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Número 211-212

Serie XXII

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La socialdemocracia

LA SOCIALDEMOCRACIA (*)
POR
JuAN V ALLET DE GOYTISOLO
l. Lo hemos repetido muchas veces. La experiencia coti­
diana viene reafirmándolo
cada vez
más. El socialismo, en los
países en que
ha sido impuesto, es la pérdida de la libertad y
el régimen de inacabables colas. Checoslovaquia y Polonia han
cortado en flor las esperanzas que muchos países habían puesto
en un socialismo en libertad .... El socialismo, en los países de­
mocráticos, cuando penetra en
d gobierno, resulta, más o me­
nos rápidamente, el expolio de lo privado y
el despilfarro de lo
público.... Luis
Olariaga, en La sociedad a la deriva, lo había
explicado:
«La edad

de oro de la política socialista -que hoy
también sugestiona a minorías que no se consideran masa- es
el período en que puede decirse que el socialismo vive del ca­
pitalismo, en que absorbe parte de las ganancias que este
últi­
mo aporta al fisco, a la inversión. Después viene la dura reali­
lidad, cuando no hay enemigo que afronte responsabilidades y
pague cuentas, y es inevitable crear una autoridad que imponga
legalmente las condiciones de trabajo que adapten el nivel de
consumo al nivel de producción>>.
Lo dicho respecto del socialismo que penetra en los países
democráticos, aparece claro en las socialdemocracias. Debemos comenzar, sin embargo, por examinar en qué con­
sisten estos sistemas calificados de social-demócratas y cómo han
surgido.
(*) Conferencia desarrollada, el 24 de marzo de 1981, en el sa16n de
actos del Colegio
Simón Bolibar,
de los Hermanos de las Escuelas Cris­
tianas, en México, D. F.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
En su resurgimiento ideológico se advierte una doble vía;
una desde el liberalismo y otra desde el socialismo. Hay,
ade­
más~ una tercera que no pretende llegar a una síntesis, sino lle­
var de aquél a éste por vía no revolucionaria violenta, sino re­
formista, a rravés de una
revolución silenciosa, conducida des­
de arriba.
Según Louis Salieron: «quien primero, que nosotros sepa­
mos1 preconizó esta solución fue John Stuart
Mili». Consideraba
que ningún sistema era tan apto para asegurar mayor producción
de riqueza como el capitalismo liberal, en libre concurrencia.
Pero que~ como este sistema enriquece excesivamente a los ca­
pitalistas, el Estado debe restablecer la igualdad recaudando los
impuestos precisos para distribuir las ganancias superfluas a los
menos favorecidos, o bien
para crear

instituciones sociales en be­
neficio, gratuitamente, de éstos.
A ello no
ha sido ajeno el gran capitalismo, según señala
Le Monde Diplomatique, en su editorial de su número de sep­
tiembre de 1981: «En cierta manera, la socialdemocracia se en­
cuentra a

la vanguardia del capitalismo social, de un capitalismo
que busca aumentar su propia dinámica desarrollando sus ca­
pacidades de innovación, revolucionando los modos de vida y
favoreciendo la distribución de ingresos elevados en ciertos es­
tratos obreros». Se trata -dice Michel Beaud-
«de asegurar
las

buenas condiciones del buen funcionamiento de la economía
capitalista sobre la base de la ampliación de la demanda popular
de consumo».
Desde el lado inverso, se ha pretendido superar: de una
parte, la
.. falta
de libertad del socialismo, dándole carácter for­
malmente democrático, con· los estimados presupuestos necesa­
rios para que ésta se desarrolle de acuerdo .con el modelo oc­
cidental; y, de otra parte, corisiguiendo recuperar y estimular la iniciativa creadora y las orientaciones y el juicio del mercado.
La
vía táctica, dirigida a transformar las estructuras socia­
les, sin violencia, por el denominado socialismo reformista tiene
viejas raíces.
El propio
Marx, que propugnó la senda revolucionaria para
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LA SOCIALDEMOCRACIA
fa instauración del socialismo, sin embargo -como ha recor­
dado Pedro Schwartz--, concebía
la posibilidad de que el ré­
gimen que propugnaban no se instaurase por la fuerza, sino por
los votos allí donde, como en Inglaterra, ímperase
la democracia.
Sobre todo los programas políticos expuestos por
Marx en
el
Manifiesto de 1848 o en su Crítica al Programa de Gotha, en
1875 (que también redactó con Engels), «son programas social­
demócratas en
la acepción presente de esta denominación: desde
la enseñanza estatal hasta
la nacionalización del crédito, pasan­
do por el control
dd comercio
exterior
y el impuesto progresivo
sobre
la renta, todo está alú y nada sobra.
»Ello no es casual. Los socialdemócratas de hoy también
quieren construir un mundo feliz por medio de
la paulatina su­
ptesión de
la propiedad privada: precios controlados, fincas ma­
nifiestamente mejorables, empresas públicas, financiaciones privi­
legiadas, monopolios legales, control de cambios, nacionalización
de la medicina, de
la enseñanza; he aquí otras tantas maneras
de minar la propiedad privada de los medios de producción». Y el mismo Swartz en otro artículo ha insistido: «El tipo de sociedad que Marx quería crear con su activi­
dad política se parece mucho a
la que los socialdemócratas han
establecido en aquellos lugares donde han alcanzado el poder. »Es cierto que hay una diferencia ímportante entre un mar­
xista y un socialdemócrata: tanto el maestro, como sus discípu­
los más puros, defendieron
la necesidad de una "dictadura del
proletariado" para terminar con el capitalismo; mientras que
los
reformistas,

o socialdemócratas, como se les llama ahora ( entre
los que,
por cierto,

habría que contar a Friedrich Engels ), siem­
pre han defendido las formas de la democracia política
occidental»
2.

