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Número 289-290

Serie XXIX

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La Revolución Francesa y la revolución marxista comunista

LA REVOLUCION FRANCESA Y LA REVOLUCION
MARXISTA COMUNISTA
POR
MIGUEL PORADOWSKI
El proceso de cambios radicales y siempre destructivos de la
Revoluci6n francesa dura diez años (1789-1799), llegando al pa­
roxismo de la utopía babuvista, insoportable para todos, la cual
provoca una anticipada
interv..;,ci6n militar, encabezada, por ca­
sualidad ( 1 ), por Napole6n Bonaparte. Los quince años de un
gobierno autoritario de Napole6n congelan lo aportado por
la
Revolución francesa, especialmente en el orden jurídico, y, al mis­
mo tiempo, viene una nueva etapa: el período de la construcci6n
de una sociedad
ya descristianizada (a pesar del concordato), laica,
inmanentista, temporal, afincada aquí en la Tierra, dedicada a la
búsqueda de una felicidad confundida con el bienestar material,
lo que está facilitado por la paralela revolución
industria,! de la
época.
Sin embargo, el gobierno de Napole6n, por ser un gobierno
de orden y de construcción, tiene también muchos aspectos
po­
sitivos y, prácticamente, prepara a Francia para la vuelta de la
monarquía. Desgraciadamente, el reinado de Luis
XVIII, que
sigue después de Napole6n, a pesar de que pasa a la historia
bajo
el nombre de la «Restauraci6n» (de la monarquía), en reali­
dad no restaura la monarquía tradicional católica, sino una
mo­
narquía muy influenciada por las ideologías liberal e individua­
lista, por
Jas comentes de pensamiento revolucionario y por la
(1) El militar previsto por Sieyes era el general Joubert, quien, antes
de asumir este puesto, murió en la batalla de Noví; en esta situación se
impuso la candidatura de Talleyrand: Napoleón.
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«herencia» de la Revolución francesa, como también por el «bo­
napartismo». Además, es seguida por la monarquía de Carlos X
(1824-1830),
y, después, por la monarquía de LuisaFelipe (1830-
1848), continuador más bien de
la política «orleanista» de su
padre Felipe-Igualdad.
La reacción revolucionaria se manifiesta en los acontecimien,
tos del año 1830 y en
la revolución del año 1848. Pues bien,
durante este período de casi medio siglo, también
se manifiesta
en Francia una reflexión y un debate público sobre el sentido de
la Revolución francesa, especialmente de parte de sus entusias­
t.;., pues incluso muchos de ellos escriben la «historia de la Re­
volución francesa». En estas polémicas no solamente se discuten
las obras publicadas, sino también
se busca una defensa de la
«herencia» de la Revolución francesa, para transmitirla, en una
forma más viva y más atrayente, a las nuevas generaciones.
La
aparición de las corrientes socialistas, democráticas, republicanas
y comunistas contribuyen a vigorizar estas polémicas y a propa­
garlas hasta el fin
del siglo xx.
El estudio
de estas polémicas, presentado por Fran~ois Fu­
ret,
La gauche et la Révolution au milieu du XIX siecle ( 1986),
resume parcialmente lo más sustancial:
se refiere sólo a un corto
período de cinco años, pues se trata de las polémicas publicadas
entre 1865-1870, pero
en ellas se discute casi todo el período
de la Revolución francesa ( 1789-1799) y los años siguientes.
La polémica empieza a fondo con la publicación de la obra
de Edgar Quínet,
La Révolution, en 1865. Quinet trabajó en
ella durante más de diez años, exiliado en Suiza. Al ser publica­
da, de inmediato provoca una discusión acalorada, tanto entre los
historiadores de la Revolución francesa
-Buchez, Jules Miche­
let y Louis Blanc, quienes al mismo tiempo publican sus obra&-,
como también entre los críticos, especialmente los políticos,· en­
tjlsiastas defensores de la Revolución francesa. Fran~is Furet
recoge estas polémicas y las analiza, agregando los textos
com­
pletos de los polemistas: Alphonse Peyrat, Jules Ferry, Emile
Olivier, Louis Blanc, Edgar Quinet, Jules Michelet.
En este tiempo, un.
grupo de «socialistas» se convierte al ca-
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA.
tolicismo, entre ellos Philippc:,-Joseph-Benjamin Buchez ( 1796-
1865) (2), quien quiere
r=nciliar su «catolicismo» con su «so­
cialismo», buscando las raíces de éste en los principios del Ev­
gelio ( 3 ). Dos factores contribuyen a la tendencia a vincular la
posici6n «socialista» ( 4) con la «cat61ica»: primero, la angustiosa
situaci6n de los trabajadores
industriales; segundo, previa a esto,
la posici6n ideol6gica
de Felicité Lamennais (5), quien conside­
raba conveniente reconciliar a .la Iglesia con las ideologías de la
Revoluci6n francesa, especialmente con su «democracia», es de­
cir, con la soberanía del «pueblo».
Buchez, en la introducci6n
.a su primer volumen de la Histo­
ria parlamentaria de la Revoluci6n francesa (1833-1838), escribe:
«La Revoluci6n francesa es
la última conss:.cuencia y la más aván·
zada de la civilizaci6n moderna, y la cÍ;ili.zación moderna salió
toda entera del Evangelio».
Se trata de una afirmaci6n gratuita
y contradictoria,
pero de ella consta que la polémica está concen­
trada sobre lo esencial
de la Revolución ftancesa, lo cual, para
unos es un anticristianismo radical y para
Buchez, al contrario,
es de .inspiraci6n cristiana e, incluso,. del catolicismo.
Prácticamente toda
la obra de Edgar Q.uinet, La Revoluci6n
(1865), es una contestación contra la opinión de Buchez. Con
orgullo Quinet sostiene que la
Revolució11 francesa es la conti­
nuación de
la Reforma protestante, la cual, para él, es lo más
acertado y valioso de toda la historia.
Buchez
se limita sólo al problema de. la justicia social, y lo
(2) Buchez, médico de profesi611t a pesar ·de su conversión sigue siendo
masón (pertenece a
la logia «Amigos de la Yerdad» ), activo «ca.rbonario»
y combatiente «socialista», pero su «socialismo» se reduce a la formación
de las cooperativas productivá.s, · para""libe!ar a los trabajadores de las po­
sibles «explotaciones» de parte de · los empresarios.
(3) En la obra: L'introduction a -la Science de l'histOire ou science du
développement de l'humanité (1833).
( 4) Al principio del siglo .XiIX hay varias corrientes «socialistas» muy
vinculadás coh la «justicia social» y la preocupación de los católicos por
la situación de los . ttáhajadores industriales. -
(5J Especialmente su obra: Des P1Y)gres de la révolution et de l/J guerr'e
contre l'Eglise (1829).
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ve -y con ra2ón-presente ¡,n_ la .enseñanza de Jesucristo. Para
él, el «socialismo» de la ~¡,oc;,t-· (al ronúenzo del siglo XIX) se
confunde con el
«catolicist1Ío. soda!», · es decir, con la preocupa­
ción
por la situación de la nueva clase social obrera industrial,
llamada
el «Noletariado».
Durante esta polémica el tema se amplía;. ya no se trata de
la relación entre la
Revolucióti ftartc testantismo, sino más
bien ~ relaci6n á:>n la ·religiórt en general
y siempre con el jacobinismo. Para Bucliez el jácobinismo tiene
el carácter de una escatología ( 6), al mismo tiempo socialista y
católica, mientras que Louis Blatic considera que la Constituyen­
te realiza el
programa de Voltaire, es decir, de los propietarios,
y
la Convención ef ¡:,rogt./uha· ~ Roosseau, preparando la edad
de la Fraternidad
(7).
Edgar Quinet, durante el año 1845, da un curso en el College
de France
sobre el tema «El cesa», y el
textQ ''$ publicildo en forma de un Iibro ( 8). Para
Quinet
el proh~a no se cónceritra en ~l cuestión social, como
para
Buche;,, sino en el «individualismo», al cual api:ecia enor­
memente, ~ru:ontrandO ·sqs. taíces fttl· el cristianismo~ interpretado
por el protestantisíno, en 11' cual est~ acertado y confirmado por
la
~inión casi unánlfüe (9). Sin eínbatgo, hay que tomar en
cuenta el: hecho de que Bucliez,-cuando destaca que el jacobinis­
mo contribuyó a la
realización del ideal de la 1gu,udad, no se
refiere al concep\Ó fuusséaun,l$ó de· 1a Igualdad, sino al cristia­
no,
es decir, a la igualdad de todos Íos seres humanos. respecto
a su dignidad frente a Dios
y eiitrie sí mismos, como seres crea-
( 6) Lo que T.Jm9n JI~ el «lll~""1sm\>».
