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Número 197-198

Serie XX

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Una interpretación falsa de la Iglesia en la España del siglo XIX

UNA INTERPRFil'ACION FALSA DE LA IGLESIA EN
LA
ESP~A DEL SIGW XIX
POll
EsTANISLAO CANTBBO
Los ataques al catolicismo como religión . y a la . Iglesia como ins­
tirución divina vuelven
boy a cobrar carta de naruraleza. Y no me
refiero a
la algarada callejera, a los clistur\>ios con quema de con­
ventos o a los asesinatos Q.e ~eligio.sos, a la:s acciones cr~nafos
contra la Iglesia o sus miembros. Me refiero a algo que puede ser
mucho
más grave, pues envenena 'las mentes, Jo cual resulta, de he­
cho, mucho más pemkioso y dañino cuando la asimilación se ge-
neraliza y· no se lmtlta a unOs pocos· seci:lrios. ·
Me refiero al falseamiento de la historiá y a !lis interpretaciones
torcidas de la religión católica, de su doctrina
y de la Iglesia, reali­
zadas, eso sí, COQ'· VisoS" ·de alJiliencia ciehtífica. Tal· OClltre, entre
otras obras, con el libro de José Antonio Portero, Púlpito e ideolo­
gfd en la España del
,igloXJX (1), con el qué, por medio del estu­
dio de
algunos sermones de la época, pretende detnostrat una tesis
que resulta
indemostrable porque es falsa. de qUJlla a

perilla.
'Pese
a que su obra, tesis doctoral del autor,· haya redbido la máxima
calificación, como él mismo indica.
El libro, que constiruye una aplicación marxista ·al «estudio» de
la
historia
y de la · realidad social; está viciado· de antemano por el
postulado del que parte, Así, si se aoepti, a priori el' planteamiento
marxista,

necesariamente se ha· de llegar a
· la concfüsión deseada.
Pero esto no demuestra nada en el · campo de la · investigación histó­
rica.· Tan sólo muestra que fa ·conclusión se·'contieh.e, de ·antemano,
en el punto de partida; pero de ningún modo demuestra que la
(1) Lipros Pórtico, .Zaragoza 1978, 25'1 .págs.
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
conclusión sea cierta, que la rea.lidad sea como la muestra el autor.
La historia deja de serlo para convertirse en cuento, en fábula, en
invención, en pura ficción.
Partiendo de la aceptación del análisis marxista, para llegar a
la conclusión deseada,
qn~ previamente
ha sido escogida
y por tanto
ya es conocida, tan sólo
hay que procurar encajar la realidad de los
hechos y de las doctrinas, como sfSe tratara de un «damero maldito»,
procurando que el relleno efectuado. no resulte excesivamente ab­
surdo, in-inteligible o contradictorio, aunque no guarde ninguna re­
lación con la realidad; es decir, aunque el crucigrama, una vez lle­
nado, no responda en absoluto a las definiciones propuesra,. Eso no
lmpórta: el análisis marxista ha sido realizado satisfactoriamente;
como si _de resolver un damero maldito se tratara,
se conoce el nom­
bre del autor y además el título de la obra; el resto es un mero pro­
ceso

de relleno, aunque
la frase no

tenga sentido
y no corresponda
al autor.
En su libro, José Antonio Portero comete errores de plantea­
miento, errores de argumentaáón e innumerables errores en 1a ex­
posición de la doctrina católica.
Para el autor, y así lo expresa,
la religión .católica es una ideo­
logía; una ideología
al servicio de

unos determinados intereses po­
líticos
y económic06 de las clase; dominantes. La Iglesia forma parte
de esas clases dominantes y para conseguir
y mantener su hegemo­
nía ha inventado la religión· católica, que es una. creación hwnana
a fin de manipuilar a 106 hombres.
La actuación de
fa Iglesia, de la «ideología católica» a lo largo
de todo
el siglo XIX, según ]06é Antonio Portero, por medio de
los
sermones -que es el material utilizado como una de las expre•
siones

de la ideología católica (pág. 11) y que «constituye un mag­
nifico
canal de ideologi2ación» (pág.

12 )- está dirigida a
man•
tener

su hegemonía en
la sociedad y a asegurar sus intereses y los
intereses de las clases dominantes. A su juicio, si en algúnas cuestio­
nes (y son muchas esas cuestiones), 106 planteamientos doctrinales,
las enseñanzas de los sermones no cambian ; eso no es más que una
muestra de la «autonomía relativa>> de las ideologías y consecuencia
896
Fundaci\363n Speiro

LA IGLESIA EN LA ESPAFIA DEL SIGLO· XIX
de que en España no se da un cambio radical en las relaciones· de
producción, en la estructura de la sociedad, suficiente para trans..:
format . también la superestructura. Pero para él de nin¡µ¡na manera
demuestra
fa existencia de una doctrina perenne e inmutable que no
dependa de las condiciones socioeconómicas ; de ninguna manera
pone de relieve la independencia de la doctrina católica respecto de
la
estructuta de
la sociedad.
Ya en la introducción
ol autor da

por sentado que la lucha de
clases (ptg.
9) es

un hecho incontrovertible,
. aceptando,
así, el
materialismo dialéctico
e histórico del marxismo.

