Índice de contenidos

Número 425-426

Serie XLII

Volver
  • Índice

Discurso de Luis Fernando Zayas en la festividad de San Fernando

CRÓNICAS
mismo espíritu sembrador, asiduidad y esperanza, con que nos
reunimos en esta celebración.
Aquí reconocemos nuestra deuda con los ya desaparecidos,
que
nos legaron esta tarea y con nosotros la prosiguieron; nos
complace reconocérselo con nuestra oración. Los primeros al ver­
nos dirán con el Apóstol Juan: "Mayor gozo no tengo que el de oír
que mis hijos caminan en la· verdad" {3 Io. 4}.
Y nosotros vemos aquí con el Salmista¡ "qué hermosa es y qué
placentera la convivencia de los hermanos en
unidad" {132}.
"Adonde hemos llegado nosotros con los filipenses de Pablo, siga­
mos adelante por los mismos pasos" (3, 16), y con los corintios
acojamos su sentido epflogo: "gozaos, trabajad
en vuestra perfec­
ción, consolaos, tened
un mismo sentir, conservad la paz, y el
Dios de la caridad y la
paz estará· con vosotros' (2 Cor. 13, 11}.
Y el Rey Fernando desde el cielo
nos bendiga.
DISCURSO DE LUIS FERNANDO
DE ZAYAS
Nos reunimos hoy para celebrar la festividad de San Fer­
nando, nuestro Patrón. San Fernando rey cristiano por excelen­
cia y modelo de gobernante católico.
De San Fernando se pueden
decir
muchas cosas pero yo creo que hablar de San Fernando es
sobre todo hablar de santidad, es hablar de la Cristiandad, es
hablar de la forja de España.· San Fernando, es para ml en pric
mer Jugar y sobre todo, un santo, uno de los grandes santos de
nuestra patria. Hablar de
la santidad de San Fernando es hablar
de la vida de un hombre que se entrega totalmente a la voluntad
del Padre. De
un hombre cuya única preocupación ·es conocer y
cumplir la voluntad de Dios Padre.
Ya desdejoven, al acompañar
el féretro de su abuelo Alfonso
VIII, comprendió que poco valian
las glorias terrenas, que con
la muerte todas desaparecían. Per­
cibe que las únicas ciertas, eran las glorias celestiales y a ellas
decide. entregar su vida.
526
Fundaci\363n Speiro

CRÓNICAS
Hablar de la santidad de San Fernando es hablar de ora­
ción, de penitencia y de Eucaristta, tres prácticas piadosas que
jalonan de forma constante la vida de nuestro Santo. Prácticas
piadosas en la que San Fernando confiará ciegamente como
medios para conocer la voluntad del Padre, para mover la
vo­
luntad del Padre cuando piensa que este no Je es propicio, y
sobre todo para obtener la gracia que
Je permita ser fiel testigo
de Cristo y cumplidor
de su voluntad. Oración, penitencia y
Eucaristía, caminos seguros hacia la santidad, caminos que él
supo apreciar y cultivar y que el hombre actual desprecia y abo­
mina. Por eso, él fue santo y el hombre de hoy se aleja cada. vez
más de Dios.
Hablar de la santidad de San Fernando
es hablar de la
humildad de un hombre que desde la cima de la sociedad terre­
nal no busca victorias para su honor y gloria, sino para la Gloria
del Padre
Celestial. Es hablar de rf3Iluncia, de un rey cristiano
que
se impone y cumple el deber de "no Juchar contra príncipe
cristiano", porque
es tal su amor a la Cristiandad que no conci­
be la lucha entre hermanos y menos estando el enemigo
común
tan cerca. Este principio Je exigirá renunciar a conquistas legíti­
mas por no alterar a reyes cristianos demasiado celosos, exigirá
controlar el orgullo y la vanidad ante actuaciones poco nobles de
reyes cristianos. Sin embargo todo será poco ante el amor de Dios
que siente cercano.
Reaimf3Ilte nos f3Ilcontramos ante un Santo ejemplar, el úníco
rey santo de España, y como tal Jo reconocerán en vida todos sus
súbditos. Hablar
de la santidad de San Fernando es identificar el
motor y fundamento de toda su obra como rey. Obra que pode­
mos resumir
en dos grandes empresas:. la extensión de la Cris­
tiandad y la forja de la España católica.
Por
eso, hablar de San Fernando, es también hablar de Cris­
tiandad. Un hombre que decide entregar su vida a la voluntad
del Padre,
no puede como rey sino poner su corona al servicio del
Rey
Celestial. No quiere grandezas, victorias, ni honores para si
sino para su Señor. Y desde que oyera hablar de las gestas de su
abuelo en las Navas
de Tolosa, sabe que su corona debe estar
al servicio de la Cruz. Y ese servicio exige recuperar para la
527
Fundaci\363n Speiro