Pero, fue en 1864 cuando en el seno de
la Primera In­
ternacional estalló la gran querella entre revolucionarios y re­
formistas. Había que elegir entre dos estrategias: la revolucio­ naria o de ruptura y
la indirecta o de reforma. Revolucionarios
eran

quienes concedían prioridad a la conquista del poder y a
la subversión radial . del Estado;
y reformistas quienes estima-
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
han posible transformar la economía y la sociedad actuando sobre
las estructuras económicas y sociales.
Louis Blanch (1817-1892) es considerado el verdadero fun­
dador del socialismo reformi5ta que pretende la transformación
gradual del sistema social mediante reformas efectuadas dentro
del propio régimen existente. Benoit Malon ( 1841-1893) formuló una complementariedad
de las vías revolucionaría y reformista: «Sepamos ser revolucio­
narios cuando las circunstancias lo exijan; pero seamos siempre
reformistas».
Por otra parte, desde la primera mitad del siglo XIX, entre
los republicanos franceses se había acariciado la ilusión de resol­
ver la cuestión social con la aplicación pura
y simple de los
principios de la democracia política. Ilusión
rota en
1848, pero
que renació a finales del siglo. Se
estimó entonces,

en algunos
medios, que la acción política debía sostener, apoyar y desarro­ llar la acción sindical. Y esa fue la práctica de los partidos socia­
listas, dirigida a la obtención de reformas inmediatas, relegando a un segundo plano el programa de la conquista del poder por
el·socialismo. Fue la línea del reformismo en 1814 en Francia: reformas
graduales asequibles
y no una incierta revolución; consideración
de que no era imninente el fin del capitalismo; abandono de la
lucha de clases; acatamiento de la democracia parlamentaria; aceptación de la responsabilidad del poder para la mejor impreg­
nación de la sociedad por el socialismo.
En Alemania, el partido social-demócrata adquiría gran pres­
tigio en las vísperas de 1914, orientado, más que a la naciona­
lización de la propiedad, hacia la gestión y la planificación en
un capitalismo de Estado. En 1930 llegó su eclipse y hasta
cuarenta años después no alcanzó de nuevo el poder. Hoy en día, hay
una aproximación

de socialistas reformistas
y de ciertos neoliberales, autocalificados progresistas, que coinci­
den en asegurar la redistribución de la riqueza especialmente
por medios fiscales. · El antes citado Salleron explicaba, durante la presidencia de
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LA SOCIALDEMOCRACIA
Giscard d'Bstaing, cuál era la triple política que éste proseguía
tenazmente:
-socialización

en
· la distribuci6n,
-dirigismo

en la
producción,
-y liberalismo integral en las costumbres (que han sido
«legalizadas» con las nuevas regulaciones
de la contracepci6n,
del aborto
y del divorcio).
He ahí definidas, en un régimen político de sufragio univer­
sal
y plutalismo de partidos políticos, las tres características de
la política social que tipifican a
las democracias
sociales. El mis­
mo Salleron las contempla con pesimismo: «La licencia
ilimita­
da en el ámbito de las costumbres y de las opiniones no es más
que una caricatura de la libertad. Combatida con un dirigismo
socializante en el ámbito de la economía, no puede sino desem­
bocar en un régimen autoritario de tipo expresamente socialista
que será, tras el comunismo soviético y el de las democracias
populares, una forma nueva de totalitarismo».
Por otra parte, ya con anterioridad había observado el
Par­
tido

Comunista de Francia -en su
Tratado marxista de economía
politica. El capitalismo monopolista de Estado-,
que la polí­
tica
fiscal,. crediticia y social francesa, estaba conduciendo a:
-que

se acrecentará el peso efectivo de los grupos mo­
nopolistas de la sociedad;
-que

el capitalismo monopolista de Estado [fase del ca­
pitalismo monopolista aliado al Estado tecnocrático] extendiese
«al mismo tiempo
y necesariamente, el asalariado»;
-que

se redujeran las bases sociales de la burguesía mo­
nopolista.
Con lo cual, estimaba que se preparaban las bases
socioló­
gicas

de la infraestructura que podrían facilitar la implataci6n
del comunismo.
3. El
advéllimiento efectivo

de los sistemas socialdemocrá­
ticos
ha recibido en su molino la fuerza motriz de tres avalan-
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
chas que les ha dotado de mnegable potencial y posibilidades:
el comunismo, el keynesianísmo y la tecnocracia, potenciados
respectivamente por el capitalismo, por la inflación, a su vez
facilitada con la sustitución de la moneda de metal por
el papel­
moneda y por los adelantos de la técnica. El
primer fenómeno

-es
decir, el del capitalismo moderno
que,

con
él, nos

ha traído un consumismo desmesurado e im­
pulsado por la propaganda- ha tenido, como puntos de apoyo,
ciertas creaciones humanas que,-en -sí ·mismas, son· puramente
técnicas, meramente instrumentales,-y, comé:, tales, morá.1mente
neutras:
~ el papel-moneda, y su circulación fiduciaria, aceptado
como

un valor en sí y como medida del valor de todas las cosas;
- la sociedad anónima, como
forma que se interpone entre
las
persónas naturales

y las cosas, convirtiendo a aquéllas de
propietarios en accionistas.
Pero, estos dos instrumentos, superdesatrollados, han inva­
dido toda la vida
ec su hipertrofia ha dado lugar
a
los efectos siguientes: - el
pensar en dinero, que presupone la cualificación cuan­
titativa de todo; todo se compra y se vende, todo tiene un
precio; el beneficio pecuniario es apreciado por encima de las
demás cualidades de las cosas, y
así lleva

a tomar
el provecho
como objetivo, norma y medida de todo;
- la
pérdida de inmediatividad de la relación hombse-cosa,
que da lugat a que el copropietario, que pasa a ser accionista,
pueda abandonat la cosa salvando
el capital; de modo tal que
la empresa es abandonada, enseguida de realizado el negocio,
antes de dejat que caiga en bancatrota, pues
la propiedad es
sustituida por el capital fácilmente mavilizable;
- tiende a disociar capital y gestión, que se encarga, muy
a menudo, a mandatatios ajenos a
aquél;
-

contribuye a sepatat
propiedad y responsabilidad, o por
lo

menos a limitat ésta y, con ello, se
desolidariza persona y cosa;
liberando aquélla

