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Número 393-394

Serie XL

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José Luis Orella Martínez: Víctor Pradera: un católico en la vida pública de principios de siglo

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José Luis Orella Martfnez: VÍCTOR PRADERA;
UN CATÓLICO
EN LA VIDA PÚBLICA
DE PRINCIPIOS DE SIGLO
e,
Es un libro s01prendente. No tanto por el tema sino por la
oportunidad de su aparición
(1) ya que el tratamiento que el
Autor le dá, a medio camino entre la historiografía y la filosofía
de la Historia, le hacen especialmente apto para iluminar el
panorama político actual
en España y responder a las pregun­
tas que hoy se hacen en temas sociales, políticos y particular­
mente, aunque no sea lo más importante, en el tema de terro­
rismo separatista (2). La vuelta a los orígenes de la España actual
sirve para comprender muchas cosas oscurecidas
por los reduc­
cionismos simplificadores
que la pragmática cultura actual
imperante
que impide pasar de los hechos, los innegables efec­
tos ante la vista, a las causas que los han originado. Pero, ade­
más,
es sorprendente dónde está editado ya que esto seria im­
pensable
en la BAC de hace quince años. Y también sorprende
la adscripción académica del Autor a la Universidad San Pablo­
CEU, buque insignia de la Asociación Católica de Propagan­
distas
que ha formado a muchos politicos de las tres cuartas
partes del siglo recién terminado.
En la nota biográfica de la Introducción, se muestra la com­
pleja personalidad de Pradera: Navarro, carlista militante
y, lo que
(') BAC, Madrid, 2000.
(1) También en el año 2000 aparece el libro de J. L. VULACA:RAS, Ramiro de
Maetzu, Madrid, Espasa.
(2) No aludiremos al tema separatista en relación con el carlismo pues. basta
con leer lo que dice Orella.
Verbo, núm. 393-394 (2001), 383-415. 383
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aún es para muchos un raro compuesto, con una formación que
hoy, aunque más amplia que en aquellos tiempos, no es corrien­
te: a la solida formación humanística y
juñdica de la Universidad
de Deusto, suma
una importante formación técnica del máximo
grado como Ingeniero de Caminos. Y más adelante
-página
50-señala que la matriz de su formación ideológica procedía
de Santo Tomás de Aquino. Si hoy es raro encontrar reunidos
estos elementos
en un político, piénsese cuanto cuanto lo era en
el primer cuarto de siglo re cien terminado. Y explica la fuerza
que tenía Pradra -igual que otro tradicionalista, Ramiro de
Maetzu-en el mundo intelectual y político de entonces, también
fusilado
en 1936.
Aquí nos interesa más el fondo social que describe que la
peripecia histórica de cómo fue su fecunda vida cumplidamente
descrita
en el libro de Orella. El periodo de la vida de Pradera se
producen dos cambios
en España que afecta a los políticamente
enfrentados
que principalmente son el carlismo tradicional y la
sociedad liberal desarrollada
en España tras la derrota militar del
carlismo y
el triunfo de la monarquía liberal. Ambos mundos
vivieron
un cambio social además de las variaciones políticas
-monarquía, república y, finalmente, el Alzamiento de 1936-.
Este cambio significó en el ámbito político la crisis y finalmente
la desaparición
de todo el aparato de los partidos burgueses libe­
ral y conservador, actores activos de
la política española, alter­
nantes desde
la dialéctica Cánovas/Sagasta, y la aparición de
otros
que expresaban la nueva problemática social de un pueblo
que lentamente abandonaba
la estática (3) economía agraria para
ser sustituida
por la dinámica economía industrial, con el cam­
bio total de la problemática social que implicaba unos nuevos
modos políticos de tratamiento. Igualmente la instauración de la
ideología liberal implicaba
un cambio radical de la ortodoxia
pública
y un nuevo orden de valores. Si esto afectaba a toda la
sociedad española lo hacía
de un modo muy especial en el dis­
curso tradicional carlista y aun al religioso católico.
