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Número 425-426

Serie XLII

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La inteligencia en peligro de muerte

LA INTELIGENCIA EN PELIGRO
DE MUERTE
POR
RAFAEL GAMBRA'"
No hace mucho, la prensa y la televisión difundieron la ima­
gen del nuevo hombre de einpresa americano que) gracias a
Internet y al E-mail, no necesitaba salir de casa ni para trabajar.
Para dirigirse a
su oficina no tiene más que ir a la habitación de
al lado, donde consulta en la pantalla de su ordenador los datos
económicos y
desde donde da por medio del teclado las órdenes
para dirigir S\l e1npresa, para comprar o vender acciones. Finali­
zada su tarea, pide por Internet una comida preparada y se sien­
ta a ver
el telediario saboreando una hamburguesa con chips.
Atiborrado de precocinados tanto su sistema digestivo
como su
sistema nervioso, le basta a¡Jretar otra vez un botón para ca1nbiar
de canal y ver una película. La pantalla de su reloj le señala que
es de noche y, satisfecho de su actividad en el mundo interacti­
vo de las pantallas y los teclados, convencido de haber contri­
buido a la realización definitiva del hombre nuevo, se retira a
dormir. No
ha visto en todo el día a ninguna otra persona, no
sabe si llueve o hace sol, no ha tenido contacto alguno con la
realidad circundante, cuyo lugar
ha sido ocupado por lo que ha
e) El profesor Rafael Gambra, recientemente fallecido (véanse los números
de Verbo 421-422 y 42~24), escribió hace pocos años este prólogo para la
proyectada versión castellana del libro del filósofo belga MA.RcEL DE CORTE,
L'intelligence en péril de mort, que finalmente no ha llegado a ver la luz. Con
satis.facción al tiempo que con honda pena, publicamos estas pág1nas ihéditas del
inolvidable maestro
(N. de la R.).
Verbo, núm. 425-426 (2004), 369-376.
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RAFAEL GAMBRA
visto en pantallas, lo que ha oído por altavoces, lo que ha hecho
con teclas. Su vida se desarrolla entre el donnitorio, donde sueña
de
noche y el estudio, donde sueña de dfa.
Esta estremecedora visión de una existencia humana sin con­
tacto con el mundo, artificialmente alimentada desde el exterior
con todos los datos
que ocupan su mente ya habfa sido prevista
por Barjavel, en su novela anticipadora Le diable J'emporte. Pero
ya antes la habfa imaginado Descartes. Descontento de cuanto
habla aprendido y del testimonio de los sentidos, el autor del
Discurso del Método supuso que cuanto éstos le presentaban,
desde las cosas exteriores como el cielo y la tierra
con sus colo­
res, hasta sus sensaciones inte'mas, eran todas ellas producto de
un geniecillo, tan poderoso como maligno, cuya industria toda se
encamin.aba a engañarle. Semejante situación no era para Descar­
tes más que una hipótesis metódica, una ficción momentánea que
pennitirfa a
la razón desarrollar todas sus virtualidades en orden
a conocer
el universo de manera más segura. Sin embargo, es
cudoso, la herencia que recibiremos de Descartes consistirá no
en que la ficción se haga imposible, sino . en su reaJización.
La inteligencia en peligro de muerte de Marce! de Corte
puede verse en cierto modo como el análisis de la historia que
lleva del engaño ficticio a su realización. Desde luego, esta obra,
publicada a finales de los sesenta,
no podía conocer las redes
informáticas y su repercusión
en la vida hum,tna. Sin embargo,
como indica
el prefacio a.la segunda edición de 1987, el desa­
rrollo de los acontecimientos,
la universalización . del democratis­
mo pregonado por unos medios de información cada vez más
envolventes, una juventud enshnismada y drogadicta, no -hacen
sino confirmar la gravedad de su pronóstico. A la hora de publi­
car esta primera edición. castellana, el peligro de muerte que su
obra denuncia quizás pennita certificar el fallecimiento consuma­
do
en la era de la informática.
La historia que, a grandes rasgos, presenta De Corte es algo
as! como la contrapartida de la historia oficial del pensamiento,
que es siempre apologética
de la formación de la conciencia del
hombre moderno.