Pero lo que hay
que demostrar, precisamente, es
-la realidad

inevitable
y siempre
presente de la lucha de clases, afirmada
gratuitamente en

el
Mani0
fíes/(] y en la Ctmtribilciów a /,i critica de la economía ¡,(J/'itfra, con
lo que MMx afirmó, pero no demostró, que los cambios estructurales
determinMan la transformación de la superestructura, lo que la sim­
ple realidad se ha
encMgado de desmentir de

modo estrepitoso.
Claro que,

en el caso que nos ocupa, como
fa doctrina de la Igle­
sia no cambia en lo esencial, ya que no es invenciórL ni elaboración
humana
sino obra
de Dios, José Antonio Portero no tiene
más te­
medio que admitir la presencia de la misma doctrina : «El hecho
es que

la
realidad socio-económica
ha variado, pero la ideología
católica no» (pág. 10). Pero ello no tiene
más valor, para el autor,
que mostrar la «autonomía relativa»· de las ideologías respecto a la
estructura económica (pág. 10).
Para el autor, «los estamentos privilegiados, nobleza
y clero,
encuentran en
las construcciones

católicas
la legitimación de sus po­
siciones de dominio, y lo mismo ocurre con el pueblo llano, aun­
que
en su
caso las posiciones vengan
a ser
las opuestas. Este es, en
definitiva, el papel de la ideología: conseguir la inserción de los
individuos_ en sus respectivas funciones dentro del sistema de pro­
ducción. de una forma

social
dada, y procurar su conservación. Para
que ello sea posible ... es necesario que los individuos presten su ad­
hesión, no me refiero a una adhesión consciente,
al con
junto de
la
elaboración ideológica. Pues bien, la coomovisión católica no se halla
aún inermada en su vigencia, en su operatividad, por las tranS-for~
897
Fundaci\363n Speiro

BST ANISLAO CANTERO
maciones que lentamente se han de ir produciendo en la sociedad
española a medida que
nuevos modos . económicos generen la apari­
ción de nuevos individuos de nuevas clases, y con ellas nuevas cons­
trucciones ideológicas de carácter profano. Y en este sentido, las
formulaciones católicas aparecen como la salvaguardia teórica más
eficaz, completa y acaso única, de •los intereses de los grupos domi­
nautes, entre
los que

se encuentra
la casta que las monopoiliza» (pá­
ginas
19-2.0),
En

las anteriores líneas se nos presenta a
la religión católica
como
una ideología,

instrumento de
las clases privilegiadas

para
legitimar su dominio
y conseguir su aceptación de clase dominada
por parte del pueblo IlanQ, al tiempo que se apunta la dependencia de
las ideologías

de la realidad socioeconómica, siendo el objetivo
de la construcción ideológica, de la religión católica, servir los in­
tereses de los grupos dominantes entre los que se encuentra la
Iglesia
y el clero. Por supuesto que Marx no lo habría expresado
mejor al caracterizar a la religión como una ideología: sistema de ideas que tiende a justificar la situación de las clases sociales
(Ideo'.
logía alem,,n,>);
conjunto

de ideas producidas ,por las clases· socia­
les
(ContribrtcMn a ¡,. critfrt1 de la economía p(J/ítlca, Miseria de Id
filowffa) ; expresión de los intereses de una clase social ( «la reli­
gión
es el

opio del pueblo») .
La anterior caracterización de fa r:eligión católica por parte . de
José Antonio Portero es inadmisible para todo cátólico. Pero .al. mar:
gen de la fe católica, lo que hay que hacer es demostrar esa caracteri­
zación, tarea en
la que el autor fracasa' por completo como veremos.
La religión
cotólica no

es una ideología (2). Menos aún cabe
( 2} Ciertamente habrá quien co1_1Sideré que la religió_n católica sí es
una ideolog{a,. -aunque. no sea -solamente una ideología, entendiendo por ideo­
logía un cuerpo de doctrina_ o un conjunto de ideas profesadas. Para el
cpncepto de ideología, negaiido que la religión católica costituyá. una ideo~
logia,

me
remito· al

libro de Juan Vallet de Goytisolo:
Ideología, prá.xiS
y mito de la JecnocrtUia, Montecorvo · (4.1! ed., 2.l! eti castellano), Mlldrid,
1975, págs. 19 a 43.
Así, como i~dica Vallet, existen .dos conceptos filosóficos de ideología:
Fundaci\363n Speiro

LA IGLESIA EN LA ESPANA DEL SIGLO XIX
aplicarle el conrepto de idrología que elabora el marxismo. Pero,
prescindiendo de esto, los hechos
y las doctrinas desmienten la afir­
mación de Jooé Antooio Portero respecto al contenido y al fin de
la religión católica: defensa de los intereses de clase y manteni­
miento de una
situación de

hegemonía en
la sociedad.
El

probarlo corresponde a
José Antonio

Portero, que es quien lo
afirma en su libro. Por ello no voy a desmentir yo lo que todo ca­
tólico sabe ·que no es ci~o, sino tan sólo voy a señalar. cómo dicho
autor no
consigue demostrarlo.
Al explicac el manejo indiscriminado de loo sermones en cuanto
a sus fechas se refiere, en muchos de los temas tratados, señala el
autor que «la razón es que las concepciones católicas de esos temas
permanecen
inalterables a
lo largo del siglo sin que las nuevas co­
rrienres ideológicas

o
loo diversos acontecimientos

incidan para
nada
en

su tratamiento por los clérigos» (pág. 21).
uno amplísimo, y otro estricto, «Uno amp/Jsimo, que aba.rea toda concep­
ción
económka, política

o social
qlle admita ideas universales aunque éstas
sean inducidas de la
reálidad o

conocidas por
la Revelación; otro estricto,
que tan sólo califica así a aquellas concepciones del mundo- orientadas· a su
puesta en práctica, para «fabricarlo»- a tenor suyo y fundadas en ideas in·
tuidas, en puras construcciones mentales, sin que importe, a este respecto,
que luego
para su

desarrollo y
realización práctica
algunos utilicen las téc­
nicas más rigurosas
de todo orden» (pág.

