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Número 191-192

Serie XX

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La unidad y la indisolubilidad del matrimonio según el Génesis, el Evangelio y la Iglesia

LA UNIDAD Y LA INIDI:SOLUBILIDAD DEL MATRIMONIO
SEGUN EL GIENE.SIS, EL EVANGELIO

Y LA
IGLESIA
La comunidad de personas, hombre y mujer, en el relato del
Génesis.
«El relato-del capítulo segundo, en cambio, no habla de la "ima­
n gen de Dios"; ·pero revela, a JU manera característica, que la creación
"CO'mpleta
y definitiva del "hombre'' (sometido primeramente a fa
"experiencia de la soled,,J originaria) ~ expresa en el dar vMa a esa
"''communio personarum" que forma,z el hombre y la mujer. De este
"modo, el relato yahvista cotJ,curJrda con el contenido del primer re­
"lato. Si, por

el
contrario, queremos sacar también del relato del

texto
,, yahvi.rta el concepto de "imtJgen de Dio-s'', entonCies p_odemos de­
" ducir que el hombre se ha convertido. en "imagen y serriejanza" de
"Dios, no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través
"de la comunión de las personas, que el hombre y la mu¡er forman
"desde
el comienzo·. La función de la imagen es la de refle¡ar a quien
"es
el

modelo,
reproducir el prototipo propio.

El
hombr~ se convierte
"en
imagen

de
Dio.s, no tanto ern el mo'menlO de lo .soledad, cuanto
"en
el momento de

la
com11ni6n. Efecl~mente, él

es
"desde el prín­
,,
cipio"

no sólo
imagen en la r¡ue' se refle¡a la so,ledad de una Persona 11q11e rige al mundO', sino ldfnbién y esencialmente; imcagen de una
11 inescr11tdble comunión divina
de Personas.»
" < 11tutiva "soledad'' de. su ser-el' hombre ha sido dotado-

de
una pro-
11funda unidad

entre lo·
que en él es masculino ht1ffM11atnente y me­
,, didflte el cuerpo, y lo q_ue de ld miJma manera es en él femenino 11humanamente y mediante el cuerpo-. Sobre todo ésto-, desde el co­
"mienzo,
descendió la benditión de la fecundid,,J, unida con la pro-
"creación humana (cf. Gén 1, 28).» · ,, . . . .
< "realidd antropológica que se llama "cuerpo". iLar palabras del Gé­
"nesis 2, 23 hablan de él direclmente y por vez primera en los tér­
,,
minos siguientes: "carne de mi carne y hueso de mis huesos". El
3
Fundaci\363n Speiro

"hombre-varón pronuncia estas palabras, como si sólo a la vista. de la
''m11jer pudiese id,ntificar y llamar por su nombre a lo que en el
"mundo visible loo hace semejantes el uno al otro, y a la vez aquello
''eu que se manifiesta la humanidad, A la luz d'fll análisis precedente
"de todos los "cuerpos", con lo,s que se ha pue1to en contacto el
"hombre y a los que ha definido conceptualm'ente poniéndoles nom­
" bre ('~animalia"), la expresión "carne de mi carne" adquiere pre­
"cisamente este significado: el cuerpo revela al hombre. Esta fórmula
"concisa contiene ya t(Jdo lo que sobre la estructura del cuerpo como
"organismo, subre su
vitalidad, sobre su particular fisiolO"gia, etc.,
"podrá decir acaso la ciencia
humana.» ,,
«La teología dt!l cuerpo, que desde el principio está unida a l"
"creación del hO'mbre a imagen de Dios, se convierte, en cierto modo,
"también en teología del sexo, o mejor, teología de la masculinidad
"y de la feminidad, que aquf, en el libro del Génesis, tiene s11 punto
"de partida.
El significado originario de

la
1111idad, testimoniada ·por
''las palabras
del Génesis 2, 24, t,ndrl, amplia y lejana perspectiva
"en la revefaci6n de

Dios,
Esta unidad a través de{ cuerpo ("y los 11 dos serán 1111a sola carne") tiene una dimensión multiforme: una di­
"mensión ética, c01ll'0 se -confirma en la respuesta de Cristo a los fa­
"riseos
en Mt 19 (Me 10), y también una dimensión sacrMnental,
"estrictamente teulógica, como sli' comprueba por las palabras de San
"Pablo a
los

Efesios (19 ),
que hacen referencia, ademds, a la tradición
"de
los Profetas (Oseas, Isaías, Ezequiel). Y

es
asf, porque esa 1111i­
"dad que se ·retdiza e, ·trt:IVés del cuerp() indica, desde el principio, no
"sólo el "cuerp-0", · sino también la comunión "encarnada" de las per-
11 soni:M --communio personaru.1m-y exige esta c<»nunión desde el
"principio. La masculinidad y la fe,njnidad expresan el doble aspecto
"de la constitución somática del hombre ("esto sl que es carne de mi
"carne y hueso der mis huesos"), e indican, además, a través de las
"miJmas palabras
del

Génesis
2, 231 la nueva conciencia del sentido
"del propio cuerpo·: sentido, que se puede dtktr consiste en un enri­
"quecimiento recíproco,
esta estmctura ·se presenta desde el principio
"con una conciencia frrc,funda de la corporeidad y sexualidad 'humana,
"y esto establece ltna norma inalie'nabfe para la comprensión de'1
"hombre

en
el plano teológico.»
4
JuAN PABLO 11: Catequesis en la audiencia
general del miércoles 14 de noviembre de· 1979,
L'Osservatore Romano. Edición semanal en len­
gua es-pañol<½ añO XI, núm. 46 (568), domingo
18
de noviembre de 1979.
Fundaci\363n Speiro

