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Número 289-290

Serie XXIX

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Algunas consideraciones sobre la nueva situación en Europa central

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA NUEVA
SITUACION EN EUROPA CENTRAL
POR
ALFREDO SÁNCHBZ BELµ
El terremoto acaecido en la Europa Central en los últimos
doce
mees es de tal dimensión que todavía no llegamos a adqui­
rir elata concienCÍll de su trascendenCÍll. Sin embatgo, parece va
siendo hora de
ir clarificando ideas, tratando de distinguir los
elementos esenciales que de tal
hecho se derivan. Una premisa, a
nuestro entender
muy data, es que, mientras al Este y al Oeste
se vaticinaba que el orden futuro europeo estaría constituido por
Federaciones
d.e Estados laicos en vías de transformación haCÍll
la Europa de las regiones o la Europa de los pueblos, lo que ha
surgido en grado eminente, por sobre todas las cosas, es la vuelta
al deseo de recuperar la identidad nacional y la combatida o
desdeñada
raíz religiosa de los europeos.
En todas
pattes han sido miembros esdatecidos y ejempla­
res de las iglesias los que se han distinguido en la defensa de
la libertad. Y, las iglesias mismas, el punto de reunión de donde
surgieron las manifestaciones de protesta. En Polonia
fue la Igle­
sia católica y los obreros encuadrados en
«Solidatidad», en Che­
coslovaquia el ejemplar coraje y la autoridad moral del notable
dramaturgo V aelar Havel; en Alemania del Este
la Iglesia lute­
rana y la evangélica; en Rumanía,
]a Iglesia impulsada por otra
gran figura ejemplat, Monseñor Stokes. Nada tiene, pues, de
ex­
traño que Juan Pablo II haya pretendido levantat desde Praga
la
gran bandera de la renovación religiosa, que es la raíz básica
que puede
dat contenido y sentido a nuestro Continente. No
debemos
olvidat que durante quince siglos, hasta que no apatecie-
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ron los Estados nacionales, todos se sentían miembros de una
misma Cristiandad.
Junto a ese ingrediente religioso fundamental,
la otra carac­
tetística esencial de todos los movimientos
ha sido la reivindica­
ción de la ·Patria. como base existencial de cualquier comunidad.
Ninguna quiete
seguir perteneciendo a una Uníon de Repúblicas
Socialistas, sino que todas quieren volver a
seguir siendo Polo­
nia, Alemania, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, et­
céteta. Procurando estaiblecet al mismo tiempo el debido respeto
a las minorías étnicas que en
el centro Europa existen como en
pocos lugares de la tietra.
De todos modos, parece necesario afirmar que la dimensión
nacional resulta ahora insuficiente y que dejarlas solas y aisladas
podría conducirlas nuevamente a las esterilizadoras pugnas bal­
cánicas, que tanto daño causaron al viejo Continente en la pri­
meta mitad del siglo xx, que hace falta constituir un marco
más
amplio y abierto para su desarrollo econ6mico en donde se ar­
bitren relaciones concettadas y se consiga alcanzar el consenso
en los problemas
más conttovettidos. De todos modos parace
indudable
hay que considetar la especial circunstancia de cada
pueblo, arrancar de lo que
existe, de la circunstancias concretas
en que
se encuentran y no intentar aplicar normas abstractas de
caráctet genetal, procurando crear modelos de desarrollo, adap­
tados. a
las principales circunstancia especiales de cada región y
aun de cada pueblo.
Uno
de los mayores etrores que en los últimos cincuenta años
han padecido los Estados Unidos
de Norteamérica en relaci6n
con Iberoamérica ha sido tratar de imponet su modelo de desa­
rrollo, creado en circunstancias socioecon6micas radicalmente
di­
fetentes, pues mientras el norte avanza respaldado por una alta
tecnología y una intensiva concentración de capital, en
Hispano­
américa no existe tal tecnología y posee escasa capacidad finan­
cieta en relación con sus necesidades, a
la vez que dispone de
una abundantísima mano de obra. Aplicar
al sur las normas del
norte será causa permannete de fracasos continuados, porque
se
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pretende aplicar normas análogas a situaciones sociales absoluta­
mente. diferentes.
