congresos internacionales, de innumerables fuerzas bien adiestradas ;
propaganda que se hace en folletos y revistas, en el
cinematógrafo y en
el teatro, en la radio, en las escuelas y hasta en las Universidades, y
que penetra poco a poco en todas las clases sociales, aun en las más sanas,
sin que se aperciban casi del veneno que insensiblemente va infiltrándose
cada vez más en todos los espíritus y en los corazones todos.
Conspiración del silendo.
18. Un tercer y muy poderoso factor contribuye a la intensa difu­
sión del comunismo : esa verdadera conspiración del silencio en la mayor
parte de la Prensa mundial no católica. Decimos conspiración, porque
no se puede explicar de otro modo que una Prensa tan ávida de poner
de relieve aun los más menudos_ incidentes cotidianos, haya podido pasar
en silencio, tanto tiempo, los horrores
cometidos en Rusia, en Méjico y
también en gran parte de España, y hable relativamente tan poco de
organización inundial tan vasta como el comunismo moscovita. Silencio
debido
en parte a razones de una polític.a poco previsora; silencio, apo­
yado por diversas organizaciones secretas
que hace tiempo tratan de
destruir el orden social cristiano.
20. También a11í donde, como en nuestra queridísima Espaiía, el
azote comunista no ha tenido aún tiempo para hacer sentir todos los
efectos de sus teorías, se ha desencadenado, en desquite, con la violencia
más furibunda.
No ha derribado alguna que otra iglesia, algún que otro
convento ; sino que siempre que le fue posible, destruyó todas
las iglesias,
todos los conventos
y hasta toda huella de religión cristiana, aunque se
tratase de los más insignes monumentos del arte y de la ciencia. El furor
comunista no se ha limitado a matar Obispos y millares de sacerdotes,
de religiosos y religiosas, escogiendo precisamente a los que con mayor
celo se ocupaban de los Obreros
y de los pobres ; sino que ha hecho un
número mucho mayor de víctimas entre los seglares de toda clase, que
aun ahora son asesinados cada día,
en masa, por el mero hecho de ser
bueri.os cristianos, o, al menos, contrarios al ateísmo comunista. Destruc­
ción
tan espantosa se lleva a cabo con un odio, una barbarie y una fe­
rocidad que no se hubiera creído posible en nuestro
siglo.-Todo hombre
de buen juicio, todo hombre de Estado, consciente de su responsabilidad,
temblará de
horror al pensar que cuanto hoy su~ede en España, t_al _vez
pueda repetirse mañana en otras naciones civilizadas.
Frutos nO.tuial~S· del sistema.
21. Ni· sé· diga ·que tales atrocidades son un fenómeno transitorio,
QUe suele· ácompañar a todas las grandes revoluciones, ó excesos aislados
di;: eiaspet'ación, comunes -a toda guerra; no, son frutos naturales de un
324
Fundaci\363n Speiro

DIVINI REDEMPTORIS
s.i_st_ema falto de todo freno interior. El hombre, individual y socialmente,
n~!'!sita. un freno. Hasta los pueblos biµ"baros 'tuvieron ese freno en fa_
ley _natural, _esculpida_ por Dios ~ _el al~ _de todo hombre. ·y cuando
esta ley natural f-g.e_ mejor observada, se _vi_o cómo ~tiguas naciOnes se
levantaban a una grandeza que deslumbra aún, más de lo que convendría,
a ciertos observadores superficiales de la historia humana. Pero cuando
del
corazón de los hombres se arranca hasta la idea misma de Dios, las
pasiones desbordadas los empujarán necesariamente a· la barbarie
más
feroz.
Lucha contra todo lo dfvfoo.
22. Ese es, desgraciadamente, el espectáculo qué colltemplamos : ··por
priniérá. vez ·en la historia, asistimos a un.a lucha· fríámerite" inténtada y
arteramente preparada por el
hombre ·contra todo lo que es divino (12).
El
terrorismo.
