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Número 393-394

Serie XL

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Carlos Ibáñez Quintana: Amor a Euscalerría, reflexiones de un carlista vasco en torno al nacionalismo

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
su intención -que en los seguidores del pactismo posibilista era
indudablemente
buena-. Pero la verdad es la Verdad, no las ver­
dades circunslEnciales.
En esto estamos con Antonio Machado:
¿Mi verdad?
No, la Verdad
Y ven conmigo a buscarla
La mya, ¡guárdatela!
ANTONIO SEGURA FERNS
Carlos lbáñez Quintana: AMOR A EUSCALERRÍA,
REFLEXIONES
DE UN CARLISTA VASCO EN TORNO
AL NACIONALISMO'')
El libro de Ibáñez, escrito a medias como una biograffa epis­
tolar, toca
un tema que según todas las encuestas, encargadas
desde diferentes ideologías, es el
que más preocupa a los espa­
ñoles
en este milenio que acabamos de estrenar. Y, justamente,
el que
aun dentro del ínfimo nivel de los actuales comentaristas
políticos de los
mass-media españoles y aun de los mismos polí­
ticos, ya
en el poder, ya en la oposición u oposiciones, el más frí­
volamente tratado y menos curtido conocido sea considerado his­
tóricamente, o lo sea desde las filosofías sociales o políticas.
Acceder a una posición más realista es posible solo
con la lectu­
ra del libro de Ibáñez,
que comentaremos extensamente, aunque
como una reflexión personal dirigida a
un amigo más que una
critica o un simple resumen bibliográfico.
El autor expone sus reflexiones sobre el libro escrito por un
antiguo amigo y compañero, José Luis Álvarez Emparanza, alias
Txilladegui, que "es un testigo excepcional de nuestro tiempo.
e) Scire-Balmes, Barcelona, 2000.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Efectivamente fue uno de los tres fundadores de ETA" (pág. 9) y
no es uno de los que cariñosamente Arzalluz denomina esos chi­
cos, pues es "Ingeniero Industrial, profesión que ha ejercido"
(ibid.)
y, como se ve en la obra, hombre de una cultura superior
a la
hoy usual. Pero, antes de seguir esta vía, hemos de ver el
cuadro general en que ambos amigos y millones de españoles se
han movido existencialmente y han conformado sus creencias, es
decir, el mundo que nos ha tocado vivir, lo que excede amplia­
mente la mera consideración del problema vasco. Empecemos
por las creencias señalando la crisis de la religión en el mundo
occidental. No solo la Iglesia Católica, sino las comunidades de
la vieja Cristiandad,
que es su matriz, son patentes las denuncias
de los Papas que
han sido continuas. Lejos estamos de la bonda­
dosa advertencia del beato
Juan XXIII contra los profetas de cala­
midades en tiempos del Concilio. Terminado éste, a los pocos
años, Pablo
VI habló del humo de Satanás y de la autodemoll­
ción de
la Iglesia. Y el Papa actual ha hecho serias objeciones a
la cultura moderna imperante
en las encíclicas Verttatis Splendor
y Fides et Ratio urgiendo
en ésta al paso del fenómeno al funda­
mento y de filosofía del ser a la del simple parecer, es decir de los
orígenes iluministas del idealismo. racionalista y
el empirismo
materialista de la· actual civilización para pasar al realismo de
Tomás
de Aquino.
