Índice de contenidos

Número 401-402

Serie XLI

Volver
  • Índice

Umberto Muratore: Antonio Rosmini. Vida y pensamiento

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
a su lector. Por todo ello, con este libro de Sandoval augurarnos
a la editorial
Criterio Libros, que de nuevo hace gala de lo mejor
de su proyecto empresarial, un éxito editorial.
JOSÉ FERMÍN GARRAIDA .ARrzcUN
Umberta Muratare: ANTONIO ROSMINI.
VIDA Y PENSAMIENTO<'l
Umberto Muratore, sacerdote de la Congregación que fundó
Rosmini y, por tanto, escritor no imparcial; al 1nenos desde el
sentimiento, ha escrito un interesante libro sobre una de las figu­
ras más interesantes de
la Italia del siglo XIX: Antonio Rosmini
(1797-1855).
Cuando me refiero a la no imparcialidad no resto 1néritos ni
avanzo criticas. Es lógico que jesuitas escriban biografías de San
Ignacio y miembros del Opus Dei, del Beato Escrivá. Dichas obras
pueden ser excelentes estudios biográficos, simples hagiografías
o deleznables acumulaciones
de hiperbólicas loas sin el menor
bagaje crítico.
Lo que quiero decir del libro de Muratore es que
está escrito desde la comunión. Con la figura y el pensamiento
rosminiano.
Lo que parece normal y no criticable. Pero debe
tenerse
en cuenta. Esto, que hasta hace poco tiempo era lo habi­
tual en historiadores de órdenes y congregaciones religiosas,
hijos de las mismas, hoy parece hacer quiebra y abundan los
miembros de estos institutos que
ponen de chupa de dómine a
sus fundadores. No es el caso de Muratore y ello le honra.
El libro está dividido en dos partes. En la primera (págs. 15-
201) se estudia la vida
de Rosmini y en la segunda (págs. 205-
318) se estudian sus ideas. No voy a entrar
en esta última, pues
una filosofía compleja y discutida como la del roveretano requie­
re más especialización que la
de este comentaiista y además pre­
cisaría contraponer sus ideas con las de sus contradictores en un
(') BAC, Madrid, 1998, 318 págs.
142
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
largo trabajo filosófico que excede mis saberes y sobre todo la
extensión que quiero dar a esta información bibliográfica.
De la primera parte resulta la imagen de un santo sacerdote
que edificó a la Italia
de la primera mitad del siglo XIX -mejor
dicho, al Piamonte sobre todo, y también a las posesiones aus­
triacas y a los Estados Pontificios, pues Italia
aun no existía-,
con su vida y sus obras, hasta que la tor1nenta1 no suficiente­
mente explicada, se cernió sobre su figura y su actividad.
De noble familia y acomodada situación, el primogénito Ros­
mini, a quien el mundo aseguraba
un porvenir espléndido, deci­
de hacerse sacerdote. Muy dotado para el estudio, enseguida
comienza a escribir
y, al final de su vida, se contarán por miles
las páginas editadas sobre los más variados temas: filosofía, teo­
logía1 moral, derecho, política, ascética, pedagogía ...
Ordenado sacerdote en 1821, enseguida se acreditará por su
celo y sus caridades así como por su facilidad de relación con
multitud de personas, no pocas de ellas ya figuras, o lo serán des­
pués,
de la Iglesia, la literatura y la política. Cuatro Papas, Pío VII,
Pío VIII, Gregorio XVI y Pío IX le conocen personalmente. Y era
una de las más firmes promesas de la Iglesia italiana.
Funda los Hijos
de la Caridad, de los que será superior gene­
ral hasta
su muerte y, poco después, las Hermanas de la Provi­
dencia. Pronto, y pese a haber tenido
una audiencia con el empe­
rador de Austria, comienzan las dificultades
con quienes enton­
ces ocupaban
buena parte del norte de Italia y que, pese a los
restos del josefismo ultrarregalista, eran el más firme sostén del
gobierno pontificio. ¿Por qué?
El autor no lo explica pero la des­
confianza austriaca era evidente hasta frustrar la fundación en
Trento de los Hijos de la Caridad (págs. 99-100, 103). Incluso se
le retira el pasaporte. Estamos
en 1834. ¿Era ya Rosmini un acti­
vista
de la expulsión austriaca? No lo sabemos. Pero lo que pare­
ce cierto es que los Habsburgos
no le tenían por uno de los suyos
(pág. 103).
La aprobación pontificia del Instituto de la Caridad supone no
pocas dificultades (págs. 121-123). Y tampoco resultan claras las
mismas
de la relación de Muratore. ¿Era sólo la matización sobre
el voto
de pobreza que introducia Rosmini? Los obstáculos pues-
143
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
tos al colegio médico de San Raffaelo que impiden se lleve a