23. Pero no se pisotea impunemente la ley natural, ni al Autor de
ella:
el comunismo no ha. ·JK)dido-ni podrá.· realizar su ideal, ni siquiera en
el campo puramente económico. Es· verdad que en Rusia ha ·contribuido
a liberar hombres y cosas de
una larga y secular inercia¡ y a ·Obtener con
toda suerte de medios, frecuentemente sin escrúpulos, algún éxito ma­
terial; pero sabemos Por testimonios no sospechosos,· -algunos muy re­
cientes,
que, de hecho, ni en eso siquiera ha obtenido el -fin que había
prometido; esto, dejando aparte la esclavitud que el terrorismo
ha im­
puesto a millones de hombres.
Aun en el campo económico es· necesaria
alguna
moral, algún sentimiento moral de responsabilidad, para el cual
no hay· lugar en un sistema puramente materialista, como el comunismo.
Para sustituir tal sentimiento, ya no queda sino ·el terrorismo, como el
que ahora vemos en
Rusia. donde antiguos camaradas de conspiración y
de fucha se destrozan unos á otroS ; terrorismo que, además, no logra
contetler, no ya la corrupción de 1as costumbres, pero tampoco ta: diso~
lución del organismo social.
Paternal recuerdo.
24.
Al hablar así, no queremos en modo alguno condenar en_ .masa
a los pueblos
de_ la Unión Soviética, por los que sentimos el más vivo
afecto· paternal. Sabemos que no pocos de ellos ·gimen
bajo :el duro' yugo
impuesto a la fuerza
por hombre~ en su mayoría extraños a _-los ver­
daderos intereses del país;' y ·reconocemos que -otros muchos han. , si.do
(12) Cf .. 2 Thess. 2, 4.
Fundaci\363n Speiro

PIO XI
engafiados eón falaces esperanzas. Lo que Nos condenamos, es el sistema,
sus autores y sus fautores que han considerado a Rusia como el terreno
más apto para poner en práctica una teoría elaborada ya hace decenios,
y que desde allí siguen propagando por todo el mundo .
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Suprema realidad: Dios.
26.
Por encima de toda otra realidad está el sumo, único, supremo
Ser, Dios, Creador omnipotente de todas las cosas, Juez infinitamente
.sabio y justo de todos los hombres.
Esta füprema realidad, Dios, es la
condenación más absoluta de las desvergonzadas mentiras del comunismo.
Y no es que Dios exista, porque así los hombres lo creen; sino porque
El existe, creen en El y elevan a El sus súplicas cuantos no cierran vo­
lwitariamente los ojos ante la verdad.
Hombre y familia.
27. Cuanto a lo que la razón y ta·· fe dicen del hombre, Nos lo he­
mos expuesto en sus puntos fundamentales en la Encíclica sobre la edu­
cación cristiana (13). El hombre tiene un alma eSl)iritual e inmortal-; es
una persona, adornada admirablemente por el Creador con dones
de
cuerpo y de espíritu,. un verdadero -microcosmos, como decían los antiguos,
esto es,
uo pequeño mundo, que excede con mucho en valor a todo el
inmenso mundo inanimado. Dios sólo es su
'último fin, en esta vida y en
la
otra; la gracia santificante lo ~leva al ,grado de hijo de Dios ~ lo
incorpora al reino de Dios en
el cuerpo místico de Cristo. Además, Dios
lo
ha dotado con múltiples y variadas prerrogativas·: derecho a la vida,
a la integridad del cuerpo, a los medios necesarios
para la existencia ;
derecho de tender
a su último fin por el camino trazado por Dios ; de­
recho de asociación, de propiedad
y del uso de la propiedad.
28. Asi como el matrimonio
y el derecho a su uso natural son ·de
origen divino, así también la coristitución y prerrogativas fundamentales
de la familia
han sido determinadas y. fijadas por el Creador mismo, _no
por voluntad humana ni por factores económicos. De esto hemos hablado
largamente en
la Encíclica sobre el matrimonio cristiano (14) y en la
otra,
ya citada, sobre la educación.
l Qué ee la sociedad?