La comunión de homhre-y mujer indica '~ayuda", en reciproci~
dad

de existencia de la persona
"para'' la persona~
«En el relato bíblico, la sqfedad es caminq,q11e lleva a esa unidad,
"que,
siguiendo
al
Vaticano JI, podem"s definir Communio persona­
"rum {17 ). Como ya hemos constatado anteriormente, el humbre en
"su so.fedad originaria ad quier• une1 cvncienci" personal
en

el
proceso
"de "distinción" de todos los sf!f'es vivientes (animalia) y, al mismo
"tiempo, en es/" soledad se abre hacia un ser afín a él y q11e1 el Gé­
"nesi, {2,

18 y 20}
define como ""yuda seme¡ante a él". Esta aper­
u111ra decide,, del hombre-periona no-. menos, al contrario-, acaso más
u.aún, que la
misma "distinción». La so,/edad del hombre, en el relato
"yahvista, se nos pre.renta no sólo cumo' el primer descubrimienta de
"la trascendencia característica propia de la persona, sino· tcmzbién como
"descubrimiento
de una relación adecuada "a le/' persona, y, por Io­
n tanto, como· apert11ra y espera de und "comunión de personas".
»Aquí Je podrla emplear incluso el término "comunidad'', si no
u¡uese genérico 'J no tupiese tantos .rignificddos. "Comunión" dice
"más
y con mayor precisión, porque indica precisamente esa "ayuda"
"que, en cierto sentido, se deriva del hooho mismo de eicistir como
"persona "junto" a una persona. En el relato bíblico este hecho .re
"tonvir!rle eo ipso -de por ,f~ en la exstencia de la persona "para"
"la persona, dado que el hombre en ,11 ,o/edad originaria, en cierto
"modo, e.rtabtJ ya en esta rek:Jeión. Esto, .re confirma, en sentido ne!­
,, gatiw, precisam-enle por su soledad. Además, la com'tlnión de las
"persona, podía formar,e sólo a belSe de """ "doble soledad" del
"hombre y de la m11¡er, o sea, como encuentro· en su "distinción"
"del mundo de los ,eres vivientes (animalia), que daba " ambos la
"posibilidad de ,er y existir en una reciprocidad particular. El con­
n repto de "ayuda" expresa tí!P1,_b{én esta reciprocidad en la existencia~
"que ningún otrr, ,er viviente habrla podidr, asegurar. Para esta re­
" ciprocidtld era indispenselble todo lo que de cunstitutivo fundaba la
n .roleddd de cada uno de ellos, y, por ·tanto, también la autoconciencia
"y la autodeterminación, o sea, /,1 ,ubietividttd y el conucimiento del
",ignifictJdo
del propio c11erpQ.»
JUAN PABLO II: Catequesis en la audiencia
general del miércoles 14 de noviembre de 1979,
L'Osservatore Romano. Edici6n semanal en len­
gua española, año XI, núm. 46 (568), domingo
18 de noviembre de 1979.
5
Fundaci\363n Speiro

La in'.1i•o!ubilidad del matrimonio a la luz de la, pala,oras del
Génesis.
«Recordem(}s que Cristo, cuando le preguntaron sobre la unidad
"e indisolubilidad del matrimonio,
Je remitió a lo que era -"di prin­
''dpio". Citó las palabras escritas en. los. primeros capítulos del Gé­
"nesis. TratamrJJ,
pues,

de
penetrar en el sentido propio de estas par
"labras
y de estos capítulos, en el curso de ltM presentes reflexiones.
»El
úgnificado de la unidad originaria1del hambre, a quien Dios
n creó "varón y mu;er", se obtiene ( especia/mente a /,a luz del Gé­
"nesis
21 23) conaci-endo· tN hombre en todo el con;unto de su ser,
"esto es, en toda

la
riqueza de ese

mist_erio
de la creación, que está
"en la base de la antro,pología teológica. Este conocimiento, es decir,
"la búsqueda
de M identidad humana

de
aquel que al principio es­
"taba "s.()lo·", debe pasar
siempre a través de la dualidad, la "com11-
11nión". Recordemos
el pasaje del Génesis 2, 23: "El ho·mbre excla­
mó:
Esto sí
que es ya huesas de mis huesos y carne de mi carne. Esta
"se llamará varona, p01'qtte del varón ha sido tomada".»
"
< 11 /os
dos mzea sola carne") es, sin duda, !~ que se expresa y se realiza
',' en

el
acto· conyugal. La fo1'mt1lación bíblica, extremadamente concisa
"y simple, señala aJ sexo-, feminidad y masculinidad, como esa ca­
"racterística
del

hombre
--11.tWón y mujer- que les permife, cuando
"se
convierten

en
"una sola carne" J someter al mismo tiempo toda su
"humanidad a
la bendición de la fecundidad. Sin embarg", tod" el 11 contexto de la form11/aci6n lapidaria no nos permite detenernos en
"la superficie de la sexualidad humana, no nos consiente tratar del
"cuerp" y del sexo fuera de la dimensión plena del hom·bre y de la
"'~comunión de las personas", sino que nos o-bliga a entrever desde e!
""principio" la plenitud y. la profundidad pwpias de esta unidad,
,, que varón
y mujer deben constituir a fa luz de la revelación del
"cuerpo.
»Por
lo ianto, ante· todo,

la expresión respectiva que dice:
"El
"hombre
... se unirá a su mujer"' tan íntimamente que "los

dos.
serán
"una
sola

carne",
nos induce siempre a dirigirnos a lo-que el

texto
nbiblico expresa con anterioridad respecto a la unión en la humani­
,, dad,. que une
1 a la mu¡er y al varón en el misterio mismo de la
"ere.ación.
Las. palabras del Génesis 2, 23, que acabamos de analizar,
"explican
este
concepto de
.mado particulár. E!