(3) Cfr. PATERNar Y VERALDI, ¿Esta Dios contra la economía?, Planeta, 1991,
recensión crítica en Verbo 297-298, págs. 1111-1123.
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En efecto: de lo que se trata es de la relación auctóritas/potes­
tas
en la constitución del poder -kratos---cuando la auctóritas
que lo justifica, y evita que sea mera fuerza, se ha trasladado de
Dios -no hay poder que no proceda de Jo Alto-al pueblo, el
demos, lo cual es grave cuando su justificación es el voto secreto,
universal e inorgánico propio de la democracia que
no admite
ningún
marco común (Popper) obligatorio y previo a la dialécti­
ca politica
en la ideología liberal, mientras que en la doctrina,
que no ideología, católica (4) pone un marco común, no pacta­
do
por los hombres, sino dado por Dios Creador de la naturale­
za personal (moral)
y social (politica) del HOMBRE. En la situación
de paso
al mundo actual que describe Orella, se impuso forzo­
samente el
posibilismo pactista como modo de resolver las ten­
siones inevitables de la vida politica, lo que significaba abando­
nar el terreno
de la teorfa -auctóritas-en beneficio de una
práctica de lo inmediato que intentaba salvar en las nuevas cir­
cunstancias luchando con posibilidades de éxito
por la potestas,
en suma una lucha por el poder politico. Este fue el fundamento
de
ralliement de León XIII finalmente fracasado en Francia y que,
aquí
en España tennino con el no fue posible la paz de José Maria
Gil Robles (5) que dirigió la democracia cristiana española en
tiempos de la segunda República. Lo ocurrido siempre es lo
que
K. ]. Arrow (6) demuestra son ecuaciones de lógica formal
que
en una elección se dan diferentes órdenes-de valores (pro­
gramas de partidos), es imposible reducirlos a
un único com­
puesto de orden-de-valor-social que,
en último extremo debe ser
impuesto o dictatorial.
Eso fue lo que hizo imposible la paz, pues
el resultado
no deja de ser un marco común impuesto por los
ganadores de la elección. Que, al mismo tiempo, si
en el pacto
electoral previo habían coincidido
en lo negativo, en lo que no
querian, se enfrentan unos contra otros tras la victoria forzando
(4) En la página 90, dice la ideología catrJlica sodal, expresión desafonuna­
da pues lo social es doctrina catdllca.
(5) Cfr. J. M.ª GIL ROBLES, No fue posible la paz, Ariel 1968. Sobre este impor­
tantísimo tema cfr. F. J. Femández de la Cigoña, El liberalismo y la Iglesia Espa­
ñola. Historia de una persecuddn. Antecedentes, Madrid, Speiro, 1989.
(6) K. J. ARRow, SocJal Choice and individual va/ues, Yale U.P., 1951, pág. 59.
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a imponer su particular orden-de-valores. Esto forzaba la filo­
sofía de la sospecha,
el juzgar no sobre lo que se hacía, sino
sobre lo que se sospechaba eran las ocultas intenciones del
oponente.
Esta situación del marco omniabarcativo de lo politico-reli­
gioso, fue también afectada
por el cambio del paradigma eco­
nómico estático a la moderna economía dinámica en la que los
problemas humanos,
aunque fueran los mismos, se formulan en
distintos términos sociales: El mundo caminaba en virtud de
una nueva dinámica y Pradera creyó que el tradicionalismo
tenía que responder a las
nuevas circunstancias ... La progresiva
importancia
de los asuntos sociales provocó un replanteamiento
de
/a doctrina tradicionalista. El catolicismo social era una ban­
dera útil para el carlismo porque Je ayudaba a mantener la ima­
gen popular (pág. 75). Antes se dice que, en el campo económi­
co la opinión del Pradera sobre la división del trabajo y el dere­
cho a la propiedad privada,
no podían explicarse sin esa visión
religiosa
de la vida (pág. 51). Por ello, el catolicismo social pasó
a ser algo esencial en su doctrina y dejó
de ser algo secundario.
