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Número 191-192

Serie XX

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La pretendida destrucción de las culturas indias del México antiguo. Un típico

LA PRlEl11EM>IDA DFB'l1RUCCION DE LAS CULTURAS
INDIAS DElL MlEJliCO ANTIGUO
UN TIPIGO "BLUFF" DE LA A.C'EUAL CAMPAÑA A:NTIGRISTIANA
POR
JBAN DuM()NT
' En un proximo libro sobre la inquisición española, que apa­
recerá en 1981, Jean Dumont dennncia, con todo el vigor y la eru­
dición que· hemos descubierto.· eil, sus E,.,-eurs sur le mal f~.
el «hluff» de los_ sedicentes historiadores que hacen de la Iglesia
Católica, también en este dominio, una especie. de monstrup, del
oscurantismo. Entre otras demostnooiories, Jean Dumont refuta ma­
gistralmente la

afirmación, sin
-cesar repetida,
de que
la_ inquisición
española había destruido las culturas indías del México antiguo.
Nos llena de satisfacción. p<1der -presentar ai nuestros lectores
algunas de las eoncluaiones de Jean Duri::tont, que cabe decir que
-iluslrañ. perfectamente el verdadero método histórico tan caro a
Fuste! de CoulangeS: dadme ·1exfos:. Jean Dumont, ·espe·cialist:a, en
historia hispánicm, ha pasado· latgos mC'ses en México estudiando
y. analtzan_do los arehivo!3 más antiguos y más ignorad~s de la co-
, _Ionización espa,ñola,,_ ~ris~ana.-:--P~. (núm. 173, octubre 1980).
Así como las culturas moras fascinan a los románticos, las cultu­
ras aztecas y mayas ejercen sobre ,nuestros contemporáneos una se­
ducción sin parangón con la realidad. El
.atractivo de

un exotismo
bárbaro, la

hipérbole de las publicidades turísticas, la pasión de los
ocultistas
y de los arqueólogos como Jru::ques Soustelle, conducen a
la. glorificación

de la espantosa mitología
azteca, alimentada
con la
sangre de los sacrificios
humanos permanentes.

De hecho, estas
ci­
vilizaciones, que se sitúan entre el Neolitico y la Edad del Bronce,
tienen, en el momento en que los españoles las
descubren, varios
mi­
lenios de atraso
respecto de Europa,

que se hallaba en
-el apogeo
del
Renacimiento. Ignoraban la rueda, las bestias de labor, la bóveda, la
moneda, el bronce (ya desarrollado en Mesopotamia y Egipto tres
mil años antes de Cristo), la escritura alfabética, etc.
Estas pretendidas luces
aztecas, a

juicio de nuestro siglo xx,
ha­
brían sido víctimas de los verdugos -españoles, como afirma un nú­
mero del
Pigara M"gazine del 16 de febrero de 1980, en un artículo
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Fundaci\363n Speiro

JEAN DUM,ONT
que lleva un título en sí mismo curiosamente inquisitorial: ¿Faut-il
bruftJr Hernán Cortés? Este artículo termina con una cita de Sous­
telle, que parece clamar por la
venganza de
la Historia sobre
el cris­
tianismo.
El ''auto de fe" de la_ cultura azteca-
La pubHcación, en 1869, de la biografía enteramente fabricada
de
uh indio puro, el hermano Martln Ouim, pretendidainente que­
mado
en 1854, por herejía, por
la inquisición mejicana, filial de la
española, ha sido uno de los puntos de partida de la campaña de
calumnias que la siguieron. Y, aun cuando el historiador mejicano
Joaquín García Icazbalceta haya denunciado esta fabricación grosera en un estudio publicado con ocasión del cuarto centenario del esta­
blecimiento
de' la imprenta en Méjico (1939), la falsificación tiene
una corteza dura.
Asimismo, todavía hoy, siguiendo al americano del siglo XIX,
Ptescott, y una multitud de compiladores y de periodistas, imputa
al Primado

de Méjico, el «inquisitorial» Juan de
Zumárraga, el
«auto de fe» de la cultura azteca ( destrucción de los archivos picto­
gráficos de
Texcoco), del
mismo modo que se ha atribuido
al «in­
quisitorial»

Cisneros el «auto de fe» de
la cultura islámica de Granada.
Retrato de un obscurantista
El paralelo con la práendida cuestión granadina es chocante. Zu­
márraga, franciscano como Cisn-eros, fue, en realidad, como él, lo
contrario de un obscurantista. Desbordando de amor por sus prote­
gidos indios, que le querían, fundó para ellos
el colegio superior de
Santa Cruz de Tlateloco, en que formó una élite
indiocristiana muy
brillante.

