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Número 439-440

Serie XLIII

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Panorama religioso español entre el postconcilio y la transición

PANORAMA RELIGIOSO ESPAÑOL ENTRE
EL POSTCONCILIO Y LA TRANSICIÓN
POR
JOSÉ ÜRLANDIS
Una revolución de los espíritus
La segunda mitad del pasado siglo xx ha revestido particular
relevancia
en el horizonte religioso del llamado "Primer mundo"
y concretamente
en el de España. La humanidad no ha conocido
en esta época guerras, revoluciones o cataclismos parecidos a los
que se registraron en la primera nlitad de la centuria: ni guerras
mundiales, ni revoluciones
con10 la soviética, ni conflictos arma­
dos intestinos de la dimensión de la Guerra Civil española. La
segunda mitad del siglo ha presenciado en cambio en las socie­
dades desarrolladas
una auténtica revolución en los espíritus, con
repercusiones de
orden religioso, moral y cultural.
En España, país
de vieja tradición católica y que atravesaba
por unas circunstancias históricas singulares, las consecuencias de
los cambios producidos en el orden religioso se sintieron muy
vivatnente. Esos cambios afectaron tanto a la cosmovisión de los
individuos como a la mentalidad del pueblo y a los hábitos y cos­
tumbres que configuraban la religiosidad popular.
Es propio del
historiador hacer memoria del curso
de los hechos cuando ya se
tiene
una visión del pasado contemplado desde una distancia
capaz
de proporcionar la suficiente perspectiva. Pero en esta oca­
sión resulta lícito con1paginar el oficio de historiador con el de
cronista, que registra los hechos al ritmo y la hora en que se van
produciendo. A lo largo de la segunda mitad del siglo xx, a par-
Verbo, núm. 439-440 (2005), 829-838. 829
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/OSE ORLANDJS
tir de la década de los cincuenta, fui plasmando mis observacio­
nes y juicios, e1nitidos al hilo de lÜs acontecimientos, en diarios
personales, algunos libros
y buen hú1nero de charlas y conferen­
cias sobre los proble1nas que fueron en cada 1no1nento cuestio­
nes de mayor actualidad. El escenario especialmente contempla­
do fue el de España, aunque siempre dentro del contexto del
Orbe contemporáneo, y
en particular de la vida religiosa del
"Primer Mun~o", que cultural y geográficamente es el nuestro o
la proyección de él en otros continentes.
Sociología pre-conciliar del Catolicismo español
Un buen punto de arranque para hacerse idea de la siruación
religiosa de España a finales de la década de los años cincuenta
del pasado siglo xx es
un trabajo que preparé a petición de la
revista francesa
La Table Ronde y que se publicó en el número
correspondiente a marzo
de 1959. Su título, "Le Catholicisme
dans l'Espagne d'aujourd'hui", revela &u objeto y su contenido.
En Francia se observaba por entonces con interés y curiosidad el
fenómeno de la vida de la Iglesia Católica en España, y se ofre­
cían muchas veces visiones partidistas y sesgadas.
Mi trabajo se
esforzó por ser serio y objetivo, y así lo reconocería el prestigio­
so diario parisino Le Monde, que daba noticia de él el 23 de abril
de aquel año 1959: "Sobre el estado presente del Catolicismo en
España --escribía su crítico Yves Florense-se ha hablado mu­
cho últimamente y a veces con ligereza. Yo llamo la atención
sobre la exposición objetiva y muy documentada de M. José
Orlandis,
de la Universidad de Zaragoza, publicada en el núme­
ro precedente
de La Table Rond!!'.
Aquel trabajo aparecía en un momento adecuado para poder
ofrecer una visión serena del tema: habían pasado veinte años
desde el trauma
de la Guerra Civil, seis desde la firma del Con­
cordato de 1953; y apenas acababa de anunciarse la convocato­
ria del Concilio Vaticano II. Era, por tanto, un momento de rela­
tiva estabilidad, apropiado para trazar las lineas maestras de un
panorama en reposo. ¿Cuáles eran las líneas maestras del pano-
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,PANORAMA RELIGIOSO ESPANOL ENTRE EL POSTCONCILIO Y LA TRANSICIÓN
rama religioso español' Señalemos algunas que permitan definir
los principales rasgos.
