Índice de contenidos
Número 211-212
Serie XXII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
El Estado de derecho en el pensamiento germánico y en la tradición de las Españas
-
Educar para la verdad y en la verdad: Condición primera de una educación personalizada
-
La terminología de la Laborem exercens
-
De nuevo el modernismo
-
¿Qué es el hombre cristiano? La irrupción del cristianismo en la historia
-
La ultraizquierda española en la II República y en la guerra 1936-1939
-
La socialdemocracia
-
La verdadera monarquía (II)
-
La carta de la princesa de Beira entre las fuentes para el conocimiento de la teoría tradicional de la legitimidad del poder en España
-
La acción universitaria
-
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos
Autores
1983
La ultraizquierda española en la II República y en la guerra 1936-1939
LA ULTR4}ZQUIERDA ESPA!ll'OLA
EN LA II REPUBLICA Y EN LA GUERRA 1936-1939
POR
ANGEL MAEsTRO
I
Antecedentes.
Al producirse, el 14 de abril de 1931, la caída de la Mo
narquía liberal,
el papel del Partido Comunista español era su
mamente modesto dentro de las fuerzas de izquierda en España,
unos 800 militantes -según diversas fuentes bastantes coinci dentes entre
si-, pues
las cifras varían poco, haciéndolo, gene
ralmente, entre los 800 y 1.000. El Partido Comunista pasa,
desde su fundación en 1920, como escisión del Partido Socia lista ( 1 ), por diferentes crisis hasta fusionarse en
las dos
ten
dencias existentes
en 1921; unión que se produce en tiempos
difíciles, acentuándose
estas dificultades en años posteriores, por
las luchas
producidas en el seno de la sociedad soviética: son
los años de la lucha Stalin-Zinoviev-Kamenev contra Trotsky, y la victoria del socialismo en un solo país frente a la revolución
permanente, el triunfo de la tesis de
la Internacional
al servicio
de la Unión Soviética, y
nci ésta
al servicio de aquélla.
Un partido débil como el español tenía, forzosamente, que
soportar en
si mismo
y en sus planes de expansión estas dificul-
( 1) El Partido Comunista contaba, en sus momentos fundacionales,
con unos mil militantes aproximadamente, en general con preponderancia
de afiliados muy jóvenes, entusiastas de
la acd6n, con actitudes maxima
listas,
descontentos con las actitudes socialistas
y partidarios de la dicta
dura del proletariado. Como se observa por": el número de militantes, en
1931,
el PCE estaba estancando en su crecimiento. (Nota del autor).
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Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
tades, sobre todo la pérdida del apoyo de la III Internacional
a favorecer abiertamente las posibilidades revolucionarias de di
ferentes naciones
de no demasiada importancia en el contexto
mundial -como era el caso de España-, preocupándose más
la Internacional de otros casos,
tal el de Alemania y el de China.
Por otra parte, la llegada al poder,
el' 13
de septiembre de
1923, del Capitán General de Cataluña, don Miguel Primo de
Rivera, supone, aunque todavía primitiva, una primera toma de
conciencia de lo que era, y empezaba a significar el comunismo,
y una cierta comprensión de que no se trataba de un problema reducido tan sólo
-a pesar de su gigantesca expansión- al
antiguo imperio ruso, sino una
ámenaza a la sociedad toda. Na
turalmente, la «dictablanda» representó una
dificult11d nueva
y
de considerables dimensiones para la existencia misma del Par tido Comunista español. Unido a
la rusificación de la III In
ternacional, las consecuencias fueron totalmente adversas para
la situación de los comunistas españoles, quedando el partido reducido a círculos con muy poca influencia en los sectores
obreros, de modo parecido en
los campesinos y con una escasísi
ma
fuerza en
sectores muy minoritarios de la burguesía progre
sista. Como itónicamente se dijo, «el Partido Comunista español
no era ciertamente en aquella época la más hermosa flor de la
Internacional Comunista».
La caída del Gobierno del General Primo de Rivera,· inspi
rada
y alentada por el monarca, al igual que antes había alentado
la toma de poder del mismo, no va a salvar lo único importante para la familia reinante, la
pennanencia de
la dinastía; sus con
secuencias
van a arrastrar a la misma institución borbónica en
un terreno político que llevará al cambio de régimen. Ante la
caída de Primo de Rivera puede pensarse que el
Partido Co
munista español iba a experimentar una sensible mejora que le
permitiese salir
de la clandestinidad en que se
desenvolvía, pero
las
luchas mantenidas en Moscú afectarían también a
la preca
riá
vida
del PCE.
El Partido Comunista español -totalmente dirigido desde
Moscú- había experimentado fracasos verdaderamente grotes-
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Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
cos en las personas de sus dirigentes. Un hombre nombrado
desde la URSS para
dirigir el partido, tal como era Osear Pérez
Solís, antiguo militar profesional, durante su prisión en la cár
cel vuelve a reencontrarse con la fe católica, y el también líder
comunista, Ramón Merino García, entra después como
dirigente
en
el sindicato controlado por la Patronal, el «Sindicato Libre»,
abandonando el PCE. El fracaso era
espectacular y se confía,
siempre
desde Moscú, la reestructuración del Partido a José Bu
llejos, impuesto ya para bloquear a un hombre que empieza a
despuntar como peligroso, Andrés Nin (2). El hecho es que al producirse, en 1931, la calda de Alfonso XIII,
el Partido Co
munista español tiene una fuerza minoritaria contestada por can
tidad de agrupaciones «autonómicas» de las diferentes regiones
y con la oposición de izquierdas dentro de los
mismos comu
nistas.
La «troika» dirigente estaba formada,
al caer la Monar
quía, por
el citado Bullejos, Adame y Trilla, quienes más tarde
sufrirían una
depuración y serían expulsados del
partido siendo
sustituidos
por
José D!az
y Dolores lbarruri,
«La Pasionaria».
A comienzos de los años 30, y ya Trotsky expulsado de Rusia
en su destierro en Prinkipo,
el profeta de la revolución perma
nente plantea a escala mundial su lucha contra
el estalinismo y,
en esa primera época, concretamente el período trancurrido en tre 1930 y 1931, los asuntos de España ocuparán un puesto
destacado en su perspectiva de comunismo a nivel universal.
Trotsky conocía ya desde hace tiempo a los revolucionarios es
pañoles
(3 ), y desde septiembre de 1930 comenzó una corres-
(2) Dentro de la Delegación de la CNT que se dirigió a Rusia para
tomar contacto con la revolución, Nin asistió como delegado de la misma
eri Moscú al I Congreso de la Internacional Sindical Roja, no volviendo
a España en varios afias, quedándose en Moscú convertido en funcionario
del aparato Sindical Internacional y, desde 1922, miembro del Secretariado
de la Internacional Sindical Roja. Cuando se producen las discrepancias
entre
la oposición de izquierdas., manejadas ¡x:,r Trotsky y los estalinis·
tas, Nin toma partido por el primero y, en 1928, es expusado del pa.rti·
do, siéndolo en 1929 de la URSS. (Nota del autor).
(3) El conocimiento con Trotsky data de los primeros tiempos de la
estancia de Nin en Moscú, finales de 1920 a 1921. Trotsky tenía muy
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ANGEL MAESTRO
pondencia regular con Nin. La oposición de izquierdas española es fácil suponer que tenía un escaso
peso dentro
del mundo re
volucionario
español, pues
si en
el partido oficial hemos visto
la escasa influencia que tenía, no resulta
difícil imaginar el po
der
de un grupúsculo dentro del ya reducido universo comunista
español. La oposición de izquierdas en España estaba fundamentada,
al igual que en casi todas las otras naciones, sobre miembros del
partido que se habían decidido por la postura trotskista frente a
la estalinista, en la lucha que dividía al universo comunista
a nivel mundial y sobre lá que ya hemos escrito en diferentes
ocasiones, resultando superfluo
para este trabajo una mayor por
menorización sobre el tema ( 4 ). Los seguidores españoles de
Trotsky más caracterizados fueron: en la Unión Soviética, Andrés
Nin; en Francia, Julián Gómez, «Gorkin» -personaje en un principio vinculado al famoso Henri Barbusse y luego expulsa
do-; en España, Juan Andrade, que tan importante papel des
empeñará posteriormente y, surigiendo entonces un individuo
sumamente significativo, Francisco Garda Lavid, que con el
seudónimo de «Henry Lacroix» dirigía, en Luxemburgo, el apa
rato comunista, así como otros militantes menos conocidos y
cumpliendo sus misiones, tanto en el extranjero, particularmente Bélgica, como en España, pero ya en 1929
totalmente decantados
en
su postura trotskista
-en la que tuvo tanta influencia la
responsabilidad estaliniana sobre el fracaso de la revolución en
China-, frente a la inspirada por Moscú. A comienzos de 1930,
y aun en el exterior, en Lieja, se forma con la unión de los di
ferentes grupúsculos la oposición de izquierdas española.
El odio del aparato «oficial» del Partido es enorme hacia
los trotskistas españoles,
llegattdo incluso el órgano del PCE
buena apini6n de la preparación de Nin. Nin y Maurin sucedieron a Angel
Pestaña en las delegaciones de la CNT en Moscú, sin embargo, Pestaña
no fue ganado para el movimiento Comunista. Desde -septiembre de 1930
se reanudaría la correspondencia entre Trotsky y Nin. (Nota del autor).
(4) Angel Maestro, Socialismo en un sólo país o revolución perma
nente. La polémica Stalin-Trotsky.
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
a hacer público el nombre de quien se escondía tras el seudó
nimo de «Henry Lacroix», para denunciarlo de esta forma a la
policía. Los procedimientos son sólo un tímido avance de lo que vendría a ocurrir en 1937. Nin, expulsado
por fin de Rusia
en 1929, llega a Cataluña en 1930, y emprende una serie de
hechos propagandísticos, entre ellos la agitación pura, pero de
lo que queda mayor constancia es de sus colaboraciones fre
cuentes en
L'Opini6, polemizando en tomo al tema del =rquis
mo con figuras también destinadas a un papel importante, tales
como Joaquín Maurin y otros menos conocidos (5).
II
1931-1935
A descomponerse la monarquía liberal-partitocrática en 1931,
se produce un hecho para los marxistas muy claro y diferencia
dor respecto al modelo de República, del que
sostetúan los
gru
pos de izquierda y la burguesía progresista,
al ser esta burguesía,
por un lado, utópica y, por otro lado) consciente de una necesi
dad de mostrarse fervientemente republicana, para escapar de
las responsabilidades
del difunto régimen, así como
al ser la
revolución bolchevique una consecuencia lógica de superación de
la revolución democrática
-tantas veces
hemos manifestado que
sin un 1789, no habría habido nunca un 1917-, para los mar
xistas la República no podía significar
el todo, ni la idealización
de
que se le hacía objeto por tanto liberal democrático utópico.
Y es que, en
el" fondo, como acertadamente dijeron los maestros
de «Acción Española», la República, la República democrático
burguesa, que
llegó en
1931: ¿Qué era
sino" el
sistema anterior
(5) Las colaboraciones literarias y periodísticas de Nin,_ desde agosto
de 1928 hasta Su muerte, han sido recogidas en un volumen de 616 pá
ginas prologlldo pÓr · Humóerto DQ Cruz y Carnieri Espinar y con un
epilogo de Florericio Alvarez,
libi;o fundamental para ·conocer el
pensa
miento político de Nin en las diferentes
cirCUfistaricias. (Nota
del autor).
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ANGEL MAESTRO
sin corona? ¿Podía esto satisfacer a un marxista•leninista? ¡De
ninguna manera!
La República era saludada por tantos ut6picos, casi siempre
de buena
fe -pero que hacen después posible la llegada de los
jacobinos de
turno-, como si su venida hubiese sido la aurora
feliz, el
aparec<:l! de una nueva Arcadia donde correrían ríos de
leche y miel, algo
en el más puro estilo roussoniano donde el
noble
sid,,aje viviría
en un mundo de ilusiones -muy parecido
a a lo
de los utópicos de hoy, aunque éstos todavía con menos
categoría, cuando nos regalan las excelencias de la Constitución,
cual si obra de ángeles fuese que la hubiesen entregado en pren
da como regalo y distinción a los «pueblos del Estado espa
ñol»-; la
República no podía significar para un marxista-le
ninista, lo que luego se demostraría, el que no era en
s! el
fin,
sino un estado transitorio, la similitud con la revolución demo
crática de febrero de 1917, que derrocaría al autócrata, como
aquí
derroc6 al
monarca, pero que sería trascendida por la re
volución socialista en octubre de dicho 1917. Nace entonces algo muy oomún en los marxistas-leninistas,
y es la trasposición de situaciones
y hechos --en 1905 y en
1917 se jugaba siempre a la comparación con la revolución de
1789-, y en España todo se vuelve, como veremos, compara
ciones con la Rusia de 1917; cuando las situaciones y los pueblos
eran distintos, y en esto Trotsky cae en el utopismo al tratar de
aplicar en España soluciones dadas en Rusia, como la implanta
ción de los soviets: «La consigna central del proletariado es la
del soviet obrero. Esta consigna debe ser lanzada y popularizada
incansable y
con~tantemente» (
6 ). Resulta casi increlble o de
dif!cil comprensión para el proletariado español de entonces, ma
yoritariamente anarquista o perteneciente a un grupo de la II
In
ternacional como el PSOE, hacerle comprender un asunto típi
camente
ruso, tal cual era el de los soviets. Esto resulta casi
(6) Ignacio Iglesias, Trostky y la revoluci6n española, pequefío vo~
lumen de Ignacio Iglesias, aotiguo redactor del periódico del POUM, La
Batalla, y que refleja la perspectiva de la ultraizquierda española desde
ufi. antiguo poumista. (Nota
del autor).
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA 11 REPUBUCA
obsesivo al acelerarse la descomposición de la sociedad republi
cana,
y al agudizarse ilas tensiones sociales la comparación con la
revolución rusa resulta ya grotesca.
«Los estalinistas eran especialistas en generalidades seudo
revolucionarias, mientras que
los trotskistas se
esforzaban en
pre~
sentar
interpretaciones más serias de
la coyuntura política espa
ñola.
Pero les wúa inconscientemente, a pesar de todo lo que les
separaba: la referencia constante al esquema de la revolución
rusa, que se presentaba inevitablemente como un común cordón
umbilical. Las consignas lanzadas por todos ellos -soviets, dis tribución de tierras, etc.- no correspondían a la dinámica re
volucionaria española,
sino a los acontecimientos
de la Rusia de
1917. Y la disputa principal se centraba en quién era el mejor
representante de
la tradición bolchevique. La historia de España
fue deliberadamente
ignorada, despreciada como si no tuviera
nada
·en común eon el
presente español» ( 8 ).
A pesar del mutuo respeto entre Trotsky
y Nin, el primer
enfrentamiento -preludio muy suave de
lo que vendrá después-
se produce por un asunto de no demasiada importancia ya antes
de la caída de la Monarquía, y es la
lucha planteada entre la Fe
deración Comunista
Catalana Balear, que, según Humberto Da
Cruz y Carmen Espinar, «representaba un peso equivalente al total restante del PCE». Nin, temeroso de la poca influencia de
los grupúsculos, ve un bloque fuerte en la FCCB, y cree tener
posibilidades de atraerla a su postura. Trotsky desconfiaba
de la
FCCB, considerándola un grupo centrista
y posibilista, as! como
del bloque obrero y campesino BOC, en el
cual Nin había depo
sitado ciertas esperanzas,
y también mal visto por Trostky, pero
son la FCCB y el BOC los que
rompen con
Nin.
En mayo de 1931 surge el órgano, modesto desde luego, de
(7) Un caso ya t6pico en la comparación entre la revolución rusa y
la revolución espafiola seri! al producirse la sublevación de la escuadra
republicana y asesinar a tan gran número de jefes y oficiales, la compa.pi~
ción entusiástica en los medios de ·propaganda con los -«her6icos marinOS)>
de Kronstatd, que impulsaron la revolución rusa. (Nota del autor).
(8) Ignacio Iglesias, op. cit.
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ANGEL MAESTRO
la oposición de izquierdas en España, «Comunismo», y la Orga
nización Comunista Española, OCE,
recibe un
empuje -tal como
cualquier grupo político con
la aparición de su órgano informati
vo, y con esa similitud siempre con los bolcheviques es acogido tal si fuera
«Iskra» en
los años difíciles-. Según diferentes fuen
tes, podemos fijar en junio de 1931 el total de militantes de la
oposición comunista en España en unos 100, lo que da idea de
su fuerza. El 26 de
marro de
1932 se celebra la tercera conferen
cia de
la OCE,
representando en toda la historia de la izquierda
comunista española un hecho destacado, ya el número de militan tes en toda Es
pafia habla aumentado
hasta unos 400, acordándo
se el cambio de nombre de OCE a ICE, Izquierda Comunista de
España, produciéndose
algo consustancial y que es indefectible
en cualquier grupo político, de oposición casi siempre, y es la
escisión entre
el trotskismo ortodoxo
y puro, representado por
Henry Lacroix (Francisco García Lavid), y los trotskistas en el
pensamiento pero no en la fidelidad absoluta al líder, represen· tados estos últimos por Nin, siendo posteriormente el sector
trotskista excluido del aparato directivo, lo que a su vez traería
un crecimiento del antagonismo con los grupos trotskistas a nivel internacional. Otro órgano informativo, al principio suspendido
después de una vida efímera y luego ya autorizado, representa
a partir de octubre de 1932 un nuevo esfuerzo, se trata de «El
soviet».
Figuras con un largo historial revolucionatfo se incorporarán
a la izquierda
y otros líderes y dirigentes asientan su prestigio
como Juan Andrade, uno de los fundadores, en 1919, del PC
original; Esteban Bilbao,
activísimo cornurnista de
la organiza
ción regional de Vizcaya; teóricos, tales como Enrique Fernán
dez Sendón «Fersen» o Molins, Fábrega, etc. Temas vidriosos en el seno de la organización internacional,
cuales son los asuntos Rossemer y
Mili, relativos al apoyo a
estos personajes, por parte de la OCI, frente al afán trotskista
de depuración, sientan las bases de los futuros enfrentamientos
y Trotsky escribe una serie de ·cartas en las que se ataca la línea
de la OCI española, acusándola en la titulada Sobre la secci6n
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
española de la oposición de iquierdas, fechada el 22 de diciem
bre de 1932, de haber actuado en Cataluña a remolque del na
cionalismo pequeño-burgués
del provinciano charlatán Maurín;
el 21 de febrero de 1933, desde Prinkipo, escribe la titulada
Las divergencias con Nin no datan de ayer; el 24 de abril
de 1933, nada menos que
El grupo de Nin lleva una lucha sin
principios,
superándole en su dureza la del 10 de agosto de 1933
Sobre la forma de actuar inadmisible del camarada Nin.
El bloque obrero y campesino en Cataluña (Bloc Obrer y
Campero!), y, en Asturias, la izquierda comunista toman inicia
tivas para la unidad de las fuerzas revolucionarias -a pesar de
la mentalidad anarquista de la CNT-, donde ya empieza a des
puntar una conciencia de que puede resultar peligroso para la vida misma de la Confederación el apoliticismo anarquista, así
como resulta difícil superar la actitud, a veces caótica, de la FAI
-pero salvo el PCE, que se niega a entrar
y a colaborar-, la
unión de las fuerzas revolucionarias motivadas en tan gran par
te por el éxito del triunfo nazi en Alemania, hacen que vayan
tomando una verdaderá preocupación por el posible crecimiento
de las fuerzas fascistas (10). «La discusión personal entre Trotsky
y Nin está terminando;
de ahora en
. adelante
se desarrolla una discusión política entre
el Comité Ejecutivo de la izquierda Comunista de
España y el
Secretario Internacional del movimiento para la IV Internacio
nas», «conscientes de las necesidades del momento
y de la gra-
(9) Resulta significativo el hecho de que Trotsky separa la considera
ción personal del concepto que le merece el político, y vemos cómo aún
le llama camarada y no traidor, renegado, vendido, oportunista ... (Nota
del autor).
