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Número 119-120

Serie XII

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La Tradición en lo cultural y en lo eclesiástico

LA TRADICION EN LO CULTURAL Y EN LO ECLESIASTICO
La tradición como transmisión de los -tesoros acumulados por
la cultura.
«No prestando la debida atención a este proceso de transmisión,
"podremos perder el tesoro acumulado de la cultura, y
vernos obli­
" gad-os

a reconocer
que hemos retrocedido y que no hemos progre­
"sado, y a comenzar de nuevo, desde el principio, una fatiga exte­
"nuante. Podremos perdér el tesoro de la fe, que tiene sus raíces
"humanas en

determinados momentos de
la historia
que
huye) para 11encontrarnos de nuevo náufragos en el océano misterioso del tie.'m­
"po,
sin tener ya la noción,
ni la
capacidad del
camino a recorrer.
"Discurso inmenso, pero que aparece

en la
primerá página
de la
pe­
"dagogía humana,
y que nos advierte, aunque

no de otra cosa, del
"mérito que tiene todavía

el cultivo de la
sabiduría de
nuestros ma­
"yores y para

nosotros, hijos de la Iglesia, el deber y la necesidad
"que tenemos

de· beber en la tradición aquella luz_ amiga y perenne
"que, desde

el
pasado lejano y próximo, proyecta sus rayos sobre
"nuestro -e amino procedente.»
PAULO VI: Homilía en la Beatificación de Don
Miguel Rua (29-10-72); («O. R.» de 30-31 de
Octubre de 1972; original italiano, traducción de
Eccle.ria núm. 1.618 del 18 de ·noviembre).
EI tesoro de la herencia·· de valores esipiritualee. de la huma.ni­
dad, transmitida de generación en generación, especial res­
ponsabilidad de los cristianos,
«Durante· siglos el hombre ha ido buscando lo verdádero, lo
"bello, lo bueno. A través de esta búsqueda se ha ido esforzando en
"penetrar el 'Absoluto, y ha

querido expresar esta relación con su
"Creador, a-menudo1 mediante la oración y el sacrificio. Ha esperado
/"en una

vida
más a/.lá, y esta_,.esperanza _Je· inmortalidad ha

influido
-nen su.r actitudes y comportamiento en este mundo. Con variado éxi­
nto, igualmente
ha buscado procurar la justicia y Jibertad-1 la solida~
"ridad
y el amor

fraternos.
También el

hombre ha deseado
ardiente-
897
57
I
Fundaci\363n Speiro

"mente la paz en su_ interior1 en su familia y en su comunidad.
"Estos
y otros valores espiritual.es de la humanidad han constituido
"una herencia,

transmitida de
generación en
generación como. un
"teroro propiedad

de todos.
" . . ............. .
»Esta herencia es, además, una forma especial de responsabilidad
/!de los

cristianos, ya
que el
Evangelio
ha confirmado
estos valores
"espirituales
y ha extendido su sentido y aplicación. Cris:o mismo,
"con su vida, al morir y resucitar de la muerte, ha añadido significado
"a lt1 vida

de
cada hombre.
El ha
inspirado al hombre sentimientos
"más elevados y le ha hecho consciente del hecho de que es llamado,
"y realmente- es, hijo de Dios, al hacerle partícipe de su Espíritu
"Santo

(cfr.
fn., 3, 1;

2 Cor.,
2, 3).»
PAULO VI: Mensaje en la jornada Mundial de
las comunicaciones sociales (
3-VI- 73); (texto ofi­
cial castellano facilitado por la C.
E. _ de Medios
de C. S.), traducción de Ecc/esia núm. 1.644 del
2 _de junio de· 1973).
Tradición, pero no del espíritu del mundo, ni de la op,inión
pública ...
«Tradición, no del espíritu del mundo, ni de la opinión pública,
"a la
que, por
otra
parte) escapan
frecuentemente la complejidad de
"los problemas teológicos

o
,Pastorales que
se discuten.»
PAULO VI: Alocución a la Asociación de la
Prensa extranjera
en Italia (24-1-73); («O. R.»,
de 25-1-73; original francés, traducción de Bccle­
sia, núm. 1.629 del 10 de febrero).
La transmisión inmutable del depós,ito de la doctrina religiosa
y moral.
«Este recibir del Señor! y luego transmtttr, y también recibir y
"continua:r transmitiendo -con fidrilidad y en la integridad: «de­
"positum custodii devitans p,,.ofanas vocum novifafes» (I