Instaló en Méjico la primera imprenta del Nuevo Mundo,
anterior a las de muchas ciudades de Europa y de todas las ciudades
islámicas (antes de 1539). Desde la apertura de la Universidad de
Méjico (1533), creó la primera cátedra de
Nahua, la lengua cultural
de las civilizaciones precolombinas.
De sus esfuerzos, muy preclaros, imitados -por muchos otros re­
ligiosos, han salido, desde el siglo xv1, los documentos fundamen­
tales que nos informan sobre la cultura azteca, enalteciendo, a veces
sin mesura, al indio y su civilización.
Así, la His1,,,.;a de los indio~, del franciscano Motolinia, llegado
a Méjico en
1524, es

la fuente de las otras descripciones de la
Meso-América precolombina y del
fema del

«buen salvaje».
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Fundaci\363n Speiro

LA PRETENDIDA DESTRUCCION DE LAS CULTURAS INDIAS
Y como la· historia seria, la de los archivos, rechaza el preteodido
«auto de
fe>> de
Granada, ha
rechazado definitivameote el preteo­
dido «auto de fe» de Texcoco. El propio
amigo de Prescott, el his­
toriador mexicano Joaquin Garda
Icazbalceta, dejó

establecido, hará
muy pronto cien años, que la imputación
hecha a

Zumárraga no
reposa sobre documeoto alguno
y no tieoe ninguna probabilidad. Este
fantá!ma, al que Prescott le quiere dar vid.-( ... ), se hunde al primer
go4pe de
la crítica, Juicio aparecido eo la biograffa del obispo don
Fray
Juan de

Zumárraga (México, 1881), debido a Garda de
Icaz­
balceta, y confirmada hoy por las historias mexicanas publicadas por
los Institutos
más oficiales, tal como el de Martin Quirarte.
Mas
no se

puede comprender lo
que fue
exactamente
la inter­
vención de la inquisición española en México-y su absoluta falta de
obscurantismo respecto de los indios, si no se tienen presentes -en la
mente los verdaderos caracteres, generalmente mal conocidos, de la
conquista y del establecimiento español-cristiano.
La "conquista": cuestión de Iris mismos in-dios
En realidad, advierte Garda de Icazbalceta, la destrucción de los
archivos aztecas, los de un imperio opresor, se pródujo antes de la
llegada de Zumárraga a México, y fue hecho por otros indios, los
tlaxcaltecas que, al lado de los españoles, eotraron como vencedores
en la capital
azteca (
15 21). Este pueblo importante era el único que
en México Central habfa logrado conservar su independencia; pero
en el momeoto de la llegada de Cortés, atacado de nuevo por los
aztecas, se encontraba en peligro de perderla. Se alió al conquistador
(y adoptó su fe), aportándole su concurso masivo.
Los tlaxcaltecas no fueron entonces ni serían con el tiempo el
único pueblo indio que tomó este partido. Los cempoaltecas, proce­
dentes de la gran civilización totonaca, cuyo arte es el más puro y
moderno del antiguo México, también combatieron al lado de Cortés.
Los textucanes, el pueblo de Texcoco, uno d-e los más cultivados en
el corazón de la zona azteca, sostuvieron, asimismo, al conquistador.
LOS zapotecas de Oaxaca, de civilización ·muy antigua ·y con una ar­
quitectura de impresionante pureza y elegancia, acogieron a los es­
pañoles como huéspedes bieovenidos, etc.
Tanto, que también toda una esaiela dé---h~stOriadores mexicanos,
no obstante ser muy laicos e· hispanófobos · de · espiritu, la escuela
indi geniita, -afirma; y no sin buenas· razones, · que la conquista fue-obra
«menr,s de Cortés que de los grupr,; indígenar t"11Sdtfos de la tira­
rifa aztecá y Jeseosos di! sacudirla; df'roi/md(Jse en mam,s de los fiJ-
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/EAN DUMONT
pañ,,/es» .. Así, Alfredo Chavero, en su Historia de la conquirta (Mexi­
co, 1904) y en sus otros trabajos, llega a: escribir: < fue un grupo de soldadm europeos qnien hizo, la conqni!ta, sino los
mismO's indion>.
Zumárraga, la inquisición, y de una manera general las órdenes
religiosas, no fueron para nada responsables de esta situación y del
notable

