Índice de contenidos

Número 439-440

Serie XLIII

Volver
  • Índice

Ideología y política

IDEOLOGÍA Y POLÍTICA
POR
CONSUEW MARTÍNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA
El tema que va a centrar nuestra exposición es el de "Ideo­
logía
y política" expresado en los términos casi de una disyunti­
va, toda vez que la introducción de la ideología· en el ámbito de
la política ha supuesto la desaparición de ésta en su visión clási­
ca: la política pierde
de su sentido originario, que hacía referen­
cia a
una sociabilidad natural del hombre que le llevaba a parti­
cipar y

a interesarse
en el entrainado social, para definirse en
razón de la dominación de unos. sobre otros, dominación justifi­
cada por causas que hacen referencia a los distintos 1nomentos
históricos,
pero que suponen una profesionalización de la políti­
ca, de la que sólo unos pocos participan, en la que solo unos
cuantos son los que determinan y deciden como resultado de
una visión deformada de la naturaleza humana. Lo intrínseca­
mente perverso de las ideologías no es precisamente lo que cada
una de ellas representa, sino la deformación que es sustancial a
la
propia noción de la ideología: deformación por la cual pasa­
mos de una visión entera y total sobre el hotnbre, que no pres­
cinde de nada de lo que conforina la existencia humana, a una
visión parcial y sesgada de la vida humana y por ella a entender
lo social como mera correa de transmisión de la maquinaria del
poder, donde el hombre no sabe cómo actuar en ese juego que
funciona con unas reglas especificas, al decir de algunos ~Car!
Schmitt-, en el que se ha convertido la política.
La ideología rompe con la política en su noción clásica, pero
sobre todo rompe y quiebra la concepción del ser sobre la que
se eleva el ho1nbre, de forma que nos encontrainos con un dife-
Verbo, núm: 439-440 (2005), 775-786. 775
Fundaci\363n Speiro

CONSUELO MARTÍNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDÁ
rente fundamento, antes de la introducción de las ideologías, la
Historia se entiende como el transcurrir de las acciones humanas
entre dos momentos bien definidos, marcados ambos por
la sal­
vación, por la redención del hombre, y por tanto un curso histó­
rico
que cobra sentido entre y desde la primera venida de Cristo
a la tierra y
el tiempo que ha de pasar hasta el encuentro final.
La Historia es, pues, Historia de la salvación, asunción por el
hombre de una finalidad superior, de
una causa final que todo lo
explica y
que hace referencia a la Causa eficiente, a la figura del
Creador de la que se procede.
Así, cabe entender el decurso his­
tórico no como una crónica de acontecimientos más o menos
relevantes, sino como una sucesión de hechos que sólo en la
orientación final a Dios cobran sentido, pueden ser recordados,
quedan en la memoria y forman esa historia que no merece ser
olvidada. Esa es la historia del orden medieval de pueblos, de
una comunidad cristiana en la que todo se concebía en aras de
un fin superior, donde los hechos, las crónicas del pasado trata­
ban de fundar un futuro que fuera el resultado de un vínculo
espiritual más que de las transacciones comerciales o los acuer­
dos sobre la libre circulación de mercancías y de personas, que
es a lo que. se ha reducido primero Europa y dentro de ella
España.
Frente a la Historia· de la salvación, nos encontramos una
concepción opuesta, en la cual la Historia es una amalgama de
sucesos que _acaece11 mecánicamente, sin una finalidad, en u.na
especie de fatalismo por el cual los conflictos mundiales, las dos
guerras denominadas mundiales
-<:orno si los restantes conflic­
tos que se han ido produciendo no hubieran sido un eslabón más
en ese cerrar en falso las heridas que produjeron cada una de las
guerras-, la guerra fría, la consolidación de dos bloques que han
dirimido sus confrontaciones fuera de sus fronteras, y luego la
caída de
uno de ellos, el marxismo, analizado por parte de los
politólogos como aplicación práctica de la ley de la gravedad. Y
ahora una nueva manera de vivir el fatalismo históricamente es
el
descubrimiento de la existencia de un nuevo enemigo contra
el inundo. occidental, el integrismo islamista, como
si esta carac­
terística fuera nueva en el Islam, sin ver de este enemigo el trans-
776
Fundaci\363n Speiro