(7) F. FuRET, La gauche el i,, Rivolution },anfaÚe •• mi!iéu du XIX
siecle, op. cit., pág. 16. .
(8) Una nueva edici6n es del. l!l'io 1984; cd. Fayard.
(9) Para el pensruriiento ci;ttó~CQ. , el homb:ie es uná . «l)ersoiia», mien­
tras que para el pensamiento J?OO~Í~te· ef hpmpi_e e5 un· «iridividuo»; la
diferencia es enorme y las CQ[lSeqÍenCÜis · · ~~ · in.úy importarines. La Obra
de E. Quihet es una ·de -las más· ü:µ.pohánt~ Que · defienden e1 individua-
lismo. .
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
dos por Dios a su imagen y semejanza, y revindicaba esta digni­
dad para los proletarios.
También Buchez defiende
la soberanía del pueblo, coincidien­
do con los jacobinos; sin embargo, la defiende de otra manera
que ellos, pues siempre insiste
en que la autoridad y la sobetanía
vienen de Dios,
es decir, que la voluntad de Dios se expresa por
intermedio del «pueblo», de maneta parecida como
lo hacía antes
por intermedio
de. los reyes o las cruzadas, y que en c;l futuro
puede expresarse también por el «socialismo», entendido como
la preocupación por
la justicia social. .
Para Quinet la posición de Buchez es escandalosa, pues se
opone
al individualismo, el cual -según Quinet-es el más
grande logro de la humanidad, brota del cristianismo,
se mani­
fiesta en
la Reforma, contribuye al desarrollo de la conciencia
individual, se expresa en la filosofía de Kant y de Hegel, pre­
parando el gran progreso del futuro, y es la esencia misma de la
civilización europea protestante. Por esta razón también, la Re­
volución francesa es un acontecimiento histórico extraordinaria­
mente positivo, pues afirma el individualismo, la base de la de­
mocracia moderna.
Quinet también destaca el hecho de que un protestante,
co­
mentando libre e individualmente la Biblia, se siente un soberano
en el plano de
la religión y este estado de ánimo lo proyecta a
la política; siendo sobetano en la religión, lo es también en la
política
y, en este sentido, sólo el protestante es un perfecto de­
mócrata, mientras que el católico tiene una situación completa­
mente distinta, pues está integrado en la comunidad, en la Igle­
sia, que exige de él que comente la Biblia junto con la Iglesia
y dentro de
la Iglesia, pues solamente la Iglesia es infalible en
materia
de fe y el individuo puede equivocarse. Las consecuencias
políticas también son distintas, pues para los católicos la priori­
dad la tiene el bien común y no el bien individual. Para Quinet,
la Revolución francesa
es la continuación de la realización del
individualismo protestante; para Buchez la Revolución francesa
es una apertura a un «socialismo» (cooperativismo) que es la
única esperanza para la clase obrera proletaria.
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Además, Quinet pasa a los enfoques dialécticos, a la lucha
entre el pasado y el porvenir, entre la nostalgia por el Antiguo
Régimen
(los gobiernos de la Restauraci6n y de Napole6n) y la
esperanza por lo nuevo, que representa
la Revolución francesa,
extendiendo su polémica a
las opiniones de Jules Michelet e, in­
cluso, de Tocqueville. La polémica con Michelet está concentrada
sobre
la valorizaci6n de la Revolución francesa. Para Michelet
el Antiguo Régimen es inseparable de la tradición católica, ante
todo de la «presencia del misterio cristiano de
la encarnación, el
cual
se expresa en la identidad enigmática del cuerpo del rey y
del pueblo», «. . . el centro
· simbólico y su realidad camal, la cual
hace del regicidio el nudo gordiano de la Revolución france­
sa» (10).
Para Quinet,
la monarquía católica tradicional en Francia fue
una «imitación de la monarquía pontificia: una tradición autori­
taria, proveniente tanto de Bizancio como de Roma» (
11 ). Sin
embargo, ambos coinciden en que la Revolución francesa es
uni­
vetsal (12). Peto hay una diferencia entre ellos, pues Quinet,
siendo adorador del protestantismo
y de su individualismo, no
cae en una posición tan radical al respecto como lo es la de Mi­
chelet.
En otro plano, para Michelet,
con la Revoluci6n francesa se
termina el cristianismo, siendo reetnplazado por la misma Revo­
luci6n, pues ella es al mismo tiempo su continuación y su con­
tradicción, es su herencia y su enemigo. Es su herencia, pues
difunde a todo el mundo los ideales cristianos de Igualdad y
de
Fraternidad; es su enemigo, pues detesta al cristianismo.
Para Quinet, la Iglesia cat6lica
es traidora al mensaje del
Evangelio; solamente
la Reforma es .Ja que salva .Jo esencial del
cristianismo:
el individualismo. Para Michelet, fa Revolución
francesa
re.liza los ideales cristianos, la Igualdad y la Justicia,
(10) F. FURET, op. cit., pág. 25.
(11) F. FURET, op. cit., pág. 26.
(12) F. FuRET, op. cit., pág. 26.
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
sólo en la medida en que destruye al cristianismo, sustituyéndolo
por los «detechos humanos» ( 13
).
La polémica de Quinet con Tocqueville pasa o otro plano:
se discute
el aspecto democrático, peto fuera de la filosofía po­
lítica y de lo teológico (lo religioso), pasando a lo místico y lo
teleológico. T ocqueville muere en 1859; Quinet termina su libro
en 1865
y, entonces, su polémica no se dirige a la persona de
Tocqueville, sino sólo a las opiniones expresadas en
sus libros,
especialmente en la obra
L' Ancien Régime et la Révolution del
año 1856.
Los conceptos
de democracia de T ocqueville y de Quinet
son muy distintos; de
alú que la polémica también sea algo con­
fusa. Para Tocqueville la «democracia»
es un estado de la socie­
dad inseparable de un conjunto de costumbres y creencias co­
lectivas (14); de ahí que considere la monarquía francesa como
un instrumento de
la «democratización» ( 15). Para Quinet, la
democracia
es exclusivamente «el gobierno del pueblo para el
pueblo» (16), lo que permite la libre actividad del individuo y,
por ende, la expansión del individualismo. Pata Quinet la demo­
cracia es una idea que domina a la historia; para Tocqueville, la
democracia es una idea modelada por la historia.
En el primer
caso, la democracia es siempre vencida, pero siempre renaciente
(tou;ours vaincue, et sans cesse renaissante) y llega a ser una re­
ligión. Tocqueville considera que la democracia, gracias a la reli­
gión, puede ser moderada, siempre que no
se identifique con
ella. Es evidente que sobre
la actitud de Tocqueville pesa la in­
fluencia norteamericana, donde la democracia está influenciada y
moderada por la religión. Mientras que Quinet siempre vuelve a
su enfoque protestante, considerando que el mensaje del Evange­
lio, traicionado, según
él, por la Iglesia católica, es recuperado
gracias a Lutero y a Calvino, y que
.la Revolución francesa, si­
guiendo este camino protestante, es la realizadora del ideal de-
(13) F. F°uRET, op. cit., pág. TI.
(14) F. F°uRET, op. cit., p,ig. 38.
(15) Ibid.
(16) Ibid.
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mocrático-individualista, formando de esta manera al «hombre
nuevo» ( 17). Además, para Quinet,
la misma Revolución fran­
cesa es algo radicalmente nuevo, es decir, lo que nunca existió
antes ( 18 ). Lo que Quinet más celebra en la Revolución france­
sa es la definitiva destrucción del concepto de la sociedad como
«cuerpo», y
la introducción del concepto del «contrato social»,
pues solamente en este nuevo concepto rousseauniano puede fun­
cionar plenamente el individualismo. La polémica se extendió
incluso a la discusión sobre
la Revolución inglesa, tal vez por la
aparición del libro de Guizot, en 1850, Discours sur la Révolu­
tion d'Angleterre, con un subtítulo muy significativo: Pourquoi
la Révolution d'Angleterre a-t-elle réussi?
