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Número 191-192

Serie XX

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La teocracia: un doble truco

LA '11EOCRACIA: UN DOBLE T!RUCO
POR
FREDERICK D. WILHELMSBN
Catedrático de Filosofía y Política de la Universidad de Dallas (Texas)
Parece curioso que el tema de la teocracia haya recibido muy
poca atención por
parte de
la ciencia política
actual. Reconociendo
su

existencia como algo raro y distanciado del ritmo de
la historia
política occidental, los investigadores de la política generalmente se
han contentado con apuntar a unos ejemplos históricos de
la teo­
cracia
para

luego dejar el tema. Pero
la restauración de la filosofía
política, tan exigida por las escuelas de Strauss y V oegelin, requiere
que estudiemos
la teocracia tal y como estudiamos las demás es­
tructuras
políticas, tales como la democracia, la aristocracia y las
otras formas del orden político reconocidas por
la filosofía clásica.
Pero tal estudio tiene que desarrollarse con un rigor filosófico
digno de la tradición
especulativa occidental. Por

eso empezamos
crin unas consideraciones que pertenecen a la epistemología, a fin
de luego aplicarlas a la materia en cuestión. lamente un

hecho histórico, sino un concepto que ha sido abstraído
de la
misma historia.

Por lo tanto, este concepto obedece a la estruc­
tura de todos los conceptos descubierta y explorada sutilmente por
Santo
Tomás en

su
De Ente et Essentia. La «teocracia» puede consi­
derarse según tres maneras : o
como una individualización histórica
en

esta u otra sociedad, o como una
especie cuyo
género sería
la
política, o como un género cuyas especificaciones manan de él. De
todas formas, todo lo que puede predicarse de un género puede
predicarse de sus propias especies, ya que la especie no
añade nada
al
género, -sino

que lo
·
determina.· Las especies ya están incluidas
dentro del género, aunque
de una

manera
confusa e
implícita,
y
solamente hace falta un acto de juzgar capaz de hacer patente delante
71
Fundaci\363n Speiro

FREDERJCK D. WILHELMSEN
de la inteligencia lo que está incluido dentro del género. Resulta
que
el género se predica directamente de todas sus especies: v. gr.,
el gato es un animal y también lo es el hombre. Si podemos descu­
brir algo genéricamente común a todas las teocracias, podríamos pre­
dicarlo a todo el rango de
las especificaciones de ella. Este estudio
tratará de hacer precisamente esto; a saber, descubrir unas caracte­
rísticas que genéricamente caen dentro de todas las teocracias.
Se
entiende por la palabra «teocracia» un gobierno terrenal cuyo deten­ tador es
Dios. Aquí
no
entendemos por
la palabra
< el

Dios cristiano, hebreo o
musulmán, sino
que también cualquier
divinizáción de

la política que otorga a una llamada ley histórica
los atributos que solemós reservar para la divinidad. Puesto que
el
género puede denominarse por sil especie más alta, no hay ningún
inconveniente en dominar a la teocracia, aún genéricamente, como
«al gobierno de Dios».
Esta teoría de gobierno implica, a. su vez, · una teoría de cómo
el hombre razona cuando piensa y actúa políticamente. Estamos
convencidos

que esta teoría está dañada
epistemológicamente. Mana
de la COOvicción de que el hombre, pensando silogística.mente, siem­
pre procede de lo universal · a lo particular, de 'suerte que el mismo
pensar encuentra en esta ley
-lo que se puede decir de un univer­
sal se puede decir de
todo· 10 que cae debajo

de él-
la ley
funda­
mental de todo
acto d'e razonar. Podemos poner aquí

un ejemplo
traído del libro De
Monarqt1ía, de

Dante.
Como sabemos, Dante
era partidaiio de un, imperio universal cuya administración, en lo
concreto, manaba de una inteligencia y voluntad singular, las del mis­
mo emperador. Podemos abstraer
de De Monarquía el

siguiente cua­
dro lógico:
Premisa mayo,-: La inteligencia y voluntad del César.
Premka menor: Un darse cuenta de esta vohintad por los prín­
cipes inf Criores a él.
Conclmión: La aplicación concreta de la voluntad imperial a
esta u otra situación concreta~
· El emperador legisla para todo el imperio, pero la aplicadón de
su legislación se deja en
la.o; manos de· reyes, príncipes-, repóblica.o; y
demás autoridades inferiores. El papel 'de ·]as esferas por debajo de
72
Fundaci\363n Speiro

