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Número 289-290

Serie XXIX

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Carl Schmitt, filósofo católico y confesor

CARL SCHMITT, FILOSOFO CATOLICO Y CONFESOR (*)
POR
GUILLERMO GUEYDAN DE RoussEL
l. Los comienzos de una larga amistad.
Conocí a Car! Schmitt en 1933, cnando preparaba mi tesis
para
el doctorado, en Berlín, sobre «La evolución del poder ejecu­
tivo en Alemania de 1918 a 1933». Yo estudiada en la Kaiser Will­
helm Gesellschaft y el amable bibliotecario, viendo que consul­
tába principalmente las
obras de Schmitt, me aconsejó tomar di­
rectamente contacto con él. Fui recibido por el profesor con una
gran cordialidad
y, desde entonces, lo vi con frecuencia y mantu­
vimos correspondencia regularmente hasta
sus últimos días. Era
un hombre sencillo y modesto cuyo pensamiento iba siempre al
fondo de las
cosas sin preocuparse de las apariencias engañosas y
los juicios superficiales. Había en sus palabras algo de sólido, de
inquebrantable, de misterioso
y, podría decirlo, de sacro. Más allá
de las cuestiones jurídicas, le gustaba conversar acerca de teología
y no temía los silencios que imponen a veces
los más profundos
problemas acerca de Dios
y de nuestra existencia en la tierra.
¡Cuántas veces, antes·de la guerra, viajé de París a
Berlín para
encontrar a un hombre digno de ese nombre, verdadero, sin
ma­
licia, sin subterfugios, sin mentiras, sin vanidad! Todo en él era
verdadero, su conversaci6n, sus amigos, su interior. Me invitaba
a
-acompañarlo a su casa de Dahlem, a comer -con sus amigos, a
los cuales siempre permaneció fiel, Günther Krauss, von Mutius,
von Medem, von Schweinischen, Javier
Conde, Daskalakis ... Des-
(*) Reproducido, con permiso, de la revista argentina Gladius, núme-
15, año 5.
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pués de la comida, cada cual llevaba su vaso al salón donde con­
tinuábamos la conversación mezclada con cantos tales como
el de
los peregrinos alemanes a Tierra Santa,
6 Mariahilf ... En 1937
fuimos juntos
en mi pequeño DKW a visitar a su amigo Ernst
Jünger, a Goslar.
Car! Schmitt mostraba gran interés por Francia, cuya histo­
ria
y grandes pensadores conocía mejor que yo. Con frecuencia
me pedía que le enviara libros: Bernanos, Vialatous, Malraux,
Paul Nizan, Julien Green, Paul
Valery, Castex, Esmein, etc., mu­
chos de los cuales me eran aún desconocidos. Tenía un amigo,
a quien apreciaba mucho, Pierre Linn, y que había publicado en
París, en 1928, una traducción de Politische
Romantik. Era un
francés muy culto y que, como Augustin Cochin y Joug]a de
Mo­
renas, se dedicaba a la filosofía durante sus horas de oficina en
un Banco parisino. Permaneció fiel a esta amistad hasta que su
mujer, judía y amiga de
Raissa Maritain, cortó definitivamente
los puentes después de
la victoria de los aliados.
Car] Schmitt se interesaba también, de una manera que siem­
pre me conmovió profundamente, por mis escritos y su publica­
ción
en Alemania, en el «Archiv für Social- und Rechtsphiloso­
phie», la
«Europiiische Revue», la «Zeitschrift der Akademie für
deutsches Recht». Me animó a publicar en
la «Europliische Re­
vue» (1936 y 1939) dos artículos, uno sobre el Estado desenmas­
carado y el otro sobre los Orlgenes de la ciencia del hombre, los
cuales apoyaban
la posición que él había adoptado contra el Es­
tado totalitario y
el racismo materialista. Bajo sus auspicios pro­
nuncié, en 1938, una conferencia sobre los orígenes de la ciencia
del hombre en el «Romanische Seminar» dirigido por su amigo
el profesor Gamillschegg. Desde París envié a Car! Schmitt, en
octubre de 1938, mi manuscrito titulado
Al alba del racismo, el
hambre espectador del hombre, un tema sobre el cual a menudo
habíamos conversado. Me respondió inmediatamente: «Uber Ihre
Arbeit habe ich mich sehr gefreut und
sie sofort in einem Zug
gelesen... ich g]aube dass das Thema Ihrer Arbeit
taglich inte­
ressanter wird und frene mich sehr auf die Vollendung
und Pu­
blikation des Buches» ( «Me he alegrado que
el tema de su tra-
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bajo y lo leí enseguida de un tirón ... Creo que el tema de su tra­
bajo
se hará cada día más interesante y me alegro mucho por la
terminación y publicación del libro»).