42), Por ello, en sentido estricto,
la religión católica no es ·una ideología, En el mismo sentido, por ei' cual
no
puede
-aplicarse el concepto de ideología a la religión .católica, Henrique
B.arrilaro Ruas: .Ideología, ,ens#o de a11álise histórica e r:ritir:a, Biblioteca
social e corporativa,
Edi<;ao da

Junta da
Aq;ao Social,

Lisboa, s.
f. Como
indica Barrilaro Ruas, lo que
caracteriza a la ideología es «el totalitarismo
de una
idea» (pág. 83 ), «la pretensiótl de Ordenar la sociedad según un
único principio, según una sola idea, constituye la·
mis·ma esencia
de
la ideo­
logía, entendida

ésta en sentido estricto»·
(pág. 84); «el carácter más íntimo
de
_ la
ideol~a está .precisamente en

ser una
idea,_ totalizada,
una
parte to­
mada como todo, algo relativo e~evado a absoluto. _Toda_ ideología es toia­
litaria»

(pág. 88). De
ahí que no p~eda ser apl{cada a la religión católica.
Lo característico de la ideología es sustituirse a 18. :iealídád. Por eso no cabe
aplicar a
la religión· católica el coricepto de iderilogía en sentido estricto,
de
tal forma ent-endido.-·Y desde luego,··no cabe de ningún-aplicarle el con­
cepto marxista. Aplicación que, como_ veremos, no puede demostrar el autor.
899
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
Esa ina:lterabilida.d constituiría la corroboración de que la dóc•
trina

católica no cambia, que tanto
al comienzo como al fin del
siglo la doctrina es la misma, lo que en todo caso, de probar algo,
probaría que

su finalidad es
enseñar la
doctrina de
la Iglesia -in­
variable

a través del tiempo- para que
el hombre viva de acuerdo
con ella, con independencia
de su posición social y con indepen­
dencia de la realidad socioeconómica, desmintiendo que con ella
pretenda defender intereses de clase o conservar la hegemonía en lá
sociedad, pues la

doctrina no depende de los cambios en la situación
socioeconómica.
Sin embargo, no es así, sino todo lo contrario. Para el autor,
esa permanencia inalterable, a lo largo del siglo no demuestra la pe­
rennidad de la doctrina, ya que, segón él, «no queda demostrada
por esto la total independencia de la instancia ideológica respecto
de 1a estructura real de la sociedad, ni tampoco su mecánica vincu­
lación que haría suponer la inmutabfüdad de esa estructura, pero
pienso que viene a ratificar
la autonomía relativa de
la que
goza y
por

otra parte la profundidad de su arraigo en la conciencia colec­
tiva e individual» (pág. 21).
Es decir que, pese a la aparición de nuevas formas económicas,
y sobre todo de una clase dirigente ( dominante segón la termi:
nología

marxista),
hostil a
la Iglesia y a la doctrina católica, cuan­
do ésta
mantiene su

misma doctrina sigue siendo
«salvaguardia de
los

intereses de los
grupos dominantes»,
aunque
éstos no participen
de las ideas

que la Iglesia enseña y aunque ésta se enfrente a
esos
nuevos grupos.
Y es que, efectivamente, si el autor admitiera '1a «independencia
de la instancia ideológica respecto de la estructurá real de la socie­
dád», es decir que la Iglesia ensefia la misma doctrina cualquiera que
sea la
estructura de
la sociedad, toda la construcción del autor se ven­
dría abajo; su análisis ya no tendría sentido. La realidad histórica es
dada de lado ante
el «objetivo» análisis marxista: sin rubor se puede
prescindir del hecho, del dato histórico,
de que la Iglesia enseñe lo
mismo hoy que en el siglo pasado y que
"hace dos mil años; se puede
prescindir del
hecho histórico

de que por defender la misma doctrina
900
Fundaci\363n Speiro

LA IGLESIA EN LA ESPARA DEL SIGLO XIX
haya perdido su posición de hegemonía en muchos países, como ocn­
rrió con el protestantismo; igualmente, es lícito prescindir, en aras del
rigor del análisis marxista, de que por mantener la misma doctrina la
Iglesia se

encuentra perseguida en
muchos países
sin posibilidad de
acceder a una posición hegemónica, ni siquiera de predominio y,
desde luego, sin defender intereses de las clases dominantes ni le­
gitimar

su posición de dominio hegemónico.
La realidad histórica,
pues,

es dejada en
la cuneta. Bl análisis

marxista muestra que se
trata de una autonomía
relativa. Y

todos contentos porque dicho
aná:lisis «es científico»; más aún~ es. el único científico, Claro que
tal afirmación hoy ya no se sostiene en pie,
Pero al menos, si no prueba esa independencia, sí servirá para
probar que, al mantener una misma doctrina, no puede defen­
der con ella intereses políticos
y económicos de una clase do­
minante que ha roto con los intereses que antes · se -defendían con
esa misma. doctrina.