En este aspecto puede decirse que el diálogo de Ibáñez y
Txilladegf
es una exposición en términos existenciales de la bio­
graña de ambos, entre las consecuencias históricas de las políti­
cas defendidas
por ellos: enfrenta, sin acritud, pero sin concesio­
nes teóricas, la problemática existencial que han vivido y los
compromisos que han aceptado. Hay que señalar
que el conflic­
tivo tiempo
que les tocó vivir no solo lo fue en España, sino en
nuestro inmediato entorno: los regímenes políticos nacidos de la
Revolución Francesa, vigentes
en esta área y las subsidiarias de
fuera de Europa, a pesar de )a derrota del sueño napoleónico, se
constituyeron con el modelo del Código de Napoleón. En otras
palabras: se impuso como normal régimen político de
la moder­
nidad,
un Estado jacobino, si no en sus extremos anti religiosos,
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si evidentemente en sus aspectos políticos aunque establecieron
puentes con la religión
que efectivamente quedaba relegada a las
sacristías y
al interior de las conciencias, con el resultado de pro­
ducir dos apoñas:
un catolldsmo liberal y una demacrada libe­
ral cristiana. La confusión se aumentó por las reacciones extre­
mas y contrapuestas
que se produjeron, inscritas en los mismos
fundamentos del jacobinismo politico como señaló otro ilustre
intelectual carlista,
D. Víctor Pradera, en El Estado nuevo: la
Revolución soviética de 1917 y su antítesis el nacimiento del
fas­
cismo italiano (1923) y el nacionalsocialismo de Hitler (1930).
Asustados
por la primera muchos católicos y los mismos partidos
burgueses
no tuvieron reparo en apoyar a los últimos para salvar
los restos del orden tradicional
que aún quedaban frente al radi­
calismo comunista. Éstos,
por su lado, fueron aceptados, incluso
con entusiasmo, por gran parte de los intelectuales europeos.
Entusiasmo aún
no disipado a pesar del fracaso patente que
tuvieron con la caída del muro de Berlín.
Y, ya en la perspectiva de Ibáñez, la confusión también afec­
tó al carlismo. Por
un lado por el agotamiento de la llnea dinás­
tica directa de los sucesores de
D. Carlos V, situación más grave
aún en el aspecto político por estar fuera del poder efectivo
tras la derrota de los carlistas. No es aventurado decir
que si
D. Alfonso Carlos hubiera reinado, su solución del Pñncipe
Regente, institucionalmente provisional, hubiera alcanzado
una
solución monárquica ya permanente con más facilidad por las
ineludibles exigencias de
la realidad política. Pew la Providencia
tenía otros planes
que solo podemos acatar y no enredarnos en
futuribles. Lo cierto es que la institucionalización de un modelo
político
no liberal-jacobino, al ser cautivo y desarmado el ejér­
cito rojo,
se frustró y fue acompañada de situaciones de desor­
den dentro del mismo carlismo que describe Ibáñez. Lo cierto es
que esto, unido a lo que anteriormente se dice del desorden ide­
ológico de nuestro
mundo entorno, hizo que la solución, tras un
perjurio institucional generalizado, fuera la que ahora tenemos.
Que empezó, y no debe olvidarse, con un asesinato de ETA:
D. Luis Carrero Blanco. Asesinato que, por cierto, fue aplaudido
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por los que entonces empezaban a ser demócratas y liberales de
toda
la vida.
En este panorama se desarrolla la correspondencia biográfica
de ambos. A partir de aquí veremos el juicio
critico que impreg­
na y es
la razón profunda de la obra. Ibáñez tiene un esquema
sencillo y fácilmente comprensible; al menos para los que tienen
una mente capaz de comprender los problemas sociopolíticos sin
caer
en aberrantes simplificaciones -nos dirigimos a los lectores
habituales de
VERBO y no a los de los mass media existentes­
que van, en frase de la Fides et Ratio "del fenómeno al funda­
mento". Personalmente Ibáñez se sitúa
en la filosofía del ser, no
del simple aparecer. Como católico, no ya solo como carlista, su
discurso parte de Dios Creador y Ordenador
de lo creado, cosas
y personas, lo cual le asegura
un orden social, polftico y econó­
mico, que es el orden tradicional, antes de la ruptura revolucio­
naria,
en el que "la ley era, según la clásica definición de Santo
Tomás,
una ordenación de la razón, promulgada para el bien
común por quien tenía el gobierno de la comunidad' (pág. 64).
Y este
orden natural está, por ende, inscrito en la misma natu­
raleza de las personas humanas y
de sus sociedades, por lo que
ante el hecho del pluralismo actual, aplica lo que dijo D. Carlos VII
(que) liquidó el problema proclamando que "no ser puede ser
carlista
sin ser católico, pero se puede ser católico sin ser carlista."
(pág. 58).
