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Número 439-440

Serie XLIII

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Marcel Clément

INMEMORIAM
MARCEL CLÉMENT
Para los lectores de la pri1nera hora de nuestra revista, así
como para los que han seguido atenta1nente las vicisitudes de la
vida política y religiosa francesas de la segunda mitad del siglo XX,
el nombre de Marce! Clément, fallecido el pasado 8 de abril, sin
eluda, ha
de resultar ampliamente evocador. Yo que me encuen­
tro entre los segundos, pues por razones cronológicas sólo leí las
1>rimeras series de Verbo añ_os después de que se estatnparan, no
1>uedo dejar de recordar las prin1eras colaboraciones de Marcel
Clément en la revista Jtinéraíres, fundada por Jean Macliran en
1956, y cuya colección completa poseía nuestro maestro Eugenio
Vegas Latapie. Recuerdo así haber leido
en los últimos setenta la
Enquéte sur Je nationalisme, que Madiran le confió a Clément, y
que tras publicarse a lo largo de va1ios nú1neros de la revista se
recogió en un volumen editado por las Nouvelles Editions Latines
en 1957. En particular algunas de las páginas preliminares, en que
110lemizaba con el maurrasianis1no de estiicta observancia a pro­
pósito de su excesivo apego a la "física social" de n1atriz co1ntia­
na, y defendía --con el profesor Charles de Koninck en primera
línea, pero con Pío XII al fondo--que las ciencias sociales son
ciencias 1norales. Poléntica y libro tuvieron cierta trascendencia
en el panorama de Lls escuelas políticas e intelectuales católicas
ele la segunda posguerra, y yo he vuelto sobre ellos con fre­
cuencia, sea con 111otivo de centrar la figura sien1¡)re sugestiva y
discutible de Maurras -del que Madiran no ha dejado de ocu­
parse piadosa y crítica1nente al tien1po, la última de las veces en
2004--1 sea con el de tratar de co1nprender --en otro orden de
cosas-la clasificación de las ciencias de 1ni ta1nbién qt1erido
Verbo, núm. 439-440 (2005), 727-730. 727
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maestro Álvaro d'Ors. Recuerdo también otros libros de Clément
editados
por la misma casa y en fechas próximas, Le sens de !'his­
torie
y La corporation profesionelle (ambos de 1958) y Le commu­
nisme tace á Dieu (1960) -este último traducido al castellano y
editado por Speiro-que se encuadran de modo neto en las pre­
ocupaciones de aquellas fechas, que los redactores
de ltinéraires
pretendían atajar resueltamente. También
hubo de participar
Clément durante aquellos años finales del decenio
de los cincuen­
ta
y primeros de los sesenta las reuniones de la Ciudad Católica,
fundada después de la Segunda Guerra Mundial
por Jean Ousset,
y cuyos Congresos
reuruan en aquellos años a lo más granado de
la· inteligencia social católica no complaciente con el comunismo.
En 1962, sin embargo, el abate Richard, fundador del quin­
cenal L 'Homme Nouveau,
llama a Clément para que se ocupe de
la jefatura de la redacción, pasando a dirigirla a partir de 1970. Se
alejará, así, de ltínéraires. Al principio sólo físicamente; andando
el tiempo también espiritualmente. Téngase en cuenta que preci­
samente
en ese decenio se va a celebrar el II Concilio Vaticano y
desde el mismo -singularmente desde la reforma litúrgica-se
romperán las alianzas y aun la paz. No habrá empresa apostólica
que
no se resienta del clima bélico, que incluso no respetará las
más viejas amistades.
Lo decía Rafael Gambra doloridamente en
su necrológica de Florentino Pérez Embid. ¡Y qué no podría
decirse de. Francia, donde
el conflicto fue decididamente más
abierto, total! Madiran,
por ejemplo, escribirá en 1984, en un arti­
culo
bien significativo, titulado "La messe revient", que la inqui­
sición progresista exige
no tener parte alguna con los tradicio­
nalistas:
nullam partem. Ejemplificando a continuación con Clé­
n1ent: "Marce! Clén1ent se esfuerza desde hace veinte años en
