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Número 211-212

Serie XXII

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La terminología de la Laborem exercens

LA TERMINOLOGIA DE LA LABOREM EXERCENS
POR
MIGUEL PoRADOWSKI
La Laborem exercens tiene su propia terminología; se usan
en ella las palabras y los términos comunes ( como por ejemplo:
«trabajo», «trabajador»,
«socializaci6n», etc.),
pero en sentido
distinto, original, propio de los escritos de
Juan Pablo II.
Eso no es una novedad, pues muchos escritores, usando las
palabras corrientes y de uso común, las usan en un sentido dis­
tinto, diferente del común y del sentido aceptado en los diccio­
narios. Si se trata de los documentos de
Juan Pablo II no

es
fácil en la primeta lectura darse cuenta de este hecho; s6lo des­
pués de dos o tres lecturas muy atentas se descubre que el autor
da un sentido muy especial a muchos términos que usa. Parece que muchos críticos y analistas de la
Laborem exercens
no se dan cuenta de esta situaci6n y tomando algunos de los
términos usados en la
Laborem exercens en su sentido común
sacan conclusiones no justificadas, atribuyendo a Juan Pablo II
opiniones que
él probablemente no comparte, pues usa estos
términos en sentidos distintos.
Más todavía, hay que constatar que la Laborem exercens
incluso usa algunos términos en el sentido completamente dis­
tinto del de las otras encíclicas sociales, como lo son la
Rerum
novarum,
la Quadragesimo anno, la Mater et magistra, la Popu­
lorum progressio
y la Octogesima advenienes, es decir, la tet­
minología de la
Laborem exercens no es la misma que la usada
hasta ahora por la doctrina social de la Iglesia. Especialmente
las palabras
«socializaci6n», «trabajo»

y «trabajador», en la
La­
borem exercens, no tienen el mismo significado que en los do­
cumentos del Magisterio eclesiástico de los Papas anteriores.
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MIGUEL PORADOWSKI
Esto también no es una novedad, pues ya los anteriores Su­
mos Pontífices usaban a veces algunos términos de una manera
distinta que sus antecesores.
El término "socialización" en la Laborem exercens.
Así, por ejemplo, el término «socialización» en la encíclica
Mater et magistra tiene un significado muy distinto del que le
da el antecesor de Juan XXIII, es decir, Pío XII. El texto más .
citado de Pío XII sobre la «socialización», es el siguiente: «Hay que impedir que la persona y la familia se dejen arrastrar al
abismo hacia donde las empuja la socialización de todas las
cosas, socialización

a cuyo término la imagen aterradora del Le­
viatán llegará a ser una horrible realidad. Es con la última energía
que la Iglesia librará esta batalla en la que están en
· juego

va­
lores supremos: la dignidad del hombre y la salvación eterna
de las almas» (Pío XII, Mensaje del 14 de septiembre de 1952). Es evidente que aquí la palabra «socialización» significa ante
todo la tendencia de la «estatización» de toda la vida social,
económica y cultural, una tendencia típica para cada régimen totalitario, pero especialmente característica del socialismo ex­tremo, es decir, de un socialismo que
él mismo se considera sólo
como una etapa hasta el comunismo y, además, del socialismo
materialista, basado sobre el concepto del hombre-animal, es de­
cir, de un ser exclusivamente temporal, sin destino eterno y,
por ende, completamente subordinado a la sociedad, la cual es
su fin
supremo> único
y último. Una sociedad así concebida es
un. verdadero