Pero
aquí surgen dos líneas problemáticas: por un lado el
enfrentamiento inevitable con los que están en una posición
totalmente opuesta, pues "la modernidad le
quita a Dios del cen­
tro de todas las cosas y
en su lugar pone al Hombre. Pero el
Hombre abstracto no existe. Existen los hombres que rechazarán
todo lo
que hasta entonces se había admitido como indiscutible"
(pág. 64) porque "en definitiva, el hombre moderno habla
de mi
verdad, tu verdad, pero no cree que exista la Verdad, y todo lo
más
que hace, es afirmar como Pilatos a Ntro. Señor: ¿Qué es la
verdad? (pág. 65). Al sustituir la Verdad por las opiniones nacen
las ideologías y
'cuando hay ideologías diferentes la tolerancia
desaparece ... Cada
uno se aferra a lo suyo todos se niegan a salir
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
de sus ideas en busca de esa verdad que fundamenta el acuerdo"
(pág. 77). Aquí entramos
en la segunda linea problemática: la de
los católicos
que han aceptado un sistema politico democrático
con lo que, aunque no lo crean, "el demócrata cristiano es libe­
ral.
Por lo tanto, para él lo religioso pasa a ser un asunto priva­
do. Pero las formas políticas del liberalismo son
de aceptación
obligatoria" (pág.
60). Y no encuentran otras salidas que las
expresadas
en dos palabras: accidentalismily posibilismo. Para el
tradicionalismo tal vez
es más peligrosa la primera por lo que
encierra de verdad teórica. La otra, el posibilismo es un derivado
práctico que nace
de un erróneo conocimiento de lo que es acci­
dental
y lo que es esencial. Recuerda que "decía San Agustín que
,]a unidad en la verdad, en Jo dudoso libertad y en todo caridad..
Y esa debe ser la regla fundamental para el diálogo" (pág. 77). El
peligro es el error filosófico de considerar la composición de la
esencia -permanente-y accidente -variable-como lo
importante
y lo no importante. Uno que tuvo que sufrir -y com­
batir-este error de los nuestros fue Víctor Pradera cuando ante
la amenaza
de la revolución manrista en la segunda República
española, se pretendió la unión
contra natura de ese monstruo
que fue la derecha española en la que, para evitar males mayo­
res
se pretendió la unión con el tradicionalismo carlista, enton­
ces bastante pujante,
y aun con los nacionalistas vascos. Es decir,
salvar
lo esencial cediendo en lo accidental, con unos y otros.
Pradera, que sigue
y conoce a fondo la filosofía del Aquinate
cuando dice
que el accidente perfecciona al individuo realmen­
te existente o sustancia primera (In I Sent. ds8, q5, ar2, ra4,4º)
pues el accidente se compara al sujeto como el acto a la potencia
(naturaleza) y la causa
al efecto (S. Th, l. q3, ar6, co), es decir es
justamente
el accidente lo que dá la realidad efectiva (sustancia
primera)
frente a la idea de ella (sustancia segunda). Pradera lo
dice asf: el accidente "\Os decir, aquello por lo que me distingo de
los otros en aquello por lo que me asemejo a los demás; lo par­
ticular
en lo común, lo individual en lo humano; y como quiera
que eso que tiene de humano y que le asemeja a los otros es lo
esencial en el hombre, y lo que tiene de individual y distinto no
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
es más que un accidenté' (1). Se vé, pues, que buena filosofía no
es tan sin importancia la cuestión de Jo accidental que es otra
cosa que el per accidens existencial.