LA TEOCRACIA: UN DOBLE TRUCO
la voluntad 'imperial se reduce a entender la voluntad imperial y en
aplicarla según las circunstancias peculiares
de sus propio• reinos,
ducados,

ciudades...
Tenemos · aquí un

esquema casi geométrico a
través del

cual un
dictámen de arriba.· llega a Jo concrett> hacia
abajo.
Dante no eril un

racionalista:, pero
podemos vet en

esta teoría
un precursor del
racionalismo tartesfano. El

orden político se en­
tiende
como si fuese un

silogismo gigantesco
regido por
el famoso
principio de dictum de omni t't nu/lo·: lo qué se puede afirmar de un
universal se
puede afirmar de

todo lo que
aba.rea, y lo que se niega
de

un
universal se niega de

todo
lo qui, contiene:
Ya qne vamos a úsar el ejemplo del imperio universal de Dante
como un espejo a través del cnill vamos a: mirar · la teoctacia, es
necesario indicar el
fallo en

esta
manera de entendet el
razonar.
Aunque· el

famoso principio
de omm et· nulfo funciona verdadera­
mente dentro del razonar huinano, fW1tióna, como un principio se:_
cundario y derivado. El primer principio del silogismo, y por lo
tarito·
de'todo razonar, es
·el principio

de la
identidad y ·de la discre­
pancia:
dos «cosas» identificadas' con una tercera se ,identifiéan entre
si.

El
llamado < medio>> obra como el
enlace entre dos pro­
posicíoOes anteriormente nO integtadas. La mente, razonando, sin:­
tetiza éstas dos proposiciones, y este· -acto dé integrar, virtúa.lmente,
es el acto dé sacar una ·conclusión. Pero el verbo {{Sacar»· no es preci­
samente
adecuado. D-a 'la impresión de extraer de una tája algo qúe
ya estaba: metido

ah!. En
el acto
de sintetizar
dos proposiciones, ha­
ciendo· así que sean las dos premisas de un silogismo, el hombre
prod11,e la conclusión, hace que exista. Aquí encontramos una ana­
logía
con el acto de crear de Dios, pero mientras que Dios crea de
la nada, el hombre concluye empleando unos conocimientos ya exis­
tentes. Sin embargo, la conclusión no está incluida
potencialmente
en ninguna de

las
dos proposiciones
tomadas aisladamente. Resulta
que el acto de razonar no ·consiste esencialmente en la aplicación de
lo ya conocido a la concretización de ún · universal. Este · proceso,
englobado ·dentro del razonar; es 'secundario, 'y sigue al poder de la
mente de integrar lo
previamente no

integrado.·
Como· Aristóteles
dijo

en
su Analílk,11 Posterio-r, la diferencia éntre un honibre listo y
un hombre no tarl listo es lii capacidad de encontrar el · 73
Fundaci\363n Speiro

FREDERJCK D. WILHELMSEN
medio» que hace pooible el silogismo. Unos tienen esta capacidad
altamente desarrollada y otros no.
En
la monarquía universal vislumbrada por Dante, todo el razo­
nar, toda la sabiduría política, toda la prudencia, pertenecen al em­
perador.
Los demás organismos del cuerpo político no piensan por
su cuenta. Hacen poco
más que aplicar las conclusiones y la volun­
tad del emperador supremo. De esta forma no solamente
la sutileza
que debe marcar
el orden político, sino también el mismo hábito
de
pensar políticamente, se marchitan hasta casi desaparecer en
el orden político. En resumidas cuentas, el orden político se convier­
te en un ejército donde
la cadena de mando va de arriba hacia abajo y
donde la obediencia tiene más importancia que la capacidad de
pensar por si mismo. Sin entrar aquí en el
tema, el lector captará rápidamente la di­
ferencia entre
el llamado federalismo de Dante y el foralismo de la
tradición española, donde los organismos inferiores se autogobiernan
en vez de administrar localmente una política impuesta desde arriba.
No es de
extrañar que el Emperador Carlos V rechazara este mo­
delo de monarquia, aunque algunos de sus consejeros quisieran que
él lo adoptase
· en

su trato con ese laberinto de reinos, condados
y
principados cuya autoridad suprema era el mismo emperador. Es
bien conocido que la monarquía universal de Dante disminuye la
libertad política, pero también
· produce
otro daño: destruye la capa­
cidad de pensar
politkamente en aquelloo que

tienen
la obligación
de hacerlo. Un buen cabo tiene
la obligación de obrar inteligente­
mente en

la batalla según la estrategia que sus superiores le han
impuesto, pero
no tiene ni la

obligaci6n ni el derecho de idear una
estrategia propiamente

suya,
eor<:epto, claro
que sl, en momentos de
una emergencia no prevista.
Pero sl un alcalde tiene la obligación de
pensar
y razonar por su cuenta sobre los problemas que pertenecen
al municipio, y
no debe
esperar hasta que su partido político o el
gobernador civil le mande hacer esto
o· 10 otro.

