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Santo Tomás y el orden social

SANTO TOMAS Y EiL ORDEN SOCIAL
POR .
CARLOS ALBERTO SACHElU
( t).
Dentro del amplísimo horizonte doctrinal constituido por la
síntesis filosófica de Santo Tomás de
AqW110, su concepción del
ordenamiento de las institueiones sociales
no siempre ha mereci­
do. la

debida atención, ni ha
escapado a interpretaciones erróneas
por parte de ciertos tomistas calificados. Por tal motivo
pacece con­
veniente
presentat en

forma sinóptica algunos principios rectores
de su filosofía social, cuya formulación e
intrínseca acmonía re­
sultan sobremanera acruales en medio de la profunda crisis de la
inteligencia
política contemporánea, que

se debate entre los erro­
res del
liberalismo y del socialismo, sin atinar a elaborac una recta
concepción

del hombre y de las relaciones sociales.
l. Fundamentos antropológicos.
La elaboración social y política de Santo Tomás se funda en una
admirable y completa docrtina de la persona humana. Por aplica­
ción del universalísimo principio
operario sequitur es,e, el obrac
sigue

al ser, según concibamos al hombre,
así será

nuestra concep­
ción de la sociedad humana.
Esta fundamentación

antropológica del
orden social
ha sido objeto de interpretaciones patcializadas por
parre
de algunos
distinguidos tomistas contemporáneos,

tales corno
el P.
Schwalm y Jacques Maritain, postuladores de un personalismo
secularista, o corno los dominicos Congac, Chenu y Liegé, entre otros
apóstoles del
aperturismo marxista.
La antropología tomista parte del concepto de persona, asumien­
do la clásica definición de Boecio,
substancia individual de natu-
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SANTO TOMAS Y EL ORDEN SOCIAL
raleza racúmal, ser existente en sí mismo y por sí mismo, realidad
susmntiva y subsistente abierta a la captación de toda verdad y de
rodo bien. Sobre la base del realismo antropológico de Aristóteles,
Santo Tomás explica la
unidad substancial de caerpo y alma huma­
nos aplicando los
riquísimos conceptos

de materia
y forma, y de
acto
y potencia. Así el hombre es. definido como animal racional,
esto es, como set a la vez corporal y espiritual, sensible y racional,
afectivo y volitivo, Verdadero mic,ocosmos u hórizonte ontológico,
que resume en su totalidad psicosomática los confines del universo
material

con el linde sublime de las
subsmncias separadas
o inteli­
gencias puras. Tal es
la singularidad que distingue la complejidad
y riqueza de la naturaleza humana dentro de la jerarquía de los se­
res existentes. Unidad subsmncial de un cuerpo material informado
por un
alma racional, como dos co-p,mcipios incompletos en sí
mismos que se exigen mútuamente, -pu.es si bien . cuerpo "y alma son
subsmncias, no constituyen sujetos reales que exismn pot sí separa"
damente (1).
Como
toda forma, el alma es un acto y, según la definición aris­
totélica (2), acto primero .de un cuerpo organizado.y capaz de ,ejer­
cer
las funciones vitales, El alma no .se limita a mover' el cuerpo
(como sostuvieron Platón
y Descartes), sino que hace existir al cuer­
po,

estructurándolo
y organizándolo como cuerpo vivo. Es inmaterial
e incorpÓf"ea como toda forma. No sólo ejerce operaciones fisiológi­
cas, sino
también cogmtiva.r y 110/itiva.r. En estas operaciones, el
cuerpo no

tiene parte, pues se
realizan . con

total independencia de
órgano corporal alguno (3). Esta independencia de
Jo corporal con­
fiere al
alma humana su esencia espiritual propiamente tal. De ahí
que, distinguiéndose de las
almas o formas vegetativas y sensibles,
las cuales no subsisten aparte del cuerpo, el alma humana ~erge
del

