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Número 287-288

Serie XXIX

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Ocultismo y Fe Católica: los principales temas gnósticos

OCULTISMO Y FE CATOLICA: LOS PRINCIPALES
TEMAS GNOSTICOS
(*)
POR
JHAN V AQUIIÍ
Empezaremos nuestro razonamiento por una constatación que
todo el mundo puede hacer:
la abundancia actual, y relativamen­
te reciente, de literatura antaño llamada ocultista
y que hoy se
denomina indiferentemente esotérica o gnóstica. Esta abundan­
cia,
que. alcanza enormes proporciones, supone una gran cantidad
de escritores gnósticos que la alimentan, y también una conside­
rable clientela de lectores que
la toman como pasto. Se puede ha­
blar de un fenómeno cultural del que es normal ocuparse, por
no decir preocuparse.
El esoterismo es el nuevo nombre que se da al ocultismo.
Las dos palabras están construidas sobre el mismo modelo: «eso­
térico» viene de un radical griego que significa «interior», y
«oculto» se deriva de un verbo latino que significa «esconder».
Las ciencias ocultas o esotéricas son ciencias reservadas en prin­
cipio a los iniciados. La corriente de pensamiento
-de la que
esta copiosa literatura
es emanación-se califica a sí misma de
neo-gnóstica o incluso simplemente de gnóstica, resaltando así
que trabaja por el resurgir moderno de la llamada gnosis histórica
que ha envenenado
los tres primeros siglos de nuestra Era ( 1 ).
(*) Este estudio es un extracto más lextenso del que el autor ha publi­
cado, en Acci6n Familiar y Escolar, Rue Rennagui.n, 31, París, 75.017-. Agrade­
cemos al autor y a Acci6n Familiar y Escolar la autorización para publicarlo
total o parcialmente.
(1) (Nota del traductor): La primitiva gnosis era una mezcla del cris­
tiánismo en auge con el paganismo en decadencia; mientras aquélla era el
epilogo del paganismo, la de nuestros días es el prologo. Por eso los gru­
pos neonazis, herederos del mayor intento contemporáneo de instituir un
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Querríamos, en el trabajo que sigue, definir los principales
temas filosóficos y religiosos que se han desarrollado, con increí­
ble volubilidad, en la literatura ocultista, esotérica
y gnóstica con­
temporánea. Esos grandes temas
se han expresado por sus autores con una
sabia confusión. Los simplificaremos en lo posible porque lo que
queremos es resaltarlos a
la atención de los lectores. No tenemos
la ambición de tabular definitivamente las cuestiones que va­
mos a evocar. Se trata solamente de esquemas reunidos en un
memorándum. En este trabajo no citaremos ninguna fuente. De­
seamos sólo falicitar
la identificación de los grandes temas gnósti­
cos en los documentos que la vida moderna
no pone ante los
ojos
(2).
Una palabra sobre la gnosis histórica.
Desde el siglo primero la Iglesia se enconttó en opos1c10n
con dos adversarios de tipo diferente: el paganismo y la gnosis.
El paganismo representa para
la Iglesia el enemigo declarado
del que está separada por una línea de demarcación precisa
y
nuevo paganismo, han incidido en su mayoría a· posiciones gnósticas. La
gnosis moderna se aprovecha del vacío que están dejando las confesiones
cristianas, y muy especialmente el catolicismo en países como Italia, Fran­
cia, España o Argentina.
(2) (N. del t.): En nuestras librerías y quioscos se da una supetabun­
dancia de literatura gnóstica, que resulta set un excelente negocio; así, li­
bros como El retorno de los bru;os, de Pauwels y Bergier; la obra Gárgorís
y Habídis, de Sánchez Dragó; los numerosos libros sobre los templarios y
varias revistas de notable tirada. Entre éstas destacan Kgrma-7, espiritista,
y, sobre todo, Más allá, dirigida por Femando Jiménez del Oso con la
colaboraci6n de
Isidro-Juan Palacios, Juan Gatcía Atienza, Femando Sán­
cbez Dragó, Vintila Hotia y Enrique de Vicente, todos ellos de latga ttayec·
toria en este campo.
El mismo libro de UMBERTO Eco, El péndulo de Foucault, es todo él
una recopilación de temas gnósticos que confirma el carácter anticatólico
del autor. Recordemos también que la Universidad Complutense, en IOs
cursos de verano de 1989, celebrados en El Escorial, dedicó un espacio a
la gnosis.
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
' sensible. Los cnstianos rechazaban sacrificar a los ídolos porque
detrás de cada uno de ellos residía y operaba un demonio. San
Pablo, el apóstol de los gentiles, es decir, de las naciones cris­
tianas, había prohibido todo comercio espiritual con los paganos,
precisamente
por este motivo: «Digo que lo que sacrifican los
gentiles, a los demonios y no a Dios sacrifican. Y no quiero yo
que vosotros tengáis parte con los demonios.
No podéis beber el
cáliz del Sefior y el cáliz de los demonios.
No podéis tener parte
en la mesa del Sefior y en la mesa de los demonios» (I Cor. X,
20-21).
La incompatibilidad de las dos religiones, cristiana y pagana,
era clara y reconocida
por los dos campos. Conducía a una gue­
rra abierta. Los cristianos negaban los honores divinos a los ído­
los y los paganos se esforzaban
por medios físicos por extirpar
la nueva religión.
Los gnósticos maniobraban
de modo muy distinto. No re­
chazaban absolutamente
el cristianismo, en el que, por el contra­
rio,
admitían ciertas aportaciones originales. Pretendían sólo com­
binar esas nuevas aportaciones con el viejo politeísmo y con la
fi­
losofía de los paganos para construir una religión sincrética. La
síntesis que elaboraban
presentaba ciertas variantes, porque cada
escuela gnóstica se beneficiaba de deudas con
el cristianismo más
o menos importantes. Lo que variaba
de una escuela a otra era
la composición
de la mezcla. Pero el principio de síntesis pagano­
cristiana queda como característica común a todas las escuelas
gnósticas de los tres primeros siglos.
Hubo, pese a todo, guerra entre la gnosis y la Iglesia, por­
que ésta quiso preservar la pureza de su doctrina y repudió toda
idea
de compromiso. Sin embargo, la guerra que los gnósticos
quisieron mantener contra
la Iglesia no fue física sino doctri­
nal (3); no existía la frontera visible de los ídolos. La gnosis
fo-
(3) (N. del t.): En nuestro tiempo si se ha dado la agresión ffsica.
La masonerla es uno de los grupos gnóstlcos; varios grupos masónicos si­
túan en el centro de su emblema una «G», inicial de gnosis, entre el car­
tabón y el compás. Entre los incitadores al asalto de reottos religiosos en
España en los siglos XIX y xx se encuentran grupos gnósticos y masones.
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mentó contra la Iglesia una infinidad de herejías; es la madre
de las herejías.
Esta primera gnosis, llamada histórica,
ha desaparecido to·
talmente.
Ha dejado sólo algunas trazas librescas que debieron
esperar la época del humanismo para ser exhumadas y reanimadas.
La gnosis modernas.
La gnosis moderna opera exactamente lo mismo que la anú­
gua. No combate a
la Iglesia de frente. No desea su abolición.
Sólo desea subordinársela. Trabaja sobre una síntesis del cristia­
nismo con todas las demás confesiones, incluso
las más alejadas,
para lograr una religión universal (4). Hoy, como antaño, los
gnósúcos (o neo-gnósúcos) elaboran versiones disúntas de la
gnosis según
la proporción de elementos que entran dentro de la
síntesis; unos, por ejemplo, resa:ltan las aportaciones del hinduís­
mo; otros las del Islam; otros, incluso,
las de la cábala.
Otros enseñan, con elegancia
y autoridad, una gnosis extre­
madamente próxima al crisúanismo, hasta el extremo de poder
presentarla, con cierta verosimilitud, como compaúble con el
crisúanismo
más tradicional. Los elementos gnósúcos que apor­
tan
están tan bien sumergidos en la terminología crisúana, sus
ángulos tan bien limados, que su heterogeneidad es difícil de
percibir. Y, sin embargo,
allí se encuentran tales elementos gnós­
úcos dentro de la combinación, sin poder dejar de producir los
frutos que generan los errores de la doctrina.
(4) (N. del t.): La teligión universal sin dogmas es uno de los obje­
tivos
de la masonet!a. Hay que advettit que los grupos gnósticos y ma­
sones han recibido desde finales de los afios setenta la consigna de bas­
culat hacia la derecha, e incluso a la extrema derecha. Un caso célebre es el
de
la logia italiana «Propaganda-2» (P-2), cuyo Gran Maestre, Licio Gelli,
luch6 en España con los camisas negras y colaboró ton las SS nazis en
tiempos de la República .fascista de Saló.
Posteriormente afiliado a la masonería no dejó de estar implicado en
actos de subversión contra la actual República. El juez que le investigaba,
Occorsio, fue asesinado por el terrorista Concutelli, del grupo neofascista
«Ordine
Nuevo•.
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Esos doctrinarios, medio cristianos, medio gnósticos, dan a
su empresa
el nombre de esoterismo cristiano. Nuestro trabajo
va a consistir en proyectar sobre esos cuerpos
extraños gnósticos
la luz de la fe para identificarlos, aislarlos y definirlos como tales.
Y ello a fin de evitar a
los católicos sinceros que se abuse de
ellos.
Las definiciones de la gnosis.
La gnosis no ha sido definida del mismo modo por sus ami­
gos y por sus enemigos.
Los esotero-ocultistas le dan tradicionalmente la doble defi­
nición de «ciencia»
y de «conocimiento».
La gnosis, nos dicen, es una ciencia. Es la ciencia de las co­
sas divinas. Es una especulación de la inteligencia que asocia la
teología y la metafísica
y que tiende a dilucidar los misterios
divinos. El gnóstico no contempla los misterios: tiene la ambi­
ción de aclararlos, de explicarlos. En eso
es en lo que es «sabio»
(gnóstico significa «sabio»). Pero entonces las explicaciones que
da en tal dominio son las de la simple razón humana.