(10) El denominar a todos los enemigos fascistas era un tópico del
sistema estalinista, ya que llamaban fascista tanto
al régimen de Primo
de Rivera, como al de Berenguer; a su vez eran fascistas también para
el PCE la Lliga de Cataluña, los agrarios, etc ... Pero no son solamente
los estalinianos los que
caen en estos errores, ya que los anarquistas, desde
Hitler hasta
el régimen estalinista,-· eran cohsidetados Íascitas. Natural
mente a la
Segunda República se la calificaba también de fascista. (Nota
del autor).
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ANGEL MAESTRO
vedad del peligro, los dirigentes de la izquierda comunista es
pañola, sin embargo, están sorprendidos por la brutal revisión que opera en el interior del Partido Socialista dirigentes como
Largo Caballero, hasta entonces firme partidario de la política
refornústa más abierta y que tiene tras de sí docenios de cola
boración con la burguesía en su calidad de Secretario General
de la UGT. En efecto, en el curso de
la campaña electoral de
19 3 3, el viejo líder comienza a sacar el balance de la coalición
gubernamental con los republicanos y a emplear una fraseología
de clase incluso revolucionaria. Después
de· la victoria de las de
rechas, el conflicto tiene una virulencia extrema en d interior
del Partido Socialista: una a la izquierda, cuyos portavoces son, además de Largo Caballero y su estado mayor de «intelectuales»,
Araquistain, Alvarez del Vayo, Carlos de Baraibar y las juven
tudes socialistas, que anima un joven Santiago Carrillo, hacen saber que está decidida por todos los medios incluso a la insu
rrección contra la llegada al poder de la derecha. La izquierda
comunista reacciona con
la mayor desconfianza. Esteban Bilbao,
en diciembre de 19 3 3, reconoce que el Partido Socialista co mienza a balbucear las primeras letras del alfabeto proletario, pero recuerda que
la realidad del Partido Socialista continúa
siendo el aparato burocrático podrido y la más oscurantista
dt
sus
pertenecientes ( 11 ).
La desconfianza hacia el Partido Socialista es grande, por
acusársele tal como antes hemos visto de burocrático, de haber sido colaboracionista con el poder, incluso, en algún período
de la dictadura de Primo de Rivera y abiertamente en la Re
pública Democrática. Fersen, del que antes hemos hablado, lo
dice claramente: «no debemos engañarnos a nosotros mismos ni
(11) Pierre Broué, La revoluci6n Española. León Trotsky. Pierre Broué
destacado trotskista ha editado, prologado y puesto notas a dos volúme
nes
que-abarcan
desde 1930 a 1940 con un total nada menos que de 913
páginas dollde se
recogen todos los escritos de Trotsky en relación con
la revolución española. La obra .resulta imprescindible, a pesar de su ex
tensión, para
el inveStigador que quiera tratar con rigor este tema. (Nota
dd autor). ·
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
engañar á nadie en lo que concierna a la radicalización del sec-.
tor
dirigente del socialismo conducido por Largo Caballero. Pre
tende hacernos creer que el reformismo y
la colaboración ·de
. clases han dejado de ser su objetivo y que desde hoy se orientan al camino de la revolución. Este, a
la izquierda del socialismo,
conducida por burócratas
e,q,erimentados, está
realizando una
maniobra de gran envergadura. Pretende, mediante sus amenazas,
intimidar a la burguesía y -lo que es más importante-- absor
ber al movimiento revolucionario apareciendo como su van
guardia» ( 12).
Mientras tanto, desde Moscú, no se muestra excesivo oelo
rú entusiasmo en una bolchevización de las fuerzas revolucio
narias; no interesaba demasiado la creación de un partido
co
mu·nista revolucionario y vanguardia de la clase obrera, como
se diría con fraseología tópica, sino más bien un partido limi
tado a los incondicionales, a los fieles servidores de las consig
nos estalinianas, fuesen cuales fuesen, y dedicando casi tanto
tiempo y espacio a atacar a los «renegados y traidores trotskis tas» como a las
fuerzas patrióticas
que traerían, el 18 de julio,
con dureza casi similar para calificar a la «canalla aventurera
izquierdista» respecto a la sosterúda frente a las fuerzas «clasis
tas y represivas».
Por otro lado, Trotsky se aferra á sus convicciones, da una
vez más muestras de su intransigencia que tan funesta le había sido en su vida política en la Unión Soviética, careciendo de
esa
flexibilidad
de que había hecho gala Lenin y que le llevó al
triunfo, pero en
la irreductibilidad trotskista fuera de su pen
samiento no hay sino equivocados
y traidores. No cede en náda,.
pues se considera el
úrúco y acertado intérprete del· marxismo
lenirúsmo.
Es cierto que su preparación doctrinal era
infirútá
mente
superior a la de los lacayos estalinistas, pero su dogmatis
mo era de una cerrilidad casi· total y se aferraba a sus conviccio
nes de
lo que era y debía ser la revolución, trasladando la si
tuación a la revolución rusa de
191.7 -
(12) Pierre Broué, op. cit.
115
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
. reconocer que fue artífice y destacado intérprete de la misma,
así como de su victoria en la guerra civil frente a las fuerzas
opositoras-, pero
la situación rusa no podía. trasladarse a Es
paña; la revolución de 1917 era un modelo a inspirarse pero no.
la copia fiel de la misma, cuando los hombres y las circunstan
cias eran bien distintas. Para nuestra opinión, la fidelidad a ultranza de los «princi
pios del partido» habían impedido a Trotsky, primero su triunfo,
y luego el evitar su apartamiento del poder seguido del destierro
en su lucha con Stalin. En obras anteriores hemos expuesto
cómo Trotsky no quiso utilizar las armas poderosas que tenía cuando pndo haber aplastado a Stalin en los últimos momentos
de la vida de Lenin, y otra vez más a la muerte de éste ( 13 ).
Trotsky parece tan fiel a un idealismo de un mítico partido
inexistente, fraguado sólo en su cerebro, que se muestra incapaz
y totalmente contrario a emprender ninguna acción qne pueda perjudicar algo tan siquiera a
la imagen del partido. El partido
parece un ente abstracto fuera de las pasiones y debilidades hu
manás de sus miembros.
Al juzgar la situación española, cree que el Partido Comu
nista Español podría ser reformado con independencia de la ac
tuación de sus dirigentes, en cuanto recibiese en su seno la,s líneas
acertadas por la introducción de los militares con ideas claras y
correctas; entonces el Partido Comunista volvería a ser la fuerza
salvífica destinada a tan altos "fines. «Es necesario insistir en las
posiciones políticas de Trotsky ... , pues muestran hasta qué pun
to era priSionero de sus concepciónes respecto hasta el régimen
soviético, al que se empeñaba en considerar como un estado obre
ro, no siendo Stalin más que un simple usurpador; por eso el
Partido Comunista de la Unión Soviética, la Internacional
Co
munista, · seguían siendo su partido y su internacional. De su
posición ante la
URSS se desprendía, lógicamente, la relativa a
afros páíses: los oponentes españoles
debían ver en el PC su
(13) Angel Maestro Martínez, «Gramsci. La revolución actualizada»,
en Verbo, núms. 201~202.
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Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
propio partido, que sólo tenía necesidad de ser mejorado, corregido
y puesto en el buen camino, gracias a una buena dirección.
Trotsky combatía, por tanto, sin la menor tolerancia a todos los que afirmaban que una nueva clase social y un nuevo tipo de explotación, disimulados bajo una forma de propiedad colectiva,
se había instalado en la Unión Soviética. Puso un mismo ardor
incombatible frente a los que creían que era un tiempo perdido e irrecuperable seguir manifestándose como simple oposición al co
munismo oficial, es decir, al servidor
--en cuerpo y alma- de
Moscú. Para España, preconizó una y otra vez esta táctica sin
salida. Su concepción correspondía a un simplismo que rayaba
en la utopía. Bastaba que
el Partido Comunista aceptara acoger
en su seno a las otras tendencias comunistas oponentes y adop
tara la línea justa . . . para que surgiera inmediatamente como
Venus en
el mar, el partido capaz de hacer triunfar la revolu
ción» ( 14 ). Este texto resulta plenamente acertado y
ahí podemos ver
la diferencia entre los trotskistas españoles y el mismo Trotsky.
No es que los trotskistas españoles resultasen más papistas que el Papa; Nin, en un trabajo titulado
Reacci6n y revoluci6n en
España en enero de 1934,
dice: «nosotros estimamos que la vic
toria
de la clase trabajadora se hará posible únicamente
bajo la
dirección de un .partido revolucionario; pero el derecho a ejercer
esta dirección no se adquiere, por
decirlo así,
por gracia divina,
sino conquistando la confianza de la mayoría proletaria. En el
curso de la lucha, la organización política que tenga una noción
más clara de la situación
y mejor acierto a interpretar las aspi
raciones de las ffiasas se llevará a éstas tras de sí. Pero esta pre
misa teórica, a nuetro
juíciO irrefutable, no excluye ni muchO
mucho menos la posibilidad de la acción común», o sea reconoce
lá NO existencia de una fuerza que «per se» sea la encaminada
a llevar la antorcha revolucionaria~ sino que esa fuerza prepon
derante será aquella que sepa mejor adaptarse a las realidades
de las circunstancias.
(14) Ignacio Iglesias, op. cit.
117
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
En 1934, sin embargo, Trotsky apunta una táctica posibi
lista, lejos
de su inflexibilidad -verdaderamente asombrosa en
un hombre cuyo dogmatismo a ultranza era
increíbl-, y
es en
la posibilidad «entrista» en los partidos socialistas, de mucho mayor número de afiliados en las democracias occidentales que
los partidos comunistas. Las posibilidades de
tomar el
control de
estos partidos desde dentro no hay que desdeñarla, pues parece
en principio dotada de
cierta lógica,
y para ello necesario so
breponerse a la animadversión abierta que podía suponer para
un comunista -aun incluso de ese partido comunista utópico
soñado por Trotsky, casi inexistente en la realidad fuera de su
meni- el aceptar la discusión con unos traidores
al proleta
riado, era algo parecido a aceptar parte de la herejía latente en
aquellos que habían merecido de Lenin los peores epítetos por su postura en la gran guerra 1914-1918, motivadora de la con
dena de la II Internacional, descalificada a partir del 4 de agosto
de 1918, originando como reacción a la misma la creación de la
111 Internacional.
El Partido Socialista era acusado de sostener la política de
la burguesía republicana, de
ser poco
más o menos un colabora
dor de ésta, y las palabras de Andrés Nin, ya bastante antes, en 19 31, resultaban significativas: «las ilusiones democráticas son
aún muy vivas entre las masas pequeño-burguesas y una gran
parte de la clase obrera.
La burguesía tiene n=sidad de man
tener temporalmente estas ilusiones, sitviéndose de una fuerza
polí!Jica que
no esté todavía completamente desacreditada entre
las
masás y que por su significación nominal represente una ga
rantía de radicalismo. Esta fuerza política es el Partido Socia lista, los dirigentes se muestran dispuestos a acudir en auxi
lio de la clase explotadora. Pero formar un gobierno exclusiva mente socialista sería una aventura peligrosa. Este no haría más
que continuar la política de la burguesía y el partido socialista se desacreditaría a los ojos de las masas trabajadoras. Con ellos
la burguesía se vería privada de una de sus más importantes ar
mas de reserva. Los· socialistas que se dan perfecta cuenta de
ello tienen un miedo atroz a tomar enteramente la responsabi-
118
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
lidad del poder y se pronuncian por un gobierno de concentra
ción presidido
por ellos. Largo Caballero se
ha apresurado a
manifestar que un gobierno tal, por su composición misma, se
vería en la imposibilidad de realizar
el programa del partido.
Pero éste, que, según las declaraciones del
ministro de
Trabajo,
«ha ofrecido más renunciamientos que nadie en bien de la Re
pública», aceptaría este sacrificio por interés nacional.
En estas
condiciones, los socialistas, libres
de toda responsabilidad por la
política del gqbierno, contribuirían a mantener las ilusiones de
mocráticas de las masas y darían la posibilidad a la burguesía de consolidar definitivamente sus posiciones y preparar tras la mam
para socialista una auténtica dictadura fascista. El gobierno de Azaña
ha sido la primera etapa de este proceso; el gobierno pre
sidido por los socialistas sería la segunda» ( 15). Pero T rotsky, con una flexibilidad extrañísima en un tem
peramento fanático a ultranza, ve las posibilidades que pueden abrirse a un partido sediento de masas tal el mantenido por
él, que existe sólo en su pensamiento, con su casi nula implan~
taci6n en la realidad y desconociendo el hecho existente, el PCE
staliniano. Trotsky ve la posibilidad de influir en sectores des
contentos del socialismo, diciendo que «había que acercarse a
los socialistas, no para darles clase desde lo alto, sino paa ins
truirse cerca de los obreros avanzados». Trotsky piensa que una
vez influido el Partido Socialista
--ardua labor
era, desde lue
go-,-,-, podría
contar con un proletariado, integrado en la IV
In
ternacional, que influiría por su fuerza a nivel mundial sobre los
partidos comunistas de dependencia soviética, o sea la inmensa
y casi absoluta mayoría. Realismo al tratar del problema socia
lista del entrismo en esos partidos, pero una vez más el utopis
mo trotskista de considerar al ¡,_arrido un ente separado de la
realidad, y al que se podrá reformar y mejorar una vez curado
del abceso estaliniano, sin comprender que el estalinismo no era
una enfermedad pasajera del partido, sino algo tan fuerte y tan
profundo que no cabía identificar los partidos de la 6rbita so-
(15) Andrés Nin, Comunismo, nÚ111. 7, .diciembre de 1931.
119
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ANGEL MAESTRO
viética como instrumentos maleables, sino como un todo, un
conjunto inseparable de la personalidad estaliliana. Lo hemos
repetido varias veces y volvemos sobre ello; la III Internacional
al servicio de
la Unión Soviética, y no ésta al servicio de aquélla.
La reacción de
la ultraizquierda española, la izquierda comu
nista, es hostil al proyecto trotskista de entrismo en los partidos
socialistas, reaccionando unánimemente el Comité Central de
la izquierda comunista contra ese proyecto. Se condena abiertamen
te la postura del ideólogo -al que se respeta tratándole de jefe
político, lejos de los insultos y condenas estalinianas cuando al guien discrepa de la vida triunfadora-, se le trata con conside
ración en la respuesta. Emilio Ruiz, de quien antes hemos habla
do solamente con su seudónimo, Juan Andrade,
y Fersen, entre
otros, condenan
la iniciativa trotskista, considerándola por una
parte utópica y por otra como claudicatoria, al entrar a formar
parte como fracción en los partidos socialistas: «la garantía del futuro reside en el frente único, pero también en la independen
cia de organización de la vanguardia proletaria. En ningún caso
podemos~ por una ganancia circunstanciat fundirnos en un con
glomerado ·amorfo, abocado a romperse al primer contacto con
la realidad. Por triste y penoso que sea, estamos resueltos a per
manecer sobre las posiciones de principio que nos ha enseñado
nuestro_ jefe, incluso ·con--el riesgo de tener que hacer, separados
de él, una parte del camino que conduce a la victoria» (16).
Muy poco tiempo después se produce un hecho de excepcio
nal importancia, la revolución de octubre de 1934, fracasada en
casi todas partes, ~cepto los trágicos sucesos asturianos, moti
vados por el Partido Socialista que tantos años después se nos
quiere mostrar como pacífico y democrático, etc., pero desde un
punto de vista tal el sostenido por la ultraizquierda española se
observan contradicciones en e.se socialismo.
La
izqui~rda comunista tu.vo una
nula actuación en
los su
cesos de 1934 y_ excepto en Asturias,'único lugar donde se había
preparado una actuación conjunta de las fuerzas revolucionarias,
(16) Comunismo Editorial, octubre de 1934.
120
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA .II REPUBLICA
el fracaso como hemos dicho fue total en toda España. Luego, lo que pasa siempre, surgen las explicaciones de por qué el fra
caso, siendo para Nin la falta de un partido revolucionario que guiase a las masas, «excepto la gloriosa insurrección de Asturias,
al proletariado español le ha faltado conciencia de la necesidad
de la conquista del poder.
Allí donde
el Partido Socialista go
zaba de más influencia, la clase obrera no había recibido nunca
las enseñanzas que el partido revolucionario del proletariado tie
ne la obligación de infiltrar en
la conciencia de las masas popu
lares. Los anarquistas no se apuntarán al movimiento por su
carácter político y porque no están haciendo distinciones entre Gil Robles, Azaña y Largo Caballero. Por eso era necesario un
partido que, interpretado los intereses legítimos de la clase obre
ra, se esforzara en constituir previamente los organismos del
frente único, con el fin de conquistar a través de las alianzas
obreras
la @áyoría de la población. Le ha faltado al ejército
revolucionario un Estado Mayor con jefes capaces, estudiosos y
experimentados. Sin partido revolucionario no hay revolución
triunfante. Esta es la única
y verdadera causa de la derrota de
la insurrección de octubre» ( 17), mientras que para Trotsky el
no haber entrado a tiempo en el Partido Socialista es la causa de todo: «no nos cansamos de repetir que
la peor de las faltas
cometidas por todas las secciones es la de la sección española, al no adherirse a tiempo al Partido Socialista desde
el inicio de
la preparación de la lucha armada» (18). Entre reproches mutuos la ultraizquierda española dedica una
atención preferentes hacia la reconstrucción de las alianzas obre
ras, y la lucha por la unidad como factores decisivos. Así llega-
mos a febrero de 1935.
,
(17) Andrés_ Nin, Las lecciqnes de la insurecci6n de octubre. La es~
trella roja, diciembre de 1934.
(18) León Trotsky, La revoluci6n española, volumen l.
121
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ANGEL MAESTRO
m
EIPOUM
En febrero de 19 3 5 se materializa ya ese afán de unidad
entre los grupos de la izquierda comunista española, entre el
Bloque Obrero y Campesino (BOC), Federación Socialista de Catauña (FSC-PSOE), Partido Comunista (PC) en Cataluña, partido catalán proletario, Izquierda Comunista Española (ICE) y
la USC llegándose a la integración IC-BOC, y, por fin, en sep tiembre de 1935, surge el POUM (Partido Obrero de Unifica
ción Marxista). De todos los integrantes destacan como figuras,
Joaquín
Maurin, dirigente del Bloc Obrer y Camperol ( BOC) y
Andrés Nin por la izquierda comunista. Es evidente la prepa
ración marxista-leninista de Nin, y, por
tanto, su
profundo des
precio por tantas figuras del PCE de una incultura y descono
miento marxista asombroso. Esta unión nace con un retraso con
siderable, pues es cierto que se debió producir en 1931, y los
esfuerzos de Nin, ya en los primeros
tiempos que
siguieron a
la implatación de la República, en los que dedicó un gran es
fuerzo a hacer posible esa anhelada unión
para la
creación de
un partido comunista, distante del anquilosado PCE oficial, obe
diente sólo a las órdenes estalinistas. Remontándonos a 1931,
en su folleto
El proletariado español ante la revolución., pode
mos ver una prueba de lo expuesto:
«el deber de todos los re
volucionarios españoles sinceros debe consistir en consagrar todos
sus esfuerzos a forjar ese instrumento de deliberación de que
tiene necesidad indispensable
el proletariado. En realidad el par
tido hoy no existe. Hay una serie
de grupos dispersos, sin nin
guna conexión entre sí. No queremos aquí las causas de este
triste estado
de cosas.