La contestación es muy sencilla: porque Cromwell exterminó
casi a todos los católicos y, entonces, se impuso el protestantis­
mo,
es decir, el individualismo (19). Sin embargo, Quinet con­
sidera que la Revolución francesa fue un fracaso, pues en vez
de transformarse en una religión laica y liberadora, restituyó el
poder absoluto (el de Napoleón) (20) y lo dejó como su princi­
pal herencia (
21 ).
El libro de Quinet fue de inmediato atacado por Peyrat en
trece artículos publicados
en L' Avenir national, en los años 1865-
1866, y contestados por Jules
Ferry en seis artículos publicados
en
Le Temps, en 1866, y seguidos por las polémicas con Emile
Olivier ( tres artículos en La Pres se de 1866) y una contribución
de Louis Blanc en
Le Temps, de 1866, con las réplicas de Qui­
net,
de Jules Michelet y de Buchez.
En esta polémica toma parte también Louis Blanc ( 1811-
1882), quien, en este momento, publica el primer volumen de
su obra
La historia de la Revolución francesa (1847), y sus opi­
niones, veinte años
más tarde, en el periódico Le Temps de 22
de febrero
de 1866. Como ferviente jacobino, rechaza la crítica
(17) F. Fmu!T, op. cit., pág. 45.
(18) F. Fmu!T, op. cit., pág. 48.
(19) F. FuRET, op. cit., pág. 57.
(20) F. FuRET, op. cit., pág. 63.
(21) F. FuRET, op. cit., pág. 70,
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REVOLUCION F~4l'{CESA Y REVQL{ICIOfi J4A~XISTA COMUNISTA
de Quinet y sale ep. defensa no solatnente .. de la Revolución ·fran­
cesa, sino, ante todo, del Tettor. Para Louis Blanc, el Terror
«salió de
las entrañl;ls de la historia» (22), con «una fe magná­
nima en la posibilidad
.de regenerar el mundo»; fue, pues, el
Terror, «una maravilla» (23 ); fue «preparado durante los siglos
de la opresión»
(24); es, ¡,ues, según Louis Blanc, ¡,lenamente
justificado. De manera parecida habla de la misma Revolución.
francesa,
la cual, para él, es un «nacimiento admirable» de una
nueva
época en la historia. Todo el artículo polémico de Louis
Blanc contra Quinet
es pura retórica, sin argumentos, y sin apor­
tar algunos datos concretos nuevos e informaciones.
En nuestros días la polémiq¡ sigue, ante todo entre Fran~ois
Furet y Tocqueville, especialmente en el libro del primero, pu­
blicado en 1978,
Penser la Révolution fran,aise. En ambos libros,
Furet frecuentemente subraya que Tocqueville, en
sus libros so­
bre la democracia, sostiene que el Antiguo Régimen en Francia,
es decir, la monarquía católica tradicional, fue un instrumento
de la
pido por la Revolución france$·a., sfuO, al contrario, ·sigue siendo
el mismo. ¿Existía, entonces, U)lJ!. ruptura entre el pasado, lo tra­
dicional, y lo nuevo, lo
revolucionario? En vez de una ruptura,
se constata una continuación al respecto. Ni Tocqueville ni Fu­
ret aclaran este asunto. Sin c:mba,:go> 1a contestación es muy sen­
cilla y muy parecida a fo ya comentado antes en relación con
las opiniones de Buchez. Lo constatado·
por Tocqueville y con­
firmado por Furet, es
el hecho innegable. de que, a lo largo de
toda la historia de Francia, al menos
désde su baµtismo, el An­
tiguo· Régimen de la monarquía católica continua;'.uente «demo­
cratiza» a la
sociedad francesa; se· trata de una «democratización
social», que consiste en reconocer en todos
la misma dignidad
humana
y, en este sentido, en tratar a todos por igual. Pero ni
Tocqueville ni Furet no menciocan lo esencial en este asunto:
que la «democratización» durante el
Antiguo Régimen se hace
(22) F. fuRET, op. cit., pág. 246.
(23) F.
FURET, op. cit., pág. 246.
(24) Ihid.
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en base a una Igualdad bíblica, es decir, espiritudl, mientras que
la «democratización» como
realización del ideal de la Igualdad
de la Revolución francesa
se hace en base a la Igualdad comu­
nista, es decir, mediante
la supresión de la propiedad privada,
considerada
por J. J Rousseau como la fuente de todas las des­
igualdades;
se trata, pues, de. una Igualdad en base materialista:
los seres humanos son desiguales por lo que poseen y no por
lo que son.
La ·base bíblica es muy clara: la Biblia, en el Génesis, pro­
porciona
los dos argumentos en favor de fa Igualdad entre todos
los seres humanos, a saber: uno biológico
y otro espiritual. El
argumento biológico nos dice que todos somos iguales, porque
todos somos descendientes de
la primera pareja humana, creada
por Dios; todos somos hermanos, formando una sola familia hu­
mana. Esta visión bíblica fue rechazada por los enciclopedistas
¡¡ reemplazada por el infundado y arbitrario «evolucionismo»,
que sosúene la tesis de
que cada pueblo proviene, por la evolu­
ción, de
·otros «monos». La antropología es reducida a la zoolo­
gía (25)
y el hombre-animal se disúngue de otro hombre-animal
no por lo que es, sino por lo que posee, es decir, por su pro­
piedad; de ahí que la propiedad privada venga a ser considera­
da como fuente de las desigualdades. Además, según la Biblia,
todos
. somos iguales respecto de nuestra dignidad, pero también
somos distintos, porque cada ser hum.ano es «único», irrepetible,
y llamado a la perfección, a lo cual responde de disúnta mane­
ra, aprovechando o no sus «talentos»; unos se perfeccicman,
como «seres» (del «ser») y otros se «enúfican» (del «ente»).
La Biblia no solamente proporciona la base «biológica» de
la Igualdad, sino que todavía insiste en que el hombre es creado
por Dios «a su imagen y semejanza», es decir, que· el hombre
úene en sí algo de lo divino. ¿Qué es eso «divino» en el ser
humano? La
razón, la inteligencia, el libre albedrío, la creativi­
dad, los «talentos»,
la vida espiritual, la posibilidad del perfec-
(25) Fue Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin, quien en su
libro Zoonemia (1796 ), divulga el evolucionismo y reduce la antropología
a la· zoología.
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
cionamiento, del desarrollo físico y moral, espiritual, el perma­
nente crecimiento en la sabiduría, en los conocimientos, es de­
cir, lo que llamamos en general la «cultura» (los animales no la
tienen).
Además, la enseñanza de Jesucristo
exige de nosotros el pet­
feccionamiento ilimitado, pues nos dice: «Sed perfectos como
vuestro Padre celestial es perfecto». Un cristiano que toma esta
exigencia en serio, y que, en consecuencia, se esfuerza durante
toda su vida en progresar, en perfeccionarse, en crecer en la sa­
bidwfa, y, ante todo, en las virtudes, con el tiempo, a pesar
de que tiene la misma dignidad que todos los demás, se
hace
cada vez más perfecto, es decir, algo distinto de los deniás, pues
esta respuesta
al llamado de Cristo no es igual en todos.
Volviendo a T ocqueville y a Furet, y a la polémica acerca
de si hay ruptura o si hay continuidad en el proceso de la «de­
mocratización» a lo largo de
la historia de Francia, la respuesta
es: hay continuidad, pero hay también ruptura. Hay continui­
dad, pues
la Revolución francesa continúa la «democratización»
(siempre en el sentido de
realizar el ideal de la Igualdad), pero
en base ya al matérialismo rousseauniano, es decir, insistiendo
en la supresión de la propiedad ptivada y buscando en definitiva
una sociedad radicalmente comunista, es decir, sin ninguna pro­
piedad privada; mientras que
el Antiguo Régimen, representado
por la
monarquía católica, tanto la que existe hasta el regicidio
de Luis XVI, como también
al que vuelve después de Napoleón,
y, por lo tanto, los gobiernos monál'IC[uicos de Luis XVIII y de
Carlos X, «democratizan» la sociedad francesa realizando el ideal
bíblico de la Igualdad,
es decir, respetando en cada habitante
del reino la igual dignidad de los seres humanos, creados a
Ílna­
gen y semaje112a de Dios; siendo todos llamados a set hijos adop­
tivos
de Dios, para compartir con Dios su gloria y felicidad eter­
na en el cielo.
