Índice de contenidos

Número 439-440

Serie XLIII

Volver
  • Índice

Cristo Rey

CRISTO REY
POR
Feo. JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIG01'1A (')
No ¡)arecen estos días para conmemorar a Cristo Rey. Aun­
que el pasado domingo celebráramos
su fiesta litúrgica. Cristo
expulsado
de una sociedad que se jacta de su secularización, que
parece vivir feliz olvidada de Clisto. Porque es un recuerdo
molesto
de que esos placebos que los hombres se han buscado
no
son tales sino que encierran gravísin1as a111enazas para la
sociedad y para el ho1nbre misn10. Divorcio, aborto, sexo discre­
cional, uniones hotnosexuales
-no seré yo quien las llame 1nátri-
1nonio---, malos tratos en la fanlilia ... parecen haber expulsado a
Cristo
de la sociedad. No te necesitamos ni a Ti ni a tus leyes. Y
el resultado no puede ser peor.
Y, ¿Rey? ¿En tiempos en que la Monarquías se suicidan en el
deshonor? No seré yo quien afirn1e que los reyes de la historia,
salvo contadísimas
excepciones, fueran paradig1nas de virtud.
Pero eran días sin inedias de co1nunicación social, sin l)eriódi­
cos radios y televisiones, en los que el 1nonarca era más una idea
que una realidad en la vida de sus súbditos. La in1nensa n1ayo­
ría
de ellos no le veía nunca, ni siquiera e11 ü11agen, y si sabían
co1no se llatnaba era porque su no1nbre se pronunciaba en las
misas. Aunque fuera en latín. Y posiblemente el latín añadiera
sole1nnidad a aqt1el non1lJre que se decía. Y nada n1enbs que en
la 1nisa.
('") Reproducin1os la conferencia pronunciada el pasado mes de novietnbre
por nue~tro querido colaborador en la Unión Seglar de San Antonio María Claret
de Barcelona (N. de la R.).
Verbo, núm. 439-440 (2005), 731~754. 731
Fundaci\363n Speiro

FCO. JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Hoy, si pensamos en Inglaterra, o en Noruega, o en Dina­
marca, o en Mónaco -sí, y tan1bién en ese lugar donde estáis
pensando-se nos ¡Juede hacer muy cuesta arriba la conmemo­
ración de Cristo Rey. Cristo ¿Rey? Olvidaros de esas caricaturas
de reyes
que no tienen nada que ver con esta gran fiesta de la
Iglesia. Hace apenas una semana estaba en Toledo. En la catedral
primada. Refulgente tras
su última limpieza. En una exposición
que se llamaba Y sabe!. Ante tanta belleza, tanta grandiosidad,
tanto arte
... ya se podía entender mejor lo de Cristo Rey. Los
reyes
de la tierra levantaban aquel prodigio para el Señor del
Cielo. Para
el único que ellos tenían por su Rey. Los demás eran
sus vasallos, bUS súbditos. Salvo contadísimas personas en el
mundo que eran sus iguales. El prodigio de la catedral y el pro­
digio
de la custodia de Arfe, .una catedral en miniatura, para pa­
sear
por las calles de la ciudad al Rey de Reyes y Señor de los
Señores, sacramentado:
No levantó la catedral quien fuera la más excelsa de todos
nuestros monarcas. La_ que por antonomasia es la Reina Católica.
Pero allí está su huella y la de sus cardenales Mendoza y
Cisneros._ Casi co1no ¡)ara pensar que a grandes Reyes corres­
pondían grandes cardenales y a los de hoy Tarancones y Jubanys.
Y dejadme
que os hable más de Reyes en días de reyes tan des­
caecidos. Porque, analógicamente,
que es sólo como podemos
referimos a Dios en nuestro pobre lenguaje y en nuestro pobre
entendilniento, neCesitamos mediaciones. Esas mediaciones que
tanto irritan a los progresistas de hoy. Necesitamos representar a
Dios Padre, a Dios Hijo, y hasta Dios Espíritu Santo. En figuras
que no tienen nada que ver con ellos, salvo Jesucristo, que fue
tan hombre co1no nosotros, en su naturaleza humana igual que
nosotros, salvo en el pecado.
Creo que sería imposible amar a la Santísima Virgen María
si cada uno de nosotros no la estuviera viendo en las repre­
sentaciones de su devoción.
La que sea. Cada cual en la suya,
o
en las suyas. Pues esa 1nediación levantaba ermitas, iglesias
y catedrales. Y cuando se sublimaba, alguna salía como la de
Toledo. Los
reyes y las catedrales. Que levantaban para el
mayor de los Reyes. Sus palacios no eran nada en comparación
732
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
con sus .iglesias. Apenas queda alguno y los que quedan son
insignificantes al lado de los templos. Ninguno de nuestros
reyes medievales, aun de los peores, que los hubo, quisieron
su casa con mayor lujo que la de Dios. Es que no había ni com­
paración posible.
El quinto centenario de nuestra gran reina, de la más excelsa
de nuestros monarcas,
ha pasado prácticamente desapercibido.
La Católica tiene que resultar molesta a los reyes de hoy, esos
reyes que firman divorcios, abortos y uniones homosexuales. Y a
los políticos de hoy. Hay
que agradecer _al arzobispo de Toledo
la que debió ser casi la única conmemoración, con la celebrada
en Medina del Campo, de los quinientos años de la muerte de
aquella gran mujer, de aquella gran hija de la Iglesia, de aquella
gran reina y de aquella gran santa, aunque esto último todavfa no
haya sido reconocido oficialmente por la Iglesia. Y no me estoy
apartando del tema que me habéis encomendado para que os
hable.
Es que tenía que hablams, necesariamente, de otros reyes.
Si no, no entendeñais nada.
Alfonso el Casto, Femando el Santo, Isabel, el primero de
nuestros Carlos y
el segundo de los Felipes, Luis de Francia,
Isabel de Portugal,
la Rainha Santa, que era infanta de Aragón,
Canuto, Eduardo
el Confesor, la otra Isabel, Esteban, Carlos el
último e1nperador_ de Austria .. Cristo Rey. Rey co1no esos. No
como esos. Mucho más Rey que esos. Mucho mejor Rey que
esos. Por separado y todos juntos. Pero hay que volver a nues­
tras miserables mediaciones y analogías. Lo mejor que se produ­
jo, dentro de lo más grande del mundo, pues eso es lo que lla-
1namos a Cristo. Rey.
Pío XI tuvo la idea de instituir la fiesta en una encíclica admi­
-rable:
la Qua< Primas del 11 de diciembre de 1925. Ya llevaba
cuatro años de Papa y, salvo error por mi parte, es su primer gran
documento. Ciertamente no sería el último. Es equivocado pen­
sar que León XIII fue el Papa de las inmensas encíclicas. Que lo
ft1e. Y al decir inmenso no 1ne estoy refiriendo, naturalmente, a
la extensión sino al contenido. Pío XI no le desmerece en nada
aunque fue un Papa de mala suerte eclesial. Apenas nadie le
recuerda.
De trato difícil, autoritario, no es sólo el firmante de los
733
Fundaci\363n Speiro