29. Al mismo tiempo Dios destinó también al hombre para vivir en
la sociedad civi_l, exigida por su propia naturaleza. En el plan del Creador,
la sociedad es un
·medio natural_ (_lU~ el hombre puede · y debe usar para
(13) Ene. Dirñnl illivs Magistri 31 dec. 1929: A. A. S. 22 (1930), 49-86.
(14) Ene. Casti conKwhii Jl dec. 1930: A. A. S. 22, 539-582,
326
Fundaci\363n Speiro

DIVINI REDEMPTORIS
obtener su fin, pues la sociedad iutmana es para el hombre, y no al con­
trario. Lo· cual no ha de entende1·se en el sentido del liberalismo indi­
vidualista, que subordina
la sociedad al uso egoísta del individuo; sino
sólo en el sentido de que, por la unión orgánica con
la sociedad, se haga
posible a todos, mediante la mutua colaboración, la realización de la ver­
dadera felicidad terrena; · además, que en la sociedad se desarrollan todas
las cualidades individuales y sociales innatas en la naturaleza humana, las
cuales,' superando e1 interés inmediato del momento, reflejan en la socie­
dad la perfección ''divina, lo cual no puede verificarse en el hombre ais­
lado. Pero aun esta finalidad dice, en último análisis, relación al hombre,
para que; al reconocer éste el re:8.ej o de la perfección divina, lo con­
vierta en alabanza y adoración del Creador. Sólo -y no la colectividad
en
sí-, sólo el hombre1 la persona humana, está dotado de razón y de
voluntad moralmente libre.
32. En la misma Encíclica demostramos que los medios para salvar
al mundo actual de
la triste ruina. en que el liberalismo amoral lo ha
hundido1 no consisten ni en la lucha de clases ni en el terror1 mucho me­
nos
aún en el abuso autocrático del poder estatal1 sino en la penetración
de
la justicia social y del sentimiento de la car:idad cristiana en el orden
económico
y social. Demostramos cómo debe restaurarse la verdadera
prosperidad según los principios
de un sano -corporativismo que respete
la debida jerarquía social, y cómo todas las. corporaciones deben unirse
en unidad armónica, inspiradas en el principio del bien común de la
sociedad. La misión más genuina y principal del poder público y civil
consiste
en promover eficazmente la armonía y la coordinación de todas
las fuerzas sociales.
Jerarquía social y prerrogativas del Estado.
33. Para asegurar esta colaboración orgánica y llegar a la tranqui­
lidad,
la doctrina católica reivindica para el Estado la dignidad y autori­
dad de defensor vigilante y previsor de los derechos divinos y humanos,
sobre los que
la Sagrada Escritura y los Padres de la Iglesia insísten
con
tanta frecuencia. No es verdad que todos tengan derechos iguales
en la sociedad civil, y que
no exista jerarquía legítima. Bástenos recor.dar
las Encíclicas de León
XIII, antes citadas, especialmente las relativas
al poder del Estado (18) y a la constitución cristiana del Estado (19). En
ellas encuentra el católico luminosamCilte· expuestos los principios de la
razón y de la fe, que ]e harán capaz de defenderse contra los errores
y los peligros
de la concepción estatal comunista. La expoliación de los
derechos_ y
la esclavizadón del hombre, la negación del origen trascen­
dente y primigenio del Estado y del poder estatal, el horrible abuso del
(18) Ene, Diuturnum illud 29 iun. 189L
{19) Ene. lmmortale Dei I nov. 1885.