En tanto
que ciencia, las gnosis pone
en práctica un verdadero racionalis­
mo religioso.
Pero la gnosis,
se nos dice, es también un conocimiento in­
tutitivo de las cosas divinas.
El gnóstico mantiene contactos per­
sonales y experimentales
con la divinidad, o con lo que él cree
la divinidad. El gnóstico es, entonces, en un análisis último, un
místico.
El gnóstico habla como un hombre que tiene revelacio­
ne. Pero digamos, a renglón seguido, que es místico, que no
sabe «discernir los espíritus» y, por consiguiente, toma las ins­
piraciones demoníacas por inspiraciones divinas.
Pero nosotros, que constatamos el sutil envenenamiento del
catolicismo al cual
se entrega, vemos esta misma gnosis bajo otro
aspecto
y la definimos como la teología de la religión univer­
sal que las congregaciones iniciáticas introducen progresivamente.
Más exactamente, para un cristiano, la gnosis aparece como un
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cristianismo invertido en el que Lucifer toma el lugar de Nues­
tro Señor Jesucristo.
¿ Puede extirparse totalmente la gnosis? Ciertamente no. Es
la cizaña en
el sembrado. Nadie impedirá nunca que en cada
generación cierto número de falsos espíritus se construyan ellos
mismos su propia religión, a fuerza de lecturas heteróclitas
y
compañías sulfurosas. Es un fenómeno de religiosidad inherente
a
la naturaleza caída y que no acabará sino con ella. Para la ge­
neración que viene hay una apasionante aventura: la de la or­
todoxia católica. Hay que hacerla triunfar. Es necesario expli­
carla
mostrando a la vez su lógica sobrenatural y su majestuoso
misterio. Aventura apasionante por dos razones: primero, por­
que la batalla será ruda,
lo que atrae a los espíritus combativos;
y, luego, porque la victoria está ganada
de antemano por la in­
comparable solidez del dogma.
Es propio a la verdad su triun­
fo. «Confiad, Yo he vencido al mundo», dijo Jesús (Jn 16, 33):
«Yo
soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6).
Exoterismo y esoterismo.
Vemos aparecer por todos s1t10S las nociones gemelas, bajo
el impulso de los escritores neo-gnósticos, de exoterismo y eso­
terismo. Esos escritores pretenden distinguir en todas las reli­
giones dos niveles de doctrinas y de prácticas, es decir, dos re­
ligiones superpuestas.
El nivel superficial y visible
es denominado exotérico. Es
el del pueblo, al que se instruye someramente de las cosas de la
religión. El exoterismo es la forma pública
y oficial de la reli­
gión; con
sus formulaciones dogmáticas, sus prácticas de culto,
sus circunscripciones territoriales, su disciplina ...
El nivel inferior, que se reserva a los iniciados, es llamado
esotérico. Es el de las explicaciones
más sutiles, que no serían
comprendidas por el gran público, pero que ofrecen a una élite
religiosa una comprensión más profunda, menos formalista, más
universal, de las instituciones oficiales. El nivel esotérico forma-
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
ría la infraestructura tradicional de cada religión, vinculándola
así a la tradición primordial (5).
Tal es
la distinción admitida actualmente en todas las escue­
las gnósticas. Y se insiste fuertemente, sin que haya ningún gé­
nero de dudas al respecto, en que la religión cristiana tiene la
misma infraestructura esotérica que
las otras religiones.
Examinemos cuál es
el fundamento de esta doble noción. La
distinción entre ensefianza exotérica y esotérica no es real sino
en las religiones vinculadas a los misterios de abaio, que son mis­
terios de tinieblas, y que por consiguiente necesitan una zona de
tinieblas para
perpetuarse. Esas religiones comportan, efectiva­
mente, un nivel inferior que debe quedar oculto, reservado a los
iniciados, a los «iluminados» que se han
afiliado a lcis misterios
inferiores. Hay un esoterismo
islámico, como hay un esoterismo
de las religiones del Irán y orientales. Y es así porque esas reli­
giones se alimentan de una mística de orden lucifético.
Pero
la distinción de esos dos niveles no es aplicable a la
religión cristiana, porque ésta se vincula a los misterios de arri­
ba, que son misterios de luz: « Yo he hablado públicamente al
mundo. Nada he enseñado en secreto».
La luz de Jesucristo no
debe ponerse bajo
el celemín sino sobre el candelabro para ilu­
minar toda
la casa. La Iglesia católica no tiene ensefianzas se­
cretas. Los sacramentos inician a los misterios de arriba; no son
prácticas de ocultismo:
se administran públicamente.
Cuando vemos a un escritor referirse a la pareja
«exotetismo­
esoterismo» tomada como base de sus razonamientos, poseemos
ya una sólida presunción de pertenencia a la gnosis moderna. Tal
exposición le permite exponer las verdades cristianas en
términos
nebulosos, ambiguos y extravagantes bajo pretexto de dar una
formulación menos rígida, menos contingente, menos «dogmá­
tica». En
esas ambigüedades y extravagancias él introducirá los
(5) (N. del t.): La revista Más allá recoge un anuncio de un grupo
gnóstico que invita a entrar «en el Sancta Sanctorum de la ciencia pura»
para aprender «la misma doctrina secreta que ensefíaron Budha, Jesús de
Nazareth, Hermes Trimegisto, Quetzalcoatl, ec., en secreto a sus discípulos».
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conceptos gnósticos tal corno vamos a verlos. Desconfiemos de
los que hablan de un esoterismo cristiano.
El hipertheos.
Los neo-gnósticos, incluso los que se presentan corno cris­
tianos ortodoxos, se sirven del «Principio supremo». Lo des­
criben corno la Super-divinidad. Algunos le dan el nombre de hi­
perheos y Ie ponen sobre lo existente. Para ellos no pertene­
ce al dominio de la esencia, puesto que le llaman «supra-esen­
cial». Este principio
supremo se encuentra totalmente indiferen­
ciado, es decir, que no comporta ninguna
determinación. Es su­
perior y anterior a las hipóstasis, es decir, a la distinción de las
Personas divinas. Es
la Virtualidad universal. Contiene todos los
posibles, tanto los manifestados
corno los no manifestados. Tras­
ciende el bien y
el rnal. En él eI bien y eI mal se equilibran.
Es evidente que esta .concepción de
la divinidad suprema no
se corresponde en absoluto con el Dios de la reiigión cristiana.
El Dios que se ha reveiado a sí mismo es, a la vez, un Dios
existente e infinito. Existe, pues dice: «Yo
soy el que soy».
«Ego sum qui sum». Y ese mismo Dios, de existencia real, es
igualmente
infinito, absoluto y omnipotente. No hay dos, uno
infinito y otro existente. No hay sino uno. Y
ahí precisamente
reside
eI misterio.
Los neo-gnósticos, siguiendo a René Guénon en el camino del
«principio
supremo», rechazan la unídad divina por encima y
por debajo
de la Trinidad, que es entonces una especie de hi­
potheos, un sub-Dios, quizá creador, pero secundario y relativo
(«diferenciado»,
tal como dicen) y, en todo caso, subordinado al
absoluto del principio supremo y a
su lógica.
La fe católica va por otro lado. La unidad y la inmensidad de
Dios no deben ser separados
de su Trinidad; no deben ser teni­
das por más esenciales que su Trinidad. Nosotros tomamos como
prueba dos textos inapelables: el texto del prefacio de la Santí­
sima Trinidad y el del Símbolo de San Atanasio.
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS-
El prefacio de la Santísima Trinidad dice: « ... un solo Dios,
un solo Señor, no en lo solo
de una única persooo, sino en la
Trinidad de una única substancia ..• , confesando la verdadera y
eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las persooos, la
unidad en
)¡¡ esencia y la igualdad en .la majestad ... ».
En cuanto al símbolo de San Atanasio, contiene las fórmulas
siguientes: «Increado
es el Padre, increado es el Hijo, increa­
do es el Espíritu Santo. Inmenso
es el Padre, inmenso es el
Hijo, inmenso es el Espíritu Santo. Eterno es el Padre, eterno
es el Hijo, eterno es el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no hay
ires personas eternas, sino una sola eterna. Ni tres increadas,
ni tres inmensas, sino una sola increada y otra sola inmensa. Y
en esta Trinidad nada hay
de anterior ni de posterior, nada de
mayor o menor».
La
unidad y la inmensidad de Dios no son mayores que su
Trinidad. Ni son anteriores. Se ve claramente que la noción mis­
ma de «principio supremo» y de hipertbeos es repudiada por esos
dos textos cuya autoridad no hay que subrayar puesto que son
litúrgicos. Atención, pues, a quienes nos vienen con
el hiper­
theos.
La manifestación.
Los escritores esotéricos no dan al universo el nombre de
«creación».
Lo llaman la manifestación. Hacen del universo una
emanación existencial del Principio supremo. Para ellos el uni­
verso no ha sido creado en
el sentido en que nosotros lo enten­
demos; es la concreción de una de las virtualidades contenidas
en
el Principio supremo. Estos autores precisan que hay, en la
«manifestación», varios estadios que son aún emanaciones unas
de otras.
Siempre según ellos,
el universo actual habría sido precedido
por otras manifestaciones numéricamente ilimitadas. Y en el
fu.
turo será seguido por otra infinidad. Cada una de esas manifesta­
ciones sucesivas describe una trayectoria entre un polo positivo
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JEAN VAQUIÉ
espiritual, de una parte, por el que viene a la existencia, y un
polo negativo material al que se dirige tras una lenta degrada­
ción. Salida
del Principio bajo una forma espiritual, cada mani­
festación es el estadio de un lento proceso de materialización.
Cuando la materialización universal alcanza el máximo se
produce una especie de explosión, de destrucción, y el ciclo
vuel­
ve a empezar. Cada universo. es así comparable a una inmensa
pulsación elemental, indefinidamente precedida y seguida
de
otras pulsaciones. Es así como vive el universo, por una sucesión
de sístoles y diástoles.