precio cultural que los
aztecas debieron

pagar por sus largas
exacciones contra sus hermanos de raza.
Observemos ya -lo que aclarará lo que sigue- que las adhe­
siones masivas e inmediatas '( o rápidas) a Cortés, mensajero decla­
rado de una nueva religión, muestran que la adhesión solidaría a las
religiones precolombinas había cesado de ser, para los indios, la re­
ferencia suprema. Aceptaban y pedían un cambio que también sería
relig~oso.
Una obra luminosa
Los indios, y más especialmente los tlaxcaltecas, no vieron wi
nuevo servilismo español sustituyendo, para ellos, al azt~a. Porque
la ávida brutalidad de ciertos conquistadores fue muy pronto y fir­
memente reprimida por los Virreyes y los Justicias, bajo la apelación
de Carlos V
y del Papa Pablo III.
Políticamente,
en parte
alguna hubo «guerra sagrada» suminis­
trando las víctimas de los sacrificios humanos.
Los tlaxcaltecas re­
cibieron del rey de España la
dedar_ación de

su libertad de autogo­
bierno, de su universal
hidtJlguía y de exención fiscal. Semejantes
situadé>nes se verifica.ron~· en una especie de edades dorddas, entre
los otros pueblos indios, por la protección que recibían de los reli­
giosos
y los obispó!!. Protección ilustrada por los nombres de Zúmá­
rraga (México), de Vasco
de Quiroga
(Michoacán), de Las Casas
(éhiapas), más tarde por los jesuitas de
Salvatié y California). Todos los sacerdotes católicos a los que los maestros
de la historiografía moderna, de
. todas
las nacionalidades
y de todas
las confesiones o cooviccion-es, de Lewi-s Hanke a Silvio Zavala, Amé­
rico -Castro, Marcel Bataillon
y Pierre. Chaunu, rinden un homenaje
unánime.
Socialmente, incluso en ciertos territorios privilegiados, los. indios
por aplicación de la Bula s11bw,nis Deus, de Pablo III ( 15 3 7), con­
tinuaron
«poseyendo las lierrcls colectiva e individutJlmenle, sin que
el señor o tít11lar de la encomienda ( español que recibía el tributo)
pudiese despo¡arlos de ellas legítimamente. Exi!tieron tJlg,mos casos.
de violacirmes de tus derecho!, pero lam'Wén proli¡as acciones judi-
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Fundaci\363n Speiro

LA PRETENDIDA DESTRUCCION DE LAS CULTURAS INDIAS
dales para /a reparación ( ... ). La .defmsa de la propiedád d-. los
indios,
coincidía, p01" ot'ra parte, con el interés del titular de

la
en­
comiendti (encomendero)»
(1).
Culturalmente,
desde la

primera mitad del siglo
XVI, el religioro
y el indio (juntos). crearon un (nuevo) campq de acción cultural
totalmente activo:
la «Obra luminosa» del