FCO. JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Pactos de Letrán con la Italia fascista, que devolvió al Pontifice la
soberanía vaticana, sino que ha firmado, además de la Quas
Primas
enáclicas tan extraordina1ias como Divini lliius Magistri
(1929), Non abbiamo bisogno (1931), Acerba Animi (1932), Di­
Jectissima Nobis
(1933), dedicada a nuestra patria, Mit Brermen­
der Sorge
(1937) y Divini Redemptoris (1937). Ningún Papa aten­
dió a las necesidades políticas del momento como
él. El fascis-
1110, el nazismo, el co1nunisn10, la persecución religiosa en lVléjico
y en España, tuvieron contundente réplica en los documentos del
Pontífice. Pero dichos documentos, importantisimos hitos históri­
cos, se referían a un 1nomento concreto y tienen un valor cir­
cunscrito a su época. La Quas Primas está escrita sub specie
aeternitatis.
No era la primera vez que el Papa hablaba de la realeza de
Cristo. En su pritnera encíclica, féchada en 1922, había instituido
la festividad de Cristo Rey que ahora desarrolla con profundidad
teológica y
acielto de expresión. Pero el Papa no se habla inven­
tado nada. Recogió lo que
era profundo sentimiento del Pueblo
de Dios. Porque sería i111posible1 salvo milagro especialísimo de
Dios, que al año si¡,•uiente de la institución de la festividad, ya
estuviera 1nuriendo un }Jueblo, el 1nejicano, con el grito de ¡Viva
Cristo Rey' en los labios.
Y ese sentitniento popular procedía, no de devociones priVa­
das o de palabras de algún santo, sino de la mismísima palabra
de Dios: Son innumerables los pasajes de la Biblia que hacen
referencia a la realeza de NueStro Señor Jesucristo.
734
Detengátnonos apenas en cuatro:
-Daniel, 7, 13-14: "Seguía yo mirando en la visión noc­
turna y vi venir en las nubes del cielo a un como hijo
de hombre, que se llegó al anciano de muchos dfas y
fue presentado a éste. Fuele
dado el señorío, la gloria y
el imperio y todos los pueblos, naciones y lenguas le
sirvieron, y su don1inio es do1ninio eterno que no aca--'
bará nunca, y su in1perio, imperio que nunca desapa­
recerá".
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
-Lucas, 1, 31-33: El ángel le dice a María: "Y concebirás en
tu _senó, y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nom­
bre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le
dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará
en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá
fin".
-Apocalipsis, 19, 11-16: "Vi el cielo abierto, y he aqui un
caballo blanco, y . el que le montaba es llamado Fiel,
Verídico, y
con ju-sticia juzga y hace la guerra. St1s ojos son
co1110 llan1as de fuego, lleva en su cabeza 1nuchas diade-
1nas,
y tiene un no1nbre escrito que nadie conoce sino él
mismo, y viste un manto empapado en sangre, y tiene por
nombre Verbo de Dios. Le siguen los ejércitos celestes
sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. De
su boca sale una espada aguda para herir con ella a las
naciones, y
Él las regirá con vara de hierro y Él pisa el
lagar del vino del füror de la cólera de Dios todopodero­
so. Tiene sobre su 1nanto y sobre su 1nuslo escrito su
nombre: Rey de Reyes, Señor de Señores".
-
Por últin10, el texto n1ás conocido de Jesús ante Pilato,
que encontran1os en Mateo, 27, 11; Marcos, 15, 2; Lucas,
23, 3 y más extenso en Juan, 18, 33-38. El "tú lo has
dicho" a la pregunta de si era Rey.
De la 1ne1norable enáclica de Pío XI quiero traer ante voso­
tros algunos párrafos
que me J)arecen de absoluta aplicación a
nuestros días
pese a estar a ¡)unto de cu1nplir, el próxi.tno once
de diciembre de 2005, ochenta años:
"Y si al1ora ordenamos a todos los católicos del mundo, el
culto
wliversal de· Cristo Rey, remed_iaremo..<; las necesidades de
la época actual y ofreceremos una eficaz n1edicina para la enfer­
medad que en nuestra época aqueja a la hun1.a.nidad. Calificamos
como enfermedad de nuestra época. el llamado laidSmo, sus
errores y sus
crinlinales propósitos; sabéis muy bien, venerables
hermanos, que esta enfem1edad no ha sido producto de un solo
735
Fundaci\363n Speiro

FCO. /OSE FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
736
día, ha estado incubándose desde hace mucho tiempo en las
entrañas
misrilas de la s.ociedad. Porque se comenzó negando el
imperio
de Cristo sobre todos los pueblos; se negó·a la Iglesia el
derecho que esta tiene, fundado en el derecho del mismo Cristo,
de enseñar· al género huniano, de promulgar leyes y de regir a
los
pueblos para conducirlos a la felicidad eterna. Después, poco
a poco, la religión cristiana quedó eqttiparada con las demás reli­
giones falsas e
indignamente colocada a su mismo nivel; a conti­
nuación la religión se ha visto entregada a la autoridad política y
a la arbitraria voluntad de los reyes y de los gobernantes. No se
detuvo aquí este proceso: ha habido hombres que han afirmado
como necesaria la sustitución de la religión cristiana por cierta
religión natural
y ciertos sentinllentos naturales puramente huma­
nos. Y no han faltado Estados que han juzgado posible prescin­
dir de Dios, y han identificado su religión con la impiedad y el
desprecio de Dios. Los amargos frutos que con tanta frecuencia
y
durante tanto tiempo ha producido este alejamiento de Cristo
por parte de los individuos y de los Estados, han sido deplora­
d.os por Nos en nuestra encíclica Ubi arcano, y volvemos a
lamentarlos tan1bién hoy:
la siembra universal de los gérmenes
de la discordia; el incendio del odio y de la..,;; rivalidades entre los
pueblos,
que es aún hoy día el gran obstáculo para el resta bleci­
miento de la paz; la codicia desenfrenada, disimulada frecuente­
mente con las apariencias del bien público y del amor de la
patria, y que es al mismo tiempo fuente de ludias civiles y de un
ciego y descontrolado egoísmo, que, atendiendo exclusivainente
al provecl10 y a
la comodidad particulares, se convierte en la
medida Universal · de todas las cosas; la destrucción radical de la
paz
doméstica por el olvido y la relajación de los deberes fami­
liares;
la desaparición de la unión y de la estabilidad en el seno
de las familias, y, finalmente, las agitaciones mortales que sacu­
den a la humanidad entera. Nos albergamos una gran esperanza
de que la festividad anual de Cristo Rey, que en adelante se cele­
brará, acelerará felizmente el retomo de toda la humanidad a
nuestro aniantísimo Salvador. Sería, sin duda alguna, misión pro­
pia de los católicos la preparación y el aceleramiento de este
retomo por medio de una activa colaboración; sin embargo, son
muchos los católicos que ni tienen en la convivencia social el
puesto que les corresponde ni gozan de la autoridad que razo­
nablemente deben tener los que alzan a la vista de todos la antor­
cha de la verdad. Esta desventaja podrá atribuirse tal vez a la apa­
tía o a la timidez de los buenos, que se retiran de la lucha o resis-
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
ten con excesiva debilidad; de donde se sigue como natural con­
secuencia que los enemigos de la Iglesia aumenten en su auda-
. cia temeraria. Pero si los fieles, en general, comprenden que es
su deber militar con infatigable esfuerzo bajo las banderas de
Cristo Rey, entonces, inflamados ya en el fuego del apostolado,
se consagrarán a llevar a Dios de nuevo a los rebeldes e igno­
rantes
y trabajarán por mantener incólumes los derecl1os del
Señor" (Q.P., 12).
¿Veis la situación actual perfectamente reflejada en las pala­
bras del Pontífice con casi un siglo de antelación? Y, si cabe, tal
vez empeorada en nuestros días. Pienso que Pío XI no pudo ni
imaginarse esa monstruosidad a la que han querido llamar matri­
monio homosexual.
Ni ese inmenso holocausto que constituyen
millones y millones de criaturas asesinadas
en el vientre de sus
madres,
en ese que debia ser el recinto más sagrado, más segu­
ro, y que se ha convertido en una cámara_ de tortura de los seres
1nás inocentes.
Lo de1nás, la destrucción de la familia por el
divorcio; los obstáculos o la anulación del derecho de los padres
y de la Iglesia a_ la enseñanza; el legislar como si Dios no exis­
tiera
y, en muchos casos, contra la existencia de Dios; el vivir Sin
Dios, contra Dios; la l'>ersecución a la Iglesia y a los católicos;
hacer del egoísmo la última regla de conducta de los individuos
y los pueblos
... lo tenía muy presente el Papa. Y para contra­
rrestar todo ello instituyó la fiesta de Cristo
Rey. Para significar al
Pueblo de Dios, todos los años, de un modo visible y solemne,
la soberanía de Cristo sobre los individuos y las naciones.
Sin embargo, creo que podemos certificar el gran fracaso del
Pontífice.
La fiesta de Cristo Rey no ha arreglado nada. Estamos
incluso 1nucho peor de lo que estábamos: ¡Có1no se equivocó Pío
XI! ¡Qué remedio más inútil nos propuso!
Posiblemente
un análisis superficial de los hechos nos lleva­
rla a estas conclusiones. Pero la fiesta de Cristo Rey no era un
talismán mágico que resolviera milagrosamente el pecado de la
humanidad.
El mismo Pontífice nos dice que Cristo Rey exige la
. "activa colaboración" de los católicos. Y eso es lo que no se ha
producido. Y por ello tampoco lo que el Papa se proponía con
la instauración
de la festividad.
737
Fundaci\363n Speiro