Un pais confesionalmente católico
España era entonces un pais confesionahnente católico, y así
lo proclamó expresamente el artículo primero del reciente Con­
cordato: "La religión católica, apostólica y rotnana -decía-con­
tinúa siendo la única de la nación española".
El verbo "continúa"
recalcaba que la unidad católica constituía una tradición que se
remontaba al Concilio III
de Toledo, pero que siguió vigente tras
el final del Antiguo Régimen
en las Constituciones liberales del
siglo
XIX: en la de 1876, tras la Restauración de Alfonso XII; y con
más fuerza todavía había estado en la votada por las Cortes de
Cádiz en 1812 y en el Estatuto de Bayona, otorgado por el empe­
rador Napoleón para la efímera monarquía de su hermano José
Bonaparte.
El cardenal Plá y Deniel, Primado de España, justifi­
caba la unidad católica de derecho
en cuanto reflejo de la unidad
social: el Estado
en España debía ser católico, porque la unani­
midad moral de los ciudadanos españoles era católica.
Así pare­
cía acreditarlo
una radiografía religiosa de la sociedad.
En
1959, los estudios de Sociología religiosa en España esta­
ban aún en sus co1nienzos, pero ofrecían ya algunos datos de
interés para apreciar la realidad espiritual de la población. Una
de las primeras diócesis que había realizado
una encuesta com­
pleta sobre la asistencia a Misa el do1ningo fue la
ele Ciudad
Rodrigo, fronteriza
con Portugal; el resultado fue que alrededor
del
54% de la población cumplía el precepto. Otra encuesta fue
realizada por la Acción Católica Rural en una región agraria. de
cien mil kilómetros
ruadrados, correspondiente hoy a la Co1nu­
niclacl autónoma ele Castilla-León y poblada por dos millones de
habitantes. El resultado fue que el 86% de los habitantes recibía
la Comunión pascual. Otras dos enruestas realizadas en otras
regiones peninsulares
1nuy alejadas entre sí obn.1vieron resultados
semejantes: en Cáceres, en 1957, el porcentaje de asistencia a la
Misa do1ninical era apenas inferior al 50%; en Solsona, una dió-
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JOSÉ ORLANDIS
cesis mral catalana regida por un obispo después bien conocido,
Mons. Vicente Enrique Tarancón, éste declaraba
en una carta pas­
toral
de 24 de marzo de 1955 que en muchas parroquias la prác­
tica totalidad de la población cumplía los
pr Misa dominical y recibir la Comunión pascual; apenas había lugar
donde esos porcentajes fueran inferiores
al 60%.
Los suburbios de las grandes urbes -Madrid, Barcelona­
presentaban porcentajes muy inferiores a los provenientes de la
España rural. Por eso lla1nan la atención la estadística correspon­
diente a la recién creada diócesis de Bilbao, gobernada por su
primer obispo, Mons. Morcillo, especialmente interesado en cues­
tiones de sociología. En la ciudad de Bilbao, la asistencia a Misa
dominical
era superior al 53%; en el conjunto de la diócesis, el
arciprestazgo con menos asistencia a la Misa del domingo
era
Portugalete, con el 36%; el máximo de asistencia se registraba en
el arciprestazgo de Durango, con más del 93%. En 1950 una
encuesta publicada en la Revista Española de Sociología arrojaba
que más del
90% de los universitarios cumplia con sus deberes
religiosos; es un dato perfecta1nente creíble pues Mons. Morcillo,
arzobispo de Zaragoza desde 1955, realizó una encuesta en la
Facultad
de Derecho de esta Universalidad y el resultado fue
también que más del
90% de los estudiantes asistía a la Misa
dominical.
Más datos sobre sociología religiosa
Otros datos sirven para completar el panorama religioso
español de la década
de los cincuenta del siglo xx. La familia
como institución revelaba
una notable estabilidad. El divorcio no
era admitido por la legislación civil; y sumando las declaraciones
de nulidad a las de separación matrimonial resultaba que duran­
te el
año 1952 sólo se registró en el país la quiebra de 291 hoga­
res, lo
que representaba el O, 13 de los matrimonios contraídos
durante aquel año.
El maltrato de la mujer por el varón, la lla-
1nada hoy "violencia de género"; era un comportamiento tan
obsoleto que ni siquiera tetúa denominación propia.