El punto de partida de De Corte es que la inte­
ligencia
por naturaleza está abierta a la esencia de las cosas. Sus
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conceptos, aunque sean obra suya, tienen la función de reflejar
la esencia
de lo que es y asi se explica el dicho de Aristóteles
según el cual el entendimiento, es en cierto modo, · todas las
cosas. En cambio, cuando la mente del hombre pierde su nexo
con la esencia de las cosas y sólo tiene ante si imágenes que él
mismo
ha fabricado, la inteligencia ha perdido sus funciones vita­
les, está muerta.
En un párrafo inspirado, De Corte muestra cómo el desfalle­
cimiento básico de la inteligencia tiene su
raiz en las potenciali­
dades mismas del conocer humano. Para captar la realidad el
entendimiento necesita de las ideas o conceptos que ella misma
constituye como representación o signo mental
· de las cosas.
Sobre la base de su contacto con las cosas, el entendimiento
forma activamente las ideas; mas
no por ello son las ideas el obje­
to del entendimiento, sino
que son aquello por medio de lo cual
se conocen las cosas: "cuando me hago una idea de las cosas,
no
es la idea lo que contemplo, sino la cosa a través de esta idea".
El realismo en que se desarrolló toda la filosofia antigua y
medieval, hecha excepción
de la sofistica, mantuvo que el obje­
to del conocer
son las cosas. El idealismo, en el sentido más fun­
damental de esta palabra entiende, por el contrario,
que el obje­
to de la inteligencia son sus propias representaciones, sus ideas
o conceptos.
Su caracteristica esencial reside en que ha cortado
los lazos
que unen los conceptos con la realidad para conside­
rarlos
en su aislamiento mental. No quiere esto decir que los
idealistas
en este sentido niegUen la existencia de un mundo
exterior al sujeto, sino sólo
que ese mundo no se hace presente
directa e inmediatamente presente a través de las ideas. Descar­
tes,
por ejemplo, creerá alcanzar lo que existe con el solo exa­
men de su conciencia. Sin embargo, una vez que los conceptos
se tienen
por cosa que sólo está en el sujeto, ya no hay manera
de conectar nuevamente con las cosas reales y ex.temas. Por
mucho que examinemos la figura pintada de un hombre, si nada
más sabemos al respecto, necesariamente ignoraremos si repre­
senta una cosa existente o· imaginaria.
La historia que ofrece De Corte muestra cómo el hombre ais­
lado
en el interior de su conciencia, sin haber dejado de ser lo
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RAFAEL CAMERA
que antes era y sin dejar de tener las mismas aspiraciones, va
substituyendo cada una de las realidades en las que estaba inser­
to y que respondían a sus necesidades por otras ficciones crea­
das por él mismo que aparentan satisfacer esas mismas incli­
naciones.
El primer paso por este camino lo dio el propio Descanes:
desde el momento
en que admitió la posibilidad de que fuera
engañoso,
no sólo lo que le habían enseñado, sino también el
testimonio de los sentidos, rompió las amarras
con lo real. Sólo
le quedaba replegarse sobre sus propias representaciones de
modo
que éstas y no las cosas se convirtieron en objeto de cono­
cimiento. Y
asf, para Descartes la evidencia de las ideas vino a
substituir a la verdad y Locke, canesiano a la postre, define
la
ideas como el objeto de nuestro pensamiento.
Y de este modo
se llega a formar una niebla informativa tan
envolvente densa y constrictiva de preconceptos
que llega a
imposibilitar el acceso a
la realidad. El idealismo filosófico pasó
de los libros a la mentalidad rectora de la sociedad
en el siglo de
la Ilustraci~n. La nobleza, ql.1e encabezaba la sociedad, de 1nece­
nas pasó a ser sierva de los intelectuales a los que había apadri­
nado.
Al calor de este ambiente favorable se desarrolló la acción
de dos clases de técnicos, los manipuladores de las cosas y los
manipuladores de las personas, cada
uno de los cuales se dejó
llevar, a su modo,
por la tentación de dominio: los manipulado­
res
de las cosas cederán a la tentación de convertir las construc­
ciones de la ciencia matematizada
en representación de la reali­
dad, de modo que ésta viene a ser substituida
por lo imaginario.
Los manipuladores de personas, por su lado, por medio de la
información, tenderán a transformar las 1nentes de los otros en
prolongación de la suya propia. En ambos casos de lo que se
tra.ta es de introducir, sea en la realidad, sea en las conciencias,
un orden fabricado por la razón.