Aquí estriba toda la
diferencia entre un federalismo administrativo y el foralismo de la
llllldici6n hispánica.
Ahora
bien, el modelo de la monarquía de Dante y la conce¡,­
dón
de

la razón que está detrás de
ella nos pueden servir éomo un
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Fundaci\363n Speiro

LA TEOCRACIA: UN DOBLE TRUCO
modelo en nuestra investigación sobre la esencia de la teocracia. En
la teocracia, Dios
-o algo secular divinizado y dado con las carac­
terística

que atribuimos generalmente a
Dios- gobierna; y

los prín­
cipes y demás autoridades políticas terrenales no hacen nada
más
que aplicar la ley de Dios a los problemas del mundo. Esta aplica­
ción, por lo menos en teoría, se hace de una manera unívoca, ya
que la prudencia política, suprema virtud en el orden político según
Aristóteles
y la tradición escolástica, no figura en el panorama po­
lítico, o si figura lo hace de una manera tímida y con una eficacia
meramente marginal. Simplemente
hace falta

pensar en la República
Musulmana de

Irán, donde
la Palabra de Dios, encontrada en el
Corán, es
la última ley del país, y donde el mismo gobierno -pre­
sidente,
parlamento y tribunales- ciegamente aplican la ley corá­
nica a todos los detalles de
la vida,
hasta en
la manera de vestirse
de

las mujeres. El político se convierte en un intérprete de
la V o­
luntad Divina, y así se libera de la necesidad de pensar políticamente
por sí mismo. Se proclama el Reino de Dios en la tierra,
y Dios
reina, pero nadie le ve.
¿ Dónde está el Ser Divino? Siempre está
detrás
de

una escritura sagrada, el
Corán o la Biblia, que El supues­
tamente otorgó al pueblo en tiempos muy
lejanos; no
simplemente
como una constitnción
para el gobierno del país, sino también como
un plano totalmente detallado de cómo se pone en marcha la
maqui­
naria del Estado.
Aquí eoconttamos la misma estructura que vimos en -nuestro bos­
quejo de la monarquía universal de Dante. El estadista o el político
simplemente aplica particularmente una premisa universal, pero, en
este caso, Dios da la premisa en vez del emperador. El pensar po­
lítico se basa también sobre una lógica y epistemología que dan la
. primacía

al principio
de omni et ntdlo, y no al principio de la identi­
dad
y discrepancia. En ambos casos, la monarquía de Dante y la teo­
cracia, el pensar político pierde su
carácter sintético y creador y se
reduce al
papel de

la interpretación. La prudencia, como virtud
.su­
prema en
este

orden, o desaparece o se reduce radicalmente. Pero hay
una diferencia enorme entre
la monarquía del gran poeta italiaoo y
la teocracia. El Estado de Dante, aunque puede considerarse como un
precursor del Estado de Boclino, y as! del Estado moderno, en sí
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Fundaci\363n Speiro

FRBDERJCK D. WILRELMSEN
mismo nunca pasó m'ás allá de los sueños ·de su autor. Pero la ·teo­
cracia ha andado con los pasos de un perro feroz por la historia.
Pensemos en el Anabaptismo, cuyos fieles fanáticos quemaron
la ciu­
dad

de Münster. Pensemos en el calvinismo de Ginebra, donde Dios
reinaba y gobernaba, interpretado -claro que
sí-por

el mismo
Calvino. O
pensemos en

la
teocracia del

calvinismo escocés de John
Knox, donde

Dios mandó
que Knox

entregara a
la Reina María
Estuardo a la misericordia dulce de Isabel I
cie Inglaterrac Pense­
mos

en
el Reino de lo, Santos durante la Commonwealth de Crom­
well en la misma Inglaterra y en los miembros de
la Cámara de los
Comunes como
«Pralse God Barebones» ( «El Hombre de Huesos
Desnudos

que adora a
-Dio,»). Y
pensemos en la
horca y
en las
llamas. O, como ya he indicado, pensemos en el
Icln del

