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Número 425-426

Serie XLII

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Sermón del padre Agustín Arredondo, S. J. en la festividad de San Fernando

CRÓNICAS
SERMÓN DEL PADRE AGUSTÍN
ARREDONDO, S.
J.
En la celebración anticipada de nuestro Patrono San Fer­
nando, la liturgia de la Iglesia propone este año a nuestra consi­
deración
un par de episodios que, aunque bien distintos, conflu­
yen en una y misma realidad nuestra.
"CIUDAD CATÓLICA" habla de unidad de humanos para un fin
deseable a través de los medios determinados por quien colectiva
o singularmente
la dirige: por el poder o autoridad, que por ser
dudad es propia de hombres de este mundo, y por ser católica Jo
es también de otro foro superior.
Pues bien: la llegada de Agripa a Cesárea para cumplimentar
el incipiente gobernador de Judea Porclo
Festa, pone en claro la
validez del
recurso de Pablo ante el emperador de Roma (Nerón
ya), y el reconocimiento de la suprema autoridad de éste por
quien en Judea era sólo
un delegado suyo.
Acostumbrados estaban allí en aquella época a trances en
que el poder profano,
no contento con reconocer del César Jo que
es del César arrebataba desaforadamente a Dios Jo que es de Dios.
Porque unos veinte años antes
es el padre de este Agripa el asesi­
no de nuestro Santiago. Y otro decenio largo antes, mandaba (y
¡cómo!) en la Judea un antecesor de Festa, por nombre Poncio
Pilato.
Éste oyó decir al Hombre más grande de la historia que no
tendrfa potestad alguna si no se Je hubiera dado desde arriba (lo.
19, 11). Porque no haypoder verdadero que de Dios no venga;y
si es voluntad suya que demos al César Jo que es del César. resul­
ta también irrefragable que en último término el César también
es de Dios. ·
La lectura evangélica, por
su parte, nos habla de ese otro
poder. que dado totalmente a Cristo en el cielo y en
la tierra (Mt.
28, 20} Jo transmite al apóstol Pedro para el gobierno supremo de
la Iglesia.
Así nos Jo legó el apóstol Juan en su adición al último
capítulo, después de haber redondeado
su obra evangélica con el
epilogo del capítulo anterior.
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CRÓNICAS
Apacentar corderos y ovfjas no hay duda de que. es Jo mismo
que regir o gobernar. Tal metáfora era usual de siempre;y
más a
la vista de la promesa y anuncio de tal primacía en San Mateo
{16, 16}, y del protagonismo de Pedro sobre los otros once en el
Evangelio, y del reconocimiento que de
elio se Je tributa ya en la
primitiva Iglesia. Avala asimismo tal sentido
la literatura profa­
na: "pastor de pueblos" es el título con que Homero llama en la
Ilíada repetitivamente al rey Agamenón muchos siglos antes de
Cristo. En fln, en versión oficial de la Iglesia hemos recitado secu­
larmente el salmo
22, que empieza con las conocidas palabras "El
Señor es mi pastor", después de haber retocado recientemente la
anterior expresión con
la que afirmábamos literalmente regii me,
con práctica sinonimia, el Señor me rige o me gobierna,
• • •
No puede sino ser aquí conciso y anecdótico decir Jo que a
estos dos poderes, el temporal y
pJ trascendente, signlflcan en la
vida del Rey Fernando.
Exige ser
Rey, porque en derecho Je pertenece. Legalmente se
Je elige Rey de Castilla en la asamblea de Valladolid, por la abdi­
cación y decisión de la hábil Berenguela su madre, con apoyo de
los obispos de Castilla y
aun del Papa Honorio Ifl Y cuando su
padre Alfonso de León pasa violentamente el Pisuerga
para apo­
derarse de Castilla, resiste
su hijo en Jo que sólo me una ligera
escaramuza, con la intervención también del Papa Honorio:
"Señor padre, rey de León, don Alfonso,. mi señor, ¿adónde
vos viene esa saña? ¿Por qué me facedeS mal e giierra? Yo non vos
Jo he merecido; aunque lo que ·vas [acedes, uedarlo ¡xxlria muy
crudamente a todo rey del mundo, mas no puedo a vos, porque
sodes mío padre e mío señor, y convieneme de VOS sufrir haSt.a que
vos entendades _lo que !acedes·:
Luego su padre Jo deshereda, d(!jando León a Sancha y Dulce,
hijas también suyas de matrimonio con Teresa de Portugal.
El
altercado así ca11sado Jo resolverán ambas madres hábilmente,
Teresa y Berenguela, con la
renuncia de las dos hermanas a ret-
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CRÓNICAS
nar; a cambio de una cuantiosa renta anual que aportará Fer­
nando. Así el año 1230 quedan unidos para siempre Castilla y
León bajo el cetro de Fernando. A eso Je mueve su conciencia de
titular de
esa gran monarquía que va reteniendo y defendiendo.
La misma conciencia que Je impulsa con arrojo incansable a la
gesta épica
de la reconquista de su patria.
Así da Femando al Cl!sar Jo que es del César. Y de dar a Dios Jo
que es de Dios, vemos en su vida entera todo un teyido inagotable.
Tres días antes de su boda, después de velar una noche las
armas en el monasterio de
la Huelgas de Burgos, en presencia del
obispo Mauricio,
se armó por su propia mano caballero. Hasta el
siglo
XII tenía la ceremonia un carácter exclusivamente militar.
La Iglesia la convirtió en una ceremonia moral y religiosa. A este
acto importante de su vida preparábase el candidato con
un
ayuno de veinticuatro horas, la noche de oración y la confesión
y comunión. Con las armas bendecidas sobre el altar después la