Basta consignar
que la unificación
de to
das las fuerzas comunistas españolas, sin distinción, se impone
como una necesidad urgente e indispensable».
Joaquín Maurin, que en tiempos se enfrentó a
la Izquierda
Comunista, pero ya hemos visto anteriormente fue también
ob-
122
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
jeto de los clásicos epítetos por parte del PCE, se escindió del
partido en 1928, acompañado de la inmensa mayoría de los comunistas catalanes, fundado el Bloque Obrero y Campesino, BOC,
la otra fuerza fundamental de
la que ya hemos hablado, junto
a la IC en
la composición del POUM. Es fácil suponer, dada
la procedencia de la mayoría de sus componentes, que el POUM se expandiese rápidamente en Cataluña, seguido a muchísima
distancia por Asturias y Valencia y con un aspecto meramente testimonial en Galicia y Castilla. Su medio de expresión será
La Batalla, donde
expondrá su programa «el gran partido socia
lista revolucionario-comunista, se formará reuniendo en un todo único a los núcleos marxistas revolucionarios
existentes, más
la
nueva promoción revolucionaria que entre en acción impulsada
por
la unidad marxista y los elementos que, desmoralizados por
el fraccionamiento
del· movimiento
obrero, han permanecido pro
visionalmente inactivos» (19). La fundación del POUM significa la ruptura abierta con
Trotsky, desesperado por la creación de este
partid.o y ver que
se abandonaba su idea de entrismo en el Partido Socialista como
única forma eficaz de llegar en su
día al control del PCE.
Su reacción es fortísima
y, en carta del 22 de enero de 19 36,
titulada La traici6n del POUM español, que aparecería publica
da en órganos afines de Francia
y los Estados Unidos, dirige
muy agresivos comentarios contra
el partido de Maurin-Andrade,
diciendo: «los antiguos comunistas de Izqnierda Española se
han convertido, sencillamente, en la cola de la burguesía de
iz
quierda, ;es difícil imaginarse caída más humillante!», y contra
Andrade destila el niás feroz resentimiento. Andrade le llama a Trostky, pesar de las discrepancias ya expuestas en otros capítulos, «jefe y maestro» en la dedicatoria de un libro, y Trotsky
le responde:
«no he enseñado nunca, jamás he
enseñado a
nadie
la traición política». El POUM desde el principio hace hincapié total en
la reali
zación de las alianzas obreras, sin las
cúales nunca
podrá haber
(19) La Batalla, 17 de octubre de 1935.
123
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ANGEL MAESTRO
en España uua fuerza poderosa revolucionaria. Las alianzas obre
ras
para el POUM
sigJJ.ifican la acÍaptación a la mentalidad
es
pañola del papel de los· soviets en Rusia. El POUM rechaza la
política de entrismo en los partidos socialistas propugnada por
T rotsky, a la vez que ataca oon contundencia a la Internacional
estaliniana,
la. III. Internacional,
traidora a la izquierda y al socia
lismo. Curiosamente se produce una coincidencia entre Trotsky y el
joven socialista, secretario general de la Juvenrudes Socialistas, Santiago Carrillo Solares, quien desde las páginas del órgano
del POUM,
La Batalla -todavía en realidad no era órgano del
POUM, pues el artículo está publicado el 2 de agosto de 1935-,
Carrillo pide que
los' militantes
del BOC
y de la IC entren en
el PSOE: «hoy es de dominio público que se desarrolla en el
interior del Partido Socialista una lucha que no puede resolverse
más que por la eliminación de los unos o de los otros, de los
marxistas o de los reformistas. El restablecimiento de la unidad
sería imposible porque las masas ven claramente cuáles son sus
problemas», y pooo después, en Claridad, órgano socialista de
la fracción de Largo Caballero, dice Carrillo el 17 de julio de 19 3 5: «Afirmar que es imposible bolchevizar el Partido Socia
lista hace pensar que se teme mucho más la bolchevización que
el triunfo
· del
reformismo. Sin embargo, un revolucionario, un
marxista, debe desear que el Partido Socialista, que arrastra con
él, el
núcleo más grande de las
masas obreras
del país se bolche
vice. Más aún, debe trabajar por alcanzar ese resultado. Y hoy,
conociendo
la. situación
de nuestro partido sabemos que solamen
te
es· posible
trabajar desde el interior. Desde donde se des
prende nuestra toma de pü's:idón para que se entre en :él». Apro
ximadamente un año después Santiago Carrillo pasa al PCE
en una hábil
operación.
Podemos
explicarnos esta posrura de Carrillo, si observamos
que en
el transcurso de julio-agosto de 1935
·se había
celebrado
el VII Congreso de
la Internacional Comunista, y en el mismo
el secretario general de la Internacional, Dimitrov, propugnó la posrura del Frente Popular. Se olvida con esa
rapidez carac-
124
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
terística de los sistemas comunistas -
dos un
día, al día siguiente son acusados de «rabiosos imperia
listas», «víboras lúbricas», etc., que nos hace recordar en tantas
ocasiones a George Orwel
y a su «1984»- los ataques a los
partidos socialistas traidores, social-fascistas, vendidos a
la reac
ción
y al imperialismo ... , de repente se silencian los ataques y
se propugna en esa decisiva reunión para la acción del comunis
mo internacional que fue
el VII Congreso de la IC, la necesidad
de
creación del Frente Popular Antifascista, afirmando Dimitrov
-uno de los personajes más interesantes de
toda la historia del
marxismo-leninismo internacional- que en la lucha antifascista
debían atenderse no
sólo los
intereses de los trabajadores, sino
los
de_los artesanos,
los intelectuales,
-los campesinos,
etc., adap
tándose cada
nación a las particularidades de la misma.
A primera vista puede observarse un cierto antagonismo en
tre el nuevo frente popular y el frente único obrero propugnado
por los estalinistas hasta entonces, pero Dimitrov aclara las du das. Dimitrov insiste una
y otra vez en la necesidad de reforzar
la preparación de los cuadros
-es decir,
de explicarles que se
trata de una táctica_ no de un cambio de estrategia con lo cual
los comunistas no pueden perder nada y en cambio pueden rea
lizar ganancias-. Es preciso, agrega Dimitrov, conocer bien al
enemigo: «no hay que tener
reparos incluso
en aprender del
enemigo si éste nos ayuda a retorcerle el pescuezo antes y me
jor» (20). El POUM a veces opera también con cierto realismo,
y en
noviembre de 1935, ante la proximidad de unas elecciones, busca
la alianza con el PSOE-PCE, propuesta rechazada por éstos, pero
. sigue con la idea de un «frente obrero», distinto del «frente po
pular» de inspiración moscovita. Ante
el POUM se presenta en
tonces un dilema: seguir denunciando, desde su postura izquier
dista, la pol!tica del frente popular en un maximalismo de reali
zación absoluta
y casi utópico, al considerar que la alianza con
(20) Víctor Alba, Historia det éstalitiismo.
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ANGEL MAESTRO
los socialistas moderados, los burgueses izquierdistas, etc., no
hacía más que impedir a los movimientos obreros el triunfo de
la revolución> y esclerotizarlos en un sistema republicano bur
gués. Por el contrario, no pactar nada y presentarse ellos solos
como puristas de la vanguardia obrera y revolucionaria a
la vez
contra las derechas y las izquierdas. Los utópicos y mesiánicos en el POUM existían, pero no a tal extremo, y así el 5 de enero
de 1936 el Comité Central aprueba
el proyecto de Andrés Nin,
y acepta, con reservas, pero acepta, la entrada en la coalición iz
quierdista en el frente popular en toda España. Se había impues
to el duro peso de
la realidad,
conscientes de que por sí solos,
aun con cierto crecimiento que experimentaba el partido, no ha
bía nada que hacer. Algo similar podemos ver en la España de 1983; los grupúsculos izquierdistas, sin la fuerza del POUM en
1936 ni mucho menos, existen de una forma meramente testi
monial, pero con casi nulas posibilidades de actuación, no ya
electoral, sino revolucionarias.
La reacción de Trotsky es de una vehemencia característica
del personaje, los llama traidores, renegados y demás tópicos por
el estilo (21
), sin
considerar, como luego se vería trágicamente,
que no. era ninguna inclinación estaliniana, sino una forzosa ade
cuación a las circunstancias. Trotsky dice respecto a la formación
en España del Frente Popular: «han firmado debajo de este ver
gonzoso documento los representantes de los dos grandes parti dos burgueses de izquierda,
el Partido Socialista, la Unión Ge
neral de Trabajadores, el Partido Comunista ( jevidentemente! ),
la Juventud Socialista -¡desgraciadamente!-, el Partido Sin-
(21) Trotsky está obsesionado por la constitución: de un partido único
revolucionario, primero en Cataluña y, a su vez, la izquierda comunista
en
el resto de España que debería pedir su entrada en el Partido Socia
lista y constituir un grupo que Pudiese aprovechar las masas de los soci11-
listas españoles. Para Trotsky sin el entrismo en el Partido Socialista, la
influencia de laS otganizaciOnes revolucionarias quedaría muy disminuí.da.
Tenía obsesión con
la alianza de la izquierda comunista, con los socialis
tas de
izquierdas: «El partido
que resultase
de esta unión tendría.
una.
enorme fuerza de a.tracción». (Nota
del
autor).
126
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LA ULTRAIZQUIBRDA EN LA II REPUBLICA
dicalista (Pestaña) y, finalmente, el Partido Obrero de Unificación Marxista (Juan Andrade)», «sin duda alguna se hallarán en
España verdaderos revolucionarios para· desenmascarar despiada damente la traición de Maurín, Nin, Andrade y consortes, y co
locar los elementos de una sección española
de la IV Internacio
nal», «se distingue hoy día más claramente también el crimen
cometido a comienzos del año por los dirigentes del POUM, Maurín y Nin. Cualquier obrero que reflexione puede pregun tarles y les preguntará: ¿No habíais previsto nada? ¿Cómo
ha
béis
podido conseguir que depositáramos nuestra confianza en
Azaña y compañía en lugar de impregnarnos de la mayor
des
confianza
hacia la burguesía radical? Ahora debemos pagar vues
tros errores con nuestra sangre» (22).
Nin dirige a principios de 1936 el órgano teorizante del
POUM, La Nueva Era, y a pesar de la estigmatización de
Trotsky, éste no consigue la unanimidad de los partidarios de la IV Internacional. «Sneevliet y el R. S. A. en Holanda, Vereecken
y su
grupo "spartakus" en Bélgica se niegan a dar la misma con
dena. Pero sobre todo
la liberación, de la Unión Soviética, de
Víctor Serge aporta un serio refuerzo a los amigos del POUM,
pues Serge ha conocido y frecuentado a Nin en
la Unión Sovié
tica: juntos formaron parte de la Comisión Internacional de la
posición de izquierdas de 1926 a 1928» (23 ).
Al producirse el triunfo del Frente Popular en las elecciones
de febrero de 1936, el POUM sólo consigue que resulte elegido
ruputado Joaquín
Maurin en Barcelona, con casi un cuarto de
millón de votos, y desde la Cámara de los Diputados éste apro
vecha enseguida para manifestar que
el Gobierno que había sa
lido de las elecciones no representaba las verdaderas aspiraciones y los intereses del proletariado, atacando a dicho Gobierno por
considerarle republicano, ignorando que
la mayoría triunfante era
socialista y comunista, afirmando inequívocamente: «no hay
nin
guna duda, la alternativa es urgente, o el socialismo triunfará o
(22) Ignacio Iglesias, op. cit.
(23) Broué, op. cit.
127
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ANGEL MAESTRO
triunfará el fascismo». Veamos en estas palabras del secretario
general del POUM la radicalizaci6n de las dos
Españas, el
hecho
cierto, doloroso, pero existente. Frente a las fuerzas nacionales,
el" marxismo-leninismo en sus diversas facciones,. el antagonismo
total entre dos concepciones de la existencia, sin que los demo
cráticos
ut6picos significasen
apenas
nadá; no
se ve en la reali
dad de España de 1936 esa imagen mítica de
la República bur
guesa y democrática que se nos quiere presentar por tantos pseu
dohistoriadores, o por tantos interesados, sino unas fuerzas mu
cho más potentes que eran las marxistas-leninistas~ para quienes
la República había sido una mera transici6n, pero nunca una si
tuaci6n
definitiva o
al menos acorde con los intereses revolucio
narios.
Nin, al igual que Maurín, condena la complacencia hacia el
sistema republicano -una vez resultan tendenciosos los que nos
quieren hacer comulgar con ruedas de molino, explicándonos los
hechos de 1936 como la sublevaci6n de reaccionarios, fascistas
y
terratenientes frente a una República burguesa democrática, exis
tente s6lo en el ánimo de una minoría idealizada-, insistiendo
en cuán peligroso sería para el proletariado el sostener la repú
blica democrática, pues supondría afianzar firmemente la bur
guesía en el poder. Por el contrario, lucha incesantemente para afianzar las alianzas obreras, para conseguir el triunfo de
la re
voluci6n,
y así lo expone el 6 de julio de 1936 en un trabajo
dócrrinal en
La Nueva Era: «para la burguesía democrática, la
revolución ha terminado. Para la clase obrera se halla en una de
sus etapas de desarrollo. Para la primera, pues, toda acción en
caminada a impulsar el proceso revolucionario debé · ser resuel
tamente
· reprimida.
Para la segunda, acelerar ese proceso, impri
mirle un
ritmo vigoroso, constituye un
'deber ineludible.
Para
la primera, el ideal del movimiento
es, parar
la rueda de la his
toria; para la
segunda, impulsarlá con redoblado vigor. La única
garantía del avance progresivo del proceso revolucionario es
la
.1éi,si6n combativa de las masas trabajadoras». «La clase obrera
puede aliarse con los sectores pequeños burgueses de
la pobla
ci6n, y, muy particularmente, con los campesinos; pero no para
128
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
mantener en ellos la ilusión de una lucha eficaz contra el fas
cismo por medio de la democracia burguesa, sino para convencerles de que la situación no tiene más salida que la revolución
proletaria que es el único anti-fascismo eficaz. Si partimos de esta consideración fundamental, en ningún modo se puede ad
nútir la
posibilidad de que el
. proletario
renuncie a su lucha di
recta, a los grandes
movinúentos huelgísticos
u otros, para con
tribuir a la consolidación del régimen burgués . . . Su
núsión
esencial,
su
. deber
ineludible, consiste precisamente en acentuar
esa lucha, en dar cada vez mayor empuje, extensión y profun
didad a su acción de clase, en hostigar
constante e
insasablemen
te a la burguesía ....
».
IV
El fin. La represión estalinista
La represión que conduciría al casi total aplastanúento de
la izquieroa comunista española se incuba muy violentamente en
1936 y llega a su término con la liquidación física de Nin, en
1937. Pero, no adelantemos acontecimientos. El Alzamiento Na
cional del 18 de julio de 1936, sorprende al POUM sin estar
totalmente asentado en su estructura y organización, pero no le
sorprende
el alzanúento, al igual que tampoco sorprende a Ttots
ky, quien dice ya,
el 23 de julio de 1936, «el frente popular im
posibilita
el régimen burgués provocando el golpe de estado
fascista. El frente popular creó unas condiciones favorables para
la victoria del fascismo al adormecer a obreros y campesinos,
con ilusiones parlamentarias,
paralizando su
voluntad política.
La política de alianzas con la burguesía va a costarle caro a la
clase obrera, años de sufrimientos,. de sacrificios, si no décadas
de terror fascista. El gobierno frentepopulista ha demostrado
su incompetencia precisamente en el momento más crítico: las crisis ministeriales se suceden, pues los radicales tienen más miedo
a sus aliados obreros que a los fascistas. La guerra civil conúenza
129
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
a prolongarse». Trotsky dedica, a su vez, elogios asombrosos al
proletariado español diciendo que su capacidad combativa ha de
mostrado estar por encima, incluso, del proletariado ruso en 1917.
Y es que las fuerzas revolucionarias, más deprisa que ninguna
nación, en anteriores revoluciones, desplazan los tópicos lega
listas -ahora se nos habla de una legalidad republicana existente sólo en el pensamiento de algunos malintencionados utópicos----, creándose organismos revolucionarios que suplantan absolutamen
te a sus teóricos, con jueces propios, policía revolucionaria, con
trol de la tierra, abolición de la propiedad privada; en suma, un
proceso revolucionario tan avanzado y tan pleno que asusta no
sólo a los Azaña y compañía de la burguesía progresista, sino
que empieza a despertar el recelo de los estalinistas soviéricos,
temerosos de un afianzamiento del trotskismo y de desatar una excesiva suspicacia en las democracias occidentales (24 ). El POUM, a pesar de su fervor revolucionario, de sus deseos
de destrucción intensiva del anriguo orden, contaba con unas
fuerzas bastante limitadas, incluso en su feudo catalán, donde
no
se podía
hacer nada sin contar con la poderosa CNT, y el
mismo Nin afirma que sin
el concurso de la CNT, de la FAI,
el POUM no podrá llevar adelante el proceso revolucionario
perdiendo una ocasión única. Pero, los anarquistas, por primera
vez en la historia mundial, están también frente a un enorme dilema: han pasado de lucubraciones
teóricas sin
casi ninguna
posibilidad práctica, de ser especuladores de una sociedad futu
ra, a
encontrarse con una realidad que les aplasta, les
ahoga,
les
anonada. Se encuentran con fuerzas no sólo políticas, sino
con armas, dueños de un Estado que en Cataluña ya casi no
existe, se ha hundido, y si son enérgicos para la acción
contra
los
sublevados carecen de visión para llenar
la complejidad del
estado moderno; «son
las dimensiones del vacío que tienen que
· (24) Mucho, muchísimo, podría hablarse de la polltica estalinista en
la ·guerra de España, sólo citar las obras alusivas llevaría un espacio .con
siderables pero, a pesar d~ nuestro interés pPt el tema y con cierto pesar,
debemos soslayarlo y concentramos eá. el POUM y su destino final. (Nota.
del autor). , · · ·
130
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
llenar, es la naturaleza de los asuntos internacionales, lo desco
nocido de la guerra
moderna lo que les da de golpe un .senti
miento de inferioridad. Se sienten ante una tareas desproporcio nadas que dependen clásicamente del Estado: las
firnmzas na
cionales,
el comercio exterior, la dirección
de la guerra (25).
El
anarquista, en una situación
única en
la historia, se agota
en sí mismo, no afronta las responsabilidades
y decide colaborar
con la «legalidad republicana» sellando así su
posterior fracaso.
El
PCE, obediente a las instrucciones estalinistas, dice que lo
importante en estos momentos es
la defensa de la RepúBlica, ol
vida
la insurrección revolucionaria
y los deseos de toma del
poder para concentrarse en la lucha contra las fuerzas nacionales
y, así, Carrillo, que aún no había saltado al PCE desde su puesto
de jefe de las Juventudes Socialista Unificadas -asombrosamente
Trotsky
tenía más
confianza en las JSU que en el «renegado
POUM»-, declara insistentemente en cuantas ocasiones se pre sentan: «luchamos por la república democrática. Nosotros, frente
al fascismo no luchamos, por el momento, por la revolución
socialista». Por consiguiente, la campaña del PCE y de los
estalinistas
contra
el POUM arrecia formidablemente, se les acusa del peor
calificativo: «trotskistas», y es que la ruptura con Trotsky,, no
nos engañemos, a nivel popular no era demasiado conocida, in
cluso hoy en día se piensa generalmente que el POUM era la
delegación trotskista en España, y resulta comprensible este error: no es fácil separar el respeto
al líder con la crítica de la doctrina
en un momento determinado. Aprovechando ese confusionismo, particualrmente el PSUC, se desata en insultos y denuestos con
tra esas «víboras lúbricas»,
y los dirigentes del POUM aciertan
a ver todo lo que se les viene encima. Así, Juan Andrade, del
que ya hemos hablado anteriormente
y, sin duda, uno de los
más prolíficos escritores de la izquierda comunista dice, en
La
Batalla, el 16 de diciembre de 1936, en un artículo titulado «El
calumnia que algo queda o una táctica desacreditada»: «lo que
(25) L. Mercier, Vincrevable anarquisme.