Pero tampoco el análisis del autor admite esto,
como tendremos ocasión de observar.
· Bn su «objetivo» análisis considera José Antonio Portero que
la relígión católica es una creación
humana elaborada
con el fin de
manipular a los hombres.
Así, tras recoger la definición de religión
de Peter L. Berger,
indica que
le
interesa resaltar
dos aspectos:
«Primero el carácter humano de la construcción religiosa. y consi~
guientecnente la realidad de su manipulación por los hombres, y
en segundo lugar, la referencia a ese poder, cuyas características
ayudan a configurarlo como algo qtlsterioso, extraordinario e im­
ponente» (pág. 21).
Y continúa: «Bl primer aspecto subyace a toda esta investigación,
y podríamos decir que es el que la hace factible desde el momento
en que

su objeto es
analizar la relación

existente
entre las
formu­
laciones religiosas
y la realidad social, entendida ésta como dialéc­
tica de intereses.
Bl hecho
de que
sea una institución humana con
onos intereses determinados la que controla la elaboración religiosa
es lo

que presta sentido al análisis de sus contenidos» (págs. 21-22).
Prescindamos de la gratuita afirmación de que
la Iglesia

tenga
unos intereses determinados como institución humana distintos de
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Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
los intereses de la salvación eterna de los hombres, qne en la pers­
pectiva · del autor naturalmente que no tienen sentido. Fijémonos tan
sólo en fo que constituye 1a ba.5e de su análisis, en lo que consiste
el punto de referencia de su investigación: algo que «subyace a toda
esta
investigación>> y
que
es «el que

la
hace factible» y «lo que
presta
sentido al anáilisis de

sus
ronten.idos», y que consiste en «el
carácter humano

de
Ja construcción religiosa» y «la realidad de su
manipulación por los
hombres».
T«l

confesión
del autor

anula por completo su investigación. De
lo
que se

trata
es de saber si

la tesis
dél autor es cierta; es decir si
la

Iglesia
mantiene una

determinada ideología religiosa a fin de
manipular a

los
hombres, con

objeto de perpetuar unas estructuras
determinadas, donde

ella
ejerza un

poder hegemónico defendiendo
unos intereses determinados, y que de
acuerdo con

ello, a lo largo
del siglo actuará de modo que ello no se
pierda, cambiando su
ideología,

los contenidos de su doctrina
segón lo requieran las
tircunstancias.
Pues bien, eso es lo que hay que demostrar, no basta afirmarlo;
y de lo que se trata es de si eso pu«!e ser demostrado con el aná­
lisis de los sermones. Ahora bien, la
demostración debe resultar

a
posteriori, una vez
ana,Jizados
los sermones y

teniendo en cuenta los
hechos ocurridos
en

el
siglo XlX. Demostración que ha de fundamentarse en lo que
verdaderamente se dice
en los sermones y
en los
hechos verdaderos.
Pues bien, fa visión · apriorística del autor a 1a que antes se
aludió, le impide ver la realidad con rigo,r y objetividad. Todas las
enseñanzas de los sermones -están vistas bajo ese prisma, con lo que
no se extrae de ,los sermones la doctrina de la Iglesia, sino una in­
terpretación errónea

de la
misma. Y para tratar de que la tesis del
autor resulte probada,
no hay más que citar algunas de las ense­
ñanzas contenidas

en los sermones, distorsionándolas de la realidad,
al tiempo que se
adecuan a

unos hechos que previamente han sido
convenientemente arreglados
y presentados a fin de lograr su empeño.
Pues bien, pese a todo, el autor no logra -su propósito, como ten­
dremoo ocasión de ver.
902
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LA IGLESIA EN LA ESPAfvA DEL SIGLO XIX
El autor no tiene más remedio que reconocer que la doctrinll
católica respecto a

Dios, al mundo
y a:! hombre no experimenta
prá<:ticamente modificación alguna a

lo largo del siglo: «Así
con­
cebido

el
mundo, forma

en
la cosmovisión católica, junto con Dios
y el hombre, 11a trilogía que le sirve de fundamento. A partir de
las interpretaciones y de los significados que encierra esta trilogía
han de
explicarse todos
los
acontecimientos que ocurren. en• el

uni­
verso,
y cobran sentido para el hombre todas aquellas circunstancias
que conforman
sus días... apenas. es detectable una modificación
profunda

de
estas interpretaciones a pesar de las importantes trans­
formaciones

que
acontecen en

la estructura básica de la sociedad
española a lo largo del siglo.
Se advertirán adaptaciones, por ejem­
plo, en
las concepciones económicas,

pero
el armazón ideológico
de
la Iglesia
permanece inalterable,

aunque como sistema
vaJorativo
dominante

se vea
desplazado en

su
hegemonía.» (pág.
37).
A
pesar de todo, esa inalterabilidad de

la
doctrina católica,
pese
a
las transformaciones de la .. estroctura básica

de la
sociedad. espa­
ñola y a verse desplazada en su hegemonía, no muestran en abso-,
luto, para cl aQtor, que la Iglesia defienda y mantenga su doctrina
por su valor intrínseco e imperecedero, con independencia de las
transformaciones
socioeconómicas y aunque le suponga ver,e des­
plazada en su posición de
hegemonía:.
Ello

significaría admitir que la doctrina católica no es una ideo­
logía
tail como la entiende el autor y que la Iglesia no pretende de­
f ender -intereses de clase ni busca posiciones de hegemonía,· sino
qrie, por cl contrario, mantiene siempre la misma doctrina_ con
independencia de cualquier situación socioeconómica, de las trans­
formaciones estructurales
y de las consecuencias que para ella y para
sus miembros
puedan tener el mantenimiento de una doctrina inmu­
table. Admitir esto echaría por tierra
toda la

elaboración del autor
y acabaría con su concepción apriorística.
Como él mismo ·afirma, «la cuestión es que-las concepciones
permanecen mientras que la sociedad experimenta cambios» (pá·
gina 38).
;Cuá'l -es la explicación?
·«Lo que ocurre es que, de una parte, los cambios de la sociedad
90~
Fundaci\363n Speiro