Leviatán ( 1 ).
Para el Papa Pío XII la «socialización» viene ante todo como
consecuencia de la influencia sobre la vida social de las doctri-
( 1) Desde Hobbes el término «Leviatán» ha perdido mucho de su
negación. y sentido p~or_ativo, pero Pío XII lo usa, sin duda, en el sentido
antiguo, hist6rico, bíblico, es decir, como· lo más terrible, horroroso, es­
pantoso, monstruoso.
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LA TERMJNOWGIA DE LA «LABOREM EXERCENS»
nas socialistas y de las políticas socialistas, es decir, como una
consciente
y deliberada subordinación del hombre a la sociedad,
a lo común, al Estado; es el proceso de la absorción de la per­
sona por la sociedad, es pues algo que atenta contra la dignidad
del hombre como ser espiritual, dotado de alma inmortal, con
destino eterno que no es otro sino la unión con Dios. En
esta perspectiva de la finalidad última de la vida humana -la
unión del hombre con su Creador, una unión contemplativa,
por la cual el hombre no pierde nada de su personalidad sino,
al contrario, la enriquece
y afirma- la socialización -como em­
pobrecimiento de la personalidad del hombre, producido por su subordinación a la sociedad
y su absorción por ellas-, es el
más grave peligro, pues atenta contra la dignidad humana: lo
inmortal (el hombre) se pretende subordinar a lo temporal
(la
sociedad). El socialismo, otorgando prioridad a la sociedad y no
al hombre, es -desde este punto de vista- el enemigo del hom­
bre. El nacionalsocialista Adolf Hitler dijo:
du bist nichts, das
Volk ist
alln (usted es nada, la nación es todo).
En cada socialismo el hombre es nada
y la sociedad es todo;
para el socialismo sólo la sociedad tiene valor
y el hombre vale
sólo en la medida en que se subordina a la sociedad, olvidán­
dose de su dignidad del ser dotado de alma inmortal. En con­ secuencia, para Pío XII, la socialización es un atentado contra
la dignidad humana; la socialización es un enemigo del cristia­
nismo, siendo la socialización identificada con las doctrinas,
mo"
vimientos y políticas totalitarias.
En la encíclica
Mater et magistra, la palabra «socialización»
tiene otro

sentido, a pesar de que también tiene algo
de común
con el fenómeno de cual habla Pío XII. Juan XXIII se refiere
a la socialización como a un fenómeno sociológico, es decir, como
al resultado de la sociabilidad del hombre; el hombre, por ser
persona, es un ser sociable, que sólo por la convivencia con otros
seres sociables -con hombres, ángeles
y, ante todo, con Dios­
puede alcanzar la plenitud de su desarrollo
espiritual, pues el
hombre, para el desarrollo y perfeccionamiento de su vida afee-
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MIGUEL PORADOWSKI
ti.va, volitiva e intdectual necesita convivir con otras personas
de manera estable y permanente, lo que logra por la vida en la
sociedad. A pesar de todo, la sociedad, especialmente
la de hoy día,
con sus costumbres, leyes, reglamentos e instituciones, limita cada
vez más la libertad de los que la componen. Al respecto dice
Mater et magistra: « ... la socialización entendida como un progre­
sivo multiplicarse de las rdaciones de convivencia, con diversas
formas de vida y de actividad asociada y como institucionaliza­
ción jurídica . . . es al mismo tiempo reflejo y causa
de una cre­
ciente intervención
de los poderes públicos ... es también fruto
y expresión de una tendencia natural casi incontenible, de los
seres humanos: la tendencia a asociarse ... ». En otra parte se­
ñala la Mater et magistra: la socialización «restringe el radio de
la libertad en el trato de los seres humanos individuales y utiliza
medios, sigue métodos y crea
. ambientes

que dificultan el que
cada uno piense independientemente de los
influjos externos,
obre

por iniciativa propia, ejercite su responsabilidad y afirme
y enriquezca su persona». Juan XXIII ve en la socialización un
fenómeno de la vida social que tiene sus ventajas y desventa­
jas y quiere llamar nuestra atención sobre los peligros que cons­
tituyen estas desventajas.
Ahora bien, si la socialización, en los escritos de Pío XII,
casi se identifica con el socialismo y en el pensamiento de
Juan XXIII se identifica más bien con los efectos de la socia­ bilidad innata de la persona humana, en la encíclica de Juan
Pablo II la sociabilidad casi se identifica con la solidaridad, como
con
razón señala