CRÓNICAS
Cristiandad la España arrebatada por el Islam. No cejará en ese
empeño en toda su vida, no conocerá el descanso porque el Señor
Je había marcado la meta, y un buen cristiano no descansa hasta
conseguirla.
No importarán las fatigas, las exigendas, los sacri11-
cios que suponga esta tarea, todo Je parecerá poco si se compara
con
el sufrimiento de Nuestro Señor en la Pasión. Y ante esa
entrega a la misión, ante esta fldelidad al Padre, ante este amor
a la Cruz, el Rey Celestial Je concederá el no conocer la derrota
en toda
su vida, y así, el que inicialmente fuera Fernando !JI de
Castillay
Toledo, morirá como Señor de Castilla y Toledo, León y
Galicia, y de
Sevilla y de Córdoba y de Murcia y de Jaén. Todo en
pro de la Cristiandad y de
la Cruz.
Y
no satisfecho con haber recuperado gran parte de España
para la Cruz, sueña con devolver el cristianismo a la tierra de
San Agustín, pero no. eran esos los planes de Dios, que en plenos
preparativos de la expedición, llama a su leal soldado
al reino
celestial.
Y si hablar de
San Fernando es hablar de santidad, de
Cristiandad,
es también y sobre todo hablar de España, de la forja
de España. Fernando sabe que España es el Cristianismo,
que
España es la Cruz. San Fernando sabe que hay una Verdad y es
sobre Ella sobre la que hay que construir España. · Toda su vida
soñará con
una España unida bajo la Cruz y bajo un único rey.
Él no pudo ver su sueño hecho realidad, pero sin su labor no sabe­
mos cuando se hubiera logrado. Él, flel a su máxima "No quiero
victoria para
mi honor sino para Dios", se ocupó de sembrar, des­
preocupándose de si será
él o no a quien Dios otorgara la gracia
de recoger. Su sueño culminará,
250 años después de su muerte,
con los Reyes Católicos y la conquista de Granada. Pero esta con­
quista de Granada,
no sabemos cuándo hubiera llegado si no es
por el inestimable avance que nuestro Santo dio a la reconquista.
Asimismo,
no puede entenderse la evangelización de América, la
entrega de
una nación entera, España, a la evangelización, a la
extensión de la Cristiandad, sin el reinado de
San Fernando.
Fernando Imprimirá a España su carácter evangelizador, su
carácter guerrero. Fernando es
uno de los primeros artífices de
esa España cristiana que solo sabe ver la Cruz en el horizonte, de
528
Fundaci\363n Speiro