Se trata de un respeto practicado no solamente
por las autoridades, sino por todos en
la vida diaria, común, en
cada circunstancia,
especialmente en la familia, en la escuela, en
la comunidad, en
la empresa, en los «cuetpos intetmedios» (gre­
mios, corporaciones, asociaciones, etc.); es decir, en todas las
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relaciones humanas, conviviendo en un ambiente de fraternidad
real. Lo cual, con la Revolución francesa cambia radicalmente,
siendo
abandonada esta base religiosa, concreta y práctica, y
reemplazada por un concepto
vago, abstracto y poco operante
de una
igualdad «proletaria», causada por la supresión de la pro­
piedad privada.
Hay también otro aspecto de esta «democratización», cons­
tatada por Tocqueville, y se refiere a la «cenrralización» admi­
nistrativa, la que es casi la misma en ambos casos, durante la
monarquía católica y durante el régimen revolucionario, con la
diferencia de que, en el segundo caso, aumenta enormemente la
burocracia y aparece un nuevo fenómeno: los funcionarios.
Furet considera que actualmente la ideología de
la Revolu­
ción francesa se ha impuesto completamente: «En el plano
po­
lítico, nada ni nadie amenaza en la Francia actual la obra de la
Revolución francesa: la derecha después de
la derrota del fascis­
mo, ya no se define contrá la Revolución de 1789-1794 ni contra
la República.
En el plano univetsitatio, la historiografía marxista»
(que yo llamaría
más bien jacobina) de la Revolución francesa
es hoy más que nunca la historiografía domínate: posee sus ante­
pasados, sus tradiciones; sus cánones, su vulgata y no podemos
decir que cultiva la impertinencia o el anticonformismo. En sín­
tesis, la Revolución franoesa está en el poder, en la sociedad y
en las instituciones, particularmente en las universitarias. Con
esto quieto simplemente decir que cualquier debate histórico so­
bre ella no pone en juego nada que concierna a la política
real» (26). Y, todavía agrega: «
... es evidente que toda revolu­
ción, después de
la Revolución francesa, pero especialmente la
propia Revolución francesa, tiende a pensarse como un comien­
zo absoluto, un punto cero de la historia en el que se encuen­
tran todas las realizaciones futuras, implícitamente contenidas en
la universalidad de sus principios» (27). Recordemos que estas
opiniones datan
del año 1978; diez años más tarde, con ocasión
(26) F. FmrnT, Pensar la Revolud6n francesa, op. cit., pág. 108.
(27) F. FURET, op. cit., pág. 109.
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
del bicentenario (llamado en Francia también bisangtenaire) apare­
cieron tantos estudios y obras que enfocan críticamente los lo­
gros de la
Revolución francesa e, incluso, directamente la conde­
nan, que
el correligionario de Furet, el historiador y político Max
Gallo, consideró conveniente escribir el libro Lettre ouverte a
Maximilien Robespierre sur les nouveaux muscadins (1986), que­
jándose de que, en el ambiente universitario, empiezan a impo­
nerse las opiniones desfavorables para la
Revolución francesa.
En el mismo libro,
Fran~ois Furet es bastante severo con su
competidor Albert Soboul, cuando escribe: «Nos encontramos en­
tonces con extraordinarias simplificaciones en
la que se disputan
la ignorancia de los textos y las obras con
la trivialidad del
análisis» ( 2 8 ) .
La última parte del interesante libro de Furet está dedicada al
análisis crítico de las obras de Augustin Cochio. Es un análisis
muy objetivo y, al mismo. tiempo, una síntesis crítica y valiosa.
«Pero si es verdad que la dinámica revolucionaria es la que se-,
ñala Cochio, fa animada por los clubes y las sociedades populares
en nombre de un «pueblo» ficticio, los líderes sucesivos de la
Revolución son
al mismo tiempo los productos y los adversarios.
Esto ocurre no solamente porque
la lógica de estas sociedades
está hecha de violencia
ideológica y de escisiones, sino también
porque estos líderes, lejos de ser las marionetas anónimas que
sugiere
cl análisis mecruúco de Cochin, encarnan la democracia
representativa: desde este punto de vista, la crisis del
31 de mayo
a 2 de junio de 1793 es una
fecha clave para el triunfo de la «de­
mocracia pura». Pero incluso después de la expulsión de los
di­
putados girondinos manu militari, la dictadura de la Montaña va
más allá de la de las sociedades: va a controlar a sus parlamen­
tarios, mayoritarios en la Convención. Robespierre, después de
la ejecución de los partidatios de
Hébert, entre abril y julio de
1794,
ya no es más el hombre de las sociedades y el Ser Supre­
mo no es la fiesta de fas sociedades; lo que hay es una tentativa
(28) F. FDRET, op. cit., pág. 147.
(29) F. FURET, op. cit., p,!gs. 250-251.
1369
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MIGUEL PORADOWSKI
de monopolizar la ideología en beneficio del Incorruptible. Es
cierto que éste no sobrevivirá mucho tiempo al movimiento po­
pular que él ha contribuido a congelar, según la palabra de Saint­
Just;
y en este sentido, el análisis de Cochin recupera toda su
fuerza. Pero simplifica en exceso la trama política de la Revolu­
ción francesa al ignorar el conjunto de resistencias, de negocia­
ciones
y de concesiones forzadas que acompañan, en todas las
etapas,
la promoción de las sociedades populares (30).
El interés de Max y Engels por la Revolución francesa.
Casi todos los biógrafos de Marx subrayan su interés por
la
Revolución francesa. Su padre fue un gran entusiasta de ella y,
en general, de la cultura francesa, especialmente en cuanto se
trata de la nueva
cultura que nació duranté y después de la Re­
volución; una cultura radicalmente liberal e individualista, vol­
tairiana y rousseauniana, laica y secularizante. Pero no solamente
su padre lo educa y forma según las ideologías de la Revolución
francesa; lo hace también su amigo, su vecino aristócrata
y com­
pañero de paseos, el barón Westphalen, el futuro suegro. No
menos entusiastas de la
ideología de la Revolución francesa fue­
ron sus profesores del liceo, en el cual Karl Marx estudia y re­
c.lbe su bachillerato. Sin embargo, la influencia más importante
al respecto viene de
parte del pensamiento de Hegel; incluso
algunos analistas de este problema, como F. Furet, suponen que
el primer encuentro serio y profundo de Marx con la Revolución
francesa
es por intermedio de los escritos de Hegel, especialmen­
te de la Füosof!a del derecho, en la cual el indiscutible «maestro»
de Marx presenta su visión
y su crítica del concepto de «Esta­
do» que sale
de la Revolución francesa. Es un hecho innegable
que en sus primeros escritos, publicados en
los Anales franco­
alemanes
en París ( de los cuales salió sólo un número doble),
(30) F'RAN,;ors FuRET, Penser la Révolution franqaise, 1978; ed. cas­
tellana
Pensar la Revoluci6n francesa, Barcelona, 1980, págs. 250-251.
1370
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
en 1844, el tema de la Revolución francesa es tratado varias
veces y desde distintos puntos .. ele vista por Marx y por otros,
también toca el tema en el ensayo Crítica de la filosofía política_
de Hegel, escrito en 1844 y publicado sólo en 1927.
Fran~ois Furet, en su libro Marx et la Révolution frant;aise,
1986, escribe: «El joven Marx conocía a Hegel frase por frase,
y primero por intermedio de
él se encuentra con la Revolución
francesa» (31): «
... pues Hegel ha colocado la idea del Estado
en el centro de la historia
de la Revolución francesa ... » (32).
«La Revolución francesa, destruyendo el Anúguo Régimen,
ha
creado la políúca moderna ... » « ... a su vez» la Revolución fran­
cesa debería dejar lugar a una «verdadera» revolución, es decir,
a una revolución que, absorbiendo lo
social, destruye lo políúco;
ya no se trata de transformar el Estado, sino de abolirlo, devol­
viendo
al hombre su humanidad y liberándole de su alienación
de ciudadano (33). Así, Furet sintetiza
el pensamiento de Marx,
expresado en
la Crítica de la filosofía. del derecho de Hegel (34 ).