ESTANISLAO CANTERO
no son tan radica.les como para pensar qne d~parezcan las condi­
ciones
de vida
que reflejaba y
legitimaba la
Iglesia con sus sermo­
nes,
y, en consecuencia, no tenia otro remedio que adaptar sus for­
mulaciones -si

quería seguir manteniendo
. un lugar en el

concierto
de
las ideologías vigentes en el país, acosada por la mayor «audien­
cia» de nuevos sistemas; y de otra, que, aunque así fuera, la auto­
nomía relativa de las producciones ideológicas respecto a la estruc­
tura real permite comprender estas faltas de correlación.» (pág. 38).
Más adelante José :Antonio Portero indica que «el nivel ideo­
lógico
a lo largo del
· siglo
estaría conformado por el enfrenta­
miento continuado

entre una ideología que ejerce el predominio
absoluto,
la ideología

católica, y otra de corte liberal racionalista
que pugna
por desbáncaJ:la de sus posiciones. Es toda una organi­
zación de

1a sociedad
la que

una
y otra legiti~, la que una quie­
re conservar y la otra quiere
transformar. El paso de

la sociedad
estamental,
basada en

una producción feudal, a la sociedad clasista,
basada en un sistema
precapitalista, se

encuentra
reflejado en aquel
enfrentamiento

ideológico. Los
estamentos privilegiados
se aferran,
y en ello participan
los fieles

católicos que son abrumadora
mayo­
ría,

a las
formulaciones religiosas,

cerradas, totalizadoras, del
cato­
licismo.

La burguesía liberal racionalista protagoniza
las nuevas exi­
gencias y las nuevas elaboración es ( ... ) .
«El balance final lo recogen los
predicadores y
lo
sabernos no­
sotros.
La ausencia de una verdadera y moderna burguesía españo­
la
ha impedido
el completo desplazamiento de la cosmovisión ca­
tólica tradicional, pero algo ha
conseguido, y para la

Iglesia es de­
masiado. Sus

posiciones ideológicas son de principio a fin refrac­
tarias a todo intento de secularización del pensamiento, y hay que
pensar que la sociedad, o al menos una no
pequefia parte

de ella, se
identifica coO. su reaccionarismo. Las transformaciones de la estruc­
tura económica, con haberse producido, no han sido suficientes co­
mo
para crear las condiciones que

para su ·surgimiento
necesita la
burguesía y el proletariado industrial. Una gran parte de la 11lllSa
rural, amplios sectores de las clases medias, a excepción de las
minorías cultas y las clases altas, aristocráticas o no, ,siguen confor-
904
Fundaci\363n Speiro

LA IGLESIA EN LA ESPAEIA DEL SIGW X,IX,
mando con sus modos el contenido de los sermones, al t/empo que
reciben su

influencia.
La presión que iocluso en los peores mo­
meotos ha de soportar la Iglesia no es suficiente como para. que
tenga que

renuuciar
a sus

formulaciones...
A lo largo de todo el
período la Iglesia no desiste de
sus dogmas ni de sus actitudes ... »
(págs. 71·72).
De esta larga cita se deducen enj uudiosas enseñanzas. Así, quie­
nes

se aferran a
las formulaciones
religiosas
son los
estamentos
privilegiados de la sociedad estamental. A
continua.ción, poco des­
pw:s, vemoo
que,

al mismo tiempo, la burguesía
liberal racionalis­
ta
se

opone a esas formulaciones. Poco
más tarde, cuando ese en­
frentamiento

es una
realidad, vemos

que quienes.
se aferran
a las
formulaciones
religiooas son

una gran parte
ele la masa rural y am­
plios

sectores de las clases medias, que son quienes siguen
confor'.
mando

con sus modos
el contenido

de los
sermones, al
tiempo que
reciben su influencia, excluyéndose de esta
. actitud a

las minorías
cultas y a las clases altas, aristocráticas o no.
'
De

todo
ello resulta. que loo estament05 privilegiados

se han
convertido en una gran parte de la masa rural y amplios sectores de
las
clases medias, mientras que la burguesía liberal racionalista, las
minorías cultas
y las clases altas, aristocráticas o no,. han dejado de
ser estamentos privilegiados. Y ello porque · esa es la
única mane­
ra

en que puede mantenerse la tesis del autÓr: que la Iglesia
de­
fiende

con su ideología
loo intereses de la clase

dominante
y legi­
tima sus privilegios y su posición de clase dominante.
Resultaría, de ese m sia liberal racionalista, las minorías cultas y las clases altas no son
las clases dominantes.
Por otra parte, consideremos
que la conjunción copulativa < referida a las clases altas se refiere a quienes también se aferran a
las formulaciones religiosas y no están, por tanto, incluidas en la
excepció11 que el autor previamente ha señalado. En todo caso, no
por ello la burguesía
liberal racionalista y las·

minorías cultas dejan
de formar la clase
dominante, sobre todo

cuando en la segunda
mitad del siglo son
ellas qmenes van a dirigir o a presionar en la.
90~
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
política española: E incluso antes con la desamortización de Mem
dizábal.