La doctrina de la Iglesia está muy alejada de esta gnosis. Y
ello, esencialmente, por dos razones:
l. El universo no ha «emanado de Dios». No es un flujo
exterior de
la substancia divina, pues entonces él mismo serla
igualmente divino, lo que vendría a ser un panteísmo. El uni­
verso ha sido creado ex nihilo; más exactamente, Dios lo ha
hecho aparecer
allí donde nada había. De modo que existe entre
el Creador y la creación
un abismo que sólo el Creador puede
franquear.
La cosmología cristiana no es «inmanentista»; es crea­
cionista.
2. Los universos no se suceden indefinidamente unos a
otros. El mundo, en el estado en que hoy lo vemos, en
el llama­
do «estado de naturaleza»,
es precario, provisional y preparato'
rio. Será ascendido a un estado definitivo llamado estado de glo­
ria muy diferente del actual. La naturaleza, aunque apta para tal
cambio, no posee en s( misma fuerza para glorificarse espontá­
neamente. La glorificación .exige un nuevo decreto divino y un
nuevo despliegue de la potencia divina que vendrán a completar
el acto creador inicial que suscitó
la salida de la nada.
En resumen: la teoría de la maniíestación es incompatible con
el cristianismo y se emparenta, se quiera o no, con el panteísmo
inmanentista. Cuando veamos aparecer
el término «manifesta­
ción» para designar
al universo, estemos vigilantes, pues no tar­
datemos
en ver surgir, unos tras otros, todos los grandes temas
gnósticos.
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
La teoría de loa ciclos.
De acuerdo con los gnósticos contemporáneos,
la «manifesta·
ción» estaría sometida a un ritmo ddico sin fin, artífice de Wlll
inmensa pulsación universal: «La inmensa arquitectura del tiem­
po, que responde a
la del espacio, aparece como un conjunto de
edificios imbricados unos en otros, correspondiéndose y respon­
diéndose en una serie indefinida de momentos perfectamente
or­
ganizados, del mismo modo que los grandes órganos emiten, no
sonidos, sino duraciones que
se funden sin confundirse en el cau­
ce de la eternidad» (Jean Biés, Pasaporte para los tiempos nue­
vos).
En la mayoría de los sistemas dclicos, la unidad de base es el
Yuga. Es una era de varios miles de años que se subdivide en
cuatro edades.
El yuga al que pertenecemos comenzó por el Sa­
tya-Yuga, que es la edad de oro. Vienen a continuación otras dos
edades,
el Trata-Yuga y el Drapara-Yuga. Al fin la era termina
en la Edad en la que estamos actualmente sumergidos, el Kali­
Yuga, que
es una edad sombría. Es la edad última de nuestra
gran era. Es una época de degradación, muy
poco espiritual, en
donde todo está desacralizado y materializado. Es la civilización
occidental moderna, con su mercantilismo, su socialismo y su
tecnicismo. El Kali-Yuga debe acabar, como todos los ciclos, por
una catástrofe
(6).
Varios yuga sucesivos forman conjuntamente una revolución
llamada Manvatara, que también tiene
forma dclica. Por su par­
te, varios manvatara consecutivos componen un ciclo global in­
menso llamado Kalpa.
¿Qué hay más allá? Las teorías ddicas
que tenemos a
la vista no lo indican. Se ve que en el conjunto
cada ciclo está formado por una serie
de subciclos. El sistema
general forma parte del eterno volver a empezar.
¿ Cuál es la posición de la doctrina católica en esta materia?
Ciertamente,
los «doctores» cristianos observan que el estado de
naturaleza comporta ciclos.
(6) (N. del t.). Rmlll GUIÍNON desarrolla en su obra La crisis del mun­
do moderno toda esta teoría. Guénon se convirtió finalmente al Islam.
Sin embargo, Lorns PAUWELS, el gnóstico que hoy dirige Le Fígaro Maga­
zine, le consideró en «El retorno de los brujos» como un soporte ideoló­
gico del neonazismo.
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IBAN VAQUIÉ
Los ciclos cronol6gicos constituyen, incluso, una de las ptin­
cipales características del estado de naturaleza. Las innumerables
constelaciones tienen sus revoluciones.
La substancia viva está
animada por pulsaciones regulares que son una de las especies
de ciclos.
Se comprende que los observadores del estado de na­
turaleza se maravillen ante esta respiración universal que, por su
parte, los doctores cristianos reconocen igualmente.
Pero los cristianos saben que la naturaleza no está hecha
para durar siempre. Y, consiguientemente, no otorgan a los
ci­
clos naturales una importancia absoluta. La vida eterna ( vita
venturi saeculi) que nos enseña la
fe es un eterno presente que
no será la reconducci6n indefinida de
la naturaleza y de sus ci­
clos. El Reino de los cielos será lo contrario de una estabiliza­
ci6n: será un reposo
y una paz en la alegría.
La referencia a la teoría de los ciclos c6smicos es uno de los
síntomas probatorios de la pertenencia a la gnosis (7).
El mundo intermediario.
Casi todos los esoteristas cóntemporáneos adoptan uno de los
postulados
más importantes del ocultismo, la existencia de un
«mundo intermediario», que estaría situado entre el mundo
fí­
sico y el espiritual. Intentemos, primero, describir el sistema; a
continuaci6n haremos la
C11tica.
El conjunto de los tres mundos forma una esfera. El mundo
espiritual ocupa el hemisferio superior
y el físico el inferior.
Entre los
dos hemisferios, al nivel del ecuador, el mundo inter­
medio adopta la forma de un disco plano de igual radio que la
esfera. Ese disco separador, pero intermediario toma caracterís­
ticas en la parte superior del mundo espiritual
y en la inferior
del físico.
Tal es, a grandes rasgos, la teoría del mundo intermediario. ,
En" esta construoci6n ideal, con apariencias de l6gica, el mun­
do intermediario sería el de las vibraciones sutiles que están fue­
ra del límite de percepción de nuestros instrumentos y a las que
(7) (N. del t.): La teoría de los ciclos cósmicos no debe ser confundi­
da con la de los ciclos históricos. As~ Oswald Spengler, por ejemplo, no
era gnóstico, sino simplemente ateo y anticatólico.
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
los ocultistas atribuyen la doble cualidad de semiespirituales y se­
mifísicas. ¿Qué ventajas encuentran los gnósticos en ese mundo
intermediario? Hay dos.
Primero,
ese mundo mixto les proporciona un punto de flu­
jo, una etapa, entre el espíritu y la materia, etapa que constituye
una
gran ventaja para los adeptos a las doctrinas inmanentistas,
siempre enemigas de
la idea de lúnites, géneros y especies.
Pero ven una segunda ventaja. Van a hacer a este mundo in­
termedio
la residencia de los demonios. Los genios elementales
de
la naturaleza física son los habitantes de ese mundo interme­
dio. En esta teoría, los demonios son entes vibratorios, mitad
es­
píritu, mitad cuerpo, que atraen a los hombres hacia lo inferior.
Tienen una tendencia «natural» a
materializar al hombre, no por
malicia (carecen de ella), sino porque
es su labor natural.
Toda
la demonología de la gnosis moderna se construye so­
bre este esquema, o sobre otros análogos. Para ella los demonios
son fuerzas naturales que tienen sobre el hombre un poder mate­
rializante. Y
se nos hace notar que son particularmente influ­
yentes
en nuestra edad sombría del Kali-Yuga.
Esta doctrina está muy alejada de
la enseñada por la Iglesia.
Las primeras palabras del Credo,
de Nicea, están precisamente
consagradas a
la cuestión de los dos universos espirituales y ma­
teriales: «Credo in unum Deum ... factorem caeli et terrae, visi­
bilium
omnium et invislbilium». Un solo Dios creador del cie­
lo y de la tierra, de todo el mundo visible y de todo lo invisible.
Lo «visible» es el mundo de los cuerpos; lo «invisible» el de los
espíritus. No hay
mundo intermediario en la doctrina católica.
Sin duda la substancia física, y la substancia biológica sobre
todo, presentan eflorescencias, radiaciones, energías que de
allí
emanan. Pero no por ser sutiles e imponderables son menos físi­
cas, y es un error presentarlas como intermedias entre el espí­
ritu y
la materia. Las vibraciones sutiles que rodean la materia
compacta serían como una ligera cabellera, pero en todo caso
material.
En cuanto a los demonios, son de naturaleza plenamente es­
piritual y no mixta. Son espíritus réprobos. No buscan materiali­
zarnos sino causarnos daño. Ciertamente entr-an en nosotros por
los sentidos corporales, pero cuando están dentro de nosotros
dialogan con nuestro espíritu y nos sugieren pensamientos desor­
denados, pues hay desórdenes del cuerpo, pero también desórde­
nes del espíritu. Y las falsas doctrinas
se encuentran entre los
desórdenes del espíritu. Desconfiemos de esas referencias gnósti­
cas a un mundo que no existe.
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IBAN VAQUIÉ ,
La sophia.
La gnosis siempre ha buscado incluir a la Madre del Verbo
en su construcción teosófica. Vayamos al fondo
de las cosas y
digamos que Lucifer no
se contenta con suplantar a Cristo, sino
que también querría hacerlo con su
Madre (

8
). La Sagrada Es­
critura nos advierte de que el «suplantador» por excelencia in­
tentará, si puede, morderle los pies. La So¡Jhia (la Sabiduría) de
los gnósticos
es la «virgen demoníaca». Es literalmente una vir­
gen necia. Es una sabiduría en locura.
Las metamorfosis de la Sophia en la gnosis moderna reque­
rirían un estudio especial muy voluminoso para este espacio; De­
bemos contentarnos con attaer la atención sobre este problema
que pasa frecuentemente desapercibido.
En
la gnosis moderna, la Sophia va a ser reemplazada por no­
ciones más abstractas. Se va a hipertrofiar el doble concepto de
«
Virgen» y de «Madre». En medio de una exuberancia lírica que
puede parecer hermosa si no se mira mucho, los neo-gnósticos
van a ampliar desmesuradamente el papel de María como esposa
del Espíritu Santo. Al tiempo van, paradójicamente, a feminizar
al Espíritu Santo. Y de modo general van a sexualizar la gene­
ración del Verbo y la procesión del Espíritu Santo.
