Índice de contenidos
Número 191-192
Serie XX
- Textos Pontificios
- Actas
-
Estudios
-
Ortodoxia y ortopraxia contestataria
-
La teocracia: un doble truco
-
Michele Federico Sciacca: un maestro de hoy
-
Esbozo del pensamiento jurídico de Elías de Tejada
-
El marxismo-comunismo. Su incompatibilidad con el humanismo cristiano y con la civilización occidental
-
El antagonismo entre los comunismos ruso y chino. Algunas consideraciones
-
La pretendida destrucción de las culturas indias del México antiguo. Un típico
-
Del racionalismo inmanente al voluntarismo utópico y, de su fracaso, al nihilismo
-
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Documentos
- Información bibliográfica
Autores
1981
Tradicionalismo y carlismo. Respuesta de Gonzalo Fernández de la Mora a Rafael Gambra y a Manuel de Santa Cruz
'11RADIGIONALISMO Y CARLISMO
RESPUESTA. DE GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA A RAFAEL GAiMBRA.
Y MANUEL DE
SANTA CRUZ
En mi estudio Españ" y el F
de Verbo, se decía: «El Estado nacido el. 18 de julio de 1936 y reem
plazado
en 1978, no se explica ni como un fascismo, ni desde el fas
cismo, se explica desde el tradicionalismo
español; que
en la edad
contemporánea representan Balmes,
Donooo Cortés, Menénáez Pe.
layo,
Mella y
Maeztu, con
su grupo de
Acción Espdiiol
número 189 de la citada revista, Rafael Gambra y Manuel de Santa
Cruz, en sendas colaboraciones, señalan algunas de las críticas que
desde la Comunión Tradicionalista se expresaron contra el Estado del
18 de julio.
No entro en la cuestión de si esas críticas responden al ideario
oficial de la Comunión, ya en la primera generación de sus doctrina
rios, ya en la de los contemporáneos de Franco, que fueron sus mi
nístrós, como Rodezno, Bilbao o Iturmendi. Y nada tengo que opo
ner
a la posibilidad de que
quienes legítimamente
representen a la
Comunión Tradicionalista, a Falange
Española, a
la CEDA, o a
cual
quiera de los partidos políticos españoles existentes en 1936, objeten que ellos habrían configurado el Estado de otra manera, lo cual no
me sorprendería lo más mfu..imo, puesto .que en la Historia nadie
realiza de modo pleoario su modelo ideal. Esos aspectos coyunturales
estaban
completamente al margen de mi análisis.
Pero sí
he de
manifestar que tales
críticas y
objeciones
· apenas
tienen relación con mi tesis, porque yo no me he referido al carlismo,
sino a la tradición política española. No he afirmado que el Estado
del 18 de julio corresponda a un proyecto de la Comunión Tradicio
nalista, que ignoro si se presentó entonces como ·alternativa articula
da. Nada más lejos de mi ánimo que expedir a los gobernantes o a
las
instituciones
certificados de ortodoxia o de
herejía ·pol!tica. Tarn"
poco
me he ocupado de precisar
en qué
medida la Comunión
Tradi"
cionalista
colaboró con el Estado del 18 de julio.
Lo que sí sostengo
es que los
· rasgos
definitorios de ese Estado
--<:onfesionalidad, mo
narquía,
representación orgánica, régimen polisinodial, unidad fami
liar, unidad sindical, derecho foral, asunción de los valores
históri-
264
Fundaci\363n Speiro
TRADICIONALISMO Y CARLISMO
cos, etc.---:-no se explican desde el fascismo, sino desde la tradición
española. Es una tesis general, no un proceso de partido.
Nadie puede afirmar seriamente que tradicionalismo· sea sinóni
mo de carlismo, entre otras razones porque la tradición española es
milenaria,
y el carlismo nace a la muerte de Fernando VII, y porque,
incluso desde este· último acontecimiento,
es mutho
mayor el número
de pensadores tradicionalistas no carlistas que el
de. los
_militantes en
alguna de las fracciones de la Comunión. Y en el contexto de mi
frase citada es todavía más inconcebible la unificación de tradiona
lismo y ta'.rlismo, porque nominalmente enumeré como tradicionalis
tas contemporáneos a Balmes, Donoso, Menéndez-Pelayo y Maeztu,
ninguno_ dC: los cuales fue carlista. Aludí, además, a los colaboradores
de Acción Espaiic,/a que, en su gran mayoría, tampoco fueron car
listas. Y me remití, en fin, a nuestros juristas del siglo XVI y a los
tratadistas medievales qlle, obviamente, no pudieron ser carlistas. Y
a, todos 105 tengo,
sin embargo, como
piezas mayores
o menores de
nuestra tradición intelectual.
, -No creo que sea la intención de mis objetores, sino un lapsus
m.etodológfr:o o una exégesis apresurada; pero entiendo que sería
una mutilación cultural
o una expropi~ón semántica identificar car
lismo con tradición.
Gmzdfo Fernández de !,, Mora
NOTA DE LA REDACCION
Nuestro querido amigo Gonzalo Fernández de la Morá nos envía
r.ná /nmtuálización a los lrabáios publicados en el número
189-190
de
VERBO, de nuestros támbién queridos ""1igos Rafael G""1brd y
M,muel de Santa Cruz que, a su vez, puntuálizaban d de Gonzálo
Fernández
de la Mora publicado en el número 188.
Los
tres
<1rtlc11/os, escritos desde la cordialidad y desde profundo,
conocimiento'S hislórlco'S y. políticos, ·abrieron una polémfra entre los
susN"iptores
-que reb;:,s6 nuestrdf previsiones.