La preocupación por crear modelos de desarrollo diferentes
sólo en los últimos treinta años
ha sabido ofrecerla Japón. Gra­
cias a ello se consiguió impulsar la economía hasta niveles incre!­
hles en los ya famosos «cuatro dragones»: Cocea del Sur, Hong­
Kong, Singapur y Taiwan. Sistema que paulatinamente va exten­
diéndose como
mancha de aceite en todo el sureste asiático. Nada
similar fue estimulado desde Norteamérica en
relación con la
América del Sur hasta fecha bien reciente, pues sólo en los últi­
mos años se está tratando de aplicar esta experiencia en México
y algunos países del Caribe, lo cual ha permitido ir creando :ronas
industriales libres, donde se instalan empresas maquiladoras y de
ensamblaje a lo
largo de la frontera con Estados Unidos, que en
brevísimo tiempo
han dado ocupación a más· de medio millón de
personas. Y
•algo similar se está desarrollando en la República
Dominicana, Puerto Rico y algunos países del Caribe, aunque
to­
davía en volumen inferior a las verdaderas neoesidades de la
región.
Pues, bien,
mutiUis mutandis, y adaptado a una diferente
realidad,
algo similar habría que hacer para hacer viable el desarro­
llo económico en la Europa Central
recién liberada. Más aún,
dentro de esa marcada diferencia en el desarrollo de los países
avanzados del norte europeo con los del sur, me atrevería a decir
que una cosa es el tipo de desarrollo alcanzado
en Alemania,
Francia, Gran Bretaña,
Bélgica, Holanda y norte de Italia, y otra
muy distinta en los países europeos del sur (Italia meridional,
Grecia, España, Portugal) y aun Irlanda.
La Europa periférica
no
puede tener una política salarial similar porque su producti­
vidad es
del 30 al 40 % inferior y su «renta de situación» no
es favorable al crecimiento industrial porque los costes de su in­
fraestructura son mayores y más largas las distancias a cubrir para
hacer llegar las mercaderías a los centros de consumo. Para com­
pensar tales deficiencias y podrán producir a costes competitivos
tendrá que ser arbitrada una pragmática política de
rentas.
Me atrevería a decir que otro tanto habría que considerar
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para los países recién liberados de Europa Central, donde la re,
conversión industrial y la renovación de las infraestructuras obli­
gará a una profunda revisión del aparato productivo, que no
será posible conseguir sino
después de un largo esfuerzo durante
un periodo dilatado de tiempo.
La revolución económica será mucho más difícil que la po­
lítica y, probablemente, salvo la Alemania del Este, que cuenta
con un poderoso
padrinazgo con posibilidades de otorgar gene­
rosamente medios que los demás carecen, los otros países se
h1Jlldirán en una prolongada fase de penuria, desempleo y pro­
bables desórdenes sociales, que podrían echar a perder los refor­
mas y la recuperación económica. La desocupación será el proble­
ma crítico, porque aunque la subida de
precios y la disminución
de los salarios reales
crearan dificultades, la pérdida de empleo
será lo verdaderamente traumático para los trabajadores sin po­
sibilidad de encontrar una ocupación alternativa.
El desempleo,
ineidstente durante el téglmen comunista, al­
canzará probablemente a un tercio de la población, creando el
riesgo de tensiones sociales serias. El
desarrollo industrial, la
convertibilidad de las monedas, .la disminución de la deuda inte­
rior y exterior y la privatización empres¡¡rial requiere tiempo, no
menos de diez años
y esta fluida e inestable situación, cargada
de
peligros, creará serias dificultades, porque será difícil explicar
a la opinión pública el porqué de muchas inevitables medidas de
austeridad.
Algo similar, aunque también diferente, habrá que proyectar
para los países del Magreb, enfrentados hoy con una explosión
demográfica y una falta de medios que ellos solos, con arreglo a
los esquemas .tradicionales de los grandes países industriales, no
serían capaces de resolver. Y su vecindad geográfica inevitable­
mente tiene que
incidir en la Europa del sur, singularmente de
Francia, Italia
y España.
No debe olvidarse tampoco que, como alguna
vez se ha dicho
sagazmente, «el horizonte
de la clase obrera es el comunismo,
o sea, el dogma igualitario, tan erróneamente planteado en
las
sociedades occidentales desde la Revolución francesa, en 1789.
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Y si no se consigue que esas nuevas masas que, por causa de un
espectacular crecimiento demográfico, están entrando en el mer­
cada del trabajo, sean capaces de hacer frente a unas mínimas
necesidades decorosas de subsistencia, se estarán creando las bases
hacia una resentida involución, que mediante el terrorismo pu­
diera
dar al traste con las mejores esperanzas y las más bellas
prospectivas.