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PANORAMA RELIGIOSO ESPAÑOL ENTRE EL POSTCONCILIO Y LA TRANSICIÓN
En los años 50, la Iglesia todavía no se había repuesto de las
pérdidas
de sacerdotes y religiosos sufridas durante la Guerra
civil. Sin embargo, la cifra de candidatos al sacerdocio iba en
aumento y habla pasado de los 7.516 seminaristas -mayores y
menores-existentes en 1934 a los 20.016 en 1955. Una progre­
sión semejante se había dado
en los religiosos. Un hecho espe­
cialmente significativo en los años siguientes a la Guerra fue el
resurgimiento de alguna vieja Orden monacal, como los Jeróni­
mos, o el "milagro"
de hacer revivir antiguos monasterios de
nombres evocadores, después de un siglo de abandono y deso­
lación: Poblet, Leire,
La Oliva, Cardeña o la Cartuja de Jerez.
¿Significa ésto
que todo fuera o pareciera color de rosa en
el panorama religioso de la España pre-conciliar? De ninguna
manera. La Iglesia no podía cerrar los ojos ante el rechazo ya
señalado
de los suburbios de las grandes ciudades, donde se
agolpaban masas obreras
que se incrementaban además día tras
día co1no consecuencia del fenómeno, entonces muy intenso, de
la emigración del campo a las ciudades. La Jerarquía eclesiásti­
ca, que se mostraba leal
al Régimen salido de la Guerra que la
había salvado del exter1ninio, no silenciaba sin embargo las crí­
ticas frente a los puntos en que existía desacuerdo. Le preocu­
paba as! el alejamiento espiritual de la clase obrera, la carencia
de
un régimen satisfactorio de representación sindical o la falta
de libertad de prensa; y no ahorraba esfuerzos para lograr que
el Régimen político se convirtiera
en un auténtico Estado de
Derecho.
La apertura del Concilio se acercaba y, con el propósito de
erunarcar históricamente el acontecimiento, hablé en el Salón de
Ciento del Ayuntamiento de Barcelona sobre "Un siglo de Ponti­
ficado entre dos Concilios ecuménicos". El Concilio Vaticano II
fue inaugurado por Juan XXIII .el· 11 de octubre de 1963 y Pablo
VI lo clausuró el 8 de diciembre de 1965. El Vaticano II realizó
una ingente labor que queda plasmada en dieciséis documentos,
entre Constituciones, Decretos y Declaraciones. La aplicación de
este rico acervo doctrinal -su puesta en marcha-constituye
todavía un programa de acción plenamente válido para la labor
pastoral de la Iglesia.
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JOSÉ ORLANDIS
La crisis del postconcilio
El postconcilio -los años que siguieron a su terminación­
constituyen una época de confusión, que sumió en la perplejidad
a la Iglesia y a muchos fieles cristianos, y
que recordaba en cier­
to modo
al postconcilio de Nicea, en el siglo rv. En nombre de
un denominado "espíritu conciliar", se pusieron en tela de juicio
importarites cuestiones en materia disciplinar, litúrgica e incluso
doctrinal y se propagó un peculiar estado de ánimo que parecía
arrumbar como caduco
todo el pasado y hasta el cercano pre­
sente de la vida eclesial. Fue un fenómeno denunciado con estas
palabras por Pablo VI el 30 de junio de 1972: "Se creyó - Papa-que después del concilio vendría una jornada de sol para
la historia de la Iglesia. Ha llegado
en cambio una jornada de
nubes, de tempestad, de oscuridad". La crisis de valores e,q,eri­
mentada por las sociedades occidentales conte1nporáneas -una
de cuyas manifestaciones fue el mayo francés de 1968-contri­
buyó
por su parte a la propagación del desconcierto.
En España, las circunstancias políticas del momento, cuando
se adivinaba el final cada vez 1nás cercano de un Régimen autori­
tario existente desde hacía varias
décadas, fueron clitna propicio
para que la crisis religiosa se sintiera con particular virulencia. Ya
en 1970 el fen61neno revestía tales características que hube de
registrarlo en una conferencia. Un aspecto digno de particular
atención fue
en ella la cifra de secularizaciones de sacerdotes en
el mundo, que pasó de 20_9 en 1964 a 1.530 en 1970. En España,
las ordenaciones sacerdotales descendieron
de 800 en 1964 a 320
en 1972; por lo que hace al apostolado seglar, estimaciones apro­
ximadas calculan
que el 95% de sus miembros abandonó la
Acción Católica Española
en poco más de una década.