En la filosofía profunda
de Ibáñez esta cuestión que es cru­
cial para entender,.
no ya el tema específico del nacionalismo
vasco, sino el marco político
de toda acción humana se resu­
me en este sencillo juicio comparativo que dirije al final a su
amigo José L. Álvarez Emparanza: "Estas dos posturas diferentes:

en el mundo de las ideas y yo en el de la realidad de las cosas,
son las que han determinado nuestros distintos caminos de vida"
(pág. 79)
y, más adelante puntualiza: "Afirmas que nunca fuiste
marxista y
yo te lo creo. Pero fundaste un movimiento que, inme­
diatamente, se te fue
de la mano y se hizo marxista. Y es que la
utopia, cuento
por cuento, el que aquellos años contaban los
marxistas
con todo el poder de su organización era más eficaz
que el que contabas tú" (pág. 81). Y tampoco tiene rubor en aña­
dir al final: "No
han triunfado los míos. Mis ideales parecen tan
utópicos como los que tu has defendido. Pero los Fueros estu­
vieron
en vigor y algo bueno tendrían cuando los hombres que
se regían por ellos tomaron las armas y se jugaron la vida por
defenderlos. No son utopia. Fueron realidad y lo serían hoy si no
nos hubieran sido arrancados por la fuerza en nombre de la
Libertad.
De la Libertad de papel. De los sueños que son las
ideologias
que deciden sobre el hombre sin tener en cuenta a los
hombres. No hemos triunfado
ni tú ni yo. Pero mientras yo miro
al
pasado convencido de que si algo hice mal fue el no entreº
garme
con más intensidad al Carlismo, tú confiesas tu fracaso
cuando proclamas la necesidad
de crear una nueva izquierda
vasca" (pág. 84).
Aunque lo anterior creo es el fondo, el
fundamento, del pro­
blema del separatismo alcanzado a través
de un diálogo narrado
por uno de los interlocutores, no podemos dejar de ver la especi­
ficidad
de la conversión tal como vá en el subtítulo: Reflexiones
(1) VfCTOR P~ERA, El Estado Nuevo, Cultura Española, 1941, pág. 50.
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INFORMACIÓN BIBLIOCRÁFICA
de un carlista en tomo al nacionalismo. Sensatamente antes de
hablar del caso vasco, empieza recordando
que el concepto de
nación es moderno y
no tradicional: "Para el británico A. Toynbee
la nación
es el idolo que surge cuando el liberal se da cuenta de
que el hombre aislado es muy poca cosa para ser adorado. La
atracción que no ejerce el individuo la ejerce la colectividad: la
Nación, para el citado autor el comunismo constituía la sustitu­
ción del colectivo nacional
por el colectivo ecuménico -mun­
dial-y predecfa la absorción del nacionalismo que sería devo­
rado
por el marxismo ... (y) explica porque se te fue de la mano
ETA, adoptando un maixismo que tú rechazabas" (pág. 65), le
dice a su amigo Álvarez Emparanza. Pero sigue:
"A la idea de la
Nación, surgida
en la Revolución francesa, le presta su soporte
filosófico el idealista aleman Fichte ...
Y, en realidad no debemos
olvidar...
que el nacionalismo es un idealismo" (pág. 65). Es
decir, como antes vimos, no real sino ideológico. Las notas que
señala de los nacionalismos son: "El nacionalismo es panteísta ...
El nacionalismo es imperialista ... El nacionalismo es fascista ... El
nacionalismo evoluciona hacia el maixismo.. . Las caracterís­
ticas ... que más arriba hemos indicado se
han dado en el Nacio­
nalismo
en un grado muy limitado, al menos hasta la aparición
de
ETA. Ello fue debido a que el Nacionalismo Vasco arraigó en
una sociedad profundamente religiosa incapaz de llegar hasta las
últimas consecuencias
de la doctrina que profesaban. . . Elías de
Tejada demostró,
con gran copia de citas de sus escritos, que
Sabino Arana no quiso innovar sino restaurar la tradición vizcaí­
na" (pág. 66). Esto casa perfectamente con la situación, antes
señalada, de
no estar los Reyes de la dinastía carlista en el poder,
sino
la rama libera~ lo que explica que al separar dinastía de doc­
trina, pretendiera Arana al menos salvar a su tierra, como decía
Elías de Tejada. Ibáñez añade:
"Es fü,1.gracio Aranzadi quien for­
mula la doctrina realmente nacionalista ...
no era independentis­
ta, pero
es suya la afirmación de que solamente la nación es suje­
to de derechos, ningún derecho puede alegar ninguna de sus par­
tes. Y esa es la esencia del nacionalismo" (pág. 67). Y aqui tene-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
mcis que volver a Pradera cuando hablando de la génesis del dis­
curso político jacobino dice: "Habrá habido en el orden político
pocos términos más equívocos
que nacionalismd' (op. cit., pág.