FCO. JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C/GOÑA
Entiendo que por dos motivos. El primero está clarisimamen­
te expuesto
en la encíclica: "la apatía y la timidez de los buenos".
Los católicos, en general, hablaremos después de notabilísimas
excepciones,
no secundaron los designios del Papa. El segundo
no lo expresa el Pontífice pero me parece también evidente, la
apatía y la timidez
de la Igk,sia ante la solemnidad de Cristo Rey.
Ante Cristo Rey.
Que en la inmensa mayoria de los casos queda
reducida a un domingo Ínás, a una homilía más, generaln1ente
tan insulsa
y poco 1notivante Como la mayorta de las homilías y,
no pocas veces en las que hasta está ausente Cristo Rey y el sen­
tido
de su fiesta.
Si los que tierte11 que ani.tnar no animan y qui~nes, no sin­
tiéndose animados, no trabajan por el reinado de Cristo, el resul­
tado no puede ser otro que el que tenemos ante los ojos. Cada
vez 111enos Cristo es Rey. O, mejor dicho, cada vez menos vivi­
mos, en este muodo, ese reino de verdad y de vida, de santidad
y
de gracia, de justicia, de amor y de paz. Porque Él sigue sien­
do, y lo será hasta la consumación
de los siglos, el Rey del
Universo,
el Rey de toda la Humanidad. Aunque no se note.
Aunque
no se quiera reconocer. Lo es. Y algún día, no sabemo~
cuándo, le será reconocido en gloria y majestad. La alternativa
está
en que nuestras débiles fuerzas contribuyan a anticipar ese
reinado, como hljos que somos de· ese Rey, o que, miserable­
mente, dejeinos qué eso ocurra, sin nuestro concurso, por el
poder infinito de Dios.
Y nosotros somos los grandes perdedores pues viviremos sin
verdad, sin vida, sin.santidad,.sin gracia, sin justicia y sin amor.
¿O es que es vida el aborto, verdad las uniones homosexuales,
santidad los viajes turísticos a los paraísos sexuales infantiles o la
pederastia sacerdotal, gracia el pecado instalado y no reconoci­
do, justicia la corrupción política o
el hambre del Tercer Mundo,
amor el divorcio,
en el maltrato a las mujeres, en los hijos edu­
cados, maleducados, al margen
de ·la ley de Dios, y paz en Irak,
en Burundi, en Afganistán, en el Nueva York, el Madrid y el
Londres de loi;; atentados, en el País Vasco, en Sudán, en Che­
chenia,
en ...
738
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
Como muy bien dice el Papa Pio XI,
"cuanto mayor es el indigno silencio con que se calla el dulce
nombre de nuestro Redentor eii · las cOnferencias internacionales
y
en los. Parlamentos, tanto más alta debe ser.la proclamación dé
ese nombre ¡x,r los fieles y la energia en la afirmación y defensa
de los derechos de su real dignidad y ¡x,der" (Q.P., 13).
Y el Papa une, con toda razón, la devoción, también hoy tan
olvidada, al Sagrado. Corazón de Jesús, los Congresos Eucaristi­
Cos, el culto al Santísimo Sa.cramento, la Adoración Nocturna, las
solemnidades del Corpus,
con Cristo Rey (Q.P., 14). Si todo eso
ha decaido tanto en la devoción y el amor de los fieles, cómo no
".'ª a oscurecerse, hasta casi desaparecer, la idea de que Cristo es
Rey y de que todos debemos entregar nuestros mayores esfuer­
zos
para que su Reino se instaure cuanto antes entre nosotros.
En estos dias
en que se opaca a Cristo y su reinado ha habi­
do, en cambio, otra pr6cl3.mación del "Reino". De un reino revo­
lucionario y marxista que proclamaban los teólogos de la libera­
ción.- Pero
ese Reino, que querian instaurar curas y monjas, cier­
tos curas y monjas, ante
un inmenso vacío del pueblo fiel que
nunca les ha seguido, y que los escasos seguidores que tuvieron
buscaban cualquier otra cosa salvo el reinado de Cristo, sólo lo
podían ver en la Cuba de Castro o en la Nicaragua del sandinis­
mo. Y
en ese Reino Cristo no estaba. Sería el reino· de Marx o de
la revolución. Pero
no de Cristo. Y Cristo sigue sin estar en Cuba.
Allí no es Rey salvo en la cata<;:umba de algunos hogares o tras
las rejas de algunas prisiones.
El Papa refiere, como final de su encíclica, los beneficios que
espera de la institución de la fiesta de Cristo Rey:
"En efecto, el solemne cúlto litúrgico -tributado· a la soberanía·
real de Jesucristo hará recordar necesariamente a los hombres
que la Iglesia, co1no sociedad perfecta instituida por Cristo, exige,
por derecho propio, e irrenunciable, la plena libertad e indeJ:>en­
dencia del poder civil, y que en ctimplimiento de la misión que
Dios le ha encornendado, de enseñar, gobernar y conducir a la
eterna felicidad a todos los miemf:?ros. del reino de Cristo, no
puede depender de voluntad ajena alguna. Y no sólo esto: el
739
----------------------
Fundaci\363n Speiro