Pero dejémoslo
aquí por el momento. Inventariar, analizar y
resumir todos los pasajes e incluso todas las obras de los moder­
nos gnósticos que se entregan a esas extrapolaciones
teológicas
requeriría un trabajo consagrado únicamente a esa cuestión.
(8) (N. del t.): Los gnósticos siempte han intentado identificar a la
Virgen Maria con deidades femeninas del viejo politeísmo y, especialmen­
te, en el caso de las llamadas « Vírgenes negras», que intentan confundir
con
Demeter, _la versi6n griega de !sis. En un artículo aparecido en la re­
vista Más allJ (núm. 11), se dice: «La Virgen de La Salette Ilota sobre las
piedtas como aquella otta Virgen de Egipto -Isis-lo hiciera ante la
pérdida de su hijo -Osiris-» (por cierto que Osiris no era hijo de Isis,
sino su esposo y hermano).
El autor, de paso, dice que «el cristianismo
cae en una vertiente herética que le acaba lanzando fuera de la Iglesia»,
al no admitir nuevas revelaciones qrie complementen a la de Cristo {El
Concilio Vaticano II dice claramente, en su parte dogmática, que no hay
que esperar otra Revelación pública antes del retorno de ·cristo).
1160
Fundaci\363n Speiro

LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
La tripartición.
La tripartición es la aplicación de la teoría del mundo inter­
mediario a
la constitución elemental del hombre. Lo mismo que
el macrocosmos, es decir, el universo, se compone de tres mun­
dos, el microcosmos, o sea, el hombre,
se compone de tres subs­
tancias. Así va a poseer sus dos hemisferios y su disco interca­
lario.
De ahí el nombre de tripartición; también se habla de la
tricotomía.
El cuerpo del hombre es el equivalente inferior del globo
cósmico; pertenece al mundo físico, y nadie lo niega.
El espíri­
tu,
al que los gnósticos llaman «pneuma», en griego, y «spiritus»,
en
latín, pertenece al hemisferio superior, es decir, espiritual;
en ello todo el mundo está de acuerdo. En cuanto al alma, que
llaman psyché, en griego, y ánima (a veces «animus»
), en la­
tín, se representa por un disco intercalario; es de naturaleza mix­
ta, pues tiene una cara espiritual' y otra corporal.
Los partidarios de esta teoría invocan a su favor todos los
pasajes de la Sagrada Escritura
en donde se trata de «ánima» y
de «spiritus», pasajes que son numerosos. Sin entrar en el proble­
ma de la
interpretación de tales pasajes, constatamos por el mo­
mento que la teoría de la tripartición entraña graves errores de
doctrina.
El alma humana ( «animus» o «psiché» ), por su pertenencia
al mundo intermedio es, a la vez, semimaterial y semiespiritual,
ofrece un punto de salida privilegiado para
la subida de la mate­
ria hacia el espíritu y, por tanto, hacia Dios, sin solución de
continuidad. Es precisamente
en este ascenso en lo que trabajan
los alquimistas. Quieren poner
en movimiento la Transmutación
del Universo
y la del hombre en particular, tal como luego ve­
remos. Por ello los alquimistas se apoyan sólidamente en la teo­
ría de la tripartición.
Esa misma teoría es ignalmente preciosa para todos los doctri­
narios que pretenden que el hombre posee, en su naturaleza
esencial, un germen divino accidentalmente oculto en la ganga
1161
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JEAN VAQUIÉ
corp6rea. El cuerpo es material; la psiché es mixta. El pneuma
es espiritual y, por tanto, divino. El concepto de tripartición
constituye así para los gnósticos que desean hacer de todo
hom­
bre un fragmento de la «deidad», una excelente base teórica.
No
es esa en absoluto la enseñanza de la Iglesia sobre el
hombre. El magisterio siempre ha estipulado que el hombre se
compone sólo de dos elementos, un cuerpo físico y un alma es­
piritual. El Concilio de Viena ( quinto ecuménico), lo ha defini­
do así:
«Además, con la aprobación del santo Concilio, repro­
bamos como errónea y opuesta a la fe católica toda
doc­
trina y toda tesis que afirme temerariamente que la subs­
tancia del alma racional e intelectual no
es verdaderamen­
te y por
sí misma la forma del cuerpo humano, o que lo
ponga en duda; y definimos, para que todos conozcan
la
verdad de la fe pura y para cerrar la puerta a la entrada
subrepticia de todo error, que cualquiera que ose en
ade­
lante afirmar, defender Q sostener que el alma racional o
intelectual no
es por sí misma y esencialmente la forma
del cuerpo,
sea considerado como hereje».
Cuando veamos a un autor asirse a esta teoría de la
tri­
partición, podemos estar segnros de que, unas cuantas páginas
,más lejos, encontraremos salidas de su pluma otras proposicio­
nes gnósticas.
La reencarnación.
Casi todas las doctrinas esotéricas modernas co,:nportan la
creencia en
la reencarnación de las almas, y cuando no se refie­
ren a
ello explícitamente es porque lo suscriben implícitamente.
La reencarnaci6n es el nuevo nombre de la metempsicosis. Se
la llama también teoría de la migración o de la transmigraci6n de
las almas. También
se la denomina palingenesia, que etimológi­
camente significa lo mismo: «pa!ln» significa «de nuevo» y «ge­
nesia» sugiere la idea de generación y de encamación. Más ra-
1162
Fundaci\363n Speiro

,
LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
ramente se la llama reviviscencia. Todas esas denominaciones,
que no difieren sino por ínfimos matices,
son prácticamente si­
nónimas. Es, pues, posible dar una definición común: es lá doc­
trina por la que las almas humanas pasan de un cuerpo a otro.
Las almas sobreviven a los cuerpos (eso nadie lo duda), y tras
haber esperado durante un período más o menos largo y en di­
versas situaciones, según las diferentes escuelas, volverían a la
tierra para animar nuevos cuerpos en el momento de su naci­
miento.
Se sabe que es una doctrina arcaica. Pero hay que subrayar
que no
es absolutamente primitiva. Así, por ejemplo, ni los tex­
tos
más antiguos de la Biblia ni los primeros escritos védicos
(llevados a
la India por los arios) mencionan la existencia de la
teoría de la transmigración de las almas. Es verosímil que esta
concepción
naciera en la época en que el politeísmo empírico co­
menzó a sistematizarse y a crear teogonías más o menos cohe­
rentes.
Por otro lado, es difícil asignar un origen preciso a la doctri­
na de la reencarnación. Unos dicen que viene del orfismo; otros,
no sin motivo, hacen de ella una teoría egipcia. Se sabe igual­
mente que el budismo ha contribuido ampliamente a su expansión
por extremo Oriente. Por su difusión ha
cubierto todo el mun­
do, pese a
la hostilidad de ciertos filósofos (Aristóteles la criti­
caba) y
la resistencia que le opuso el cristianismo desde el prin­
cipio.
Los gnósticos de
los tres primeros siglos han enseñado la
metempsicosis bajo diversas formas. Pero el cristianismo, con el
que es incompatible, llegó a dejarla fuera completamente del
mundo occidental. Esta creencia no ha subsistido en tierras cris­
tianas sino marginalizáodose.
No ha sido profesada sino con sor­
dina por los ocultistas de todas las épocas. En el siglo XIX son
los espiritistas y los teósofos quienes comienzan a enseñarla pú­
blicamente e incluso a
hacer de ella una de las piezas maestras de
sus sistemas (9).
(9) (N. del t.): En la teosofía moderna destaca HELENA l'ETROVNA
BLAVATSKY (1831-1891) que en su obra Isis sin vela, establece el paralelis-
1163
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IBAN VAQUl:é
Nos es preciso examinar cuáles son las diferentes fases del
razonamiento reencarnacionista.
Hagamos una primera constatación. La reencarnación supo­
ne la creencia en la supervivencia del
alma tras la muerte. Ahora
bien, un examen, por rápido que
sea, nos muestra que los parti­
darios de la reencarnación lo son también, siempre, de la duali­
dad del
alma. Piensan todos, o casi todos, que el hombre posee
dos almas: un «principio cita!» (animus o psiché) engendrado
por los padres, y un «principio pensante»
(spiritus o pneuma)
que viene del
más allá.
Para
ellos el principio vital, de vocación vegetativa, muere
con el cuerpo o no le sobrevive sino poco tiempo. Mientras que
el
principio pensante tiene el don de supervivencia a largo plazo.
Las
cosas se complican con las escuelas que admiten el «doble
astral», pero, cualesquiera que sean las escuelas, hay siempre en
los reencarnacionistas un principio espiritual que sobrevive al
cuerpo. En una segunda constatación subrayaremos que la
reencar­
naci6n es invocada como base de razonamiento por todos los que
pretenden
desdramatizar la muerte.
Oímos hablar mucho de esta «desdramatizaci6n», precisamen­
te en este momento, a los que militan a favor del aborto y la
eutanasia. Tejemanejes anodinos, dicen, pues la muerte no es un
drama. La muerte constituye
s61o un cambio de estado, la ad­
quisición de un nuevo estado que presenta sus ventajas e incon­
venientes, lo mismo que el estado terrenal.
A:hora bien, nada mejor para desdramatizar la muerte que la
reencarnaci6n. En esos sistemas, efectivamente,' el alma no deja­
ría definitivamente la tierta y la naturaleza; estaría destinada a
volver para seguir
un proceso automático de sucesivas purifica­
ciones. No hay juicio particular del
alma, ni sentencia inmediata
de recompensa o castigo. ¡Fuera con esas supersticiones medie-
mo Maria, Madre de Cristo-Isis, madre de Horus-Nari, madre de Krishna.
En Espafia se distingue entre los grupos teosóficos la sociedad «Nueva
Acrópolis», introducida por los argentinos Jorge Livraga Rizzi y Delia
Steinberg de Guzm.in.
