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El aborto ante la filosofía tomista

EL ABORTO ANTE LA FILOSOFIA TOMISTA
POP.
VLADÍMQI..O l.AM:SDORFP-GALAGANB.
Prof. Agregado de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada..
Me han pedido que toeara, en esta ponencia, el tema del aborto,
y me
han colocado así ante una cw:iosa paradoja: en un Congreso
dedicado a la doctrina de Santo Tomás
de Aquino tengo que des­
arrollar un
tema sobre el cual Santo Tomás no ha escrito absolu­
tamente
nada. Por muy desesperante que me resulte esta situación,
es un hecho: Santo
Tomás no
ha escrito
nada acerca del aborto, ni
que sea pecado, ni que haya que prohibido, ni que sea lícito en ca­
sos extremos,
nada de nada. Es que la época en que vivió le libró
de defensores del aborto. Entonces, el aborto no
eta, ni podía ser,
tema

de discusión y, por tanto, el Aquinatense no tuvo necesidad de
pronunciarse
acetca de él.
Pero nosotros,

hoy en
día, no
tenemos este feliz privilegio. Todos
hemos tenido ocasión de leer en la prensa, especializada o no, de­
fensas, no del aborto, por
supuesto, sino

de la "interrupción artifi­
cial del embarazo", con lo cual hemos comprobado -una vez más­
que hay plumas para todo. Sabemos de gobiernos que han cedido
ante esta
carnpafia, y

que
han autorizado el aborto, con lo cual he­
mos

comprobado, con tristeza, que también hay gobernantes
para
todo.

Y
esto nos obliga a tocar el tema, a dar nuestra respuesta a
quien
quieta oírla, incluso

en un Congreso tomista.
Ahora bien,
si no disponemos de doctrina tomista expresa acerca
del aborto, sabemos, al menos,
cómo la habrla expuesto Santo To­
más, caso de tenerla. Todos sabemos cómo está estructurada la s,,,,,.
m• Theologica: se divide en partes, las partes en cuestiones, y cada
cuestión en artículos; cada artículo, a su vez, también tiene una es­
tructura fija: comienza Santo Tomás exponiendo la opinión contra-
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VLADIMIR.O LAMSDOR.FF-GALAGANB
ria a la suya, con los argumentos en que se apoya; a continuación
(sed contra), aduce una autoridad en favor de su propia opinión.
Entonces sigue el "corpus" del artículo, en que Santo Tomás expone y demuestra, con independencia de lo anterior, su respuesta al plan­
teamiento del
artículo. Luego, por fin, se recogen y se contestan,
uno

por uno, los argumentos de
la parte contraria ( ad primum ergo
tlicendum quod ... , al, secundum dicendum quod ... , etc.).
Pues bien, ya que estamos en un Congreso tomista, vamos a dis­
cutir nuestro tema al modo tomista. V
amos a
intentar
construir un
artículo "Utrum licet

abortio" y ver qué resulta de ello.
Comenzaremos, naruralmente, por

el
v«letur quod. En nuestro
caso,
tendría que

ser algo así como
lo siguiente. "Parece que el po­
der civil no debe prohibir el aborto", según se demuestra con los
siguientes. argumentos:
l. El mundo
está superpoblado. Estamos demasiados.

Luego hay
que matar a, unos ruante>$ para que los demás estemos más anchitos
2. Un feto humano es una cosa ran fea y cabewna que real­
mente no

puede inspirar
lástima a nadie. Luego es lícito matarlo.
3. Además,

es una cosa tan tontita que ni siquiera se da cuen­
ta de cuando
la maran. Luego, eso hay que aprovecharlo.
4. Aunque se diera cuenta, el feto no puede defenderse, ni opo­
ner resistencia
alguna. Por tanto, se puede matar sin peligro. Luego,
es llcito hacerlo. 5. No_ hay acuerdo entre los teólogos sobre si el feto tiene o
no tiene
alma racional. Y en la duda, como todo el mundo sabe, es
mejor
matar al