FCO. JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Estado debe asintismo conceder idéntica libertad a las Órdenes y
Congregaciones religiosas de ambos sexos, las ruales son vallo­
. sos auxiliares de los pastores de la Iglesia y excelen_J.es coopera:..
dores en el establecimiento y propagación del reino de Cristo, ya
combatiendo cóll la observancia de los tres votos religiosos la
triple concupiscen~ia del mundo, ya profesarido una vida de
mayor perfección, en virtud de la cual la santidad que el divino
Fundador
de la Iglesia dio a ésta como nota éaracterística brilla
con un creciente y cotitinuo esplendor ante la vista de toda la
humanidad" (Q.P., 19).
Y aquí se equivocó el Papa. Ya lo he dicho en un párrafo
anterior al señalar las razones por las que esta solemnidad justí­
sima, necesarísirna,
no ha dado todos los frutos que el Papa se
prometía y que, lógica1nente, debían derivarse de la ·celebración
de Cristo Rey.
Las Órdenes y Congregaciones de ambos sexos valiosos amd­
liares de los obispos, excelentes cooperadores en el estableci­
miento y propagación del reino
de Cristo, combatiendo con la
observancia de sus votos religiosos la triple concupiscencia del
mundo, profesando
una vida de mayor perfección por la que la
santidad
de la Iglesia brilla con un creciente y continuo esplen­
dor ante la vista
de todos.
¿Si? ¿Dónde? Bien sé que quienes amablemente me escucháis
ten.éis la dicha de observar
ese canto que Pío X1 hace a la vida
consagrada
en los religiosos y religiosas que os dirigen y os
acompañan
en el camino de la salvación eterna. Pero todos
habéis comprobado, con inmenso dolor, que esas palabras, hoy,
sólo
pueden aplicarse a una parte reducida de los religiosos y las
religiosas.
Lo que en los días del Pontífice de la Quas Primas era
de aplicación general a los consagrados y las excepciones
eran
tan mínimas que ni valía la pena hacer mención de ellas, hoy,
desgraciadamente,
son la regla general.
¿Valiosos
amdliares de los obispos? ¿Cuando la mayor parte
de los contestatarios,
de los. disidentes, de los cñticos, de los re­
fractarios a este Papa y
al an¡erior son religiosos y religiosas?
¿Excelentes cooperadores
en el establecimiento y propaga­
ción del reino
de Cristo? ¿Cuando tantos vemos que no pocos
740
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
parecen querer y propagar el reino. de Belial? Es lamentablemen­
te escasísimo el entusiasmo clerical por Cristo Rey
en nuestros
días. Pero en los religiosos, con contadas excepciones, es nulo.
Os voy a referir una anécdota que puede parecer tiene escasa
importancia pero yo creo
que tiene mucha más de la que -apa­
renta. Y que viene como anillo al dedo. Una congregación reli­
giosa, dejada como
t,mtas otras de la mano de Dios, publicaba
una revista piadosa que era ·acogida en muchísimos hogares,
humildes no pocos, con entusiasmo agradecido. No era un hito
intelectual como
Razón y Fe, La Ciencia Tomista o La Ciudad de
Dios pero desempeñaba un papel magnífico de difusión de pie­
dad, cultura religiosa sencilla, amor a Cristo y a su Iglesia y anhe­
los de santidad. Más humilde pero
en línea de lo que fue la jesuí­
tica
El Mensajero del Corazón de Jesús, del que tanto también se
podía hablar.
Se llamaba Reinado Social. Tanto la una como la
otra estaban perfectamente en línea con los deseos de Pío XI al
instaurar la festividad a la
que nos venimos refiriendo. Y, en
esta última, hasta el nombre se inscribía totahnente en la Quas
Primas. Pues, como tantas otras de sus colegas ha decidido refor­
marse, modernizarse.
Y, además, no aprenden. Todas las refor­
madas o han desaparecido, como aquella gran revista µe los cla­
retianos que se llamó
flustración del Clero, o mal sobreviven en
la ruina ec_onómica sin que ya las lea nadie. Pues, a nuestra revis­
ta. Acaba de modernizarse. Ahora se llama .2lrs. El21 muy gran-
. de y el rs
en unas mínúsculas pequeñitas y casi desapercibidas.
Creo que
no es necesario deciros que el rs es lo que queda del
Reinado Social.
Y ¿qué vamos a decir
de la observancia de los votos religio­
sos? ¿Obediencia? ¿Dónde?
¿A quién? ¿Pobreza? De palabra, todo.
Los pobres, la opción preferencial por los pobres, el servicio a los
pobres
... Pero, en la realidad, lo que yo he visto pobre, con los
pobres, ha sido a Juan. de Dios, a Pedro Claver, a las Hijas de
la
Caridad de Vicente de Paúl, a Sor Ángela y sus hermanitas, a
Teresa
Jomet y también sus hermanitas de los Ancianos _Desam­
parados, a Teresa de Calcuta, a las Siervas de Jesúsyde María ...
Del tercer voto no voy -.a hablar. Es muy ínthno, muy personal,
1nuy secreto. Quiero pensar que eS el mejor cumpl~do. · Aunque
741
Fundaci\363n Speiro