Ayatola,
dori.de Dfos ------o sus portavoces-han matado en un año veinte veces
más personas que murieron por motivos políticos en más de un
cuarto de

siglo
durante el imperio del Sha. La teocracia de verdad
ha jugado un papel impresionante en la historia moderna y general­
mente
ha sido un papel represivo y cruel, casi monstruoso.
Por mucho que tratemos de

encontrarla no hemos
podido descu­
brir
ninguna teocracia cuyo, rasgos político, llevasen

las caracterís­
ticas de

la suavidad
jr de la caridad. Todas han sido marcadas por
un puritanismo feroz y por un fariseísmo incapaz de aceptar de
manera real no solamente las debilidades humanas,
sino también
las
idiosincrasias que m·arcan la existencia hwnana. Las· teocracias his­
tóricas han sido unas cárceles dentro de royas murallas los ciudada­
nos vivían como
presós; hasta
los
detalles más íntimos e insignifi­
cantes se
gobernaban por

una aplicación unívoca y
siempre severa
de
una supuesta ley divina.
Naturalmente,
estarnos hablando

aquí de la
teocracia como
mo­
delo o
paradigma: Generalmente, lo, hombres,

por ser más
o menos
sanos,

saben
evitar hasta cierto punto en fa vida cotidiana estas reglas
«divinas» como,
pór ejemplo,

la prohibición del alcohol en los Es­
tados Unidos hace
· más de medio siglo, cuando el protestantismo
evangelista
impuso la ley de Dios sobre el pueblo y casi convirtió
esa
nación en

una
teocracia puritana
tardía.
Pero el aspecto

fanático
de las
teocracia¡; no puede

reducirse a nada
más que un

hecho his-
76
Fundaci\363n Speiro

LA TEOCRACIA: UN DOBLE TRUCO
tórico, y tampoco puede interpretarse como un fenómeno que siem­
pre
acompaña a
una sociedad fuertemente religiosa. Un humanismo
seglar
creerí<1 interp,;etar la situación de esta. manera,

pero el mismo
humanismo manifiesta una de Jas características que él condena en
el cristianismo, sea teocrático o no: v. gr., la divinización de todo
lo seglar, que
Mee que el mundo o ~l hombre hag,¡ las veces de
Dios y considere que
cualquier gesto

hacia lo
transcendental sea un
pecado contra la sociedad. No hablemos de lo que pasa en las socie­
dades
marxistas, porque la aplicación de lo que hetll06 expuesto es
tan sencilla y obvia que sería
una pedantería
subrayar lo ya subrayado
por la historia misma.
El filósofo de la política no debe dejar al psiquiatra un aná­
lisis de las enfermedades psíquicas que aparentemente siempre acom­
pañan a
la instauración de una teocracia en la historia. El profesor
Eric V oegelin nos
ha enseñado que el estudio de la patología del
espíritu humano pertenece rigurosamente a la filosofía política. Voe­
gelin
respalda su

afirmación apuntando
a lo
que Platón hizo en
La República, donde encontramos la más brillante pesquisa en his­
toria occidental de lo que podernos
llamar la degeneración psicoló­
gica en tomo a una
degeneración en

el orden político.
Esta degeneración nunca puede aplicarse unívocamente como si
fuera la
conclusión de

un silogismo. Cada
caso tiene
sus peculiari­
dades, y
éstas se deben, segón Santo Tomás, a la imposibilidad de
abstraer lo fundamentalmente individualizado y hacer de aquél un
objeto de la especulación
cientifica. La forma -en la filosofía aris­
totélica-

siempre actualiza lo
material, pero

lo hace a través de la
misma potencia material.
Quidq11id n•cipitur, recipitur ad modum
recipienlis. Resulta que la esencia teocrática siempre se individualiza
segón
maneras diferentes.
Pero con
todo lo dicho, resulta verdad
que esta esencia
-entendida no

solamente
como un bloque de intes
ligibilidad considerada
abstractamente por

la mente, sino también,
y sobre todq, como una naturaleza que brota de un suelo y que
apunta
a una meta-queda siendo la misma esencia dondequiera que
esté; sigue la misma esencia, existiendo según condiciones diferentes
y en seres diferentes, pero reconocida dentro de esta variedad. La
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FRJJDERJCK D. WILHELMSEN
analogía en cuestión es la de la desigualdad l""ª usar el vocabulario
de la escolástica.
Con este inciso sobre