cabo (págs. 127-129)
son una incógnita más que el autor no des­
peja.
El cardenal Castracane, amigo del fundador, le había hecho
saber que "los cardenales miran con desconfianza lo que provie­
ne de Rosmini". ¿Por qué? Seria bueno saber los motivos de esa
desconfianza. Pero, una vez más, silencio absoluto de Muratore.
Polémicas con Mamiani (pág. 111) y con Gioberti (págs. 135-
136) y nuevos ataques al activo sacerdote,
que llegan a acusarle
de herejía (págs. 134-141). En 1841,
un folleto anónimo -el seu­
dónimo de Eusebio Cristiano
no parece que se haya descifrad(}-,
lanza sobre él tremendas acusaciones a las que Rosmini, pensan­
do en el daño que puede ocasionarse a su congregación, res­
ponde con un folleto y, algo después, con la primera parte del
libro Las nociones de pecado
y de culpa adaradas, ya que sus
tesis sobre el pecado original parece
que estaban en el punto de
mira de sus adversarios. Poco después, el P. Rozaven, de la Co1n­
pañfa de Jesús, le dispara un torpedo en L 'Ami de la Religión:
"conoce1nos a otro esaitor 1nás célebre que Rosmini, el cual go­
zaba también de una gran estima, ¿y qué ha sido de él?". La alu­
sión a Lamennais era metidiana. Gregario XVI zanja la cuestión
ordenando al general de los jesuitas y al superior del Instituto de
la Caridad que
no se escriba más sobre esta controversia (pág.
141). Pero nos hemos quedado sin conocer,
por el relato de
Muratore, cuáles eran las acusaciones y qué fundamento tenían.
También será una incógnita el porqué de las graves reticencias de
la Compañía de Jesús sobre Rosmini si bien sabemos de la admi­
ración de éste por San Ignacio.
Tal vez
la actuación más comprometida del roveretano fue
la que emprendió, por encargo del Gobierno del Piamonte, ante
Pío
IX (págs. 146-150). La guerra con Austria se encaminaba al
desastre y Carlos Alberto necesitaba el apoyo de Roma. La biogra­
fía no dice nada de cuáles eran las ideas políticas de Rosmini al
respecto, pero cabe suponerlas favorables, si no a la unidad italia­
na bajo
la dinastía piamontesa, al menos a la expulsión de los aus­
triacos. No hemos leído el Apéndice sobre la
unidad de Italia, por
lo que no podemos decir nada sobre ello. Y tampoco lo dice
Muratore.
El hecho de que publicara una serie de artículos sobre
144
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
la Constitución del reino de la Alta Italia en el periódico de Cavour
nos indica algo acerca de cuáles eran sus simpatías. Pero evi­
dentemente son demasiados silencios en el autor. En el libro que
comentamos apenas se dice que sostenía para la península "una
confederación de Estados", sin precisar quién había de presidirla.
Parece también
que por entonces -estamos en 1848-, Ros­
mini escribía a su amigo el cardenal Castracane una serie de con­
sejos políticos dirigidos a Pío IX. "Algunos de los consejos que
Rosmini comunicaba al Papa en aquellos 1neses eran verdadera­
mente prudentes. Recordemos aquí el proyecto de Constitución
para el Estado romano, la calurosa recomendación de no ignorar
y mucho menos contradecir, el ya imparable proceso de libera­
ción y
de unificación nacional; el deber moral que tiene un jefe
de Estado de oponerse,
si es necesario con la fuerza, a cualquier
país (aunque se trate de Austria) que1 con injusticias, sea causa
de constante inquietud para pueblos que no le pertenecen; el
peligro de que se cree
en Italia, si el Papa obstaculiza legítimas
tendencias,
una insuperable ruptura entre Estado e Iglesia y una
deplorable división entre clero y pueblo" (pág. 148). La idea de
"prudencia" que tiene Muratore es, al menos,.algo peculiar.
No debemos juzgar desde la perspectiva de hoy los sucesos
de antaño. Ahora conoce1nos el desenlace. Entonces no se sabía
qué podía ocurrir. Ni tampoco que, a la larga, la pérdida del
poder temporal del Pontífice seria un bien para la Iglesia. Enton­
ces parecía una tremenda desgracia y con gravísimas consecuen­
cias para la libertad del Romano Pontífice en el gobierno de la
Iglesia.
Las derrotas que acabaron con la hegemonía austriaca:
Solferino, Sadowa, estaban
por venir. Y gracias al apoyo del
emperador
de los franceses y del rey de Prusia que no estaba ase­
gurado.
Los consejos rosminianos llevaron al desastre y a la fuga
de Pío
IX a Gaeta. Que seguramente también se habria produci­
do sin tales consejos.
La embajada de Rosmini fracasó. El Gobierno de Turin le dejó
colgado y la revolución de Roma se precipitó tras el asesinato