De esta manera Marx está construyendo su crítica sistemáúca de
la Revolución francesa, lo que no le impide admirar
su radica­
lismo,
especialmene del año 1793 (35). «El jacobonismo y más
todavía
el robespierrismo, representandc en su forma más acabada
la ilusión política sobre lo social, revelan la verdad de la Revo­
lución francesa. Marx utiliza la idea hegeliana, según la cual el
voluntarismo abstracto de los revolucionarios úene que terminar
con la guillotina» (36).
Furet recuerda que Marx pensaba escribir la «historia de la
Convención» (37), e, incluso,
estudiaba al respecto la documen­
tación necesaria, como, por ejemplo,
Memoires de Lavasseur de
(31) FRANc;o1s F'uRET, Marx et. la Révolution, Jran,aíse, Flammarion,
1986, pág. 18.
(32) Ibid.
(33) F. FURET, op. cit., pág. 25.
(34) F. FURET, op. cit., pág. 25.
(35) F. FURET, op. cit., pág. 26.
(36) F.
FURET, op. cit., pág. 27.
(37)
F. FURET, op, cit., págs. 13-27.
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La Sanhe, la enorme obra de Buchez et Roux, L'histoire parla­
mentaire de la Révolution fran,aise ( 40 volúmenes, 1833-1838)
y una docena de otras
obras. '
Según Furet, Hegel reprocha a Rousseau que conservara de
sus. antecesores (Hobbes, Loc:ke, etc.) la idea del «contrato so­
cial» y, más todavía, el concepto de la «voluntad general», como
alienaci6n de la voluntad natural, pues como consecuencia viene
la limitaci6n de las libertades individuales, en vez de revelar el
carácter substancial de la libertad en el Estado. Esta abstracci6n
rousseauniana conduce a la Revoluci6n hasta el
Terror. La Re­
volución francesa, que tuvo la ambición de crear un nuevo Esta~
do sobre el fundamento de la raz6n, pretende encarnar. lo uni­
versal en lo particular y
por eso termioa con la falta de recono­
cimiento de la .conciencia de
sí. mismo en los individuos: las
cabezas caen en 1793 como los repollos (38).
Marx, escribiendo su Introducci6n a
la Crítica de la filosr,fla
polltica de Hegel, analiza el tema --que ya antes ampliamente
fue tratado por T ocqueville y
otros-de la relaci6n entre el Es­
tado y la sociedad civil. La diferencia básica entre la visi6n de
Hegel (
y de Marx) y de los polemistas anteriores consiste en la
introducci6n por Hegel de la dialéctica. Según la cronología he­
geliana, seguida por Marx, en la antigüedad lo político y lo social
están frecuentemente confundidos; con
el cristianismo nace el
«hombre privado». Sin embargo, durante la Edad Media existe
una democracia
y cada hombre tiene su propio lugar dentro de
toda la estructura de
la sociedad; y, según Hegel, se alcanza en
la cumbre hist6rica la fusi6n de la sociedad civil con la sociedad
política, antes de la disociación moderna (39).
La modernidad
es inseparable del indivduo libre, maestro no solamente de su
trabajo, sino también de su lugar en la sociedad.
La sociedad civil es un espacio donde se desarrollan los con­
flictos individuales y las posibles revoluciones pollticas, mientras
que el Estado encama una racionalidad superior, siendo un lugar
(38) F. FuRET, op. cit., pág. 21.
(39) F.
FURET, op. cit., pág. 23 ..
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
de reconciliación. De ahí que Hegel rechaza la soberanía del pue­
blo y elogia a Napoleón como conceptualización de los asuntos
del Espíritu universal y de la idea
del, Estado monárquk:o racio­
nal, que es figura del Estado prusiano ( 40 ).
El tema de la relación ( dialéctica) entre la sociedad civil y
la sociedad política (el Estado) sigue siendo tratado por Karl
Marx
en su ensayo Sobre la cuestión ¡udia (Zur ]udenfrage),
también publicado en los Anales ( 1844 ). Se trata de una polé­
mica
con el ensayo de su amigo Bruno Bauer, La cuesti6n ¡udia
(Die ]udenfragey 1843 ), dedicado al análisis del asunto de la
emancipación civil y política de los judíos en Alemania. En la
época, el Estado de Prusia era un Estado confesional, es decir,
oficialmente cristiano (protestante), de
ahí el problema para los
judíos: conseguir
!a ciudadanía prusiana exigía la previa acepta­
ción del protestantismo. Probablemente; ésta fue una de las cau­
.sas de que la familia del padre de Karl Marx se haya hecho pro­
testante.
Lo interesante es que --<:on esta ocasión-Karl Marx saca
los argumentos de las Constituciones de la Revolución francesa,
haciendo continuas referencias a lo aportado por
la revolución
en Francia en esta materia. También, casi toda ·su exposición
toma forma de lo que se puede llamar una «Teología de la libe­
ración
de la religión» ( 41 ).
Este mismo tema -la relación entre la sociedad civil y la
sociedad política-está tratado ampliamente por Karl Marx en
su siguiente obra, I..a Sagrada Familia (Die heilige Familie), la
que se refiere a los hermanos Bauer y fue elaborada por Marx
junto con
Engels y Moses Hess al final del afio 1844, y publicada
en 1845.
Bruno Bauer y sus hermanos consideraban la Revolución
francesa ante todo como un combate por
la Libertad y la Igual­
dad, mientras que, para Karl Marx, la Revolución francesa es
( 40) F. FuRET, Marx et la Révolution franfaise, op. cit., pág. 23.
(41} Véase del autor: Karl Marx, su pensamiento y su revoluci611,
Santiago, Oiile, 1983.
1373
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MIGUEL PORADOWSKI
más bien una lucha entre los intereses de la burguesía y las cla­
ses sociales privilegiadas
por el Antiguo Régimen. En La Sagra­
da Familia, Karl Marx, en una sola frase, sintentiza lo esencial
de su opinión respecto de la Revolución francesa: «El movimien­
to revolucionario, que empieza en 1789 en el «círculo social»,
el cual,
poco a poco, tiene como representantes a Leclerc y Roux,
termina con la conspiración
de Babeuf, de la cual nace la idea
comunista, que
Buonarroti, el amigo de Babeuf, de nuevo la in­
troduce en Francia después de la Revolución
de 1830. Esta idea
no
es otra que la idea de un nuevo orden del mundo ( subrayado
en el texto) (42).
Así, para Karl Marx,
el comunismo, que nace de la Revolu­
ción francesa,
es el nuevo orden del mundo.
La obra siguiente, La Ideología alemana (Die Deutsche Ideo­
logie),
escrita también en colaboración con Engels, en los años
1845-1846, pero publicada solamente
por primera vez en 1932,
es una
polémica con los escritos de Bruno Bauer, de Max Stir­
ner,
El único y su propiedad (Der Einzige und sein Eigentum,
1844 ), de Karl Grün y Georg Kuhlmann; hay también referen­
cias a Moses Hess, quien, en este tiempo, todavía colabora con
Karl Marx ( se separaron para siempre cuando Moses Hess
en­
cabezó el movimiento sionista). En esta obra Karl Marx cambia
radicalmente
de posición: pasa del idealismo al materialismo.
Stirner
analiza en su libro el proceso de la Revolución fran­
cesa y, entonces, la crítica
de Max también se refiere a este tema.
Marx ridiculiza
las opiniones de Stirner, tanto respecto al pen­
samiento de Hegel, como respecto a los juicios vertidos por Stir­
ner sobre la Revolución francesa, realizadora,
según Stirner, del
«espíritu»
(Geist) hegeliano. Con esta ocasión Marx aprovecha sus
abundantes lecturas sobre la Revolución francesa,
demoorrando
un dominio extraordinario de la bibliografía existente en este
tiempo, incluidos los 40 volúmenes de Buchez:
Fran,ois Furet
las cita
en su obra ( 43 ).
(42) F. l'uRET, op. cit., pág. 165.
(43) FRAN~o1s l'uRET, Marx et la Révolution franftlise, op. cit., pá­
gina 193.
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REVOLUCIO .. V FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
Una parte importante de la Ideologla alemana está dedicada
a la
crítica del libro de Karl Grün, Die soziale Bewegung oder
Die Geschichtsscheeribung des wahren
Sozialismus {Darmstadt,
1845).