1164
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
vales! La ciencia moderna de la psicología humana nos ha vuelto
a enseñar nociones antiguas que el cristianismo había lanzado al
olvido. Y
de ahí los incontables libros sobre la supervivencia,
sobre
la transmigración de las almas y sobre sedicentes recuerdos
de nuestras anteriores vidas.
La «desdramatización» de
la muerte es uno de los casos de
aplicación
de la teoría de la reencarnación, pero veamos la arqui­
tectura· del conjunto de esta teoría.
La versión más completa da por el hinduismo. Para el hindú la existencia terrestre es un
mal, un exilio y una degradación, porque en la existencia terres­
tre
las almas individuales se han separado del alma universal de
la que han pasado a ser fracciones descentradas. Se encuentran
temporalmente «fuera de su camino», pues sólo en el alma uni­
versal
se realiza el ser perfecto, la totalidad de la esencia, la
unidad absoluta y la inefable felicidad.
Las
almas en estado individual, separadas del centro cósmi­
co, pasan al torbellino exterior llamado samsara qoe constituye la
inmensa «rueda cósmica».
Y la ley que incorpora las almas in­
dividuales a la rueda del «samsara» se llama la ley del karma.
Según la ley del «karma», toda obra realizada por el hombre
entraña consecuencias terrestres hasta el infinito, como los drcu­
los que un guijarro provoca cayendo al agua.
Las buenas accio­
nes provocan consecuencias liberadoras, y las malas, por el con­
trario, consolidan los vínculos que subordinan al hombre al «sam­
sara».
Pero el alma humana está habitada por «la sed de la existen­
cia» que
se llama trishna. De esta sed de existencia viene todo
el mal, pues atrae al alma al encadenamiento de consecuencias
de sus acciones terrestres o karma.
Entonces, ¿cómo poner fin a esta cadena de consecuencias
que vinculan
el alma a la rueda cósmica? Hay dos medios:
El primero consiste en dejar correr la serie de reencarnacio­
nes hasta que la suma de actos reprensibles operados a lo largo
de
las sucesivas vidas sea compensado por la agregación de las
buenas
acciones liberadoras.
1165
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IBAN VA(JUií!
El segundo medio es susceptible de ser utilizado en esta vida.
Consiste en abolir en
el alma la sed de existencia por una inac­
ción total y por la salida de todo pensamiento o acto volitivo. El
hombre interrumpe así la cadena de consecuencias kármicas y su
alma deja el samsara y también, consecuentemente, la eterna ne­
cesidad de revivir.
En los dos casos el alma, o más exactamente,
su parte espi­
ritual, vuelve a unirse al alma universal de la que no era sino un
fragmento descentrado. Pierde
su individualidad distinta que ha
hecho su desdicha sobre
la tierra y se funde en el nirvana o rei­
no de la unidad absoluta sin distinción individual.
Se ve que en el hinduismo la reencarnación pertenece a un
vasto mecanismo gracias al cual es el alma misma quien opera
su propia liberación.
El hinduismo ignora la Redención y no ex­
perimenta su necesidad, dado que las reencarnaciones dan lugar
a una suerte de redención automática.
Se comprende así la im­
permeabilidad del Extremo Oriente a la predicación cristiana.
Hemos visto que la metempsicosis también
se encuentra en
el Occidente mediterráneo, si bien englobada en sistemas algo di­
ferentes. Pero esos sistemas presentan en común los siguientes
rasgos:
l. La metempsicosis se funda habitualmente sobre el prin­
cipio de
preexistencia de las almas. Todos los espíritus habrían
sido creados simultáneamente, lo mismo las almas que los
ánge­
les u otros genios. El número de almas sería así fijo y no aumen­
taría. 2. A continuación las almas habrían sido proyectadas sobre
la tierra bruscamente en cuerpos carnales, tras un proceso y por
unas razones que difieren según las escuelas. Puede ser
su propio
apetito lo que les ha conducido allí, o puede haber sido una tor­
peza del «Demiurgo». En todos los
casos esta encarnación del
alma resulta algo nefasto para
el alma misma.
3.
Las almas entran así en la ronda de reencarnaciones que,
en
su. conjunto, tienen un valor expiatoria. La metempsicosis cons­
tituye un sistema de autorretribuci6n. Diluye la noción de juicio
hasta hacerla desaparecer.
1166
Fundaci\363n Speiro

LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
4. Hay que constatar que los sistemas reencarnacionistas
suponen que
el alma humana es polivalente, en cuanto que son
capaces de adaptarse a todo tipo de cuerpo.
En algunos de esos
sistemas
se reencarnan también en cuerpos de animales, plantas
o piedras.
Los autores esotéricos subrayan que la Iglesia nunca ha con­
denado explícitamente la doctrina de la reencarnaci6n. Oerta­
mente, pero hay una razón evidente: la metempsicosis ha sido
considerada por todos los escritores de
la Iglesia y por el magis­
terio como incompatible con la enseñanza común concerniente a
la composici6n del hombre. Esta incompatibilidad aparece en dos
puntos de doctrina particularmente incontestables.
Primera incompatibilidad:
la reencarnaci6n supone la pre­
existencia del alma. En la· hip6tesis reencarnacionista toda alma
humana ha animado
ya otro cuerpo en un pasado más o menos
remoto. Ahora bien,
la Iglesia cat6lica enseña la no preexisten­
cia del alma. El sínodo de Constantinopla declara en el año 543:
«Si
alguien dice o piensa que las almas de los hombres
preexisten, en el sentido de que antes eran espíritus o po­
tencias santas que, dejadas de
la contemplaci6n de Dios
se habrían vuelto hacia un estadio inferior; que por este
motivo
la caridad de Dios . se habría enfriado hacia ellas,
lo que en griego les ha hecho llamarse «almas», y que
ha­
brían sido enviadas al cuerpo para su castigo, que sea ana­
tema».
El alma es la forma substancial del cuerpo humano. Se crea
en el momento de
la concepci6n. Hay que precisar entonces que
Dios, al crear
almas sucesivamente (y no todas juntas al comien­
zo del mundo), no hace sino multiplicar la especie humana en
conformidad con la ley que El mismo impuso al
fin del sexto
día: «Creced y multiplicaos».
Segunda incompatibilidad: aparece en el momento de
la muer­
te.
La sentencia dada en el momento del juicio particular al que
cada alma
se someterá tras la muerte es ejecutoria de inmediato.
Según el segundo concilio
de Lyon (1274), las almas de los jus-
1167
Fundaci\363n Speiro

IBAN_ VAQUlÉ
tos «son recibidas inmediatamente en el cielo». Y según el con­
cilio de Florencia ( 1439), «las almas de los condenados bajan in­
mediatamente al infierno para allí sufrir penas sin igual».
En cuanto a las almas, que ni son inmediatamente escogidas,
ni inmediatamente reprobadas en el momento del juicio
particu­
lar, van al purgatorio. Ahora bien, ni el magisterio ni ningún doc­
tor jamás ha enseñado que el purgatorio consista en una migra­
ción de almas de un cuerpo a otro.
Se ve, por tanto, que el sistema de la reencarnación es do­
blemente incompatible con la ortodoxia católica.
NoTA.--Conviene
responder a una objeci6n que los gnós­
ticos oponen frecuentemente. Pretenden que el profeta Elías se
ha reencarnado en la persona de San Juan Bautista, ofreciendo
así un
caso de reencarnación registrada y certificada por la Sagra­
da Escritura.
Se trata, en realidad, de una falsa interpretación. He aquí el
texto de San Mateo:
«Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los
escribas que Ellas tiene que venir primero? El respondió:
Ellas, en verdad, está para llegar y restablecerá todo. Sin
embargo, Yo os digo: Ellas ha venido ya, y no le recono­
cieron; antes hicieron con él lo que quisieron; de la mis­
ma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte
de ellos. Entonces entendieron los discípulos que les ha­
blaba de Juan el Bautista» (Mat 17, 10-13).
Comentario del padre Fillion: «En su respuesta distingue
Jesús
dos apariciones sucesivas de Elías. Una real y personal al
fin de los tiempos; otra figurativa y ya acontecida en la persona
de San Juan Bautista».
Juan Bautista no
es, pues, una reencarnación de Elías; sólo
ha jugado un papel precursor an:tlogo al de Ellas. El Bautista es
el precursor de Jesús sufriente. Ellas, en su aparición del fin de
los tiempos será el precursor de Jesús triunfante. Es a causa
de
su papel de precursor por lo que se puede llamar a Juan Bautista
«un
Ellas».
1168
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
La iluminación~
Los escritores de las distintas escuelas gnósticas suelen dar
cuenta de un episodio particular de la psicología individual que
llaman «iluminación». El iluminado percibe, tal como el nombre
indica, una cierta conmoción cerebral acompañada de una impre­
sión luminosa
más o menos intensa y subjetiva. Pero, sobre todo,
contrae, bajo el efecto de esta pequeña conmoción,
una mentali­
dad nueva.
Tras su ilumiuación el sujeto ya no ve el mundo como antes.
Ese cambio
de óptica es duradero e incluso, frecuentemente, de­
finitivo. En ciertas escudas gnósticas se habla de la adquisición
por el iluminado de una
influenda espiritual.
¿Cuáles son las circunstancias de la iluminación? Puede ser
iniciática o espontánea. La llamada iluminación iniciática
se pro­
duce tras una ceremonia de admisión en una sociedad iniciática
(o puede que se produzca a lo largo
de la ceremonia misma). La
impresión luminosa no es siempre muy nítida; a
veces ni existe,
pero el cambio de mentalidad se percibe
casi siempre con agu­
deza. El iluminado tiene la impresión de ser otro hombre. Para
él, el mundo exterior está iluminado por otra luz.
La iluminación espontánea se llama así al producirse fuera de
toda afiliación ceremonial, en casa de los individuos que
se en­
tregan a meditaciones intensas o a una pasión intelectual prolon­
gada. Es una especie de espasmo de la inteligencia que sobrevie­
ne tras una fuerte atención o
un fuerte regocijo del espíritu. Este
fenómeno de psicología humana era conocido por los antiguos
y
le daban el nombre de «momentum intelligentiae», expresión
traducible como «instante
de comprensión», donde se puede ha­
llar la idea de mentalidad nueva.