131
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
se lleva a cabo es un complot político de gran envergadura. Sí,
un complot político que denunciamos. Se han concertado los
dirigentes de las facciones pequeño-burguesas con sus agentes en
el movimiento obrero para asesinar políticamente al proletariado. Como medida preliminar se intenta la eliminación de los
guardianes más fieles de los intereses de los trabajadores:
pri
mero
nuestro partido, después la CNT
y la FAI. No es necesario
exponer el porqué se elige primero nuestro partido; es porque
se los considera débiles numéricamente
y al mismo tiempo más
fuertes en conciencia política». Andrade tendrá éxito en sus
pro
fecías.
Al
poco tiempo de estallar la guerra, el 26 de septiembre,
Nin entra a formar parte del gobierno T arra dellas en la
Gene
ralidad, donde es designado Consejero de Justicia de la misma,
durando en el cargo desde dicho 26 de septiembre hasta el 13
de diciembre, siendo el período de su vida en que su actuación
tendrá una mayor resonancia entre la opinión pública, actuando
daramente de acuerdo con sus ideas, legalizando la actuación de los famosos tribunales populares de tan terrible memoria.
Nin no se anduvo con rodeos o explicaciones más o menos
hu
manitarias;
sus horribles consecuencias son las urdidas desde el
principio, sin ambages
ni rodeos de ningún tipo: «no concebimos
la justicia como un ente abstracto que está situado por encima
de las clases a quien juzga imparcialmente. Para los marxistas la justicia ha sido siempre
· el
régimen de luchas de clases, el
arma de que se ha
valido el
más poderoso para aplastar a su
enemigo. La justicia tiene el signo de la clase que domina. Antes
defendía la
propiedad privada. Hoy la socialización económica.
Por eso podemos asegurar que ahora que la justicia está al
ser
vicio
de la clase trabajadora revolucionaria, el régimen actual
exige. Dijimos el primer día y ahora lo repetimos, que nosotros
estamos en la consejería para legislar sobre lo que el proletaria
do va realizando en la calle. De la justicia burguesa no debe
quedar nada en pie. Todo tiene que renovarse. Por eso no nos
sirven los códigos antiguos que tenían como misión defender
132
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
el Código burgés» (26). El consejero de justicia de la Generali
dad alardea también de la justicia revolucionaria:
linútación del
tiempo
a 48 horas y sentencias inapelables.
El papel concedido al POUM, a pesar de no satisfacer a
éste por lo que decía representar con arreglo
al volumen de sus
masas, despierta los enormes .recelos de ciertas fuerzas, en par
ticular los estalinistas del PCE, y el POUM sabe que sin una
protección superior será aplastado; por eso, en cuantas ocasio nes se presentan, y advirtiendo el peligro estalinista, confía en
la protección de los anarquistas de la CNT, y si no fuese por
lo trágico recordaría caricaturizándolo el caso del chico que insul
ta a otro más fuerte y a continuación busca
a. su
hermano ma
yor para que le proteja cuando el otro vaya a sacudirle (27).
Por otra parte, y aunque esto sea de importancia sólo teóri
ca, los ataques de Trotsky son virulentos
al entrar el POUM en
el poder, a pesar de que al coincidir con la
expulsión de Noruega
y
su llegada
al destierro de Méjico forzosamente no tuvo tiempo
de seguir
al día los temas de la revolución española y, el 19 de
febrero de 19 3 7, pronostica T rotsky que al no haber ejecutado
las fuerzas de la izquierda española un problema verdaderamente revolucionario
y no de mera defensa de la República como que
rían los estalinistas: «en estas condiciones el fascismo vencerá
inevitablemente, ya que la superioridad militar está de su parte». En noviembre de 1936 el embajador de la Unión Soviética,
Marce! Rosemberg (28), exige la expulsión del POUM de toda
(26) Conferencia de André Nin, el 16 de ocutbre de 1936, en radio
POUM sobre los tribuneles populares y la justida revolucionaria.
(27) «La táctica oontinuada por parte de la GNT y la FAI, de inhibi
ción y de esquivar el opinar cuando se debe gritar fuerte, ha posibilitado
importantes triunfos
del reformismo en España y, principalmente, en Ca.
taluña», así se expresaba Juan Andrade días antes de los conflictos de
:m.ayo·de 1937, en Barcelona. Los escritos de Andrade han sido publicados
en un volumen titulado La revoluci6n española dla a dio (1936-1937) que
incluye casi todos los trabajos realizados por Andrade desde noviembre
de 1936 a los sucesos de mayo de 1937. (Nota del autor).
(28) Marce! Rosemberg, al igual que el Cónsul en Barcelona Anto
nov-Ovssenko, antiguo revolucionario de octubre del 17 y antes trotskista,
133
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
tarea de gobietno y de forma inmediata de la junta de defensa
de Madrid (29), Se estaba fraguando ya la conspiración abietta
para acabar con este partido de forma rápida. El PCE-PSUC redobló la virulencia de sus ataques contra la izquietda comunis
ta, y Antonov-Ovssenko
lo denunciaba ya como «agente del fas
cismo internacional». El reforzaruiento del papel de la Unión Soviética en los asuntos de España, la preponderancia creciente
del PCE frente a unas masas socialistas y anarquistas en principio
mucho más poderosas -tema éste que se podría analizar más
extensamente pero que escapa de los límites de este trabajo-,
hacían que el POUM estuviese ya casi sentenciado. Los sucesos de mayo de 19 3 7 podían haber representado la
última oportunidad para la izquietda comunista. La guerra civil,
dentro de la guerra civil declarada en Barcelona el lunes 3 de
mayo, en
que las masas de la CNT-FAI con el apoyo del POUM
llegan a controlar la ciudad, aislando a las fuerzas estalinistas y
de la Generalidad, pudo haber supuesto la salvación del POUM
siempre bajo la protección de la CNT-FAI que era quien con
trolaba la situación. Pero los dirigentes anarquistas dejaron, con
su inacción posterior; escapar la situación ventajosa en que se
encontraban esa falta de responsabilidad y de sabet adónde que-
serán liquidados en la URSS al regresar, en las gigantescas depuraciones
estalinianas de las que no se librarían ni los más fieles servidores en la
guetta de España. Por citar solamente algunos de los más destacados eli
minados por Stalin: Berzin, jefe de los servicios militares, en 1937, reha
bilitado por Jruschof, en 1956. General Kurik, de la NKVD, general
Goriev, general Smutckievitch, el citado embajador Rosemberg, directivos
d" la NKVD, como Spieglass y Sloutsky, Stachevsky, etc. Antonov-Ovssen
ko sería también rehabilitado posteriormente cuando la desestalinización.
Naturalmente que después de los gigantescos procesos donde fueron liqui
dados Zinoviev,
Kamenev, Bujarin, Yagoda,
Radek ... , los venidos de Es
paña no tenían una importancia excesiva. Unos de los que lograron sal
varse fue el futuro Mariscal de
la Unión Soviética, Rodíon Malinovsky
--<0ronel Manolito--,
futuro Ministro de Defensa en
la época de Jruschof.
(29) El POUM tenía diferentes líneas de actuación según las regio
nes, dependiendo por tanto de los líderes respectivos. Segun el experto
Pierre Broué había un POUM «rojo» en Madrid, un POUM en Levante
«rosa pálido» ...
134
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
rían ir. Los sucesos posteriores demostraron que los anarquis
tas se encontraron con algo con lo que
no sabían
qué hacer.
Pero el POUM, a pesar de las justificaciones posteriores, tam
poco sería el motor revolucionario equivalente al partido bol chevique en 1917 y, con ello,
firmaría su
sentencia de muerte.
Asombrosamente, el POUM -y esto será una de las principa
les acusaciones posteriores de T rotsky- no quiso actuar contra
el estado burgués de la Generalidad en el cual ya había entrado. Tantas acusaciones posteriores de que la URSS no quiso la
revolución marxista-leninista de España, de que
sometía la
re
volución al asentamiento de la República Democrático-burguesa
-el primero ganar la guerra, luego las reformas-, hace ver desde esta perspectiva al POUM, en 1937, en una situación
extraña no acorde con su militancia revolucionaria; parace como
si el utópico Trotsky al llamar al POUM ¡Partido de Centro!
tuviese alguna razón, aunque resulta muy fácil, con posterioridad
a cualquier hecho, el justificar algo con el «si se hubiese hecho
tal» o el «yo ya dije» ... Parece un
triunfo del
sector de
Maurin,
quien creía más en una revolución «democrático-socialista» y no
en el deseo de triunfo de una revolución soviética al estilo de
1917. Asombra, en cierta forma, el utópico esquema del POUM
de que sería posible una Generalidad transformada en Estado por la simple presencia en mayoría dentro de la misma de or
ganizaciones proletarias, sin contar con unas ideas decididas, ni
con una fuerza suficientemente considerable y, además antité
tico con sus ideas, al menos el sector Nin, de fidelidad estricta
al marxismo revolucionario. La posterior persecución al POUM fue prevista por Andrade
y por Trotsky con más claridad, concretando, además, que ven
dría de parte de la GPU estalinista, aprovechando las circuns
tancias. Liquidada la revolución barcelonesa el POUM ya que
daba. desprovisto del escudo protector de los anarquistas, quie
nes, a su vez, co:tlocían tensiones en su ala izquierda, entre «los
amigos de Durruti» y «la burocracia de la CNT-FAI» como la
calificó un
trotskista, Lois Orr.
Desde el 7 de mayo en que se acabó esa guerra civil dentro
135
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
de la guerra en la zona roja, hasta el 16 de junio, el PCE fue
preparando
inflexiblemente de
acuerdo con las directrices esta
linianas la represión manejada con su habitual eficacia por
la
GPU, quien dirigiría y controlaría a la polida española.
El enviado de la
GPU, Orlov,
a veces ignorando incluso
al PCE, ataca duramente al POUM, por otra parte dividido tras el fracaso de mayo de 19 3 7
--expulsión de
los dirigentes valen
cianos, hipotética
convocatoria de
un Congreso, ataques de
Lan
dau y Gorky a Trotsky-. Nin es detenido. Antonov-Ovssenko desarrolla la ofensiva política acusándolos de ¡cómplices de Fran
co!, de «vendidos al fascismo», «traidores a la causa del prole
tariado», y Orlov ejecuta
la redada policíaca, animada por esa
particularidad de especial habilidad soviética en
la guerra psico
lógica. Según un resumen de diferentes fuentes parece ser que Nin
fue detenido el citado 16 de junio de 19 3 7, y llevado a una
prisión particuar de la GPU en Alcalá de Henares, prisión bajo
control total soviético y allí torturado durante varios ,lías a fin
de que firmase una confesión al estilo de
la de los procesos de
Moscú reconociendo sus crímenes. Los apologistas de Nin, al
hablar de
la barbarie y brutalidad estaliniana, dicen que resistió
sin confesar lo que quería la GPU (30).
(30) Para mi opinión resulta difícil esto, ya que en 1937 si la GPU
quería doblegar a alguien, lo conseguía por enorme que fuese su volun
tad y resistencia. La GPU mucho más hábil y perfeccionada que la Ges
tapo, no creo que fracasase en un interrogatorio llevado a sus últimas
consecuencias. La Gestapo más primitiva recurría a castigos físicos bru
tales; la obra de Jan Valtin, La noche quedó atrás, es sumamente aleccio
nadora sobre los procedimientos de la Gestapo -pero la GPU con pro
cedimientos no sólo basados en el dolor físicos sino con refinamientos
psíquicos, creo que era superior en tan siniestros fines-.
Tal vez, es una
hipótesis, no
dis:Pusiese de
tiempo suficiente para que no se llegase a
co
nocer el lugar donde estaba Nin, y no se pudiese hablar más tiempo de
su «desaparición».
Al no disponer de tiempo ilimitado, como en los in
terrogatiros de
la Lubianka, Lefortovo, Burtika, . . .
y encontrarse con una
persona muy resistente, no pudieron doblegarla. Pero si la GPU hubiese
dispuesto de tiempo
~do, ·tni opinión es que nadie, nadie, podía
resistir por enrome
que fuese su
fortaleza y voluntad. Fuentes de diver-
136
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
Parece ser que el estado. físico en que quedó Nin hizo .Ínk
posible su entrega a la policía del Gobierno, asesinándole para
as! poder
hablar de su desaparición.
Se monta entonces, con la
fuerza de los medios del partido, una acción de rumores inten
cionados, más bien una verdadera campaña de intoxicación, des tacando
el rumor de que había sido raptado por alemanes de
las brigadas internacionales
y, a continuación, ¡ salv~do por la
Gestapo!, lo cual explicaba su desaparición, llegándose a con feccionar un plano de las defensas de Madrid en cuyo reverso figuraba la inicial N, o sea una contraseña
de Nin
para
¡ su con
tacto con las fuerzas de Franco! Después,
y al iniciar los militantes del POUM una serie de
pintadas callejeras diciendo: «Gobierno Negrin, ¿dónde está An drés Nin?», los servicios del PCE añadían debajo en una típica
maniobra española de pinturas
y contrapintadas: «en Salamanca
o en
Berlin».
Debido
a la muerte de Nin, el proceso contra el POUM
fue causa de que se juzgase con una mayor lenidad a sus
mili
tantes, aprovechando varios dirigentes, como Largo Caballero, Araquistain,
y otros a atacar el estalinismo, resultando el POUM
acusado, sí de su intervención en los sucesos de mayo, pero
contrariando la tesis estalinistas de repetir unos nuevos procesos
de Moscú, en la que los dirigentes del POUM fuesen espías de
Fl'anco, vendidos
a los nazis, esbirros de Trotsky, algo en fin
grotesco
y que fue rechazado.
sos desertores de la Unión Soviética, así como la obra del recientemente
fallecido Mauricio Carlavilla: Sinfonía en Rojo mayor, son sumamente
explicitas. Precisamente a propósito de esta obra, que en un principio
acogí · con
enorme escepticismo,
la confrontación de algunas partes con
trabajos de autoridades en el tema, como Boris Souvarine, y otras, hace
que dentro de ser una trama novelada tenga un indudable interés y cierto
rigor en
la presentación de hechos y de tipos como Grabiel DuV"ffl:, que
con otros nombres podía habre sido un Hans Bruessel, o Vittorio Vidale,
o un Vitoria Codovila. Desde luego, entre el refinamiento de la GPU o
la brutalidad bestial de la Gestapo, los resultados con el pobre torturado
se inclinaban por la primera. Hoy día el internamiento en institu~es
pf-iquiátricas
puede
ser otra
nueva forma. (Nota del autor).
137
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
Con la muerte de Nin, Andrade prisionero, otro dirigente
destacado,
Arenillas, ejecutado
por las fuerzas nacionales, la cri
sis es preludio de su fin. Con la eliminación como fuerza del
POUM, los agentes
estalinistas daban
paso a su segundo
· acto
repetido
con medíos parecidos, el ataque a la CNT, y sembrada
la escisión y discordia del PSOE y la UGT, pasar el PCE
y los
Hernández, José Díaz, la Pasionaria, el joven Santiago Carrillo
-que en
1934 parecía dispuesto, junto con Federico Melcbor,
a asociarse a la IV Internacional- bajo el control ya toral de los agentes
estalinistas, a
dominar la política de la República es
pañola, convirtiéndose en la fuerza dirigente
y con objetivos
precisos y decididos.
Extraño sino el de la
izquierda comunista
española; por un
lado el
estalinista acusándoles
de
traidores a la revolución, ex
citando a todas las fuerzas contra el POUM, llamándoles
«in:
controlados», «vendidos a Franco y a la Reacción», «esbirros
trotskistas» ... , Y,. por otro, el desprecio de Trotsky al producirse
la entrada de la izquierda comunista en el frente popular primero
y en el gobierno después, acusándola de adaptarse a los esta
linístas.
Sin embargo, el POUM· mantiene ese respeto del que ya
hemos hablado anteriormente al referirse al Trotsky, reconocien do éste mismo -tal es ya la locura de insultos y acusaciones-,
de que el POUM es el
único partido
que no le llama fascista
-¡fascista Trotsky-! El local del POUM en Madrid estaba
decorado
con un
inmenso retrato suyo y
la deferencia hacia él
era su norma. Después de la muerte de Nin, Trotsky reconoce
el carácter revolucionario de éste, lo cual no quita que siga afir
mando que actúa de manera oportunista, aun insistiendo en lla
mar asesino al decir que su asesino había sido, a Stalin. Trotsky ve en Stalin y en su política de defensa de la Re
pública en vez de la instauración del poder soviético, a su prin
cipal autor, ¡más aún que a Franco!, de
la derrota marxista. «El
proletariado socialista español ha sido aplastado por la coalición de los Stalin-Azaña-Caballero-Negrín-García Oliver, antes de ser definitivamente vencido por los partidarios de Franco». Ataca
138
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
también fuertemente a Largo Caballero, al que -llama «héroe de
comedia»
y expresa su resentimiento por un hecho cierto, la
actitud del PCE en los primeros meses de la guerra, ya que el
21 de diciembre de 1,36, Stalin, Molotov y
Vorochilov en
una
carta confidencial a Largo Caballero recomendaban con insis
tencia
al en ese momento jefe del Gobierno español, «que no se
produjese ningún atentado contra la propiedad privada, que
fue
sen
concedidas garantías
al capital extranjero, que no violase la
libertad de comercio y que se mantuviese el sistema parlamen
tario sin tolerarse el desarrollo de los soviets» (31).
La manía de todos: poumistas, comunistas, trotskistas, por
la comparación con los sucesos de octubre de 1917 resulta ra
yana en la obsesión, y aquí
. Trotsky
parace ostentar el récord,
sin duda por su influencia en acontecimientos decisivos
cual
la revolución roja de octubre del 17: las críticas del POUM se
basan muchas veces en compararlo con la actitud mencbevique
en el pasado, en compararlo con Martov, y los mencbeviques de
izquierda. Hay escisiones, muy pocas por cierto'! como el informe
de Jean Rous en la Conferencia de Amsterdam del Buró ampliado del Centro por la IV Internacional, en la que al discutir
la similitud de la revolución rusa con la revolución española y
el fracaso golpe del general Kornilov contra Leningrado, golpe
mal preparado y en circunstancias adversas, y comparar a Kor
nilov con Franco, dice Rous, el 12 de enero de 1937: «no se
puede confundir a Kornilov con Franco, Franco dura ya seis
meses».
A
veces~ y a pesar del sectarismo en Trotsky, hay cierta com
presión de la situación, y ya casi pérdida la guerra para el bando
rojo, el 30 de enero de 1939, dice: «la gran superioridad de
Franco consiste, a pesar de todo, en poseer un programa claro
definido: salvaguardar y establecer la propiedad capitalista, el
poder y el dominio de la Iglesia y restaurar la Monarquía». Ata
ques en la
línea habitual,
pero reconociendo, a pesar del dog-
(31) León Trotski, El estalinismo y la revolución españo~ escrito el
primero de julio de 1939.
139
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
marismo, que -por el bando triunfador existían unos objetivos
claros y definidos.
Para
nuestra opinión, a pesar de la evidente traición esta
liniana a un proceso revolucionario al estilo soviético de 191 7,
no deja de carecer de cierta lógica, y de un planteamiento sutil
el hecho de la toma del poder propuesta por los agentes estali
nistas: en
vez de
la acción revolucionaria por un partido entonces
todavía minoritario, un Estado transformado en su dominio y
control total por la presencia, cada
vez mayor
dentro del mismo,
de las organizaciones controladas por el partido, en mayoría ya absoluta· en todos los puestos de gobierno y de influencia den
tro del Estado. No es el utopismo del POUM en 1937 en los sucesos de Barcelona, sino una política de control y dominio no
ya del Estado sino de la sociedad española por el PCE, en aquella
época indudable instrumento
al servicio de la III Internacional
y, por tanto, de la
Unión Soviética.