arte indio-cristiano en el
que
el. gran

historiador
Toynbee ve
el modelo mundial de la fusión
feliz de dos civilizaciones (2).
Este arte indio-cristiano. del Renacimiento
y del Barroco, produc­
tor de maravillas esplendorosas, notablemente en
torno a
México,
Cuemavaca, Tlaxcala, Puebla, Pachuca, Oaxaca, .fue, en efecto,
«Un
met/io de integración religioso-ctdtural del hombre a sus ideas, wmo
lo htlbían sido t!l arte grero-latino, el ""' rO'fnánico y el arte góti­
co» ( 1). En una «comunicaci9'11 intet1sa», a base de educación y de
efección,
la nueva cultura india hizo dar al pueblo mexicano un in­
menso salto cualitativo, en los espíritus y en los corazones, recapi­
tulando de un golpe los avances milenarios de Grocia, de Roma· y
del occidente cristiano. Y esto sin frustración, puesto que en el arte
indio-cristiano abundan
los motivos
de
ascemlem:ia prehispánicti (3),
incluso

religiosa, que
a<:eptaroo también la

liturgia y
la práctica cris-
tianas, · · ·
El. gran testimonio
Lleno de luz y de a)egría, contrariamente ~ siniestro arte azteca,
este arte indio-cristiano
d3: con

esta
fll!sma · alegtí~ una pr1,1eba irre­
futable

de
la liberación humana así aportada por la «conquista» y la .
evangeliza,:ión.
Además,

no se trata de un humo. de pajas.
Decora­
ciones

como las de Santo Domingo de
Oa.xaca . demuestran que

este
arte, ya rico en el siglo
XVI, ha continuado tan ~rillante en los si­
glos
xv11 y XVIII. Unicamente en loo siglos XIX y xx, el vandalismo
(1) Silvio Zavala: De encomiendas y propiedad territorial (México, 19401 págs. 49-y·Bl). No ocutrirá sino ya en el s_iglo siguiente, en el México inde­
pendizado, como lo muestra el autor con una elocuente «demostración grá­
fica». -Pero esta es otra historia, la Iglesia había sido entonces despojada, como
los indios, por los laicistas.
(2) En su libro de síntesis La religion vue par un histo-rien, Gallimard,
1963, págs, 61 y 162-163.
(3) Constantino Reyes Valerio: Arte indiocrisliano, nacional de fl.l!IM­
pologl• e hhtoria (México, 1978, págs, 125, 127, 128, 210), Notable obra
fruto del resultado de las recientes investigaciones financiadas _por la funda­
ción

Guhhenheim de
New York, . que merece ser calurosamente agradecida.
Bastantes de

Jos monumentos descritos han sido redescubiertos,
pór 19-'cual
los ignoraban los arqueólogos que hasta ah0-ra habían escrito.
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JBAN DUMONT
laicista iba a destruir estos tesóros acumulados durante más de tres
siglos.
El enorme testimonio de este arte indio-cristiano y de esta nueva
cultura indio-cristiana no tuvo el honor de retener la atención de los
arqueólogos aztequistas, de los acultistas
y de ciertos redactores de
nuestras revistas. La pasión anticatólica. y los prejuicios antiespañoles,
los hacen incapaces de ver lo que ha saltado inmediatamente a los
ojos del protestante Toynbee.
Borrar una enseñanza -de muerte
. Si en Yucatán (México del sudeste) los religiosos procedieron
a hacer
«auto de
fe» con los archivos mayas que implicaban una
especie de jeroglíficos, su reacción, análoga a las de los otros reli­
giosos en el México central, se comprende. Y estuvo muy lejos de
ser groseramente. obscurantista.
· Los

religiosos de Yucatán tenían ante sus ojos los insoportables
despojos de muerte dejados igualmente por la civilización maya, bajo la influencia tolteca; tales
como. la mtJSt-,l,a de los cráneos, la gran
mesa de los sacrifiéios humanos por despiece, un templo en forma
de pirámide que abrigaba otros sacrificios sangrientos, un gran pozo
dedicado a los sacrificios humanos por inmersión, por no hablar de
Chichen ltza. Los religiosos no destruyeron esta civiliziición maya,
ya
extinguida, deglutida por
el fango o la selva. en Palenque, y aban­
donada
por la

mayor parte de los indios locales. Lo
mismo que
nues­
tra legislación actual se dedica a impedir
legítimamente el pcoseli­
tismo de muerte del difunto racismo nazi,
juzgaron su