cuerpo
y Jo trasciende (4).
(1) Cfr. Silmma Th., I, ·q.75, a.4, 2m.
(2) Cfr. In 11 de Anima, 1.2, n.233.
(3) Cfr. Summa Th., I, q.74, a 4; Summa c. Gentiles, II,82.
(4) «Anima humana ... ita lamen. quoá non sil a corpore totaliter com­
prehensa t¡11a.ri ei ·immersa, sicuJ aliae foimae materiales, sed excedat ca­
padtatem totius materiae corporalis»:
Q.D. de. Anima-, art .. 2. c.
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La naturaleza espiritual del alma inrelectiva fundamenta su in­
corruptibilidad, tanto por lo que es en sí misma, cuanto por su re­
lación con el cuerpo material que informa y estructura. De ahí su
carácter
inmortal. En efecto, el alma comunica a la materia corpo­
ral su propia existencia o .es.re, formando con ella una sola entidad:
el hombre. El ser del compuesto humano es, pues, el mismo ser del
alma; en lo cual se diferencia
el alma racional de las demás formas
vegetativas o sensitivas. Estas últimas no subsisten, por lo tanto,
una vez destruido el cuerpo,.· mientras que el alma humana subsiste
en estado de separación, sin verse afectada por la rorrupción cor­
poral, manteniéndose en su propio ser (5). En
razón de sú capacidad íntelectual, la persona humana posee
además una voluntad
/ib,e mediante la cual es· dueña de sus propios
actos (6). Ella le permite obtar por sí misma, sin coacción exterior
o necesidad interior,· con relación a todos· los bienes
parciales que
la
razón le

presenta como perfectivos
para el sújeto y sin que cons­
tituyan su bien absoluto o
bonwn humanum perfect#m. Tal es el
fundamento metafísico de la libertad humana que
completa lo
que
tanto la conciencia · psicológica ·cuanto la conciencia moral certifican
respecto del hombre como cama std: liberwn es# quod. sui causa
es# {7). Pero dado que la persona es libre, como consecuencia de su
aptitud intelectual
para alcanzar
la verdad de las
.cosas, se
sigue asi­
mismo que el hombre es
responsable de las consecuencias de sus
actos voluntarios, según testim.Onia nuestra experiencia moral. Ra­
cionalidad, libertad y responsabilidad son, por . consiguiente, tres pro­
piedades esenciales del ser
humano.
Para

Santo Tomás, esta condición esencial de la humana natu­
raleza es la que fundamenta la
dignidad excepcional de la persona
y la que, en instancia sobrenatural, reviste al hombre de su condi­
ción de
imago Dei. Así lo expresa en la S#mma c. Gentiles cuando
da la razón por la cual las creaturas racionales se hallan sujetas de
un modo particular a la divina providencia: "Sin embargo, es pre-
20
(5) ar. S•m""' Th., 1, q. 76, a. 5.
(6) ar. Q. D. De Malo, q. 6.
(7) Summa e, Gentiles, II, 48.
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ciso tene,: en cuenta la especial razón, de. I¡, providencia para cnn las
natural= intelecPJales y racionales SQbre las demás crearuras. Por.
que supe,:an a

las otras
crearuras en perfección de na1,,,-aleza y en
digniá,,4 de fin. En pe,:fección de naruraleza, porque sólo la crearura
racional
tiene

dominio de su
acta y se actúa libremente en sus opeJ:a·
dones; mientras que las demás aeaturas, con resp_ecto a sus propias
obras, son más bien actuadas que actuantes ... En dignidad de fio,
porque sólo la
crearura intelecPllll llega

al último fin del
unive,:so
con su operación, es decir, a conocet y a amar, a Dios; mientras que
las
otras no

pueden
alcanzarlo sino

mediante cierta participación
de su semejanza" (8). Este texto nos pe,:mite cnmprender no sólo.
cuál

es la
raíz de

la
em4,ente dignidad
humana
( imago), comparada
cnn los demás seres
(ve,tigia), sino captar a la vez la falsedad de
la antinomia
indwúh,o.persona desarrollada por algunos calificados
filósofos
tomistl\5 como Schwalm,
Maritain, Eschmann,
Graneris,
Mate, etc. Tanto más elevada es la persona, cuanto más individua
es; lo
cual no sólo .se verifica del ser humano sino, especialmente, de
las substancias separadas, cada
una de
las cuales agota en su
indi­
vidualidad

la totalidad de su especie (9).
Por último, resulta conveniente completar esta. visión panorámi­
ca de la antropología tomista subrayando otra de . sus propiedades
esenciales: la
sociabilidad. En ella encontrarnos el principio vincu­
Jador

de
la antropología cnn la filosofía social de Santo Tomás. El
ser humano es
nat,,,-alr,wnte social y político, En primer Jugar, ello
es testimoniado por
la. experiencia histórica de la humanidad, ya
que cuanto más remónta el hombre en ~I conocimiento de su pasa­
do, tantas mayores . evidencias halla respecto de los signos de vida
SClcial. El