140
Fundaci\363n Speiro
EN LA II REPUBLICA Y EN LA GUERRA 1936-1939
POR
ANGEL MAEsTRO
I
Antecedentes.
Al producirse, el 14 de abril de 1931, la caída de la Mo
narquía liberal,
el papel del Partido Comunista español era su
mamente modesto dentro de las fuerzas de izquierda en España,
unos 800 militantes -según diversas fuentes bastantes coinci dentes entre
si-, pues
las cifras varían poco, haciéndolo, gene
ralmente, entre los 800 y 1.000. El Partido Comunista pasa,
desde su fundación en 1920, como escisión del Partido Socia lista ( 1 ), por diferentes crisis hasta fusionarse en
las dos
ten
dencias existentes
en 1921; unión que se produce en tiempos
difíciles, acentuándose
estas dificultades en años posteriores, por
las luchas
producidas en el seno de la sociedad soviética: son
los años de la lucha Stalin-Zinoviev-Kamenev contra Trotsky, y la victoria del socialismo en un solo país frente a la revolución
permanente, el triunfo de la tesis de
la Internacional
al servicio
de la Unión Soviética, y
nci ésta
al servicio de aquélla.
Un partido débil como el español tenía, forzosamente, que
soportar en
si mismo
y en sus planes de expansión estas dificul-
( 1) El Partido Comunista contaba, en sus momentos fundacionales,
con unos mil militantes aproximadamente, en general con preponderancia
de afiliados muy jóvenes, entusiastas de
la acd6n, con actitudes maxima
listas,
descontentos con las actitudes socialistas
y partidarios de la dicta
dura del proletariado. Como se observa por": el número de militantes, en
1931,
el PCE estaba estancando en su crecimiento. (Nota del autor).
105
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
tades, sobre todo la pérdida del apoyo de la III Internacional
a favorecer abiertamente las posibilidades revolucionarias de di
ferentes naciones
de no demasiada importancia en el contexto
mundial -como era el caso de España-, preocupándose más
la Internacional de otros casos,
tal el de Alemania y el de China.
Por otra parte, la llegada al poder,
el' 13
de septiembre de
1923, del Capitán General de Cataluña, don Miguel Primo de
Rivera, supone, aunque todavía primitiva, una primera toma de
conciencia de lo que era, y empezaba a significar el comunismo,
y una cierta comprensión de que no se trataba de un problema reducido tan sólo
-a pesar de su gigantesca expansión- al
antiguo imperio ruso, sino una
ámenaza a la sociedad toda. Na
turalmente, la «dictablanda» representó una
dificult11d nueva
y
de considerables dimensiones para la existencia misma del Par tido Comunista español. Unido a
la rusificación de la III In
ternacional, las consecuencias fueron totalmente adversas para
la situación de los comunistas españoles, quedando el partido reducido a círculos con muy poca influencia en los sectores
obreros, de modo parecido en
los campesinos y con una escasísi
ma
fuerza en
sectores muy minoritarios de la burguesía progre
sista. Como itónicamente se dijo, «el Partido Comunista español
no era ciertamente en aquella época la más hermosa flor de la
Internacional Comunista».
La caída del Gobierno del General Primo de Rivera,· inspi
rada
y alentada por el monarca, al igual que antes había alentado
la toma de poder del mismo, no va a salvar lo único importante para la familia reinante, la
pennanencia de
la dinastía; sus con
secuencias
van a arrastrar a la misma institución borbónica en
un terreno político que llevará al cambio de régimen. Ante la
caída de Primo de Rivera puede pensarse que el
Partido Co
munista español iba a experimentar una sensible mejora que le
permitiese salir
de la clandestinidad en que se
desenvolvía, pero
las
luchas mantenidas en Moscú afectarían también a
la preca
riá
vida
del PCE.
El Partido Comunista español -totalmente dirigido desde
Moscú- había experimentado fracasos verdaderamente grotes-
106
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
cos en las personas de sus dirigentes. Un hombre nombrado
desde la URSS para
dirigir el partido, tal como era Osear Pérez
Solís, antiguo militar profesional, durante su prisión en la cár
cel vuelve a reencontrarse con la fe católica, y el también líder
comunista, Ramón Merino García, entra después como
dirigente
en
el sindicato controlado por la Patronal, el «Sindicato Libre»,
abandonando el PCE. El fracaso era
espectacular y se confía,
siempre
desde Moscú, la reestructuración del Partido a José Bu
llejos, impuesto ya para bloquear a un hombre que empieza a
despuntar como peligroso, Andrés Nin (2). El hecho es que al producirse, en 1931, la calda de Alfonso XIII,
el Partido Co
munista español tiene una fuerza minoritaria contestada por can
tidad de agrupaciones «autonómicas» de las diferentes regiones
y con la oposición de izquierdas dentro de los
mismos comu
nistas.
La «troika» dirigente estaba formada,
al caer la Monar
quía, por
el citado Bullejos, Adame y Trilla, quienes más tarde
sufrirían una
depuración y serían expulsados del
partido siendo
sustituidos
por
José D!az
y Dolores lbarruri,
«La Pasionaria».
A comienzos de los años 30, y ya Trotsky expulsado de Rusia
en su destierro en Prinkipo,
el profeta de la revolución perma
nente plantea a escala mundial su lucha contra
el estalinismo y,
en esa primera época, concretamente el período trancurrido en tre 1930 y 1931, los asuntos de España ocuparán un puesto
destacado en su perspectiva de comunismo a nivel universal.
Trotsky conocía ya desde hace tiempo a los revolucionarios es
pañoles
(3 ), y desde septiembre de 1930 comenzó una corres-
(2) Dentro de la Delegación de la CNT que se dirigió a Rusia para
tomar contacto con la revolución, Nin asistió como delegado de la misma
eri Moscú al I Congreso de la Internacional Sindical Roja, no volviendo
a España en varios afias, quedándose en Moscú convertido en funcionario
del aparato Sindical Internacional y, desde 1922, miembro del Secretariado
de la Internacional Sindical Roja. Cuando se producen las discrepancias
entre
la oposición de izquierdas., manejadas ¡x:,r Trotsky y los estalinis·
tas, Nin toma partido por el primero y, en 1928, es expusado del pa.rti·
do, siéndolo en 1929 de la URSS. (Nota del autor).
(3) El conocimiento con Trotsky data de los primeros tiempos de la
estancia de Nin en Moscú, finales de 1920 a 1921. Trotsky tenía muy
107
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
pondencia regular con Nin. La oposición de izquierdas española es fácil suponer que tenía un escaso
peso dentro
del mundo re
volucionario
español, pues
si en
el partido oficial hemos visto
la escasa influencia que tenía, no resulta
difícil imaginar el po
der
de un grupúsculo dentro del ya reducido universo comunista
español. La oposición de izquierdas en España estaba fundamentada,
al igual que en casi todas las otras naciones, sobre miembros del
partido que se habían decidido por la postura trotskista frente a
la estalinista, en la lucha que dividía al universo comunista
a nivel mundial y sobre lá que ya hemos escrito en diferentes
ocasiones, resultando superfluo
para este trabajo una mayor por
menorización sobre el tema ( 4 ). Los seguidores españoles de
Trotsky más caracterizados fueron: en la Unión Soviética, Andrés
Nin; en Francia, Julián Gómez, «Gorkin» -personaje en un principio vinculado al famoso Henri Barbusse y luego expulsa
do-; en España, Juan Andrade, que tan importante papel des
empeñará posteriormente y, surigiendo entonces un individuo
sumamente significativo, Francisco Garda Lavid, que con el
seudónimo de «Henry Lacroix» dirigía, en Luxemburgo, el apa
rato comunista, así como otros militantes menos conocidos y
cumpliendo sus misiones, tanto en el extranjero, particularmente Bélgica, como en España, pero ya en 1929
totalmente decantados
en
su postura trotskista
-en la que tuvo tanta influencia la
responsabilidad estaliniana sobre el fracaso de la revolución en
China-, frente a la inspirada por Moscú. A comienzos de 1930,
y aun en el exterior, en Lieja, se forma con la unión de los di
ferentes grupúsculos la oposición de izquierdas española.
El odio del aparato «oficial» del Partido es enorme hacia
los trotskistas españoles,
llegattdo incluso el órgano del PCE
buena apini6n de la preparación de Nin. Nin y Maurin sucedieron a Angel
Pestaña en las delegaciones de la CNT en Moscú, sin embargo, Pestaña
no fue ganado para el movimiento Comunista. Desde -septiembre de 1930
se reanudaría la correspondencia entre Trotsky y Nin. (Nota del autor).
(4) Angel Maestro, Socialismo en un sólo país o revolución perma
nente. La polémica Stalin-Trotsky.
108
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
a hacer público el nombre de quien se escondía tras el seudó
nimo de «Henry Lacroix», para denunciarlo de esta forma a la
policía. Los procedimientos son sólo un tímido avance de lo que vendría a ocurrir en 1937. Nin, expulsado
por fin de Rusia
en 1929, llega a Cataluña en 1930, y emprende una serie de
hechos propagandísticos, entre ellos la agitación pura, pero de
lo que queda mayor constancia es de sus colaboraciones fre
cuentes en
L'Opini6, polemizando en tomo al tema del =rquis
mo con figuras también destinadas a un papel importante, tales
como Joaquín Maurin y otros menos conocidos (5).
II
1931-1935
A descomponerse la monarquía liberal-partitocrática en 1931,
se produce un hecho para los marxistas muy claro y diferencia
dor respecto al modelo de República, del que
sostetúan los
gru
pos de izquierda y la burguesía progresista,
al ser esta burguesía,
por un lado, utópica y, por otro lado) consciente de una necesi
dad de mostrarse fervientemente republicana, para escapar de
las responsabilidades
del difunto régimen, así como
al ser la
revolución bolchevique una consecuencia lógica de superación de
la revolución democrática
-tantas veces
hemos manifestado que
sin un 1789, no habría habido nunca un 1917-, para los mar
xistas la República no podía significar
el todo, ni la idealización
de
que se le hacía objeto por tanto liberal democrático utópico.
Y es que, en
el" fondo, como acertadamente dijeron los maestros
de «Acción Española», la República, la República democrático
burguesa, que
llegó en
1931: ¿Qué era
sino" el
sistema anterior
(5) Las colaboraciones literarias y periodísticas de Nin,_ desde agosto
de 1928 hasta Su muerte, han sido recogidas en un volumen de 616 pá
ginas prologlldo pÓr · Humóerto DQ Cruz y Carnieri Espinar y con un
epilogo de Florericio Alvarez,
libi;o fundamental para ·conocer el
pensa
miento político de Nin en las diferentes
cirCUfistaricias. (Nota
del autor).
109
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
sin corona? ¿Podía esto satisfacer a un marxista•leninista? ¡De
ninguna manera!
La República era saludada por tantos ut6picos, casi siempre
de buena
fe -pero que hacen después posible la llegada de los
jacobinos de
turno-, como si su venida hubiese sido la aurora
feliz, el
aparec<:l! de una nueva Arcadia donde correrían ríos de
leche y miel, algo
en el más puro estilo roussoniano donde el
noble
sid,,aje viviría
en un mundo de ilusiones -muy parecido
a a lo
de los utópicos de hoy, aunque éstos todavía con menos
categoría, cuando nos regalan las excelencias de la Constitución,
cual si obra de ángeles fuese que la hubiesen entregado en pren
da como regalo y distinción a los «pueblos del Estado espa
ñol»-; la
República no podía significar para un marxista-le
ninista, lo que luego se demostraría, el que no era en
s! el
fin,
sino un estado transitorio, la similitud con la revolución demo
crática de febrero de 1917, que derrocaría al autócrata, como
aquí
derroc6 al
monarca, pero que sería trascendida por la re
volución socialista en octubre de dicho 1917. Nace entonces algo muy oomún en los marxistas-leninistas,
y es la trasposición de situaciones
y hechos --en 1905 y en
1917 se jugaba siempre a la comparación con la revolución de
1789-, y en España todo se vuelve, como veremos, compara
ciones con la Rusia de 1917; cuando las situaciones y los pueblos
eran distintos, y en esto Trotsky cae en el utopismo al tratar de
aplicar en España soluciones dadas en Rusia, como la implanta
ción de los soviets: «La consigna central del proletariado es la
del soviet obrero. Esta consigna debe ser lanzada y popularizada
incansable y
con~tantemente» (
6 ). Resulta casi increlble o de
dif!cil comprensión para el proletariado español de entonces, ma
yoritariamente anarquista o perteneciente a un grupo de la II
In
ternacional como el PSOE, hacerle comprender un asunto típi
camente
ruso, tal cual era el de los soviets. Esto resulta casi
(6) Ignacio Iglesias, Trostky y la revoluci6n española, pequefío vo~
lumen de Ignacio Iglesias, aotiguo redactor del periódico del POUM, La
Batalla, y que refleja la perspectiva de la ultraizquierda española desde
ufi. antiguo poumista. (Nota
del autor).
110
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA 11 REPUBUCA
obsesivo al acelerarse la descomposición de la sociedad republi
cana,
y al agudizarse ilas tensiones sociales la comparación con la
revolución rusa resulta ya grotesca.
«Los estalinistas eran especialistas en generalidades seudo
revolucionarias, mientras que
los trotskistas se
esforzaban en
pre~
sentar
interpretaciones más serias de
la coyuntura política espa
ñola.
Pero les wúa inconscientemente, a pesar de todo lo que les
separaba: la referencia constante al esquema de la revolución
rusa, que se presentaba inevitablemente como un común cordón
umbilical. Las consignas lanzadas por todos ellos -soviets, dis tribución de tierras, etc.- no correspondían a la dinámica re
volucionaria española,
sino a los acontecimientos
de la Rusia de
1917. Y la disputa principal se centraba en quién era el mejor
representante de
la tradición bolchevique. La historia de España
fue deliberadamente
ignorada, despreciada como si no tuviera
nada
·en común eon el
presente español» ( 8 ).
A pesar del mutuo respeto entre Trotsky
y Nin, el primer
enfrentamiento -preludio muy suave de
lo que vendrá después-
se produce por un asunto de no demasiada importancia ya antes
de la caída de la Monarquía, y es la
lucha planteada entre la Fe
deración Comunista
Catalana Balear, que, según Humberto Da
Cruz y Carmen Espinar, «representaba un peso equivalente al total restante del PCE». Nin, temeroso de la poca influencia de
los grupúsculos, ve un bloque fuerte en la FCCB, y cree tener
posibilidades de atraerla a su postura. Trotsky desconfiaba
de la
FCCB, considerándola un grupo centrista
y posibilista, as! como
del bloque obrero y campesino BOC, en el
cual Nin había depo
sitado ciertas esperanzas,
y también mal visto por Trostky, pero
son la FCCB y el BOC los que
rompen con
Nin.
En mayo de 1931 surge el órgano, modesto desde luego, de
(7) Un caso ya t6pico en la comparación entre la revolución rusa y
la revolución espafiola seri! al producirse la sublevación de la escuadra
republicana y asesinar a tan gran número de jefes y oficiales, la compa.pi~
ción entusiástica en los medios de ·propaganda con los -«her6icos marinOS)>
de Kronstatd, que impulsaron la revolución rusa. (Nota del autor).
(8) Ignacio Iglesias, op. cit.
111
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ANGEL MAESTRO
la oposición de izquierdas en España, «Comunismo», y la Orga
nización Comunista Española, OCE,
recibe un
empuje -tal como
cualquier grupo político con
la aparición de su órgano informati
vo, y con esa similitud siempre con los bolcheviques es acogido tal si fuera
«Iskra» en
los años difíciles-. Según diferentes fuen
tes, podemos fijar en junio de 1931 el total de militantes de la
oposición comunista en España en unos 100, lo que da idea de
su fuerza. El 26 de
marro de
1932 se celebra la tercera conferen
cia de
la OCE,
representando en toda la historia de la izquierda
comunista española un hecho destacado, ya el número de militan tes en toda Es
pafia habla aumentado
hasta unos 400, acordándo
se el cambio de nombre de OCE a ICE, Izquierda Comunista de
España, produciéndose
algo consustancial y que es indefectible
en cualquier grupo político, de oposición casi siempre, y es la
escisión entre
el trotskismo ortodoxo
y puro, representado por
Henry Lacroix (Francisco García Lavid), y los trotskistas en el
pensamiento pero no en la fidelidad absoluta al líder, represen· tados estos últimos por Nin, siendo posteriormente el sector
trotskista excluido del aparato directivo, lo que a su vez traería
un crecimiento del antagonismo con los grupos trotskistas a nivel internacional. Otro órgano informativo, al principio suspendido
después de una vida efímera y luego ya autorizado, representa
a partir de octubre de 1932 un nuevo esfuerzo, se trata de «El
soviet».
Figuras con un largo historial revolucionatfo se incorporarán
a la izquierda
y otros líderes y dirigentes asientan su prestigio
como Juan Andrade, uno de los fundadores, en 1919, del PC
original; Esteban Bilbao,
activísimo cornurnista de
la organiza
ción regional de Vizcaya; teóricos, tales como Enrique Fernán
dez Sendón «Fersen» o Molins, Fábrega, etc. Temas vidriosos en el seno de la organización internacional,
cuales son los asuntos Rossemer y
Mili, relativos al apoyo a
estos personajes, por parte de la OCI, frente al afán trotskista
de depuración, sientan las bases de los futuros enfrentamientos
y Trotsky escribe una serie de ·cartas en las que se ataca la línea
de la OCI española, acusándola en la titulada Sobre la secci6n
112
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
española de la oposición de iquierdas, fechada el 22 de diciem
bre de 1932, de haber actuado en Cataluña a remolque del na
cionalismo pequeño-burgués
del provinciano charlatán Maurín;
el 21 de febrero de 1933, desde Prinkipo, escribe la titulada
Las divergencias con Nin no datan de ayer; el 24 de abril
de 1933, nada menos que
El grupo de Nin lleva una lucha sin
principios,
superándole en su dureza la del 10 de agosto de 1933
Sobre la forma de actuar inadmisible del camarada Nin.
El bloque obrero y campesino en Cataluña (Bloc Obrer y
Campero!), y, en Asturias, la izquierda comunista toman inicia
tivas para la unidad de las fuerzas revolucionarias -a pesar de
la mentalidad anarquista de la CNT-, donde ya empieza a des
puntar una conciencia de que puede resultar peligroso para la vida misma de la Confederación el apoliticismo anarquista, así
como resulta difícil superar la actitud, a veces caótica, de la FAI
-pero salvo el PCE, que se niega a entrar
y a colaborar-, la
unión de las fuerzas revolucionarias motivadas en tan gran par
te por el éxito del triunfo nazi en Alemania, hacen que vayan
tomando una verdaderá preocupación por el posible crecimiento
de las fuerzas fascistas (10). «La discusión personal entre Trotsky
y Nin está terminando;
de ahora en
. adelante
se desarrolla una discusión política entre
el Comité Ejecutivo de la izquierda Comunista de
España y el
Secretario Internacional del movimiento para la IV Internacio
nas», «conscientes de las necesidades del momento
y de la gra-
(9) Resulta significativo el hecho de que Trotsky separa la considera
ción personal del concepto que le merece el político, y vemos cómo aún
le llama camarada y no traidor, renegado, vendido, oportunista ... (Nota
del autor).