¿ Cuál es el agente del fenómeno iluminativo? Se puede ha­
blar de dos.
O bien el contemplativo está bruscamente sometido a una
in­
fluencia demoníaca, generalmente euforizante, y ello puede pro­
ducirse tanto por iluminación iniciática como espontánea, o bien
está simplemente sometido a fuerzas mentales que vienen de
su
propio fondo; le impresionan sus propias cogitaciones que toman
forma paroxística según la intensidad
de la preparación. En ese
caso llamará a su iluminación «énstasis», para subrayar que ha
tenido
una. autoestimulación y repliegue en sí mismo y para di­
ferenciarla del «éxtasis», que tiene carácter objetivo. En la ilu­
minación por «énstasis» el espíritu se implosiona sobre s! mismo.
El término «énstasis»
es relativamente reciente.
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JEAN VAQU!f<
Preguntemos ahora a los doctores espirituales del cristianismo
acerca de la cuestión de la iluminación y del juicio que debe aca­
rrear. El verdadero iluminador del alma es el Verbo encamado;
lo es porque ha vuelto visible lo invisible. Nos ha hecho cono­
cer a Dios, al que nadie ha visto: «Quien me ve, ve al Padre».
O, recordemos: «O Oriens splendor lucis aeternae et sol jus­
titiae; venít et illumina sedentes in tenebris et umbra mortis»
( «Oh, Oriente, esplendor de
la luz eterna y sol de justicia; ven
e ilumina a los que se asientan en las tinieblas y a la sombra de
la muerte»). El cristiano es iluminado por los sacramentos, so­
bre todo por los que imprimen carácter. La liturgia de la misa,
de las «horas» y de los sacramentos nos familiariza con. esta idea
de
iluminación. En el interior de la Iglesia, por la fe del indivi­
duo
y por la gracia que posee, su alma ferviente puede alcanzar
una iluminación real,
es decir, un contacto objetivo con la luz
divina.
«Yo
soy la luz del mundo« (Jn 8, 12), dice Jesús. Los escri­
tos de los grandes místicos católicos nos informan de la ilumi­
nación que han recibido de Dios.
La alquimia.
El tema de la alquimia es muy sintomático de la pertenen­
cia a la escuela gnóstica moderna. Hay, en principio, dos alqui­
mias: la operativa y la especulativa o espiritual.
La alquimia operativa tiene por fin la transmutación de los
metales y, más particularmente, del «vil plomo» en oro. Esta
transformación complicada, larga y aleatoria
es una de las for­
mas de magia. Es indudable que pone en juego a la vez que cier­
tas fuerzas naturales poco dominables, fuerzas diabólicas.
La alquimia especulativa se dirige hacia un objeto espiritual:
no
se trata de transformar un metal sino al hombre. Es una es­
cuela de vida interior cuyo objetivo es espiritualizar el «yo» in­
dividual y elevarlo a la altura del «su» metafísico.
En otros términos,
la alquimia espiritual trabaja para hacer
salir del cascarón el germen absoluto que cada hombre encubre
en
su fondo. Este método de germinación se rodea por los al­
quimistas de un folklore especial. La «vía contemplativa» de la
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Fundaci\363n Speiro

LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
alquimia se presenta en términos de ciencia natural, de astrono­
mía o de laboratorio.
Se habla de desecación, de disolución, de
destilación, de · sublimación, de quintaesencia o incluso de zo­
díaco. El fondo del método es una mística naturalista.
La alquimia operativa y la especulativa tienen en común una
misma mentalidad:
la de la transmutación. La mentalidad alquí­
mica tiende a sublimar la naturaleza (física o humana) utilizan­
do las
fonµas de sublimación incluidas en la propia naturaleza.
Pqr ello, la literatura esotérica moderna, que adopta notable­
mente este estado de espíritu alquímico, se llena de alusiones a
la
transfiguraci6n y a la asunci6n. Todo el hombre y todo el
mundo deben ser «transfigurados»
y «asumidos». Se nos presen­
ta la operación como inminente
y como ya iniciada.
Observemos que
la mutación alquímica del universo no llama
a
la intervención divina. Es una autosublimación que queda en
el orden de la naturaleza y que el alquimista debe sólo ayudar a
acelerar por medios mágicos. Y si se refiere a Dios éste será un
Dios que actúa fuera de la Iglesia.
Se puede entonces uno pre­
guntar si
se trata del verdadero Dios.
Analicemos entonces esta mística y esta mentalidad alquími­
cas a la luz de la fe. No hay duda de que el Creador ha destina­
do la creación a ser transformada.
La Escritura nos dice que al
final de los tiempos, por un decreto que completará e incluso
irá
más allá en potencia al de la creación ex nihilo Dios hará todas
las cosas nuevas (Apocalipsis, 21-5). Ya Isaías había dicho en el
mismo sentido: «No os acordéis más de los acontecimientos pa­
sados ni consideréis más las cosas antiguas.
He aquí que yo
hago cosas nuevas (Ecce ego facio nova) y ahora surgen». Este
nuevo estado del universo
es el estado de gloria.
Ciertamente
la naturaleza tiene una aptitud para la glorifi­
cación porque las obras
de Dios se preparan unas a otras. La
naturaleza aspira a esta transformación, pero por sus propias fuer­
zas no es capaz de operarla. El decreto divino y la potencia que
pondrá en acción son indispensables para realizar el paso al
es­
tado de gloria: es Dios quien lo operará (Ecce ego).
Y
es esta necesaria actuación divina la que no quieren admi­
tit los alquimistas. Quieren «asumir»
y «transfigurar» el mundo
sin la
fe, sin la gracia y sin Dios. Quieren preceder a sus decre­
tos, lo que
es una actitud típicamente luciférica.
Estaremos atentos para no dejarnos embaucar por estas pa­
labras de «transfiguración»
y de «asunción» que la literatura gnós­
tica emplea. Pertenecen a la literatura cristiana, pero aplicándo-
1171
Fundaci\363n Speiro

JEAN VAQUIÉ
la a una pretendida expansión espontánea de la naturaleza, los al­
quimistas le dan una significación que no es cristiana y le incor­
poran razonamientos totalmente
falsos.
El Grial.
El tema del Grial, que es eminentemente caballeresco, ha
sido tratado frecuentemente por los autores esotéricos y, en es­
pecial, por aquellos que tienen pretensiones de seguro catoli­
cismo. Este tema, efectivamente,
es ideal como vehículo insensi­
ble
de ideas gnósticas haciéndolas pasar por cristianas e incluso
por
muy tradicionales. Hay que recoger este asunto desde el prin­
cipio, resumiéndolo, como es natural, para tratar de determinar
dónde acaba el cristianismo y dónde comienza la gnosis.
¿De qué trata, sumariamente, la historia del Graal? El Graal
( o Grial) de la leyenda es,
en origen, el cáliz en que la sangre
de Jesucristo, cayendo desde la cruz,
habría sido recogida por
los ángeles, confiándosela luego a José de Arimatea. Este «santo
cáliz» habría sido llevado a Europa y escondido en una serie de
misteriosos castillos de Bretaña e
Inglaterra. Los cuentos griáli­
cos relatan las peripecias de la búsqueda del Graal y su posterior
descubrimiento por un caballero sin
tacha. Tal es el entramado
cristiano de la leyenda.
A primera vista nada
más cristiano, caballeresco y edificante;
se asemeja al género consistente en bordar sobre una trama
real
unos ornamentos que resaltarían aún más la vida de un santo o
sus milagros. Es incontestable que la veneración de los instru­
mentos
de la Pasión muestra un sentimiento auténticamente re­
ligioso. A ese celo se debe el descubrimiento de la cruz por Santa
Elena,
la conservación en Roma del rótulo de la cruz, de la Santa
Túnica en Argenteuil o del Santo Sudario en Turín. Igualmente,
encontrar el Grial, ¡qué maravilloso descubrimiento! ¡Ojalá
la
leyenda fuese cierta! En resumen: nada más apacible que la le­
yenda del Grial.
Veamos ahora cómo ha entrado
la leyenda en la literatura.
Se sabe que hay toda una familia de poemas y novelas llamados
griálicos, familia que constituye lo que los historiadores
de la li­
teratura llaman
subciclo griálico que pertenece al «ciclo del rey
Arturo». Por tanto no deben incluirse entre
las obras del «ciclo
carolingio», que
es anterior, en tomo a Carlomagno y cuyas pie­
zas principales son la «Gesta de Santa Foy» y la «Canción de
Roldán».
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
¿ Por qué se hace de la famlia griálica un subciclo de la gesta
de Arturo? Porque muchos personajes de los cuentos del rey
Arturo se hallan en los del Grial, así el mismo rey Arturo, el
encantador Metlín o el caballero Lanzarote,
sin hablar de otros
de menor importancia (10).
He ahí situado el subciclo del Grial con relación a sus veci­
nos de la literatura de la Edad Media. La rama griálica se ha
desarrollado sobre el tronco artúrico rejuveneciéndolo, pero va a
explotar un tema por completo independiente: la historia del
Santo Cáliz de José de Arimatea.
¿De qué libros mágicos, con el arte confuso de nuestros
an­
tiguos novelistas, ha sido extraída la historia de este Cáliz? Con
bastante facilidad se puede reconstruir la lista.
Las fuentes griá­
licas son: el protoevangelio apócrifo de
Santiago, el seudoevan­
gelio
de Nicodemo, las Gesta Pilati, la Vindicta salvatoris, tam­
bién llamada «Historia de V espasiano» y una serie de antiguos
documentos reunidos bajo el nombre de Historia de Santa Cruz.
Ninguno de
esos documentos es canónico, y todos son apócrifos;
de entre ellos parece ser que la principal fuente es el seudo.
evangelio de Nicodemo.
Los cuentos del Grial aparecen
en dos floraciones sucesivas.