reo.
6. El Papa, en cambio,
sí ha

dicho repetidas veces que el feto
tiene
alma racional y que no es lícito matarlo. Pero como se sabe,
el Papa sólo es infalible cuando
declara dogmas
de fe.
En todo lo
demás, lo
más probable es que esté equivocado.
7.
La prohibición no resuelve nada: a pesar de ella, seguirán
habiendo

abortos clandestinos. Luego el problema se resuelve per­
mitiéndolos, pata que se hagan a
la luz del día ( exacta.mente igual
que 1'?5 asesinatos, los robos, ete., ete.).
8. Toda mujer tiene derecho al, propio cuerpo: luego tiene de­
recho a
matar a olfa persona.
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BL ABORTO ANTE LA FILOSOFIA TOMISTA
9. En muchas familias humildes, la llegada de un nuevo hijo
impediría adquirir otros bienes necesarios, como un coche, un te­
levisor, una lavadora, etc. Luego, es absolutamente preciso matar
al hijo.
10.
En los países que prohiben el aborto, hay mujeres que se
desplazan a otro
para real.izarlo. Y es injusro privar a los médicos
nacionales de esta fuente de
ingresos, en
beneficio de los extranjeros.
11. Esta actividad de
los médicos no tendría ningún parecido
con la de los asesinos a sueldo, en absoluto, claro que no: sería una
actividad
legal.
12. También hay que ver el aspecto humano de la cuestión:
¿Qué haría esa pobre señora con un ni.íío en la casa? ...
13. Hay gobiernos que prohiben el aborto. Apoyar esta prohi­
bición,
allí donde existe, es una actitud "conservadora". Luego la
actitud contraria es "progresiva". Como lo "progresivo" es siempre mejor que lo "conservador",
ergo.
14. Por fin, en los países democráticos, cabe el argumento más
sencillo
y concluyente de todos: lo quiere la gente, luego es lícito.
Sed contra: pese a tan numerosos y poderosos argumentos, la
Iglesia Católica ha mantenido siempre que
el aborto es un crimen
y

debe ser prohibido. Tenemos, pues, planteada la dificultad y ha llegado
el momento
de fundamentar nuestra opinión. Santo Tomás aquí diría "Respon­
deo dicendum quod ..
."".
Bien,

pues hablando ya en serio, hay que dejar sentado que no
hay ninguna diferencia cualitativa entre matar a un nifio
en· for­
mación

y matar a un
ni.íío ya

nacido. El
nifio en

formación es un ser
vivo, como
tal ser vivo tiene alma, y este alma es humana (dado que
no puede ser de ninguna otra cosa) (1).
Ningún biólogo
ha conse-
( 1) Al mantener esta tesis, nos apartamos conscientemente del magis­
terio directo de

Santo Tomás, que opinaba que en el embrión humano se
sucedían un_ alma vegetativa, un alma sensitiva y sólo al final las sustituía
.un
alma racional: «In generatiooe animalis et hominis ... sunt plurimae for­
mae et generationes intermediae, et per consequens corruptiones, quia gene­
ratio unius est corruptio alterius. Anima igitur vegetabilis, quae primo inest,
cum embryo vivit vita planta.e, corrum.pitur,, et succedit anima perfectior, quae
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VLADIMIRO LAMSDORFF-GALAGANE
guido determinar el momento en que el feto pasa de no ser hwna­
no a serlo. Al
contrario, cuando estudian la cuestión sin perjuicios,
llegan
a· 1a conclusión de que es imposible bailarlo, salvo el momento
est nutritiva et sensitiva simul, et tune embryo vivit vita animalis; hac autem
corrupta, · succedit anima rationalis
ah extrinseco immissa, licet praecedentes
fuerint