El acta de Loredán ya se hacía eco del catolicismo social (pág.
65). Y
no solo eso sino que la realidad social nueva pedia nue­
vas soluciones: el sufragio orgánico, que era foral, tenía que ser
actualizado porque
no respondía a la realidad. La nobleza
había perdido su relación con Navarra
afincándose en Madrid.
Algunos valles
no estaban representados y el obispo sería casi el
único representante del brazo edesiástico, con
Jo que una sola
persona tendría derecho a veto sobre cualquier cuestión (ibid.).
Aunque en distinto orden a como aparecen en el libro, este
esquema muestra claramente el cambio habido que obligaba a
la ardua labor de adecuar la doctrina inmutable a las nuevas
situaciones sin traicionarla. Y también explica las divisiones
internas del carlismo
-similares a las de los católicos en gene­
ral-entre los que primaba lo inmediato y los que tenían, como
Pradera y Maeztu, una visión más global de la politica y de la
Historia.
Y, a la par, en el terreno doctrinal católico, explica la lenta
adecuación del
paso del modelo de sociedad agñcola y ganade-
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ra de la Revelación Bíblica a las condiciones de la sociedad
moderna. Dada la prevalencia
qui:, en el actual discurso polltico­
social tiene el enfoque económico, vamos a señalar el tratamien­
to
de este tema, indudablemente secundario en importancia, pero
primario
en urgencia, como ya vieron dos intelectuales tradicio­
nalistas de
la primera mitad del siglo xx. Maeztu lo trata específi­
camente
en una obra provacativamente titulada El sentido reve­
rencial del dinero
(7) y en el penúltimo capítulo de su Defensa
de la Hispanidad
(8). En ambas se ve que el reordenamiento de
prioridades que
hizo Pradera fue semeyante al de otros europeos
de pensamiento similar
(pág. 53), es decir, era plenamente cons­
ciente de
que se vivía en cierto sentido un mundo nuevo al que
él y el carlismo aportaban la tradición cristiana, porque sus obje­
tivos son
dar una respuesta al problema social y presentar un
modelo de sistema compatible con el espíritu español (pág. 62)
aunque admitía cauces amplísimos para la evolución de las ins­
tituciones ... era inconmovible en los principios sustentadores de
la sociedad {porque) creyó que eran valores inmutables (ibid.} ...
pero debía realizarse respetando la naturaleza de cada institu­
ción particular
(pág. 63). Obviamente en el campo económico,
como antes decimos aquí, a la propia Iglesia
su prudencia le
impuso
un tempo lento en la aceptación del nuevo discurso eco­
nómico que históricamente venía condicionado por su aparición
en los economistass protestantes escoceses y por el desarrollo del
naciente capitalismo
en un marco jurídico de la ideología liberal
de
laissez faire laissez passer que de momento originó tremendas
diferencias sociales y cuyo origen es
el ¡enriqueceos! ¡enrique­
ceos! de Guizot. En nuestros mismos días se ve el progreso en el
conocimiento del tema económico
quee se da entre las encídicas
Laborem exercens (§§ 12 y 13) y la Centessimus Anuus (§ 42) en
la que expresis verbis se admite el capitalismo entendido como
economía de mercado libre frente al socialista mercado centrali-
(J) R. MA.Ezru, El sentido reverencJal del dinero, Editora Nacional, 1956.
(8) R MA.Ezru, Defensa de la Hispanidad, 1938, bajo el epígrafe Cuerpo,
.alma yespfritu, págs. 276 y sigs. También, ya en 1910, en Liberalismo y socialis­
mo, C. Estudios Constitucionales, 1984, págs. 26 y sigs.