Pero
es que
lo que entonces es falso es que las clases
altas.
sean quienes se aferran a

las formulaciones religiosas (3), puesto
que el siglo XIX es el· siglo de los ataques a la Iglesia y a sus for­
mulaciones; y éstos o bien ªe realizaron por esas clases altas que di­
rigían la política española, en cuyo caso la Iglesia no. defiende los
intereses de la clase dominante, o bien esos ataques no los dirigie­
ron las clases
aitas, en cuyo caso no formaban parte de la clase
dominante.
En cualquier supuesto, la historia, los
hechos del

siglo
XIX esJ
pañol

desmienten
por completo qué la Iglesia defienda los intereses
de la clase
· dominante
y legitime su
posición.
El

autor,
más· adelante,
afirma que la Iglesia constituía la «"in­
teligencia" del bloque dominante en la sociedad
estamentai» (pá­
gina 119). Supongamos que ello fuera cierto. El caso es que cuan­ do la sociedad estamental desaparezca, la Iglesia debería
· reelaborar
su

doctrina de forma que
continúe defendiendo
los intereses de la
clase dominante, de la nueva·
clase dominante,

entre
fa que ella
misma
ha de contarse a fin de no perder su hegemonía, si lo que
el
autor afirma
y pretende demostrar
es cie*'. (Recordemos,

antes
de continuar, ·que a propia conf~iótt del alli:or ··hemos vísto tónio
la . doctrina·· de fa Iglesia· permanece inalterable).
Según José
Antonio Portero, «la ideología
católica, tal y como
se expone en los sermones, asegura contribuir • la defensa de unos
valores
espirituales que
están en peligro por la intrusión de
otr~
distintOS, ateOS, materialistas, reciOOalistas, impíos e irreligiosos, pero
encubre la verdadera·función de sus propias elaboraciones, que eón-·
siste

en legitimar todo un orden político establecido, en orden
· a
la. reproducción de un determinado sistema productivo, en el que
(:}) De todos ·modos no parece: qU;e . est_a p~a_..- ser_-11!-_interpretación.
del propio autor, pues como queda puesto de relieve en otra cita, a la que
más tarde se alude, en la página 192, la clase nobiliaria y las clases altas
no comparten las formulaciones religiosas de la Iglesia, como el
mismo autor
indica

en
la página 192.
906
Fundaci\363n Speiro

LA IGLESIA EN LA ESPA1'A DEL SIGLO XIX
la misma Iglesia for~, junto con los demás grupos privilegiados,
el
bloque beneficiario»
{pág. 120).
Así, pues, la Iglesia no enseña Wla doctrina permanente revelada
por Dios, sino que se sirve de esta argucia
para encubrir la defensa
de los intereses de los grupos privilegiados de la sociedad esta­
mental. (Como afirma en otro luga:r, «la Iglesia reclama esta
in:
vestidura

[ se refiere a ser sacralizada
J para conservar la vigencia de
su elaboración ideológica,
y por supuesto su posición de clase me:
di ante ella» (pág. 42).
De tal modo que respecto a los primeros años del siglo
XIJ fa
elaboración religiosa., el contenido de los sermones,, según el ~U:tor,
ha consistido en «la legitimación de los intereses políticos del blo­
que dominante que integra, junto a la corona y la aristocracia, -el
propio clero» (pág. 132). Y ello porque «la función de las ideo­
logías

que
éstán al servicio de las clases· dominantes es la adecua­
ción de las conductas a los intereses de esas
clases. Pues
bien, esa
es la
función que

cumplen. o pretenden cumplir las elaboraciones
expuestas por la Iglesia durante
la época que se ha estudiado» (pá­
gina
132; esa época a la que se refiere, es el principio del siglo XIX,
el reinado de Fernando VII) .
Cuando

la sociedad
cambie, cuando desaparezca la sociedad

es­
tamental, deberíamos encontrarnos
con que la elaboración doctrinal
de

la Iglesia estará legitimando el nuevo orden
establecido, a fin
de
def.:,.dác los

intereses de los
grupos privilegiados entre los que
ella
deberá contarse

para continuar su
posición hegemónica, que
según el autor es lo único que le interesa. Pero como veretn.0$, no
es así.
Durante el siglo, «la burguesía ha hecho acto de presencia en
la sociedad
española, y la ideología jurídico-política ha comenzado
a

hacer la competencia a
la ideología religiosa

propia de las so­
ciedades de corte
f,eudal, dorninadM

por la aristocracia
y el clero.
Y
este avance

de la burguesía
y de sus sistemas ideológicos laici­
zantes, no

puede interpretarlo la Iglesia, desde su perspectiva reli­
gios•, sino como

el advenimiento
dél mal a iin pals que tradicio'
nalmente

se reconocía como indiscutible reino del
bien... Sin
em-
907
Fundaci\363n Speiro

ESTANISLAO CANTERO
bargo, la Iglesia permanecerá impermeable a la nueva realidad del
país
y a sus exigencias ideológicas» (pág. 13 5).
«A
lo
largo de esta
segunda mitad
de siglo, la Iglesia no hace
sino, con absoluta falta
de oportunidad histórica, tratar de conso­
lidar los mismos intereses políticos, las mismas -iristituciones y los
mismos valores de uu sistema cuyas bases sociales habían dejado
prácticamente de existir... sus concepciones estrictamente religiosas
en torno al hombre, al murido, a la religión y a Dios -permanecen
inalterables, ajenas a las nuevas corrientes científicas
y filosóficas
que aparecen en Europa. Pues bien, en política ocurrirá lo mismo» (pág.
136).
¿Cuáles la razón de que la doctrina de la Iglesia no varíe? ¿Qué
significado tieue