(10) El denominar a todos los enemigos fascistas era un tópico del
sistema estalinista, ya que llamaban fascista tanto
al régimen de Primo
de Rivera, como al de Berenguer; a su vez eran fascistas también para
el PCE la Lliga de Cataluña, los agrarios, etc ... Pero no son solamente
los estalinianos los que
caen en estos errores, ya que los anarquistas, desde
Hitler hasta
el régimen estalinista,-· eran cohsidetados Íascitas. Natural
mente a la
Segunda República se la calificaba también de fascista. (Nota
del autor).
113
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ANGEL MAESTRO
vedad del peligro, los dirigentes de la izquierda comunista es
pañola, sin embargo, están sorprendidos por la brutal revisión que opera en el interior del Partido Socialista dirigentes como
Largo Caballero, hasta entonces firme partidario de la política
refornústa más abierta y que tiene tras de sí docenios de cola
boración con la burguesía en su calidad de Secretario General
de la UGT. En efecto, en el curso de
la campaña electoral de
19 3 3, el viejo líder comienza a sacar el balance de la coalición
gubernamental con los republicanos y a emplear una fraseología
de clase incluso revolucionaria. Después
de· la victoria de las de
rechas, el conflicto tiene una virulencia extrema en d interior
del Partido Socialista: una a la izquierda, cuyos portavoces son, además de Largo Caballero y su estado mayor de «intelectuales»,
Araquistain, Alvarez del Vayo, Carlos de Baraibar y las juven
tudes socialistas, que anima un joven Santiago Carrillo, hacen saber que está decidida por todos los medios incluso a la insu
rrección contra la llegada al poder de la derecha. La izquierda
comunista reacciona con
la mayor desconfianza. Esteban Bilbao,
en diciembre de 19 3 3, reconoce que el Partido Socialista co mienza a balbucear las primeras letras del alfabeto proletario, pero recuerda que
la realidad del Partido Socialista continúa
siendo el aparato burocrático podrido y la más oscurantista
dt
sus
pertenecientes ( 11 ).
La desconfianza hacia el Partido Socialista es grande, por
acusársele tal como antes hemos visto de burocrático, de haber sido colaboracionista con el poder, incluso, en algún período
de la dictadura de Primo de Rivera y abiertamente en la Re
pública Democrática. Fersen, del que antes hemos hablado, lo
dice claramente: «no debemos engañarnos a nosotros mismos ni
(11) Pierre Broué, La revoluci6n Española. León Trotsky. Pierre Broué
destacado trotskista ha editado, prologado y puesto notas a dos volúme
nes
que-abarcan
desde 1930 a 1940 con un total nada menos que de 913
páginas dollde se
recogen todos los escritos de Trotsky en relación con
la revolución española. La obra .resulta imprescindible, a pesar de su ex
tensión, para
el inveStigador que quiera tratar con rigor este tema. (Nota
dd autor). ·
114
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
engañar á nadie en lo que concierna a la radicalización del sec-.
tor
dirigente del socialismo conducido por Largo Caballero. Pre
tende hacernos creer que el reformismo y
la colaboración ·de
. clases han dejado de ser su objetivo y que desde hoy se orientan al camino de la revolución. Este, a
la izquierda del socialismo,
conducida por burócratas
e,q,erimentados, está
realizando una
maniobra de gran envergadura. Pretende, mediante sus amenazas,
intimidar a la burguesía y -lo que es más importante-- absor
ber al movimiento revolucionario apareciendo como su van
guardia» ( 12).
Mientras tanto, desde Moscú, no se muestra excesivo oelo
rú entusiasmo en una bolchevización de las fuerzas revolucio
narias; no interesaba demasiado la creación de un partido
co
mu·nista revolucionario y vanguardia de la clase obrera, como
se diría con fraseología tópica, sino más bien un partido limi
tado a los incondicionales, a los fieles servidores de las consig
nos estalinianas, fuesen cuales fuesen, y dedicando casi tanto
tiempo y espacio a atacar a los «renegados y traidores trotskis tas» como a las
fuerzas patrióticas
que traerían, el 18 de julio,
con dureza casi similar para calificar a la «canalla aventurera
izquierdista» respecto a la sosterúda frente a las fuerzas «clasis
tas y represivas».
Por otro lado, Trotsky se aferra á sus convicciones, da una
vez más muestras de su intransigencia que tan funesta le había sido en su vida política en la Unión Soviética, careciendo de
esa
flexibilidad
de que había hecho gala Lenin y que le llevó al
triunfo, pero en
la irreductibilidad trotskista fuera de su pen
samiento no hay sino equivocados
y traidores. No cede en náda,.
pues se considera el
úrúco y acertado intérprete del· marxismo
lenirúsmo.
Es cierto que su preparación doctrinal era
infirútá
mente
superior a la de los lacayos estalinistas, pero su dogmatis
mo era de una cerrilidad casi· total y se aferraba a sus conviccio
nes de
lo que era y debía ser la revolución, trasladando la si
tuación a la revolución rusa de
191.7 -
115
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
. reconocer que fue artífice y destacado intérprete de la misma,
así como de su victoria en la guerra civil frente a las fuerzas
opositoras-, pero
la situación rusa no podía. trasladarse a Es
paña; la revolución de 1917 era un modelo a inspirarse pero no.
la copia fiel de la misma, cuando los hombres y las circunstan
cias eran bien distintas. Para nuestra opinión, la fidelidad a ultranza de los «princi
pios del partido» habían impedido a Trotsky, primero su triunfo,
y luego el evitar su apartamiento del poder seguido del destierro
en su lucha con Stalin. En obras anteriores hemos expuesto
cómo Trotsky no quiso utilizar las armas poderosas que tenía cuando pndo haber aplastado a Stalin en los últimos momentos
de la vida de Lenin, y otra vez más a la muerte de éste ( 13 ).
Trotsky parece tan fiel a un idealismo de un mítico partido
inexistente, fraguado sólo en su cerebro, que se muestra incapaz
y totalmente contrario a emprender ninguna acción qne pueda perjudicar algo tan siquiera a
la imagen del partido. El partido
parece un ente abstracto fuera de las pasiones y debilidades hu
manás de sus miembros.
Al juzgar la situación española, cree que el Partido Comu
nista Español podría ser reformado con independencia de la ac
tuación de sus dirigentes, en cuanto recibiese en su seno la,s líneas
acertadas por la introducción de los militares con ideas claras y
correctas; entonces el Partido Comunista volvería a ser la fuerza
salvífica destinada a tan altos "fines. «Es necesario insistir en las
posiciones políticas de Trotsky ... , pues muestran hasta qué pun
to era priSionero de sus concepciónes respecto hasta el régimen
soviético, al que se empeñaba en considerar como un estado obre
ro, no siendo Stalin más que un simple usurpador; por eso el
Partido Comunista de la Unión Soviética, la Internacional
Co
munista, · seguían siendo su partido y su internacional. De su
posición ante la
URSS se desprendía, lógicamente, la relativa a
afros páíses: los oponentes españoles
debían ver en el PC su
(13) Angel Maestro Martínez, «Gramsci. La revolución actualizada»,
en Verbo, núms. 201~202.
116
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
propio partido, que sólo tenía necesidad de ser mejorado, corregido
y puesto en el buen camino, gracias a una buena dirección.
Trotsky combatía, por tanto, sin la menor tolerancia a todos los que afirmaban que una nueva clase social y un nuevo tipo de explotación, disimulados bajo una forma de propiedad colectiva,
se había instalado en la Unión Soviética. Puso un mismo ardor
incombatible frente a los que creían que era un tiempo perdido e irrecuperable seguir manifestándose como simple oposición al co
munismo oficial, es decir, al servidor
--en cuerpo y alma- de
Moscú. Para España, preconizó una y otra vez esta táctica sin
salida. Su concepción correspondía a un simplismo que rayaba
en la utopía. Bastaba que
el Partido Comunista aceptara acoger
en su seno a las otras tendencias comunistas oponentes y adop
tara la línea justa . . . para que surgiera inmediatamente como
Venus en
el mar, el partido capaz de hacer triunfar la revolu
ción» ( 14 ). Este texto resulta plenamente acertado y
ahí podemos ver
la diferencia entre los trotskistas españoles y el mismo Trotsky.
No es que los trotskistas españoles resultasen más papistas que el Papa; Nin, en un trabajo titulado
Reacci6n y revoluci6n en
España en enero de 1934,
dice: «nosotros estimamos que la vic
toria
de la clase trabajadora se hará posible únicamente
bajo la
dirección de un .partido revolucionario; pero el derecho a ejercer
esta dirección no se adquiere, por
decirlo así,
por gracia divina,
sino conquistando la confianza de la mayoría proletaria. En el
curso de la lucha, la organización política que tenga una noción
más clara de la situación
y mejor acierto a interpretar las aspi
raciones de las ffiasas se llevará a éstas tras de sí. Pero esta pre
misa teórica, a nuetro
juíciO irrefutable, no excluye ni muchO
mucho menos la posibilidad de la acción común», o sea reconoce
lá NO existencia de una fuerza que «per se» sea la encaminada
a llevar la antorcha revolucionaria~ sino que esa fuerza prepon
derante será aquella que sepa mejor adaptarse a las realidades
de las circunstancias.
(14) Ignacio Iglesias, op. cit.
117
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ANGEL MAESTRO
En 1934, sin embargo, Trotsky apunta una táctica posibi
lista, lejos
de su inflexibilidad -verdaderamente asombrosa en
un hombre cuyo dogmatismo a ultranza era
increíbl-, y
es en
la posibilidad «entrista» en los partidos socialistas, de mucho mayor número de afiliados en las democracias occidentales que
los partidos comunistas. Las posibilidades de
tomar el
control de
estos partidos desde dentro no hay que desdeñarla, pues parece
en principio dotada de
cierta lógica,
y para ello necesario so
breponerse a la animadversión abierta que podía suponer para
un comunista -aun incluso de ese partido comunista utópico
soñado por Trotsky, casi inexistente en la realidad fuera de su
meni- el aceptar la discusión con unos traidores
al proleta
riado, era algo parecido a aceptar parte de la herejía latente en
aquellos que habían merecido de Lenin los peores epítetos por su postura en la gran guerra 1914-1918, motivadora de la con
dena de la II Internacional, descalificada a partir del 4 de agosto
de 1918, originando como reacción a la misma la creación de la
111 Internacional.
El Partido Socialista era acusado de sostener la política de
la burguesía republicana, de
ser poco
más o menos un colabora
dor de ésta, y las palabras de Andrés Nin, ya bastante antes, en 19 31, resultaban significativas: «las ilusiones democráticas son
aún muy vivas entre las masas pequeño-burguesas y una gran
parte de la clase obrera.
La burguesía tiene n=sidad de man
tener temporalmente estas ilusiones, sitviéndose de una fuerza
polí!Jica que
no esté todavía completamente desacreditada entre
las
masás y que por su significación nominal represente una ga
rantía de radicalismo. Esta fuerza política es el Partido Socia lista, los dirigentes se muestran dispuestos a acudir en auxi
lio de la clase explotadora. Pero formar un gobierno exclusiva mente socialista sería una aventura peligrosa. Este no haría más
que continuar la política de la burguesía y el partido socialista se desacreditaría a los ojos de las masas trabajadoras. Con ellos
la burguesía se vería privada de una de sus más importantes ar
mas de reserva. Los· socialistas que se dan perfecta cuenta de
ello tienen un miedo atroz a tomar enteramente la responsabi-
118
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
lidad del poder y se pronuncian por un gobierno de concentra
ción presidido
por ellos. Largo Caballero se
ha apresurado a
manifestar que un gobierno tal, por su composición misma, se
vería en la imposibilidad de realizar
el programa del partido.
Pero éste, que, según las declaraciones del
ministro de
Trabajo,
«ha ofrecido más renunciamientos que nadie en bien de la Re
pública», aceptaría este sacrificio por interés nacional.
En estas
condiciones, los socialistas, libres
de toda responsabilidad por la
política del gqbierno, contribuirían a mantener las ilusiones de
mocráticas de las masas y darían la posibilidad a la burguesía de consolidar definitivamente sus posiciones y preparar tras la mam
para socialista una auténtica dictadura fascista. El gobierno de Azaña
ha sido la primera etapa de este proceso; el gobierno pre
sidido por los socialistas sería la segunda» ( 15). Pero T rotsky, con una flexibilidad extrañísima en un tem
peramento fanático a ultranza, ve las posibilidades que pueden abrirse a un partido sediento de masas tal el mantenido por
él, que existe sólo en su pensamiento, con su casi nula implan~
taci6n en la realidad y desconociendo el hecho existente, el PCE
staliniano. Trotsky ve la posibilidad de influir en sectores des
contentos del socialismo, diciendo que «había que acercarse a
los socialistas, no para darles clase desde lo alto, sino paa ins
truirse cerca de los obreros avanzados». Trotsky piensa que una
vez influido el Partido Socialista
--ardua labor
era, desde lue
go-,-,-, podría
contar con un proletariado, integrado en la IV
In
ternacional, que influiría por su fuerza a nivel mundial sobre los
partidos comunistas de dependencia soviética, o sea la inmensa
y casi absoluta mayoría. Realismo al tratar del problema socia
lista del entrismo en esos partidos, pero una vez más el utopis
mo trotskista de considerar al ¡,_arrido un ente separado de la
realidad, y al que se podrá reformar y mejorar una vez curado
del abceso estaliniano, sin comprender que el estalinismo no era
una enfermedad pasajera del partido, sino algo tan fuerte y tan
profundo que no cabía identificar los partidos de la 6rbita so-
(15) Andrés Nin, Comunismo, nÚ111. 7, .diciembre de 1931.
119
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
viética como instrumentos maleables, sino como un todo, un
conjunto inseparable de la personalidad estaliliana. Lo hemos
repetido varias veces y volvemos sobre ello; la III Internacional
al servicio de
la Unión Soviética, y no ésta al servicio de aquélla.
La reacción de
la ultraizquierda española, la izquierda comu
nista, es hostil al proyecto trotskista de entrismo en los partidos
socialistas, reaccionando unánimemente el Comité Central de
la izquierda comunista contra ese proyecto. Se condena abiertamen
te la postura del ideólogo -al que se respeta tratándole de jefe
político, lejos de los insultos y condenas estalinianas cuando al guien discrepa de la vida triunfadora-, se le trata con conside
ración en la respuesta. Emilio Ruiz, de quien antes hemos habla
do solamente con su seudónimo, Juan Andrade,
y Fersen, entre
otros, condenan
la iniciativa trotskista, considerándola por una
parte utópica y por otra como claudicatoria, al entrar a formar
parte como fracción en los partidos socialistas: «la garantía del futuro reside en el frente único, pero también en la independen
cia de organización de la vanguardia proletaria. En ningún caso
podemos~ por una ganancia circunstanciat fundirnos en un con
glomerado ·amorfo, abocado a romperse al primer contacto con
la realidad. Por triste y penoso que sea, estamos resueltos a per
manecer sobre las posiciones de principio que nos ha enseñado
nuestro_ jefe, incluso ·con--el riesgo de tener que hacer, separados
de él, una parte del camino que conduce a la victoria» (16).
Muy poco tiempo después se produce un hecho de excepcio
nal importancia, la revolución de octubre de 1934, fracasada en
casi todas partes, ~cepto los trágicos sucesos asturianos, moti
vados por el Partido Socialista que tantos años después se nos
quiere mostrar como pacífico y democrático, etc., pero desde un
punto de vista tal el sostenido por la ultraizquierda española se
observan contradicciones en e.se socialismo.
La
izqui~rda comunista tu.vo una
nula actuación en
los su
cesos de 1934 y_ excepto en Asturias,'único lugar donde se había
preparado una actuación conjunta de las fuerzas revolucionarias,
(16) Comunismo Editorial, octubre de 1934.
120
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA .II REPUBLICA
el fracaso como hemos dicho fue total en toda España. Luego, lo que pasa siempre, surgen las explicaciones de por qué el fra
caso, siendo para Nin la falta de un partido revolucionario que guiase a las masas, «excepto la gloriosa insurrección de Asturias,
al proletariado español le ha faltado conciencia de la necesidad
de la conquista del poder.
Allí donde
el Partido Socialista go
zaba de más influencia, la clase obrera no había recibido nunca
las enseñanzas que el partido revolucionario del proletariado tie
ne la obligación de infiltrar en
la conciencia de las masas popu
lares. Los anarquistas no se apuntarán al movimiento por su
carácter político y porque no están haciendo distinciones entre Gil Robles, Azaña y Largo Caballero. Por eso era necesario un
partido que, interpretado los intereses legítimos de la clase obre
ra, se esforzara en constituir previamente los organismos del
frente único, con el fin de conquistar a través de las alianzas
obreras
la @áyoría de la población. Le ha faltado al ejército
revolucionario un Estado Mayor con jefes capaces, estudiosos y
experimentados. Sin partido revolucionario no hay revolución
triunfante. Esta es la única
y verdadera causa de la derrota de
la insurrección de octubre» ( 17), mientras que para Trotsky el
no haber entrado a tiempo en el Partido Socialista es la causa de todo: «no nos cansamos de repetir que
la peor de las faltas
cometidas por todas las secciones es la de la sección española, al no adherirse a tiempo al Partido Socialista desde
el inicio de
la preparación de la lucha armada» (18). Entre reproches mutuos la ultraizquierda española dedica una
atención preferentes hacia la reconstrucción de las alianzas obre
ras, y la lucha por la unidad como factores decisivos. Así llega-
mos a febrero de 1935.
,
(17) Andrés_ Nin, Las lecciqnes de la insurecci6n de octubre. La es~
trella roja, diciembre de 1934.
(18) León Trotsky, La revoluci6n española, volumen l.
121
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
m
EIPOUM
En febrero de 19 3 5 se materializa ya ese afán de unidad
entre los grupos de la izquierda comunista española, entre el
Bloque Obrero y Campesino (BOC), Federación Socialista de Catauña (FSC-PSOE), Partido Comunista (PC) en Cataluña, partido catalán proletario, Izquierda Comunista Española (ICE) y
la USC llegándose a la integración IC-BOC, y, por fin, en sep tiembre de 1935, surge el POUM (Partido Obrero de Unifica
ción Marxista). De todos los integrantes destacan como figuras,
Joaquín
Maurin, dirigente del Bloc Obrer y Camperol ( BOC) y
Andrés Nin por la izquierda comunista. Es evidente la prepa
ración marxista-leninista de Nin, y, por
tanto, su
profundo des
precio por tantas figuras del PCE de una incultura y descono
miento marxista asombroso. Esta unión nace con un retraso con
siderable, pues es cierto que se debió producir en 1931, y los
esfuerzos de Nin, ya en los primeros
tiempos que
siguieron a
la implatación de la República, en los que dedicó un gran es
fuerzo a hacer posible esa anhelada unión
para la
creación de
un partido comunista, distante del anquilosado PCE oficial, obe
diente sólo a las órdenes estalinistas. Remontándonos a 1931,
en su folleto
El proletariado español ante la revolución., pode
mos ver una prueba de lo expuesto:
«el deber de todos los re
volucionarios españoles sinceros debe consistir en consagrar todos
sus esfuerzos a forjar ese instrumento de deliberación de que
tiene necesidad indispensable
el proletariado. En realidad el par
tido hoy no existe. Hay una serie
de grupos dispersos, sin nin
guna conexión entre sí. No queremos aquí las causas de este
triste estado
de cosas.
Basta consignar
que la unificación
de to
das las fuerzas comunistas españolas, sin distinción, se impone
como una necesidad urgente e indispensable».