varón y la
mu;er,
"uniéndose

entre sí
(ein el acto conyugal) tan íntim·arnente que se
"convierten
en "una sola carne'', descubren

de
nuevo, por
decirlo
así,
6
Fundaci\363n Speiro

ncada vez y de modo esp«iai, el misterio de la· creación, retornan así
"a
esa unión en
la
humanidad ("carne de

mi
cth'ne y hueso de mis
nhuesos"), que les permite recono·cerse recíprocamente y tlamarie
"por su
nombre, como· la primera vez.

Esto
significa revivir,
en
cierto
"sentido,
el valo-r originario virginal del hombre, que emerge · del
"misterio

de
sg soledad frente a Dios y en medio del 'mgndo. El hecho
"de que se conviertan
en "una sola carne" es un vínculo pot'ente es­
"tablecido por

el
Creador, a través del Ct(al ellos descubren la propia
"humanidad,
tanto en su unidad originitritt, como

en la
dualidad de
nun misterio:ro atractiva recíproco-.»
"
«Por esto está ligada a la elección. La formulación mhma del
:,Génesis 2, 24 indica no

sólo
que los sere1 humano·s creados

como
"varón y mujer, han sido creados para ta unidad, sino también que
"prechamente esta
unidad, a través-de la cual se convierten en "una
"sola
carne",

tiene
desde el principio un carácter de unión que se
nderiva de una elección. Efectivamente, leemos: "El hombre abando~
"nará a su padre
y a su madre y se unirá a su mujer". Si el hombre
"pertenece "por naturalezd' al padre
y a la madre; en virtud de la
"generación,
en cambio "se une" a la

mujer ( o
al marido) por elec­
"ción. El texto del Génesis 2, 24
define! este carácter del vínculo con­
"yggal
con

referencia
al primer hombre y a la primera mgjer, pero,
"al mismo tiempo, le, hace también en la perspectiva de todo el fu­
"turo
terreno del hombre. Por
esto,
Cristo, en su tiempo, se

remitirá
"a ese

texto,
de actualidad tam-bién en .s11 época. Creados a imagen Je
,, Dios, también en cuanto forman una améntica comuni6n de p-er­
,, sonas,
el primer hombre y la -primera rrmjer deben constituir el co­
"mienzo y el modelo de esa comunión para todos /Qs hombres y mu­
"jeres que,
en cualquier tiempo·, se rmirán tan íntimamente entre

sí,
"que formarán "una sola carne". El cuerpo -que, a través de la propia
"masculinidad o feminidad, ayuda a las dos

desde
el principio ("una
"ayuda semejante a él") a encontrarse
en com11ni6n de p·ersonas, se
"convierte,

de modo
especial, en el elemento constitutivo

de
su unión,
"cuando se hacen marido y mujer, Pero esto se realiza a través de
"tma elección recíproca. Es

la elección
que establece
el
pacto con­
"yuga/ entre las personas (20}, que sólo a base de ella se convierten
"en "una sola carne".»
"
«Génesis 2, 24 es 11n texto perspectivo. Efectivamente, demuestra
"que
en cada unión conyugal del hombre y de la muier se descubre
"de nuevo la misma

conciencia
01'iginaria del significado unitivo del
"cuerpo en ·sll masculinidad
y feminidad; con eiio, el texta bíblico
7
Fundaci\363n Speiro

"indica} al-mismo tiempo1 que en cada una de estas uniones .re re­
"nueva,
en cierto modo, e{-misteriO de la N'eaci6n en toda s11 pro­
"fundiddd originaria y fuerza vital, "Tomdda del
hombre"

como
""carne de su cairne",· la muier se convierte a contin11aci6n, &(JfflO
""espo:ra"
y a través de su maternidad, en madre de: Jo,s vivientes (ej.
"Gén 3, 20), porque su matern;ddd tiene su prqph, origen también
"en él.»
JUAN PABLO 11: Catequesis en la audiencia
general del miércoles 21
de noviembre de 1979, L'Osservatore Romano. Edición semanal en len­
gua española, año XI, núm. 47 (569), domingo 25 de noviembre de 1.979.
El homb,,e y la mujer ereados para el matrimonio y el signi­
:fmado esponsalicio de sus cuerpos.
< "a 111 padre y a 111 madre; y Je dherirá a s11 muj" ,· y vendrán, a Jer
''lqs dos una sula carne'' (Gén 2, 24). D,; este mudq se abre la gran
"perspectiva cr~ora
de la existencia hmnana, que se renueva cons­
"tanlemente mediartfdi la "procreac,ión" ,_ que es ''auto"eprod11cción" .. » " '
«A través del etho, del don se delinea en parte el prqblema de la
""subjffttiviáad''
del humbre, q11e es un su¡eto-hecho a imagen y se­
"mejanza de Diqs, En el relato de la creari6n (partirularmente en
"el Gén 2, 23-25 ), "la majer'' ciertamente no es s6lo "un o-bjeto"
"para el varón,
dlln permanet:iendq ambus eJ unq frente a la otra en
"tuda ltJ plenitud d~ su ()bjethnddd de cri,>turas, romo "huesq de mis
"huesos
y carne de mi carne'', como var6n y mujer, ambos desnudos.
"Sólo la desnudez t¡lle hace "ob¡eto" a. la mujer para el