el carácter epistemológico y metafísico de
nuestra investigación, volvamos al carácter de las teocracias, un ca­
rácter que hemos denominado intransigente, fanático, y a veces -cruel
y salvaje. Mientras que al emperador de Dante se le ve, al Dios de la
teocracia no se le ve. Qnitando al Dios del Testamento Viejo, qnien
hablaba
directamente con Abrahán y
con Moisés,
el Dios dentro de
la historia seglar nunca se ve. El habla a través de su mensaje,
gene­
ralmente un mensaje hablado en tiempos muy lejanos, pero luego
escrito en una serie de documentos cuya interpretación y aplicación al orden político constituye el papel del político o estadista. Aquí
emerge un truco, el segundo descubierto en este estudio
..
Si el primer truco consiste en una teoría radicalmente defectuosa
de cómo el hombre piensa de tal forma que el pensar deja de ser
pensar, el segundo
truco consiste en la verdad de que Dios no reina
y gobierna en la teocracia: el llamado gobierno de Dios en la tierra
no es Su gobierno, sino el gobierno de unos hombres que hablan
en su
nombre, Una

teocracia en el seotido
más estricto de la palabra
exigirla

que Dios
· descendiera

del cielo
y asumiera un trono mundial.
Hay unos teócratas que
dicen que esto va a pasar muy pronto en la
historia: por ejemplo, los Testigos de Jehová. Pero hasta ahora tal
acontecimiento, que sería pintoresco, no ha ocurrido. Si esta hazaña
pasase antes del fin de los tiempos y el Juicio Final, la ortodoxia
cristiana dejaría de tener su razón de ser. Dios no aparece dentro
de la historia, y vivimos en la fe y esperanza de su veuida al final
de los tiempos. Pero fe y esperanza no pertenecen al orden de la
evidencia al alcance de la razón.
Un problema político
emerge aquí.

Si de hecho Dios no hace
una presencia
palpable en

la historia,
entonces ¿cómo
puede Dios
gobernar
po/Jticam:_, aquí en la tierra? Las teocracias hacen hin­
capié en que, de hecho, Dios está gobernando sus
órdenes políticos.
Para

un realista, sobre todo un realista en la tradición de Santo
Tomás, esto es una ·contradiccióri en los términos, y, aún más, es
una mentira. Por teocrático que
sea. el gobierno, la evidencia nos
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Fundaci\363n Speiro

LA TEOCRACIA, UN DOBLE TRUCO
proporciona con la verdad que son. los hombres quienes gobiernan.
Pero la lógica
no es
la realidad.
Todo
paso desde la realidad a la ilusión implica un truco que d
hombre inventa a fin de engañarse a sí mismo. No estamos interca­
lando un
factor nuevo

para
hacer viable nuestra teoría, Al contrario,
los. teócratas ya lo han intercalado
para hacer factible su teoría. Y el.
factor

es una
identificación de

nuestras pasiones y
deseos, de
nues­
tro subconsciente, con la Voluntad Divina. Así, el hombre se
hace
Dios,

pero sin darse cuenta de lo que
ha hecho. V amos a llamar este
truco . el

truco gnóstico, porque una vez realizada la identificación
el hombre sabe, con una claridad abrumante, lo que Dios quiere.
Ese hombre cree poseer el conocer divino, ya que cree tener un te­
léf ono directo con la voz de Dios. El escucha y Dios habla con él.
Un ejemplo histórico idóneo: no
podríamos escoger

uno mejor
que la vida de Oliver Cromwell, el líder del Reino
de los

Santos, en
ese inciso en la historia
de Inglaterra

que llamamos la Common­
wealth,
que duró desde la ejecución del rey Carlos I hasta la res­
tauración, de
su hijo el
rey Carlos II en el siglo XVII.·.
Como dijo el doctor Me! Bradford en su brillante pero breve
estudio sobre Cromwell,
había dos
Oliver Cromwell. Uno era el sol­
dado brusco pero bondadoso con sus compañeros en la guerra.
Era
un

hombre sencillo, lleno de sentido común, un general capaz de
sentarse con los soldados
y tomar un trago coo ellos. Pero el otro
Cromwell, el hombre desde dentro, era el puritano feroz, el faná­
tico protestante, el intransigente defensor de la
J'>llreza de la doctrina
calvinista.