Doctor
Angélicn hace

suyos los argumentos formulados
por· Aristóteles al comienzo de su Política y comenta, -en particular,
lo relativo al lenguaje humano cnmo signo narural de sociabilidad.
Pero ello no basta a
nuestra propósito,
pues. es
menestet distingnir
un
doble fundamento de la sociabilidad, basados en la enorme "dis­
tancia"

que separa
la posesi6n de la mera existencia humana ( esse
(8) S11mma c. Genlile.r, III, c. 111; cfr. -caps. 112 y 113.
(9) ar. S•mma Th., I, q. 50, a. 4.
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CARLOS ALBERTO SACHERI
simpUciter), de su total perfeccionamiento ontológico-moral en la
felicidad o bien humano perfer;lo (bonum simpUdler) (10). A ese
doble fundamento lo designaremos como orden de generaci6n ( ordo
generalionis),
que atiende al inicio de la vida humana, y orden de
perfer;r;ión
( ordo perfer;#onis), orientado hacia el pleno desarrollo
de las aptitudes del sujeto. En cuanto a su origen,
la dependencia
social del hombre se manifiesta en dos aspectos fundamentales: la
misma relar;ión generadora o procreadora y la radical indigenr;ia en
que se encuentra el recién nacido. En cuanto a su perfección, podemos distinguir una triple depen­
dencia social: en cuanto al
bieneslar material, a la plenitud inle/er;­
turd y a la plenitud moral. Resulta evidente la dependencia de cada
individuo respecto del concurso de esfuerzos. humanos imprescin­
chbles para la producción y distribución de los bienes materiales más
elementales.

Pero no menos manifiesta es
la enorme dependencia en
su capacitación
intelectual, pues

o bien cada individuo es capaz de
adquirir todos los conocimientos por sí
mismo (tesis rousseauniana
del Emilio) o bien los adquiere por vía de enseñanza, la cual implica
dependencia de los demás hombres.
Lo primero es de suyo más per­
fecto,
pero mucho menos
frecuente, La condición normal del apren­
dizaje humano

es
la dependencia con relación a diversos magisterios.
Aún
más marcada
es
la dependencia del hombre en la línea de
su perfección moral.
La naturaleza de la voluntad, corno apetito ra­
cional, está de suyo
ligada al lento desenvolvimiento de la capaci­
dad cognoscitiva, y ello por muchos
afios. Pero

durante los mismos,
se vao arraigando en el temperamento infantil una serie de dispo­
siciones del temperamento o complexión individual, que lo indu~
cen a determinados modos de conducta (timidez, egoísmo, generosi­
dad,
etc.). Como
la perfección moral estriba en el obrar según la
razón,
es decir, en la posesión de las virtudes morales como hábitos
operativos buenos (11), o bien el individuo se rectifica a
sí mismo
en su obrar, o bien lo logra con la ayuda de otros. Pero la adquisi­
ción de la virtud moral, supone por parte del individuo la capad-
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(10) Cfr. Sum,na Th., I, q. ,, a.1, 1 in.
(11) Cfr. Summa Th., 1-11, q. ,o.
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SANTO TOMAS Y EL ORDEN SOCIAL
dad para determinar por sí .mismo e! j,,,to medio en que radica e!
obrar virtuoso, o sea con dominio de sí. _Ello es prácticamente im­
posible al niño, por el escaso desarrollo intelectual de los primeros
años, por su inexperiencia, por
el arraigo progresivo de ciertas dis­
posiciones negativas antes mencionadas y la imposibilidad en que se
encuentra de introducir una medida en sus propios actos. De ahí la
tremenda importancia de
la primera educación que el niño ha de
recibir en
el hogar. La misma consistirá en iottoducir en las acti­
vidades infantiles un
orden racional (sueño, alimento, higiene, etc.)
y en düponerlo favorablemente o sensibilizarlo a los bienes conna­
turales perfectivos,
propios de cada virtud cardinal. Así favorable­
mente

dispuesto, el niño
irá ejercitando
su voluntad, bajo la guía
prudencial paterna; cuando ésta falta,
. el