hombre, o
"viceversa, es

fuente de
vergüenza. El /:Jecho de que "no sentían ver­
"güenztl' quiere decir q11e la mu;er no era un "o-bjeto" para el varón,
"ni
él frartJ ella. La inocencia interior como "frureza de coraz6n'', en
"riertq mud", hacia imposible que el uno fuese reducido de mal­
" quier modo por
el otro al nivel de mero objeto.

Si
"no sentían ver­
,, güenzcl' quiere decir q11e estaban unidos por la conciencia
deJ don,
"tenlan reclpr()ctt conciencia del

significado esponsalicio de sus cuer­
"pos, en lo que se expresa la /;bertad del den y se manifiesta toda
"la riqueza interior
de la persona como sujeto. Esta reciproca com­
''penetraci6n
del "yo" de las personas humanas, del varón y de la
8
Fundaci\363n Speiro

"mu¡w, P'!'e~e excluir .rub¡etivamente cutdr¡uiera "reducción a ob­
" jeto". IJ.n e.rto se revela el perfil subjetivq de ese amor, del que. se
"p11ede, decir, sin mbargo, que "es ob¡etivo" harta el fondo, en cuanto
"que
se nutre de la misma recíproca "o·bjetividad'' del don.
"
»Asl, en esta dimensión, se constituye un sacramento primordial,
"entendido c signo que transmite eficazmente en el mundo visible
"el misterio invisible
escondido en Dios des4e la eternidad. Y éste
'es

el
misterio de la verdad y del amor, el misteriq-de la vida divina,
"de le1 q11e el hombre participa mdmente. En la historia del hombre,
"es la inocencia originaria la que, inicia esta participación y es tam­
" bién fuente de la felicidad originarta. El sacramento, como signo vi­
"sible, .re constituye con el hombre-, en cuanto· "cuerpo", mediante-, su
""visible" maw,linidad y feminidad. En efecto, el cuerpo, y sólo él,
"es
cápaz d~ hacer visible lo que es invisible: lo espiritual y lo divino.
"Ha sido creado para transferir a la realidad visible del

mundo
el
,,misterio escondido, desde la eternidd en Dios., y ser asl su signa.»
"
«Por lo tanto, en el hombre creado a imagen de Dios se ha re­
"velado, en cierto\_sentido·, la sacramentalidad misma. de la creación,
"la sacramentalidad del mU11do. Efectivamente, el hombre, mediante
"su corporeidad, su masculinidad y feminidad, se convierte en signo
"visible do la'economia de la verdad 1 del amor, que tiene su f11ente
"en Dios mismo y q11e ya fue revelada en el misterio de la creación.
"En este amplio telón de fondo comprendemos plenamente las pala­
,, bras que "constituyen el sacramento del matrimonio, presentes en el
"Génesis 2, 24 ("Por eso de¡ará el hGmbre a su padre y a su madre;
"y se adherirá a su mu¡er; y vendrán a .rer los dos una sola carne").
Cuando marido y mujer se "dan" uno al otro,como sujeto único
e irrepetible
en su
i,dentidad como
ser concreto, sC verifican
las palabras del Génesis 2, 24: "Ell hombre se unirá a .,su
mujer y los dos vendrán a ser una sola carne".
»Si debem()s mantener la continuidad respect() a los análisis he­
" cho, hasta ,.J,ora ( particulrmente; respecto a los

últimos,
que ínter­
,, pretan aJ, hombre en la dimensión del don), es necesario observar
"que, según el libro del Génesis, datum y donnm son equivalente,.
»Sin embargo, el Génesis 4, 1-2 ,icentúa, sobre todo,

el
datum.
"En el "conorimiento-" conyugal, la mu¡er "es dada" al-hombre y
"él a ella, porque el cuerpo y el sexo entran directamente en la es-
'
Fundaci\363n Speiro

11truct11ra y en el contenido mismo de este "cono-cimiento". Así pues,
"la realidad de la 1111ión conyugal, en la que el hombre y la mujer
"se convierten
en "una sola cdf'ne", contiene en sí un descubrimiento
"nuevo
y, en cierto sentido, definitivo del significado del cuerpo
'' humano
en su marculinidad y feminidad. Pero, a propósito

de este
"descubrimiento, ¿es

justo
hablt'lf'. sólo de "convivencia sexual-"? Es
"necesario tener en cuenta que cada uno de ellos, hombre y mujer,
"no e, solo un objet/J pasivo, definido por el propio cuerpo y sexo, "y de este modo determinado "por la nr#uraleza". A-! contrario, pre-
11 cisamente por el hecho de ser varón y mujer, cada uno de ellos n
""dado-" al-otro como sujeto tÍnico· ei i"epetible, como "yo", como
"persona. El sexo
decide no

sólo
la individualidad somtJ/ica del hom-
11 bre, sino que define al mismo tiempo· su personal identidad y ser 11 concreto. Y precisamente en esta personal identidad y ser concreto,
"como irrepetible ''yo" femenino-masculino, el hombre es '.'cono­
"cido'' cuando se ~rifican las palabras. del Génesis 2, 24: "El hom­
n bre ... se unirá a su mujer y .los dos vendrán a ser una sola .carne".
nEl "cuno-cimiento",
de que habla el