327
Fundaci\363n Speiro

PIO XI
poder, público . al ~ervicio d~l ter;rorismo colectivis.ta.. son precisamente
todo lo
.. contrario de Jo que exigen la ética natural y_ la, volnntad del
Creador. Tanto
la· persona humana como. la sociedad civil tienen su origen
C1J. el .Creador, que. las ha ordenado mutuamente_ la una _pa,a_ la otra;
por consiguiente, ;ninguna_ .de las dos puede eximirse de lqs deberes co­
rrelativos,., ni negar . o-disminuir sus derechos. El Creador mismo ha
regQla-do esta mutua .relación en sus líneas fur.damentales, y es una in­
justa usurpación la que se a_rroga el comunismo al imponer, en lugar de
la ley divina, ba~;ada. en . .los inmut_ables principios_ de ·la_ verdad y de la
caridad; un .programa. político de __ partido, que cütnana del arbitrio· humano
y, está ;lleno: de odio.,
BelleZa de e~ta ' doétt'ina de la Igl"é8i8.
34. La: Iglesia, al enseñar esta luminosa doctrina, no tiene otra mira
que
la de; _realizar _el feliz anuncio cantado por los ángeles sobre la fruta
de
Belén al nácéi el Redentor: Gloria a Dios... y... paz a los howu-­
br,e; .... · (?()); paz verdadera y ·verdadera felicidad, aun aquí abajo, en
cµanto· es posible, Con miras y preparación a la felicidad eterna; pero
paz
r'eservad.a a los ·hombres dé buena voluntad.· Esta ·doctrina se aparta
tanto de los errores extremos como de las exageraciones de
los' partidos
políticos
y · de_ sus teorías y métodos ; y aquélla se mantiene siempre en
el equilibl"io de la verdad y de la justicia; equilibrio que reivindica en
la teorí3, 3plica y promueve en la · práctica, al conciliar los derechos y
los debéres de los Ullos Con los de los otros, como la autoridad con la
libertad,
la dignidad· dél individuo con la del Estado, la personalidad
humana en el súbdito c'on la -representación divina en el superior ¡y, por lo
tanto,
la sumisión debida, y el amor ordenado de sí y de la familia y
de la patria, con el amor de la.s demás familias y pueblos, fundado en
el amor de
Dios, Padre de todos, _primer principio y último fin. La justa
preocupación de los bienes temporales no separa de la solicitud por los
eternos.
Si subordina los primeros a los segundos, según la palabra de
su, pivino 'Fµndador_: B'lfScad· primero el reino de Dios y su justicia, y
todo lo demás se os dará: por añadidwa (21), está, sin embargo, muy lejos
de_ desintere_sarse de las cps_as _ humanas y de iill_pedir el progreso y laS
ventaj_as materiales ,_ de la : sociedad, antes bien las ayuda y las promueve
del modo más
razorlab.\e y· e_ficaz. As_í, en el terreno eco0:6mico y social,
aunque· jamás
_hay-a pi;<;Jl~ta~?: . .1~ Iglesia un determinado sistema técnico,
por no ser de·
~ inc~t,Jl~ntj_ prin_cipios y las norn:,¡.is que, , auii .adn_iitiendo de hecho las más diversas
aplicacio~1es concr~:, según las' varias condiciones de · tiempos, lugares
y pueblQS, · 4i4ican d.-ca-µtlno seguro, para obt_tmer el feliz progfeso de la
s9ciedad. :: ,_.;;\,·' · ·
;.! ••.. · •.. , •, .• _;,,:;:-¡.,_:•' •• ·," ••
(20) Luc. 2, 14.
(21) Mat. 6, 33,
328
Fundaci\363n Speiro

DIVINI REDEMPTORIS
¿Ha obrado la Iglesia conforme a esta doctrina?
36. Pero los enemigos de la Iglesia, ·aunque obligados a reconocer la
sabiduría
de su doctrina, acusan-a · la Iglesia de no haber sabido obrar en
conformidad con sus principios, y por ello afirman que hay que buscar
otros caminos. Toda· la historia del Cristianismo demuestra
la falsedad
e injusticia de esta acusación.