Juan Vallet de Goytisolo (2).
Sin embargo, antes que pasemos a analizar la «socialización»
en la Laborem exercens, hay también que recordar que los tex­
tos oficiales de los documentos del Magisterio eclesiástico están
escritos en latín (salvo algunas excepciones), pues, para captar
el sentido exacto
dé las

palabras de las traducciones conviene
(2} Véase: Juan Vallet de Goytisolo, «la encíclica Laborem exercens»,
en Verbo, Madrid, núms. 199-200, pág. 1.106.
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LA TERMINOLOGIA DE LA «LABORBM EXERCENS»
recurrir al texto oficial. En estos casos, en. el texto oficial, si
se trata de
la encíclica Mater et magistra, no se usa la palabra
«socialización», pues en latín esta palabra no existe, sino
la ex­
presión socia/is vitae processus (el proceso de la vida social),
un término que no tiene
nada que ver con el término «socia­
lismo» y si se trata de
la Laborem exercens se usa otra expre­
sión,

a saber:
in commune collatio que tampoco nada tiene que
ver con
la palabra «socialismo».
No obstante, el caso de la encíclica
Laborme exercens es más
complicado, pues todavía hay que distinguir entre el texto oficial,
el texto original y los textos vulgares (las traducciones oficia­
les). El texto oficial está en latín, publicado en las
Actas Aposto·
licae
Sedis (An.
et vol. LXXIII, 5 de novembris de 1981 n. 9,
págs. 577-647). El texto original está en polaco, pues Juan
Pa­
blo

II lo escribió personalmente en su idioma materno. Se puede
suponer que el texto en polaco, editado oficialmente por la
San­
ta

Sede, corresponde al texto original escrito por el Papa y no
es una traducción del texto oficial (del latín). Pues bien, para
mejor entender la expresión latina del texto oficial, a sabet, el
término in commune collatio., conviene recurrir al texto origi­
nal, es decir, al texto polaco, pues como original es el que más
exactamene expresa el pensamiento del Papa. La expresión
usada por Juan Pablo II en su original de la
Laborem exercens
es uspolecznienie, muy difícil de traducir exactamente a otros
idiomas, pues es un término ético. «Solidaridad» es, tal vez, lo
más cercano, pero no es lo mismo. «Solidaridad» es también un
término ético y, por esta razón, es el más apropiado en este
caso; pero, desgraciadamente1 no es lo· mismo y cuando el Papa
usa en la Laborem exercens el término «solidaridad» no lo iden­
tifica

con el término
uspolecznienie, es decir, con lo traducido
oficialmente como «socialización».
Resumiendo lo dicho hasta ahora, podemos destacar que en
el pensamiento de Pío XII acerca de la «socialización» la identi­
fica con el totalitarismo y, por ende, tiene un sentido político;
en el pensamiento de Juan XXIII
la «socialización» se identifica
(pero no completamente) con
la sociabilidad, es decir, es un ·tér-
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MIGUEL PORADOWSKI
mino sociológico, mientras que en la Laborem exercens la «socia­
lización» está muy cercana al solidatísmo y la solidaridad, siendo
un término de carácter y contenido ético y, ante todo, quiere·
decir «compartir voluntariamente» por razones de solidaridad, de
altroísmo, de
amor, es decir, de todo lo éticamente contrario
al egoísmo y el individualismo. Una cosa está completamente elata, a saber, que el Papa, aceptando en la traducción oficial
(del polaco al latín) la expresión in commune collatio, no entien­
de por ella
la «socialización» en el sentido del socialismo o estatis­
mo.
Esto resulta evidente si se toma en cuenta el texto original
(