Inquietud y contestació_n
El espíritu de contestación frente a la autoridad del Papa, que
impregnó las actitudes de amplios sectores
de la Iglesia alcanzó
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PANORAMA RELIGIOSO ESPAÑOL ENTRE EL POSTCONCILIO Y LA TRANSICIÓN
su cénit a raíz de la promulgación el 25 de julio de 1968 de la
encíclica Humanae Vitae, que terna por fin exponer la doctrina
católica acerca
de la naturaleza del matrimonio y el ejercicio de
la paternidad responsable. En Holanda, la situación religiosa llegó
a extremos particulannente inquietantes
con la publicación, en
octubre de 1966, del famoso "Catecismo holandés" y la celebra­
ción
de un "Concilio pastoral", entre ese año y el 1970.
Esta difícil situación
quedó recogida en una conferencia que
pronuncié
en el año 1970 bajo el título de "Una hora de crisis en
la vida de la Iglesia". La oleada de secularizaciones sacerdotales
y la falta
de vocaciones fue motivo de otra conferencia dada. en
aquel mismo año sobre "El sacerdote de mañana". En 1971, el
mundo eclesiástico español estuvo marcado
por la llamada "Asam­
blea Conjunta
de Obispos y Sacerdotes". La ponencia sobre el
ministerio sacerdotal llegó a inclinarse mayoritariamente
por la
Ordenación presbiteral de hombres casados. "Un
nuevo intento
de reforma de
la Iglesia" fue una conferencia en torno a estas
cuestiones pronunciada
en 1972. Otra, titulada "¿Qué ha pasado
con el sacramento de la Penitencia?" registraba en 1974 el aban­
dono de la práctica de la Confesión, debido en buena parte a la
propagación
de las llamadas "confesiones comunitarias" y las
"absoluciones colectivas", convertidas en práctica general. Tod~­
vía hoy, el "Compendio" del Catecismo de la Iglesia Católica
recuerda, fijando así los lí1nites, que "en caso de grave necesidad
(como un inminente peligro de muerte) se puede recurrir a la
celebración comunitaria de la Reconciliación, con la confesión
general y la absolución colectiva" (n.0 3U). Estos son los límites
precisos que establece la doctrina
de la Iglesia.
La legalización del divorcio
El 3 de mayo de 1974 se produjo un acontecimiento de indu­
dable importancia: el triunfo
de la propuesta divorcista en el refe­
rendu1n celebrado en Italia. En el verano sigt1iente viajé a Milán
y
pude comprobar la habilísilna presentación que hicieron los
divorcistas de su propuesta. Se había hablado de "piccolo 835
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¡osE ORLANDIS
zio", pequeño divorcio, destinado sobre todo a resolver "casi pie­
tosi", casos extremos, dignos de lástima, que suscitaban la com:..
pasión general. A largo plazo, las consecuencias del "referen­
dum" habían de ser muy graves. Recuerdo haber oído entonces
al gran jurista contemporáneo Alvaro d'Ors este sorprendente jui­
cio: socialmente, el divorcio es más pernicioso que el aborto; éste
es un crimen abominable, que repugna a cualquier conciencia
honrada; pero el divorcio es socialmente más nocivo, porque
deshace la familia, la institución clave de la sociedad. Italia, un
país mayoritariamente católico, abrió el paso a un fenómeno que
el papa Juan Pablo II calificó de "cáncer" de la sociedad actual.
La legalización del divorcio en Italia tuvo amplia repercusión
en la opinión pública, incltúda la española. El mismo año 1974 y
el siguiente
hube de dedicar al problema más de una conferen­
cia: "Matrimonio y divorcio" en Barcelona y Mallorca, y varias
más sobre el mismo tema en Ovidio, Avilé·s, Bilbao, San Sebastián
y Valencia. Resulta significativo que a partir
de entonces el argu­
mento
de las conferencias refleja el cambio apreciable que esta­
ba experimentando la sociedad. Comienza a generalizarse la
denominación de sociedad "permisiva", e incluso sociedad "secu­
larizada". El 25 de noviembre de 1974 hablé en Zaragoza sobre
"La vida cristiana en una sociedad secularizada". La progresiva
desaparición de las estructuras tradicionales propias de las socie­
dades cristianas fue tema de otra conferencia dada en Palma,
planteando un interrogante que comenzaba a
ser algo muy
actual: "¿Qué es ser católico?". Esta cuestión dio lugar, más tarde,
a la publicación de
un pequeño libro de ese mismo título.