Génesis
4, 1-2 y lados 101 textos 11111ce1ivos de la Biblia, llega a las raíces ·más íntimas de eJt~ iden-
11tidad y ser concreto, que el hombre y la mujer deben a su sexo. Este
"ser concreto significa tanto la unidad como I<> irrepetibilidad de la
''persona.»
JuAN PABW 11: Catequesis en la audiencia seneral del
miércoles
S de marzo de 1980, ··rosservatore Romano. Edici6n semanal en len­
gua española, año XII, núm. 10 (584), domingo
9 de
marzo de 1980.
El mandamiento "no adulterarás" motivado por la indisolubi­
lidad
del
matrimonio.
«El mandamiento "na adulterarás" encuentr~ su justa motivación
"en
la i11disol11bilidad del matrimo11io, en el que el hombre y la mu-
11 ¡er, en virtud del urigiinario designio del Creador, se unen de modo 11q11e "lo'S dos se convierten en una sala carne" (cf. Gén 2, 24). El 11tkl11/Jterio contras/ta, por su if!sencia, con e'sta unidad, en el sentido
"de que
esta unidad corresponde a la dignidad de las personas. Cristo
"no
sólo confirma este sign;¡Jcado esencial ético del mandamiento,
"sino q11e 'tiende
a consolid<>rlo en t,, misma prof11náidad de la per­
n sona humana. La nueva dimensión del ethos está unida .riempre con
"la revelación de esa prof1111didad, que se llama ~'corazón" y con su
"liberación
de lfJ "ronc11piscencie1r, de mod.o que

en ese corazón pue-
10
Fundaci\363n Speiro

'!da resplandecer más plenamente el hombre: varón 'Y ·mujer, en toda
"la verdad del recíproco "pard'. Uberado de la constricción y de

la
"disminución del espíritu que lleva consigo la concupiscencia de

la
"ct1me1 el ser h11mm10: varón y mujer, se encuentra rtXíprocamente
"en la libertad del don que es la condición de toda con.ttivenria en
"la verdad, y, en particular, en !,, libertad del reciproco donarse,
"puesto que ambos, marido
y mu¡er, deben formar la unidad sacra,­
"mental querida ¡,or
el mism(J Creador, co-mo· dice el Génesis 21 24.»
JUAN PABLO Il: Catequesis en la audiencia
general del
miércoles 8 de octubre de 1980,
L'Osservatore Romano. Edición semanal en len­
gua española, año XII, núm. 41 (615), domingo
12

de octubre de 1980.
La indisolubilidad · del matrimonio y la teología del cue~.
«... somos hi¡os de una época e,¡ la que, por el desarrollo de
"varias disciplinas, esta visión integral del ho·mbre puede ser fáci!­
,,.mente rechazada
y sustituida por múltiples concepciones parciales
"que, deteniéndu.se sobre ttno ú otro aspecto del compositwn huma­
"num,
no alcanzan al integrum del hombre, o lo dqan fuera del
"propio c(lfl1po visivo. Se insertan luego diversas tendmcias cul'tu­
"rales que -según estas verdades parcialeis-j01"m11lan sus propues­
"ta.s ·e indicaciones prácticas sobre el comportt:mJÍento hamtJno y, ·aún
''más frecaentemenie,
sobre c6mo·
comportarse con el '"hombre". El
"hombre
se convierte, pues, más en un objeto de determinadas téc­
"fltcas, que en el .sujeto responsable d'e la pro,pi-a t11:ción. i.a re"spuestd
"que Cristo dio a los fariseos exige tamb.Mn que e{ hombre1 varón y
"mujer, .sea este sujeto,

es
decir, un sujeto que decida -sobre sus
"acciones a la luz de la verdad integral so,bre si mismo, en cuanto
"verdad O'f'iginaria, o sea, fundamento de ld! experiencias auténtica­
"mente human.as. Esta es Ja verdad que· Cristo nOs hace buscar ~,n el
,,u-principio". ·
>>Los
que buscan la realización de la propia vocación humana y
"cristiana en el matrimonio I ante todo están llamado-s · a-hacer de esta
""teología del caerpo"1 cuyo "principio" encuentrttn en /o,s primeros
"capítulos
del Génesis, el-contenido de su vida y de su comporta­
"miento. Efe,ctivamente, ¡cuán indispensable es, en el c "vocación, la conciencia profunda del significado del cuerpo, en su 11marculiniddd y feminidad.', ¡Cuán necesaria es una conciencia pre­
'!cisa del signijkado esponsalicio del cuerpo, de s11 significado ge-
11
Fundaci\363n Speiro