FCO. ]OSE FERNÁNDEZ DE LA CJGOÑA
también habrá quien piense que a la vista de cómo se cumplen
los
otros dos, tampoco.
Yo creo, y me encantarla equivocarme, que hoy la santidad
de la Iglesia no se 1nanifiesta en sús órdenes y congregaciones
religiosas de las que Pío
XI tanto esperaba. Y claro que era lógi­
co esperarlo.
Por supuesto que lo
que os he dicho tiene, gracias a Dios,
múltiples excepciones. En congregaciones nuevas,
en movimien­
tos apostólicos,
en ejemplares religiosos y religiosas que, ante el
suicidio de sus institt1ciones, maritienen una meritorísima fideli­
dad a su carisma y a suS votos. Y, claro está, a Cristo Rey. Jesuitas,
dominicos, franciscanos; clatetianos ... excelentes. E incluso san­
tos. En situación
muy dificil. Postergados, arrinconados, vejados.
Serán sin
duda quienes salvarán a sus órdenes y congregaciones.
Los justos por los que Dios preguntaba a Lot. Los hay. Ellos con­
seguirán,
de quien eS rico en misericordia, la salvación de lo que
nunca se debió dejar arruinar. Donde estén, si los encontráis, sos­
tenedlos, apoyadlos, animadlos. Porque la Iglesia necesita a sus
religiosos. Y, cuando .no CU.enta con ellos la situación es pésima.
Y continúa el Papa,
"La celebración anual de esta fiesta recordará también a los
Estados
que el deber del culto público y de la obediencia a Cristo
no se limita a los particuláres, sino que se extiende también a las
autoridades públicas y
a
los gobernantes; a todos los cuales amo­
nestará con el·pensamiento del juicio final, cuando .Cristo venga­
rá terriblemente no sólo el destierro que haya sufrido de la vida
pública, sino también el desprecio que se le haya inferido por
ignórancia o malicia. Porque la realeza -de Cristo exige que todo
el Estado se ajuste a lOs mandamientos diVinos y a los principios
ciistianos en la labor. legislátiva, en la admmistración de la justi­
cia y, finalmente, en la formación de las almas juveniles en la
· sana doctrina y en la rectrtud de costumbres" (Q.P., 20).
Este párrafo de Pío XI · nos demuestra hasta donde hemos
caído. Hoy; ni el mejor de nu·estros obispos se atrevería a repe:..
tir las palabras del Papa. Que se respeten nuestras conciencias
como se respeta la de Cllalquier otro, que se reconozcan _los
derechos de los padres, que la democracia debe amparar a todo
742
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
el mundo por peregrinas que sean sus ideas.. Yo he pensado
más de una vez que nuestra situación es como la de esos indios
de la Amazonía brasileña que sobre el papel se dice que deben
ser conservados pero que todos sabemos que sus días están
contados. Como si estuviéramos esperando a que se muera el
último.
Pero esas pobres tribus, incapaces de sobrevivir
en la moder­
nidad, son unos cientos, o unos miles de personas. No pueden
hacer otra cosa que 1norir lentamente I o aceleradamente. Por
muy lamentable que sea. Nosotros somos millones. Y nos deja­
_mos llevar a una situación parecida. Claro que hay responsabili­
dad de nuestros obispos y de nuestros sacerdotes. Pero hay tam­
bién una ciertísima responsabilidad nuestra
al no saber defender
nuestros derechos
que además son los derechos de Dios.
De cesión en cesión, de entrega en entrega, de cobardía en
cobardía, de traición en tráición, _ ni creemos en Cristo Rey ni en
nosotros mismos. Ay si los católicos dijeran que en España no
hay aborto, ay si todos ellos no permitieran que se llame matri­
monio a las tmiones homosexuales, ay si todos ellos exigieran
que en los colegios y en los Institutos se enseñara la religión
católica,
por supuesto que respetando a aquellos padres que
no la quisieran para sus hijos. Y que se enseñara de verdad, no
co1no una opción sin valoración académica y cuya alternativa
fuera el parchís o las pellas. No habría político que se manifesta­
ra en contra de la religión o, si lo hiciera, no pasaría de ser el
líder de una minoría política.
Tenemos lo que el catolicismo español se 1nerece. Pero la
culpa de ello no es ajena. Lo hemos conseguido a pulso. Y las
responsabilidades son nuestras. Exclusivamente nuestras. Aunque
las corilpartan obispos, sacerdótes y seglares.
Concluyamos con el Papa, cuya autoridad es sin duda muy
superior a la nuestra:
"Es, además .'Inaravilloso el CÚIJ].ulo de energías_ que de la
meditación
de estas realidades podrán sacar los fieles para mode­
lar su espíritu según las normas genuinas de la vida cristiana.
Porque si a Cristo Nuestro Señor le ha sido dado todo poder en
el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos
743
Fundaci\363n Speiro

FCO. ]OSE FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
con la sangre de Cristo, están sometidos por un nuevo título a su
autoridad; si, finahnente, este p_oder abarca toda la naturaleza
humana, es evidente_ que no existe en nosotros facultad alguna
sustraída a tan alta soberanía. Es, por tanto, nec'esario que Cristo
reine en la inteligencia del hombre, la cüal, con una perfecta
sumisión, debe asentir firme y constantemente a las verdades
reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la
voluntad, la
cual debe obedecer a las leyes y preceptos divinos;
es· necesario
que reine en el corazón, el cual, posponiendo los
afectos naturales, debe amar a Dios sobre todas las cosas y adhe­
rirse exclusivan1ente a Él; es necesario que reine en el cuerpo y
en sus miembros, los cuales como instrumentos, o, según expre­
sión del apóstol San Pablo, cdino armas de justicia para Dios,
deben servir para la santificación interior del alma. Si todas· estas
verdades se proponen a la meditación y a la profunda conside­
ración de los fieles, es indudable_ que estos podrán alcanzar con
mucha mayor facilidad las cimas más altas de la perfección. Haga
el Señor, venerables hem1anos, que todos los que se encuentran
fuera de su reino deseen y acepten el suave yugo de Cristo; que
todos los que por su ntisericordia somos ya Súbditos e hijos suyos
llevemos este ntismo yugo, no de mala gana, sino con gusto, con
amor, con santidad; y que nuestra vida ajustada siempre a las
leyes
del reino divino, recoja una abundaflte mies de excelentes
frutos;
y, considerados por Cristo como siervos buenos y fieles,
lleguemos a
ser con Él participantes, en el reino celestial, de su
eterna felicidad y gloria" (Q.P., 21).
Ojalá estas últimas palabras del Papa despierten nuestras
adorrilecidas. concie11cias y nos convirtamos en armas de justicia
para Dios,
en servicio de su_ divino Hijo, Cristo Rey, y no en esta
especie de
perros ri1udos, de vírgenes necias, de pedros negado­
res. Y Pedro negó tres veces. Nosotros estamos negando todos
los días
de la vida. Negando a Cristo Rey. Y · ¿qué servidores
somos del Rey celestial si somos los primeros
que no creemos en
su soberanía? O que, ¿si creemos, lo hacemos con tal debilidad
que no 1novemos un dedo para instaurarla?
En ello somos doblemente traidores a Cristo Rey. Porque le
traicionamos a él y traicionamos a nuestros padres que ·quisieron
y supieron morir por Él. Por Cristo Rey. Os habló en Cataluña.
Soy gallego. Y español.
Yo no creo que exista la Iglesia de
Cataluña. O la Iglesia de Galicia. O la Iglesia de España. Sólo creo
744
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. El Credo que pro­
feso, y
en el que por la misericordia de Dios espero morir, no me
habla de la Iglesia. de Cataluña, ni de la de Galicia, ni de la de
Es¡)aña. Para Dios, no existen. Pues, para nú, no existen. Hoy
estoy en Cataluña. Y estoy en mi Iglesia en Cataluña. Y si maña­
na estuviera en Moscú y me acercara a una iglesia, estarla en mi
Iglesia en Moscú. No en la Iglesia de Moscú. Como si no fuera
nada mía. Porque
nada de lo de Moscú es mío.
No os alannéis. No voy a hablaros de nacionalismos o
de
estatutos. Que me preocupan muy poco. Quiero seguir hablán­
doos
de Cristo Rey. Y, ¿a qué viene este exordio geográfico? Lo
entenderéis enseguida. Podría parecer, por lo que os he dicho
hasta ahora, que la iniciativa de Pío XI fue un 1nonume~tal fra­
caso. ¡Si hoy estamos mucho peor que cuando el Papa promulgó
su encíclica! Sin embargo, esa encíclica, ha llenado a la Iglesia de
gloria y al cielo de santos. Miles y miles de santos. Muchos de
ellos ya en los altares. No es una afirmación gratuita de qnien os
habla.
Es una declaración oficial de la Iglesia.
Al año de la encíclica comenzó el martirio de la Iglesia en
Méjico y a los diez años se consumó el martirio de la Iglesia en
España. Os hablo en cifras redondas, sin tener en cuenta meses
y
días. Y curiosamente ese martirio tuvo_ una única voz. ¡Viva
Cristo Rey!
No me lo puedo explicar, aunque quizá tenga alguna expli­
cación que desconozca. En Jalisco, en Guanajuato, en la Mancha
y en Valencia, en esta Cataluña1 verdaderamente tierra de santos,
sólo se escuchó ese grito, sólo .se pronunció esa oración: ¡Viva
Cristo Rey'
Os hablaba
al conúenzo de esta charla de la exposición tole­
dana sobre Isabel la Católica. Hay
en ella tres rostros de Cristo,
pintados por Bouts, estremecedores. Está
en ellos reflejado todo
el dolor del mundo. Todo el dolor
por los pecados del mundo
que Cristo, Ecce Homo, iba a redinúr con su pasión y muerte. Uno
de esos cuadros está en la exposición sub conditione. Mientras
_no se ponga en peligro de muerte una de las carmelitas descal­
zas del convento de Toledo. Porque todas ellas, desde su funda­
ción, mueren abrazadas a
ese rostro de Cristo. Todas. Es lo últi-
745
Fundaci\363n Speiro