de lo que, con palabras de
Saint Exupéry, po­
demos denominat engagement;
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LA SOCIAWEMOCRACIA
-hace fácil que el capital se convierta en invasor, impe­
rialista,, pues, como nada meramente cuantitativo tiene límites
definidos, esa indeterminación se conjuga fácilmente con el
afán
de provecho que el hombre siente, que así tampoco halla límite;
como ha dicho Chesterton, el propietario puede amar su fundo
con
límites qne

forman su perfil, mientras que el capital, por
ser uniforme, no tiene
límites definidos que

le contengan.
Por ello, llegó a escribir Edouard Drumond, en
La France
]uive:
«El capitalismo se parece a la propiedad como la obra
de un

falsario hábil se parece a una pieza auténtica. Uno de los
pergaminos es la verdad, el otro la mentira: ambos son, no so­
lamente diferentes, sino fundamentalmente opuestos: son lo con­ trario
y la negación el uno del otro .... El capitalismo se parece
a
la propiedad como el sofisma se parece al razonamiento, como
Caín, tal vez, se parecía a
Abel».
El

capitalismo, estructurado en torno a
la figura jurídica
neutra
de
la sociedad anónima, como instrumento de su des­
arrollo, producido fundamentalmente en regímenes de democra­
cia política, estructurada en sistema de partidos
y bajo el prin­
cipio atomizador de «un hombre, un
voto», ha dado lugar al
fenómeno de la economía al, revés.
El profesor Marcel de Corte ha explicado lúcidamente este
fenómeno:
«La finalidad de
la economía no es la producción, ni es el
consumo, sino el
consumidor»: «individuo de carne y hueso,
provisto de un
cuerpo que, como tal, es el único capaz de con­
sumir bienes
materiales» .... «Así, el consumidor no es solamen­
te la condición de la producción: es aquél por quien
la produc­
ción existe, es su único
fin posible .... ».
Pero, en la economía moderna, no ocurre así,. sino «que, por
próspera que parezca, es una
economía que gira al revés, en con­
tra de su misma finalidad natural» .... «Todos los productores,
cualesquiera que sea
el nivel a que pertenezcan, pretenden des­
viar
hacia ellos solos, a veces divididos
y otras coaligados, el
fluio de la productividad de la que se proclaman su causa ex-
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JUAN V ALLBT DE GOYTISOLO
elusiva. Como se trata deuna operación contra natur~ con esa
finalidad, recurren al poder del Estado .... ». «Se llega, a fin de
cuentas, a
producir para producir y a erigir la productividad en
criterio
único
de la salud de la sociedad moderna y de la solidez
de la economía». Así se llega a la
sociedad de consumo, «especie de estómago
inmenso, mitológico, en el
cual se diluye el hombre moderno y
se convierte, a
la vez, en una entidad mítica» .... , «resultante
de
la economía al
revés, que,
queriendo ser una economía de
productores, no puede asegurar su continuidad
contra natura»,
a no ser invirtiendo la relación entre productor y consumidor,
constrifilendo a
éste, «para sobrevivir, a adaptar,
por todos los
medios, el consumo global a su producción global», haciendo así
del consumo un «solo y único receptáculo gigante» y «elástico».
Cuando ese ritmo creciente
del consumo, requerido por el
inctemento de la producción, cede y se rezaga y quedan exce­
dentes de ésta sin consumir, se recurre al Estado, instando una
mayor intervención suya en
la economía. Este, a su vez, segre­
ga «una presión fiscal delirante y una reglamentación cancerí­
gena», para reavivar la productividad, en una «economía ama­
ñada» que «deja su lugar a un mecanismo butocrático» y suple
«su vitalidad extenuada con una acumulación de aparatos de
prótesis». Como último recurso, acude a
la inflación, «el estupe­
faciente por excelencia que los Estados utilizan para enmasca­
rar la quiebra de sus injerencias en la economía». La economía así orientada «funciona en contra de
la natu­
raleza de las cosas, exige artificios cada vez más numerosos» .... ,
«se hace artificial, a su vez, en rápida cadencia» .... «Como lo
propio del objeto imaginario consiste en prestarse a todas las
combinaciones, a todos los arreglos, a todas las estructuraciones,
el economista se halla, ante él, más o menos del mismo modo
como
el técnico ante el montaje de una máquina cuyas piezas
están separadas, esparcidas. Está, pues, llamado a poner orden,
a introducir una estructura en lo que, por hipótesis, carece de
orden y de estructura. Como sea que este orden y esta estruc­ tura no resultan ya de la realidad económica,
definida por

su fi-
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LA SOCIALDEMOCRACIA
nalidad y por la naturaleza de .las cosas, no le resulta imposible,
por consiguiente, con el apoyo del poder político, imponerla desde fuera, como el plano de una máquina a sus diversos roda­
jes. El
técrúco de la economía se convierte así, con la mayor fa­
cilidad, aunque s6lo sea para verificar su sistetna, en un tec­
n6crata .... ».
4. Hace unos años, Jacques Rueff recordaba que, Goetbe,
en la segunda parte de
Fausto, escribi6 con sorprendente don
profético que la inflaci6n es y no puede ser otra cosa que una
invenci6n del demonio.
Mefist6feles, utilizando el buf6n del rey, inspira al canciller
la f6rmula «que convierta todo
mal, y hace saber a todos y cada
uno que este papal vale
mil coronas y tiene por garantía cierta
un número
indefinido de

bienes todavía escondidos bajo el sue­
lo del Imperio».
Rueff resume el relato de Goetbe y, entre paréntesis, lo va
comentando:
«Será imposible detener el papel de su vuelo; los billetes se
dispersan con la rapidez del rayo.
La oficina de los cambistas está
abierta, con alguna rebaja en verdad
(ya aparece la depreciación
monetaria). De allá va a casa del carnicero, el panadero y el
cervecero. La mitad del mundo no sueña más que en festines,
mientras que la otra se pavonea con trajes nuevos. El tejedor
teje, el sastre corta
(el pleno empleo), el vino salta en las taber­
nas a los gritos de
"¡ Viva