Marx quiere demostrar que Karl Grün poco sabe respecto
al socialismo «verdadero» y
que sus conocimientos al respecto se
limitan sólo a las informaciones proporcionadas en el libro de
Lorenz von Stein,
El socialismo y el comunismo en la Franda
contemporánea (Der Sozialismus und Communismus des heutigen
Frankreichs,
Leipzig, 1842), y del libro de Louis Reyband, Etudes
sur les réformateurs
ou socialistes modernes, 1842-1843. Además,
Marx irónicamente desnúente
la opinión de Grün de que las re­
formas introducidas por Turgot no evitaron el adveninúento de
la Revolución francesa, porque no se trataba de eso; lo esencial
-según Marx-fue la «libre competencia» en la vida econó­
núca
y ésta, para imponerse, necesitaba la revolución. Marx tam'
bién recuerda que Turgot fue el maestro de Adam Smith, el prin­
cipal fisiócrata, partidario de
la «libre competencia» e, incluso,
lo llama el «abagado de la usura».
¿Cuál fue, en tiempos de Marx, el socialismo «verdadero»?
No se sabe, pues cada una
de las corrientes socialistas reclamaba
que solamente ella lo representa y, hasta hoy
día, casi en todos
los países
del mundo siguen las polénúcas entre los socialistas
sobre el tema: ¿cuál es
el socialismo «verdadero»?
Hay que reconocer que
en estas polémicas, Karl Marx de­
muestra un buen conocinúento del proceso revolucionario de los
años 1789-1799 y,
especialmente, del año 1793.
El libro de Pierre-Joseph Proudhon, Systeme des contradic­
tions économiques ou Philosohpie
de la misere (1846), por el
mismo título mereció de parte de Marx una contestación inme­
diata,
polénúca e irónica, en su libro La misere de la philosophíe
( 1847). En este tiempo, Proudhon ya tenía publicados varios
libros y era considerado como uno
de los representantes del so­
cialismo francés. La inteligente crítica de Marx es, en muchos
casos, muy acertada; sin embargo,
el núsmo concepto proudho­
niano de las «contradicciones económicas» es, al menos parcial­
cente, asimilado por Marx e integrado en su pensamiento.
1375
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MJ.GUEf.. PORADOWSKI
Refiriéndose a la «coalición» ( en francés: coatition ), el térmi­
no que usa Proudhon en vez de
la palabra la greve = la huelga,
que
se-impone alg9 más tarde, Karl Marx la aplica a to,fo tipo
de «lucha de clases», incluidas las organizadas por
la burguesía»:
« .... elle aussi avait commencé par des coalitions partielles contre
les
seigneurs féodaux» .. «Si se trata de la burguesía, hay que dis­
tinguir dos etapas:
.la primera, durante la cual se constituye como
«clase», bajo
el. régimen feudal Y. la monarquía absoluta, y, la
segunda, una vez ya constituida como clase, acaba con la foudali­
dad y con la monarquía. La primera etapa fue mucho más larga
y .necesitaba. mayores esfuerzos, comenzando por coaliciones par­
ciales contra los señores
feµdales» ( 44 ).
En el Manifiesto comunista (1848), Marx usa !a expresión
«Revolución francesa» sólo dos veces; sin embargo,
se refiere a
ella frecuentemente, llamándola una «revolución burguesa»,
es
decir, de los del «tercer estado», el cual absorbe cada vez más
gente, la que antes de
la Revolución pertenecía a otros grupos
sociales. Esta «revolución burguesa»
-según el Manifiesto-­
destruyó la propiedad feudal e introdujo en sus Constituciones
una nueva modalidad de
la propiedad privada, _ la que favorece
al «tercer estado», siendo básicamente «mobiliaria» y que cons­
tituye
. el blanco de la revolución comunista. El Manifiesto de­
clara: «. . . los comunistas.
pueden·. resumir. su teoría en esta fór­
mula. única: abolición de
la propiedad privada» (45). E insiste:
«La Revolución francesa, por ejemplo, abolió la propiedad
feu,
dal en provecho de la propiedad burguesa .. El rasgo distintivo del
comunismo no es
. la abolición de la propiedad en general, sino
la abolición de la propiedad burguesa» ( 46 ).
Marx aprovechó la ocasión de una rebelión de los campesi­
nos en Polonia (1846),
para declarar que los «jacobinos de 1793
llegaron a ser los comunistas en nuestros días».
La declaración,
hecha en el segundo aniversario de este acontecimiento es muy
(44) Ibid., pág. 199.
(45)
El Manifiesto comunista, ed. castellana, Santiago, O:úle, 1956,
pág. 58.
(46) Ibid. op. cit., pág. 57.
1376
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REVOLUCJON FRANCESA Y REVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
sintomática, pues identifica a los· comunistas-marxistas, partida­
rios del
Manifiesto comunista, publicada sólo poco días después,
con
.los jacobinos del año 1793, pero es inexacta, pues los cam­
pesinos en Polonia, en febreto de 1846, sólo reclamaban la su­
presión de algunos servicios obligatorios (la corvée) y no la supre­
sión. de la propiedad privada de la tierra;
al contrario, ánhelaban
llegar a ser. propietarios de ~ tierra, ver en ellos a unos «comu­
nistas», y to&vía en el sentido que a esta palabra le da el Ma­
nifiesto comunista, es un ábsurdo, pero lo correcto es identificar
al comunismo del Manifiesto con el jacobinismo del año 1793 ( 47).
La fracasada revolución comunista en Alemania en marzo de
1848, en la cual Karl Marx participa con gran entusiasmo, su,
poniendo que ella tome carácter de proletaria, resultó -según
Marx-set «una parodia de la Revolución francesa de 1789» ( 48 ).
Y,. ¿por qué? Porque -según Marx-«contrariamente a la pO:
sición de la burguesfa francesa de 1789, la que no abandonó a
sus aliados campesinos, pues comprendía
que la base de su do­
minación fue la destrucción del feudalismo y la creación de una
clase campesina libre y propietaria de la tierra, la burguesía ale­
mana de 1848 traicionó a los campesinos, sus aliados naturales,
sin los cuales fue imposlbilitada a vencer a la nobleza» ( 49
).
El fracaso de la revolución comunista de marzo de 1848 en
Alemania fue, para Marx, una Vivencia muy dolorosa, lo que ex­
plica por qué con tanta frecuencia vuelve sobre este asunto, re­
flexionando y buscando explicaciones y justificaciones. Una vez·
más, en Neue Rheinische Zeitung (10-31 de diciembre de 1848),
publica una serie de artículos; haciendo una comparación entre
Ia Revolución francesa y la fracasada revolución en Alemania.
Entre otras cosas, subraya: « ... no se puede confundir la revo·
lución de
marzo ni con la revolución inglesa de 1648, ni con ia
Revolución francesa de 1789.
En 1648 la burguesía fue aliada
(47) F. FURET, op. cit., págs. 217-221.
(48)
Ibid., pág. 224.
( 49) Ibid., pág. 224. Estos textos fueron publicados por Marx en Neue
Rheinische Zeitung,
30 de julio -de 1848; véase: F. FuRET, op. cit., pá­
ginas 222-225.
1377
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MIGUEL PORADOWSKI
del pueblo contra la nobleza y contra la potente Iglesia. La Re­
volución de 1789 no tenía otro modelo, al menos en Europa,
que
la revolución de 1648, y la revolución de 1648 no tenía otro
que
la insurrección de los Países Bajos contra España. Las re­
voluciones de 1648 y de 1789 no fueron revoluciones inglesa y
francesa, fueron revoluciones europeas. No fueron victorias de
alguna clase determinada sobre el antiguo sistema político, sino
la proclamación de un sistema político para una nueva sociedad
europea. Ambas fueron
un triunfo de la burguesía, pero este
triunfo de la burguesía fue un triunfo de un nuevo sistema
so­
cial: la victoria de la propiedad burguesa sobre la propiedad
feudal, del sentimiento nacional sobre el provincionalismo, de la
competencia sobre
el corporativismo, de las Luces sobre la su­
perstición, del derecho burgués sobre los privilegios medioevales.
Nada de
eso hubo en la revolución de marzo en Prusia» (50).