adolescente tendrá enormes
dificultades en alcanzar
una madurez ética suficiente.
Con estas consideraciones de índole antropológica, podemos pa­
sar a desarrollar algunos de los principios básicos de la
doctrioa to­
mista

sobre
el orden social. Nótese, empero, que lo expuesto ya nos
ubica en un punto absolutamente trascendente con relación sea al
inmanentismo optimista de! liberalismo iodividualista, sea al
ioma­
nentismo pesimista del materialismo socialista.
2-,El orden natnral y los tres principios básicos del orden
social.
La perspectiva antropológica antes señalada nos permite consi­
derar un

tema fundamental: el
orden natural. En efecto, el análi­
sis de la persona humana
y de sus cualidades o propiedades esen­
ciales, nos lleva espontáneamente al reconocimiento de un ordena­
miento natural, expresión de la sabiduría diviria, que ha de servir de
base al orden social, determinando las normas éticas básicas que lo
expresan
en: el piano de la conducta humana. La conciencia moral
de
la humanidad testimonia desde los tiempos más remotos que
existe un ordenamiento normativo esencial, que todos los hombres
han de respetar en su mutua
convivencia Así la Antígona de Só­
focles encarna de modo eminente la primacía de ciertas normas de
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CARLOS ALBERJ.'O SACHERI
conducta que escapan al arbitrio humano, y operan a modo de ci­
miento sobre
el
cual han de asentarse los diferentes órdenes lega­
les huroanos. De allí surge el concepto
clru;ico del
derecho natural
como
aquello que e, debido al hombre en virtud de ,u e,encia, con
sus tres notas de
unwer,alidad, pues rige para rodos los hombres y
rodos los tiempos, de
inmutabilidad, pues escapa en sus normas
primeras a
las contingencias geográficas, históricas y rulturales, y de
cogno,cibilidad, en razón de ser captado espontáneamente por la
conciencia
moral de
los individuos (12).
En consecuencia, el orde­
namiento jurídico positivo dictado por la antoridad política ha de
reflejar su
respeto eficaz

del orden
natural: "Por
consiguiente, es
claro que la bondad o malicia de las acciones huroanas no solamente
Jo son por preceptuado la ley, sino según el orden natural
( ,ecun­
dttm naturalem ordinem)"
(13).
Esta consideración previa sobre la idea del orden natural ha de
guiarnos en la formulación de tres principios básicos del ordena­
miento
social: 1) la primacla del bien común; 2) el p,mcipio de
solidaridad; y 3) el principio de ,ubsididriedad. De .su respero cabal
depende
la armoniosa estructuración de los vínrulos de convivencia
sociales, en
cuanto la sociedad política es medio necesario para la
obtención
de nuestra realización huroana plena (14).
La doctrina
tomista del

bien común de la sociedad política cons­
tituye
la clave de rodo el pensamiento político del Santo; rodos los
demás conceptos serán elaborados en función de aquél. Decimos que
un bien es
comdn o particular según que sea patticipable por mu­
chos o por uno solo; así, por ejemplo, la verdad científica es de suyo
un bien común, ilimitadamente apropiable, mientras un alimellto
tiene razón de bien particular, por cuanto es apropiable por uno
solo. El bien común es un término análogo, que admite diversos
significados; puede hablarse de bien común temporal, o de bien co­
mún sobrenatural, bien común nacional o internácional, bien común
de la universidad, del sindicato, de la empresa, etc. El bien camón
24
(12) Cfr. Summa Th., !-JI, q. 94.
(13) Summa t. Gentiles, III, c. 130.­
(14) Cfr. In I Polit., 1.1; n. 40.
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SANTO TOMAS Y EL ORDEN SOCIAL
sobrenatural es Dios mism?, en cuanto es fin de todo el universo
creado.
Lo distinguimos del bien común de la sociedad política o
bien común inmanente o temporal,
qué incluye
en sí todos aquellos
elementos o bienes que, por naturaleza, son participables a todos
los miembros del cuerpo social:
la unidad, la verdad, el orden, la
justicia,
la seguridad y· la paz. Incluye asimismo, subordinadamente,
todos aquellos bienes que, siendo
particulates por
su
naturaleza, son
medios
indispeusables para la .obtención de la verdad, la justicia, la
paz, etc.; así, por ejemplo, los bienes económicos tienen de suyo
ruón de bienes particulates, peto en cuanto el dinamismo económi­
co es indispeQSable para el buen ordenamiento de la sociedad, son
incluidos a título
de medios y la autoridad política debe, en ronse­
cuencia, asumir ciertas funciones en materia económica.
AJ implicar el bien común político los bienes más excelentes del
hombre, o sea aquellos que son
más indispensables para el logro de
su felicidad, se sigue que el bien
romún tiene una primacía natural
sobre
los biene,, particulares y que éstos Je estarán, por Jo tanto,
subordinados. (15),
}¡n esto radica la primacía del bien común ,obre
el bien par#culr,,., presupuesto fundamental .para el buen funcio­
namiento de. la sociedad, negado por el liberalismo. Ya Aristóteles
calificaba al bien común de
"más divino"' y Santo Tomás emplea
la misma. expresión "di,;inú,," para subrayar su excelencia y afirma
que