el Emperador!"
(las venta;as pollticas
de
la inflación)».
Pero Goetbe hace hablar al heraldo, que comenta la fiesta
y denuncia sus graves consecuencias.
« ¡C6mo

goza
la querida multitud! El que da es asaltado; llue­
ven joyas como en un sueño, y
todos quieren
tener alguna cosa.
Pero lo que cogen con tanta avidez nos
les aprovecha apenas;
los

tesoros se les
escapan enseguida.
El collar de
perlas se rom­
pe

y el pobre diablo no tiene en
fa mano más que escarabajos;
se los sacude y revolotean alrededor de su cabeza. Los otros,
eri.
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JUAN V AUET DE .GOYTISOLO
lugar de bienes sólidos, han atrapado frívolas mariposas. ¡Oh,
el bribón que promete todo y no da nada!».
Rueff comenta: « .... todo está implícito aquí: los descubrimientos técnicos,
las ventajas políticas,
.las consecuencias

sociales, no hay duda, el
poeta ha visto más claro que la mayor parte de los economistas,
ha comprendido y
.ha mostrado

claramente que la inflación era
obra del diablo, porque respetaba las apariencias y destruía
la
realidad». A este invento, que Goethe atribuye a Mefistóteles, le dio
empaque científico Keynes, mostrándolo como la piedra filosofal
del pleno empleo. Louis Salieron ha hecho notar cómo una
de las caracterís­
ticas del proceso inflacionario consiste en que
destruye y trans­
fiere para construir.
Es cierto -<:orno dice este sagaz economis­
ta- que la vida económica, como todo otro aspecto de la vida,
es siempre destrucción con vistas a la construcción} siempre es
consumo con vistas a la producci6n; pero, mientras en la vida
normal
hay un ritmo y una proporci6n, entre los aspectos des­
trucción y construcción, consumo y producción, toda proporción
queda rota y desquiciada en los períodos inflacionarios.
Naturalmente, esa mayor destrucción es una deseconomía que
fuerza una nueva, mayor, más rápida y más costosa construc­
ción, que, a su vez, acelera el ritmo inflacionario, en una arti­
culación cada vez más difícil de dominar
y, por
ello, más ten­
dente a la caída, provocando un alud. Ese desequilibrio produce, a su vez, otro desequilibrio, por
las transferencias de riquezas a que da lugar. También Salleron
lo ha subrayado.
«Las transferencias de riqueza continúan. Del pequefio al
grande.
Del más débil al más fuerte. Del individuo al grupo, y
del grupo al Estado. No hay
más que un automatismo: el de la
construcci6n de Leviatán, que sorbe la sangre y la
médula a
todas las células vivas

de todas las libertades».
«La inflación destruye el capital de los individuos, de las
familias, de las asociaciones, de las pequeñas
y medianas em-
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LA SOCIALDEMOCRACIA
presas, para construir el capital del monstruo totalitario, que,, ar­
mado
de sus ordenadores, somete y planifica, atornillando la
carne y el espíritu de la humanidad». Aquí no vamos a profundizar acerca de ese evidente influjo
de la inflación en la destrucción de las
libertades y, paradójica­
mente,
a la vez, en la hipertrofia del gran capitalismo financiero
y en el desarrollo del socialismo, ya sea en beneficio del llamado
capitalismo monopolista del Estado o de la lenta pero implaca­
ble transformación del Estado
en, capitalista único, que acapara
así todos los poderes sociales: político, económico y cultural. Rueff había señalado que
la. inflación «no sólo modifica los
caracteres de la acción gubernamental, sino que afecta profun­ damente, por lo menos en tanto no esté conttarrestado por el
desagüe monetario, al estatuto
del individuo»

....
«¿Cómo pen­
sar que el hombre pueda ser responsable de su propia suerte y
de la de los suyos si el ahorro que ha acumulado para su vejez
o para los
días malos se evapora por una evolución de precios
que no podía prever ni evitar?» .... «El hombre no asume legí­ timamente las consecuencias de sus actos más que si los elige li­
bremente, o sea, en tanto pueda ejercer efectivamente la facul­ tad de libre disposición que sus derechos le prometen». «El hombre que
ha perdido la soberanía de su destino ya no
merece ni las alegrías que le acaecen ni las penas que le afligen.
Se le puede enseñar
la moral y el derecho, incluso se le pueden
aplicar; pero por sí mismos no
podrán ser más que superviven­
cias ilegítimas de los tiempos ya acabados. Tendrán que caer forzosamente en desuso, puesto que el hombre para
el que ha­
bían sido creados habrá dejado de existir. Y, é:on ellos, desapa­
recerán todas las nociones que nuestros catecismos, nuestras mo­
rales y nuestros códigos nos habían enseñado a respetar, y que
constituían la grandeza
y la dignidad humana».
El premio Nobel,
Ellas Canetti,
había mostrado, hace ya
años, la
relación entre

masificación e inflación: «Si las piezas de
moneda
-dice--tenían

antes
algo de· la

estricta jerarquía de
una sociedad cerrada, el papel moneda actúa más bien como la
muchedumbre de una metrópoli».
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
En el fenómeno inflacionario, halla Canetti una propiedad
psicológica de
la masa que ha calificado de particularmente, im­
portante y sorprendente «el placer del crecimiento rápido e ili­
mitado».
«Engendra masificación, en cuanto produce desarraigo.
La
inflación remueve las más profundas capas sociales. Levanta nue­
vos ricos y lanza hacia cifras astronómicas a los financieros, que
van adquiriendo los bienes raíces de los que muchos más se
desprenden, unos por
necesicl,ades dimanantes

de la inflación,
otros por
el señuelo que les produce la oferta de cifras que les
parecen asombrosas, pero que al derretirse con la desvaloriza­ ción les confundirán en la masa de desheredados. Nunca¡ como
en períodos de inflación, se rompen las relaciones afectivas en­
tre
el hombre y las cosas, incluso las de afección familiar, tal vez
secular. Pocas circunstancias provocan mayor trasiego de pobla­
ción desde los lugares donde se hallaban arraigadas hacia las
grandes urbes

