Índice de contenidos
Número 425-426
Serie XLII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
La inteligencia en peligro de muerte
-
Verbo
-
Disolución y restauración de la familia
-
Principios para la formulación de una ética revolucionaria (moral y marxismo)
-
La persecución religiosa en España entre 1819 y 1891
-
La buena informalidad. Precisiones en torno al orden del desorden
-
Europa y sus raíces cristianas. A propósito de un libro de José Orlandis
-
-
Crónicas
-
San Fernando 2004
-
Sermón del padre Agustín Arredondo, S. J. en la festividad de San Fernando
-
Discurso de Luis Fernando Zayas en la festividad de San Fernando
-
Discurso de Óscar Vara en la festividad de San Fernando
-
En el LX aniversario de Cristiandad
-
Carta abierta acerca de Cristiandad y «Schola Cordis Iesu»
-
- Información bibliográfica
Autores
2004
Discurso de Óscar Vara en la festividad de San Fernando
CRÓNICAS
DISCURSO DE ÓSCAR VARA
Una noche más, un año más, nos reúne en esta casa el
recuerdo de San Fernando. Envueltos en la oscuridad de un
mundo que desdeña a Cristo, hacemos profesión de fe tratando de
aprender a obrar el bien
por medio de quienes fueron ejemplos de
cristianización. Sin embargo,
San Fernando queda hoy muy lejos
de los corazones de la mayoría de nuestros compatriotas que,
voluntaria o involuntariamente,
se alejan de las tradidones pro
piamente españolas hasta et punto de haberse
conve!tldo en habi
tantes de otro país,
de otro empeño colectivo.
En los años precedentes, tanto Consueto Martínez-Siduna
como Armando Marchante
se fijaron en este carácter parricida
del español moderno, dispuesto a destruirse a
sí mismo comen
zando en su pasado para, con entusiasta ignorancia, aplastar
cualquier futuro.
Es cierto que, de cualquier manera, volveríamos
al recuerdo de un santo como Fernando !JI aun cuando no nos
enfrentáramos a circunstancias tan dramáticas para nuestra
patria, porque
es nuestra obligación la perfección y ésta se hace
más deseable en et contacto con el recuerdo de los que más alta
mente la rozaron. Pero ante et espectáculo de nada y alegre mal
dad en et que estamos ya sumergidos, que amenaza con infll
trarse no sólo en nosotros mismos sino, Jo que es más aterrador;
en nuestros hijos, el ejemplo del combatiente por el bien
es un
magnífico apoyo.
Estas consideraciones daramente pesimistas, no Je son desco
nocidas al cristiano.
Pues, ¿cuándo no ha dejado el mundo de
ofrecerle
al cristiano un reto absoluto, aparentemente insupera
ble?
Al contemplar la sutileza con la que el mal ha conseguido su
posición de dominio y ante Jo extraordinario de sus mediospara
multiplicarse y aflanzarse
en todos los tiSpacios, pareciera que et
diablo
se siente seguro y a sus anchas en este mundo de espantos.
Y, sin embargo, no es cierto. Es posible palpar et miedo del diablo
cada vez que cualquiera de nosotros_ reza · o acude a los sacra
mentos. Pero aún mayor es su temblor cuando el cristiano da
públlco testimonio de
su fe, porque muchos necesitan recordar Jo
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Fundaci\363n Speiro
CRÓNICAS
que en sus corazones se alberga y que, en un mundo en el que el
mal no encuentra resistencias, se ha .olvidado. Esta es nuestra
mayor obligación, porque si San Fernando no está aquí y ahora
en carne y hueso para .hacer esta lucha, estamos nosotros.
Sin embargo, es preciso
que dejemos que prenda en nuestros
corazones
.el amor de Cristo que despeje el camino a la voluntad
de perfección que
es imprescindible para el cristiano. Debemos
asumir la tarea de construirnos virtuosamente como los clásicos
nos indicaron.
Todos hemos conocido cristianos.así y sabemos de la influen
cia que su ejemplo y testimonio de vida han tenido sobre la nues
tra. Disculparán Vds. que no encuentre mejor ejemplo que el de
mi propia vida, para hacer resaltar este hecho, esta necesidad.
No hace muchos años, hubiera sido impensable que yo estu
viera pronunciando estas palabras en las que creo inniensamen
te, porque. de facto, militaba en el bando opositor al de quienes
estamos
aquf Por motivos que no he de. explicar, vivía cómo
damente asentado en
las consignas que el mundo moderno ha
establecido como explicación final de la realidad. Entre ellas, el
ateísmo.
Sólo pudo sacarme de mi ensimismamiento el ejemplo de
los cristianos que tuve la suerte de encontrar, o que me fueron
dados. Entre ellos
me gustaría citar el de mi maestro, don Rafael
Rubio de Urquía, el mejor hombre que
he conocido. En él vi, no
por vez primera ni última, pero sí de modo más impactante, que
la búsqueda de la verdad
no constituye nada si no se quiere ser la
Verdad. Y
no cualquier Verdad, si bien esto tardé algo más en
comprenderlo, sino la Verdad con mayúsculas: Cristo. Es muy difí
cil sustraerse
al influjo de quien arde en la Verdad, de aquel cuya
vida
es querer ser la Verdad, progresar en ella, convertirse en ella.