En mayo de 1939 le en­
vié un pequeño artículo sobre «El Leviatán y el Estado moder­
no», publicado en la
Revista Internacional de Sociología, y él me
escribió: «Der kleine Aufsatz liest
sich üheraus eindrucksvoll.
Ich wundere mich dass die Juden
ihn gedruckt hahen» ( «El pe­
queño artículo se lee como algo extraordinariomente impresionan­
te. Me
admiro de que los judíos lo hayan impreso»). Su extrañe­
za estaba justificada porque, cuando en 1936 publiqué la traduc­
ción de
Legalitiit-Legitimitiit, la primera obra de derecho de Car!
Schmitt publicada en Francia, el profesor Georges Gurvitch ha­
bía señalado en los Archivos de Filosofía del Derecho el «carác­
ter inquietante, e incluso se podría decir irritante de la introduc­
ción a esta traducción». Respecto de
lo cual Car! Schimitt me
dijo: «Usted está en el buen camino, porque
es atacado por los
Judíos». .
Car! Schmitt sabia apreciar a sus enemigos. En España, mu­
cho tiempo después de la guerra, le dijo a su hija Anima, casada
con
el profesor español Alfonso Otero: «Acá estoy muy bien,
pero no puedo vivir sin
mis enemigos». El no conocía el odio;
para él, todo lo que sucedía era adorable.
Se le pueden aplicar
estos versos
de Comeille: «Querido Abner, yo temo a Dios, y
no tengo otro temor».
Durante la guerra, Car! Schmitt fue algunas
veces a París.
En 1941 pronunció una conferencia: El mar contra la tierra. El
pensamiento del Leviatán,
al que había consagrado un magnífico
estudio en 1938, no le abandonaba. Tomamos el té junto con
Ernst Jünger en el Instituto Alemán, y
él vino a comer a casa,
una
vez con Pierre Linn y otra con Bernard Fay, quien le confe­
só que tenía muchos enemigos y
Car! Schmitt le respondió: « Yo
también tengo muchos». Ambos ·bebieron el cáliz amargo del
odio; el uno
se salvó por una amiga judía, y el otro, Car! Schmitt,
por su
fe inquebrantable: «und tettend offnet die Tore ein Hei­
liger mir
aus dem Osten» ( «y para salvarme me abrió las puer­
tas un Santo proveniente del Este») (Gesang des Sechzigiiihrigen).
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En 1942, Car! Schmitt vino una vez más a pronunciar una
conferencia en
París y yo lo invité a comer. Hablamos largamente
de la guerra, de los peligrosos aliados de Alemania y, sobre todo,
del Obstáculo (2
Tes. II, 7: «Tantum ut qui tenet nunc, teneat,
donec
de medio fiat» ). Su inspiración de filósofo católico lo pre­
paraba a afrontar los combates futuros.
2. El Calvario.
La guerra mundial fue seguida de una revolución mundial.
Todos los gérmenes de disolución y
de destrucción que agitaban
a algunos desde 1848 salían a la luz.
Se requerirán aún años para
juzgar y medir el alcance de los acontecimientos que nosotros
he­
mos vivido: bombardeo de las ciudades con bombas incendiarias
y atómicas, caza al hombre y asesinato de los aldeanos con avio­
nes de caza, división e intel.'Cambio de los vencidos entre los dos
ogros, hambre impuesta
al pueblo alemán y persecuciones inaudi­
tas, ahorcamiento de sus generales, torturas, difamación, ·odio
triunfante. Desde que el Leviatán está montado sobre el Conti­
nente, el orden creado por siglos de cultura cristiana ha sido tras­
tornado.
Las estructuras seculares de la sociedad se desmorona­
ron bajo la violencia de las olas.