FCO. JOSE FERNÁNDEZ DE LA CJGOfilA
mo que contemplan y que besan al despedirse de este mundo
para pasar a vei, ya no en representación sino en verdad, en ver­
dad gloriosa y resucitada, a Aquel con quien se habían desposa­
do. Pues, como ese cuadro toledano, que miles de monjas estre­
charon al morir, fue el grito
de ¡Viva Cristo Rey! Miles y miles de
· católicos murieron -no, no es cierto, las carmelitas morian, estos
eran
asesinados-con esa profesión en los labios y en la seguri­
dad de que el Rey, ese Rey por quien morian, cuyas batallas pe­
leaban, les iba a recibir inmediatamente, apenas instantes des­
pués de pronunciar su santo no111bre, su real nombre, con los
brazos abiertos para darles un apretado abrazo. Y yo nunca sé,
porque de Dios nunca se sabe casi nada,
pues nuestras. pobre
mentes son incapaces de comprender tanto amor, tanta presen­
cia, tanto darse, si esa túnica roja, resplandeciente --el Expolio
del Greco es seguran1ente la
1nejor representación de la misma
que pincel humano haya podido imaginar-, es el rojo de su san­
gre santísima o el rojo de la sangre de tantos mártires a los que
abrazó
con ternura infinita porque habían muerto por Él.
No se entiende bien cómo, nada más publicarse la enciclica,
todos-los mártires, o un. número notabilísimo de ellos, murieron
con ese santo nombre en los labios. ¿Qué sabían de reyes los
. mejicanos' Si hacía más de cien años que habían perdido al últi­
mo rey porque lo de Maximiliano fue
un episodio verdadera­
mente effmero y sin mayor trascendencia en aquella nación.
Tanlpoco los
mártire_s de España, con su último rey mucho más
cercano, tenían un especial apego a los representantes humanos
de la monarquía. Era otro su ·Rey, aquel Rey por .el que morian.
Un Rey que no se convierte en gusanos. Un Rey que les espera­
ba para recompensar toda la eternidad el sacrificio de sus vidas.
¿Fue eco y _consecuen~ia de la encíclica de Pío XI? No lo sé.
Me cuesta trabajo creer que en tan breve tiempo hubiera an·aiga­
do
tanto. Pero hay algo absolutamente cierto. La Quas Primas
debe ser la única encíclica que no está firmada sólo por el Papa.
Miles de católicos mejicanos y españoles la rubricaron con su
sangre. Con su sangre martirial. Creo que es
un motivo más para
venerarla todos los católicos
de todos los siglos. La encíclica
sobre Cristo Rey es la enciclica de los mártires de Cristo
Rey. Es
746
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
la enáclica del amor y de la sangre, de la gloria y el honor. No
creo
que haya otra más celestial. Porque en el .cielo está el trono
de ese Rey y porque el cielo está lleno de los
que murieron por
ese Rey. Confesando a ese Rey. Gritando ¡Viva Cristo Rey!
Y ahora os voy a pedir un perdón. Estoy en Cataluña. He
dicho que tierra
de santos. Al menos hasta anteayer. Creo que
alguna vez os hablé de ello.s. Tierra de mártires. Gloriosa tierra
de mártires en los años romanos y en 1936. Ya están no sé cuan­
tos
en los altares. Los últimos, de Urgel. Y vienen más de dos­
cientos de Tortosa. Y muchos de Barcelona. Y los de Vich. Y los
de Lérida. Y los de Gerona. Y los de Solsona. Y los de Tarragona.
Y los tres obispos. Y
...
Pues no voy a hablaros en este momento de tamo heroísmo,
de tanto amor, de tanta sangre, de tanto cielo
.. Sobrarán días y, si
no lo hago yo, lo harán otros. Porque de los mártires de Cataluña,
de vuestros mártires, se hablará
por los siglos de los siglos. Hasta
_que estos se acaben. Y una vez concluidos se seguirá hablando
en el cielo.
Voy a referirme a quienes fueron los primeros en el grito y
en el amor1 No voy a decir que en el. cielo porque allí seguro que
todos son iguales. Pero fueron los que antes llegaron. Y la gloria
se llenó de inditos. Y
no falta quien asegura que uno de ellos al
ser abrazado amorosamente por Cristo hasta le dijo aquello de
Andalé
...
Méjico, como España, fue una nación ejemplar en su catoli­
cismo. Desatada la persecución masónica los obispos decretaron
el interdicto nacional ante las leyes inicuas de Plutarco Elías
Calles, suprimiéndose el culto público
en toda la República de
Méjico. No conocemos medida semejante
en ninguna otra parte
del mundo. Y la respuesta del
pueblo católico mejicano fue admi­
rable, privados de la Eucaristía y de los sacramentos, sin misas
ni
entierros católicos, los altares sin manteles y todos los sagrarios
de la nación
va-dos y con sus puertas abiertas, en silencio todas
las.campanas
... , los católicos 1nejicanos acudían a sus Iglesias sin
-Santísimo a rezar el Rosario y a llorar sus pecados. El pueblo esta­
ba de luto y así se comportó, las fiestas cesaron, la tristeza era
general, los ayunos se sucedían, hasta los mis1nos niños se nega-
747
Fundaci\363n Speiro