virtute seminis»
(Summa contra Gentes, 2, 89).
El principal defecto de esta opinión es que resulta imposible (tanto más,
cuanto más sabemos acerca del desarrollo del feto) señalar
cuándo exacta..­
_mente ocurren esos cambios de alma: no olvidemos que si el alma es la forw
ma sustancial de un ser vivo, cuando se «corrompe», el ser vivo desaparece
como tal, se muere; inversamente, cuando se «genera» un alma, se genera
a la vez un nuevo ser vivo. Pues bien, el admitir que el niño que nace es
sustanr:ialmente distinto del -que se concibió, o lo que es lo mismo, que ha
pasado por varias muertes y resurrecciones graduales, se nos hace, hoy día,
muy problemático.
Hubiera sido más coherente con los propios supuestos aristotélicos ele
Santo Tomás el admitir, sencillamente, qllC el embrión tiene, desde el prin­
cipio, alma
humana, con
todas sus potencias, que no
ejercita sólo por ca­
recer de los órganos adecuados. Pero Santo Tomás rechaza expresamente esta
tesis, alegando la definición de Aristóteles del alma como «acto del cuerpo
organizado» (luego, mientras aún no está organizado,
carece de ella): «Neque
taro.en
potest

dici quod in
semin~ ah ipso principio sit anima secundum
suam essentiam completam,
cuius tametÍ operationes non appareant propter
organorum defectum.

Nam, cum anima uniatur corpori ut forma, non
uni­
tur nisi corpori cuius est proprie actus. Est autem anima 1actus ·corporis or­
ganici'. Non est
igitur ante

organizationem
con,oris in

semine
anima actu,
sed solum potentia sive virtute» (ibíd.).
De acuerdo. Pero por esta misma razón, en cuanto que aparece la más
rudimentaria organización, ha de aparecer forzosamente el
alma. Y este mo­
mento es el de la concepción, cuando ocurre
la transmisión del código gené­
tico y empieza a desarrollarse un ser que no podrá, en ningún momento, evo­
lucionar hacia otra cosa que no sea un ser humano; luego el alma ha de ser
forzosamente humana. La
raíz del

malentendido
está en

la creencia aristotélica, aceptada por
todo el medievo, en el papel
«activo» del

varón en la
reproducción, asig­
nando

a la mujer el papel
de «principio pasivo» o mero receptáculo. De
ahí seguía que el germen del futuro niño se consideraba ya contenido· en el
semen del
varón; pero

de conceder
altna racional al semen se seguían mu­
chos inconvenientes: el alma sería divisible; se multiplicarían las almas aun
cuando no hubiera
coricepción, etc.

(ibíd.). Ahora bien, todos estos incon­
venientes desaparecen si· nos fijamos en el momento de
la concepción, en el
cual se inicia la «organización» del cuerpo. y, por tanto, también el alma.
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EL ABORTO ANTE LA FILOSOFIA TOMISTA
de la concepción. En cuanto a los criterios de los biólogos que a
toda costa quieren justificar
el aborto, se los nota, a poco que se
piense, especialmente preconcebidos
para ello: primero decide uno
justificar el aborto (por motivos confesables o no, pero que no se
confesarán),
y luego se buscan razones "científicas". Así son los re­
sultados obtenidos: se ha propuesto, para distinguir al ser humano de lo que "todavía no lo es",
el criterio de la capacidad de vida
autónoma ( que tampoco tienen los niños recién nacidos, ni a los
dos
aiíos, ni

todos los adultos),
el de la actividad racional (a más
razón ... ), etc. Pero la realidad sigue siendo que un feto, aun sin haber nacido, es
tan ser humano corno cualquier otro en cualquier
otra etapa de su desarrollo. Y en el fondo, todos nosotros lo sa­
bemos.
Pues bien, si de los gobernantes de una sociedad humana
cabe
exigir algo, es que al menos aseguren la supervivencia de sus miem­
bros hasta donde les sea posible (2). Luego
deben (no "pueden",
deben) prohibir el aborto.
Y ahora, siguiendo con el plan que nos hemos propuesto, habría
que contestar a
cada uno de los argumentos contrarios ( ttd p,imum
ergo dicendum quod
..•