Después de
haber ganado la

guerra civil contra el rey
Carlos I, aquel rey se refugió en el país
natal de

su casa, Escocia.
Los
escoceses calvinistas

le vendieron a Cromwell, pero la situación
era muy delicada para éste. Carlos todavía era un
rey, coronado según
las antiguas usanzas, signado con óleo sagrado,
y su persooa .estaba
rodeada

con ese carácter sagrado
que, acompañaba a los

reyes de su
tiempo, un carácter heredado de la
edad media. En una

palabra : su
persona era intocable. Y Cromwell, en
la· parte consciente de su
mente, lo sabía. Matar a un rey ungido no-solamente sería un asesi·
nato, sino sería un sacrilegio. Y ah{ empezó una batalla que Crom·
well libraba contra si mismo durante. rnás de medio año. Toda su
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Fundaci\363n Speiro

FRiiDERICK D. WlL/1.ELMSEN
formación y. la g.tltura. que él había l\eredado del pasado se puso
eu

coutra· de la
pooibilidad del
regicidio. Pero en el foudo de su
corazón Cromwell
q~ería matar

al rey.
y desprenderse de ¡,se bagaje
medieval a fin de pouer en marcha totalmente el Reino de los San­ tos. Por lo tanto, en sus propias palabras, . él
luchaba con

. Dios día
y
noche en la oración, y pidió que Dios no exigiera la muerte del rey,
porque él, Cromwell, nunca mataría
al rey por su propia cuenta.
Pero por fin
Dios ganó

la batalla
y ordenó que Cromwell matara a
su rey.
A través de un tribuna! manejado totalmente por el mismo
Cromwell,
el rey Carlos I de Inglaterra fue condenado y ahorcado.
Pero, ¡nótese bien!, Cromwell no mató -al rey: Dios le mató, y en
contra de la voluntad del mismo Cromwell. Cromwell no quiso que
el
rey muriera. Simplemente se puso, después de una larga lucha
con Dios, al lado de la voluntad divina. Pouiendo esta tragedia en términos de la psicología coutempo­
ránea, las pasiones y deseos
de Cromwell, las tinieblas de su espíritu,
conquistaron la racioua!idad y la luz de su mente consciente. Y
cuando toda
Europa se

quedó
horrorizada por lo que Inglaterra ha
hecho con su rey,
Cromwell --mn toda ecuanimidad-podía decir:
yo
también estoy horrorizado, pero hemos cumplido con la voluntad
de Dios.
¡ El truco es brillante! El hombre, a menos que sea un
animal totalmente embrutecido, no quiere admitir por sí mismo que
la parte inferior de su ser, la subconsciente, donde pulula la basura
del espíritu, la irracionalidad de la concupisceucia, los rencores y
odios complejos, «el reino de los sueños», según Platón, de hecho
ahora
ha llegado a dominar la parte mis raciona! y equilibrada de
su alma. Por
lo tanto, echa la culpa a Dios o a tua.lquier entidad
concebida
como si fuera Dios. Cuando el hombre lo hace, puede
hacer las barbaridades
mb salvajes con una conciencia limpia. El
teócrata es un hombre que identifica
sus pasiones
y todo el rango
de lo irracional con una supuesta voluntad divina. Por lo tanto, la his­
toria no nos proporciona ningún ejemplo de una teocracia racional
y
gobernada por lo que el occideute llama la ley natural. La toma de
Münster por los
anobaptistas y

la carnicería que siguió, fue la obra
de hombres que se
habían. despojado

de su humanidad en aras de la
voluntad de Dios.
La ejecución de las llamadas brujas que se extendió
80
Fundaci\363n Speiro

LA TEOCRACIA:. UN DOBLE TRUCO
desde Alemania hasta Nueva Inglaterra, en, el siglo xv11.-todo hecho
en
nombre de Dios-
. fue el trabajo de hombres cuyo temor hacia lo
desconocido, nn temor experimentado por todos los hombres, se apo­
deró

de la racionalidad
y la aplastó. · La marcha marxista . de los
tanques por
la historia,. se hace. por hombres .cuyas, vidas privadas· y
personales generalmente son decentes y ann aburguesadas. Pero cuan­
do. actúan políticamente, toda
la moralidad normal a los hombres
desaparece, porque ahora actúan en nombre de.
la Historia, y la His­
toria, con
mayúsrula, es

el Dios marxista.
Como dijimos antes, las esencias o naturalezas descubiertas por
el filósofo político nunca se revelan eta la historia, como si fuesen
unos bloques de inteligibilidad;
Sus apariencias siempre están condi­
cionadas por

las circunstancias concretas de nn momento u otro del
tiempo
y por las peculiaridades que manan: deL hecho de vivir eo
un universo
material, Pero el filósofo puede coger el hilo de esas
tendencias