en el polaco), como también si se atiende el método aplicado
expresamente en este documento, a saber, por la indicación de que toda esta encíclica debería ser interpretada a
la luz de la
tradicional enseñanza de la Iglesia (párrafo 2). Además, esta in commune collatio (socialización) es muy li­
mitada, pues puede ser aplicada sólo «en ciertas condiciones opor­
tunas» ( 14 ), sólo «de ciertos medios de producción» ( 14 ); sólo
de acuerdo con el pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre
la función social de la propiedad ( véanse notas en la página 55
de la edición castellana). También el sentido de
la principal frase,
la que se refiere a la socialización, es negativo y no positivo,
pues reza: « ... tampoco conviene excluir la socialización ...
» (14).
Aquí también, una vez más, se insiste en que la encíclica debe
ser interpretada en el contexto más amplio de toda la tradición
cristiana al respecto
y, especialmente a la luz del pensamiento
de Santo Tomás de Aquino (14 ). Por otra parte, el Papa insiste
que «el mero paso de los medios de producción a propiedad
del Estado, dentro del sistema colectivista, no equivale cierta­
mente a la "socialización" de esta propiedad» (14), es decir,
que la socialización que recomienda
la Laborem exercens en
ciertos casos, no tiene nada que ver con la estatización de los
medios de producción. Al contrario, volviendo al pensamiento
de Juan

XXIII, expuesto en
la encíclica Mater et magistra,
Juan Pablo II dice: «Se puede hablar de
la socialización única~
mente

cuando queda asegurada la subjetividad de la sociedad,
es decir, cuando toda persona, basándose en su propio trabajo,
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LA TERMINOLOGIA DE LA «LABOREM EXERCENS»
tenga pleno título a considerarse al mismo tiempo «copropie­
tario» de
esa especie de gran taller de trabajo en el que se com­
promete con todos. Un camino para conseguir esa meta podría ser la de asociar, en cuanto sea posible, el trabajo a la propie­
dad del capital y
dar vida a una rica gama de cuerpos interme­
dios con finalidades económicas, sociales, culturales: cuerpos que
gocen de una autonomía efectiva respecto a los poderes públi­
cos, que persigan sus objetivos específicos manteniendo relacio­ nes de colaboración leal y mutua, con subordinación a las
exi­
gencias del bien común y que ofrezcan forma y naturaleza de
comunidades vivas; es decir, que los miembros respectivos sean
considerados y tratados como personas y sean estimulados a
tomar parte activa en la vida de dichas comunidades» (14).
Concluyendo, podemos decir que la palabra «socialización»,
usada sólo en algunas traducciones, pero ausente en los textos
original (polaco) y oficial (latín), en la Laborem exercens no
tiene nada que ver ni con el socialismo, ni con la sociabilidad,
• ni menos todavía con la estatización o nacionalización de em-
presas o propiedades y medios de producción, pues sólo quiere destacar una de las consecuencias éticas del trabajo humano, el
cual siempre es esencialmente social ( como vamos a ver en se­
guida al comentar el pensamiento de la Laborem exercens sobre
el trabajo). Es una lástima que, en las traducciones a algunos
idiomas vulgares, la palabra del texto original (polaco) uspo­
lecznienie, que

en el texto oficial (latín se traduce por in com­
mune collatio, sea traducida por la palabra «socialización», pro­
vocando variados malentendidos, parecidos a los que tuvieron
lugar, veinte años atrás, con ocasión del uso de esta palabra en
algunas traducciones de la Mater et magistra, donde tampoco
estaba en el texto oficial. Parace que la expresión más indicada
en este caso sería la «participación solidaria», pues, a pesar de
que tampoco traduce exactamente lo que expresa la palabra po­
laca uspolecznienie, es mucho más cercana a ella que la palabrá
«socialización>> y

no da
lugar a tantos malentendidos
y
abusos
como

la palabra «socialización».
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MIGUEL PORADOWSKI
El trabajo, en la Laborem exercens.
Otro ejemplo de una terminología propia de la Laborem
exercens
es la palabra «trabajo», pues Juan Pablo II la usa en
sentido muy distinto del comúnmente aceptado.
En un sentido común muy amplio, generalmente aceptado,
por trabajo se entiende «la actividad productora» del hombre, del animal o, incluso, de la máquina. Es evidente que en cada
uno de estos casos (hombre, animal, máquina) se usa esta pa­
labra en un sentido distinto. Por otra parte, tanto el animal
como la máquina «trabajan» solamente siendo incorporados por
el hombre en sus labores. Pues bien, en la
Laborem exercens,
el trabajo no es solamente una actividad productora de los bienes
económicos y culturales, sino que es «toda actividad humana»,
«todo tipo de acción realizada por el hombre» (pág. 3 ). Sin
embargo, la expresión «toda» actividad humana no tiene aquí un
significado exacto