Las distinciones clásicas entre
lo sagrado
y lo profano, el derecho y la fuetza, el beligerante y el
criminal, el juez y el enemigo fueron arrojadas desordenamente
en el trastero americano.
Durante mucho tiempo, Car! Schmitt se encontró en el vien­
tre de la ballena en virtud del «arresto automático» decretado
por los norteamericanos.
Se acordó, sin duda, de la «Pesca del
Leviatán», de la que
me hablaba antaño mostrándome la bella
ilustración de
la abadesa Herrad de Landsberg: el demonio igno­
rando la divinidad de Jesús, tomado por el anzuelo de la cruz.
¿Triunfará él,
él también, de sus enemigos, por la cruz?
La pequeña obra de Car! Schmitt, escrita durante su cautive­
rio,
Ex captivitate salus, es un magnífico libro de consolación.
No es una autobiografía, ni un alegato, ni una confesión: «Wer
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beichten will, gehe hin und zeige sich dem Priester» ( «El que
quiera confesarse, que vaya
y se muestre al sacerdote») (Ex cap­
tivitate salus).
En su celda Car! Schmitt observa que está desnudo. Uno de
sus amigos escribía en la misma época: «Das
Leben in einer Zelle
entkleidet den Geist und befreit die Seele» ( «La vida
. en una
celda desnuda
al espíritu y libera al alma») (Prisma, 19/20, 1948,
Lob des Gefiingnisses). Está desnudo como Adán en el Paraíso
Terrenal, cuando aquél
gozaba de la presencia de Dios; está des­
nudo como Cristo sobre la
cruz. Y este despojo de todas las va­
nidades del hombre civilizado lo forzaba a recurrir a sus «últi­
mas reservas». Pero su estado
de desnudez, ¿le permitirá salvar­
se como el discípulo desconocido cuando arrestaron a Jesús: «Nu­
dus profugit ab eis»
(Me. XIV, 52)? En el sentido material, no.
Pero él está «doch
in nichts vernichtet» ( «sin embargo en modo
alguno destruido») (Ex
captivitate salus), o al decir del Apóstol:
«Persecutionem patimur sed non derelinquimur, dejicimur, sed
non perimus» (2
Cor. IV, 5). Durante el verano de 1946, Car!
Schmitt escribe: «Das letzte Asyl
für einen von Menschen gequfil­
ter Mann ist immer ein Gebet, ein Stossgebet zu dem gekreu­
zigten
Gott» ( «El último asilo para un hombre que es atormen­
tado
por los hombres es siempre una oración, una jaculatoria al
Dios crucificado») (Ex captivitate salus). Un gtan escritor, mártir
de la «Liberación», Robert Brasillach, escribía en la prisión de
Fresnes la víspera de ser fusilado:
«He pasado esta noche en el
Monte de los Olivos»
(Poemes de Fresnes). Después de veinte
siglos de combate, los cristianos retornan al punto de partida, el
Calvario.
Llegamos
al último acto de este drama: el triunfo del hombre
desnudo.
En 1947, Car! Schmitt fue llevado a Nüremberg, como
testigo y posible acusado.
Allí sus enemigos esperaban asistir a
su ahorcamiento. Pero era más dificil enviar a
la horca al filóso­
fo católico que a los pobres militares. Luego de interrogatorios
que no han sido publicados, el Leviatán se vio obligado a soltar
a su presa. Goliat fue vencido
por David.
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3. Soledad y nuevos sufrimientos.
En mayo de 1948 recibí, por fin, una carta de Carl Schmitt:
«Oft plagt mich die Ungeduld der Gerechtigkeit, oft noch befall
mich
das taedium fugae. Ich denke mit grossen Liebe an Sie ...
Geben Sie mir bald wieder Nachricht; das ist für mich die gros­
ste Freude» { «A menudo me tortura la impaciencia por la justi­
cia, a menudo me ataca todavía el
taedium fugae. Pienso con gran
amor en usted
... Pronto mándeme de nuevo noticias: ello cons­
tituye para mí la mayor alegría»).