IDEOLOGÍA Y POL!TICA
fondo de negación de la espiritualidad del hombre, interpretan­
do tan sólo que el enemigo se opone a una forma de bienestar
social y económica.
Pero esto no es· más que ideología, no es más que la intro­
ducción de la ideología por las arterias de la vida social, que ter­
mina
por afectar a todo el cuerpo social y subvierte el sentido
armónico
que originariamente tema la política, expresión de un
orden, para hablarnos, por el contrario de lucha, de caos y de
destrucción.
No exageramos nada:
quienes adoptan el plano ideológico
descubren a través de su aceptación un mundo avocado a la con­
fusión, a la parcialidad y al sectarismo: la ideología no puede sino
ofrecer
una visión defonnada a través de la cual la realidad mues­
-tra
la confrontación del individuo con los otros, incapaces de
encontrar intereses comunes, mucho menos una fmalidad de
bien común para la comunidad política.
La irrupción de la ideología en.la política no es sino efecto
de otras causas previas. La politicidad natural, esto es, la sociabi­
lidad natural del ho1nbre
se encuentra en nuestra tradición, una
tradición opuesta a la ideología.
Aristóteles
(1) nos hablará del hombre como de un animal
social y
de la ciudad, comunidad, como una de las cosas natura­
les. Existe
en el hombre un impulso hacia la comunidad, pero a
una comunidad ordenada. De donde resulta que la comunidad es
unión: no es suma o 111ero· agregado de fuerzas, no e_s tampoco
el resultado cuantitativo de mayorías que se imponen sobre
1ninorías invocando la utilidad o la conveniencia numérica, es
una comunidad que se define porque mira la idea de bien, ele-
1nento cualitativo, en común. Estatnos ante la perfección, el desa­
rrollo espiritual del ser humano: la noción de bien común da un
sentido a la comunidad, precisamente porque en el d~cir aristo­
télico, "la
comunidad política tienen por objeto las buenas accio­
nes y
no sólo la vida en común" (2). Bondad de la acción y no
sólo convivir. Este es el acierto de la filosofía aristotélica, que
(1) ARrsTóTELES, Politfca, Lib. I
(2) ARISTóTELES, op. dt., Lib. 111, cap. IX, 1281 a.
777
Fundaci\363n Speiro

CONSUELO MARTINEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA
sienta los principios y la finalidad de la comunidad política, esto
es,
de la política. Así cada uno cumple con una función dentro
de la comunidad, pero todos miran
no por el sentido utilitarista
de su función, sino
por el bien de la comunidad de la que for­
man parte, de donde resulta una concepción de la política en la
que ésta comprende los fines de las demás ciencias, esto es,
constituye el bien del hombre (3). Y en el centro de la comuni­
dad política, la justicia como la disposición en virtud de la cual
se
debe de obrar. La comunidad política en la cual se inserta el
individuo, permite ento_nces diferenciar lo justo de lo injusto, el
bien del mal, lo que aparta al hombre de su perfeccióny lo que
le_ conduce a la misma, y también distintos tipos de comunidad
precisamente
por su relación con esta concepción del hombre y
con la noción del
bien común. La perfección concebida al modo
aristotélico, incide en la idea de la sociabilidad natural del hom­
bre:
el hombre alcanza su desarrollo espiritual en la medida en
que va afianzando y profundizando en sus relaciones sociales:
nace dentro
de una familia, después la aldea y la ciudad. Su desa­
rrollo pérsonal coincide con su progresión en la sociabilidad, y al
tiempo su perfección personal repercute en el todo, en lo social.
Que el hombre sea bueno, justo, moderado, que reúna las virtu­
des, repercute en la sociedad, tiene una incidencia clara en el
todo social del que forma parte. Se trata de una sociedad orde­
nada al bien,
por ello no es posible alcanzar la perfección en una
sociedad que impide que todos los demás alcancen también este
mismo desarrollo.
¿Cómo alcanzar el desarrollo espiritual
en una sociedad que
impide el nacimiento de otros y que nos obliga, a través de las
formas de co_ntribución económica a participar en el sosteni­
miento de esta actuación' Algo parece haber cambiado en la
sociedad para aceptar que ésta
no tiene por qué orientarse al
bien o que el bien es en todo caso algo subjetivo, relativo, inser­
to
en el ámbito privado, pero que no ha de llevarse a lo público.
En Grecia,-· sin e1nbargo, no existe esta disociación, lo que
afecta al hombre como ser es también lo que determina el por
(3) ARrsT6TELES, Etfca a Nicdmaco, Lib I, 2, 1094 b.
778
Fundaci\363n Speiro