Uno de los acontecimientos de
la Revolución francesa muy
discutido, desde el punto de vista de
la estrategia y táctica de la
revolución comunista, fue
y sigue siendo la así llamada «Comuna
de París» de los años 1792-1794, es decir, una intervención muy
concreta y real de
la municipalidad de París en los acontecimien­
tos de la Revolución francesa,
sin pretensiones de tomar el po­
der. Marx vuelve a este acontecimiento con ocasión de la polé­
mica con los «blanquistas» en el año 1850, sacando la conclusión
de «que no siempre conviene tomar el poder para realizar
algu­
nas cosas» (51).
La revolución en Francia en 1848, con sus consecuencias que
se prologan hasta 1851, permite a Marx hacer algunas
compara­
ci?nes y reflexiones irónicas y sarcásticas, invocando la opinión
de Hegel de que en la historia los grandes acontecimientos y per­
sonajes excepcionales suelen a aparecer dos veces: la primera
vez
como trágicos y la segunda vez como cómicos. Los acontecimien­
tos de los
años 1793, 1795 y 1848-1851 lo ilustran: «Danton
(50) F. l'uRET, op. cit., págs. 226'227.
(51) F. FuRET, op. cit. págs. 242-243.
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MA:RXISTA COMUNISTA
es reemplazado por Caussidiere, Robespierre, por Louis Blanc, la
Montaña por otra «Montaña», y el nieto por tío». Lo interesante
es constatar que Karl Marx está influenciado por la Revolución
francesa
y su «modelo», y que en las revoluciones siguientes ve
algunas repeticiones, sea voluntarias
y conscientes, sea por puras
coincidencias
(52).
La presencia de la Revolución francesa en El Capital de Karl
Marx_ es señalada por Furet dos veces. La primera se refiere al
primer volumen, el único publicado durante
la vida de Marx (53 ).
En él hay sólo referencia a la Revolución francesa con ocasión
de una severa crítica de la supresión, por la Ley Chapelíer del
14 de junio de 1791, del derecho
_a las asociaciones, pues esta
ley dejó a los trabajadores indefensos e imposibilitados a formar
las «coaliciones» (declararse
en huelga); toda actividad de tipo
gremial o sindical quedó fuera de
la ley.
En el cuarto volumen de El Capital ( donde están recogidos
los materiales
poco elaborados por Marx y publicados como «Tec>­
das sobre la plus-valía»), se menciona el texto de Marx donde
él opina que «Turgot
... inaugura el· proceso que lleva a la Revo­
luc;ión francesa» (54 ). «Turgot anticipó las medidas de la Re­
volución francesa, pues, por el decreto de febrero de 1776, su­
prime las corporaciones ( revocado tres meses después). También
suprime les corvées y quiere introducir un impuesto único sobre
la renta» (55), siendo, según la opinión de Adam Smith, el an­
tepasado directo de la Revolución francesa» (56). Recordemos
que Adam Smith murió en el año 1790.
En La Guerra civil en Francia (Der Bürgerkieg in Frankreich)
escrita en los meses de abril y mayo de 1871, y publicado en
junio y julio del mismo año
en Der V olksstaat, Marx insiste en
la necesidad de la destruccción del aparato estatal burgués, sin
lo cual la victoria del proletariado es imposible.
Las revoluciones
(52) F. FuRET, op. cit., págs. 244-25L
(53) F. FuRET, op. cit. pág. 167.
(54) F.
FURET, op. cit., pág. 257.
(55) F. FuRET, op. cit., ¡,,lg. 25.
(56) F. FuRET, op. cit., págs. 266-268.
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de los años 1789, 1830 y 1848 demostraron que no basta tomar
el poder y dominar el aparato eswal, sino que hay que destruirlo
completamente. El texto
de Marx al respecto es algo complicado,
pues existen de él tres versiones distintas, y
Fran,ois Furet cita
las tres. A pesar de que
Karl Marx trata este asunto de una for­
ma generalizada, tiene siempre presente como modelo de un Es­
tado, al Estado francés, es decir, a la monarquía tradicional, es­
pecialmente la que existía en vísperas de la Revolución francesa.
Veamos sólo la primera versión. «El aparato del Estado centra­
lizado, el cµal con
sus órganos militares, burocráticos, clericales
y judiciales, omnipresentes y complicados, envuelven el cuerpo
vivo de la sociedad civil, como una
boa constrictor, fue prime­
ramente forjado en los tiempos de la monarquía absoluta, como
un arma de la sociedad moderna naciente de la lucha para
libe­
rarse del feudalismo. Los privilegios feudales de los señores, de
las ciudades y del clero de los tiempos medioevales fueron trans­
formados en atributos de un poder de Estado unificado».
«La
Revolución francesa, teniendo por finalidad formar una unidad
nacional,
tema que romper las autonomías locales, territoriales,
urbanas y provinciales. Continuando con
la obra empezada por
la monarquía absoluta, fue forzada a desorrollar la centralización
y organización
del poder del Estado, aumentar la cantidad de
instrumentos, el crecimiento de su
independencia, etc. Este su­
percrecimiento parasitario del aparato estatal alcanza su plenitud
durante el gobierno del primer Bonaparte. La Restauración y
la
Monarquía de julio sólo agregan mayor división de trabajo, el
cual crecía en la medida en que se desarrollaba la sociedad civil,
dando pretexto a
mayor intervención del Estado. Todas las re­
voluciones perfeccionaban el aparato estatal en vez de deshacer­
se de él. En la época
de la monarquía absoluta, el Estado fue
un instrumento de lucha por una sociedad moderna contra el
feudalismo, una lucha coronada por la Revolución francesa, pero,
durante el gobierno del primer Bonaparte no solamente sirvió
para aplastar
la Revolución y suprimir todas las libertades po­
pulares, sino también para ser un instrumento de la Revolución
francesa al servicio de su impetialismo, creando las monarquías
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCJON MARXISTA COMUNISTA
feudales y los Estados más o menos semejantes al de Francia.
Este Estado parasitario
alcanza su plenitud sólo con el segundo
Imperio,. (56 ). Las versiones segunda y tercera de este texto no
difieren mucho de
la primera. A . pesar de gue esta versión es
muy parcial, no hay duda
de que Karl Marx captó lo esencial:
el nacimiento de
un Super-Estado, como consecuencia de un po­
sitivismo jurídico, introducido por la Revolución francesa y pues­
to al servicio de una democracia de tendencias totalitarias.
A pesar
de que casi todos los escritos de Kar! Marx se pue­
den atribuir también a Engels, pues siempre trabajaban juntos,
no todo
lo escrito por Engels se puede atribuir a Marx. Además,
Engels tenía sus temas preferidos
y casi exclusivos, sobre los
cuales Marx no
se pronunciaba. Uno de ellos fue el asunto mili­
tar; por algo los niños de Marx llamaban a Engels «el general».
Es sabido que Engels no
solament,:, hizo su servicio militar, sino
que con gran entusiasmo e interés observaba casi todas las
gue­
rras de. su tiempo y escribía sobre· ellas comentarios en la prensa,
especialmente
en la norteamericana (y los honorarios los cobraba
Marx).
En ·su Anti-Dühring, publicado en 1877, varias ve,es se
refiere a la Revolución francesa; sin embargo, sólo .cuando anali­
za la contribución de aquélla al arte militar lo hace a . fondo y
con conocimieno del asunto. Al
respecto vale la pena citar al­
gunos textos.
«La Revolución francesa completó también en el terreno mi­
litar lo que había iniciado la revolución americana; tampoco po­
día oponer a los ejércitos coaligados, formados por. soldados re­
clutados y ejerdtados, otra cosa que masas mal ejercitadas, pero
numerosas; la leva de la nación entera. Con
esas masas se tra­
taba de poner a cubierto París, y, por consecuencia, conservar
un territorio determinado, lo cual era imposible de efectuar sin
vencer en una batalla abierta y por masas.