ha de
procutársele del

mejor modo posible
(16). Todo el es­
fuerm
de la autoridad política se define, cousecuentemente, en la
llnea de la proturaci6n del bien común, que ronstiruye su razón
de ser (17).
El

segundo principio
es . el principio de ,olúlt>ridtld, difundido
(15) Cfr. S•mma Th. 1, q; 60, a. 5.
( 16) «Sed ut sit optimó modo quo fieri potest», Contra impugnantes,
n. 26.
(17) ar. Stúnma Th;, 1-II, q. 58, a. 7, 2 m. Respecto de la polémica
suscitada en los últimos treinta años sobre -fa doctrina tomista. del bien co­
mún, cfr. C. ·De IConinck, De· la. primada Je/. bien com_ún contra los perso­
nalistas, -Madrid, 1952;. L. -4chance, L'humanisme politiq11e de St, Thoma;,
Montreal, 1965; Julio Meinvielie, De Lamennais a Maritain, Buenos Aires,
1967,
y Crítica a la concepci6n áe MariJain sobre la persona humana, Buenos
Buenos Aires, 1948.
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CARLOS ALBERTO SACHERI
por autores tales como Heinrich Pesch, G. Gundlach y O. Nell­
Breuning bajo el
término de "solúlarismo", en nuestra opinión in­
adecuado, por cuanto ningún concepto o principio
· aislado puede
reflejar fielmente el pensamiento del Doctor Angélico· ni la
doctrina
social

de la Iglesia. Hecha esta salvedad, la idea de solidaridad en­
cierra un

valor substancial que
merece ser destacado,

como el
ha­
cerse cargo los unos de los okos. La solidaridad humana tiene una
triple raíz.
En primer lugar, todos los hombtes somos solidarios en
virtud
de poseer una misma naturaleza, naturaleza que incluye, se­
gún vimos, la tendencia a la vida social como a un medio indispen­
sable para la
perfección personal; en

consecuencia, el hombre es so­
lidario para con su
alt.,. ego, su otro sí mismo o prójimo. Pero esta
comunidad de naturaleza se funda, a su vez, en una comunidad de
origen,
ya que todos-los hombres somos creaturas de un mismo
Dios
el cual en su plan providencial nos vincula unos a otr0s. Por
último, todos los hombres compartimos ,m mi1mo destino común,
ya que hemos sido creados para participar de la visión divina por
toda la

eternidad, y en esta
perspectiva todos

debemos ayudarnos los
unos a los otr0s.
Lo dicho surge claramente de las múltiples refe­
rencias que Santo
Tomás hace a la sociedad como "cuerpo" (18)
y
en los pasajes en que comenta el texto de San Pablo
"membrum
alterius", miembros los unos de los otr0s, en la perspectiva del Cuer­
po

místico de Cristo (1 Cor. 12,12-30; Rom. 12,4-8;
Ef. 5, 21-33).
El principio de solidaridad nos permite
comprender que todas las
aaividades e instituciones sociales incluyen una doble dimensión,
la una pMsonal, la otra ,ocia/, ambas indisolublemente unidas. Ejem­
plo de ellos son la familia, la propiedad, el trabajo, los grupos
inter­
medios, etc.
El tercer principio, complementario de los anteriores, es el de
sub,idíariedad, que tanta proyección ha alcanzado en la doctrina
pontificia,