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zado (9). Todo esto dice directamente al falso concepto, hoy
entendido, de que el carlismo era dinástico y doctrinal religioso­
polftico exclusivamente, sin atender la problemática socio-econó­
mica:
En def'mitiva, un programa progresista y moderno en el
cam¡io social, laboral
y polftico que desmentía una vez más las
falsas acusaciones de
la izquierda sobre el catolicismo de ser una
cueva de reaccionarios (pág. 101) dice el autor respecto al Par­
tido social popular hecha bajo la inspiración de tradicionalistas
(Minguijón, Aznar)
en el intento de la unión de los católicos.
Intento que al fraguarse dentro del marco
de una Constitución
democrático liberal terminó fracasando
en la segunda República
española.
Gil Robles, en la obra citada, termina con el discurso
que pronunció el 15 de julio de 1936, dirigiéndose al Gobierno
de izquierdas:
Atendúnos a los obreros mucho más que vosotros.
El paro ha aumentado extraordinariamente en vuestras manos.
Y dentro de poco vosotros seréis en España el Gobierno del Frente
Popular del
hambre y de la miseria como ahora Jo sois de la ver­
güenza, del fango
y de la sangre (loe. cit., pág. 832). Palabras que
mutatis mutandi, pueden aplicarse a situaciones de la historia
reciente.
El resto de la obra es ya puramente histórico y porme­
norizado,
pero que transluce la historia de la caída de aquel régi­
men y justifica lo que después vino.
· Que no fue otra cosa que el largo intervalo de una goberna­
ción
que abandonando el parámetro democrático-liberal, y en las
(9) Esta diferencia entre el Uberalismo ideológico condenado por el beato
Pfo IX y el llberalismo económico que ahora se admite, ya fue señalada en la
Polt1mica sociológica, Aldecoa 1926, colección de artículos bajo el pseudónimo
Fabto publicados en El Siglo futuro. Y parece que acertaron incluso, pues en
la Octogesima AdVetJfens, § 35 se advierte que muchos al hablar de este tema,
olvidando fácilmente que en su raíz misma el liberalismo fflosóflco es una aflr­
macJón errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motlva­
dones, el
ejerddo de su llbertad. Y más adelante señala en el § 46 que el paso
de la economía a la política
es necesario. Ciertamente el tt1rmino "política" sus­
dta muchas confusiones que deben ser esclarecidas. Sin embargo, es cosa de
todos sabida
que, en los campos soda] y económico -tanto nacional como
internacional-, la últlma decisión corresponde al poder polftlco. Y eso se pre­
tende
aqui: esclarecer los términos usados, pues, como sostuvo Fabla, el libe­
ralismo
condenado es el filosófJco-polítJco, no el económico o economía de
mercado.
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terribles circunstancias de una guerra civil, seguida de la segun­
da guerra mundial, siguió
-si bien de un modo fluctuante-- el
programa doctrinal de los vencedores.
Es indudable que existió
-y Orella lo señala precisamente-- la tentación totalitaria anti­
comunista imperante
en Alemania e Italia. Y, aunque ahora se
pretenda olvidar, fue una lógica reacción del orden formal de la
civilización europea, contra
la barbarie asiática del comunismo (10),
aunque aquf
puede aplicarse el adagio corruptlo óptimi, pessfma:
La corrupción del orden social natural llevada al extremo por los
nazi-fascistas tuvo indudablemente terribles consecuencias. Pero
esto era difícilmente visible para los que vivieron aquellos mo­
mentos. Para éstos,
la calda del Zar y la toma del poder por los
bolcheviques, llenaron de esperanza los movimientos revolucio­
narios europeos.
La posibilidad material de un triunfo revolucio­
nario en España asustaba a las gentes llamadas de orden, que
cerraron
mas en tomo a puntos concretos. La religión, la familia,
la propiedad privada
y el orden social fueron los elementos de la
civilización occidental que había que preservar a toda costa (pág.