"nerad0rr, dado que tudo e'.fto, que forma el contenido de la vida de
"los esposa!, debe encontrar constanteme,nte su dimensión
plena y
"personal en la convivende,.1 en el cc·mportamiento1 en los sen'fimien­
"tos
! Y es/01 ianto más en el trarfoindo de tlfla civilización, que está
"bajo la presión de un modo de pensar y valürar materíttlista y uti­
,, !#ario.
La biQ-ffri"togla contemp"'ánea puede ,uministrar muchas
"infrmnariones predsas wbre la Jexualidad humana.
Sin e,nbarg",
"el C(Jnorimierdo de

la
dignidad persowl del cuerpo humano y del
"sexo se Idea fátnbién de otras fuentes. Una fuente "fNJrliculdf' eJ la
"Pdlabra de Dios mismo, que contiene la revelación del cuerfroi esa
"que se remonta di "prmci¡,io".
»¿Acaso no le quiere decir, de e.rte mO'do, que el camino· por el
n que El conduce al hombre, vd:rón-mu;er, en el .rac.ramenlo del mffe
"trimonio, esto
es,

el
camino de !A "redención del cuerpo", debe
"conllstir en recuperar esta dignidad en la que se realiza simultánea­
" mente el auténtico significado del cuerpo humano, ,11 significado
"personal 1 "de romunión" ?»
JUAN PABLO II: Catequesis en la audiencia
.general del miércoles 2 de abril de 1980, L'O.­
servatore Romano. Edición semanal en lengua
española, afio XII, núm. 14 (588), domingo 6
de
libri] de 1980.
La respuesta de Je&IÍs a los fariseos sobre la indisolubilidad del
matrimoni~ y sn remisión al "principio".
«El Evangelio 1egún Mateo y ,egún Marcos no, refiere la re,pue,­
"ta q11e Cristo 4io, a l()J fariseos c11ando le preguntaron acerca
de la
"indisolubilidad
del matrimonio, remitiéndo,e a la ler de MoiséJ,
"que admitla, en derto, casos,
la práctica del llamado libelo de re­
"pudio. Recordándoles lo, primeros capitulo, del libro del Géne,is,
"Cri,1o re,pondió:
"¿No habéis leído que di principio el Creador
"los hizo varór,
y mujer? Y dijo: P"' eJto dejará el hombre al padre
"y a la madre y ,e unirá a la mujer y serán los dos una ,ola carne.
"De mdflera q11e ya no .ron dos, sino- untJ 10/a carne. Por tanto, lo
"que Dios unió no lo st!pare el hombre". Luego, refiriéndo,e a su
"pregunta sr,bre la
ley Je Mo;sés, Cri,to añadió: "Por la dureza de
"vuestro coraz6n O'J permitió M "al prinri¡,io m, fue asl" (Mt 19, 3 ss.; Me 12, 2 ss.). En ,u res­
'·'p11esta Cristo se remitió dos veces di "princifriá" y, por esto, también
"nos<>lro-1
1 (!ti eJ.~urso de n,11e.rtros análisi!, hemos trdtado de esclarecer
12
Fundaci\363n Speiro

"del modo más profundo posible el significttdo de este "principio",
"que es la primera herencia de cttda uno de los seres humanos en el
"mundo, varón y m11¡er, el primer testimonio de la identidttd hu­
"mana según
la paltNlf'a revelttda, la primera fuente de !,: ce,·teza de
"su vocdeión como persona creada a imagen de Dios mismo.»
JUAN PABLO Il: Catequesis en la audiencia
general del miércoles 2 de abril de 1980, L'Os­
servatore Romano. Edición seinanal en lengua
española, año XII, núm. 14 (588), domingo 6
de
abril de 1980.
Las palabras de Cristo sobre el divorcio de la ley mosaica,
valen también
para el hombre de hoy.
«En su coloquio con los fariseos, fesús, haciendo referencia al
""principio"
( cf. los análisis precedentes), pronunció las siguientes
"pakwras referentes al libelo
de repudio: "Por la dureza de vuestro
,, cM"azón, os permitió Moisés repudiar a v11e11tras mujf!f'es, pero al
"principio no fue así" (Mt 19, 8). Esta frase encierra indudablemente
"und. acttsación. "La dureza de corazón" indica lo-que según el ethos
"del pueblo del Antiguo Testamento, había fundado la situación con­
"traria ti origin "Y
es dbí donde hay que butcar k, cl@e para interpretar toda la le­
n gis/ación de Israel en el ámbtto del -mdlrimt.Jnio -Y, con un sentido
"más amplio en el conpnto de las rekiones entre hombre y mujer.
"Hablando de la "dureza de corazón", Cristo acusa, por deleirlo así,
"a
todo-el "su-¡e-to interior", que. es respons~ble de la deformación
"de l" ley. En el discurso de, !" mo11taña (Mt 5, 27-28) ha,e también
"utra. alusión ·al "cf.M'azón", pero las: _pal~bras .pronunciadas ahí no
"parecen una acusación solamente.»
"
< "ho·mbr, que pertenece a und sociedttd
bien definidd. T mnbién el
,, MaeJtro pertenece a esa sociedad, a ·ese pueblo. Por-tanto, hay que
"buscar en las ptdabras de Cristo una referi!ncia a los hechos, a las
,, situaciones, a las instttudon..e! con · que esttlba cfJtidianamente fami­
"liarizttdo. Hay que someter tales referencias a un análisis por lo ml!IZos
"sumario, a
fin de que sur¡a mM claramente el .rignijicttdo ético de
"l{,s palabras de Mateo 5, 27-28. Sin embargo, con esas palabras,
"se dirige rambién,
de m,;do indire·ct" pero redl, a todo hombre "his-
13
Fundaci\363n Speiro