Nos referimos sólo, ahora, a algunos he­
chos característicos: el .Cristianismo fue el primero en proclamar, en una
forma, amplitud y conVicción de los siglos precedentes, la verdadera y
universal fraternidad "de todos los hombres de cualquier condición y es­
tirpe; así contribuyó poderosamente a la abolición de la esclavitud, no
con revoluciones sangrientas, sino por la fuerza interna de su doctrina,
(Jue a la soberbia patricia romana le hacía ver en su esclava una herma­
na suya en Cristo. Fue el Cristianismo, que ad Ora al Hijo de· Dios hecho
hombre por amor
de ·los hombres y convertido en Hijo del Artesan.o,
más aún, Artesano también El mismo, fue el Cristianismo el 'que
elevó el trabajo manual a su verdadera dignidad; aquel trabajo ma11ua1,
antes tan despreciado que hasta el probo Marco Tulio Cicerón, resu­
miendo
la opinión general de su tiema;io, no vaciló en escribir estas pa­
labras, de las que hoy se avergonzaría todo sociólogo: Todos los ·artesanos
.se ocupan. en oficias despreciables, puesto que en el taller no puede· haber
nadD de ,wb/e (23).
38. Se ·puede decir, en verdad, que la Iglesia, a semejanza de "cristo,
pasa a través de los siglos haciendo bien a todos. _No habría ni socia­
lismo ni
comunismo, si quienes gobiernan los pueblos llo hubieran des­
preciado las enseñanzas y
las· maternales advertencias de la Iglesia; pero
ellos han pt"eferido construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo
otras construcciones sociales, que paredan a primera vista potentes y
grandiosas, pero que
· muy _pronto se ha visto cóino carecían de sólidos
futldamentos ¡ por lo que una tras otra se van deri-umbando ~serable­
mente, como tiene que derrumbarse todo cuanto no se apoya sobre la
única piedra angular que es Jesucristo.
Renovación -de la vida cristiana.
41. · Como en los per.íodós más borrascosos de Ia historia de 13. Iglesia,
asl
hoy-todavía el· remedio fundamental·está·en una sincera renovación de
la, Vldá .privada y pública, Según los··principios 'del Evangelio, en tci.dos
aquellos que se glorían de pérteiieC.er ·at redil de Cristo, 1)ara que sean
verdaderamente la sal de la tierra que preserva a la sociedad humana
de una corrupción total.
329
Fundaci\363n Speiro

PIO XI
57. . .. Al princ1p10, el comunismo se mostró cual era en toda su per­
versidad; pero pronto cayó en la cuenta de que con tal proceder alejaba
de sí a los pueblos, y por esto ha cambiado de táctica y procura atraerse
las muchedumbres -con diversos engaños, ocultando sus designios bajo
ideas que en sí
mismas son buenas y atra"yentes. Así, ante el deseo ge­
neral de paz, los jefes del comunismo fingen ser los más celosos fautores
y propagandistas del movimiento por la paz mundial ; pero al mismo
tiern¡p,o excitan a una lucha de clases que hace correr ríos de sangre, y
sintiendo que no tienen garantías· internas de paz, recarren a annamentos
ilimitados. Así, bajo diversos nombres-y sin alusión alguna al comunismo,
fundan asociaciones y periódicos que luego no sirven s,ino para lograr
que sus ideas vayan penetrando en medios que de otro modo no les serían
fácilmente accesibies; y -pérfidamente procuran infiltrarse hasta en aso­
ciaciones abiertamente católicas
y religiosas. Así, en otras partes, sin
renunciar en lo más mínimo á. sus perversos principios, invitan a los
católicos a
colaborar con ellos en el cam¡po llamado humanitario y cari­
tativo, a veces
pr_oponiendo cosas completamente conformes al espíritu cris­
tiano y

a _ la doctrina de la Iglesia.
En otras partes llevan su hipocresía
hasta hacer creer que el comunismo en los países de mayor fe o de
mayor
cultura tomará un aspectO más suave, y no impedirá el culto re­
ligioso y res,petará la libertad de conciencia. Y hasta hay quienes, refi­
riéndose a ciertos, cambios introducidos recientemente
en la legislación
soviética, deducen
que el comunismo-está ya para abandonar su programa
de lucha contra Dios.