59). Estos
puntos concretos dedan por igual al discurso cristiano
tradicional
que a su degeneración y era, justamente, lo que abría
la puerta al
pactismo y a los posibilismos, aunque a costa de un
malmtnorismo que inevitablemente degradaba los ideales socia­
les
y polfticos más exigentes. De todos modos, tal situación expli­
ca la aparición como
partidos de orden del maurrasismo (Francia),
el fascismo
Gtalia), y el nazismo (Alemania), y sus realizaciones
prácticas menores como el salazarismo portugués o el corporati­
vismo austriaco de Dollfuss. Todo esto dio lugar a una situación
en que alternaban los contactos entre los diversos grupos, ini­
ciaciones de pactos que terminaban en enfrentanúentos por
ninúos motivos personales, sospechas de ocultas intenciones o
auténticos disensos doctrinales. Orella dedica muchas páginas a
narrar ésto con
una documentación abundante. Igual pasaba con
la izquierda, aunque
en ésta ternúnó con Frente Popular, que
propició el estallido final. Tras el fin de la guerra, que para el car-
(10) Ver El libro negro del comunismo, Espasa Calpe, 1998. Y, más específi­
camente,
FRANCoIS FURE1' Y ERNST NOLTE, Fascismo y Comunismo, Alianz.a, 1999.
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lismo fue una Cruzada (11), a pesar de todas las dificultades inter­
nas y exteriores de
la Guerra Mundial II, se impuso un orden
social y se pasó a
un intenso trabajo de recuperar el retraso socio­
económico de España, primero la etapa intervencionista del
INI
y Colonización, despues del Plan de estabilización de los tecnó­
cratas,
por una progresiva liberalización. Aquí el posibilismo iba
en sentido opuesto, con un modelo de reparto de poder en que
las Cortes y el Ministerio de Justicia eran parcela reservada a anti­
guos tradicionalistas, Asuntos Exteriores y, a veces, educación a
democristianos y lo social -trabajo, Sindicatos---- a Falange. Y
hay que reconocer
que cumplieron razonablemente bien, atendi­
das las circunstancias, la tarea impuesta: lograr una España
moderna tanto
en lo económico cuanto en lo cultural y social.
Aunque aún esto
no se quiera reconocer. Después ... vino, otra
vez, el diluvio democrático liberal
en la política.
Que, por cierto, se encontraba una España -y aun un mun­
do-muy cambiada que, por el camino inverso había consegui­
do lo que pretendió Azaña: El camino de España deb~a estar en
su modernización adoptando
un nuevo sistema político para lle­
varla a
cabo. Es éxito de la empresa estaría en la fuerza con que
se diera este cambio de mentalidad ... Azaña creía que la adop­
dón del sistema galo ayudaría a postergar el sentimiento
nacional
y "retrógrado" del catolicismo por otro lado más liberal,
laico
y científico (pág 135) dice Orella. El cambio de mentalidad
católica se produjo
por el humo de Satanás (Pablo VI) del post­
concilio, sin intervenir la política española. Pero
en lo socioeco­
nómico fue justamente lo que consiguió
en régimen, ni liberal ni
democrático, surgido de la victoria, tanto
en lo cultural --empe­
zando por la alfabetización-la nivelación social en lo social (12),
y en socioeconómico una nivelación de la población antes ine­
xistente de modo que se creó una clase media y profesional que
antes era casi inexistente
en relación con la población. Otra cosa
ocurriria
si hubieran triunfado los rojos, porque España hubiera
(11) El título de Cruzada lo usó Pío XI en una audiencia a españoles.
(12) La actual estructura de la legislación social y de asistencia y seguridad
social,
son básicamente las de Girón.
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sido invadida por Hitler y la represión posterior y el desorden
económico
y social propio del socialismo. Razón terna el lider de
la derecha democrática española cuando, como vimos antes, dijo
en su último discurso parlamentario: vosotros sereis en España el
Gobierno del Frente Popular del hambre
y de la miseria como
ahora
Jo sois de la vergüenza, del fango y de la sangre.