94).
Y el equívoco nace ya en J J Rousseau que dice lo mismo
que Aranzadi de otro modo: "no estando fonnado el soberano
sino
por particulares que lo componen, no hay ni puede haber
interés contrario
al suyd' (2). Realmente, como señala Pradera,
"Volver el pueblo basko a regirse según sus fueros, significa vol­
ver a ser absolutamente libre, libre e independiente
de España,
con
su propio gobierno, poder legislativo propio y fronteras
internacionales
(3). . . Un catecismo nacionalista, traduce ese pen­
samiento de Sabino Arana en la siguiente forma: ¿qué es el Nado­
nalismo Vasco? Un sistema que defende el derecho de la raza
vasca a vivir con independenca de cualquier otra raza' (op. dt.,
pág. 95). Obviamente esta visión no es la de Elías de Tejada, pero
de todos modos el lenguaje es jacobino-liberal: no se habla de las
personas sino del pueblo, la Nación, la raza, en fin, a]Jstracciones
roussonianas, no realidades. Y, por la secularización universal
hoy existe, borrado Dios, quedaron invalidadas las Leyes vtl!}as
por lo que señala Ibáñez, "el nacionalismo que nace con la revo­
lución francesa como sustituto laico de la religión.
Es una idola­
tria, una superstición" (pág. 71). Y esto explica que de abuelos
vascos,
que ni hablaban el castellano, y ei;, principio aceptaron el
nacionalismo como una sustitución del carlismo derrotado en dos
guerras, han salido jóvenes etarras marxistas, , pero ni siquiera
leninistas, sino del más radical troskismo.
Para terminar esta exposición del libro cogemos la frase
que
dirige a Álvarez Emparanza y que resumen la intención de toda
la obra:
"El día que recurrais a ese derecho natural, cuando rom­
pais con Descartes y todos sus epígonos y volvais a Santo Tomás,
nos pondremos de acuerdo sin ninguna dificultad"
(pág. 101).
Aquí
se resume el verdadero fondo de la discusión, no solo con
los nacionalistas vascos, sino con toda la cultura política moder-
(2) J.]. ROUSRAU, El Contrato Soda}, capítulo VIL
(3) SABINO ARANA, El partido carlista. y los Fueros Bascos.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
na: este problema es el cambio de fundamentos metafísicos. Si el
creyente acepta las
formas de la cultura inmanente está, lo quie­
ra o no, aceptando sus
fundamentos. Y estos en la formulación
sociopolítica prohiben apelar a Dios. Como acertadamente vio
Proudhon
en el Prólogo de la obra que le costó el rompimiento
con el ateo radical
que fue Marx. la Filosofía de la Miseria, en la
que dice: "Estudiando en el silencio de mi corazón y lejos de toda
consideración humana, el misterio de las revoluciones -sociales,
ha venido Dios, el gran Desconocido, a ser para mi una hipótesis,
es decir, un instrumento dialéctico necesario ... Si a través de sus
transformaciones sucesivas sigo
la idea de Dios, encuentro que
esta idea es ante todo social; quiero decir con
esto que es más un
acto de fe del colectivo que una concepción del individuo" (4).
Esta frase la pudo decir un anarquista puro, no un marxista ...
ni un liberal. Ni siquiera, si es coherente consigo mismo, un
demócrata cristiano. Pero, con todas las limitaciones que tiene
-v. gr.-reducir la Fe a un indudable componente suyo, pero
no la realidad de que siempre es personal-no deja de ser una
verdad sociológica,
es decir, bajo el imperio tanto de la razón
cuanto de la emoción. Esto explica que,
en la misma línea de
Ibáñez,
un conocido sociólogo francés actual, pero de la otra
banda, Alain Touraine haya seguido el mismo camino que empe­
zó Proudhon.