"tórico" (entendie11do este adjetivo sobre tod'o en función teológica).
"Y este h(Jmbre e'S precisamente el "hombre de Ja conc11piscenda",
"cuyo misterio
y c11,yo corazón es cono'Cfdo por Cristo ("pues E! co­
"nocía lo que en el hcmzbre habí~': Jn 2, 25 J. Las pálabras del dis­
,, cursa
de Ja m011taña nos permiten eslabl)ie.cer 11n contacto con la ex­
"periencia interior de este
hombre, cá!i en toda latitud y longitud
"geográjicaJ en las diversas épocas, en
los

diversos condicionamien­
"tos suciale's y cttltura/,es. El h01n-bre de nuestro tiempo se siente !la­
"mddo por su nombre en este enunciado de Cristo, no menos que et
"hombre de "-entonces"J al: que el Maestro directamente se dirigía.
»En
e.rto reside la universalidad del Evangelio., que no es, en
"absolutoJ una genertillzación. Quizá precisamente en ese emmciado
"de Cristo que estamos ahora
analizando, eso se mclllifiesta con par­
"ticular claridad.
En virtud de

ese
enundddo, el hombre de todo tiem­
"po y de todo' htgar se, siente llamado en su modo ;usto, concreto,
"i"epetible; porque predsamewte Cristo, apela al "corazón" humano,
"que rro puede ser s=etido a generálizá!:ión a/,guna. Con la categoría
"del "corazón", cada uno es individualizado singularmente más aún
"que por

el nombre;
es ~Canzado en lo que determina de modo único
"e irrepetible; es definido en su humanidad "desde el interior".
»La i,n,>gen
del hombre de ta concupiscencia afecta, ante todo, a
"su
interi0'1'. La historia del "cO't'azón" ht1mctno después del pecado
"original,
está escrita bájo la presión de la triple concupiscencia, con
"la que se enlclZa también lá más profunda inu,gen del ethos en sus
"diversos doc11meifltos históricos.
Sin embargo, ese interior es también
"la fuerztJ
que decide sobre el comportamiento humano "exterlm:" J
,,también sobre la forma de múkiples estructurN e instituciones a
"nivel de vida social.
Si de estas estructurar e

instituciones
deducimos
"l.o1 .conknidqs· del ethos, en sus diverstM formulaciones hist'óricas,
"siempre encontramos
ese aspecto íntimo, propio-de la imagen inte­
"rior del hombre. Esta esJ en erfectoJ la componente más esencial. Las
"pal "lai
de Mateo 5, 27-28,

lo
indican de modo inequívoco, Ningún es­
"tudio sobre el ethos human<> puede dejar de lado esto con indife­
"renda.»
14
JuAN PABLO II: Catequesis en la audiencia
general del miércoles 6 de agosto de 1980,
L'Osservatore Romano. Edición semanal en len­
gua española, año xn, núm. 32 (606), domingo
!O de agosto de 1980.
Fundaci\363n Speiro

El matrimonio, recinto de la fidelidad personal que vincula
a

la permanencia.
< ''la dignidad persrmal dd humbre. Nacen
no

sólo del
impulso ins­
'·'tintivo y Ita pa.rión,, no· sólo del aj-erto; r,acen, dflte todo de una
"libre decisión de voluntad, de ttn amor persunal, por el qtte los cón­
"yuges llegan ai ser no s6lo ttn"tJ ·misma carne, sino también un único
"corazón y una sola alma. La urrión corporal y sexual es digo grande
"y hermoso. Pero solamente e, digna del homhre si ella es integrada
"en una vinculación personal, reconocida po1· la sociedad civil. y ecle­
'' siástica. Toda
unión cdtf'na/ errtre hO'mbre y mujer tiene, pOt' tanto,
"su legítimo lugar sólo dentro del recinto de fidelidad personal, ex­
" d,µsiva y definitiva, en el matrimonio. El carácter definilivfJ de la
"fidelidad matrimonial, que muchos hoy parecen
no

comprender
ya,
•·es igualmente una expresión de la dignidad incondicional del

hom­
"bre. No se puede vivir solamente de prueba; no se puede morir
"sfJlamente de prueba. No se puede amar sólo de prueba, aceptar a
"una persona
sólo

de
prueba. y por un tiempo determinado.»
"
< "hacia el futuro. Mira siempre hacia adelante. Es el único lugar ade­
" ruado para la procreación
y educación de los hijos.»
JUAN PABLO II: Homilía durante la misa ce­
lebrada
en el estadio "Butzweiler Hof" de
Co­
lonia, sábado 15 de noviembre de 1980, L'Os­
servatore Romano. Edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 47 (621), domingo 23
de noviembre de 1980.
Inquietud por la cultura moral, por la que atentan la unidad
indisoluble del matrimonio, al
respeto a

la
vida humana
desde
la concepción y a la deshumanización general de la
convivencia.
«Teniendo a la vista la imagen de l,a generación a la que per1e-
11necemos, -la Iglesia--~om.parte 'la inquietud de tantos hombres.· contem­
"poráneos.
Por otra parte, debemos preo'Cuparnos también por el
"ocaso de tantos valores fundamentales que crm.rtituyen un bien in­
" discutible no sólo de ~ moral cristiana, sino simplemente de la
"moral humana, de la cultura moral, como el re,peto a la vida hu­
"mana desde el momento de la c011cept:ión1 el1 respeto al matrimonio
Fundaci\363n Speiro