de
Rossi, ministro del Papa. Si en algún 1non1ento Pío IX, en su
desesperación al no poder controlar la situación que se le iba de
las manos, pensó en hacerle cardenal y encomendarle la secreta-
145
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
ría de Estado, todo se desvaneció con la huida y el refugio en el
reino
de las Dos Sicilias. Quien recomendaba arreglos y contem­
porizaciones
no podía ser bien visto en el destierro pontificio
aunque el Papa le demostrara benevolencia cuando Rosmini le
siguió a la ciudad de Gaeta.
Sus enemigos, que nunca he1nos sabido quiénes eran por el
relato de Muratore, logran del Pontifice que La Constitución
civil según la justicia social
y Las cinco llagas de la Santa Iglesia
sean llevadas al Índice (pág. 152). Y una vez más desconoce­
mos los motivos. Salvo que había unas gentes malísimas empe­
ñadas en hacer la pascua, naturahnente sin motivo alguno, a
este santo sacerdote. Pues nos parece
1nuy escasa aclaración
decir que en aquellos libros "había recogido algunas de sus
ideas sobre la democracia liberal
y sobre la santidad y libertad
de la Iglesia" (pág. 152).
Ya sabemos que el Santo Oficio era
malisimo y cerradísimo pero de ahí a condenar un libro que
defendía la santidad y la libertad de la Iglesia va mucho trecho.
Algo más habría.
A partir de entonces Rosmini se retira a Stresa
y se ocupa úni­
camente de la dirección
de su instituto y en recibir a los amigos.
Vive santamente y, cómo no, sigue esaibiendo. Era un caído y
sus enemigos se abaten sobre él (pág. 160). Aunque seguimos sin
saber quiénes eran. Y en qué consistían los ataques pues es mu­
cha generalidad pintarle "como una especie de monstruo de
doble personalidad, cazador
de herencias, explotador de los
pobres, ladrón, astuto, espía
de Austria, antiliberal, anticlerical y
masón" (pág. 160). Dos libelos, uno del jesuita Ballelini, le ata­
can inmiselicordemente (págs. 163-165)
y hasta se le intenta
envenenar, según el propio Rosmini, en un relato bastante inve­
rosímil (págs. 182-183).
Sus obras, excepto las ya condenadas, son sometidas a un
concienzudo examen, ordenado por Pío IX (1850), del que salen
victoriosas cuatro años después. Eran los últimos días rosminia­
nos que1 tras una vida de muy endeble salud, tnoría santa1nente
el 1 de julio de 1855.
Pero no con ello llegaría la paz sobre Rosmini. En 1888 el
Santo Oficio declara que cuarenta proposiciones sacadas
de las
146
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
obras del sacerdote "no parecen estar de acuerdo con la verdad
católica" (pág.
196). Sus enemigos parece que han triunfado. Pero
no fue así. A partir de Juan XXIII se reivindica la figura del rove­
tano, los Papas hacen abiertos elogios de él y
en 1994 se abre su
causa de beatificación (pág.
199). Nada podemos aventurar sobre
la suerte que correrá la mis1na pero, sin duda, es un reconoci­
miento póstumo. Como el reciente Documento de la Sagrada
Congregación para la
Doctlina de la Fe de 1 de julio de 200 l.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C!G01'A
Alberto Wagner de Reyna: CRISIS EN LA ALDEA
GLOBAL. ENSAYOS DE FILOSOFÍA Y FE CRISTIANA
t•i
El diplomático, filósofo y esaitor pernano Albe1to Wagner de
Reyna
(Lima, 1915), en la plenitud serena que da la edad cuan­
do se goza de la gracia de no haber perdido facultades, reúne
en
este cuidado volumen textos escritos a lo largo de medio siglo y
al azar de su trashumancia diplomática por Europa y América.
Pero son ensayos todos pensados desde Hispanoamérica y que
-escribe irónicamente el autor-versan sobre un único tema:
del hombre y sólo del hombre, en la doble dimensión de la natu­
raleza y de la gracia, esto es,
de la historia y frente a la eternidad.
La primera parte lleva por rúbrica "La encrncijada de hoy" y
gira
en torno de la modernidad y sus transfonnaciones. Una
modernidad (incluida su fase posllnoderna o hipermoderna)
compleja y opaca, pero al mismo tiempo simplista y chillona.
Las
lineas de fuerza que dibujan la historia nos han llevado a la
modernidad, a cuya culminación asistimos en la 1nundialización
técnica, temológica
y económica, y que nos han conducido
hasta la "aldea global", forma de civilización (o de barbarie) que
está en crisis. Ahora bien, la crisis no es tanto la de la moderni­
dad o la mundialización, sino la de la humanidad: "La aldea glo-
("') Ediciones del Copista, Córdoba, Argentina, 2000, 276 págs.
147
Fundaci\363n Speiro