As!, en 1993, en su crítica a la modernidad (5),
empieza señalando
que "Descartes se libera del mundo. de las
sensaciones y
de las opiniones, tan falaz que no le permite
remontar de los hechos a las ideas y al descubrimiento del
mundo creado
por Dios, como hacia Santo Tomás" (pág. 65) pero
este empezaba admitiendo
que todo conocimiento empieza en los
sentidos
(cfr. S.Th. !, qq 75-89 y De An. 3). Aquel es, pues, el
moderno creador del
iluminismo racionalista en que florecen los
idealismos desvinculados de la realidad extra mentem y cuyo
modelo era la
matemattzación. Pero, lo mismo que a Álvarez
(4) P. J. PRounsoN, Sistema de las contradicciones econt1micas o Filosofía de
la Miseria, Ediciones Jucar, 1974, pág. 38.
(5) A TOURAINE, Crítica de la modernidad, Temas de Hoy, 1993.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Emparanza, la realidad le jugó una mala pasada: "En la actuali­
dad,
si, mi confianza en la historia se ha gastado, y ya no acep­
to identificar
al hombre con el trabajador o con el ciudadano. Si,
temo más al Estado totalitario y a todos los aparatos de poder que
a un capitalismo que dos generaciones de Welfare State han vuel­
to menos salvaje ... Pero todo lo
que hace que el hombre de hoy
no sea la copia exacta de aquel que entraba en la wúversidad
poco después de la muerte de Hitler, no me impide percibir una
gran continuidad no solo en mi vida personal, sino también en
una tradición larga y múltiple a la vez que cada vez me siento
pertenecer con
más daridad, y a la que me siento guiado por San
Agustín y Descartes, por la Declaración de los Derechos del hom­
bre y por ciertos militantes del movimiento obrero, por los inte- ·
lectuales modernizadores de la América Latina y
por Solidarnosk ...
Todos han aceptado y querido la modernidad, que no puede
separarse de la racionalización, pero han opuesto al orgullo de la
acción técnica y administrativa la resistencia, la disidencia y la
libertad del sujeto humano"
(ibid., pág. 468).
Este confuso programa de Touraine es, justamente, lo
que
Álvarez Emparanza quiere decir cuando proclama la necesidad
de crear
una nueva izquierda vasca, lo cual inscribe este tipo de
nacionalismo vasco en la izquierda democrática postmarxista que
no deja de moverse en nebulosas utopías idealistas, sin contacto
con la existencia real, expresada en meras abstracciones intelec­
tuales. Pero, volviendo a Touraine es de notar que tal utopía aun
siguiendo en la izquierda, ya no es la del fracasado socialismo
real soviético, sino aunque sea con reticencias se inscribe en un
Welfare State que ya no es un capitalismo salvaje. Y aquí empie­
zan las contradicciones. Por
un lado, este estado de bienestar
sigue al capitalismo, salvaje o no, por lo que éste tiene de realis­
ta (6), de matematizable
y, según dijo Descartes: "de ese modo
podemos convertirnos en dueños y señores de la naturaleza ...
(6) Tiene, al menos, la innegable realidad de la materia, componente eco­
nómico forzoso.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
por la invención de una infinidad de artificios que harian que
gozásemos, sin ningún trabajo, de los frutos de la tierra" (7). Pero
está la misma razón del
límite matemático exige que todo lo que
se invierta
en algun sitio tiene que ser detraído de la riqueza
social de otro, y asi se
ha visto como el reparto de rentas de con­
sumo, las más importantes los salarios,
por encima de la riqueza
efectiva, genera inflación y esta paro. Esta contradicción es la que
afecta a la disidencia y la libertad del sujeto humano en palabras
de Touraine. Y lo
es porque el hombre real no se libera del
mundo de las sensaciones y de las opiniones como vimos en
Descartes sino que su motivación inmediata, incluso en lo eco­
nómico, tiene
otras causas que hoy se traducen en lo que se
llama calidad de vida que es apreciada en primer lugar por las
sensaciones
y asi, las opiniones individuales, que son las que
generan las preguntas, terribles para la democracia liberal cuyo
poder viene del pueblo, de ¿por qué a mi no?, ¿por qué otros tie­
nen y yo no?, ¿por qué tengo que obedecer aquí y ahora?, esto dice
a la libertad
no social, sino de las concretas personas, no abs­
tracta,
sino existencial. Todos estos problemas los aborda Tou­
raine, ideológicamente socialdemócrata tal como Alvarez Empa­
ranza,
en otra obra aparecida seis años después que titula tam­
bién
con una pregunta: ¿Cómo salir del liberalismo? (8), es decir,
¿cómo conjugar
bienestary libertad!, pues la solución que dio la
primera Constitución liberal española de 1812 al estatuir como
deber juridico
que los españoles tenían que ser justos y benéflcos,
no dio resultados y, como consecuencia, en la sociedad de bie­
nestar
aparece la disidencia, la cultura de la queja (9) que ahora
domina.