IDEOLOG!A Y POLÍTICA
qué de la política. Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, dirá que
"al ser todo hombre parte de un Estado, es imposible que sea
bueno si no vive en consonancia con el bien común, y, a la vez,
el todo no puede subsistir si no consta de partes bien proporcio­
nadas" (4).
Roma, que es la ·otra cuna de nuestra tradición, nos hablará,
a través de Cicerón, de "la clara. convicción de que hemos naci­
do para la justicia y de que el dere_cho se funda en la naturaleza
y
no en el arbitrio", todo lo cual "se hace evidente al considerar
bien el vínculo de sociabilidad de los hombres entre sí" (5). Un
vínculo de sociabilidad que forja nuestra participación en la polis
y en la civitas, después en la Cristiandad, y sin el cual todo se
entiende
en función del interés y de la ventaja de unos sobre
otros.
La naturaleza hu1nana es el fundamento de las relaciones
sociales,
un fundamento que a decir de Cicerón permite discer­
nir lo
honesto de lo torpe, la virtud del vicio: distinción entre lo
que debe y no debe hacerse dentro de la comunidad, siendo el
criterio de tal distinción un criterio objetivo y válido para la
comunidad e independiente de la opinión de cada uno. Señala a
este respecto Cicerón, en una frase que ilustra claramente el cam­
bio de mentalidad que se ha ido introduciendo por la vía ideo­
lógica,
que "no sólo lo justo y lo injusto, sino también todo Jo que
es honesto y lo torpe se discierne por la naturaleza. La naturale­
za nos dio así un sentido común, que esbozó en nuestro espíri­
tu,
para que identifiquemos lo honesto con la virtud y lo torpe
con el vicio. Pensar que eso depende de la opinión de cada uno
y no de la naturaleza, es cosa de loco" (6).
¿Qué hubiera
pensado Cicerón de un mundo enel que la dis­
tinción entre el vicio y la virtud no dependen sólo de la opinión
de uno, sino de la opinión sustentada por una clase, por un
gmpo o la mayoritaria en el momento histórico-social en el que
uno se encuentra? ¿Qué hubiera pensado de un mundo en el
que no es posible encontrar un denominador común respecto de
(4) SANTO ToMAs, Sumn1a Theologtca, Prima Secunda, q. 92, a.1, ad.3.
(5) MARco Tuuo CICERÓN, Las Leyes,"Lib. I, 10, 29.
(6)
MAR.ca Tuuo CICERÓN, ap. cit., Lib. 1, 15, 42-43; 16, 44-45.
----------------------
779
Fundaci\363n Speiro

CONSUELO MART[NEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA
los fines que han de ser asumidos socialmente y donde cada suje­
to interpreta las ideas y las opiniones de los otros como el resul­
tado de
una falsedad? Que estamos ante un mundo de locos, un
mun_do relativista, de ideas o creencias que se oponen en función
de la clase, de la época, del grupo,
al que se pertenece, y que
supone lógicamente la confrontación: las ideas del otro se con­
templan escépticamente como si. estuviéramos ante una repre­
sentación falsa de la realidad, ya no hay posibilidad de entendí,
miento dentro de la sociedad, y si utilizando las mismas palabras
de Cicerón lo que caracteriza a la república es 'junto con la comu­
nidad de intereses la voluntad de vivir según el Derecho, una vez
que se ha perdido la comunidad de intereses ya sólo queda la
sujeción al Derecho imperativamente.
El hombre no puede dejar de vivir en sociedad: es por sí
mistno un animal social, que no se concibe, en cuanto hombre1
fuera de la comunidad política. No hay, pues, enfrentamiento ni
separación. No hay caos
ni destrucción. La política forma parte
de la condición racional del hombre:
en virtud de su racionalidad
puede distinguir entre
un modelo_ de sociedad naturalmente
ordenado a la realización de fines comunes y una agrupación
donde no .hay ni tan siquiera intereses jerárquicamente ordena­
dos y sf tan sólo la imposibilidad de un entendimiento.
Entre la visión clásica,
que es la cuna de nuestra tradición, y
la Modernidad opera
una quiebra absoluta, una quiebra produci­
da
por diversas causas -un pensamiento escindido por obra de
Maquiavelo, de Bodino, de
Hobbes--'--, pero -sobre todo un Cam­
bio donde pasamos de Dios como eje y centro del Universo a
considerar que el hombre necesita romper las cadenas que le
atan, liberarse de
no se sabe qué ataduras y que la conciencia,
recluida en. el estrecho recinto del subjetivis1no y de la relativiza­
ción es el fundamento de principios dispares, de reglas de con­
ducta y de valores
que son propios de cada uno, que no se com­
parten, que los conceptos y las expresiones
no nos permiten
encontrar un vehículo en la comunicación.
Y
empieza lá fragmentación y la lucha, el ver en el otro un
adversario, que piensa, que siente, que vive de forma distinta,
con el que sólo es posible relacionamos por imposición desde
780
Fundaci\363n Speiro