).
Pero no lo vamos a hacer. En.este caso,
no
lo creo realmente necesario.
Quizá sea mejor decir algo de todos
ellos in genere.
En primer lugar, se me podría reprochar que al exponer los ar­
gumentos abortistas en una forma abiertamente
ridícula, me he fa.
cilitado demasiado las cosas; que no he hecho ningún esfuerw por
comprenderlo,. En parte, es cierto; no he hecho este esfuer20, y ade­
más, me niego a hacerlo. Puedo comprender a una mujer que se
hace
abortar, como
puedo comprender al sefior que colabora con el
invasor, que comete un desfalco o que
engafia a

su mujer. Todos
somos humanos, nadie es perfecto,
y el que pueda, que tire la pri­
mera piedra. Ahora bien, al que se pone a
teorizar sobre
ello, para
(2) Ahí si tenemos expresa doctrina tomista que nos avale: «Nullo modo
licet occidere innocentem»
(S. Th., 2-2, 64, 6c); «Lex: autem humana hoc
concedere
non
potest, quod licite homo indebite ·occidatur» (S. Th., 1·2,
100, 8 ad 3). Esto nos dispensará de probar el aserto: nos remitimos al
doctor Angélico.
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VLADIMIRO LAMSDORFF-GALAGANE
intentar demostrar, encima, que está bien, cuando en realidad sabe
muy bien que está
mal,, a ese, me niego a comprenderlo. De acuerdo,
él también puede -tener razones atendibles para acruar de esa forma,
desde una
mala ideología hasta un buen sueldo. También a él puedo
comprenderlo como persona, pero me niego a extender esta simpatía
a sus razonamientos.
Pero a pesar de esto, el reproche sólo es verdadero en parte. Una
cosa es no manifestar simpatía hacia las razones adversas, otra · muy
distinta es deformarlas. Por eso quiero hacer constar que los argu­
mentos que he expuesto son todos auténticos. No he inventado nin­
guno, y supongo que la mayoría de ellos les resultarán conocidos.
Todos ellos han sido expuestos, en una u otra ocasión, sea en la
gran prensa, sea en la prensa especializada, algunos de ellos incluso
por colegas míos, profesores de derecho (lo digo sin
ningún orgu·
llo). De ahí los he sacado,
y no he citado a sus autores sólo por no
hacerles propaganda
gratis (3). Que se la hagan ellos.
Y también quiero hacer constar que no he deformado ninguno
de estos argumentos.
Lo único que he hecho ha sido condensarlos,
reducirlos a su esqueleto lógico
y despojarlos de toda la fraseología
pedante o sentimental con que se suelen adobar
para hacerlos más
"convincentes··. En ocasiones, tambiét¡,'los he completado con pre­
misas

que los abortistas, prudentemente, suelen dejar implícitas.
Pero nada
más. El ridículo ha salido por sí sólo. No es una cualidad
añadida;
estaba ya allí, sólo que un poco más disimulado.
Dicho esto, no quiero en absoluto ignorar o
minimizar la parte
rawnable

que puedan
tener estoll argumentos.

Porque, efectivamen­
te, al estar. autorizado
~ aborto _ en unos países y prohibido en otros,
crea serias complicaciones; pero de esto sólo se deduce que la prohi­
bición tiene que ser internacional. Efectivamente, también, la mera
prohibición no es suficiente: continúa habiendo abortos clandesti­
nos, que constituyen un grave peligro, no sólo para el hijo, sino
también
para la

"madre", por
las prisas, lo rudimentario de las téc-
( 3) En parte, también, porque se copian unos a otros, y el «investigar
la

paternidad» de cada
argumento se

me aparece
tan trabajoso cuan despeo·
visto de interés.
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EL ABORTO ANTE LA FILOSOFIA TOMISTA
nicas empleadas, la impericia del personal que los efectúa, etc. Pero
de

esto sólo se deduce que toda prohibición
ha de ir acompañada
de una eficaz labor de
policía, que