FCO. JOSE FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
ban a jugar porque Dios se había ido de sus vidas. Aunque yo
bien creo que estaba más presente que nunca en sus vidas y en
su patria.
En agosto
de 1926, con motivo del asesinato del cura de
Chalchihuites y de tres seglares, tiene lugar en Zacatecas el pri­
mer alzamiento armado:
"Esos hombres no vieron que ·el Gobierno tenía muclúsimos
soldados, n1uchísimo armamento, muchísimo dinero pa'hacerles
la guerra; eso no vieron ellos, lo que vieron fue defender a su
Dios, a su Religión, a su Madre que es la Santa Iglesia, eso es lo
que vieron ellos. A esos hombres no les importó dejar sus casas,
sus padres, sus lújos, sus esposas y lo que tenían; se fueron a los
campos de batalla a b1.~car a Dios Nuestro Señor. Los arroyos, las
montañas, los 1nontes, las colinas, son testigos de que aquellos
hombres le hablaron a Dios Nuestro Señor con el Santo Nombre
de Viva Cristo Rey, Viva la Santísima Virgen de Guadalupe, Viva
Méjico. Los
misn10s lugares son testigos de que aquellos ho1nbres
regaron el suelo con su sangre y, no contentos con eso dieron
sus misnias vidas por que Dios Nuestro Señor volviera otra. vez.
Y
viendo Dios Nuestro Señor que aquellos hombres de veras le
buscaban, se dignó Venir otra vez. a sus templos: a sus altares, a
los hogares de los católicos, como lo estamos viendo ahorita, y
encargó a los jóvenes de ahora que si en lo futuro se llega a ofre­
cer otra vez que no olviden el ejemplo que nos dejaron nuestros.
antepasados".
Es el testimonio que años después dio uno de aquellos cris­
terosi Francisco Cainpos, campesino de Santiago _Bayacora en el
Estado
de Durango.
El pueblo católico mejicano alzado en ¡,,uerra por su Dios y
por su Virgen. Cristo Rey y la Guadalupana. La diferencia de fuer­
zas,
de medios,· era impresionante. El ejército cristero se proveía
de las armas que an·ebataba a los federales y
de las municiones
que conseguía
de sus enemigos muertos en combate. Era muy
frecuente el ver tras
un cristero que disparaba su fusil, ahorran­
do la escasa munición, otro desarmado dispuesto a tomar el fusil
si su compañero caia herido o 1nuerto.
La diferencia de número y pertrechos lo suplia el espíritu.
748
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
"Los federales, malos jinetes, era peores soldados, que dis­
paraban de lejos, gastaban mucho munición; perdían las armas
con facilidad, y no conocían bien el terreno por donde andaban.
Eso explica que los cristeros, cuyas caracteósticas de lucha eran
las contrarias, les infligi~ran tantas bajas".
Y así iba transcuniendo 'la guerra, sin que el ejército cristero
lograra una victoria definitiva pero también sin que el ejército
federal consiguiera derrotarle cuando tuvieron lugar los "mal lla­
mados Arreglos"
de 1929, protagonizados por los obispos Ruiz y
Flores y Díaz y Barrero, que constituyeron
una verdadera traición
a los valientes cristeros y a
todo lo que significaron. Pero, si les
abandonaron miserablemente, ellos
no abandonaron a Dios. Y
así como salieron al campo
de batalla en defensa de la Iglesia
aceptaron la
paz que ésta les imponía aun a sabiendas que ello
iba a ser la 1nuerte, el asesinato, de 1nuchos.
El general en jefe de aquel ejército de héroes, Jesús Dego­
llado Guisar, dicta su última orden, que concluye así:
"La Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros
enemigos,
s.ino, en realidad, abandonada por aquellos que debían
recibir, los primeros,
el fruto glorioso de sus sacrificios y abne­
gación.
¡AVE CRISTO! Los g_ue por Ti vamos a la humillación, al
destierro, tal vez a la muerte gloriosa, víctimas de nuestros ene­
migos, con el más fervoroso de nuestros amores, te saludamos y,
una vez más, té aclaman1os ..
REY DE NUESTRA PATRIA,
¡VIVA CRISTO REY!
¡VIVA SANTA MAIÚA DE GUADALUPE!
Dios, Patria y Libertad".
El "tal vez a la muerte gloriosa" que deáa el jefe de los cris­
teros
no era una posibilidad. Era en el general una certeza aunque
. no quisiera, en aquel día triste anunciar a sus valientes la certeza
del 1nartirio. Tras aquel 111iserable arreglo, vergüenza eterna de
dos obispos, fueron asesinados mil quinientos cristeros que ha­
bían depuesto disCÍplinadamente las armas. Quinientos de ellos
jefes,
de teniente a general, de aquel hermoso y glorioso movi­
miento que llevaba en el nombre y, sobre todo en el corazón1 el
749
Fundaci\363n Speiro

FCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
nombre .de Cristo. En verdad fueron los soldados de Cristo Rey.
y así
serán recordados, hasta el fin de los siglos, por el mundo y
por la Iglesia.
Dos obispos miserables no pueden ocultar tanta gloria ecle­
sial. Y
no sería justo olvidar que hubo otros obispos que rehusa­
ron desterrarse y ocultos en los n1ontes siguieron al lado de su
pueblo, padeciendo mil privaciones y jugándose la vida. Y más
de un seglar fue asesinado por no revelar el paradero de su pela­
do.
co1nci le exigían sus tortt1radores .·
Los héroes de Clisto Rey. Como lo serían también miles y
1niles de españoles que con ese santo non1bre en los labios fue­
ron asesinados muy poco tiempo después. En otra gesta g]oriosí­
sima
que aconteció en nuestra patlia en 1936. Seríamos misera0
bles, tan miserables como aquellos obispos de los Acuerdos, si
olvidára111os su 1nuerte. Si no fuér;11noS dignós de ellos.
Se
ha hecl10 famoso u11 corrido 1nejicano, estren1ecédor, e1no­
cionánte; que yo no soy capaz de oír sin que se 1ne ponga el
vello de punta y que os reco1niendo a. todos co1no oración a
aquellos mártires. Os leeré la letra at1n a sabiendas de que no es
co1no oírlo cantado:
750
El martes me fusilan
A las
6 de la maJíana.
Por creer en Dios eterno
Y t:n la gran Guadalupana.
Me enconlraron una estampa ·
De Jesús en el so1nbrero.
Por eso me. sentenciarOn
Porque yo soy un cristero.
Es por eso me fusilan
El 1nartes por la n1aü.ana.
Matarát1 nli cuerpo enfermo
Pero nunca, nu11ca mi ahna.
'yo les
digo a nl.is verdugos.
Que quiero n1e crusifiquen
Y lUla ves cn.isificado
Entoilses·
usen sus rifles.
A .Michoacán
y Guanajuato.
Fundaci\363n Speiro