multiplicar las pruebas públicas de que ya no tiene la menor
•connivencia•, que no •tiene nada que ver,, conmigo, nullam par­
tem. Pero no
puede estar seguro de haber convencido a todo su
mundo. En el mundo eclesiástico, en el que aspira a un peque­
ño sillón y en el que en veinte años no ha ganado siquiera una
silla plegable. Permanece sospechoso". Perdóneseme traer a co­
lación este testimonio, que podría reputarse poco piadoso, aun­
que me consta que de parte de Madiran por lo menos jamás exis-
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tió animosidad contra su viejo compañero, en la tnuerte . de
Marce! Clément. Pero refleja a las mil maravillas la realidad del
catolicismo francés de los últimos decenios,
sobre la que no hace
al caso insistir ahora. Madiran, Salieron, De Corte e incluso
'Ihibon --<:ada cual con su genio personal-se implicaron, y no
actiticamente, contra la apostasía y demolición (autodemolición
terminaría llamándola el propio Paulo VI) surgidas del Concilio,
o con su ocasión. Jean Ousset, por su parte, y su nombre no pre­
cisa
de mayores precisiones en estas páginas, procuró ceñirse a
su empresa de "formación cívica y acción cultural según el dere­
cho naturai y cristiano", lo
que no era fácil en un ambiente en
que los combates se libraban en un frente más general, pero que
no podfa dejar de incidir sobre la trinchera especializada elegida
por Ousset y sus leales. Por eso, el equipo de Ousset terminó
frag111entándose, por sectores, y dividiéndose, por actitudes gene­
rales. Clément, por su parte, optó por el establishment eclesiásti­
co,
que en Francia (a diferencia de, por ejemplo, España) era en
general hostil a la tradición católica. De alú, dada su formación,
sus sufrimientos y
dihcultades ... No exactamente las mismas que
conocían quienes, por eje111plo, a· este lado de los Pirineos, ha­
cían Iglesia-Mundo, si bien la evolución de los acontecimientos
los iban aproximando.
Yo no he negado nunca mi mayor simpatía por la línea
Itinéralres y por sus autores. Pero he procurado siempre lucrar­
me de cuanto de bueno iba encontrando. De alú que haya leído
siempre
con provecho L 'Homme Nouveau -su gran obra hasta
1998,
en que se jubiló y dejó la dirección de la revista-y los
libros
de Marce! Clément. Recuerdo algunos que encuentro re­
buscando por mi biblioteca: La France, pays de mission ou de
demission?(1965), Combat
pour J'Ésperance (1975), D'o(Jjaillira
J'aurore (1976), La soif de la Sagesse (1979), Les nations ont-elJes
une vocatlon? Et la France? (1994), La doctrine social de J'Église
(1995), etc.
No
he frecuentado de persona a Marce! Clément. Creo haber­
lo visto sólo
una vez en su despacho de .la Place Saint Sulpice,
en pleno barrio de los periodistas y al mismo tiempo de las tien­
das religiosas. Y sólo recuerdo
haberme carteado con él en dos
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ocasiones. La pri111era, con 111otivo del cincuentenario del Alza­
miento del 18 de julio de 1936, me produjo una cierta decepción.
Yo le pedía, ¡)ara un trabajo colectivo que dirigía a la sazón por
encargo de Iglesia-Mundo, una colaboración sobre la actitud de
los católicos franceses ante el Alzamiento
y la posterior guen-a de
España. Me escribió una carta tan amble co1no cauta, temerosa
inclt1so. Entre graneles circunloquios me vino a decir que era un
tema vidrioso en Francia, todavía polé1nico, para terminar-negán­
dose. Quedé consternado. La segunda, pocos años después, para
pedirle
un breve texto para un número de Verbo en ocasión del
centena1io de Rerum novarum. Texto que 1ne consignó puntual-
111ente y se publicó en nuestra revista. Hoy, con su muerte, _se
produce un vaáo nlás en la historia religiosa francesa y europea.
Descanse en la paz del Señor al que sirvió con perseverancia.
MIGUEL AYUSO
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