IDEOLOG!A Y POL!TICA
arriba. En un mundo. fuertemente secularizado, la ideología se
abre paso rápidamente. Cabe decir que fue antes el sentido de
ruptura que la ideología trae consigo
en el seno de la política que
la propia expresión de ideología. El término aparece en 1796,
gracias
al llamado Instituto nacional de las ciencias y de las artes,
en el seno del cual Desttut de Tracy lee su "Memoria sobre la
facultad de pensar".
El Instituto mantiene un prurito cientificista
y trata a través de una nueva visión de la realidad, de asentar ésta
sobre nuevas bases,
de manera que la ideología constituye ya de
por sí una interpretación ideológica.
Y de esta suerte
la ideología germina en el ámbito de la polí­
tica: lo de menos es una expresión que sólo tiende a .resaltar la
_separación entre ideas, creencias, que
en cada individuo hace
que entienda
la comunidad política de una fonna diversa, pero
que en los otros sujetos provoca escepticismo en el mejor de los
casos y en el peor la sospecha de que estamos ante una noción
falsa, una construcción falsa de la realidad que esconde la domi­
nación
de unos sobre otros. Es decir, lo que se presenta como
perspectivas ideológicas distintas muestra un rechazo necesaria­
mente en los de1nás, -en una nueva muestra de la imposibilidad
de establecer vúiculos comunes.
Por eso cuando se señala la irrupción de la ideología en .la
política, hay que tornar en consideración que la expresión, más
o 1nenos afortunada ¡,ara referirse al nuevo estado de cosas, es
tan sólo la culminación de algo que ya se había producido y del
cual el exponente más claro es la propia Revol11ción Francesa, en
el contexto de la cual había nacido tal nomenclatura.
La ideología, una vez introducida en la terminología política,
no ha dejado de estar presente en la misma. Nace con la inten­
_ción de sustitu,ir todo aqu_ello que suene· a 1netafísica, fundamen­
to ontológico sobre el que se. apoyaba cualquier forma de racio­
cinio,
por una reducción puramente "fisica" de la caracterización
del ser humano. Para empezar porque así se daba carta de natu­
raleza a una división que ya venía operando en el pensamiento,
que había roto con la tradición y había sustituido cualquier
referencia a la finalidad esencial del hombre con la búsqueda de
intereses materiales, de un hombre por lo demás entendido como
781
Fundaci\363n Speiro

CONSUELO MARTÍNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA
objeto sobre el que gravitan causas que no controla. El mecani­
cismo se presenta
en el ámbito de la política como ideología: las
ideologías
son inevitables, la confrontación ideológica es simple
producto
de perspectivas que no pueden conciliarse. Hay un
fatalismo, una necesidad de someterse a la ideología, como hay
necesidad
en .la sumisión a la ley de la gravedad: a este respecto
hay
que decir que cuando Desttut de Tracy establece tal deno­
minación lo hace pretendiendo analizar los comportamientos
socia.les y las facultades del pensar de modo científico, tan cien­
tífico como se podtfan enunciar los resultados en el ámbito de las
ciencias. de la naturaleza. Desde entonces la ideología
ha impreg­
nado nuestra vida
socia.! y se ha dado relieve a la separación
entre modos diversos
de concebir la vida socia.!.
El marxismo encontrará en la ideología su particular bande­
ñn de enganche. La ideología enuncia una falsedad, una repre­
sentación falsa
que pretende esconder tras de sí lo verdadern­
mente importante, la lucha de clases y la apropiación de los
medios
de producción. La ideología nos lleva, más que a va.lores
o a principios, a intereses de clase con múltiples representacio­
nes, no sólo desde el punto _de vista económico, sino también en
el lenguaje, en la filosofla, en la religión. En tal sentido es co­
nocido el estudio realizado; en el ámbito sociológico, por Karl
Mannheim, marxista, que allá por el año 1936, diferenciaba dos
sentidos del concepto
de ideología: uno particular y otro total.
El particular implica
que el ténnino expresa nuestro escepti­
cismo respecto de las ideas y representaciones de nuestro adver­
sario_: son disfraces, dirá Mannheitn (J), más o menos conscien­
tes
de la verdadera naturaleza de una situación, deformaciones
de la realidad que se. llevan cabo ante la imposibilidad de reco­
nocerlas so pretexto
de estar perjudicando los propios intereses.
De esta forma, se aclaran algunos de los comportamientos de los
políticos profesionales
-porque la política se ha convertido en
una profesión, como destacaba Max Weber-, que son incapaces
(J) KARL MANmiEIM, Ideología y utopía, estudio preliminar por Louis Wirth,
trad. de Salvador Echavarría, Fondo de Cultura Económica, 1.ª reimpresión en
España, Madrid, 1997, págs; 49 y sigs.
782
Fundaci\363n Speiro