y estricto, pues sigue en seguida
,la limi­
tación de este «todo», a saber: «significa todo lo que se puede o
se debe reconocer como trabajo entre las múltiples actividades
de las que el hombre es capaz y a las que está predispuesto por
la naturaleza misma en virtud de su humanidad» (págs. 3-4 ). En la tradicional enseñanza oficial de la Iglesia se habla del
«trabajo» de Dios, del hombre, del animal y de la máquina,
aunque la palabra «trabajo» en cada caso es usada en sentidos
distintos. Sin embargo, se da el caso del «trabajo» al mismo
tiempo humano y divino; es el caso del trabajo de Jesucristo,
del que haba la endclica
Rerum novarum.
El cardenal Stefan Wyszyiiski, en un precioso volumen, El
esplritu del trabaio humano (hay traducción castellana publicada
por las Ediciones Rialp, en
la colección Patmos ), recoge casi
todo
el pensamiento tradicional cristiano al respecto: El segun­
do capítulo de este libro está dedicado al «trabajo» de Dios-Pa­
dre y en los siguientes se habla del trabajo humano como coope­
ración con la obra creadora de Dios-Padre y del trabajo humano
penoso como colaboración con la obra redentora de Dios-Hijo.
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LA TERMINOLOGIA DE LA «LABOREM EXERCENS»
La Laborem exercens vuelve a estos temas, recogiendo el tra­
dicional pensamiento cristiano, profundizándolo
y presentándolo
como enseñanza oficial de la Iglesia. La exposición sobre el «trabajo
y salario» del profesor Al­
berto Caturelli, presentada durante el Congreso sobre la doc­ trina social de la Iglesia, en Mendoza (Argentina), en octubre de 1981, poco antes de la publicación de la encíclica
Laborem
exercens, contiene otra síntesis de este pensamiento tradicional
cristiano sobre el trabajo y constimye otro testimonio de que
lo enseñado por
la Laborem exercens no es algo nuevo o dis­
tinto de
lo tradicional. Hay coincidencias extraordinarias entre
los planteamientos de Caturelli, basados sobre la tradición y
especialmente sobre el tomismo y de la
Laborem exercens, ante
todo respecto a la
visión teológica

del trabajo humano como
colaboración del hombre en la obra creadora de Dios-Padre, en
la obra redentora de Dios-Hijo
y en la obra santificadora de
Dios-Espírim Santo ( 3 ). Siendo así, no tienen
razón quienes
sostienen

que la
Laborem exercens presenta una doctrina nueva
sobre el trabajo. Tampoco es nuevo el hecho que
la Laborem exercens busca
las raíces del trabajo humano en las primeras palabras del
Gé­
nesis, dirigidas al hombre mucho antes de su caída. Al con­
trario, es propio de
la tradición y lo demuestra con detalles el
menciooodo libro

del cardenal Wyszyñski, publicado casi treinta
años antes de la apatición de
la Laborem exercens. El pensa­
miento que contiene el libro del cardenal
Wyszyñski sólo en
pequeña

parte es un aporte propio y exclusivo del autor, mien­
tras que en su mayor parte contiene un precioso y preciso re­
sumen de la enseñanza tradicional y, especialmente, del pensa­ miento tomista. Resulta muy interesante la relecmra de ese libro
del cardenal
Wyszyñski a

la luz de la enseñanza de la
Laborem
exercens. La curiosa resistencia en algunos ambientes para aceptar estos
(3) Véase: Alberto Caturelli, Trabajo y sal.ario, Editorial Ideatiwn,
Mendoza, Argentina, 1981.
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enfoques metafísicos y teológicos del trabajo, tal vez se debe
al hecho que el pensamiento cristiano, hasta
la publicación de la
Laborem exercens, se encontraba bajo la nefasta influencia de
dos tradiciones muy antiguas, a saber, por una patte bajo la
influencia del concepto del rrabajo elaborado por la
tradición
judío-cristiana