arraigadas en la naturaleza humana,
abstraerlas y raz.o­
nar sobre sus estructucas ·Y consecuencias. :La. filosofía· política rara­
mente cura, pero sí diagnostica. La cura tiene que ·manar de la polí­
tica,
pero de
nna pol!tica informada por la filosofía.
POngamos un .ejemplo más. El naciente cristianismo. en· el -mundo
clásico nunca condenó -Jíi institución dé la esclavitnd, la ·l"Jlll. era la
base de la. economía· griega y romana •. Al contrario; San Pablo acon­
sejó a los esclavos que obedeciesen a sus
dueños. Pero
la misma
doctrina cristiana de
.la dignidad

de todos
los hombres hizo que la
esclavitud desapareciera poco a poco a través del tiempo.
El·proceso
duró seis. siglos o más en el continente europeo. El esclavo se convir0
tió en un siervo y luego el siervo en el campesino libre y dueño de
su propia
casa y de las herramientas de su,.oficio. Ahora bien: la
institución de la esclavitud -que es.
más corriente en la historia que
la libertad,
según Hilaire Belloc en su FJ Estado Se,,;;/..c., reapareció
en las Américas. No tenemos

que entrar en detalles
históricos aqui,
pero

la joven
república norteamericana · se lanzó , a la guerra civil
más sangrienta en la historia del occidente sobre la proposición nor•
teña según . la cual· la institución:· de la esclavitud tnvo que dejar de
existir en el sui: ahr,ra mismo•: ¿Por qué «ahora .mismo», ya que la
misma constitución; permitía la' existencia' de l,vl)sdavitud? ¡Porque
Fundaci\363n Speiro

FREDl!KJCK D. WIIRELMSEN,
la Providencia Divina ló erige! ¿ Y <1uién estaba al tanto de esta
exigencia. del
cielo?_ Bueno: . muchos

hombres, pero sobre todo
el
presidente Abraham Lineo In .. ¿ Y cómo la. conocia Lineo In? . El habla
leído

la Biblia
donde se encuentra 1~ VO'Z de,Dios. En unas pocas pa­
labras: ¡fuera con la .constitución,!, ¡fuera .con la economí~ del sur
basada . en. el algodón.!. De ahí vinieron todas. las canciones gnósticas
del
norte, donde. el
.alma· de .. John Brown va
a
.la guerra.
(«John
Brown's body lies amolding.in the grave but his soul goes marching
on»), y donde las huestes del General Sherman devastaron el sur
cantando
El Himno de ld•Bátf/Jla de la República ( «Toe Battle Hymn
of
Toe Republic»), con

sus
versos terribles

como «He visto la
gloria de
la venida del Señor» . .. las uvas de la rabia [ de Dios] ... ».
El Señor va
a la batalla y . todo el sur es quemado por las tropas del
Dios calvinista. (Es interesante notar que el mismo himno, con pala­
bras diferentes, ha sido adoptado
pot muchas

iglesias
católicas en
España,
y, de verdad, el himno es muy poderoso y aún bello.)
Hemos
.de tener

en
. cuenta.

que desde aquel momento la famosa
constitucioo norteamericana perdió

más de
la mitad de su autoridad
y poder. Porque. cuando
el Dios calvinista se secularizó, asumió la
imagen de
la democracia, Ja voz de Dios fue convertida en la voz
de una.supuesta mayoría,
la Sobeianía del Pueblo -algo sagrado-.
Cuando la
democracia . llega a ser , lo

único
i.ntocable, lo
absoluto,
ya se ha convertido. en Dios.
Otra
vez encontramos el

doble
· truco.

La
prudencia política
de­
saparece
para dar poso a .una interpretación, siempre unívoca, de la
supuesta voluntad de
Dios. Y .esta voluntad celestial,

en último tér­
mino,
es una. racionaliz,dón de

Jo
que. deseam.p,s de

una manera más
o menos
inconacientem.ente, .,sin .que esos _deseos hayan sido escruta­
.dos y templados por la sabiduría , práctica, la prudencia · política.
La
teocracia, siempre.
enemiga. ,de la

prudencia, puede escribirse
coo
mayúscula

o con minúscula.
Con mayúscula, la

teocracia
es un movi­
miento político
gnóstico en .el .podeq con .minúscula, la teocracia
es
un movimiento fueta del poder, pero anhelándolo, o es la psico­
logia de unos hombres. aislados. Como Platón nos. enseña en La Re­
púb/ic-,, . el alma ( corno atistotélioo y · t<>mista, preferirla decir «el
homl>re») es, el,: espejo del .orden político,: 'y todos i!os órdenes poli,
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Fundaci\363n Speiro