El simple combate de
tiradores resultaba insuficiente y era menester descubrir una for­
ma para el empleo de las masas: tal fue la columna. La disposi­
ción en columnas permitió
a las tropas, aún poco y mal ejercita­
das, moverse con bastante orden aún en una marcha más rápida
( cien pasos y
más por minuto) y permitió romper las formas rí-
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MIGUEL PORADOWSKI
gidas del antiguo orden de línea, combatir en todos los terrenos,
aun los más desfavorables
para la línea, agrupar las tropas en to­
das las formas convenientes y en armonía con el combate de tira­
dores dispersos, retener, ocupar y fatigar las líneas enemigas
has­
tá el momento en que esas líneas eran arrolladas en el punto
decisivo por masas que
estában en reserva. Esta forma nueva de
combatir, fundada en la combinación de los tiradores y de las
columnas y en la distribución del ejército en divisiones o cuer­
pos
de ejército, independientes y compuestos de todas las armas
-forma de combate enteramente perfeccionada por Napoleón
en su aspecto táctico y
estratégico-,· había llegado a ser necesa­
ria sobre todo por el cambio en la composición de los elementos
militares de los soldados
de la Revolución francesa. Reunía dos
condiciones técnicas antecedentes de
suma importancia: en pri­
mer lugar, la construcción por Gribeauval de cureñas más
lige­
ras. para las piezas de campaña, que hacían posible los rápidos
movimientos, entonces requeridos,
de dichas piezas, y en segundo
término, la encurvadura de
la culata del fusil -tomada de la
escopeta de caza e introducida en Francia en 1777 (hasta entonces
la culata
se prolongaba en línea recta con el cañón)--, con lo
ctial sé podía apuntar a un hombre aislado sin malgastar el tiro;
sin tal progreso hubieran sido imposibles las guerrillas»» (57).
Sin embargo, el entusiasmo de Engels llega a ser muy
exage­
rado cuando empieza a «profetizar»: «Con la guerra franco-ale-..
mana se abre un período de mucha más importancia que los pre­
cedentes. Primeramente,1as armas son tan perfeccionadas que un
nuevo progreso, de influencia radical,
ya no es posible. Cuando
a cañones que permiten alcanzar a un batallón tan lejos como la
vista
le distingue y fusiles que dan un resultado semejante res­
pecto del hombre aislado que se toma por blanco -fusiles cuyo
tiempo de carga es menor que el de
apuntar-, todos los progre­
sos ulteriores de la guerra en campo raso son
más o menos indi-
(57) FEDERICO ENGELS, El Anti-Dühring, Ed. Claridad, Buenos Aires,
s. f., págs. 191-192.
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REVOLUCION FRANCESA Y REVOLUCION MARX!ST A COMUNISTA
ferentes. De esta parte la era del desarrollo, fundamentalmenl!e,
ha terminado» (58 ).
Su entusiasmo es más exagerado aún cuando, «profetizando»,
aplica la dialéctica marxista al militarismo:
«El ejército ha lle­
gado a ser el principal fin del .Estado, el fin en sí; los pueblos
no
existen sino para dar y mantener soldados. El militarismo
domina y
se traga a Europa. Mas dicho militarismo lleva, en sí:
mismo, también el germen de su propia destrucción. La concua
rrencia de los Estados particulares entre sí les obliga, de una
parte, a gastar cada año más dinero en el ejército, en la marina,
en la artillería, acelerando de tal modo, de
día en día, la catás­
trofe
financiera; de otra parte, a tomar cada vez más en serio
el servicio militar obligatorio y general, haciendo familiar al pue­
blo
el manejo de las armas, capacitándole para que en un mo­
mento dado, pueda oponer su voluntad a la soberanía militar del
mando. Y ese momento llega cuando la masa del pueblo
--obre­
ros de las ciudades y del campo y campesinos--, tiene una vo­
luntad. En ese momento el ejército. de los príncipes se transfor­
ma en un ejército del pueblo, la ~áquina rehúsa el servicio, el
militarismo se destruye por la dialéctica de su propio desarrollo.
Lo que la demQ\:1'acia burguesa de 1848 no pudo realizar, pre­
cisamente porque fue burguesa y no proletaria -la tarea de dar
a las masas trabajadoras una voluntad cuyo contenido responda
a su situación de
clase-, se reailzará infaliblemente por el so­
cialismo. Y ello significa la destrucción del militarismo y con él
de los ejércitos permanentes por una explosión del interior al
exterior» (59).
No menos interesantes son las reflexiones de Engels sobre
los cambios y modernizaciones en la armada ( 60 ).
Ni Marx ni Engels se limitan a las reflexiones teóricas y doc­
trinarias; a ambos les interesa el lado práctico: la organización,
la actividad revolucionaria; por esta razón, toman contacto con
los blanquistas, .herederos del babuvismo. Conocen
el libro de
(58) F. llNGELS, El Anti-Dühring, op. cit., pág. 193.
(59) [bid.
(60) Ibid., págs. 194-195.
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}JIGUEL -PORADOWSKI· ·.
Buonarroti y su análisis del proceso revolucionario de la Revolu­
ción francesa: el paso por las etapas burguesa,
democrática, so­
cialista y proletaria.· También asimilan la doctrina· blanquista res­
pecto a los «revolucionarios profesionales» (61).
De todas maneras, en el pensamiento marxista, es decir, del
«dúo» Marx-Engles,. predomina la opinión de que la Revolución
francesa es la obra· de la «burguesía»; una
opinión afirmada en
el
Manifiesto comunista (1848), y, teóricamente, es mantenida
hasta
la muerte de ambos. Sin embargo, el «dúo», al mismo tiem­
po; lanza la idea de la «lucha de clases», también en el mismo
Manifiesto comunista, afirmando: «La historia de todas .las so­
ciedades que han existido hasta nuestros días es la historia de
las luchas de clases» (62); es el otro «dogma» de la fe marxista­
comunista. Ambas afirmaciones son «dogmáticas» y, para Jos
comunistas, fuera de toda discusión. Lo que se discute, durante
todo el siglo
XIX y hasta hoy día es la pregunta: ¿ dónde está la
lucha de clases? Primeramente se la veía en la Revolución fran­
cesa, precisamente en
la lucha de la burguesía contra el sistema
feudal
y los privilegiados por, él. Sin embargo, poco a poco, por
varios motivos, se empezó a ubicarla también entre otros
am­
bientes: entre los campesinos y los «señores» (la nobleza terra­
teniente); entre las distintas categorías de los campesinos (los
campesinos propietarios
de tierras; .los campesinos arrendatarios
de tierras; los campesinos
sin tierra, los trabajadores-jornaleros
en las propiedades de campesinos, nobles
y burgueses), etc. Al
final del siglo XIX, esta «lucha de clases» está ubicada entre los
trabajadores de industria y los empresarios. Un análisis de todas
estas teorías
y opiniones la hace un historiador inglés, Alfred
Cobban, en una serie de libros:
The myth of the French Revolu­
tion, 1955; The social interpretation of the French Revolution,
1964; Aspects of the French Revolutíon, 1968. Se trata de una
polémica con los historiadores marxistas y
marxistas-leninistas.
La diferencia entre la posición marxista y la leninista es, al
(61) Mayores informaciones al respecto, véanse en el libro del autor:
Karl Marx, su pensamiento y su revolución.
(62) El Manifiesto comunista, op. cit., pág. 33.
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RBVOLUCION FRANCESA Y RBVOLUCION MARXISTA COMUNISTA
respecto, esencial: el marxismo estimula los estudios económicos,
relacionados con la Revolución francesa, mientras que el leninis­
mo, está interesado por los estudios políticos,
es decir, la lucha
por el poder. El libro básico de Cobban es El mito de la Revolu­
ción francesa { en la traducción francesa lleva el título: Le sens
de
la Révolution fran~aise ). Se trata. de la polémica con las opi­
niones de los principales historiadores
«oficiales» de la Revolu­
ción francesa, es decir, de los que ocupaban la «cátedra de la
Revolución francesa» de la Universidad de París: Aulard, Mathiez,
G. Lefebvre y
Soboul. Sin embargo, el autor extiende su polé­
mica también a otros historiadores, especialmente a los marxistas­
leninistas, stalinistas y trotskistas.
Al final del siglo
xrx, cuando aparece el· movimiento comunis­
ta'.leninista, crece el interés de ellos por la Revolución francesa
como el «modelo» de todas las revoluciones comunistas, de
ahí
la aparición de muchísimos estudios sobre la Revolución france­
sa, especialmente
de parte de los menci0ll8dos «historiadores
oficiales».
Este interés aumentó considerablemeute con ocasión
del primer centenario de
la Revolución fraucesa y después con
la' toma del
poder en Rusia por los comunistas-leninistas (gracias
al apoyo de las democracias occidentales). Esta polémica se pro­
yecta todo el siglo xx y revive actualmente con ocasión del bi­
centenario { 63 ).
( 63) Esta polémica será analizada en el próximo artículo.
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