misa, Juraban ser fieles a todos los deberes expuestos en el previo
sermón, servalientes y generosos y poner su espada
al servicio de
la Iglesia y de los hábiles.
Así Fernando, Caballero de Cristo, refleya en su vida éste que
para él fue
un anticipado programa.
Intervienen Inocencio III
y Honorio JI! en su elección, en su
legitimidad tras
el matrimonio nulo de sus padres, en las disenc
siones con Alfonso
IX, en el impulso y medios económicos que
aporta ésta que consideran
cruzada. de occidente, y en el envio de
un nuncio que contribuya a la organización de nuestrarecon­
quista; amén de los obispos y alto clero afecto siempre
al Rey. Y
éste, por su parte, generoso siempre con las recién nacidas Órde­
nes mendicantes, con las diócesis creadas o revitalizadas en las
regiones que
se iban conquistando, con la fundación e impulso
de las tres grandes catedrales de León, Burgos
y Toledo, con su
defensa de la
fe contra los herejes, con la entrañable amistad de
su colaborador en
paz y en guerra, el gran obispo Rodrigo )imé­
nez de Rada, y con todo el cristianismo del único rey santo con
que cuenta nuestra historia.
¡Gigante de verdad! Con la
ayuda de Dios y su cristiano te­
són Infatigable, tuvo cuanto puede apetecer
un rey, riquezas en
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CRÓNICAS
abundancia, una corte magnífica, una espada invencible, la di­
rección experimentada de
una madre santa, el cons~o del genial
]iménez de Rada, la ayuda del gran almirante Bonifaz, la cola­
boración de
excelente capitanes, la adoración de
un ~ército
aguerrido, y el amor inalterable de su pueblo
• • •
Al favor de Dios, se unía en Jo humano la ciara concepción
de
un objetivo y unos firmes crtterios encaminados a su logro: la
orientación cristiana que, como eco de la imperecedera palabra
de
Dios, persiste siempre en sí misma por más vueltas que den los
cielos y la
tierra (Mt. 24, 35).
Por
eso nosotros, desafiando las vueltas dadas por cielos y tie­
rra en más de siete siglos, seguimos creyendo en la mismísima
CIVDAD CATóUCA, la que desde entonces ha surgido a veces con des­
tellos y fogonazos fascinantes, y a cuya implantación tratamos
entusiastas de contribuir, con la protección de San Fernando.
Con fruición recordamos
Jo que oíamos de aquellos años
treinta, que alumbraron periódicas reuniones en Francia de
inquietos hombres de bien, preocupados por el rumbo de su
patria.
Con la fuerza pausada, pP.ro irresistible, de la verdad, que
no se oculta cuando se la busca, llegaron a instaurar en Cristo el
afán de sus ilusiones. Ya después de la guerra, el año 46, tres
hombres con cerebro de
F]ercicios ignacianos, suben a Mont­
martte el 29 de junio y consagran sus trabajos a Cristo Rey; el
mismo día es acogida la
nueva obra por la "Reina del Mundo" en
la capilla parisiense de la Medalla Milagrosa. Y aquel llamado en
su bautismo
"Centro de Estudios críticos y de síntesis" es lo que
hoy, sin riesgo alguno de ambigiiedades o malentendidos, cono­
cemos con el nombre de
C!UDA[) CATÓUCA.
La expansión posterior era la lógica, dada la naturaleza de la
obra. La publicación de la obra fundamental de]ean OussetPara
que Él reine, los encuentros nacionales e internacionales, las
publicaciones de revista propia, la fundación y la difusión
obsec­
siva de Jo que llamamos con propiedad SPEIJIO, sí, con que hasta
en griego decimos
yo siembro", son los frutos lógicos de ese
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CRÓNICAS
mismo espíritu sembrador, asiduidad y esperanza, con que nos
reunimos en esta celebración.
Aquí reconocemos nuestra deuda con los ya desaparecidos,
que
nos legaron esta tarea y con nosotros la prosiguieron; nos
complace reconocérselo con nuestra oración. Los primeros al ver­
nos dirán i::on el Apóstol Juan: "Mayor gozo no tengo que el de oír
que
mis hijos caminan en la verdad" {3 lo. 4).
Y nosotros vemos aquí con el Salmista ¡"qué hermosa es y qué
placentera la convivencia de los hermanos en
unidad" (132).
"Adonde hemos llegado nosotros con los
filipenses de Pablo, siga­
mos adelante por los mismos pasos" {3, 16), y con los corintios
acojamos su sentido epílogo: "gozaos, trabajad en vuestra perfec­
ción, consolaos, tened
un mismo sentir, conservad la paz, y el
Dios de la caridad y la
paz estará con vosotros" (2 Cor. 13, 11).
Y el Rey Femando
desde. el cielo nos bendiga.
DISCURSO DE LUIS FERNANDO
DE ZAYAS
Nos reunimos hoyp<1ra celebrar la festividad de San Fer­
nando, nuestro Patrón. San.Fernando rey cristiano por excelen­
cia y modelo de gobernante católico.
De San Fernando se pueden
decir
muchas cosas pero yo creo que hablar de San Fernando es
sobre todo hablar de
santidad, es hablar de la Cristiandad, es
hablar de la forja de España. San Fernando, es para mi; en pri­
mer Jugar y sobre todo, un santo, uno de los grandes santos de
nuestra patria. Hablar de
la santidad de San Fernando es hablar
de
la vida de un hombre que se entrega totalmente a la voluntad
del Padre.
De un hombre cuya única preocupación es conocer y
cumplir la voluntad de Dios Padre.
Ya desde joven, al acompañar
el féretro de su abuelo Alfonso
VIII,· comprendió que poco valían
las glorias terrenas, que con la muerte todas desaparecían.
Per­
cibe que las únicas ciertas, eran las glorias celestiales y a ellas
decide.entregar su vida.
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