para José Antonio Portero?
«Esta continuidad imperturbable encuentra a
nivel de

la lógi­
ca interna de la propia ideología católica su origen en un principio
que le es inherente, y al que no puede renunciar, sin hacerlo de su
misma esencia: se trata de la eternidad de su verdad, derivada de
la eternidad de Dios» (pág. 136).
Aunque · José Antonio Portero no lo quiera, su confesión no
tiene vuelta de hoja. La
«continuidad imperturbable»
se debe a
«su
misma esencia». Lo que quiere decir que es totalmente indepen­
diente de intereses. _políticos, de intereses económicos, de intereses
de clase. o de grupos dominantes o de posiciones hegemónicas, toda
vez que

la
realidad socioeconómica y política ha cambiado a lo
largo de
. XIX siglos y sigue cambiando durante el siglo XIX, y pese
a todo ello se da
una «continuidad imperturbable» en

la doctrina,
porque pertenece a < Sin embargo, esa confesión no afecta para nada a su discurso,
como tendremos ocasión de ver, y concluye el capítulo -afirmando
que «en definitiva, la Iglesia aparece como aparato legitimador de
unos determinados intereses políticos, que se encuefltran plasmados,
encubiertos, en las elaboraciones ideológicas que ella propaga, y que
cot¡forman un

cuerpo de valores políticos de excepcional
v1gencia
en el siglo pasado, y presentes de una u otra forma, aun en nues.
tros días» (pág. 154).
908
Fundaci\363n Speiro

LA IGLESIA EN LA ES'PA!M DEL SIGLO XIX
Esos intereses políticos, según José Antonio Portero, lj<>n los
que
configuran la socieda,d del Antiguo Régimen, de la sociedad
estamental. Ahora bien, esos
valores politicoo, esos

intereses poli­
ticos, no son ya los intereses políticos, los valores
politicos de la
socieda,d precapitalista
que nos decía

el autor que
existe ya. en

la
segunda mitad
del siglo. Lo que quiere decir que la Iglesia. estaría
defendiendo unos
intereses y
unos valores políticos que no tienen
existenáa en esa segunda mitad del siglo
XIX. Es más, quiere de­
cir que la

Iglesia estaría defendiendo unos
intereses y unos valores
políticos a
los cua:les se

enfrentan los intereses y los valores polí­
ticos de esa segunda mitad del siglo
XIX. ·
Además, tampoco los «estamentos privilegiados» de esta segun­
da mitad del siglo coinciden con 1os estámentos privilegiados de la
sociedad
estamental; y,
además, los estamentos privilegiados de esta
segunda mitad del siglo
XIX son quienes defienden los nuevos inte­
reses y ;]os nuevos valores politicos de esa segunda. mita:d del siglo
XIX, que no comparten las elaboraciones religiosas de la ideología
católica, ya que la Iglesia,
·«con absoluta falta

de
oportunidad his­
tórica» sigue manteniendo los valpres e intereses políticos de la so­
ciedad estamental.
Por consiguiente, ¿dónde encontramos ahora
a la. religión

ca­
tólica como ideología. al servicio de los intereses pollticos de la clase
dominante?
¿-Dónde encontramos

a la Iglesia. formando
parte de
la
clase dominante?
Todo
lo más se podrá decir que la Iglesia defiende la especta­
tiva de una
futura clase dominante, que ha dejado de serlo ya y que,
como mucho, podrá volver a _ocupar su posición anterior, pero lo
que de ninguna manera se puede afirmar es que la religión católica
no es más que una ideología al servicio de las clases dominantes.
De todas formas, tal conclusión, que se desprende del mismo
análisis que el autor realiza, no puede satisfacerle, puesto que toda
su investigación se vendría abajo. En este caso se
trata de

nna «ab­
soluta
falta de oportunidad histórica» por parte de la Iglesia, y, na­
turalmente, no olvidemos que le queda el recurso de «la autonomía
relativa» de las ideologías.
909
Fundaci\363n Speiro

ESTANISLAO CANTERO
Si para el autor la Iglesia no cambia en su elaboración doctrinal
en defensa de
unos determinados intereses políticos, no sucede lo
mismo

en lo económico. En lo económico, por
el contrario, cambia,
legitimando la sociedad capitalista.
En los comienzos del siglo, la nobleza integra, junto con la Iglesia,
el bloque dominante (pág. 168);
de ahí «las elaboraciones ideoló­
gitas
mediante

las que la Iglesia legitima todo un sistema produc­
tivo, en el que ella, junto con la aristocracia, forman el bloque que
detenta el dominio de los medios de producción» (pág. 170).
A lo largo del siglo aparece una nueva sociedad y «evidente­
mente la Iglesia no puede permanecer ajena a un
acontecimiento de
tanta --importancia como es la formación de unas c.lases medias. Te­
niendo en cuenta que su alian>:a con la clase nobiliaria es más. débil
ahora que en
los momentos

de mayor auge del absolutismo
monár­
quico, tanto por los e~tes que ha sufrido la nobleza, como por el
hecho de que las clases · altas se han visto incrementadas y trans­
formadas por la incorporación de elementos que provienen de una
burguesía
énriquecida, de