a base de las palabras de la Biblia, dirigidas al
hombre después de su caída; de
ahí vino un concepto unilateral,
incompleto, deformado,
del concepto de trabajo-castigo, olvidán­
dose que el hombre también trabajaba en el Paraíso, antes de su caída y que este trabajo fue una delicia en sí mismo y gracias
al ambiente en el cual se realizaba, es decir, una actividad hu­
mana desarollada en plena unión y
armonía con

Dios; y, por
otra parte, como resultado de una influencia histórica, pues en
casi todas las civilizaciones
precristianas el trabajo se identifica­
ba con la esclavitud, ya que el trabajo duro, físico, penoso,
productivo, lo hacían, en la mayoría de los casos, los esclavos, mientras que el hombre libre
sólo se

dedicaba al arte militar y
a las
« bellas artes» o a la filosofía.
Estas nefastas influencias, en muchos ambientes, incluso cris­
tianos, persisten hasta hoy día y mucha gente sigue considerando el trabajo exclusivamente como castigo, a pesar de que Jesu­
cristo, con su ejemplo y su enseñanza destacó la dignidad y el
valor espiritual

del trabajo humano. Sin embargo, para que
el
hombre contemporáneo pueda captar la profundidad de ,esta en­
señanza es preciso que se libere de las dos otras nefastas
in'.
fluencias

del siglo
XIX, a saber, del concepto matetialista y del
concepto zoológico del hombre, pues pesa sobre nosotros una
visión del trabajo puramente materialista, economisista e iuma­
nentista, difundida por el materialismo; una visión miope, pobre,
pues reduce el trabajo sólo a la actividad productora de los bienes económicos y que pretende identificar el valor del trabajo
con
e!

valor económico de su producto, fijado por el mercado. El
darwinismo llevó al extremo esta visión matetialista del trabajo
por reducir brutalmente
.la ruitropología a

la zoología, actitud
que el marxismo ha hecho. suya. El mayor mérito de
la Laborem
exercens
es precisamente este rescate del valor de trabajo hu-
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LA TERMINOLOGIA DE LA «LABOREM EXERCENS»
mano, al recordar la dignidad del hombre-trabajador y destacar que el trabajo es la proyección de
la persona humana y, más
todavía, la proyección de la actividad de Dios por intermedio
del hombre

y, de
alú, que su dignidad es infinita y su valor es
inmensurable (lo
c¡ue don tanto

acierto y claridad expone tam­
bién Caturelli en el opúsculo arriba mencionado). Esta parte de
la encíclica Laborem exercens debería ser in­
terpretada y comentada a
la luz de la anterior encíclica del mis­
mo Papa, la Redemptor hominis. Hay que recordar que la Re­
demtor hominis
enriquece la visión puramente antropológica de
la dignidad humana con la visión teológica, llegando a una pers­
pectiva de
la antropología teocéntrica, plenamente justificada por
el hecho de
la creación del hombre a imagen de Dios como un
ser racional, libre y dotado de una sociabilidad que sólo puede
ser satisfecha por la íntima convivencia con su Creador; por los
hechos históricos de la Encamación del Verbo y de la Reden­ ción de
la humanidad en la Cruz y por el destino eterno del hom­
bre, como el participante de la felicidad infinita de Dios. Las anteriores encíclicas sociales, especialmente
la Rerum no­
vatum
y la Quadragesimo anno insisten sobre el carácter esen­
cialmente social del trabajo humano y este punto, en la
Laborem
exercens, se encuentra con un trato muy atento, ante todo desde
el punto de vista ético. Siendo el trabajo humano un fenómeno esencialmente social, origina vínculos éticos entre los hombres,
que se expresan en deberes, obligaciones y deudas mutuas, ge­
nerando la solidaridad como una exigencia ética. De
ahí tam­
bién la exigencia ética de la «socialización» (
uspolecznienie) del
trabajo: hacerlo con otros y para los otros. El trabajo es la
fuente de la unión ética, de la solidaridad y del solidarismo.
'El trabajo humano siempre