deber, legíti­
mamente,
borrar la eriseñan~a de muerte

dejada por
la mitología
tiránica difunta. Pero
solaxuente allí.
Porque

estos religiosos -tal como Diego de Landa- se dedi­
Cáion en sus Re/adunes a transmitimos, lo mismo que habían hecho
los otros religiosos con la civilizaciQn azteca, lo que había sido, para
ellos,
la grandeza de la civilización maya. Como si hubieran querido,
en sus libros, «re.rtituir una parle de lo que había sido quemado» ( 4).
Esta parte en la que nuestros arqueólogos encuentran muchos, sin
decirlo, . de sus conocimientos del Yucatán precolombino. Arqueólo­
gos informados taxubiéil por la masa de monumentos y de esculturas
dejadas
en

su
lugar -lo mism<> que
en México
central~ por
los
religiosos, y ... que visitan nuestros-·turistas·.
(4) Martín·Qriirarte: El pr,obkma réligio.ro-en.México, Iiistituto-'nadonal
de antropología e· historia (México, 1967, pag, .:29).
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LA PRETENDIDA DESTRUCCION DE LAS CULTURÁS 'INDIAS
Los inquisidores ooncedin su confianza
Por lo demás, estos religiosos del Yucatán no pertenecían a la
inquisición,--c¡u,e no -se implan taifa en Mé#co_. ( 5), como en el Perú,·
sino hasta 1569, medio siglo después de la «conquista». Y ésta' in°
quisición ho manifestó

el menor
obscurantismo respecto

de
la· civilis
zación precolombina, ni le impuso _OOndena.. alguna· ni· «auto de:·fe».
No-inició tán ,iquiera ni un proceso por -idolatría, o -por superstiéión
a los indios.-,·F.stos fueron excluidos~ of~cialmente,· de su-competenci~';
por cédula de Felipe II de 23 de febrero de· 1575.
Los inquisidores y el monarca español rehusaban ver en el indio
un peligro
para la fe cristiana, y tenían razón, Como la adhesión a
Cortés lo había demostrado, las religiones precolombinas no
-ejer­
cían

sobre los indios la seducción irresistible que algunos de nues­
tros contemporáneos se esfuerzan .. en_.encont,rar. Y la _queva Iglesia
india, radiante, merecía que se le otorgara confianzá. ~
Desde 1531,. ¿acaso no se había sublimado, a los ojos de todos,
por la imagen de Nuestra Señora 4e Guadalupe; ofrecida por la
Virgen

a Juan Diego
y conservada;'.:píii!ada sobre su tilma (capa)
indígena, en un modelo
milagroso di,f~e indio-cristiano? Hoy, esta
Virgen
milagrosa sigue

siendo
el emblema del profundo catolicismo
indio, que la
re:ciente visita

del
Papa Juan
Pablo
ff a México ha
puesto de manifiesto a la
faz del

mundo.
-- .
Las «supersticiones» mismas que los europeos reprochaban a este
catolicismo son el legado, mezclado,
pero muy
positivo, del respeto
de la inquisición por su identidad.
Porque leste

respeto ha
salvaguar,
dado,

también, como
el arte indio-crístiano, «11n4 .parle de lo .que
habla sido q11emtláo», el testamento original indio (6), que la prk
tica religiosa indígena nos muestra, impresionante .de sentido· de _lo
divino y del don de sí mismo, · · ' ' · ,
La