LA TEOCRACIA; UN DOBLE TRUCO
ticos son espejos de los hombres que los representan. Pero, eu cual­
quier caso, la teocracia eu
el · poder o la teocracia en la complejidad
psicológica de un hombre o un grupo de hombres -los
rasgos son
los mismos, en resumidas cuentas--es,un rechazo, más o men05 implí·
cito, de lo que es razonar humano y, por tanto, de lo que es. el
razonar eu el orden político; una sustitución por la interpretación de
la voluntad divina ( o de una sec;ularización de la misma) de la pru­
dencia política; una identificación de
la voluntad divina con
los
deseos, rencores, odios
y resentimientos que siempre ocupan las esfe­
ras

subracionales eu todos los hombres.
Pero precisamente aquí tenemos que hacer · una matización im­
portante. Mientras que Freud y sus seguidores mantenían que lo
subconsciente es un
factor invariable
en la naturaleza
humana, la in­
~tigación
contemporánea

( sobre todo la obra de Marshall Mc­
Luhan) indica que lo subconsciente es
más bien una obra de arte,
que una civilización _obra a través de sus tecnologías de comunicación.
En la sociedad clásicamente moderna, la vida se distingu!a fuerte­
mente en
U!la dimensión pública. -el mundo hablado--y

una di­
mensión privada
-el mundo ocultado--, la

llamada subconsciente.
~in duda,

esta situación ha marcado
los últimos cuatro siglos que
llamamos «la. modernidad». Aunque se puede trazar esta división
psíquica· en
el desarrollo de la Revolución de Guttenberg ( el título
de una de las obras de McLuhan),
la llegada a la letra de imprenta,
tal. estudio nos. llevaría demasiado lejos de nuestro terna .. Basta decir
que en una
cultura más o menos primitiva, el hombre tiende a decir
todo lo que piensa públicamente.
Oculta muy poco. Lo subconsciente,
por tanto, es escasamente desarrollado. En esas comunidades
primi­
tivas

el hombre
«ve» a

sus dioses en los ríos, en los árboles
y eu los
santuarios. Los dioses hablan con los hombres
y, por lo tanto, la teo­
cracia es una forma de gobierno sencillo que no necesita el segundo truco que hemos
examinado.
Pero el Dios cristiano, después de la Ascensión de Nuestro Señor,
no se < y a veces en unas revelaciones privadas. Pero la Iglesia Católica siem­
pre
ha exigido que

su autoridad pública juzgue el
valor y peso de
todas las supuestas revelaciones privadas
y no al revés. Una expe-
Fundaci\363n Speiro

PREr!iJRJCK·D. WILHELMSEN
riencia fuertemente religiosa experimentada' por un hombre aislado
tiene que someterse al magisterio público.
Ningún · éatólito · aislado
puede

tener un teléfono directo con Dios.
Pi;tlo tanto, ningún esta­
dista

o gobernante
--0 sociedad-puede pretender hablar directa­
mente con
Dios. En t1t1 mundo fuertemente católico, la tendencia
hacia la teocracia está frenada. Pero cuando
: la autoridad

pública· de
la Iglesia se disminuye o se aplasta, la
supuesta voz de

lo divino puede
intercalarse
en una

subconsciencia plenamente desarrollada como en
la de

Cromwell. Aunque la alucinación puede
producir una impre­
sión de «ver» a Dios,
lo importante es el hecho de que Dios «habla,;
con el teócrata gnóstico y le manda hacer ciertas cosas en Su Nombre.
De verdad ese hombre
está hablando consigo mismo, y casi siempre
la voz irracional gana la batalla. El oficio del filósofo político
abarca múchas investigaciones,

entre
ellas está el estudio de las diversas formas de gobierno, monarquía,
aristoctacia y democracia, y sus contrarios Ja · tiranía, la oligarquía y
el gobierno de la chusma. En conclusión,. permítanme indicar mi con­
vicción de que la teocracia es
una. forma_ de tiranía, ya qtle él tirano
clásico, en el sentido desarrollado en La Repúblicm · de Platón, · está
gobernado
_por las

pasiones que surgen de su
subcdnsciente y, por l~
tanto,

pierde la libertad de
escoger racionalmente·

entre alternativas
capaces de lograr un fin racionalmente deseado
y amado. Así es la
teocracia. Y lo
peor es

que ella ha reducido
la voluntad de Dios · a
la
basura de
lo subconsciente. La teocracia, por lo tanto, en últimd
término, es un pecado contra el Primei Mándamiento:
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