Tim., 6,
"20}, sin

alteraciones,
sin dislorsionar la

escucha de la verdad
y en­
" derezar/a. a inlerpretaciones arbitrarias! o

fábulas, a los mi!os de
"aye,-y

de hoy (Conf.,
2, Tim., 4., 4)-, constituye una cadena que
"no
puede

romperse. Es el deber de nuestro momento histórico. Y
"toca ante todo, cdmo

es obvio,
al contenido inmutable de la doc­
"trina religiosa y moral de
la fe cat6/ica.
898
Fundaci\363n Speiro

»Pero1 además, la tradición es portadora de otros muchos vafo­
nres.
Baste
pensar
en los
que se refieren a la disciplina eclesiástica,
n al culto y a la piedad-cristiana, a la espiritualidad, a la ascética; a 11los concernientes a la figure1. o, como se acostumbra a decir hoy
"-condescendiendo
acaso con un problematicismo frecuentemente
"vano y peligroso-, a la identidad del sacerdote y del religioso,
"que
se han venido

definiendo
y consolidando en el transcurso de
"los siglos,

a base de los elementos esenciales
que proceden
de la
"voluntad del Señor. Todos ellos son valores experimentados, com­
"probados, y de diversas formas garantizados por las enseñanzas y 11 directrices de la autoridad eclesiástica, por la vida de tos santos,
npor el

«sensus
fidelium» ¡Qué patrimonio tan rico y precioso!; el
n cual cierta mentalidad conformista, iconoclasta, mundanizante y des­
n acraüzadora
corre

ahora el riesgo de minar
y de dispersar. Es fácil
nquitar, suprimir; pero no es fácil sustituir, si se busca y se quiere
"de verdad
no un.a sustitución

cualquiera,
-sino

una sustitución· con
n auténtico

valor.»
PAULO VI: Alocución a los sacerdotes, religio­
sos
y religiosas, en la Basílica de - San Marcos
( «O. R.» de 17-9-72,. original italiano, traducción
de Eccleria núm. 1.613 del 14 de octubre de 1972).
Debemos tomar conciencia del patrimonio de nuestra tradi­
ción como premisa de nuestra vida cristiana.
«Una sola palabra debe animar nue,tra reflexión: la palabra «.des­
npués».-
¿Después
de qué? Después de lo que
con1ti/uye
la premisa
"de nuestra

vida cristiana. ¿Qué premisa? El inmenso patrimonio de
"fe y de gracia que hemof recibido y que nos constituye cristianos,
"ya se

trate de un patrimonio histórico o
persona/,. Vivimos en la
'·'Iglesia,

en el curso de su
tradición, en
la
unidad de
su comunión,
"en la

problemática de
su experiencia,-nuestra

existencia, si no
·quiere 11ser infiel y degenerar, no puede, no debe prescindir de cuanto nos
"precede en el
tie-mpo y nos ha sido legado como tesoro inesfimable.
"En el

hecho mismo de tomar
conciencia de
este acontecimiento, que
"nos hace

herederos de una forma religiosa de concebir la vida, po­
"dremos adoptar

una
actitud crítica,
no
para renegar «a priori», sino
"para valorar

con juicio
propio y dinámico y para hacer nuestra elec~
"ción
con libre voluntad. Piro debemos

sentirnos responsables.
Re~
"flexionar

sobre el hecho de que venimos después
y de que estamos
"injertados
en

una
solidaridad, aJ, menos de hecho, con todo lo que
"nos
precede

en el campo de la
concepción religfosa de

la vida
y
899
Fundaci\363n Speiro

"del murido, reviste una enorme importancia con momentos interio­
"res
acaso
dramáticos1
con