La primera conserva las bellas apariencias cristianas que el tema
impone y que
el público medieval reclama, aunque ya se encuen­
tran ciertas -extravagancias imaginativas que, ciertamente, dan
encanto literario, peto que obligan a constatar la existencia de
sobreentendidos
más o menos hetetodoxos. Los modetnos histo­
riadores
de la literatura están de acuetdo en reconocer una in­
fluencia cisterciense para la parte cristiana y una influencia cá­
tara para la heterodoxa.
Cinco autores están en los comienzos de esta
primeta flora­
ción: Robert de Boron, Chrétien de Troyes, Wauchiet de Dan­
din, Manessier y Gerbert
de Montreuil, que pettenecen al inicio
del siglo
xm. Cada uno cuenta a su modo el periplo del Grial,
tras la «busca» efectuada por
los personajes míticos y, sobre
todo típicos, para
su hallazgo. Las variantes de la historia son
(10) (N. del t.): La pellcula «Excalibur» retomaba el tema en versión
nada cristiana. Se ambienta el film con música de Wagner (tema del fune­
ral de Sigfrido) y de Catl Orff, el músico nazi autor de los «Carmina Bu­
rana», obra estrenada en Frankfurt en 1937, precisamente en el momento
de la campaña de los nazis contra los monasterios. Los «Carmina Burana»
a veces se acompafiao de la correspondiente representaci6n escénica, gene­
ralmente de carácter blasfemo.
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IBAN VAQUJé
notables, pero son constantes los héroes, que reaparecen en todas
las novelas y en todos los poemas. El
más característico es Ga­
laad, que encarna la perfección caballeresca. En cuanto a los te­
mas desarrollados por los cinco escritores de la primera floración
griálica, éstos son los principales:
-El «palacio espiritual» en que se desarrollan los aconte­
cimientos está construido en la misteriosa ciudad de
Sa­
rraz. ¿Por qué Sarraz, palabra en la que lo menos que
puede encontrarse es
el radical de sarraceno? Esta alusión
ha recibido
varias explicaciones: o bien la idea medieval
de conversión de los musulmanes, o una sorda admira­
ción hacia la cultura musulmana.
-Ceremonias más o menos eucarísticas se desarrollan en im­
precisos castillos, con cortejos impecablemente reglamen­
tados para acompañar a la lanza
de Longinos o al mis­
mo Grial, con algunas descripciones de gran belleza. Se
halla aquí el gusto de los benedictinos y cistercienses por
el ceremonial.
-Un sacerdocio espiritual que no depende de los poderes
de
San Pedro. Es un sacerdocio nuevo, conferido a José
de Arimatea por Nuestro Señor Jesucristo.
En escenas de
gran misticismo aparece un «maravilloso vaso de
oro»
que lo mismo se confunde con el Grial como se diferencia
de él. Jamás aparece clero parroquial, ni obispo ni cate­
dral, pero sí enigmáticas ermitas
más o menos iluminadas.
-Un «pequeño pueblo», nacido por «nacimiento espiritual»
escucha los vaticinios del ermitaño Nasciano e incluso a
veces asiste a visiones sobre el futuro.
-El catillo de Corbenyc es uno de. los principales teatros
de los episodios griálicos.
Se ve allí la obra de tres tipos
de caballeros:
el guerrero grosero y cruel el caballero pe­
cador arrepentido y, finalmente, el verdadero caballero sin
tacha, que
es frecuentemente el personaje de Galaad, que
llegará al
más alto grado de la vida interior: la «unión
mística».
Tales
son los temas más frecuentemente desarrollados por
los cinco primeros poetas del Grial. No hay duda de que tras un
decorado cristiano
de gran belleza se desarrolla un proceso lleno
de sobreentendidos: un sacerdocio nuevo, la posesión de un se­
creto, un pequeño pueblo escogido para rodear una entidad mis­
teriosa, alusiones reiteradas a una enseñanza secreta de Cristo y
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
la idea de que la perfección natural y racional coinciden ron el
comienzo de lo sobrenatural sin solución de continuidad.
A mediados del siglo
xm una segunda floración griálica se
inaugura por Wolfram von Eschenbach, que escribe el famoso
Parsifal; unos años más tarde le sucede Albrecht ( 1270)
ron
el «Nuevo Titurel». A partir de ahí ya no hay dudas sobre el
esoterismo del mito.
Woliram von Eschenbach se inspira aún en Chrétien de Tro­
yes, al que prorroga y en parte repite. Pero hay también otra
fuente: la obra de Kyot
el Provenzal, de tono y espíritu neta·
mente árabe; veamos qué dice de sí mismo: «Kyot, el conocido
maestro, encontró en Toledo el material de esta aventura escri­
ta en árabe». Dicho de otra forma, Woliram von Eschenbach va
a asociar la leyenda cristiana del Grial al material de un cuento
árabe.
Y a no
se trata de José de Arimatea; las nuevas aventuras van
incluso a abandonar el mundo y los personajes artúricos para
sustituirlos por
el mundo oriental y por nuevos actores. El casti­
llo de Corbenyc es sustituido por el de Montsalvat ( o monte sal­
vffiro ). El Grial mismo cambia de naturaleza, pasando a ser una
piedra hueca «poseedora
de las más maravillosas virtudes»; se
enseña incluso que esta piedra no
es sino la esmeralda que ador­
naba la diadema de Lucifer y que cayó a la tierra en el momen­
to de la caída del ángel.
El templo del Grial
ya no se encuentra en la tierra. Gerta
tonalidad cristiana queda asegurada por algunos episodios, como
por ejemplo
el descenso anual de una paloma que viene a reno­
var la hostia del nuevo Grial. En todo caso el Parsifal está ba­
ñado por una extraña atmósfera de astrología y alquimia. He ahí
la mutación acabada; el mito griálico de la segunda floración ha
pasado a ser esotérico, pero· hay que reconocer que ese esoteris­
mo estaba ya en germen en las producciones de los cinco prime­
ros poetas.
Cuando Ricardo Wagner, en
el siglo xrx, retome la llama del
Grial se inspirará en el Parsifal de Wolfram von Eschenbach,
inaugurando la
ola griálica de los tiempos modernos. Tras él una
abundante literatura griálica va a expandirse y
ya no quedarán
sino vaporosos vestigios del Cáliz
de Cristo. El Grial de la an­
tigua leyenda cristiana habrá producido dos entidades: primero,
la piedra caída del
cielo con todas las interpretaciones luciféricas
que comporta ( a fin de cuentas una piedra caída del cielo
es el
símbolo mismo de Lucifer); y luego
el cuerno de la abundancia
con todos
los comentarios que pueden hacerse sobre la reapertura
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JEAN VAQUIÉ
del nuevo paraíso terrestre. Todos estos temas se vuelven a to­
mar hoy, explotándose ampliamente por una gran cantidad de
obras, revistas, congresos y sociedades
griálicas. La obra que mar­
ca de forma más clara el punto cenital de todo este movimiento
griálico es la de Julius Evola, llamada «El mito del Graal y la
idea imperial
gibelina», título tras el que se siente el estremeci­
miento
de la ambición de un Santo Imperio Gn6stico (11).
Sea bajo la forma de la leyenda antigua o bajo la del mito mo­
derno, el Grial es uno de los temas favoritos de esos esotéricos
cristianos porque permite
el paso del cristianismo a la gnosis a
través de una serie de transiciones imperceptibles.
La gnosis universal.
Después de haber utilizado por mucho tiempo circunlocucio­
nes prudentes mientras la Iglesia les inspiraba aún
un cierto te­
mor, los escritores gnósticos se expresan hoy abiertamente. Pro­
claman que la gnosis
no es sino la teología de la futura y próxi­
ma religión universal.
La gnosis
no es sino una doctrina esotérica, cuando menos
en teoría,
es decir, una doctrina reservada a una élite por mu­
cho tiempo acantonada
en congregaciones iniciáticas que se va
aoercando a todo tipo de
círculos intelectuales y universitarios
de todo
el mundo.
Esta gnosis, aún esotérica, deja subsistir sobre ella,
en la
superficie social, a las religiones exotéricas, o sea, a las grandes
confesiones instaladas, contentándose por
el momento con unifi­
carlas insensiblemente, de modo que no hemos dejado aún la fase
del pluralismo. Pluralismo religioso que el ecumenismo conciliar
pone
. en práctica con una notable docilidad. La diversidad de las
religiones establecidas
se mantiene en tanto que la gnosis subya­
cente no llegue a unificarlas substancialmente. Ahora bien,
se
resisten a esta uniformación porque su clero, como es natural,
se apega a su papel dirigente.
(11) (N. del t.): Julius Evola era un admiradot de las SS nazis, y sus
obras son muy leídas entre los neofascistas italianos. Su influencia es pa~
tente en muchos afiliados al Movimiento Social Italiano.
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
Se requerirá, por tanto, acercarse al día de la unificaci6n fi­
nal bajo la presi6n de las sociedades gn6sticas, es decir, al esta­
blecimiento de
una religi6n sincrética. Será a través de ella, más
que por el pluralismo, por la que Lucifer proclamará públicamen­
te su triunfo. El
plur1llismo ecuménico no es sino una etapa. La
religión sincrética será la gnosis universal.
¿Cuáles van a ser los agentes del paso del pluralismo al
sin­
cretismo? Simplificaremos y enumeraremos s6lo los tres princi­
pales temas que aparecen comúnmente en la gnosis moderna.
¿ Qué conviene unificar en las diversas religiones del mundo para
fundirlas en una religi6n universal? Basta unificar la tradición, la
mística
y el simbolismo. Volvamos a tomar sucesivamente cada
uno de estos agentes de
unificaci6n (12).
(12) (N, del t.): Tema gnóstico tradicional no mencionado por el autor
es
el de los templarios, del que existe una abundante literatura gnóstica dis­
ponible. Los masones en particular y los gnósticos en general, les consideran
como uno de sus antecedentes al habérseles acusado de intentar construir
una religión sincrética de cristianismo, judaísmo e islamismo.