La tierra debe ser para todos los hombres un hogar habita­
ble. Y con
paz. Ello impone la necesidad de establecer unas
normas éticas
y morales adaptables a cada· tiempo y lugar de
general aceptación
y cumplimiento. El común adversario a una
forma plena de ser hombres es el ateísmo, en sus múltiples for­
mas y grados. La identidad nacional y la identidad religiosa, en
el respeto mutuo,. tienen que estar en la base del modelo de cual­
quier desarrollo, aplicado siempre dentro de un principio de so­
lidaridad y de participación a través de las instituciones apropia­
das que paulatinamente se vayan creando en un espíritu de ge­
neral consenso .
. La Europa Comunitaria ---'--cle la que España forma parte­
debe sentirse solidaria con esa difícil problemática, sin encerrarse
egoístamente en sus actuales fronteras, porque de
las acertadas
formas de convergencia con los nuevos países libres que
en los
proximos años se establezcan, depende en gran parte el futuro de
nuestro Continente.
Y si la solución de los problemas materiales es importante,
conditio sine qua non, lo que sobre todo importa es contribuir
a salvar el
alma,. la identidad espiritual y cultural de los pueblos
que acaban
de recuperar su libertad. ¿Quién ha vencido en Cen­
troeuropa? Todavía está por ver. La utopía marxista ha quedado
definitivamente condenada,
pero nada todavía puede afirmarse
sobre
la ideología y formas de vida que en el futuro puedan pre­
valecer. La pugna está en el aire.
En el seno del catolicismo polaco
ya ha estallado el conflicto
entre dos facciones, una liberal
y «progresista», la otra nacional
y popular. Durante el Concilio Vaticano
Il, los intelectuales ca­
tólicos liberales desencadenaron un ataque, cuyo objetivo princi-
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pa,J era el Cardenal Primado, Monseñor Wyszynski. Ahora inten·
tan ha= lo propio con W alesa. El virus del Movimiento Pax,
que en otro tiempo tanta confusión produjo, parece que no ha
sido eliminado.
Por otro lado, tras medio siglo de persecuciones, los «her­
manos» de la Europa Oriental, fuertemente estimulados desde el
exterior, empiezan a
dar señales de vida. Las logias reabren sus
templos en cadena, lo mismo en Praga que en Budapest o Bel­
grado. ¿Objetivo último? La creación de Estados laicos. La re­
vista italiana 30 Giorni, indica, alarmada: «Una consecuencia
menos espectacular, pero no menos importante para el futuro
del viraje político que acaba de producirse en Centroeuropa, es
la resurrección de la francmasonería en todos los países donde
el régimen
comunist.a la había sofocado», afirma Le Monde, ha­
bitualmente bien informado. Y agrega: «El Gran Oriente y la
Gran Logia de Francia contribuyen a la liberación de los países
del Este y favorecen el resurgir
de las logias masónicas, prin­
cipalmente en Checoslovaquia y Hungría». El periódico guber·
namental de Yugoslavia, v¡esnik titula desde Zagreb: «Los maso­
nes,. de nuevo entre nosotros». Y en Italia, La Stampa, el gran
periódico de la Fíat y la familia Agnelli, publica una entrevista
al ministro de exteriores
del Gran Oriente de Francia, con este
expresivo título: «El Gran Oriente a la reconquista del Este:
la
masonería francesa vuelve a abra.zar a los hermanos olvidados».
Esa ha sido la reacción de la más poderosa asociación
fran­
cesa, con casi 30.000 miembros rigurosamente laica y anticleri­
cal, a la triunfal visita que pocas semanas antes había hecho a
Praga «uno de
sus adversarios más resueltos, el Papa en persona»,
precisa
Le Monde. La ofensiva está planteada en toda regla. Y
llega hasta Moscú, donde
el «ilustrado» Gorbachov no parece
vaya a oponer grandes obstáculos a
su· avance, aunque haya acon­
sejado una política de «pequeños pasos», porque allí sigue· exis­
tiendo una resistencia . atávica hacia ·0quienes en la órbita soviética
siempre fueron
acu.sados de siervos instrumentos del · capitalismo
internacional. En cualquier caso,
la petición de fundar una logia
en suelo
ruso ya ha llegado a Moscú ...
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Ante la gravedad del proceso en curso, que aquí simplemen­
te nos permitimos apuntar, desvanecida
la ilusión de una fácil
reconquista de los valores tradicionales de la Europa Occidental
y cristiana anteriores a la Primera Guerra Mundial en los terri­
torios del antiguo Imperio de
los Habsburgos, ¿contemplaremos
pronto
la glorificaci6n de los ideales tan vinculados a Benes y
Masaryk? ¿Es que la amarga experiencia de medio siglo ha re­
sultado inútil?
Una internacional ha sido eliminada,
pero siguen potentes y
agresivas otras dos. La batalla prosigue. Como la vida misma.
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