"en su uniddJ indisoluble, el respeto " la estabilidad de la familia.
"El fret'mistllismQ moral afecl", sobre todo, a este ámbito más sensi·
"ble de la vida 'Y de la convivencia bumana. A ét van unidas la crisis
"de la verdad en las relaciones interhumanas, lrJ fálta de responsa­
" biliddJ ál hab1"1', la relaci6n meramente utilitaria de/. hombre con
"el h""1bre,
la difmim,rión del sentido del auténtico bien común y
"la faciliddJ con que é!te e, enajenddi>. Finálmente, exifte la desa­
,, cralizacióti que a veres se tranrforma en "deshrmutniiación": et hom­
,, bre y la Sociedad para quienes nada es "sacró" van decayendo mo­
"ra/meme, a pfMar de las aptJrienciai.»
JUAN PABLO Il: Carta Encíclica Dives in
miserioordia del 30 'de noviembre de 1980, L'Os­
'servatore Romano. Edición semanal en lengua
espajiola, año XII, núm, 49 (623), domingo 7
de diciembre de 1980.
La indisolubilidad del matrimonio y la praxis de la Iglesia de
no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que
contra las normas establecidas han oontraido nuevo ma­
trimonio.
« ... el Sínodo, ál trat"1' del minfrterio pastará/ referente a los que
"han contraído nuevo matrimonio, después del divorcio, alaba, con
"razón
a aquellos esp-O'sos que, dllnque encuentran graves dificultades,
"sin embargo, testimonian en la. propia vida la indisQlubiliddJ del 11 matrimonio; pues en su vida .se aprecia la buena nueva de lai fide­
" /idad al amor, q11e tiene en Cristo s11 fuerza y su fundrJmento.
»Además, los pdJres sinodales, confirmando
de nuevo la indiso­
"libilidad
del mdlrimonio y la "praxis" de la Iglesia de n" admitir
"a la comunión eucarística a los divorciados que, cmtra las normas 11 estab!ecidis; han 'contrt1ido nuevo matfimonfo, exhurtan, af. mismo
"-tiempo, a "los Pástores y a toda la ·comunidad cristiana a e,yudar a
"estcs hermarnorJi y hermanas para que no se sientan se,p-arados de la
"Iglesia, ya que, en virtud del bautismo, pueden y deben p"1'tkipar
"e,i la vida de la Iglesia orando, escuchando la Palabra, asistiendo a
"la celebración eucanstica de la cmnumddJ y promoviendo la caridad
"y la ¡,miria. Aunque no se debe negar que esas personrJs pueden 11recibir, si se presenta el caso, el sacrament() de la penitencia y des­
"pués la crnn'llnión eucarístic~, c11andiJ CQ11 corazón sincero abrazan
"una formt1. de vida que no esté en C(!nt-radkci6n cOn la indisolubi­
"iiddJ del matrim'1nio, es decir, cuand" el hombre y la mu¡er, que
16
Fundaci\363n Speiro

"no pueden cumplir la obligación de sfflpararse, se comprometen a
nvivir en continencia total, esto es, absteniéndose de los actos propioJ
"sólo de lot espo_.ros, y, al mi.rmu tiempo, no se da escándalo,- .rin
"~bargo, la privación
de la reconciliación sacramental con Dios no
"debe alejarlos Id-má.r mínimo de Id perseverancia en ltA oración, en
"la penitencia y en el e¡ercir,o de la caridad, para que puedan con-
1' seguir finalmente la gracia de la conversión y de /.a salvación.»
JUAN PABLO II: Alocución con motivo de la
clausura en la
capilla Sixti.na
del Sínodo de
los obispos, 1980,
L'Osserl'atore Romano. Edi­
ción
se~anal en

lengua
española; año

Xll, nú­
mero 44 (618), domingo 2 de noviembre
de
1980. '
''Lo que Dios unió no lo separe el h?mbre".
«"Lo que Dio, unió no lo separe el hombre" (Mt 19, 6). En
"este "no
to· separe'' está conten'fda la grandeza esenci'a/. del matri­
" monio y1 al mismo tiiÁmpo, /C, ttf'tidad- moral. de la familia.
»Hoy pedimos esa grandeza
y esa dignidad para todos los esposos
"del mundo-,' pedimos esa potencia .r.acr4,Jnental y esa unidad mo-ral
"para todas las familias.
¡Y /o pedimos para el bien del hombre! Par "el bien

de
cada uno de

los hombres. El hombre no
tiene otro ca,mino
"hacia la hum a través de la familia. Y la familia
"debe ser c;r¡Jo,cada como el fundamenlo mismo
de toda solicitud ¡,ara
"el bien del

hombre
y de todo esfuerzo para que nuestro mundo
"humano sea cada vez más hunuand-. Nadie puede· sust-raerse a esta
11solicitud: ninguna suciedad1 ningún. pue.blo, ningún sistema¡ ni el
"Estado ni la Iglesia,

ni
siquiera e:l individu,o.>~
JuAN PABLO TI: Homilía durante la misa ce;­
lebrada

en la Plaza de San Pedro, domingo 12
de octubre de 1980, L'Osseryajore Romanq. Edi­
ción
semanal en lenglla espaiíola, año :xn, nú­
mero 42 (616), domingo 19 de
octubre de 1980.
17
Fundaci\363n Speiro