en crecimiento, donde incrementarán las
muche­
dumbres

....
».
Canetti trata de profundizar más en el aspecto psicológico:
«Tal vez se vacile en atribuir al dinero, cuyo valor es fijado ar­
bitrariamente por los hombres, efectos
generadores de

las ma­
sas que sobrepasan en mucho su propio desrino y que tienen algo
de absurdo y de definitivamente humillante». Con la inflación, el individuo
«ha perdido

su solidez y sus límites; es diferente en
cada instante. Ya no es como una persona; ya carece de todo
especie de dureza. Tiene cada vez menos valor» .... «Se puede
observar en la
inflación una algarabía de

devaluación, en la cual
los hombres y la unidad monetaria se confunden del modo más extraño. Son intercambiables» ....
, «y

todos juntos están
entre­
gados

a ese mal dinero, y todos juntos también se sienten, como
él, sin valor». 5. En la economía al revés,
inflación-masa-totalitarismo, for­
man

una cádena, que parece Ímposible de romper, pues se en­
trecruzan
foi-mándo un

verdadero nudo gordiano.
Como, prosigue De Corte, su
anterior razonamiento:

La so-
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LA SOCIALDEMOCRACIA
ciedad «sustraída a la ley de la finalidad», crea el «cáncer mor­tal», del crecimiento desmesurado del sector
«terciario»; que:
«moviliza a

su servicio todo el dinamismo económico de la na­
ción y subvierte su sentido: La finalidad de la economía es
acep­
tada desde su fuente e introducida en canalizaciones que usan el
poder para nutrir, consolidar y extender la tecnocracia». La tecnocracia es una pieza
fundamental en

el camino que
conduce al totalitarismo. Albert Speer lo
ha confesado: « .... en
aquella triste época [de la Alemania nazi],
además de

la depra­
vación humana, entró por
vez primera

en la historia un factor
que distinguía a aquel régimen despótico de todos los que le habían preoedido, un factor que
en el futuro debía adquirir aún
una mayor importancia». Lo reconoce en su calidad «de máximo
representante de una tecnocracia
que, irreflexivamente, había uti­
lizado en contra de la Humanidad todos los medios a su alcan­
ce»: «Las dictaduras de otros tiempos
precisaban de

hombres de
grandes cualidades, incluso en los puestos de mando inferiores,
hombres que supieran pensar y actuar por su propia cuenta.
El
sistema autoritario de la época de la técnica puede prescindir de
ellos; sólo ya los medios de telecomunicaciones permiten meca­ nizar el trabajo del mando inferior ....
».
«Pensé --dice--en las consecuencias que en el futuro po­
dría tener
el poder pol!tico ilimitado, asistido y, a su vez, do­
minado por la
técnica».
La

tecnocracia presupone
una concepción ideológica que ad­
mite la
mecanización social, que estima debe ser dirigida cen­
tralmente por unos cerebros capaces de ordenarla e impulsarla
del modo más perfecto.
La definición de esta perspectiva ideológica puede teñirse de
muy diversas coloraciones
ideológico-pol!ticas; pero
tiene como
básico un idealismo racionalista cuantificador y operativo.
La racionalización es, pues el dato común, la característica
fundamental, base de la operatividad que trata de realizarse me­
diante las técnicas
más progresivas.
Y

esta
operatividad técnica constituye también otro dato
común.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
Esa tecnocracia opera la política que podemos denominar de­
mocrática-social -aunque no sean
partidos socialdemócratas
los
que gobiernen-, valiéndose de los siguientes medios:
- la planificación centralizada y tecnocrática de la que nos
hemos ocupado especialmente en otras ocasiones;
- la creación de empresas mixtas estatales y capitalistas;
- la asunción por
el Estado de ciertas empresas de servi-
cios con precios políticos que se financian, en parte, con los im­
puestos;
- una creciente organización de la seguridad social, cada
vez de
mayor volumen;
- el desarrollo del crédito estatal hasta conseguit su domi­
nación o, por
lo menos, su «control» por el Estado;
- el absoluto «control» de importaciones y exportaciones;
- una política fiscal implacable, que se autojustifica asig-
-
nándole una

función redistributiva de las rentas, por una parre,
y de estímulos¡ de otra, con
la finalidad de influir en la econo­
núa y dirigir la afluencia de capitales a determinados sectores;
- una inflación, a la cual se trata
de contrarrestarle sus
efectos con muy diversas medidas económicas-y fiscales que, a
su vez, acrecientan, cada vez más, el intervencionismo estatal;
-el_ dominio directo de la enseñanza, arguyendo la finali­
dad de igualar todas las oportunidades, y
el indirecto de los
grandes medios informativos.
La superfiscalídad es
el instrumento que alimenta esta or­
ganización socialdemocrática. Pero esa superfiscalidad
----<:uyo ob­
jetivo

teórico es
el reparto. más equitativo de los recursos de la
nación-, ha

observado
Giistave Thibon

que conduce parale­
lamente:
- a
la proliferación de una burocracia parasitaria;
- a la evasión de los capitales;
- y al fraude fiscal.
· Factores negativos de los que son las primeras víctimas los
ciudadanos más indefensos.
154
Fundaci\363n Speiro

LA SOCIALDEMOCRACIA
6. El denominado modelo sueco ha sido considerando el
más acabado de socialdemocracia.· Y a hace años hemos
venido
repitiendo

las principales observaciones hechas a ese sistema que
produce:
-Una

emigración de las élites, que tratan de buscar for­
tuna en el
extranjero.
-
Grandes dificultades para las pequeñas empresas, mien­
tras el capital sigue concentrándose. Jean Parent
escribía que
en