La vida pública, comenzada la transición política, empezaba
a cambiar
de signo. El 6 de noviembre de 1976, Televisión Espa­
ñola emitió
un programa claramente favorable a la legalización
-del divorcio, una refor1na que no tardaría en introducirse sin
necesidad de referendum ni apenas resistencia por parte de la
opinión pública. En loS años sucesivos, los te1nas tratados en
nuevas conferencias señalaban la línea de una creciente preocu­
pación por la marcha de la sociedad. "La Iglesia ante una crisis
planetaria" y "Visión cristiana de una sociedad permisiva" son
títulos correspondientes a esta época.
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PANORAMA RELIGIOSO ESPAflOL' $NTRE EL POSTCONCILIO Y LA TRANSICIÓN
Transición política
Una segunda fase de la Transición comenzó con la victoria
electoral socialista
de 1982. El nuevo gobierno no tardó en anun­
ciar
una despenalización del aborto, que fue aprobada por el.
Congreso de Diputados el 6 de octubre de 1983. Esta y otras
innovaciones de signo anticatólico dieron tema para cierto núme­
ro de conferencias entre las que pueden recordarse las dadas en
1983 en el Ateneo de Teología de Madrid sobre "La conciencia
civil cristiana" y en la Asociación de Mujeres Universitarias, sobre
"Las raices de la descristianización en España". En mayo de 1985,
en el IESE de Barcelona, hablé otra vez sobre "La crisis religiosa
de la sociedad española".
No vamos a seguir enumerando otras conferencias pronun­
ciadas en los tiempos siguientes a la Transición sobre problemas
religiosos y morales,
c¡ue fue ·suscitando la acción de los Gobier­
nos socialistas. Cuando esta fuerza política retomó
al Poder en
marzo del. año 2004, la sociedad española -y en especial los
católicos-habrían de afrontar nuevos desafios. Así oa..uTe en lo
relativo al derecho a la vida, amenazado por los proyectos de
ampliación del aborto y la toma
en consideración de la eutana­
sia; o bien, el favor dispensado a la homosexualidad, incluida la
equiparación de las uniones homosexuales, hasta en el nombre,
con el matrimonio. Mas ésto ya no es historia sino presente, en
unos tiempos de pérdida de valores y penosa degradación de la
condición humana, amodorrada
en muchas partes por el espíritu
de riqueza, el afán de bienestar o la manipttlación patológica del
sexo.
De Juan Pablo II a Benedicto XVI
Pero avanzamos hacia otro futuro de la historia. El pontifica­
do
de Juan Pablo II ha transcurrido bajo el signo de la nueva
evangelización, comenzando por la del necesitado "Primer Mun­
do". La infatigable acción apostólica del último Papa ha removí-
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JOSÉ ORLANDIS
do toda la tierra, y su muerte, rodeado por la compañía y el afec­
to filial de
unas muchedumbres que le aclamaban como santo
-"santo subito!"-, l1a constituído una página nunca conocida
en la historia de la Iglesia. Los cristianos podemos tener segura
confianza en que el pontificado de Benedicto XVI aportará luces
de doctrina para los católicos
-también los españoles-y para
toda una humanidad necesitada de reconocer a Jesucristo como
su Salvador. Servirá de guía para unos hombres ansiosos, aún sin
saberlo, de encontrarse con quien es el Camino, la Verdad y la
Vida; y
que necesitan escuchar ele los labios de Cristo las únicas
palabras portadoras de vida eterna.
Al contemplar el propio postconcilio, con la perspectiva del
tiempo transcurrido, Benedicto
XVI ha dicho en las Navidades de
2005 unas. palabras llenas ele fe y esperanza: "Cuarenta años des­
pués del Concilio -han sido esas palabras-podemos constatar
que lo positivo es _ niás grande y está 1nás vivo de cuanto no lo
pareciera en los años alrededor de 1968. Hoy vemos que la semi­
lla
buena, a pesar de que se desarrolle lentamente, sin embargo
crece, y crece también nuestra profunda gratitud por la obra
desarrollada por el concilio". Esta en la conclusión alentadora,
tras
el largo túnel del postconcilio y la transición española.
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