En el libro de GÉRARD DE SEDE, Les templiers sont parmi nous, se pre­
tende que los monasterios de la
orden templaria se distribuían fi::,rmando
figuras geométricas con sus vértices situados a cientos de kilómetros, lo que
supondría un conocimiento superior al humano. Otro tanto se ha dicho
de los
citaros, cuyos lugares de culto formarían una gigantesca estrella de
Cinco puntas, símbolo de los alquimistas y de quienes practican los ritos
satánicos.
El correspondiente imitador español es JUAN GARCÍA ATIENZA,
colaborador -c6mo no-de la revista Más allá. La pretendida distribu­
ción
geográfica formando en el mapa el símbolo de los adoradores de Sa­
tanás es ridícula. El número inmenso de centros de culto medievales en
cualquier país católico permite establecer sobre el mapa la figura geomé­
trica que a uno más le guste.
En cuanto a la parapsicología y los OVNIS.
han sido dos «ampliacio­
nes
de capital» para los gnósticos desde el punto de vista temático. El
llamado Erich von Daniken ( seudónimo rimbombante de un camarero sui­
zo de nombre y apellido franceses), de nuevo colaborador de Más allá, se
ha especializado en libros de OVNIS, paupérrimos desde el puoto de vista
cientffico, como todos los de su género, pero
que aprovechan para enla­
zar el asunto con supuestas llegadas de dioses que visitaban a los habitantes
de los
más diversos pueblos desde la aotigüedad.
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JEAN VAQUIÉ
La tradición nniversal.
Los gnósticos
se dicen depositarios de la «tradición iillnemo­
rial», que contiene, de escucharles, los fieles vestigios de la «re­
velación primordial». Tal
es una, entre otras, de las grandes
ideas
de René Guénon.
Esta revelación primordial se ha transmitido, nos dicen,
en
los colegios de iniciados que han inspirado, con mayor o menor
eficacia, las formas religiosas exotéricas de la superficie social, y
que son evidentemente diferentes de un continente a otro y de
un milenio a otro.
La tradición primordial puede entonces llevar
el nombre de
«tradición universal», porque
es ella la que se encuentra, con
más o menos fidelidad, en
el fondo esotérico de las grandes con­
fesiones establecidas ( 13 ).
Y sería en Oriente en donde la tradición universal se habría
conservado con mayor fidelidad; allí
es donde se encuentran las
formas más arcaicas, en particular, en los escritos védicos, que
son: los cuatro libros de los Vedas, los Upanisad (que son comen­
tarios de los Vedas)
y, finalmente, el Vedanta, que es una ex­
plicación metafísica y mística más tardía de los Vedas. Es, pues,
preferentemente en Oriente en donde hay que buscar la religión
universal,
pero sin descuidar el fondo esotérico y gnóstico de
las otras religiones
en donde también se halla.
Preguntémonos ahora acerca de la doctrina de la Iglesia sobre
este asunto tan importante.
El hilo de la tradición primordial ha sido milagrosamente
conservado por Abraham. La pieza maestra
de la religión anti­
gua era el anuncio de un Salvador que debía venir en «los tiem-
(13) (N. del t.): El esquema tradición universal-tradición particular de
cada religión es una reiteración del de gnosis-pistis ( conocimiento universal
anterior a todas las religiones-fe concreta de cada religi6n). De ese modo
los gnósticos se pretenden situar por ericim.a y con anterioridad a cada con­
fesión religiosa, que no sería sino la manifestación parcial de la verdad
absoluta que sólo ellos poseen.
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
pos señalados», anuncio que se ha perpetuado finalmente intacto
solamente en
el pueblo de Israel.
Los grandes jalones de esta tradición antigua son, entonces:
Adán, Noé,
Abraham y Moisés; está contenida en el Antiguo
Testamento y conduce a Nuestro Señor Jesucristo, que es su rea­
lliación al ser el Salvador anunciado.
Jesucristo procede a una nueva Revelación, consignada en
el
Nuevo Testamento y en la Tradición Apostólica.
Ante nuestros ojos aparecen en lucha
dos tradiciones; lejos
de conducir el mismo contenido nocional son antagonistas. La
una transmite sin disimulo la religión del verdadero Dios, y es
h
Tradición apostólica, en la cual la. tradición primordial está total­
mente incluida.
La otra, llamada por los neognósticos Tradición
primordial, transmite, bajo un disfraz de luz, la religión tene­
brosa que quiere ponerse en el lugar de Dios (
14 ).
La mística universal.
Para proceder a la unificación de las religiones los hom­
bres de la gnosis buscan también uniformar sus místicas, es de­
cir, sus métodos contemplativos. Veamos cómo lo hacen.
Primero, constatan (
cosa que es exacta) que el hombre está
naturalmente dotado de facultades contemplativas y que
esas fa­
cultades se aplican con una gran uniformidad. El aparato mís­
tico del hombre es el mismo, sea la religión que sea. Los gnósti­
cos parten de una constatación exacta; veamos cómo luego se
separan también de ella.
De esta uniformidad del aparato místico, concluyen que el
contenido nocional que puede extraerse
es igualmente uniforme.
Expliquémonos. Para ellos, desde
el momento en que el alma
(14) (N. del t.): El primer número de la publicación Thule, del grupo
nazi español «CEDADE», clasificaba a Guénon y Evola de «tradicionalistas»,
clasificaci6n que se hacía desde d punto de vista gn6stlco tan común a
los grupos
nazis. En la revista Graal, núm. 1, 1977), FRANc1sco ELíAs DE
TEJADA refutaba tales catalogaciones desde la visi6n católica y trad.icionalis.­
tt con un argumento definitivo: la tradici6n de la que nosotros habla­
mos está en la historia; la de Evola, fuera de ella y emplazada en un mito
indemostrable. O sea, que no es tradición.
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JBAN VAQUIÉ
se expande hacia el mundo de los espíritus, no puede sino captar
mensajes divinos. Desde que
se ejercita la facultad mística, o
sea,
de la facultad de trato con el mundo espiritual, es inútil pre­
guntarse con qué entidades se encuentra el alma en relación
efec­
tiva; no puede ser sino con el mundo divino. La gnosis, tanto la
moderna como la antigua, concluye que todas las religiones se
sustentan por la contemplación divina. Toda mística no puede
tener sino un inspirador, Dios.
A
partir de ese momento los gnósticos se dirigirán a los cris­
tianos diciendo: «Pretendéis que vuestros místicos comunican
con Dios; tenéis razón. Pero los místicos de todas las demás
re­
ligiones también comunican con Dios». Todas las religiones se
equivalen en el dominio de la contemplación. La afirmación de la
equivalencia mlstica universal es uno de los medios más seguros
de unificar las religiones.
He aquí la posición cristiana en la materia. El alma cris­
tiana
se distingue de la que no lo es. Se distingue esencialmente
por la Fe, de la que ha recibido la señal en el bautismo. A partir
de ese momento la gracia divina
va a iluminarle e insttuirle,
El alma no ctistiana de buena voluntad puede recibir de Dios
gracias adaptadas a su situación. Pero no llegará a
la contempla­
ción del Dios Trino ni del Verbo Encarnado Redentor de
la Hu­
manidad.
Los maestros de la vida espiritual católica han promulgado
reglas bien conocidas de discernimiento de espíritus. Una de las
principales es que las «consolaciones
místicas» no deben ser
buscadas. Hay que disfrutar de ellas cuando se
presentan pero
no debe hacerse nada por provocarlas y, precisamente, la mística
de todas las demás religiones está llena de recetas
para provocar
la visión,
el éxtasis, el intercambio sensible con el más allá.
El simbolismo universal.
He ahí entonces a todas las religiones, incluso la cr:tstlana,
unificadas por su tradición y por su mística. La gnosis, que se
hilvana por todas partes, va a intentar unificarlas aún por su
sim­
bolismo.
De escucharles, el cristianismo no tiene incluso el derecho de
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LOS PRINCIPALES TEMAS GNOSTICOS
reivindicar la singularidad de su simbolismo; éste se confundiría
con
el universal. ¿Cómo llega la gnosis a esta conclusión? Tam­
bién ahí parte de un postulado exacto del que se desvía en el
camino.
No hay duda de que las obras de Dios están en armonía unas
con otras y de que el universo testimonia una correspondencia
universal.
Las obras de Dios están en armonía en el espacio por­
que Dios sitúa
la unidad enrre las diversas partes de su obra;
también lo están en el tiempo porque las obras de
Dios se lla­
man y se evocan. Todos los sabios del mundo han tenido concien­
cia de esta armonía y de esta correspondencia universales.
La
Tabla de la Esmeralda, que es el código de los alquimistas, con­
tiene esta famosa proposición: «Lo que está abajo es como lo que
está arriba, y lo que está arriba es como lo que está
abajo». Sus­
cribiendo esta máxima, la gnosis moderna no añade nada sobre
lo que afirman muchos escritores de la Iglesia.
El meditativo gnóstico, comparando
las obras de Dios enrre
sí, va evidentemente a encontrar un número ilimitado
de armo­
nías: va a dar fe de un universo indefinidamente armonioso.
Visto esto declara que practica un
simbolismo abierto porque no
se impondrá ninguna regla. Siendo cosmocéntrico su pensamien­
to,
mirará el universo como a su propio símbolo. Para él, el cos­
mos, en el cuál lo alto se corresponde con lo bajo y le da forma,
será
autosignificante. Elegitá como emblema de esta «autocorres­
pondencia» la
serpiente circular que se muerde la cola, la serpien­
te «Ouroboros», que se devora a sí misma. Y el gnóstico con­
cluirá su meditación simbólica pidiendo a la Iglesia que se so­
meta también a ese «simbolismo abierto» que, subrayará, es uni­
versalmente aceptado.
Frente a
ese simbolismo abierto, ¿cuáles son los principios
del simbolismo cristiano? El punto de partida
es el mismo: la
constatación de la armonía de Dios, puesta entre las distintas
partes de sus obras. El peosador cristiano
dirá: «El cielo que ve­
mos es la imagen del cielo en el que creemos». Pero irá más allá,
porque el
eje del simbolismo cristiano no es «cosmocéntrico»,
sino
Cristocéntrico. Se preocupa de saber por qué y por quién
un edificio tan armonioso ha sido
construido.
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