El libro de Touraine empieza aceptando el retorno del capi­
talismo
para ver cuatro formas de salida del mismo. Esto ya le
define no como liberal
en el sentido doctrinal o ideológico sino,
más bien, como análisis de la
economía de mercado o Jiberalis-
402
(j) R. DESCARTES, El discurso del m(}todo, EDAF, 1977, pág. 77.
(8) A. TouRAINE, ¿Cómo salir del liberalismo?, Paidós, 1999.
(9) R. HuGHES, La cultura de la queja, Anagrama, 1993.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
mo económico, que no es lo mismo. El resto del libro confirma
ésto:
no habla de los fundamentos del Estado jacobino-liberal,
sino
de los efectos del mercado libre en la sociedad. Que, por
cierto, son muy otros que los que eran en los siglos XVIII-XIX, en
los que el modelo era la sociedad burguesa. En la situación las
cuatro salidas son: Hada atrás o "atrincherarse en la identidad,
la historia, la lengua" (págs. 33 y sigs.), pero no se crea que pro­
pone la vuelta a la sociedad tradicional prerrevolucionaria, sino
que como el "espíritu republicano ... no prestó lo que seria la
aplicación de los derechos humanos en el campo de la cultura"
(pág. 37). Otra salida
es hacia abajo y en una sociedad domina­
da
por la idea marxista de la lucha de clases el segundo "peligro
que amenaza con destruir ... la misma democracia: es el populis­
mo ... el rechazo de todas las instituciones y los sistemas de re­
presentación,
pero también cualquier intento de libre pensamien­
to,
pero todo en nombre de la esencia del pueblo" (pág. 43) (10).
La tercera vfa es hacia arriba, "el nuevo salto tecnológico em­
prendido
por nuestras sociedades" (págs. 48 y sigs.), gerenciado
por burócratas y tecnócratas en un marco mundial, y lo malo es
que "pretender escapar de las actuales dificultades por arriba, o
pasar por encima de ellas, se revela mera ilusión ... Hoy da la
sensación de que nos atrae demasiado la idea de condenar
globalmente la modernización. Pero esta critica no se habiia de
efectuar sin acompañarla al mismo tiempo de la denuncia a cier­
ta creencia muy extendida, como es que las transformaciones téc­
nicas y económicas han de traer aparejadas naturalmente la abun­
dancia, la libe1tad
y la felicidad" (pág. 50).
La última salida es hacia Jo posible, es decir, parece que sale
del
idealismo para ir al realismo. En efecto empieza señalando
que "los tres peligros que nos amenazan -el republicanismo, el
populismo y la mundialización-son por fortuna tan diferentes
entre
si que no se pueden asociar" (ibídem). Lo malo es que
"estas tres tentaciones tienen en común el interés por paralizar y
(10) Empezó en la Francia del XIX con Boulanger. Hoy es la versión de
Fujimori, Hugo Chaves, y aquí a escala municipal, Jesús Gil.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
desviar de sus objetivos a los actores sociales ... Pero esta salida
no se producirá si nos dirigimos hada atrás, ni hacia arriba, ni
hacia abajo;
no puede producirse más que si caminamos hacia
adelante, hacia la reconstrucción de nuestra capacidad de acción
politica, lo que pasa, primeramente,
por la formación de nuevos
movimientos sociales" (pág. 51). Y sigue esta linea señalando que
"no se trata aquf de algunos movimientos
que se podtian deno­
minar como clásicos ...
en la defensa de las condiciones labora­
les y salariales.