Joaquín Maurin, que en tiempos se enfrentó a
la Izquierda
Comunista, pero ya hemos visto anteriormente fue también
ob-
122
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
jeto de los clásicos epítetos por parte del PCE, se escindió del
partido en 1928, acompañado de la inmensa mayoría de los comunistas catalanes, fundado el Bloque Obrero y Campesino, BOC,
la otra fuerza fundamental de
la que ya hemos hablado, junto
a la IC en
la composición del POUM. Es fácil suponer, dada
la procedencia de la mayoría de sus componentes, que el POUM se expandiese rápidamente en Cataluña, seguido a muchísima
distancia por Asturias y Valencia y con un aspecto meramente testimonial en Galicia y Castilla. Su medio de expresión será
La Batalla, donde
expondrá su programa «el gran partido socia
lista revolucionario-comunista, se formará reuniendo en un todo único a los núcleos marxistas revolucionarios
existentes, más
la
nueva promoción revolucionaria que entre en acción impulsada
por
la unidad marxista y los elementos que, desmoralizados por
el fraccionamiento
del· movimiento
obrero, han permanecido pro
visionalmente inactivos» (19). La fundación del POUM significa la ruptura abierta con
Trotsky, desesperado por la creación de este
partid.o y ver que
se abandonaba su idea de entrismo en el Partido Socialista como
única forma eficaz de llegar en su
día al control del PCE.
Su reacción es fortísima
y, en carta del 22 de enero de 19 36,
titulada La traici6n del POUM español, que aparecería publica
da en órganos afines de Francia
y los Estados Unidos, dirige
muy agresivos comentarios contra
el partido de Maurin-Andrade,
diciendo: «los antiguos comunistas de Izqnierda Española se
han convertido, sencillamente, en la cola de la burguesía de
iz
quierda, ;es difícil imaginarse caída más humillante!», y contra
Andrade destila el niás feroz resentimiento. Andrade le llama a Trostky, pesar de las discrepancias ya expuestas en otros capítulos, «jefe y maestro» en la dedicatoria de un libro, y Trotsky
le responde:
«no he enseñado nunca, jamás he
enseñado a
nadie
la traición política». El POUM desde el principio hace hincapié total en
la reali
zación de las alianzas obreras, sin las
cúales nunca
podrá haber
(19) La Batalla, 17 de octubre de 1935.
123
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
en España uua fuerza poderosa revolucionaria. Las alianzas obre
ras
para el POUM
sigJJ.ifican la acÍaptación a la mentalidad
es
pañola del papel de los· soviets en Rusia. El POUM rechaza la
política de entrismo en los partidos socialistas propugnada por
T rotsky, a la vez que ataca oon contundencia a la Internacional
estaliniana,
la. III. Internacional,
traidora a la izquierda y al socia
lismo. Curiosamente se produce una coincidencia entre Trotsky y el
joven socialista, secretario general de la Juvenrudes Socialistas, Santiago Carrillo Solares, quien desde las páginas del órgano
del POUM,
La Batalla -todavía en realidad no era órgano del
POUM, pues el artículo está publicado el 2 de agosto de 1935-,
Carrillo pide que
los' militantes
del BOC
y de la IC entren en
el PSOE: «hoy es de dominio público que se desarrolla en el
interior del Partido Socialista una lucha que no puede resolverse
más que por la eliminación de los unos o de los otros, de los
marxistas o de los reformistas. El restablecimiento de la unidad
sería imposible porque las masas ven claramente cuáles son sus
problemas», y pooo después, en Claridad, órgano socialista de
la fracción de Largo Caballero, dice Carrillo el 17 de julio de 19 3 5: «Afirmar que es imposible bolchevizar el Partido Socia
lista hace pensar que se teme mucho más la bolchevización que
el triunfo
· del
reformismo. Sin embargo, un revolucionario, un
marxista, debe desear que el Partido Socialista, que arrastra con
él, el
núcleo más grande de las
masas obreras
del país se bolche
vice. Más aún, debe trabajar por alcanzar ese resultado. Y hoy,
conociendo
la. situación
de nuestro partido sabemos que solamen
te
es· posible
trabajar desde el interior. Desde donde se des
prende nuestra toma de pü's:idón para que se entre en :él». Apro
ximadamente un año después Santiago Carrillo pasa al PCE
en una hábil
operación.
Podemos
explicarnos esta posrura de Carrillo, si observamos
que en
el transcurso de julio-agosto de 1935
·se había
celebrado
el VII Congreso de
la Internacional Comunista, y en el mismo
el secretario general de la Internacional, Dimitrov, propugnó la posrura del Frente Popular. Se olvida con esa
rapidez carac-
124
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
terística de los sistemas comunistas -
día, al día siguiente son acusados de «rabiosos imperia
listas», «víboras lúbricas», etc., que nos hace recordar en tantas
ocasiones a George Orwel
y a su «1984»- los ataques a los
partidos socialistas traidores, social-fascistas, vendidos a
la reac
ción
y al imperialismo ... , de repente se silencian los ataques y
se propugna en esa decisiva reunión para la acción del comunis
mo internacional que fue
el VII Congreso de la IC, la necesidad
de
creación del Frente Popular Antifascista, afirmando Dimitrov
-uno de los personajes más interesantes de
toda la historia del
marxismo-leninismo internacional- que en la lucha antifascista
debían atenderse no
sólo los
intereses de los trabajadores, sino
los
de_los artesanos,
los intelectuales,
-los campesinos,
etc., adap
tándose cada
nación a las particularidades de la misma.
A primera vista puede observarse un cierto antagonismo en
tre el nuevo frente popular y el frente único obrero propugnado
por los estalinistas hasta entonces, pero Dimitrov aclara las du das. Dimitrov insiste una
y otra vez en la necesidad de reforzar
la preparación de los cuadros
-es decir,
de explicarles que se
trata de una táctica_ no de un cambio de estrategia con lo cual
los comunistas no pueden perder nada y en cambio pueden rea
lizar ganancias-. Es preciso, agrega Dimitrov, conocer bien al
enemigo: «no hay que tener
reparos incluso
en aprender del
enemigo si éste nos ayuda a retorcerle el pescuezo antes y me
jor» (20). El POUM a veces opera también con cierto realismo,
y en
noviembre de 1935, ante la proximidad de unas elecciones, busca
la alianza con el PSOE-PCE, propuesta rechazada por éstos, pero
. sigue con la idea de un «frente obrero», distinto del «frente po
pular» de inspiración moscovita. Ante
el POUM se presenta en
tonces un dilema: seguir denunciando, desde su postura izquier
dista, la pol!tica del frente popular en un maximalismo de reali
zación absoluta
y casi utópico, al considerar que la alianza con
(20) Víctor Alba, Historia det éstalitiismo.
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ANGEL MAESTRO
los socialistas moderados, los burgueses izquierdistas, etc., no
hacía más que impedir a los movimientos obreros el triunfo de
la revolución> y esclerotizarlos en un sistema republicano bur
gués. Por el contrario, no pactar nada y presentarse ellos solos
como puristas de la vanguardia obrera y revolucionaria a
la vez
contra las derechas y las izquierdas. Los utópicos y mesiánicos en el POUM existían, pero no a tal extremo, y así el 5 de enero
de 1936 el Comité Central aprueba
el proyecto de Andrés Nin,
y acepta, con reservas, pero acepta, la entrada en la coalición iz
quierdista en el frente popular en toda España. Se había impues
to el duro peso de
la realidad,
conscientes de que por sí solos,
aun con cierto crecimiento que experimentaba el partido, no ha
bía nada que hacer. Algo similar podemos ver en la España de 1983; los grupúsculos izquierdistas, sin la fuerza del POUM en
1936 ni mucho menos, existen de una forma meramente testi
monial, pero con casi nulas posibilidades de actuación, no ya
electoral, sino revolucionarias.
La reacción de Trotsky es de una vehemencia característica
del personaje, los llama traidores, renegados y demás tópicos por
el estilo (21
), sin
considerar, como luego se vería trágicamente,
que no. era ninguna inclinación estaliniana, sino una forzosa ade
cuación a las circunstancias. Trotsky dice respecto a la formación
en España del Frente Popular: «han firmado debajo de este ver
gonzoso documento los representantes de los dos grandes parti dos burgueses de izquierda,
el Partido Socialista, la Unión Ge
neral de Trabajadores, el Partido Comunista ( jevidentemente! ),
la Juventud Socialista -¡desgraciadamente!-, el Partido Sin-
(21) Trotsky está obsesionado por la constitución: de un partido único
revolucionario, primero en Cataluña y, a su vez, la izquierda comunista
en
el resto de España que debería pedir su entrada en el Partido Socia
lista y constituir un grupo que Pudiese aprovechar las masas de los soci11-
listas españoles. Para Trotsky sin el entrismo en el Partido Socialista, la
influencia de laS otganizaciOnes revolucionarias quedaría muy disminuí.da.
Tenía obsesión con
la alianza de la izquierda comunista, con los socialis
tas de
izquierdas: «El partido
que resultase
de esta unión tendría.
una.
enorme fuerza de a.tracción». (Nota
del
autor).
126
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIBRDA EN LA II REPUBLICA
dicalista (Pestaña) y, finalmente, el Partido Obrero de Unificación Marxista (Juan Andrade)», «sin duda alguna se hallarán en
España verdaderos revolucionarios para· desenmascarar despiada damente la traición de Maurín, Nin, Andrade y consortes, y co
locar los elementos de una sección española
de la IV Internacio
nal», «se distingue hoy día más claramente también el crimen
cometido a comienzos del año por los dirigentes del POUM, Maurín y Nin. Cualquier obrero que reflexione puede pregun tarles y les preguntará: ¿No habíais previsto nada? ¿Cómo
ha
béis
podido conseguir que depositáramos nuestra confianza en
Azaña y compañía en lugar de impregnarnos de la mayor
des
confianza
hacia la burguesía radical? Ahora debemos pagar vues
tros errores con nuestra sangre» (22).
Nin dirige a principios de 1936 el órgano teorizante del
POUM, La Nueva Era, y a pesar de la estigmatización de
Trotsky, éste no consigue la unanimidad de los partidarios de la IV Internacional. «Sneevliet y el R. S. A. en Holanda, Vereecken
y su
grupo "spartakus" en Bélgica se niegan a dar la misma con
dena. Pero sobre todo
la liberación, de la Unión Soviética, de
Víctor Serge aporta un serio refuerzo a los amigos del POUM,
pues Serge ha conocido y frecuentado a Nin en
la Unión Sovié
tica: juntos formaron parte de la Comisión Internacional de la
posición de izquierdas de 1926 a 1928» (23 ).
Al producirse el triunfo del Frente Popular en las elecciones
de febrero de 1936, el POUM sólo consigue que resulte elegido
ruputado Joaquín
Maurin en Barcelona, con casi un cuarto de
millón de votos, y desde la Cámara de los Diputados éste apro
vecha enseguida para manifestar que
el Gobierno que había sa
lido de las elecciones no representaba las verdaderas aspiraciones y los intereses del proletariado, atacando a dicho Gobierno por
considerarle republicano, ignorando que
la mayoría triunfante era
socialista y comunista, afirmando inequívocamente: «no hay
nin
guna duda, la alternativa es urgente, o el socialismo triunfará o
(22) Ignacio Iglesias, op. cit.
(23) Broué, op. cit.
127
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
triunfará el fascismo». Veamos en estas palabras del secretario
general del POUM la radicalizaci6n de las dos
Españas, el
hecho
cierto, doloroso, pero existente. Frente a las fuerzas nacionales,
el" marxismo-leninismo en sus diversas facciones,. el antagonismo
total entre dos concepciones de la existencia, sin que los demo
cráticos
ut6picos significasen
apenas
nadá; no
se ve en la reali
dad de España de 1936 esa imagen mítica de
la República bur
guesa y democrática que se nos quiere presentar por tantos pseu
dohistoriadores, o por tantos interesados, sino unas fuerzas mu
cho más potentes que eran las marxistas-leninistas~ para quienes
la República había sido una mera transici6n, pero nunca una si
tuaci6n
definitiva o
al menos acorde con los intereses revolucio
narios.
Nin, al igual que Maurín, condena la complacencia hacia el
sistema republicano -una vez resultan tendenciosos los que nos
quieren hacer comulgar con ruedas de molino, explicándonos los
hechos de 1936 como la sublevaci6n de reaccionarios, fascistas
y
terratenientes frente a una República burguesa democrática, exis
tente s6lo en el ánimo de una minoría idealizada-, insistiendo
en cuán peligroso sería para el proletariado el sostener la repú
blica democrática, pues supondría afianzar firmemente la bur
guesía en el poder. Por el contrario, lucha incesantemente para afianzar las alianzas obreras, para conseguir el triunfo de
la re
voluci6n,
y así lo expone el 6 de julio de 1936 en un trabajo
dócrrinal en
La Nueva Era: «para la burguesía democrática, la
revolución ha terminado. Para la clase obrera se halla en una de
sus etapas de desarrollo. Para la primera, pues, toda acción en
caminada a impulsar el proceso revolucionario debé · ser resuel
tamente
· reprimida.
Para la segunda, acelerar ese proceso, impri
mirle un
ritmo vigoroso, constituye un
'deber ineludible.
Para
la primera, el ideal del movimiento
es, parar
la rueda de la his
toria; para la
segunda, impulsarlá con redoblado vigor. La única
garantía del avance progresivo del proceso revolucionario es
la
.1éi,si6n combativa de las masas trabajadoras». «La clase obrera
puede aliarse con los sectores pequeños burgueses de
la pobla
ci6n, y, muy particularmente, con los campesinos; pero no para
128
Fundaci\363n Speiro
LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
mantener en ellos la ilusión de una lucha eficaz contra el fas
cismo por medio de la democracia burguesa, sino para convencerles de que la situación no tiene más salida que la revolución
proletaria que es el único anti-fascismo eficaz. Si partimos de esta consideración fundamental, en ningún modo se puede ad
nútir la
posibilidad de que el
. proletario
renuncie a su lucha di
recta, a los grandes
movinúentos huelgísticos
u otros, para con
tribuir a la consolidación del régimen burgués . . . Su
núsión
esencial,
su
. deber
ineludible, consiste precisamente en acentuar
esa lucha, en dar cada vez mayor empuje, extensión y profun
didad a su acción de clase, en hostigar
constante e
insasablemen
te a la burguesía ....
».
IV
El fin. La represión estalinista
La represión que conduciría al casi total aplastanúento de
la izquieroa comunista española se incuba muy violentamente en
1936 y llega a su término con la liquidación física de Nin, en
1937. Pero, no adelantemos acontecimientos. El Alzamiento Na
cional del 18 de julio de 1936, sorprende al POUM sin estar
totalmente asentado en su estructura y organización, pero no le
sorprende
el alzanúento, al igual que tampoco sorprende a Ttots
ky, quien dice ya,
el 23 de julio de 1936, «el frente popular im
posibilita
el régimen burgués provocando el golpe de estado
fascista. El frente popular creó unas condiciones favorables para
la victoria del fascismo al adormecer a obreros y campesinos,
con ilusiones parlamentarias,
paralizando su
voluntad política.
La política de alianzas con la burguesía va a costarle caro a la
clase obrera, años de sufrimientos,. de sacrificios, si no décadas
de terror fascista. El gobierno frentepopulista ha demostrado
su incompetencia precisamente en el momento más crítico: las crisis ministeriales se suceden, pues los radicales tienen más miedo
a sus aliados obreros que a los fascistas. La guerra civil conúenza
129
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ANGEL MAESTRO
a prolongarse». Trotsky dedica, a su vez, elogios asombrosos al
proletariado español diciendo que su capacidad combativa ha de
mostrado estar por encima, incluso, del proletariado ruso en 1917.
Y es que las fuerzas revolucionarias, más deprisa que ninguna
nación, en anteriores revoluciones, desplazan los tópicos lega
listas -ahora se nos habla de una legalidad republicana existente sólo en el pensamiento de algunos malintencionados utópicos----, creándose organismos revolucionarios que suplantan absolutamen
te a sus teóricos, con jueces propios, policía revolucionaria, con
trol de la tierra, abolición de la propiedad privada; en suma, un
proceso revolucionario tan avanzado y tan pleno que asusta no
sólo a los Azaña y compañía de la burguesía progresista, sino
que empieza a despertar el recelo de los estalinistas soviéricos,
temerosos de un afianzamiento del trotskismo y de desatar una excesiva suspicacia en las democracias occidentales (24 ). El POUM, a pesar de su fervor revolucionario, de sus deseos
de destrucción intensiva del anriguo orden, contaba con unas
fuerzas bastante limitadas, incluso en su feudo catalán, donde
no
se podía
hacer nada sin contar con la poderosa CNT, y el
mismo Nin afirma que sin
el concurso de la CNT, de la FAI,
el POUM no podrá llevar adelante el proceso revolucionario
perdiendo una ocasión única. Pero, los anarquistas, por primera
vez en la historia mundial, están también frente a un enorme dilema: han pasado de lucubraciones
teóricas sin
casi ninguna
posibilidad práctica, de ser especuladores de una sociedad futu
ra, a
encontrarse con una realidad que les aplasta, les
ahoga,
les
anonada. Se encuentran con fuerzas no sólo políticas, sino
con armas, dueños de un Estado que en Cataluña ya casi no
existe, se ha hundido, y si son enérgicos para la acción
contra
los
sublevados carecen de visión para llenar
la complejidad del
estado moderno; «son
las dimensiones del vacío que tienen que
· (24) Mucho, muchísimo, podría hablarse de la polltica estalinista en
la ·guerra de España, sólo citar las obras alusivas llevaría un espacio .con
siderables pero, a pesar d~ nuestro interés pPt el tema y con cierto pesar,
debemos soslayarlo y concentramos eá. el POUM y su destino final. (Nota.
del autor). , · · ·
130
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
llenar, es la naturaleza de los asuntos internacionales, lo desco
nocido de la guerra
moderna lo que les da de golpe un .senti
miento de inferioridad. Se sienten ante una tareas desproporcio nadas que dependen clásicamente del Estado: las
firnmzas na
cionales,
el comercio exterior, la dirección
de la guerra (25).
El
anarquista, en una situación
única en
la historia, se agota
en sí mismo, no afronta las responsabilidades
y decide colaborar
con la «legalidad republicana» sellando así su
posterior fracaso.
El
PCE, obediente a las instrucciones estalinistas, dice que lo
importante en estos momentos es
la defensa de la RepúBlica, ol
vida
la insurrección revolucionaria
y los deseos de toma del
poder para concentrarse en la lucha contra las fuerzas nacionales
y, así, Carrillo, que aún no había saltado al PCE desde su puesto
de jefe de las Juventudes Socialista Unificadas -asombrosamente
Trotsky
tenía más
confianza en las JSU que en el «renegado
POUM»-, declara insistentemente en cuantas ocasiones se pre sentan: «luchamos por la república democrática. Nosotros, frente
al fascismo no luchamos, por el momento, por la revolución
socialista». Por consiguiente, la campaña del PCE y de los
estalinistas
contra
el POUM arrecia formidablemente, se les acusa del peor
calificativo: «trotskistas», y es que la ruptura con Trotsky,, no
nos engañemos, a nivel popular no era demasiado conocida, in
cluso hoy en día se piensa generalmente que el POUM era la
delegación trotskista en España, y resulta comprensible este error: no es fácil separar el respeto
al líder con la crítica de la doctrina
en un momento determinado. Aprovechando ese confusionismo, particualrmente el PSUC, se desata en insultos y denuestos con
tra esas «víboras lúbricas»,
y los dirigentes del POUM aciertan
a ver todo lo que se les viene encima. Así, Juan Andrade, del
que ya hemos hablado anteriormente
y, sin duda, uno de los
más prolíficos escritores de la izquierda comunista dice, en
La
Batalla, el 16 de diciembre de 1936, en un artículo titulado «El
calumnia que algo queda o una táctica desacreditada»: «lo que
(25) L. Mercier, Vincrevable anarquisme.