G. Zermeño (13) nos dice que situar en el futuro (un futuro
laico,
no sagrado, teleológico como en el caso de la hÍStoriograffa
medieval) la resolución del problema del conocimiento histórico,
no es sino ser congruente con nuestra época, con nuestra forma
de ser peculiar como modernos. Kant es el fllósofo que busca
dar
fundamento racional al nuevo orden ... A continuación trataré
de esclarecer
y explicar la cuestión de en qué sentido el problema
del conocimiento del pasado
no está en el pasado mismo, sino en
el futuro del pasado,
y establecer algunas consecuencias metodo­
lógicas que de
ahí se derivan para el trabajo del historiador. Si
esto lo aplicamos a nuestro tema, vemos que la verdad histórica
de lo ocurrido
y lo que en el participaron -y murieron, Pradera,
Maeztu-está de su lado. Como la verdad de lo que ahora ocu­
rre se establecerá
en función de lo que venga. Los dos intelec­
tuales citados, supieron ver por encima del tiempo. Se equivoca­
ban los que de otra forma pensaban (14), con independencia de
(13) Guillenn.o Zenneño, El problema del pasa.do es el futuro: notas sobre la
teoría
y metodología de la historia, en Tiempo y Escritura, primera revista electró­
nica
de Historiograffa. en México. El autor pertenece a la Universidad Iberoame­
ricana. La cita es de la página 3 de 11.
(14)
Por eso es sorprendente la posición de un historiador serio como J. L.
Villacañas que en su obra citada diga: Este libro ha querido rendir el pequeño
homenaje de la lectura, y ofrecer un intento de compremfón, a alguien que no
puede redbir mi simpatía. Maeztu no se dEt]ó llevar. El atizó el destino, y esta acti­
tud militante y profdtica, casi de visionarlo, es incompatlble con un espíritu ana­
líti.co y actual. Pero el ejerdclo de comprensión que propongo es tanbldn un inten­
to de respeto .a la hlstoda, en la medida que puede ser entendida, no compartlda.
El mio es un esfuerzo cuya finalidad no es otra que la de ofrecer un diagndstico
parcial
del origen de la mayor tragedia española (op. dt., pág. 14). No lo creo,
pero pudiera entenderse como
que la mayor tragedia española es que el efecti­
vo pa.so a una sociedad moderna se hizo fuera de un régimen politico ni demo­
crático-liberal ni socialista.
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su intención -que en los seguidores del pactismo posibilista era
indudablemente
buena-. Pero la verdad es la Verdad, no las ver­
dades drcunstanciales.
En esto estamos con Antonio Machado,
¿Mi verdad?
No, la Verdad
Y ven comnigo a buscarla
La tuya, ¡guárdate/a!
ANTONIO SEGURA FERNS
Carl.os Ibáñez Quintana: AMOR A EUSCALERRÍA,
REFLEXIONES DE UN CARLISTA
VASCO EN TORNO
AL
NACIONALISMO'')
El libro de Ibáñez, escrito a medias como una biografia epis­
tolar, toca
un tema que según todas las encuestas, encargadas
desde diferentes ideologías, es
el que más preocupa a los espa­
ñoles
en este milenio que acabamos de estrenar. Y, justamente,
el que
aun dentro del ínfimo nivel de los actuales comentaristas
políticos de los
mass-media españoles y aun de los mismos polí­
ticos, ya
en el poder, ya en la oposición u oposiciones, el más frí­
volamente tratado y menos curtido conocido sea considerado his­
tóricamente, o lo sea desde las filosofias sociales o políticas.
Acceder a una posición más realista es posible solo
con la lectu­
ra del libro de Ibáñez,
que comentaremos extensamente, aunque
como una reflexión personal dirigida a un amigo más que una
crítica o
un simple resumen bibliográfico.
El autor expone sus reflexiones sobre el libro escrito por un
antiguo amigo y compañero, José Luis Álvarez Emparanza, alias
Txilladegui, que "es un testigo excepcional de nuestro tiempo.
C--) Scire-Balmes, Barcelona, 2000.
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