: . Otros muchos se han puesto en marcha dentro
de las empresas y
de los servicios públicos, sin alguna relación
con la lógica liberal ... Han sido habitualmente los movimientos
formados
en defensa de los derechos relacionados con la cultu­
ra" (págs.
56 y 57). Puede verse cómo Touraine cancela los movi­
mientos sociales, algunos revolucionarios propios del
XIX y prin­
cipios del xx
que han sido sobrepasados, no en la teorfa, sino en
la práctica, por el aceptable desarrollo de la economía de mer­
cado.
Pero traslada los problemas a algo más conflictivo: las creen­
cias,
no pactables por naturaleza, de las preguntas iniciales, los
porqués levemente modificados: ¿por qué otros viven como quie­
ren y
yo no puedo alcanzar mis propias metas? Por eso "en las
movilizaciones contemporáneas lo más notable y
característico
proviene de su voluntad de ruptura, de rechazo y de denuncia.
Estos movimientos están dirigidos contra la injusticia, contra lo
intolerable" (pág. 57).
Y aquí entra, lo quiera o no,
en lo fundamental: ¿De que jus­
ticia se habla?, ¿de la mera legalidad vigente?, ¿qué me importa si
fue votada
por mayoría? La respuesta a esto no puede provenir
de la sociología ni de la economía.
Ya no se trata de los bienes
útil o deleitable, siquiera de la suma de todos ellos como quería
Locke para sustituir al Bien
Conn1n. Este es el gran fracaso de la
modernidad y lo
que hace tener que volver los ojos al pasado no
puede producirse más que si caminamos hacia adelante, hacia la
reconstrucción de nuestra capacidad
de acción po/ftica ha dicho
antes Touraine. Y esta reconstrucción descalifica y tiene
que eli­
minar lo actual. Y construir sobre planos seguros: los de
la Natu­
raleza, de los hombres y
de las cosas, tal como ha sido creada
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
por Dios ab aeterno. Esta es la propuesta de Ibáfiez a su amigo
José
Luis Álvarez Emparanza. Pero ello exige un ergo errábimus
(Sabiduria 5, 6), Juego nos extraviamos de la senda de la verdad
y de la luz de la Justicia. Y estas palabras son las que más cues­
tan pronunciar a cualquier hombre. Pero mucho más a los inte­
lectuales y políticos. De lo contrario
es el tendréis las conse­
cuencias
que dice J. Rueff (11) simplificando la frase del Eclesiás­
tico
16, 15, que texrualmente dice: cada uno recibirá segun sus
abras,
pues, como repite el Papa, Dios hizo al hombre desde el
principio y Je dejó en manos de su albedrío (ibidem, 14).
ANTONIO SEGURA FERNS
Fernando Alonso Barahona: McCARTHY
O
LA HISTORIA IGNORADA DEL CINE,·¡
(LA VERDADERA HISTORIA DE LA CAZA DE BRUJAS)
Puesto que reconocemos vivir en la era de la información,
hoy ya es preciso poseer cierta información general de la histo­
ria de los medios de comunicación, al menos
en los episodios
más relevantes y de mayor trascendencia social.
Hollywood es sin duda
un símbolo impar de la nueva era de
la información, y el periodo del macarthismo,
en que se planteó
la depuración anticomunista del mismo, sigue siendo el caso más
recordado
de confrontación ideológica en ese mundo.
Sin embargo, la palabra
"recordado" es profundamente equí­
voca: la inmensa mayoria cree saber
que existió una caza de bru­
jas injustificada, y dirigida
por el senador McCarthy en el papel
de gran inquisidor, a fines
de los años cuarenta y comienzos de
los cincuenta.
El "recuerdo" es vivísimo por lo repetido, pero los
verdaderos hechos, muy diferentes, apenas
con conocidos.
(11) J. RUEFP, La época de la Jnflacldn, Guadarrama, 1967, pág. 51.
C-) Editorial Criterio Libros, Madrid, 2001, 214 págs.
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