consiga acabar con esta maneta
de
ganar dinero. '
Por

otra parte,
no sólo hay que luchar contra la práctica misma
del
aborto, sino también contra
las causas que lo hacen posible. Y
en esto, las simples medidas de policía, efectivamente, resultan in­
suficientes. Por
cierto, el
bajo nivel de vida de una familia, o de
un país, no parece ser, por sí solo, un factor decisivo. Los abortos
con salida al extranjero, por ejemplo, se observan exclusivamente
en
familias acomodadas. Es más cnestión de impunidad, de ambiente
y, por supuesto, de egoísmo personal. Naturalmente, el aumento del
nivel de vida
no deja por ello de ser deseable, y los gobetnantes de­
ben

procurar que
se extiendan sus beneficios al mayor número po­
sible
de
personas, pero no

como medida contra el aborto, sino sim­
plemente, porque

es beneficioso en
sí. En cambio, para luchar es­
pecíficamente contra

el aborto,
hay. que· tetminar, en primer Jugar,
con
toda ilusión de impunidad,
y en lo que respecta al ambiente, hay
que considerar a la propaganda abortista como lo que es: apologfa de
un delito penado por la ley.
En cuanto al egoísmo personal, que es, en el fondo, el principal
factor de toda actividad delictiva,
es, por desgracia, imposible erra­
dicarlo

con medios jurídicos o políticos. Ahí
está el aspeclo huma­
no tan traído y llevado por los partidarios del aborto. Efectivamen­
te, no
todo niño es bienvenido para su madre. Pero ésta tiene que
saber que

eso no es suficiente razón para matarlo.
Si no, se entera­


después. Se lo dirá su propia conciencia.
Y en el "aspecto hu­
mano",
lo pasará todavía peor. Es mejor,
incluso para la madre,
dejar nacer a su hijo. Luego, como último recurso, puede abando­
narlo. Naturalmente, hacérselo comprender no es misión del Estado.
Aquí es
terreno del médico, del

sicólogo
y, sobre todo, de la Igle­
sia. En cambio, lo que aquí puede
hacer el Estado es tener una red
de inclusas satisfactorias
y, sobre todo, facilitar los trámites de la
adopción.
En efecto, existe en la mayoría de los países europeos
una curiosa paradoja: por una parte, muchas
mujeres acnden
o
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VLADIMIRO LAMSDORFF-GALAGANE
desean acudir al aborto para librarse de niños que no quieren; por
otra parte, hay numerosas parejas que desean adoptar a un niño,
pero
para hacerlo tienen que comprarlo a traficantes, en el "mer­
cado negro" o bien
acudir, como hacen en Bélgica, a una especie
de servicio
de importación de niños hindúes o coreanos. Serla mu­
cho mejor poder ofrecer a
las madres que no desean a sus hijos la
seguridad de que serán bien atendidos y educados.
Aún podría

enumerar
otras medidas
prácticas que se pueden to­
mar en relación con nuestro problema, como el fomento de la cons­
trucción de jardines de infaocia, uoa política familiar coherente,
et­
cétera. Por lo demás, estas medidas son de desear auoque no hu­
biera
ningún problema
de
ahorro. Pero
lo principal no es eso.
Lo
principal es que entendamos todos, gobernantes y súbditos, que de
ninguoa manera podernos permitirnos el lujo de autorizar el aborto.
Sí, de acuerdo, en toda vida
social ha de reinar, hasta cierto puoto,
el
egoísmo; extirparlo es

imposible. Pero
al menos podemos exigir
que

se lo circuosctiba a límites
razonables, y
cuaodo sea posible,
que se le saque provecho. Si se le deja campo hasta admitir que
cual­
quiera pueda matar a otrO por simple capricho, de esa sociedad no
podrá salir nada bueno. A la latga se pudrirá y perecerá a manos
de cualquier
otra. Nos

enseña la historia -pero nuoca acabamos de
aprendérnoslo- que una
sociedad, para subsistir, necesita un míni­
mo

de moral social.
Quizá se viva más cómodo sin él, pero se vive
menos tiempo. Por eso, hay que
conservarlo. Y

el legalizar el abor­
to, de eso estoy
íntimamente convencido,

implica descender por
de­
bajo

del mínimo tolerable.
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