NumerosáS cdrtas y llamada, telefónicáS en favor de una u otr"
tesis
nos hacen comprender que la proximidad de ciertos hechos no,
hacen i11zg<1r/os td
vez con un a¡,a,ionamienlo que "estaba muy lejo,s
del talante y el contenido de lo, <1rticulos de nuestro, ilu,tre, cola
boradores.
Como VERBO no desea proseguir una ,polémica que posiblemente
dentro de unos año,, si Dio, le da vida a la rei/JiJta, podrá tener en
ella
Ju cámpo ideál para desarrollarse, la damo, por te1'1Tlinada.
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Fundaci\363n Speiro
RESPUESTA. DE GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA A RAFAEL GAiMBRA.
Y MANUEL DE
SANTA CRUZ
En mi estudio Españ" y el F
plazado
en 1978, no se explica ni como un fascismo, ni desde el fas
cismo, se explica desde el tradicionalismo
español; que
en la edad
contemporánea representan Balmes,
Donooo Cortés, Menénáez Pe.
layo,
Mella y
Maeztu, con
su grupo de
Acción Espdiiol
Cruz, en sendas colaboraciones, señalan algunas de las críticas que
desde la Comunión Tradicionalista se expresaron contra el Estado del
18 de julio.
No entro en la cuestión de si esas críticas responden al ideario
oficial de la Comunión, ya en la primera generación de sus doctrina
rios, ya en la de los contemporáneos de Franco, que fueron sus mi
nístrós, como Rodezno, Bilbao o Iturmendi. Y nada tengo que opo
ner
a la posibilidad de que
quienes legítimamente
representen a la
Comunión Tradicionalista, a Falange
Española, a
la CEDA, o a
cual
quiera de los partidos políticos españoles existentes en 1936, objeten que ellos habrían configurado el Estado de otra manera, lo cual no
me sorprendería lo más mfu..imo, puesto .que en la Historia nadie
realiza de modo pleoario su modelo ideal. Esos aspectos coyunturales
estaban
completamente al margen de mi análisis.
Pero sí
he de
manifestar que tales
críticas y
objeciones
· apenas
tienen relación con mi tesis, porque yo no me he referido al carlismo,
sino a la tradición política española. No he afirmado que el Estado
del 18 de julio corresponda a un proyecto de la Comunión Tradicio
nalista, que ignoro si se presentó entonces como ·alternativa articula
da. Nada más lejos de mi ánimo que expedir a los gobernantes o a
las
instituciones
certificados de ortodoxia o de
herejía ·pol!tica. Tarn"
poco
me he ocupado de precisar
en qué
medida la Comunión
Tradi"
cionalista
colaboró con el Estado del 18 de julio.
Lo que sí sostengo
es que los
· rasgos
definitorios de ese Estado
--<:onfesionalidad, mo
narquía,
representación orgánica, régimen polisinodial, unidad fami
liar, unidad sindical, derecho foral, asunción de los valores
históri-
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TRADICIONALISMO Y CARLISMO
cos, etc.---:-no se explican desde el fascismo, sino desde la tradición
española. Es una tesis general, no un proceso de partido.
Nadie puede afirmar seriamente que tradicionalismo· sea sinóni
mo de carlismo, entre otras razones porque la tradición española es
milenaria,
y el carlismo nace a la muerte de Fernando VII, y porque,
incluso desde este· último acontecimiento,
es mutho
mayor el número
de pensadores tradicionalistas no carlistas que el
de. los
_militantes en
alguna de las fracciones de la Comunión. Y en el contexto de mi
frase citada es todavía más inconcebible la unificación de tradiona
lismo y ta'.rlismo, porque nominalmente enumeré como tradicionalis
tas contemporáneos a Balmes, Donoso, Menéndez-Pelayo y Maeztu,
ninguno_ dC: los cuales fue carlista. Aludí, además, a los colaboradores
de Acción Espaiic,/a que, en su gran mayoría, tampoco fueron car
listas. Y me remití, en fin, a nuestros juristas del siglo XVI y a los
tratadistas medievales qlle, obviamente, no pudieron ser carlistas. Y
a, todos 105 tengo,
sin embargo, como
piezas mayores
o menores de
nuestra tradición intelectual.
, -No creo que sea la intención de mis objetores, sino un lapsus
m.etodológfr:o o una exégesis apresurada; pero entiendo que sería
una mutilación cultural
o una expropi~ón semántica identificar car
lismo con tradición.
Gmzdfo Fernández de !,, Mora
NOTA DE LA REDACCION
Nuestro querido amigo Gonzalo Fernández de la Morá nos envía
r.ná /nmtuálización a los lrabáios publicados en el número
189-190
de
VERBO, de nuestros támbién queridos ""1igos Rafael G""1brd y
M,muel de Santa Cruz que, a su vez, puntuálizaban d de Gonzálo
Fernández
de la Mora publicado en el número 188.
Los
tres
<1rtlc11/os, escritos desde la cordialidad y desde profundo,
conocimiento'S hislórlco'S y. políticos, ·abrieron una polémfra entre los
susN"iptores
-que reb;:,s6 nuestrdf previsiones.
NumerosáS cdrtas y llamada, telefónicáS en favor de una u otr"
tesis
nos hacen comprender que la proximidad de ciertos hechos no,
hacen i11zg<1r/os td
vez con un a¡,a,ionamienlo que "estaba muy lejo,s
del talante y el contenido de lo, <1rticulos de nuestro, ilu,tre, cola
boradores.
Como VERBO no desea proseguir una ,polémica que posiblemente
dentro de unos año,, si Dio, le da vida a la rei/JiJta, podrá tener en
ella
Ju cámpo ideál para desarrollarse, la damo, por te1'1Tlinada.
265
Fundaci\363n Speiro