especialmente a
partir de
la
Quadragesimo Anno de Pío
XI. Su
origen deriva de ,ubsidium, en latín, a,yuda. La idea central
de este principio radica en que debe dejarse a los particulares
y a
los grupos que integran la sociedad política la plenitud de iniciativa,
(18) Cfr. Summa Th., l·Il, q. 81, a. l.
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SANTO TOMAS Y EL ORDEN SOCIAL
de creatividad, de responsabilidad, que ellos puedan asumir eficazmeo­te por sí mismos. Complementariamente,·
1a acción de las asociacio­
nes más poderosas y del mismo Estado consiste eo
,up¡;,-lo que los
miembros meoos dotados no puedeo
realizar. Santo

Tomás
expresa
esta

idea en sus comentatios a la
PoUtica de Aristóteles, pues ya
éste señalaba que los hombres se asocian en
razón no
de su igualdad
o semejanza (como
dirían luego

Rousseau y
Marx) sino de sus dese­
mejanzas, de sus desigualdades de talentos, condiciones, oficios, etc.
Nuestro santo advierte sobre el peligro de buscar una uniformidad excesiva, monolítica, lo
cual atraería aparejado consecuencias nega­
tivas como desapareceo la sinfonía
y armonía de las voces .cualldo
todas

cantan en un mismo tono (19). También insiste en
la impor­
tancia de respetar
las competencias reales de los distintos miembros
del grupo: "Un hombre no hace bien a la
vez más
que una sola
cosa. Si se ocupa de muchas a la
vez, necesariamente ha de fallar
eo una o en todas ellas. Por eso importa que el gobernante no en­
cargue muchos oficios simultáneamente ~ un mismo hombre, i.e.,
ser sastre y corneta al mismo tiempo. A no ser que se trate de pe­
queños

burgos, en los que todos tieneo que hacer algo de todo. Pero
eo las grandes sociedades en donde hay gente
para todo, es preferi­
ble distribuir
las cargas y los oficios según la competencia de cada
uno. Entonces se procura mejor el bien común, porque cada oficial ejecuta mejor
y más pronto lo que se le ha eocomendado" (20).
j Admirable realismo del santo dominico, que nada ha perdido de
su
actualidad en estos tiempos alejados de la monarquía desceotra­
lizada medieval, con sus corporaciones artesanales, sus ligas, sus fue­
ros comunales!. •. ,
para dejar

paso
a los totalitarismos y plutocra­
cias que desconocen la subsidiariedad
y confundeo las funciones gu­
bernativas con
la de mera administración.
La conjugación práctica de los tres principios. enunciados per­
mite establecer en
cada caso particular las "reglas de juego" básicas
que
asegurar,in una

plena convivencia social, en el respeto de
las
eternas exigencias del ordeo natural j CulÚl parciales resultan a la
(19) Cfr. In II Polit., 1.5.
(20) In II Polil., 1.16, n. H9.
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CARLOS ALBER.TO SACHERJ
luz de estas reflexiones las ideologías contemporáneas del liberalis­
mo negador de la solidaridad, y del socialismo marxista, negador de
la
subsidiaJ"iedad! El

rigor de la
OJ'ticulación de
los grandes princi­
pios sociales del tomismo, resalta aún más en el contraste con los grandes
errores de la modernidad.
3. La jerai,quía de las funciones sociales.
A la luz de lo expuesto, surge una jeraJ"quización de las diversas
funciones sociales de acuerdo a la medida en que aseguran bienes
humanos más elevados
y, en particular, la plena realización del bien
común político. Una
vez más, la reflexión del Doctor Angélico está
presidida por
las conclusiones de su antropología y de su ética, que
operan a modo de
commtmia o principios comunes, reguladores del
quehacer político.
Debemos
paJ'tir de la . subordinación

intrínseca de lo sensible a
lo racional
y de lo corpóreo a lo espiritual. Según la jeraJ"quía onto­
lógica
de
las facultades humanas, se constituirá una i=quía com­
plementaria
de los bienes correspondientes
y de las funciones o ac­
tividades que tienden a realizarlos:
Oper,,;io sequitur esse.
Santo Tomás nos brinda una síntesis acabada de su pensamien­
to al culminar su análisis de los diferentes bienes que, según la ex­
periencia de las cosas humanas, sé presentan como constituyendo la
beatitud o felicidad de la persona: "Si, pues, la felicidad suprema
del hombre no está en los
bienes exteriores, IIOJ'llados de fortuna,
ni en los bienes del cuerpo, ni en los del alma, respecto de la pme
sensitiva,