131
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ANGEL MAESTRO
se lleva a cabo es un complot político de gran envergadura. Sí,
un complot político que denunciamos. Se han concertado los
dirigentes de las facciones pequeño-burguesas con sus agentes en
el movimiento obrero para asesinar políticamente al proletariado. Como medida preliminar se intenta la eliminación de los
guardianes más fieles de los intereses de los trabajadores:
pri
mero
nuestro partido, después la CNT
y la FAI. No es necesario
exponer el porqué se elige primero nuestro partido; es porque
se los considera débiles numéricamente
y al mismo tiempo más
fuertes en conciencia política». Andrade tendrá éxito en sus
pro
fecías.
Al
poco tiempo de estallar la guerra, el 26 de septiembre,
Nin entra a formar parte del gobierno T arra dellas en la
Gene
ralidad, donde es designado Consejero de Justicia de la misma,
durando en el cargo desde dicho 26 de septiembre hasta el 13
de diciembre, siendo el período de su vida en que su actuación
tendrá una mayor resonancia entre la opinión pública, actuando
daramente de acuerdo con sus ideas, legalizando la actuación de los famosos tribunales populares de tan terrible memoria.
Nin no se anduvo con rodeos o explicaciones más o menos
hu
manitarias;
sus horribles consecuencias son las urdidas desde el
principio, sin ambages
ni rodeos de ningún tipo: «no concebimos
la justicia como un ente abstracto que está situado por encima
de las clases a quien juzga imparcialmente. Para los marxistas la justicia ha sido siempre
· el
régimen de luchas de clases, el
arma de que se ha
valido el
más poderoso para aplastar a su
enemigo. La justicia tiene el signo de la clase que domina. Antes
defendía la
propiedad privada. Hoy la socialización económica.
Por eso podemos asegurar que ahora que la justicia está al
ser
vicio
de la clase trabajadora revolucionaria, el régimen actual
exige. Dijimos el primer día y ahora lo repetimos, que nosotros
estamos en la consejería para legislar sobre lo que el proletaria
do va realizando en la calle. De la justicia burguesa no debe
quedar nada en pie. Todo tiene que renovarse. Por eso no nos
sirven los códigos antiguos que tenían como misión defender
132
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
el Código burgés» (26). El consejero de justicia de la Generali
dad alardea también de la justicia revolucionaria:
linútación del
tiempo
a 48 horas y sentencias inapelables.
El papel concedido al POUM, a pesar de no satisfacer a
éste por lo que decía representar con arreglo
al volumen de sus
masas, despierta los enormes .recelos de ciertas fuerzas, en par
ticular los estalinistas del PCE, y el POUM sabe que sin una
protección superior será aplastado; por eso, en cuantas ocasio nes se presentan, y advirtiendo el peligro estalinista, confía en
la protección de los anarquistas de la CNT, y si no fuese por
lo trágico recordaría caricaturizándolo el caso del chico que insul
ta a otro más fuerte y a continuación busca
a. su
hermano ma
yor para que le proteja cuando el otro vaya a sacudirle (27).
Por otra parte, y aunque esto sea de importancia sólo teóri
ca, los ataques de Trotsky son virulentos
al entrar el POUM en
el poder, a pesar de que al coincidir con la
expulsión de Noruega
y
su llegada
al destierro de Méjico forzosamente no tuvo tiempo
de seguir
al día los temas de la revolución española y, el 19 de
febrero de 19 3 7, pronostica T rotsky que al no haber ejecutado
las fuerzas de la izquierda española un problema verdaderamente revolucionario
y no de mera defensa de la República como que
rían los estalinistas: «en estas condiciones el fascismo vencerá
inevitablemente, ya que la superioridad militar está de su parte». En noviembre de 1936 el embajador de la Unión Soviética,
Marce! Rosemberg (28), exige la expulsión del POUM de toda
(26) Conferencia de André Nin, el 16 de ocutbre de 1936, en radio
POUM sobre los tribuneles populares y la justida revolucionaria.
(27) «La táctica oontinuada por parte de la GNT y la FAI, de inhibi
ción y de esquivar el opinar cuando se debe gritar fuerte, ha posibilitado
importantes triunfos
del reformismo en España y, principalmente, en Ca.
taluña», así se expresaba Juan Andrade días antes de los conflictos de
:m.ayo·de 1937, en Barcelona. Los escritos de Andrade han sido publicados
en un volumen titulado La revoluci6n española dla a dio (1936-1937) que
incluye casi todos los trabajos realizados por Andrade desde noviembre
de 1936 a los sucesos de mayo de 1937. (Nota del autor).
(28) Marce! Rosemberg, al igual que el Cónsul en Barcelona Anto
nov-Ovssenko, antiguo revolucionario de octubre del 17 y antes trotskista,
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tarea de gobietno y de forma inmediata de la junta de defensa
de Madrid (29), Se estaba fraguando ya la conspiración abietta
para acabar con este partido de forma rápida. El PCE-PSUC redobló la virulencia de sus ataques contra la izquietda comunis
ta, y Antonov-Ovssenko
lo denunciaba ya como «agente del fas
cismo internacional». El reforzaruiento del papel de la Unión Soviética en los asuntos de España, la preponderancia creciente
del PCE frente a unas masas socialistas y anarquistas en principio
mucho más poderosas -tema éste que se podría analizar más
extensamente pero que escapa de los límites de este trabajo-,
hacían que el POUM estuviese ya casi sentenciado. Los sucesos de mayo de 19 3 7 podían haber representado la
última oportunidad para la izquietda comunista. La guerra civil,
dentro de la guerra civil declarada en Barcelona el lunes 3 de
mayo, en
que las masas de la CNT-FAI con el apoyo del POUM
llegan a controlar la ciudad, aislando a las fuerzas estalinistas y
de la Generalidad, pudo haber supuesto la salvación del POUM
siempre bajo la protección de la CNT-FAI que era quien con
trolaba la situación. Pero los dirigentes anarquistas dejaron, con
su inacción posterior; escapar la situación ventajosa en que se
encontraban esa falta de responsabilidad y de sabet adónde que-
serán liquidados en la URSS al regresar, en las gigantescas depuraciones
estalinianas de las que no se librarían ni los más fieles servidores en la
guetta de España. Por citar solamente algunos de los más destacados eli
minados por Stalin: Berzin, jefe de los servicios militares, en 1937, reha
bilitado por Jruschof, en 1956. General Kurik, de la NKVD, general
Goriev, general Smutckievitch, el citado embajador Rosemberg, directivos
d" la NKVD, como Spieglass y Sloutsky, Stachevsky, etc. Antonov-Ovssen
ko sería también rehabilitado posteriormente cuando la desestalinización.
Naturalmente que después de los gigantescos procesos donde fueron liqui
dados Zinoviev,
Kamenev, Bujarin, Yagoda,
Radek ... , los venidos de Es
paña no tenían una importancia excesiva. Unos de los que lograron sal
varse fue el futuro Mariscal de
la Unión Soviética, Rodíon Malinovsky
--<0ronel Manolito--,
futuro Ministro de Defensa en
la época de Jruschof.
(29) El POUM tenía diferentes líneas de actuación según las regio
nes, dependiendo por tanto de los líderes respectivos. Segun el experto
Pierre Broué había un POUM «rojo» en Madrid, un POUM en Levante
«rosa pálido» ...
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
rían ir. Los sucesos posteriores demostraron que los anarquis
tas se encontraron con algo con lo que
no sabían
qué hacer.
Pero el POUM, a pesar de las justificaciones posteriores, tam
poco sería el motor revolucionario equivalente al partido bol chevique en 1917 y, con ello,
firmaría su
sentencia de muerte.
Asombrosamente, el POUM -y esto será una de las principa
les acusaciones posteriores de T rotsky- no quiso actuar contra
el estado burgués de la Generalidad en el cual ya había entrado. Tantas acusaciones posteriores de que la URSS no quiso la
revolución marxista-leninista de España, de que
sometía la
re
volución al asentamiento de la República Democrático-burguesa
-el primero ganar la guerra, luego las reformas-, hace ver desde esta perspectiva al POUM, en 1937, en una situación
extraña no acorde con su militancia revolucionaria; parace como
si el utópico Trotsky al llamar al POUM ¡Partido de Centro!
tuviese alguna razón, aunque resulta muy fácil, con posterioridad
a cualquier hecho, el justificar algo con el «si se hubiese hecho
tal» o el «yo ya dije» ... Parece un
triunfo del
sector de
Maurin,
quien creía más en una revolución «democrático-socialista» y no
en el deseo de triunfo de una revolución soviética al estilo de
1917. Asombra, en cierta forma, el utópico esquema del POUM
de que sería posible una Generalidad transformada en Estado por la simple presencia en mayoría dentro de la misma de or
ganizaciones proletarias, sin contar con unas ideas decididas, ni
con una fuerza suficientemente considerable y, además antité
tico con sus ideas, al menos el sector Nin, de fidelidad estricta
al marxismo revolucionario. La posterior persecución al POUM fue prevista por Andrade
y por Trotsky con más claridad, concretando, además, que ven
dría de parte de la GPU estalinista, aprovechando las circuns
tancias. Liquidada la revolución barcelonesa el POUM ya que
daba. desprovisto del escudo protector de los anarquistas, quie
nes, a su vez, co:tlocían tensiones en su ala izquierda, entre «los
amigos de Durruti» y «la burocracia de la CNT-FAI» como la
calificó un
trotskista, Lois Orr.
Desde el 7 de mayo en que se acabó esa guerra civil dentro
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de la guerra en la zona roja, hasta el 16 de junio, el PCE fue
preparando
inflexiblemente de
acuerdo con las directrices esta
linianas la represión manejada con su habitual eficacia por
la
GPU, quien dirigiría y controlaría a la polida española.
El enviado de la
GPU, Orlov,
a veces ignorando incluso
al PCE, ataca duramente al POUM, por otra parte dividido tras el fracaso de mayo de 19 3 7
--expulsión de
los dirigentes valen
cianos, hipotética
convocatoria de
un Congreso, ataques de
Lan
dau y Gorky a Trotsky-. Nin es detenido. Antonov-Ovssenko desarrolla la ofensiva política acusándolos de ¡cómplices de Fran
co!, de «vendidos al fascismo», «traidores a la causa del prole
tariado», y Orlov ejecuta
la redada policíaca, animada por esa
particularidad de especial habilidad soviética en
la guerra psico
lógica. Según un resumen de diferentes fuentes parece ser que Nin
fue detenido el citado 16 de junio de 19 3 7, y llevado a una
prisión particuar de la GPU en Alcalá de Henares, prisión bajo
control total soviético y allí torturado durante varios ,lías a fin
de que firmase una confesión al estilo de
la de los procesos de
Moscú reconociendo sus crímenes. Los apologistas de Nin, al
hablar de
la barbarie y brutalidad estaliniana, dicen que resistió
sin confesar lo que quería la GPU (30).
(30) Para mi opinión resulta difícil esto, ya que en 1937 si la GPU
quería doblegar a alguien, lo conseguía por enorme que fuese su volun
tad y resistencia. La GPU mucho más hábil y perfeccionada que la Ges
tapo, no creo que fracasase en un interrogatorio llevado a sus últimas
consecuencias. La Gestapo más primitiva recurría a castigos físicos bru
tales; la obra de Jan Valtin, La noche quedó atrás, es sumamente aleccio
nadora sobre los procedimientos de la Gestapo -pero la GPU con pro
cedimientos no sólo basados en el dolor físicos sino con refinamientos
psíquicos, creo que era superior en tan siniestros fines-.
Tal vez, es una
hipótesis, no
dis:Pusiese de
tiempo suficiente para que no se llegase a
co
nocer el lugar donde estaba Nin, y no se pudiese hablar más tiempo de
su «desaparición».
Al no disponer de tiempo ilimitado, como en los in
terrogatiros de
la Lubianka, Lefortovo, Burtika, . . .
y encontrarse con una
persona muy resistente, no pudieron doblegarla. Pero si la GPU hubiese
dispuesto de tiempo
~do, ·tni opinión es que nadie, nadie, podía
resistir por enrome
que fuese su
fortaleza y voluntad. Fuentes de diver-
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBUCA
Parece ser que el estado. físico en que quedó Nin hizo .Ínk
posible su entrega a la policía del Gobierno, asesinándole para
as! poder
hablar de su desaparición.
Se monta entonces, con la
fuerza de los medios del partido, una acción de rumores inten
cionados, más bien una verdadera campaña de intoxicación, des tacando
el rumor de que había sido raptado por alemanes de
las brigadas internacionales
y, a continuación, ¡ salv~do por la
Gestapo!, lo cual explicaba su desaparición, llegándose a con feccionar un plano de las defensas de Madrid en cuyo reverso figuraba la inicial N, o sea una contraseña
de Nin
para
¡ su con
tacto con las fuerzas de Franco! Después,
y al iniciar los militantes del POUM una serie de
pintadas callejeras diciendo: «Gobierno Negrin, ¿dónde está An drés Nin?», los servicios del PCE añadían debajo en una típica
maniobra española de pinturas
y contrapintadas: «en Salamanca
o en
Berlin».
Debido
a la muerte de Nin, el proceso contra el POUM
fue causa de que se juzgase con una mayor lenidad a sus
mili
tantes, aprovechando varios dirigentes, como Largo Caballero, Araquistain,
y otros a atacar el estalinismo, resultando el POUM
acusado, sí de su intervención en los sucesos de mayo, pero
contrariando la tesis estalinistas de repetir unos nuevos procesos
de Moscú, en la que los dirigentes del POUM fuesen espías de
Fl'anco, vendidos
a los nazis, esbirros de Trotsky, algo en fin
grotesco
y que fue rechazado.
sos desertores de la Unión Soviética, así como la obra del recientemente
fallecido Mauricio Carlavilla: Sinfonía en Rojo mayor, son sumamente
explicitas. Precisamente a propósito de esta obra, que en un principio
acogí · con
enorme escepticismo,
la confrontación de algunas partes con
trabajos de autoridades en el tema, como Boris Souvarine, y otras, hace
que dentro de ser una trama novelada tenga un indudable interés y cierto
rigor en
la presentación de hechos y de tipos como Grabiel DuV"ffl:, que
con otros nombres podía habre sido un Hans Bruessel, o Vittorio Vidale,
o un Vitoria Codovila. Desde luego, entre el refinamiento de la GPU o
la brutalidad bestial de la Gestapo, los resultados con el pobre torturado
se inclinaban por la primera. Hoy día el internamiento en institu~es
pf-iquiátricas
puede
ser otra
nueva forma. (Nota del autor).
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Con la muerte de Nin, Andrade prisionero, otro dirigente
destacado,
Arenillas, ejecutado
por las fuerzas nacionales, la cri
sis es preludio de su fin. Con la eliminación como fuerza del
POUM, los agentes
estalinistas daban
paso a su segundo
· acto
repetido
con medíos parecidos, el ataque a la CNT, y sembrada
la escisión y discordia del PSOE y la UGT, pasar el PCE
y los
Hernández, José Díaz, la Pasionaria, el joven Santiago Carrillo
-que en
1934 parecía dispuesto, junto con Federico Melcbor,
a asociarse a la IV Internacional- bajo el control ya toral de los agentes
estalinistas, a
dominar la política de la República es
pañola, convirtiéndose en la fuerza dirigente
y con objetivos
precisos y decididos.
Extraño sino el de la
izquierda comunista
española; por un
lado el
estalinista acusándoles
de
traidores a la revolución, ex
citando a todas las fuerzas contra el POUM, llamándoles
«in:
controlados», «vendidos a Franco y a la Reacción», «esbirros
trotskistas» ... , Y,. por otro, el desprecio de Trotsky al producirse
la entrada de la izquierda comunista en el frente popular primero
y en el gobierno después, acusándola de adaptarse a los esta
linístas.
Sin embargo, el POUM· mantiene ese respeto del que ya
hemos hablado anteriormente al referirse al Trotsky, reconocien do éste mismo -tal es ya la locura de insultos y acusaciones-,
de que el POUM es el
único partido
que no le llama fascista
-¡fascista Trotsky-! El local del POUM en Madrid estaba
decorado
con un
inmenso retrato suyo y
la deferencia hacia él
era su norma. Después de la muerte de Nin, Trotsky reconoce
el carácter revolucionario de éste, lo cual no quita que siga afir
mando que actúa de manera oportunista, aun insistiendo en lla
mar asesino al decir que su asesino había sido, a Stalin. Trotsky ve en Stalin y en su política de defensa de la Re
pública en vez de la instauración del poder soviético, a su prin
cipal autor, ¡más aún que a Franco!, de
la derrota marxista. «El
proletariado socialista español ha sido aplastado por la coalición de los Stalin-Azaña-Caballero-Negrín-García Oliver, antes de ser definitivamente vencido por los partidarios de Franco». Ataca
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LA ULTRAIZQUIERDA EN LA II REPUBLICA
también fuertemente a Largo Caballero, al que -llama «héroe de
comedia»
y expresa su resentimiento por un hecho cierto, la
actitud del PCE en los primeros meses de la guerra, ya que el
21 de diciembre de 1,36, Stalin, Molotov y
Vorochilov en
una
carta confidencial a Largo Caballero recomendaban con insis
tencia
al en ese momento jefe del Gobierno español, «que no se
produjese ningún atentado contra la propiedad privada, que
fue
sen
concedidas garantías
al capital extranjero, que no violase la
libertad de comercio y que se mantuviese el sistema parlamen
tario sin tolerarse el desarrollo de los soviets» (31).
La manía de todos: poumistas, comunistas, trotskistas, por
la comparación con los sucesos de octubre de 1917 resulta ra
yana en la obsesión, y aquí
. Trotsky
parace ostentar el récord,
sin duda por su influencia en acontecimientos decisivos
cual
la revolución roja de octubre del 17: las críticas del POUM se
basan muchas veces en compararlo con la actitud mencbevique
en el pasado, en compararlo con Martov, y los mencbeviques de
izquierda. Hay escisiones, muy pocas por cierto'! como el informe
de Jean Rous en la Conferencia de Amsterdam del Buró ampliado del Centro por la IV Internacional, en la que al discutir
la similitud de la revolución rusa con la revolución española y
el fracaso golpe del general Kornilov contra Leningrado, golpe
mal preparado y en circunstancias adversas, y comparar a Kor
nilov con Franco, dice Rous, el 12 de enero de 1937: «no se
puede confundir a Kornilov con Franco, Franco dura ya seis
meses».
A
veces~ y a pesar del sectarismo en Trotsky, hay cierta com
presión de la situación, y ya casi pérdida la guerra para el bando
rojo, el 30 de enero de 1939, dice: «la gran superioridad de
Franco consiste, a pesar de todo, en poseer un programa claro
definido: salvaguardar y establecer la propiedad capitalista, el
poder y el dominio de la Iglesia y restaurar la Monarquía». Ata
ques en la
línea habitual,
pero reconociendo, a pesar del dog-
(31) León Trotski, El estalinismo y la revolución españo~ escrito el
primero de julio de 1939.
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marismo, que -por el bando triunfador existían unos objetivos
claros y definidos.
Para
nuestra opinión, a pesar de la evidente traición esta
liniana a un proceso revolucionario al estilo soviético de 191 7,
no deja de carecer de cierta lógica, y de un planteamiento sutil
el hecho de la toma del poder propuesta por los agentes estali
nistas: en
vez de
la acción revolucionaria por un partido entonces
todavía minoritario, un Estado transformado en su dominio y
control total por la presencia, cada
vez mayor
dentro del mismo,
de las organizaciones controladas por el partido, en mayoría ya absoluta· en todos los puestos de gobierno y de influencia den
tro del Estado. No es el utopismo del POUM en 1937 en los sucesos de Barcelona, sino una política de control y dominio no
ya del Estado sino de la sociedad española por el PCE, en aquella
época indudable instrumento
al servicio de la III Internacional
y, por tanto, de la
Unión Soviética.
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