58. Procurad., Venerables Hermanos, que los fieles no se dejen en­
gañar. El comunismo es intrínsecamente perverso; y no se puede admitir
que colaboren con
él, en ningún terreno, qu_ienes deseen salvar la civiliza­
ción cristiana.
Y si 3.lgunos inducidos al error, cooperasen a la victoria
del comunismo en sus
paiis;s, serían los primeros en ser víctimas de su
ceguera
j y cuanto las regiones, donde el comunismo consigue penetrar,
más se distinguan por la anti.giüedad y la grandeza de su civilización
cristiana, tanto más devastador
se manifestará allí el odio de los sin Dios.
Oración y penitencia.
59. Pero Ji el Señor no guarrdare la ciudad, en vano vigila el centi­
nela (41). Por esto, como último y poderosísimo remedio, .os recomenda­
mos, Venerables Hermanos, que en vuestras diócesis promováis e inten­
sifiquéis
del modo más eficaz el espíritu de oración, unido a la penitencia
cristiana. Cuando los·
Apóstoles preguntaron al Salvador por qué no habían
podido librar del espíritu maligno a un endemoniado, les respondió el
Señor: Tales demonios no se lanzan más que con la oración y el ayuno (42).
(41) Ps. 126, 1.
(42) Mat. 17, 20.
330
Fundaci\363n Speiro

DIVINI REDEMPTORIS
Tam,poco podrá ser vencido el mal que hoy atormenta a la humanidad sino
con wna santa y universal cruzada de oración y de penitencia; y reco­
mendamos singularmente a las Ordene's contemplativas, masCUilinas y fe­
meninas, que redoblen
sus súplicas y sacrificios para impetrar del cielo
una poderosa ayuda a la Iglesia en las luchas presentes, con la podel'osa
intercesión de la Virgen Inmaculada, la cual, as~ como un día aplastó
la cabeza
de la antigua serpiente, así también es hoy segura defensa e
invencible Auxilio de los cristiaWJs.
V. MINISTROS Y AUXILIARES DE ESTA OBRA SOCIAL DE LA foLESIA.
Sacerdotes.
60. Para la obra mtmdial de salvación que hemos venido describiendo,
y para la aplicación de los remedios que quedan br_evemente apuntados,
los sacerdotes son los
que ocupan el primer puesto entre los ministros y
obreros evangélicos designad0s por e1 divino Rey J esUlcristo. A ellos, por
vocación especial, bajo
1a guia de los Sagrados Pastores, y en unión de
filial obediencia al Vicario
de Cristo en la tierra, se les ha confiado el
cargo de tener encendida en el rrrundo la antorcha de la fe y de infundir
en los fieles aquella confianza sobrenaturr-al con que la iglesia,
en nombre
de Cristo,
ha -combatido y vencido tantas otras batallas. Esta es la vic­
toria. que vence al mundo, nuestra fe (43).
Llamamiento a todos.
72. Pero en esta lucha, empeñada por el poder de las tinieblas contra
la idea misma de la Divinidad, querernos Nos esperar que, además de
todos
los que se glorían del _nombre de Cristo, se muestren dispuestos
también cuantos creen
en Dios y lo a-doran, que son aún la in.n:µ!nsa
mayoría de los hombres. Renovamos, por lo tanto. el llamamiento que
hace
ya cinco años lanzamos en Nuestra encíclica C aritate Christi, a fin
de que también ellos concurran leal y cordialmente por su parte para
apartar de la hufflanidad el gran peligro que a todos mmenasa. Porque
-como decíamos entonces-el creer en Dios es el fundamento firmísimo
de todo orden social y de toda responsabilidad en la tierra, y por esto,
cuantos no quieren la anarqwía y el terror deben con toda-energía con­
sagrarse
ai que los enemigos de la religión no consigan el fin que con
·tanta· claridad han proclamado (47).
(4;,) Ene. Caritate Christi 3 maii 1932: A. A. S. 24, 184.