Una vez
que este idealismo ha producido la desaparición del
mimdo de

cosas
en cuyo orden establecido por Dios se incluyen
el hombre y su actividad pensante,
una vez que no hay mundo
antes
de la actividad de la razón, sólo queda la manipulación de
las cosas. Era inevitable
que la razón tendiera a adueñarse del
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LA INTELIGENCIA EN PELIGRO DE MUERTE
papel divino de creador del universo. Lo que antes eran cosas se
vuelven materia informe
para el hombre moderno ante la cual
sólo
Je cabe introducir una organización a la medida de su razón.
La mente que terna como máximo exponente de -su naturaleza la
contemplación de Jo que es en el mundo, de su esencia y de su
artífice, se toma
poética o constructiva de un mundo que sólo
existe para él.
Uno de los errores que con más acierto destaca ·De· Corte se
refiere a la explicación del advenimiento de la ciencia rnatemati­
zada como substituto de
la metafísica. Suele pensarse, en pos del
positivismo,
que las virtualidades de la ciencia ffsico matemática
vinieron
en la edad moderna a producir la decadencia de las con­
cepciones metafísicas. Pero semejante comparación
en-la mente
del hombre moderno nunca se produjo; para cuando empezó a
convertirse la físico-matemática en fuente de la concepción 1no­
derna del mundo, el ser del mundo externo ya había desapareci­
do
por obra del idealismo. Y, con ese ser se ·había esfumado tam­
bién la 1netafísica. La aparición de la concepción matematizada
del saber es hijuela de la actitud poiética o creadora que nace del
antropocentrismo o del idealismo. Como explica nuestro autor
en
una página de insuperable lucidez, las nociones matemáticas de
número y extensión se fundan
en la realidad del primer acciden­
te
de la substancia que es la cantidad; pero, sin el entendimien­
to
que elija una unidad, no hay medidas ni número: como
Aristóteles decía, sin entendimiento que cuente no habría núme­
ro, o como-decían los escolásticos,
el número es un ente de razón
con fundamento real. Los conceptos matemáticos aparécen así
como los únicos en los cuales la razón pone tanto con10 halla en
la realidad, de modo que gracias a ellos parece la razón adquirir
una capacidad organizadora de que carece. al ·considerar otros
ámbitos de lo real.
El do1ninio que la razón matematizante ofrece sólo atañe a Jo
mudable y en modo alguno alcanza el ser de las cosas ni pro­
porciona un conocimiento de su esencia. Cuan:do se produce,
propiamente hablando, la mistificación del saber por parte de la
ciencia 1natemática es cuando cede a la tentación
de ocupar el
lugar de la metaffsica.
Las construcciones que acompañan al
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saber técnico matemático, los modelos imaginativos o simbólicos
pasan, de ser instrumentos, a convertirse en reflejos de la reali­
dad. La realidad se convierte, como el objeto de la poiesis, en un
mundo en permanente mutación: el mundo es cambio, las cosas
devenir y la misma razón
humana proyectada hacia adelante
ocupa el lugar de Dios, bajo la forma de humanidad futura.
La natural sociabilidad del hombre, una vez aislado de la rea­
lidad y
de sus semejantes, no deja por ello de constituir una
imperiosa necesidad que tiene que ser de alguna manera atendi­
da.
La democracia y la llamada "información" son los dos recur­
sos íntimamente unidos que vienen a suplir la
pertenencia a las
sociedades
en las que se inserta naturalmente el hombre. Estas
sociedades naturales, anteriores al individuo, se ven todas ellas
substitúidas, en el hombre que crea desde su interior el mundo
circundante, por la democracia. Gracias a ella el sujeto individual
se
Ne a sí mismo construyendo la sociedad a la que pertenece en
virtud de su participación en la dirección de la sociedad. Pero esa
supuesta participación directa
en la determinación de los asuntos
de una sociedad concebida como estado, cuando no como socie­
dad internacional, depende
de los datos que el sujeto individual
posee. Y esos datos
no son, desde luego, los que su entorno
inmediato le
puede ofrecer. Debe, pues, entrar en juego.la infor­
mación global,
de alcance universal, que está indisolublemente
unida a la democracia.