En otra carta de septiembre
me escribía: «Vergessen Sie nicht meine Situation. Sie
hat sich
gegenüber der des Salus ex
captivitate nur insofem gebessert dass
der Stacheldraht weggefallen ist. Maritain ko=t als professor
nach Princeton USA. An
der dortigen Universitiit ist ein professor
W. Ebenstein dessen Spezialitiit die Jagd auf mich ist» ( «No olvide
mi situaci6n. Respecto a la que me encontraba cuando la Salus ,ex
captivitate se ha mejorado s6lo en cuanto que ya no existe el
alambrado de púas. Maritain va como profesor a Princeton, USA.
En esa Universidad hay un profesor W. Ebenstein cuya especiali­
dad es la caza
de mí»).
Traté de
hacer venir a Car! Scbmitt a la Argentina. Con esta
intenci6n me envi6 su legajo personal y los de su mujer e hija.
En agoso de 1949 recibió el «libre desembarco», pero no pudo
obtener su pasaporte alemán sino
en 19 51. Me escribía en 1948:
«Ich hoffe dass
Ihr Aufenthalt beyond the lioe fruchtbarer wird
als der von Bernanos, dessen Buch, La France contre les robots
eine verzweifelte Enttauschung ist» ( «Espero que su estadía de­
trás de la línea será más fructífera que la de Bemanos, cuyo libro
La France contre les robots es un desesperado desengaño»). En
junio de 1949, la librería Depalma le pidi6 su consentimiento
para una edici6n de Legalidad-Legitimidad con mi introducci6n
de 1936, pero Car! Schmitt estim6 que la publicaci6n de 1936 es­
taba en gran parte superada. Sin embargo, en 1951, me dijo:
«Ich !ese
oft mit Freude in Ihren früheren Publikationen, beson­
ders der Ubersetzung
v-0n Legalitiit-Legitimitiit, heute das ak-
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tueilste Buch der wesilichen Welt, weil es die Modell-Situation
des kleinen Mehrheiten trifft» ( «Leo a menudo con alegría sus
más tempranas publicaciones, prinQpalmente Ja. traducción de Le,
galidad-Legitimidad, hoy el libro más actual del mundo occiden­
tal,
porque trata la situación típica de las pequeñas minorías»).
· El 3 de diciembre de 1950 murió la mujer de Car! Schrnitt,
Duschka Schmitt-Todorovic. «No hay existencia más lastimosa
que la de un Filemón sin Baucis
-me escribía ea abril de 1956--.
Muchas. veces he seotido deseos de ·eatrar·en. un conveato, pero
los conveatos ea Alemania son casi todos demasiado cómodos para
ser
una ayuda ea el sentido de una verdadera consolación». En la
misma carta
me dice también: «El pobre León Bloy no es sino
una vidriera de propaganda
para :la firma judía Raissa Maritain»,
y más adelante: «EL destino de Europa se cumple ... No olvide
que yo he perdido a casi todos mis amigos.. . Hace más de cinco
años que
el P. Linn ya no me escribe, probablemente bajo la
influencia de Maritain.; este. Maritain .. es un hombre malo y ni
fl,sto». . · ' . . . · .
El espectáculo· de Europa · no es para reconfortar a Cru'J
Schrnitt. En agosto de 1957 roe escribe: «Creo qi.¡e usted ha elq­
gido la mejor parte al dejar con su familia un continente quq,
dentro .de algunos años, no será .más que una zona de inspeocióil
de las fuerzas aéreas del Este y del Oeste». En septiembre d~
1960: «He leído muchas veces su artículo sobre Leviathan dt
Hamo, y lo releo siempre, preguntándome si es lameatable a rná~
biea adorable --«Todo lo que sucede. es adorable», es un aforis,
mo
de León Bloy que repetía a menudo Car! Schrnitt, convenci­
do corno estaba por sus estudios. históricos que Dios es
el rector
de la historia-que no sea. posible publicarlo en la Alemania de
la democracia cristiana,.. Yo se lo digo: «Tenebrae factae sunt
dum crucifixissent Jesurn Judaei».
He consideradQ corno un deber y una deuda sagrada hacia la
memoria de rni muy querido y venerado amigo escribir estos re­
cuerdos y comunicarlos a los que desean conocer el verdadero ros~
tro,de CarÍ Schrnitt, el más grande filósofo católico del,siglo =·
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