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Número 393-394

Serie XL

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Gustave Thibon, o el retorno a lo real

INMEMORIAM
GUSTAVE THIBON,
O EL RETORNO A LO REAL
El pasado 19 de enero nos ha dejado para siempre el filóso­
fo y escritor francés Gustave Thibon, una de las mentes más cla­
ras del reciente
fin de siglo. Su muerte se ha producido en su
casa familiar de Saint-Marce! d'Ardeche, pueblo
rural del valle del
Ródano donde nació hace
97 años y donde ha residido siempre
al frente
de los recursos agrícolas de su economía doméstica.
Thibon
ha sido el perfecto autodidacta. Seguramente no
poseyó otro titulo académico que el certificado de estudios pri­
marios, pero por su acceso a la biblioteca
de un pariente logró
dominar el latín,
el griego, el alemán y el español, y adquirir al
mismo tiempo una extraordinaria cultura que supo fecundar con
su talento natural.
Si la filosotra es el amor desinteresado de la sabiduría, y ésta
la contemplación de la realidad,
la penetración intelectual de sus
causas últimas,
puede decirse que con Thibon se va uno de los
pocos filósofos auténticos
que nos ha sido dado conocer. Muer­
tos Marce! de Corte, Sciacca y pocos más, la filosotra contempo­
ránea se
ha alejado tanto de Jo real en su objeto de estudio como
del tipo humano del
sabio en su protagonismo. Ya no es la rea­
lidad de la naturaleza, del
alma o de Dios lo que interesa al filó­
sofo, sino conceptos
-más bien términos o palabras-que des­
taca y solemniza con aires
de hallazgo original para aplicarlos
después a
la realidad en una ideología forzada y apdorística.
Piénsese,
por ejemplo, en Kuhn con su "paradigma", en Derrida
con su "deconstrucción", en Gadamer con su "hermenéutica", etc.
Es llamativa, por otra parte, la evolución operada en la ima­
gen simbólica del
sabio o filósofo durante los últimos siglos. En
Verbo, núm. 393-394 (2001), 239--244. 239
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IN MEMORIAM
el arte y la literatura antiguas el sabio se representaba como un
personaje roto y miserable, especie de mendigo homérico que
vivía en extremo abandono de si mismo escrutando viejos per­
gaminos y penetrando el universo bajo la infinita bóveda estre­
llada. Como inspirado
en el asceta cfnico o estoico, asf ha pasa­
do su imagen a nuestra fábula literaria: "Cuentan de un sabio que
un día tan pobre y misero estaba que sólo se sustentaba de las
hierbas que
comfa ... ". Y asimismo a las artes plásticas: recuér­
dense las imágenes de sabios o filósofos antiguos
que nos dejó
Ribera y
que se conservan en el Museo del Prado.
Del filósofo de hoy
--el filósofo profesional-tenemos una
imagen muy diferente. Parece que ha logrado un puesto en la
sociedad de consumo. Orondo y bien nutrido, se ha hecho con
un status docente y laboral, y hasta dispone de una "asociación
de filósofos jóvenes" de carácter vanguardista y reivindicativo.
Ya
no vive en el tonel de Diógenes ni dormita a la intemperie apo­
yado
en las murallas sino que acude en avión a los congresos
científicos para mostrar sus últimos hallazgos semánticos, preten­
didamente filosóficos. Ha perdido,
por supuesto, la "escondida
senda
por la que han ido los pocos sabios que en el mundo han
sido", aquella que Tiúbon encontró y nunca abandonó en su pro­
pia casa paterna y
en el quehacer familiar.
Su arraigo campesino deparó también a Tiúbon una fe católi­
ca profunda y lúcida que fue la luz y
firmeza para

sus juicios
cñ­
ticos y sus afirmaciones rotundas. Militó siempre doctrinalmente
en la contrarrevolución francesa que se extiende desde el conde
de Maistre y Bonald, pasando
por Maurras, hasta el actual enfren­
tamiento entre la Iglesia tradicional y
la ecuménica-progresista
que
ha provocado la irrupción modernista en el Concilio Vaticano
II. Tiúbon fue en esa controversia profeta sobre las consecuencias
deletéreas que para el catolicismo tendña
la apertura vaticana.
Recuerdo una de nuestras últimas conversaciones a raíz de
la
Reunión Ecuménica de Asfs en la que él desvió el tema porque
- fragio". Junto a los autores de la Contrarrevolución, influyeron
también
en Thibon la sagacidad fulgurante de Simone Weil, y por
contrapunto las vacilaciones trágicas de Nietzsche y de Unamuno.
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/NMEMORIAM
Como aquellos filósofos antiguos, Thibon se expresó en gran
medida
en aforismos y proverbios que resumen en golpes de luz
tanto las miserias y luchas íntimas del hombre contemporáneo
como la enfermedad radical
que aqueja a la sociedad democráti­
ca moderna.
En su condición de católico y monárquico, me
honro
en considerarlo como uno de mis más inmediato maestros,
y creo que así lo considera también la revista
VERBO y quienes la
hacen. Por más
que no le hayan seguido hasta su final lógico en
su critica al progresismo en la Iglesia de hoy, cuyos frutos enve­
nenados
son más visibles que nunca.
Entre sus libros, dos de ellos sugieren
en sus artículos la
intencionalidad profunda de
su obra: Diagnósticos (Ensayo de
fisiología social), 1940, y
Retorno a Jo real (1943). Otros títulos de
gran audiencia han sido La Escala de facob (1942) y Destino del
Hombre
(1941). Cuando-en 1968 publiqué mi libro Ej silencio de
Dios,
Thibon honró sus páginas con un profundo y esclarecedor
prólogo (Edit. "Criterio Libros", Madrid).
La última década del
siglo conoció la aparición de
En el ocaso de mi vida (1993) y La
ilusión fecunda
(1995). Mucho antes, en 1955, había publicado
una novela de anticipación en forma de pieza teatral irrepresen­
table
(Sereis como dioses) que en muchos aspectos es ya una adi­
vinación profética impresionante. Sobre la trama
de una hipotéti­
ca extinción de la religión
en Occidente, describe Thibon su mila­
groso despertar
en la sensibilidad y la mente de una mujer (Lib.
Artheme Fayard, Pañs).
Quie Dios tenga
en la luz de su gloria a este espíritu lumi­
noso sediento de Verdad y de Bien.
RAFAEL GAMBRA
EL SIGNO DE GUSTAVE THIBON
No era Gustave Thibon hombre al que cuadraran los este­
reotipos, personales o culturales. Por lo
que no resulta fácil, en
su muerte, a los noventa y siete años, en la campiña provenzal
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