En este punto me gustaría mencionar como ejemplo de pen
sador cristiano a Juan
Vallet, en cuyas obras me fue visible la res
ponsabilidad y el espíritu de se1vicio que empujan
al autor a un
esfuerzo cada vez mayor de comprensión, que Je obliga a tomar
noticia de ámbitos cada
ve.z mayores de conocimiento. No hay en
su obra
una curiosidad vana por saber o por probar un nuevo
punto de vista, sino sumisión al deber, vocación por ayudar a los
demás por
medio de los dones propios.
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Fundaci\363n Speiro
CRÓNICAS
De Rubio de Urqufa también aprendí que el cristiano debe
entregarse a
la agonalidad, como a él Je ha gustado siempre decir
utilizando el término griego,
al espíritu incesante. del combate, a
la lucha permanente y que no tiene derecho al desánimo ni a la
rendición. Primero, porque la victoria ya es suya pues Cristo la
aseguró
y, segundo, porque la incertidumbre y la indecisión no
son para el cristiano que ya sabe todo Jo que ha de hacer en la
vida, porque
su mandato es el del amor y el de obrar el bien siem
pre y en cada momento.
El cristiano en los tiempos modernos se
asem"}a a aquel perso
naje del clarividente cuento de Eugenio d'Ors, La Oceanografía del
Tedio,
al que su médico Je diagnostica una crisis de stress y Je reco
mienda el siguiente tratamiento: ni un movimiento, ni un pensa
miento, y que acaba desistiendo horrorizado de
sem"}ante cura
budista
al grito de: ¡quién tiene la llama, debe arder!
Nosotros tenemos la llama, Dios
nos la dio. Sólo falta nuestra
disposición a abrasarnos en ella.
EN EL LX ANIVERSARIO DE
CRISTIANDAD
El pasado 15 de mayo, con motivo de cumplirse los sesenta
años de la revista
Cristiandad, nuestros amigos de Barcelona. se
han reunido
en la Balmesiana para dar gracias a Dios por los
años de vida
de la revista y en petición de su continuidad.
Tuvo lugar primero
un acto académico en el que hicieron uso
de la palabra Pere Basil, José
Maña Petit y Josep Maña Mundet.
El primero, de los fundadores de la revista, recordólos tiempos
del padre Ramón Orlandis,
de la Compañía de Jesús, su "curador
espiritual", y resumió
su mensaje central, la realeza del Corazón
de Jesús, como unión de la devoción al Corazón de Jesús y la
devoción a la realeza de Cristo. Petit, presidente de la Fundación
Orlandis, editora de la revista, se centró
en la perenne actuali
dad de Cristiandad, la necesidad de "sobrenaturalizarlo todo". El
director de la revista, Josep M. Mundet, concluyó reafirmando el
533
Fundaci\363n Speiro
DISCURSO DE ÓSCAR VARA
Una noche más, un año más, nos reúne en esta casa el
recuerdo de San Fernando. Envueltos en la oscuridad de un
mundo que desdeña a Cristo, hacemos profesión de fe tratando de
aprender a obrar el bien
por medio de quienes fueron ejemplos de
cristianización. Sin embargo,
San Fernando queda hoy muy lejos
de los corazones de la mayoría de nuestros compatriotas que,
voluntaria o involuntariamente,
se alejan de las tradidones pro
piamente españolas hasta et punto de haberse
conve!tldo en habi
tantes de otro país,
de otro empeño colectivo.
En los años precedentes, tanto Consueto Martínez-Siduna
como Armando Marchante
se fijaron en este carácter parricida
del español moderno, dispuesto a destruirse a
sí mismo comen
zando en su pasado para, con entusiasta ignorancia, aplastar
cualquier futuro.
Es cierto que, de cualquier manera, volveríamos
al recuerdo de un santo como Fernando !JI aun cuando no nos
enfrentáramos a circunstancias tan dramáticas para nuestra
patria, porque
es nuestra obligación la perfección y ésta se hace
más deseable en et contacto con el recuerdo de los que más alta
mente la rozaron. Pero ante et espectáculo de nada y alegre mal
dad en et que estamos ya sumergidos, que amenaza con infll
trarse no sólo en nosotros mismos sino, Jo que es más aterrador;
en nuestros hijos, el ejemplo del combatiente por el bien
es un
magnífico apoyo.
Estas consideraciones daramente pesimistas, no Je son desco
nocidas al cristiano.
Pues, ¿cuándo no ha dejado el mundo de
ofrecerle
al cristiano un reto absoluto, aparentemente insupera
ble?
Al contemplar la sutileza con la que el mal ha conseguido su
posición de dominio y ante Jo extraordinario de sus mediospara
multiplicarse y aflanzarse
en todos los tiSpacios, pareciera que et
diablo
se siente seguro y a sus anchas en este mundo de espantos.