ni tampoco en los de la
POJ'te intelectiva
respecto a los
actos de las virtudes morales, ni en
las intelectuales que se refie­
ren a la acción, como el arte
y la prudencia, resultaJ'á que la
suprema felicidad del hombre
consistká en la contemplación de la
verdad ... Todas las operaciones paJ"ecen estaJ' ordenadas a ésta (con­
templación) como a su
fin. Pnes paJ"a una
perfecta contemplación
se requiere la integridad corporal, que es
el fin

de
todas las cosas
mificiales necesaJ"ias pata la vida. Requiérese también el sosiego de
las perturbaciones pasionales, que se alcanza mediante las virtudes
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SANTO TOMAS Y EL ORDEN SOCIAL
morales y la prudencia; y también el de las· perturbaciones exter­
nas,

a lo que
se ·ordena toda la convivencia social. De modo que,
bien consideradas las cosas,
todos los oficios humanos se ordenan al
s.ervicio de quienes contemplan Ja verdad (21). Esta riquísima doc­
trina nos permite establecer la subordinación inrrínseca de lo eco­
nómico a lo social
y a lo político, y la de éste a lo culrural y sapien­
cial (tanto natural, cuanto sobrenarural).
De esta manera queda afirmada la primacía de la
contemplación
sobre la praxis. El hombre, capax universi, posee una naruraleza
intelectUal y, en razón de ello, la inteligencia es la facultad superior
y especificadora de todo lo humano. La primación de la inteligen­
cia sobre la voluntad
y la del espíriru sobre la materia, permiten a
Santo Tomás sostener que la capacidad contemplativa tiene
razón
de

fin último, mienrras que el orden de la acción práctica, tanto
moral como técnica o artística,
le está subordinada. Igual doctrina
sienta nuestro autor al comentar la
Política aristotélica y las Sen­
tencias
de Pedro Lombardo, siguiendo al Estagirita quien anuncia
al comienzo del libro séptimo que la contemplación es la forma su­
prema de la acción
y, como tal, constituye el bien supremo de la
polis: "Ad perfectionem humana,, mullitudims sit necessarium ali­
quos contemplative vitae imervire ...
Resulta interesante señalar que el Doctor Angélico desarrolla el
tema
de la subordinación del trabajo manual
y de todo el orden
económico a los bienes espirituales, al resolver las objeciones por
las cuales algunos se oponían a la vida religiosa. De su exposición
resulta una elocuente refutación del primado de la praxis en gene­
ral
y del rrabajo manual en particular, tal como la expondrán Marx
y sus discípulos más modernamente.
Comienza caracterizando
el rra­
bajo manual como aquel que realizan los hombres para satisfacer
sus
necesidades

más imperiosas, sobre todo la del alimento;
para lo cual
se sirven los hombres de su esfuerzo corporal. Pero añade que dicha
tarea no es obligatoria para todos los hombres, en la medida en que
la ayuda solidaria de otros puede compensar dicha abstención. Por
(21) Summa c. Gentiles, III, c. 37.
(22) In W Sent., d. 26, q. 1, a. 2, c.
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CARLOS ALBERTO SACHERI
otra parte, sostiene que, aun en el plano ect>nóm.ico, hay tareas que
no
implican de suyo trabajo manual, como
las correspondientes a
la organización y coordinación (23). Siguiendo el hilo argumental
podemos concluir que, para nuestro autor, el régimen del salariado
es de suyo legítimo, siempre que se vea justamente retribuido; tam­
bién se sigue que otras actividades ajenas a lo manual, son tanto o
más legítimas que el trabajo manual mismo, y que las tareas eco­
nómicas
organizativas han de gobernarlas de mera ejecución.
La doctrina así resumida configura una refutación cabal del pri­
mado marxista de
la praxis, aun en el plano específico de lo eco­
nómico, manteniendo plena vigencia en una economía substancial­
mente diferente a
la medieval cual es la contemporánea.
(23) Cfr. Summa ,. Gentiles, !II, c. 134.y 135.
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