331
Fundaci\363n Speiro

PIOXI
Deberes dél Estado cr1st1ano.
Ayudar a la Iglesia.
73. Hemos expuesto, Venerables Hermanos, la tarea posit~va, de orden
doctrinal s práctico a la vez, que la lgle~ia asume para sí, en virtud de
la misión que Cristo le confió de construir la sociedad cristiana, _ y, en
nuestros tiempos, de combatir
y desbaratar los · esfuerzos_ del comunismo;.
y hemos dirigido un llamamiento a todas y cada una de las clases de la
sociedad. A esta misma empresa espiritual de la Iglesia debe el Estado
cristiano conCUlI'rir positivamente, ayudando en su empefio a la Iglesia
con-los medios que Ié· son propios; medios exteriores ·ciertamente, pero
que también se refieren no menos, en primer lugar, al bien de las almas.
74. Pbr esto los Estados pondrán todo cuidado en impedir que la
propaganda atea, que destruye todos los fundamentos del orden, haga es­
tragos
· en sus territorios, porque no podrá haber autoridad sobr'e la tierra
si no_· Se· reconoce ta autoridad de la Majestad divina, ni Será. firme el
juramento
que· no se haga en el nombre de Dios vivo. Repetimos lo" que
tantas veces
y con tanta insistencia hemo-:S dicho, especialmente en Nuestra
encíclica
Carita-te Christi: Y, efectivamente, ¡cómo puede mantenerse un
cqntrato cualqwiera,
y qué valor puede tener un tratado, cuando falta toda
gMantía de concienéia!" ¿ Y cómo se puede hablar de garantía de con­
ciencia, cuando se ha perdrido la, fe en Dios, todo temor de Dios! Quitada
esta base,
cae con· "ella tnda ley m-.oral, :V ningún..··medio hay que pueda
impedir
kJ· gradual, P·ero inevitable ruina de l_os pueblos, de las familias_.
del Estado, de la misma civilización humana (48).
Providencias del bien común.
75. Además, el Estado debe emplear todos los medios para crear aque­
I_las_ condicione_s materiales_ Q._e vida, sin las que no puede subsistir una so­
ciedad. ordenada,
y para procurar tra,bajo, _especialmente a los padres de
familia
y a_ la_ hwentud. Para este fin, induzca a las clases ricas a que~
por la urgent_e pecesidad del bien común, tomen sobre si aquellas cargas sin
las cuales
Ja sociedad. }iumana no puede salvarse ni ellas podrían hallar
salvación. Pero las
provide_ncias que_ toma el Estado a este fin deben ser
tales
que alcancen rea~ménte ~ quienes de hecho tienen en sus manos los
mayores capitales
y los aumentan continuamente con grave daño de los
dem~s.
Prudente administración.
76. El Estado mismo, acordándose de sus responsabilidades ante -Dios
y ante ta· sociedad, sirva de ejemplo a todos los demás con una prudente
(48) Ibid, A .. A. S. 24 (1932), 190.
332
Fundaci\363n Speiro

DIVJNJ REDEMPTORIS
y sobria administración. Hoy más que nunca, la gravisima crisis mundial
exige que los que dispongan de fondos enormes,
frtlhf tlel"·trá.bajo · ·y · del
sudor de millones de ciudadanos,
tengan siempre ante los ojos únicamente
el bien éomún
y Procuren promovetlo· lo máS ,_.ph~ib,e; Que· táriibién'· los
funcionarios y todos los empleados del Estado cUillptati por bbligación de
conciencia sus deberes con fidelidad y desinterés, siglliéndo los lurlifuosos
ejemplas antiguos y recientes de h0mbres insign_e:s Q.ue,-_. en un 'tt~bá.Jo -Sin
descanso, sacrificaron toda su vida por el bien de la patria. Y, finalmente,
en tas relaciones de tos pueblos entre s~ se prOcure solícitaniente que
cuanto antes
desapar~zcan los impedimentos artifi.ci~ieS de la VÍda ecÓrió­
mica, nacidos de un sentimiento de desconfianza Y de odio,' c.:mi:idó la ;erdad
es que los pueblos de la tierra forman una única familia de Dios.