magnífica confianza
otorgada a
las culturas indias por la
inquisición, venida tardíamente a México, su-_rech~ tq,ta_¼ _a la. re­
presión, no impiden que los autores del artículó deL Fígaro Mága-
· (5) Yolanda Marid de Ibáñez: 'El T,-ib11TlaJ de· la Inqui.ríri(?n ·en México
(siglo XVI), Universidad nacional .a.titónor.óa de· México, 1979, págs. 39, 60
y tablas del apéndice. En el período precedente al establecimiento· de fa in­
quisición, en México los procesos de idolatría ·contra los indios habían sido,
por otra parte, muy poco numerosos (el último en 1546); y las -escasas con­
denas a este respecto «no pudieron ser calificadas de excesivamente rigurosas»:.
( 6) Testainento que evscamos _efi . el: Sentido ~ que "Clemente de Ale­
jandría hablaba de la filosofía' griega cOOlo· del· «Testamento cj_ue' Dios. dio
a los griegos».
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JEAN DUMONT .
zine traten de hacer apareceJJ escandalosa 1a condena cristiana del ffijicio humano practicado e,rtmJ.fet» por los aztecas, puesto que, es­
criben, Una inquisici6n que ellos suponen sanguinaria, sólidamente infor­
mados por sus prejuicios. Acabarnos de demosm.rlo: en .MéJcico, Í'!e:
r /tí.cjhisici6h, y lu';tei a¡, sil 1flegl!d:i, 'lá;•repte espontán~a,Hr,foga¡:iesl Artic~t~, 'sri a:, exting,llr :éll pro­
selitismo sangriento de los sacrificios humanos.
Y, no más en América. que· eh"""'Europa,. no hubo. verdugos espa.­
íi1>les-y «auto de fe>>, . en: el ~ent.ido .. df; una empresa sistemática de
represión cultural,

de
obscurantismo inquisitorial.
,~. ,_._.-,, -l.;
Hermoso ejerñploae·aci>gidit .·,· -~-.,,, .
Muy al contrario, la Inquisición y la .. Iglesia española nos, han
dejado un hermqso .ejemplo .d;e ,atenta ,irogida de las . culturas.: En
~uropa, los in,!ex i;,quisitoriales <:spai\oles "!' negaron, a con Giordano
Brurio, Galileo,
JJ!escartes, . y, es. más, I.a inquisición espafü,fa
salvó

lo
que' quedaba de la cu!lura mora granadina. Én América,
los inquisidores
otorgaron · su confiahia a· las culturas

indias,
hasta
en. la simbioJ'is (8) religioa que constituía el arte indio-cristiano: ·
Aquí y allá, en la confianza que c,li~saban · estos religioso&
sol;,erbiamente i.Q.s~do&, habJa todo ~ . porvenir, el : grandioso ,«ck,.
sa~rollo» cristiarto, CJUe a5UJllÍa t!)d<> Joh~amente d,igno .Qe SO,::
asumido. En México, sé t,uvo pronto fa confirmación: Desde fin~es
del siglo
XVI, Uil religioso. n!úy prnxlmo á los indibS, óbjeto 'éte ndJ:ílb
y cristiana dilección, pudo constatar : «Ni>, htibo mánifl!itat/o,neJ · d'e
he,epa,e-ntre los-indio". s; taJ hpbi(lt'a hdl,jd.o, t'~eo qué hubier"'1' lle-
gado a mi crm<1dmien!fJ»,.(9.), ,. , ,
-,f,
(7} No ·so.:lam~te Cisp.ero~.:-~ qu.emó,..,si1:lo· que -Alfonso .del ,¡;;:astillo;.
trad~~r de fa ~~Wsic;i,6?,i.~ ':l~~-~~s-~~ -~ i~l;fipc,to~~- y_,J;n~~s.?:~~ mbi-1scos de· Espafia: ES"· más, i'tt inqumo.Oh española: deJó, incluso, que · se
desarrollara en pleno siglo XVII el sin~d--islámico--aístiano del "Sac.ro,.Monte
de Granada y del arzobispo de la. ciudad, don Pedro de Castro. También
aceptó, sin restricción, lá alta .simbología mística realizada por San -Juan de
la Crut, que_ cristianizó __ en puntos esenciales_ J~_ mística islámica del_. m~ri;,quí
Al-Sadili
y del moto 'granadirio~ Ibn 'Abbád -(Véase' -espedálriíeilte _Américo
Castro: ·La realidad -bhlóriea Je. E.rpttiia, .·México,-, 197'3; ·Págs;· 1'82; "'200; 2Z6f
BL . . . . • . . , ,, (8) .Constantino \leyes,Yale¡ip;Qp, ci/,,.pp,g, t21.:.,¡.Ce1,,.,, dr symbiqsep,,
(9) Jerónimo de ·Mendieta.:" Ristória edesiásJica indiana, libro ry, ca-_ pítulo 15. · ·· ·.. ·· ,, "
Fundaci\363n Speiro