Donde combatí al Gobierno
Que siempre salió corriendo.
Me agarraron, de rodillas,
Adorando a Jesucristo.
Sabían que rio ~b~a defensa
En ese santo recinto.
sOy la_briego por herencia,
Jalisciense de naciencia·.
Nó tengo más Dios que Cristo
Poi:' que ·me dio la existencia.
Con ni.atanne no se .acaba
La creencia en Dios eterno.
Muchos quedan en la lucha
Y otros que vienen.naciendo.
Es por esó nie fusilan
El" martes por ill; mañana.
CRISTO REY
Se oye una voz que dice: Pelotón: Preparen. Apunten. Fuego.
Y otra distinta
que grita: ¡VIVA CRISTO REY!
Y un sonido, como de descarga de fusilería, concluye .la can­
ción.
Creo
que el sentimiento popular ha recogido _perfectamente,
exactísimamente, Jo que fue la gesta cristera. La de los santos sol­
dados mejicanos
por Cristo Rey.
Acostumbrados a juzgar por los pobres criterios human9s
-habrá quien piense en el inmenso fracaso del movimiento criste­
ro. Pero Dios escribe derecho
con renglones torcidos. Y hoy,
pese a todás las persecuciones, pese a todas las derrotas, ·pese a
todos los mllertos, o_ segura1nente por ellos, Méjico es la nación
más católica de Hispanoamérica. Seguramente, con Polonia, la
nación
más católica del mundo. Me duele decirlo. No por Méjico
y Polonia, ciertamente. Por nuestra España. Porque durante siglos
fuimos más católicos que nadie. Fuimos
la nación. de Dios. El
pueblo elegido. Quiero creer que Dios misericordioso, cuyos ojos
parece haber apartado hoy de este pueblo que fue suyo como
nadie, pese a nuestros pecados, volverá -a miramos con amor.
Toda una historia, y miles de mártires que hace setenta años lle­
garon
al cielo con el nombre de Cristo Rey en los labios, pues su
nombre fue lo últhno que pronunciaron en este mundo, harán
751
Fundaci\363n Speiro

FCO. JOSE FERNÁNDEZ DE LA C/GONA
que este pueblo, hoy deicida, vuelva al amor a Cristo Rey. A lo
que le hizo grande
en la historia. A lo que le hizo pueblo. A lo
que le hizo patria.
Hace exactamente una semana, y precisatnente en nuestra
aguada conmemoración de. la. festividad de Cristo Rey, nuestra
Santa Madre Iglesia
ha reconocido oficialmente como beatos a
trece mártires cristeros. No son los pri.tneros. Ya teníamos. santos
cristeros. Ahora vienen trece más. Y no serán los últimos. Diez
seglares y tres sacerdotes. Mártires de Cristo Rey. Y en Cataluña,
tie1Ta de santos, tierra de mártires, tan olvidada hoy de Dios,
tengo la satisfacción
de decir que uno de los beatificados ha
pasado a engrosar la irunensa lista, la santa lista, de los catalanes
que están en los alt.cres. Porque Andrés Solá y Molist, asesinado
en Méjico en 1927, había nacido el 7 de octubre de 1895 en la
masía Can VilarraSa, municipio de Taradell, diócesis de Vich, pro­
vincia de Barcelona.
Me estoy haciendo muy largo. Y ya os dije que no iba a
hablar de los mártires de Cristo Rey
en España. Necesitarla no
horas, días, 1neses, y auh sería l)oco. Voy a referirme solamente,
y rápidamente, a los últimos trece beatos 1nejicanos, uno de ellos
catalán. Admirables todos, mártires todos, pero hay uno espe­
ciahnente
encantadoL José Luis Sánchez del Río. Lo mataron a los
catorce años. Apenas
un niño. Que salvarla la vida simplemente
con renegar de su fe. Estaba en la cárcel, esperando la ejecución,
y desde la calle se le oía cantar: "Al cielo, al cielo quiero ir". Le
c01taron las plantas de los pies y le obligaron a caminar descal­
zo, hasta el cementerio. En el suelo
quedó la huella ensangren­
tada
de sus pies. Y hasta allí llegó gritando "Viva Cristo Rey y
Santa Maña
de Guadalupe". Los verdugos, antes de acabar con él
le preguntaron
si quena algo para su padre. Y él les respondió:
"Si, que nos veremos en el cielo".
Anacleto González Flores es seguramente el más famoso.
Seglar distinguido
en actividades apostólicas, fue asesinado a los
38 años .. _Murió gritando, con &us compañeros de tnart.irio: .Yo
1nuero pero Dios no 1nuere. ¡Viva Cristo Rey! En sus últimos
mo1nentos compuso una hermosa oración
que aun siguen rezan­
do, después
del rosario, las fa1nilias cristeras:
752
Fundaci\363n Speiro

CRISTO REY
"¡Jesús mise11cordiosol Mis· pecados son más que las gotas
de sangre que derramaste por mi No merezco jlertenecer al ejér­
cito que defiende los derechos de tu Iglesia y que lucha por ti.
Quisiera nunca haber pecado para que mi vida fuera una
ofrenda agradable a tus
ojos. Lávame de mis iniquidades y
Umpiame de mis pecados. Por tu santa· Cruz, por mi Madre
Santísima de Guadalupe, perdóname, ria he sabido hacer peni­
tencia de mis pecados; por eso quiero recibir la muerte como un
castigo merecido ¡ior ellos. No quiero pelear, nJ-vivir ni morir,
sino por ti y por tu Iglesia. ¡Madre Santa de Guadalupe!, acom­
paña en su agonía a este pobre pecador. Concédeme que mi
último grito en la tierra y mi primer cántico en el delo sea¡ Wva
Cristo Rey!'.
Luis Padilla apenas tenía 27. Como Jorge Vargas. Ramón
Vargas, su hermano, acababa
de cumplir los 22. Y como Jorge Je
comunicara su dolor ¡Jor no poder comulgar antes de morir, este
joven le contestó:
"No temas, si morimos nuestra sangre limpiafá
los pecados". Ezequiel y Salvador Huerta eran mayores, tenían 10
y 11 hijos. Ambos de la Adoración Nocturna. Aquí, donde tantos
practicáis esa hermosa práctica de la piedad cristiana, encomen­
dáos especialmente a ellos. Luis Magaña, también adorador noc­
turno, aun
no había cumplido los 26 años. Miguel Gómez Loza
dejaba tres hijas.
Estaban verdaderamente convencidos
de que "la vida es
Cristo y la muerte
una ganancia". Y el mismo día de su martirio,
instantes después de su 1nuerte,. eséucharon de Cristo Rey aque­
llas hermosas palabras: "Venid, benditos de mi P.adre, tomad
posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo".
Concluyo. Llamándoos a la responsabilidad. A vuestra res­
ponsabilidad cristiana Serán duros los días y arduos los trabajos.
Más duros y más ardüos fueron los de nuestros mártires. Los de
los mártires de Cristo Rey. Los de los mártires por Cristo Rey.
Ellos nos han dado el ejemplo y nos señalan el camino. El del
amor. A Cristo, Rey, y a su santísima Madre. Si amamos, como
ellos, nuestra será la victoria. Yo
no sé si en este mundo, que eso
sólo Jo sabe Dios. Pero os la aseguro en el cielo. Y esa es la ver'
daderamente importat1te.
753
Fundaci\363n Speiro

FCO. /OSE FERNÁNDEZ DE LA C/GOÑA
Que un día, tomando posesión del Reino que el Padre nos
tiene preparado desde
la eternidad podamos recibir, sin aver­
gonzarnos, el estrecho abrazo de los miles y miles de mártires de
Cristo
Rey. Y si no llevamos, entre las manos, la palma del mar­
tirio, que
al menos nuestra conducta nos haga dignos de poder
considerarnos. compañeros de los mártires por haber combatido
también bajo las banderas
de Cristo Rey.
La alternativa es simple. Con los héroes o con los cobardes.
Os deseo, y os animo, la del honor.
La de nuestro honor, la del
honor de Dios, la del
honor de Cristo Rey.
Que así sea.
754
Fundaci\363n Speiro