Dejar
libertad a la Iglesia.
77. Pero, al mismo tiempo, el Estado tiene que· dejar a la Iglesia
plena
libertad de cumplir su misión diVina y espiritual, pará contribuir
así poderosamente a salvar los pueblos
de la 1:_errible tormenta de la -hora
presente. De todas partes_ se hace hoy un angustiosO II3.mamiento· a las
fuerzas morales y espirituales
¡ y con · razón, po-rque el mal· que· se ha -de
combatir
es, ante todó, consideiado en su primer~· fuente, Ul1 mal de· Oa­
turaleza espiritual, ·

y de esta fuente es de dónde
'hi-otan Cbll' Uitit lóiica
infernal todas las monstruosidades del conÍ.unismo. AhOra bieri1
: entre"' las
fuerzas morales y religiosas sobresale incontestablemente
la· ·1g1e8ia tatÓ·
lica ¡ y por eso, el bien mismo de la humanidad exige que no _ se pongan
impedimentos a su actividad. '
78. Obrar de otro modo, y pretender al mismo tiempo alcanzar el fin
con medios puramente económicos o políticos, es dejarse arrastrar por
un
error peligroso. Y cuando se excluye la religión de la escuela, de la
educación, de la vida pública, cuando se expone al ludibrio a los repre·
sentantes del Cristianismo y sus sagrados ritos, ¿ no se favorece, por ven­
tura, a aquel materialismo, de
dotlde nace el comunismo? Ni la fuerza,
aun mejor organizada, ni los ideales terrenos, por muy grandes
y nobles
que sean, pueden sofocar un movimiento que tiene sus raíces precisa­
mente en la demasiada estima
de los bienes de la tierra.
79. Confiamos que quienes dirigen la suerte de las naciones, por
poco que sientan
el peligro extremo que hoy amenaza a los pueblos, en­
tenderán cada vez
mejor el supremo deber de no impedir a la Iglesia el
cumplimiento de su misión ; y ello tanto más cuanto que al cumplirla.
mientras atiende a la felicidad eterna del hombre, trabaja inseparablemente
por la verdadera felicidad temporal.
333
Fundaci\363n Speiro

PIO XI
Paternal llamamiento.
80. No podemos terminaF esta Encíclica sin dirigir una palabra a
aquellos hijos ·Nuestros que ya están contagiados, o poco menos, por el
mal comunista. Los exhortamos vivamente a que oigan la voz del Padre
que los ama, y rogamos al Señor que los ilumine para que abandonen
el resbaladizo camino que los lleva a una inmensa y catastrófica ruina,
y reconozcan ellos también que el único Salvador es Jesucristo Señor
Nuestro, pues
no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo
por el cual debamos salvarn-0s (49).
CONCLUSIÓN.
81. Y para apresurar la paz de Cristo en el Reino de Cristo (50), por
todos tan deseada, ponemos la
gran acción de la Iglesia católica contra el
.comunismo ateo mundial-bajo la égida del poderoso Protector de la Iglesia,
San José. El pertenece a la clase obrera y él experimentó el peso de la
pobreza en
sí y en la Sagrada 'Familia, de la que era jefe solícito y
amante; a
él le fue confiado el divino Niño, cuando Herodes eiivió
sus sicarios contra El. Con una vida de absoluta fidelidad en el cumpli­
miento del deber cotidiano, ha dejado un ejemplo de vida a todos los
qne
tienen que ganar el pan con el trabajo de sus manos, . y mereció ser lla­
mado
el Justo, ejemplo viviente de la justicia cristiana que debe dominar
en la vida social.
(4!Ú Act. 4, u. (so) Cf. Ene. Ubi arcano 23 dec. 1922. A. A, S. 24, 691.
334
Fundaci\363n Speiro