talante cuando menos anticlerical y li­
beral... podría
· decirse

que su atención a las clases medias resulta
obligada...
la Iglesia habrá de encaminar sus pasos hacia esta clase
media, intentando convertirla en su ffiás sólida base hwnaná, a partir
de la cual poder mantener una situación predominante en la nueva
sociedad
española>> (pág. 192').
Es

decir, la Iglesia ha de dedicarse a
las clases· medias porque
no cuenta con
el.· favor

de las clases altas, para
poder mantener
una
situación d.e predominio. Esto qufere decir qúe_ ahora,' en ese ino­
mento histórico, la_ religión Católica. yá. fio es una ideófogia aí · ser­
vicio de las clases dominantes (salvo que consideremos que las cla­
ses altas no forman las cl~es domi~anks _y éstas están constituidas
por las clases medias, florilegi,¡, que ni siquiera hace el autor) en­
tre las que- se cuenta la Ig'.I~ia, a fin de mantener ella su posició~
de heg~monía; como much~; se_ podrá-deci! -qµe está al S~iciq, de
las clases medias ( que rio. son la clase do~nante) para 111antener
una

situación predominante ( que no de hegemonía).
Lo que quie-
910
Fundaci\363n Speiro

LA IGLESIA EN LA ESPASIA DEL SIGLO XIX
re decir que quiebra la tesis del autor, y ello con sólo a.nalizar su
misma argumentación y exposición.
Sin embargo, al final del siglo se logra. ya, sin que sepamos la
r:l><
, lo que et autor pretendía: «El ideal cristia.no se adecua
así
a la sociedad
establecida, o de
otro modo, dicho, lá Iglesia, como
lo hiciera al
comienzo del

siglo, legitima los intereses de
lii clase
dominante»

(págs. 228-229).
«Su ideología ha' soportado la apa­
rición de las
clases medias,

de las que ha asumido ciertas
pautas
de su conducta

económica,
desecha.ndo otras,
aquellas que, desde
nuestra perspectiva, identifiCa.mOS con las_ típí~rullen:te · ·capitaÚstás,
pero no rechazando este sistema de .;rganizációfl social» (pág. 229).
Para José Antonio. Portero
el hecho de

que la Iglesia manten­
ga su doctrina en aspectos ta.n importa.ates como lo que el autor llama
la cosmovisión
católic.a (lo que,

se refiere a
Dios, al
mundo y al
hombre) y los val.ores políticos,
y por otra parte acepte tanto la
sociedad -estamental en -su tiempo como posteriormente la nueva or­
ganización económica, no constituye -prueba alguna· de su indepen­
dencia respecto a los int~eses humanos y a la estructura scx:ioeco-­
nómica,_ sino 'legitimación de la clase dominante.
Es de suponer que la 'clase dominante de la segunda mitad del
siglo
y de finales de él, tenga como intereses 'políticos y como in­
tereses económicos-'los -nuevos -intereses· políticos -i los nuevos inte­
reses económicos que han aparecido en· el siglo. Es decir, · ¡os in­
tereses políticos del liberalismo y los
intéreses económkos
del ca­
pitalismo son los
intereses políticos

y
económicos de
la clase domi­
nante. Mal puede
la Iglesia ton la religión católica 'defender · los
intereses
de la clase dominante cuando
se ha
opuesto, según reco­
noce el mismo autor, a los intereses políticos del liberalismo.
No importa que sea esa misma clase dominante, según la termi~
nología del autor, la que ha introducido y propagado una ideología
---el liberalismo-

contraria a
la religión católica y que la Iglesia
combatió durante todo el siglo; no importa tampoco que
esa clase
dominante

haya
combatido con

su legislación las
enseñanzas de la
Iglesia.
9H
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
Para el aútor la conclusión es· que «los caracteres propios de
esta ideología que señalé en
la introducción
pienso que pueden
servir
.de respuesta al .hecho de

que la
elaboración católica
perdure
a través. de los cambios
· como un eficacisimo instrumento de defen­
sa
de los intereses de una clase o de un bloque dominante» (pá­
gina 240). El siglo del
11nticlericalismo, el
siglo
más contrario
en la historia
de España
a fa religión católica y a la Iglesia, el siglo de las desa­
mortizaciones,
de la
expuls.iónO"del nuncio
y de la ruptura con Roma,
de
la paulatina pérdida de la enseñanza religiosa y católica, el siglo
de
las guerras carlistas en oposición al
sistema político
liberal, ese
siglo de continuo
enfrentamiento del

poder
-la clase dominant,,._
a fa Iglesiá y a · 1a · religión católica, resulta que es un siglo en el
que la elaboración reíigiosa está destinada a legitimar a la clase
dominante. Bonita Iocción de investigación histórica. De lo que no
debe ser una investigación histórica, por supuesto.
Para concluir, sólo decir que, como se habrá visto, la crítica al
libro
·de José · Antonio

Portero
la he

efectuado refiriéndome
a lo
que· él mismo .da:ía. Ni que decir tiene que todas-sus afirmaciones
f sus concepciones de la Iglesisa, de la religión católica y de la
labor por aquélla efectuada son falsas. Pero no se trataba de eso,
sino de poner de relieve la falsedad de su interpretación histórica, poniendo de
manifiesto que

ni
él mismo
podía demostrarla. Por
ello no es preciso,. tampoco, señalar los innumerables errores que
se contienen. en
. la exposición de la doctrina católica, atribuyendo
a ésta concepciones que no son en absoluto patrimonio de la
Iglesia
católica y_ que por supuesto no se contienen en los sermones.
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