consecuencias orientadoras acaso fatales.»
PAULO VI: ·Alocución en la audiencia general
del miércoles 10 de enero de 1973; («O.
R.» de
11-1-73; original italiano; traducción de
Eccleiia
núm. 1.62,6 del 20 de enero).
La· obra de la tradición en el Derecho canónico.
« ... ¿quién puede ignofar la ingente obra de la tradición
1 que a
"trav_és
de
los
siglqs ha levantado un monumento admirable; la co­
'1lección
de

leyes con que la __ Iglesia, como madre
providencia/,, buscó
"servir al bien de los fieles de acúerdo con las necesidades de cada
"época?»
PAULO VI: Alocución al segundo rurso de «Ag­
giornamento» sobre derecho canónico· (13-12-72);
( «O.
R.», de 14-12-72; Original latín; traducción
de
Ecclesia núm. 1.628 del 3 de febrero de 1973).
La tradición y el 'progreso.
«La tradición, que encuentra. cultivadores y admiradores en el
"campo de

la cultura humanística, la historia, por ejemplo, el deve­
"nfr filosófico,

no es honrada, en cambio,
en el
campo operativo,
"en el

que·
más bien «la rotura
de· la
tradición» -la revolución,' la
"renovación apresurada, la originalidad

siempre impaciente de la
"escuela ajena, la independencia del
pasado, la

liberación de todo
"vínculo-
parece que

se ha convertido en norma de la modernidad,
"en la

condición del progreso. No contestamos a lo que hay de sa­
" ludable y de inevitable en esta actitud de la vida proyecttida hacia
"adelante, que avanza

en el tiempo, en la experiencia
y en
la conquista
"de las

realidades_circunstantes: pero
advertiremos sobre
el peligro
y
"el daño del rechazo ciego de la herencia que el pasado! mediante
"una tradición

sabia
y selectiva, transmite a las nuevas generaciones.»
PAULO VI: Homilía en la Beatificación de Don
Miguel Rua (29-10-72); («O. R.» de 30-31 de
octubre de 1972; original italiano, traducción de
Ecdesia núm.

1.618 del 18 de noviembre).
La herencia del p,asado p,rcmisa indispensable de la· conviven­
cia y el progreso.
«DesearíafnlJs -recordar, ... la necesidad de conservar, de la forma
"más celosa,

esta
herericia _preciosa dejada por
vuestros padres, por-
900
Fundaci\363n Speiro

"q'lfe hoy, no ritenos que _en. el pasado, constituye la premisa indis­
''pensable.
·para una constante 'convivencia pacifica

y para
.un orde­
"nado pr:ogreso civil .:y-social.»
PAULO VI:· Alocución al Alcalde y a las Auto­
ridades de Udine ( «O. R.»
de 18-19 de septiem­
bre
'de 1972; original italiano, traducción de Ec­
clesia
núm. 1.613 del 14 de octubre).
LC>s valores de la tradición como elemento de pro~eso.
« ... No quiere ser la nuestra -tenedlo muy en cuenta--una «tau­
"datio
temporis acti», Íino el

reconocimiento
y la
aceptación
---,cons-
11ciente, justificada,
debida-

de valores
que trascienden
la compe­
"tencia humana

y vencen el tiempo,
aunque la maduración de al-­
,, gunos de ellos se ~a venido haciendo a través de la historia.
»Reconocer y
apreciar los
valores_ de la
tradición no
es pasividad,
n sino

una actitud positiva, reflexiva, crítica, libre. Es un modo de
"estar comprometidos.-Bl respeto,
el sentido y el amor a la tradición
"no es inmovHismo; Al contrario,

exige
fuerza morali disciplina

en
"el
pensar y en lar costumbres, firmeza, profundidad, capacidad de
"resistencia
a las

efímeras modas de los tiempos; en una palabra_,
"requiere per_so11ali1ad; esa persona/,id.ad, humana y