Suecia el capitalismo privado se halla más concentrado que
en parte
alguna y

que domina absolutamente la esfera de la
producción. Como podemos leer en Le Monde Diplomatique de
septiembre de 1981, Gunnar Nilson,
dirigente de

la
muy pode­
rosa

LO (
Confederación General

Sueca
del Trabajo), declara
que se asiste a «una concentraci6n
sin precedentes del poder
económico

en Suecia» y que, en el
fondo, en «cuarenta y cuatro
años, la socialdemocracia no hizo más que administrar la
socie­
dad capitalista»;
pues,

a pesar de tener uno de
los niveles
de
vida más elevados del mundo, importantes derechos sociales y sindicales y una
escala de

salarios reducida
de uno a cinco, des­
pués de

deducir
los impuestos, la economía está casi enteramen­
te controlada por dos grandes bancos y
unos veinte
grupos
transnacionales .... Y Anthony
Benn señala que si en 1950 las
cien empresas mayores aseguraban el 20
% de la producción
nacional, en 1973 totalizaron el 46 % y en 1980 el 66
% ....
-La creación de más puestos de trabajo fuera de Suecia
que en

ella, hasta el punto de
haberse transferido
buena parte
de su producción textil a
Finlandia, Portugal,

Yugoeslavia .... ,
facilitándolo el hecho de que los beneficios de los grandes gru­
pos capitalistas suecos se realizaran principalmente en el extran­
.jero. Así

se deteriora la balanza de pagos,
y se produce una
hemorragia de divisas.
-El

constante incremento del fraude fiscal, pese a
las me­
didas
cada vez más draconianas para perseguirlo; y la elevación
de
los impuestos indirectos
dada la proximidad del techo de los
impuestos directos.
-Sobre todo, la progresiva disminución· del estímulo para
155
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLET DE GOYTISOLO
la iniciativa. Es éste, tal vez, el erecto, más grave al provocar
«la pérdida del gusto por la iniciativa y por la libertad». Ya lo
había profetizado Tocqueville:. «los hombres toman
gusto a su
estado de dependencia». El peso de
la imposición, como dice Pa­
rent, es cada vez más
insopottable y
destruye
poco a poco
los incentivos para el crecimiento .... , mientras «la evolución es­
pontánea vuelve a
crear desigualdades».
Pero

el testimonio más
extremecedor de
los resultados de
la
socialdemocracia sueca lo constituye el libro del. periodista in­
glés Roland Huntford, que lleva el
expresivo título
de
El nuevo
totalitarismo: el para/so
sueco,, en el cual leemos que práctica­
mente
«cuatro o

cinco
familias dominan
la vida ecónomica del
país». Supercapitalistas que1 a su vez, .se entienden con los di­
rigentes

de un supersindicalismo, resultando un acuerdo de po­
der que, por medio de una burocracia extendida por doquier, asegura una
dirección tecnocrárica de la producción de gran
eficacia. Así, el partido
sociafuta,. que

detenta el
'¡,oder político,
gobierna,

por el crédito y los impuestos, el uso de los capitales.
El socialismo distributivo
del-consumo vive parasitario del
gran capitalismo de producción que, a cambio, se beneficia de
una situación de monopolio que le libera de
toda posible
com­
perencia de

nuevas empresas; pues éstas resultan .imposibilita­
das por el peso fiscal y de los gravámenes sociales. Según el autor, los suecos «han aceptado un grado de con­
trol estatal aún desconocido en la mayor parte de los
países
occidentales;

a cambio de la sexualidad se han dejado someter
por sus dirigentes; han convertido en una
virtud el

conformis­
mo necesario para el buen funcionamiento de su sociedad». Pero,
los suecos «no son totalmente felices» según las encuestas, que
han mostrado «que numerosos suecos · no estaban de acuerdo
con su entorno y que el 25
% de la población había recibido
tratamiento
psiquiátrico». Entre
ellos, «la fraternidad humana
puede decitse que es desconocida. Cada sueco es, ante todo, un
consumidor y, como se deja influir fácilmente en sus gustos,
constituye una

preciosa materia prima para la economía».
En los per6dicos se
ha podido leer esta afirniación: «En
156
Fundaci\363n Speiro

LA SOCIALDEMOCRACIA
Suecia, la burocracia es como un cáncer galopante que puede
atacar
y ofender a todos y a cada uno». Es una frase de la car­
ta que, por medio del
diario «E:xpres,en» de la capital sueca,
lngmar Bergman dirigió a sus compatriotas antes de abandonar
el
país, en calidad de exiliado voluntario, como protesta por el
trato
fiscal a que le sometían los funcionarios de Hacienda, que
le acusaban de haber cometido fraude
fiscal en su declatación
de impuestos. Según una de
las crónicas que han referido este episodio, el
sistema sueco de impuestos progresivos es
tan duro ( como tam­
bién lo son el noruego y el danés), «que una de las mayores des­
gracias que puede tener

un individuo es haber nacido con inteli­
gencia superior a la normal y usarla para ganar dinero. El ejem­
plo de Bergman ha
sido seguido por Bibi Anderson, Max von
Sydow e
Ingrid Thulin,

todos ellos conocidos colaboradores de
Ingmar Bergman». «Se pueden también
añadir a

la lista de emi­
grados al famoso jugador de tenis Vijorn Borg y a la conocida
autora de novelas infantiles, Astrid Lindgren».
7. Hoy, varios años después, tras la derrota electoral de los
socialdemócratas en
Suecia y de los laboristas en Gran Bretaña,
el triunfo de Mitterrand sobre Giscard
d'Estaing, en
Francia, y
la crisis que se debate 'por doquier, se propone, incluso dentro
de las izquierdas, una amplia revisión de posiciones. El núme­ ro de septiembre de 1981 de
Le Monde Diplomatique nos ofre­
ce un interesante «dossier» a este respecto.
Nos limitaremos aquí a tomar algunos datos de los más sa­
lientes:
-No

sólo en los países gobernados por las socialdemocra­
cias sino incluso en aquellos en que domina el liberalimo eco­ nómico y
el capitalismo avanzado, se advierten: la estagnación
de
las clases medias independientes, paralela a su rápida sustitu­
ción por clases medias asalariadas, naturalmente con menos in­
dependencia; la formación de complejos sistemas de prestaciones
sociales; una extensión sin precedentes
de las intervenciones es­
tatales en la vida cotidiana (vivienda, urbanismo, transportes,
157
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLET DE GOYTISOLO
educación, distracción, etc.); una regu'lación más extremada de
numerosas actividades (circulación, construcción, control de
ca­
lidad

de los productos).
-Fracaso

de las políticas keynesianas clásicas.
-Crisis

en la década
del 70 que plantea con nuevas agu-
deza el problema de la lucha contra la
inflación (
Gerhard
Leit­
hauser