es social, pues incluso cuando
es aparentemente

efectuado individualmente, el hombre-individuo
aprovecha en él los conocimientos, los métodos y las tecnologías aportados por los demás. Además, metafísicamente, el trabajo
siempre es social pues es la operación por
la participación en
el acto del Ser, es decir, la cooperación con Dios y de
Dids
(Caturelli).
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Teniendo presente este amplio concepto del trabajo que nos
da la
Laborem exercens, podemos entender en qué sentido usa
esta palabra Juan Pablo II en
la primera frase de su encíclica,
cuando habla de las tres dimensiones del trabajo humano, a
saber:
« ... procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo
progreso de
las-ciencias y la técnica, y sobre todo a la incesante
elevación cultural
y moral de la sociedad en la que vive en co­
munidad con sus hermanos». La primera dimensión se refiere
al trabajo como necesidad para matenerse biológica
y espiritual­
mente vivo; la segunda invoca la vocación del hombre para do­
minar a la naturaleza
y la tercera recuerda al hombre su deber
moral de buscar la perfección infinita de
sf mismo y de la
sociedad.
El trabajador, en la Laborem exercens.
Muchos aclamaron la encíclica Laborem exercens como una
nueva encíclica de los obreros,
la segunda «carta magna» de los
obreros como la Rerum novarum} pero no es así, pues· esta en­
cíclica habla de los «trabajadores» y no de los obreros (a los
obreros se refiere sólo en algunos párrafos). Los obreros son
solamente unos «trabajadores», pero nos los únicos. Según la
Laborem exercens cada ser humano es llamado a ser «trabaja­
dor», es decir, ser
el hombre que trabaja, usando la palabra
«trabajar»
y la palabra «trabajo» en el sentido amplio que le
da la encíclica. Según la
Laborem exercens son «trabajadores»
todos los que no permanecen inactivos, flojos, ociosos.
Los artis­
tas (músicos, cantores, poetas, pintores; escultores, etc.); si apro­
vechan sus talentos y actúan en los campos de sus respectivas
vocaciones, trabajan
y, por ende, son trabajadores; los científicos
e

investigadores de todas las categorías, a medida que actúen
en sus especialidades, trabajan
y son trabajadores; los escritores,
los intelectúales, dedicados a su afanes, trabajan
y son trabaja­
dores; los religiosos
y las religiosas, los misioneros y los saoerdo­
tes

son trabajadores por excelencia, pues más que los otros tienen
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conciencia de cooperar con la actividad de Dios, y tienen dere­
.
cho

de reclamar ese
titulo los

médicos, las
enfermeras, los
educa­
dores
y todos los que sacrifican sus vidas al servicio de los
demás, aliviando el dolor
y preocupaciones de los que sufren;
trabajan
y son trabajadores los militares, pues dedican sus vidas
a defender
sus países
y garantizar la paz y seguirad a sus her­
manos;
y, por supuesto, trabajan y son trabajadores los obreros
y los campesinos, los artesanos, los pescadores, los comerciantes
y lo empresarios, los bancarios y los funcionarios etc., y todos
los que quieren ser útiles a la sociedad, todos los que sirven a
los demás
y comparten con los otros no solamente lo que poseen,
sino también lo que son: sus talentos, sus conocimientos, sus
vivencias; todos ellos pueden considerarse trabajadores en la
única viña del Señor que es
el mundo.
Y que bueno es saber, gracias a la
Laborem exercens, que
todos estos
afanes y fatigas, conscientemente aceptados y cum­
plidos con humildad
y honestidad frente al Señor, tienen valor
de cooperaci6n con la obra creadora de Dios-Padre, con la obra
redentora de Dios-Hijo, con la obra santificadora de Dios-Es­
píritu Santo
y que nos merece un «salario» que es la felicidad
eterna con Dios en el cielo.
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