cristiana, de que
"tanto se
habla;· pero que no

es tan fácil formarse y poseer.
»Para los valores de que es vehículo, y para el

compromiso que
"exige de

nosotros, está
claro qué la tradición

no puede dejar de
"ser elemento de_ progreso! tanto persont:tl como

comunitario. Siendo
"una realidad viva,·'Ja,7'trddici6n tiene

en
sí -misma 1ma proyección 11 hacia

adelante.
Garantiza un

crecimiento orgánico; asegura la au­
"téntica, no engañosa! realizaci6n del

progreso; asegura el
genuino!
11 y
no

s6lo
aparentei desárrolto.»
PAULO VI: Alocuci6n a los sacerdotes, religio­
sos
y religiosas, en la Basílica de San Marcos ( <<Ü.
R.» de 17-9-72; original italiano, traducción de
Ecclesia núm. 1.613 del 14 de octubre de 1972).
La tr"dición frente al ambiente, la actualidad y la moda.
«Una serie de influencias. ejercen sobre nosotros una fuerza fre­
"cuentemente
determinante:
la
tradición! por
ejemplo
1 el hábito, la
"costumbre heredada, la historia pasada;
y ésta es una de las influen­
"cias que

la
presen.te generaci6n soporta mimos;
estamos
obse.Jiona-
11dos por.la
novedad,

la originalidad, la independencia de cuanto nos
11 precede; especialmente

los jóvenes, si han
intetitado siempre
libe-
901
Fundaci\363n Speiro

"rarse de la sujeción a los mayores y a los antiguos, hoy más que
nnunca son reacios, refractarios, rebeldes

a la tradición, son contesta­
"tarios, quieren una libertad propia,

quieren
autodeterminarse, -aun­
" que
este comportamiento les lleve a privar sé

de herencias
preciosas:
"las
de

la experiencia, de la sabiduría
y, a veces, del progreso ad-
1'quirido, Y buscan nuevos criterios y nuevas formas de vida.
»Pero no es sólo la
tradición quien
influye sobre la vida misma;
"está también

la
actualidad, el
ambiente, la
moda, el
mundo externo.
"Esta influencia es muy fuerte,
y tiende a reducir a los hombres a
"un solo

tipo,
a una

estatura moral
común, a
una democracia imper­
" sonal-. Los

jóvenes se rinden
demasiado. fácilmente
a este poder
anó­
"nimo
del

modelo dominante, de la mayoría que se impone, del tipo
"impuesto por factores exteriores
que hoy

actúan con una exagerada
"presión
y con insensible y p,-eponderante e-ficacia. Pensad en los me­
"dios de

comunicación
social: prensa,
radio, televisión,
cine, teatro,
"literatura

( los
así llamados
«best-sellers»); pensad en los
fenó­
"menos

colectivos de la
escuela1 _del deporte, de las corrientes socia­
"les, de

la política ... El hombre ya no es persona; es individuo, más
,, o

menos consciente; es
un número
anónimo en el rebaño de la
"multitud que arrastra.»
PAULO V: Alorución en lá Audiencia General
del 16 de junio de 1971; traducción de
Ecclesia
núm. 1.548 del 3 de julio.
La tradición y la verdadera renovación que no puede hacerse
perdiendo

los
principios y valores de aquélla.
< n heredero de una tradición1 en la cual ciertos principios, ciertos va­
" lores1 son extraordinariamente preciosos, aunque no fuese más que
"para darle derecho a

la
justa pretensión
del reconocimiento de sus
"derechos humanos
y de la ratisfacción de sus -necesidades legítimas.
"La renovación, de la que hablamos, no podrá real.izarse mediante
"la
pérdida
de los motivos que la hacen-posible, sino más bien con
"la defensa

tenaz de estos mismos títulos.
y con el sabio descubri­
"miento
de

las
energías saludables

contenidas en ellos. En este sen­
"tido no

se puede ser progresistas sin
ser conservadores.»
902
PAULÓ VI: Aloruci6n en la audiencia general
del miércoles 27 de junio de 1973; ( «O. R.» de 28-6-73; original italiano; traducción de
Ecclesia
núm. 1.649 del 7 de julio).
Fundaci\363n Speiro