La información constituye según De Corte
el único camino
por el cual el hombre aislado por el idealismo
satisface su necesidad
de pertenecer a una comunidad. A través
de las informaciones entra
en contacto con el universo de los
demás individuos, igualmente aislados, y tiene la sensación de
formar parte de una colectividad. Ahora bien,
esa información se
proc;luce a través de los técnicos del dominio de los hombres que
dirigen los medios
de comunicación de masas. No son los hechos
los
que se le ofrecen por sí mismos, sino los hechos selecciona­
dos e interpretados· por esos técnicos, cuya visión está a su vez
condicionada por las 1ninmías que han conseguido hacerse con
los hilos
del poder real. El individuo se convierte en el receptá­
culo donde reside la información y
que ineluctablemente va
unida a consignas
de acción. Porque la propaganda es insepara-
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ble de la información. Y, de este modo, la supuesta intervención
de los individuos
en la construcción de la sociedad futura no
consiste más que en la reacción condicionada a la información,
que le ofrece tanto las preguntas como las respuestas. Demo­
cracia e información van
de la mano y son tan irreales la una
como la otra.
Visto más de treinta años después, resulta admirable la pene­
tración con que Marce! de Corte diagnostica
el peor de los males
que la enfermedad de la inteligencia ha producido en el final del
pasado siglo. Me refiero al desfallecimiento de la Iglesia como
institución,
que se ha dejado invadir por la comente del llamado
pensamiento moderno
a partir

del Concilio Vaticano Il,
y que ha
aflojado el único torniquete que servía de contención a la infec­
ción total del la inteligencia.
La mentalidad progresista, vista a la
luz de los análisis de De Corte,
no consiste sino en la reproduc­
ción, dentro de la conciencia de los cristianos,
de las mismas eta­
pas que
ha padecido la mente del hombre moderno. El paso
decisivo y determinante estaba dado antes del Concilio en las
ideas de los padres conciliares que se adueñaron de él: se trata
del subjetivismo religioso ya denunciado
por Pío IX como moder­
nismo. Una vez
que la religión se convierte en una dimensión de
la subjetividad humana, sólo le queda seguir los mismos caminos
de
la razón laica según la férrea lógica que denuncia De Corte:
la primacía de
la acción queda ya. públicamente instaurada desde
el momento que el Concilio abandona toda pretensión dogmáti­
ca para lanzarse
por la vfa de la pastoral. Unida a esta inclinación
que favorece la eficacia va la reforma del lenguaje eclesiástico
que, con la pretensión de acomodarse mejor a las circunstancias
sociales, trata de ser sugerente
y pierde precisión cuando no cae
decididamente
en la contradicción. La eficacia tiene como secue­
la la substitución de lo dogmático
por doctrinas acordes con la
preeminencia que los resultados tienen para la conciencia moder­
na. De este modo los contenidos de la fe en el Dios transcen-.
dente eterno
y creador, la doctrina eterna e inmutable pregona­
da a lo largo de los siglos indefectiblemente
por la Iglesia, se
transmutan
en la fe en una humanidad nueva del porvenir que
se identifica con la divinidad a través de los oscuras elucubrado-
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RAFAEL GAMBRA
nes sobre la dignidad del hombre y sus derechos. La nebulosa
dogmática de estos tiempos deja paso a
una comunidad en el
quehacer
por el bien de la humanidad, pacífica y feliz, a cuya
consecución la Iglesia parece
dirigir todos sus esfuerzos y predi­
cas. Prédicas
que dejan de ser exposición de las enseñanzas eter­
nas que elevan a la conte1nplación de Dios, para convertirse en
informaciones sobre el estado del mundo y en llamamientos a la
acción, todo lo cual no es sind la versión eclesiástica de la itúor­
mación tiranizad ora en el mundo moderno.
A la
par que hoy, en numerosas congregaciones, conventos,
parroquias y seminarios hay jóvenes sacerdotes que tratan de vol­
ver a las enseñanzas tradicionales
de la Iglesia, la clerecfa domi­
nante, formada
en la época del postconcilio, persigue al mundo
moderno con la esperanza é!e participar en el abrazo de la huma­
nidad globalizada que creen eminente. Abandonada la realeza de
Cristo, la confesionalidad del estado, defendida la libertad
de
cultos, convertido el pacifismo en precepto cristiano, tnetida la
democracia en la doctrina social de la Iglesia y en su organiza­
ción interna, sólo les falta abjurar de lo que la Iglesia ha repre­
senláno en el mundo; cosa ya hecha con los perdones pedidos
ante la humanidad divinizada. Pero, al final de su carrera, quizás
no encuentren un fraternal abrazo, sino la exclusión y la perse­
cución. Porque los acuerdos insensatos reavivan las enentlstades
y no hay enemistad más profunda e insalvable que la que se da
entre
el principe de este mundo y el Rey de la creación.
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