).
-Degradación,

en
Austria, en
la relación entre Estado, sin­
dicatos y empresas nacionalizadas y privadas,
«de las fronteras
entre
interés público

e intereses personales, de
ahí la cascada de
escándalos que han empañado la reputación de la socialdemo­
cracia austriaca»
(Leithauser).
-
En

Suecia, interclasismo tecnocrático acelerado (
Christi­
ne-Buci-Glucksmann).

Derrota electoral de los socialdemócratas
(Jean Marie
Vincent); si

bien la coalición centro-derecha conti­
núa la labor de los socialdemócratas
(Leithauser).
Y

nueva conflictividad
obr= en

el gran conflicto sueco de
la primavera de 1980. Creciente déficit del presupuesto de
Es­
tado

( 11 % P. N. B.)
y el de la balanza de pagos (20.000 mi­
llones de coronas, en 1981), con una inflación del 13 %, «ya
qne no es hora de reformas sociales, sino de un programa de
austeridad» ( Ch. Buci-Glucksmann).
-En

Gran Bretaña, hemonagia de votos del partido
labo­
rista,

que lleva a su crisis de identidad con la escisión socialde­
mócrata y a una
oposición a

los reajustes keynesianos ( Ch. Buci­
Glucksmann).
-Añadamos

que, en Francia, el grupo
socialista CERES
propugna

una revisión en teneno totalmente diferente: trans­
ferencia al
máximo de

funciones a las entidades locales y regio­
nales, introducción de
la democracia directa en asamblea de ba­
nio y de trabajadores en las empresas y de toda clase de aso­
ciaciones. Cierto que este sistema recuerda el modelo prerevolu­
cionario de los soviets y que la descentralización trata de dar
mayor fuerza
1>l partido

en todos los ámbitos sociales.
Ahora bien, ante esta
situación, la

Internacional Socialista
practica una fuga hacia adelante. Del
compromiso sodaldem6-
15B
Fundaci\363n Speiro

LA SOCIALDEMOCRACIA
cratt1, iniciado a escala nacional después de la segunda guerra
mundial en los países
desarrollados, pretende
pasar a un
llt!evo
compromiso

a escala planetaria,
abar países del tercer
mundo, para implantar un
nuevo orden internacional -Y otro re­
parto de riquezas.
Lo que sólo se estima realizable en una eco­
nomía de expansión por un
keynesianismo a escala mundial,
como
subraya
Michel Beaud.

De
ahí el interés de los socialdemócratas
por el tercer mundo. El XIII Congreso de la Internacional Socialista, celebrado en
Ginebra, en

1976, apunta
AHredo G.
A. Valladao,
significó el
viraje tercermundista de los dirigentes socialistas europeos,. de
acuerdo con el sueño de Willy Brandt de internacionalizar la
Internacional,
tratando de imprimir a la Internacional Socialista
una dirección más independiente de las grandes potencias, apar­
tándose de las tensiones
Este-Oeste para

enfocar los problemas
del Tercer Mundo. Como dice Jean Rony, del libro
La sociol­
democratie

et l'
avenir, escrito en colaboración por Willy Brandt,
Olof
Palme y

Bruno
Kreisky, se
desprende una clara convicción
de la
legitimidad absoluta

de la socialdemocracia europea para
hablar en nombre de todo el
movimiento obrero.
As!

se nota una colisión entre la ideología económica del
movimiento socialdemócrata y una toma de posición pol!tica en
la estrategia internacional, que combina
--al decir de Christine
Buci-Gluskmann- un socialismo postkeynesiano, una no
alinea­
ción

con los bloques en el aspecto
militar, el

rechazo de una di­
visión de trabajo entre el Norte
y el Sur, la construcción de un
bloque socialdemocrático
pluralista y unas opciones autogestio­
narias.
Por otra parte, esa nueva estrategia se sitúa dentro de la
técnica de la guerra de movimientos que tiene como envite cen­
tral la conquista del poder pol!tico, según advierte Kostas Ver­
gopoulos.
8. Es dificil, por muchos que sean, en
definitiva, los

fra­
casos de la socialdemocracia,
terminar con

las ilusiones y apeten­
cias que la sostienen, si no se cambia la mentalidad básica que
159
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOL{)
la alimenta: el consumismo y el apetito de bienestar material sin
responsabilidad. Recientemente, Gustave Thibon, en su artículo «La politi­
que du boneur», ha escrito en Itineraires:
« .... Sabemos, desde siempre, que César se asemeja al dia­
blo en
la medida
en que juega a ser Dios. El mejor gobierno es
aquel en que el poder se limita a asegurar el orden
y la justicia
dentro,
y la paz fuera; y, en que, por lo demás, deja a los indi­
viduos
y los cuerpos intermedios el cuidado de organizar su
propio destino.
Es el que controla y arbitra las libertades, sin
absorberlas.
»Por el contrario, el poder colectivista es el peor de todos,
ya que extiende sus tentáculos en todas las direcciones
y acaba
por reabsorber la nación en el Estado.
,. Y

es aquí donde tropieza la idolatría de la política. Los
ciudadaoos se habitúan, cada vez
más, a

esperarlo todo del Es­
tado. Pero éste no tiene siquiera el recurso de la más bella hija
del mundo, que puede, por lo menos, dar lo que
dla tiene,

mien­
tras el Estado
nada. tiene

por sí mismo y no puede
dar sino lo
que
él quita. Sí se quiere recibir de él, es preciso consentir en
abandonarse totalmente a su providencia alienante, hasta el día
en que se da cuenta, ¡demasiado tarde!, que si él nada puede
hacer por nuestra fdícidad, puede hacerlo casi todo contra la
primera condición de esa fdícidad: nuestra libertad».
También, en el número 256, de
Itineraires (septiembre-oc­
tubre de 1981), Salieron, en su artículo «Entropíe
et negen­
tropíe dans la politique», trae estas dos palabras de la termodi­
námica
para iluminar

la situación social.
«La entropía
--- estado o el movimiento o el estado potencial de toda realidad
que va hacia su destrucción.
La negentropfa designa el estado
o el movimiento contrario, es decir, la resistencia a esa· marcha
hacia la destrucción».
Y,

prosigue:
«¿Cómo las nociones de entropía y negentropía se acomodan
para esclarecer los hechos sociales? En esto: en que permiten
160
Fundaci\363n Speiro