Y, sin embargo, no es cierto. Es posible palpar et miedo del diablo
cada vez que cualquiera de nosotros_ reza · o acude a los sacra
mentos. Pero aún mayor es su temblor cuando el cristiano da
públlco testimonio de
su fe, porque muchos necesitan recordar Jo
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CRÓNICAS
que en sus corazones se alberga y que, en un mundo en el que el
mal no encuentra resistencias, se ha .olvidado. Esta es nuestra
mayor obligación, porque si San Fernando no está aquí y ahora
en carne y hueso para .hacer esta lucha, estamos nosotros.
Sin embargo, es preciso
que dejemos que prenda en nuestros
corazones
.el amor de Cristo que despeje el camino a la voluntad
de perfección que
es imprescindible para el cristiano. Debemos
asumir la tarea de construirnos virtuosamente como los clásicos
nos indicaron.
Todos hemos conocido cristianos.así y sabemos de la influen
cia que su ejemplo y testimonio de vida han tenido sobre la nues
tra. Disculparán Vds. que no encuentre mejor ejemplo que el de
mi propia vida, para hacer resaltar este hecho, esta necesidad.
No hace muchos años, hubiera sido impensable que yo estu
viera pronunciando estas palabras en las que creo inniensamen
te, porque. de facto, militaba en el bando opositor al de quienes
estamos
aquf Por motivos que no he de. explicar, vivía cómo
damente asentado en
las consignas que el mundo moderno ha
establecido como explicación final de la realidad. Entre ellas, el
ateísmo.
Sólo pudo sacarme de mi ensimismamiento el ejemplo de
los cristianos que tuve la suerte de encontrar, o que me fueron
dados. Entre ellos
me gustaría citar el de mi maestro, don Rafael
Rubio de Urquía, el mejor hombre que
he conocido. En él vi, no
por vez primera ni última, pero sí de modo más impactante, que
la búsqueda de la verdad
no constituye nada si no se quiere ser la
Verdad. Y
no cualquier Verdad, si bien esto tardé algo más en
comprenderlo, sino la Verdad con mayúsculas: Cristo. Es muy difí
cil sustraerse
al influjo de quien arde en la Verdad, de aquel cuya
vida
es querer ser la Verdad, progresar en ella, convertirse en ella.
En este punto me gustaría mencionar como ejemplo de pen
sador cristiano a Juan
Vallet, en cuyas obras me fue visible la res
ponsabilidad y el espíritu de se1vicio que empujan
al autor a un
esfuerzo cada vez mayor de comprensión, que Je obliga a tomar
noticia de ámbitos cada
ve.z mayores de conocimiento. No hay en
su obra
una curiosidad vana por saber o por probar un nuevo
punto de vista, sino sumisión al deber, vocación por ayudar a los
demás por
medio de los dones propios.
532
Fundaci\363n Speiro
CRÓNICAS
De Rubio de Urqufa también aprendí que el cristiano debe
entregarse a
la agonalidad, como a él Je ha gustado siempre decir
utilizando el término griego,
al espíritu incesante. del combate, a
la lucha permanente y que no tiene derecho al desánimo ni a la
rendición. Primero, porque la victoria ya es suya pues Cristo la
aseguró
y, segundo, porque la incertidumbre y la indecisión no
son para el cristiano que ya sabe todo Jo que ha de hacer en la
vida, porque
su mandato es el del amor y el de obrar el bien siem
pre y en cada momento.
El cristiano en los tiempos modernos se
asem"}a a aquel perso
naje del clarividente cuento de Eugenio d'Ors, La Oceanografía del
Tedio,
al que su médico Je diagnostica una crisis de stress y Je reco
mienda el siguiente tratamiento: ni un movimiento, ni un pensa
miento, y que acaba desistiendo horrorizado de
sem"}ante cura
budista
al grito de: ¡quién tiene la llama, debe arder!
Nosotros tenemos la llama, Dios
nos la dio. Sólo falta nuestra
disposición a abrasarnos en ella.
EN EL LX ANIVERSARIO DE
CRISTIANDAD
El pasado 15 de mayo, con motivo de cumplirse los sesenta
años de la revista
Cristiandad, nuestros amigos de Barcelona. se
han reunido
en la Balmesiana para dar gracias a Dios por los
años de vida
de la revista y en petición de su continuidad.
Tuvo lugar primero
un acto académico en el que hicieron uso
de la palabra Pere Basil, José
Maña Petit y Josep Maña Mundet.
El primero, de los fundadores de la revista, recordólos tiempos
del padre Ramón Orlandis,
de la Compañía de Jesús, su "curador
espiritual", y resumió
su mensaje central, la realeza del Corazón
de Jesús, como unión de la devoción al Corazón de Jesús y la
devoción a la realeza de Cristo. Petit, presidente de la Fundación
Orlandis, editora de la revista, se centró
en la perenne actuali
dad de Cristiandad, la necesidad de "sobrenaturalizarlo todo". El
director de la revista, Josep M. Mundet, concluyó reafirmando el
533
Fundaci\363n Speiro