CRÓNICAS
la España evangelizadora, de la España valiente y generosa que
pondrá por encima
de cualquier otra disputa humana a Dios
y a la Cruz de Cristo. Y no habrá fatiga, amenaza, guerra y
mucho menos promesas
de bienestar y rt.quezas que Je hagan
renunciar a
esos ideales. Evocar ésa España que San Fernando
comienza a
f01jar es evocar la España que Juego Menéndez
Pelayo definirá como evangelizadora
de la mitad del orbe, mar­
tillo de herejes,
luz de Trento, espada de Roma, cuna de San
Ignacio. Cuna
y reino de San Fernando añadiríamos nosotros.
En definitiva cuando uno busca a San Fernando se encuentra
con las esencias de España, con la razón de ser de España, con
la grandeza
de España.
Sin embargo, esa evocación dulce
y alegre de San Fer­
nando y su España, se vuelve amarga y trt.ste cuando uno deja
la historia y
se encuentra con la España actual .. Una España
actual en donde la
"cultura de la muerte", tan denostada y
denunciada por Juan Pablo
Il campa a sus anchas con cerca
de 80.000 abortos
al año, una nación donde las administra­
ciones públicas en vez defender la vida y la moralidad,
distrt.­
buyen la píldora del día después, fomentan la promiscuidad y
atacan sin tregua a la familia,
una nación donde se estrenan
obras blasfemas, donde el nombre de Dios y de su Iglesia son
constantemente atacados,
una nación donde el compromiso de
los políticos católicos,
al estilo de San Fernando, brilla por su
ausencia,
una nación en donde diariamente se cuestiona su
unidad y hasta su existencia.
Una España que renuncia a las conquistas de San Fernando
y quiere entregar
al culto musulmán la mezquita de Córdoba,
que
él ganó para la Crt.stiandad y convirtió en Catedral. Una
España que quita a Santiago Matamoros de la Catedral que lleva
su nombre,
un Santiago, patrón de España, que encarna la obra
inigualable
de la reconquista a la que San Fernando entregó su
vida,
un Santiago al que siempre se encomendó nuestro santo al
empezar la batalla, al grito de ¡Santiago y Castilla! Y, una cate­
dral, . la de Santiago de Compostela. cuyas campanas repican
dando
glort.a a Dios gracias a que San Fernando las devolvió a
donde Almanzor las
robó. En definitiva una España totalmente
529
Fundaci\363n Speiro

CRÓNICAS
distinta de la que imaginara y comenzara a construir San Fer­
nando. Una nación que quizá San Fernando llamaría "país" al
igual que muchos de nuestros políticos actuales. Porque España
es otra cosa y no Jo que hoy vemos.
Y uno se pregunta, ¿qué nos diría San Fernando, a los espa­
ñoles de hoy, ante esta situación?
El, como Santo y guerrero,
sentiría indignación ante
la situación y nos llamaría a la
acción como cuando organiza las levas de sus ejércitos.
Nos
animaría a devolver a Cristo y a su Iglesia en el Jugar que les
corresponden, como amigos
de Ciudad Católica nos Jlamaria
a promover el Derecho Público Cristiano, a reconstruir
esa
ciudad de la que habla San Pfri X. esa sociedad que señalaba
León XIII en que el espíritu del evangelio impregnaba toda la
vida social. Sabe que son tiempos difíciles,
al igual que cuando
él comenzó la campaña de Andalucía. Para animarnos, posi­
blemente, nos recordaría aquellas palabras de San Pío
X-"Dad
gracias a Dios por hacernos vivir en tiempos difíciles.
Ya no se
permite a nadie ser mediocre". Y,· finalmente, como gran gene­
ral en la batalla, nos daría consejos para
la acción: poner los
ojos fijos en la
Cruz de Cristo, avanzar siempre acompañados
de Su Madre la Virgen Santísima
{que el siempre llevó en el
arzón de su montura), confianza ciega en la victoria del Señor
y
al comienzo de la batalla encomendarse al patrón de España,
al grito de ¡Santiago y España!
Pidamos a Dios Nuestro
Señor; a través de la intercesión de
San Femando, que desde Jo Alto, no olvide a sus hijos, que nos
ilumine y dé fuerzas para poder cumplir con esa misión que nues­
tro santo nos encomienda,
y que si el Señor no nos concede, como
a
él, el gozo de disfrutar de la victoria en esta tierra, victoria que
no dudamos llegará, que, al menos, seamos dignos de formar
parte en
el cielo, junto a San Fernando, de ese grupo de caballe­
ros cristianos que
se significaron junto a él en la defensa de Dios,
de su Iglesia y de la Cristiandad.
Que así sea.
530
Fundaci\363n Speiro