LA SOCIALDEMOCRACIA
significar las tendencias concurrentes a la muerte de los grupos
sociales
y, a la inversa, las tendencias concurrentes para mante­
nerlas vivas o para curarlas de un
mal mortal.
»Las familias, las
ciudades, las .naciones, las civilizaciones,'
las religiones, son

mortales, ¿Qué es lo que las impulsa a la
muerte?
y ¿qué es lo que las hace crecer, florecer o las reanima
en los momentos
en. que
parecen avocadas a su pérdida? ¿A qué
leyes, si es que existen, obed~ su nacimiento, su vida y su
muerte?».
Ahora bien, prosigue Salieron, con una impresionante cita
de Valery:
« .... El individuo busca una época totalmente agradable, don­
de
él sea lo más libre posible y esté protegido al máximo. Y la
encuentra hacia el comienzo del fin de
todo sistema
social. En­
tonces reina un momento delicioso entre el orden y el desorden.
Todo el bien posible que procura el equilibrio de los poderes
y de
los deberes,

se
hll lógrado. Es entonces cuando se puede
gozar de los primeros relajamientos
del sistema.
Las institucio­
nes todavía se mantienen, son grandes e imponentes. Pero, sin que nada visible sea alterado en
ellas, no \ienen apenas

más que
bella presencia ( .... ). El cuerpo social pierde dulcemente su ma­
ñana. Es
la hora del goce y del consumo general».
Y concluye Salieron:
«Ahí estamos. Ese momento delicioso tiene un nombre, socia­
lismo.
El socialisimo no es sino la fina punta de la democracia,
es la íntima combinaci6n de la mz6n y de la utopía, del progre­
so indefinido y de la igualdad absoluta, del
materialismo con­
creto

y del espiritualismo· etéreo. En síntesis: la entropía».
9. Voy a concluir, como lo hice hace unos
años, aquí, tam­
bién, entre vosotros, examinando el mismo tema de las demo­
cracias sociales o social-democracias. Roland Huntfort,
al terminar de exponer la experiencia sue­
ca, advertía que ésta plantea una indeclinable alternativa entre
la
perfeccl6n tecnol6gica y la libertad personal.
Esa experiencia nos es
presentada como
modelo, en un mo-
161
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOW
mento en que estamos viviendo una política de bien físico míen-.
tras
es olvidada la política del bien moral. Se trata de un nuevo.
enfoque del bien común que ha traído esa alteración de los fines
de la política, y que
ha deparado los antes denunciados «libe­
ralismos

de las costumbres», «ditigismo de la producción» y
«socialización de la
distribución»,
Consiste,

ni
más ni

menos, en el olvido del que el bien mo­
ral es la parte más importante del bien común, por el cual debe
velar el orden político.
Para percatarnos de esa transposición
nada mejor que releer
algo de lo que, al
respecto, ha

escrito el profesor Leopoldo
Eulo­
gio

Palacios, recientemente fallecido.
«El bien físico no es el único bien posible,
y no es ni siquie­
ra el mejor, según averiguamos al compararlo con el bien moral.
Los bienes físicos son siempre menos importantes que los
bie­
nes

morales, aunque
la aceptación de una verdad tan trivial
cause desagrado a nuestra imperfección. Bienes físicos son
la
hartura, la salud, la paz, la libertad, que nos permiten vivir
exentos de hambre,
enfermedad, guerra
o cautivierio. Y, siendo
bienes indudables
y preciosos, con todo son menos importantes
que otros, como
la justicia, la caridad, la paciencia, la templan­
za, con que combatimos
la injusticia, el egoísmo, la tristeza, la
sensualidad».
Hoy, sigue L.
E. Palacios: «los taumaturgos de nuestra era
se han dado a construir
y fabricar maravillas, porque el destino
del hombre occidental
ha sido elaborar la más prodigiosa dvi­
lización

material que vieran los siglos. Con todo eso, algo se
rebela
y protesta en nuestro interior cuando topamos con perso­
nas que ponen todo su orgullo en los adelantos de
la civiliza­
ción material, que han sido compatibles con asesinatos en masa
y con torturas indecibles, y que no han· mejorado. en nada la
empedernida vileza del ser humano. La distinción entre el bien
físico y el bien moral, desvaneciendo el
engaño nacido
de
la
confusión que entraña la palabra "bien", permite dar ·la pri­
macía a los valores morales
y deja entrever la razón de que el
162
Fundaci\363n Speiro

LA SOCIAWEMOCRACIA
político moderno pueda, a veces, construir y edificar mucho sin
que su acción sea
nada edificante».
Estas consideraciones nos recuerdan aquel fragmento del diá­
logo
Gorgias, en que Platón nos relata la réplica de Sócrates a
Calícrates, cuando

éste exaltaba a
Temístodes, Cimón y· Peri­
cles: «Ellos hicieron grande al Estado, dicen los atenienses; pero
no ven que este engrandecimiento no es más que una hinchazón,
un tumor lleno de podredumbre; porque
de· una

manera desca­
bellada estos antiguos políticos han llenado la ciudad de puer­
tos, arsenales, murallas, tributos y otras naderías semejantes, sin
alcanzar la templanza ni la justicia».
163
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