IDEOLOG/A Y POLÍTICA
de reconocer la falsa representación de la realidad que nos ofre­
cen, hecha de mentiras y deformaciones, dado que tal reconoci­
miento
haria peligrar sus intereses. Ejemplos de est.a particulari­
dad de la ideología los tenemos a millares.
Y sobre este
concepto particular se eleva. el concepto total de
ideología:
una mentira repetida por el grupo social, por una
clase, o por el contexto histórico. Una mentira mil veces repeti­
da se convierte,
en la mentalidad del grupo, en una verdad, hasta
intentar
convencemos de que la Iglesia es la gran culpable de la
Cruzada Española y
debe pedir perdón por haber ofrecido un tes­
timonio de fe hasta el martirio
¿Cuál es el elemento· comúri, dirá Mannheim, a ambos con­
ceptos de ideología? Que ninguno confía en la representación de
la realidad que maneja el adversario, si bien hay una diferencia
parece que esencial. Si la falsedad proviene de la concepción
particular, cabe aceptar que pese a la deformación pueda haber
algunos criterios de validez comunes. ¿Y qué criterios son estos?
Pues nada más y nada menos que el mantenimiento del sistema
establecido.
El político profesional parte de la idea de que hay
que mentir, que la política es un juego en el que cualquier dis­
torsión de la realidad es aceptada porque es la forma habitual de
participar en la política, y que tanto los mentirosos profesionales
como los que se dejan engañar parten de ese pequeño acuerdo.
En la ideología
no cabe la verdad, no sólo es que ésta deba ocul­
tarse deliberadamente para llegar a determinados fines, sino que
además es la negación de la Verdad, expresada con mayúsculas:
¿cómo decirle al individuo
que esta forma de participar en políti­
ca
le aleja de su fin esencial, le aleja de. Dios, le hace aceptar
como lo menos malo la negación de la v.ida, no sea que ponga­
mos en peligro el sistema?
Si la ideología es total entonces no cabe acuerdo ni princi­
pios de validez comunes: estamos ante una concepción del
inundo que excluye totahnente la de otros
y que se rechaza abso­
lutamente. Es muy clarificador a este respecto las palabras del
sociólogo al~mán antes mencionado: "Cuando atribuimos a d~­
tenninada época
histórica un cierto mundo ·intelectual y a noso­
tros un inundo distinto, o si cierto grupo social, determinado his-
783
Fundaci\363n Speiro

CONSUELO MARTÍNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA
tóricamente, piensa en categorías distintas de las nuestras, nos
referimos, no a los casos aislados del contenido del pensamien­
to, sino a sistemas de pensamiento divérgentes y a modalidades
de experiencia y de interpretación profundamente diferentes" (8).
Aquí la divergencia es total. As! entre la visión clásica de. la
polltica y la enunciada a través de la ideología no es que haya
diferencias particulares que presentan elementos en común, es
que estamos ante dos concepciones del mundo perfectamente
encontradas, y la
ideología tratará de entender además la otra
visión como
una distorsión de la realidad, propia de un grupo o
de
una época histórica, que no puede aceptarse. Es decir, todo
va bien cuando estamos ante ideologías que responden al con­
cepto particular,
donde el enfrentamiento lo es sólo relativamen­
te, porque valga la paradoja
hay un consenso sobre la misma
relativización: estamos de acuerdo
en que todo es relativo, en
que los principios de cada uno son formas sesgadas y parciales
de presentar la realidad, incluso en que lo propio de la confron­
tación ideológica reside
en saber. distinguir la falsedad de los
enunciados, dado
que nadie pretende convencer al adversario.
Lo que si se pretende, conjunt1;mente con el adversario ideológi­
co, es colaborar activamente en el 1nantenimiento de las ideolo­
gías, de cualquier ideología, siempre que sea subjetiva, relativis­
ta, falsa, distorsionadora,
donde no cabe pronunciar la Verdad
con mayúscula,
y donde la vida del hombre pueda ser objeto de
intercambio comercial. Que además el ideólogo defiende en lo
público principios
que chocan claramente con las anécdotas que
jalonan su conducta privada -qué gran avance esto de la dife­
rencia entre los dos án1bitos--pues hay que asumirló como una
de las muestras de la ideología, de esa representación que no
tiene porque ser necesariamente forjada a imagen y semejanza de
la Verdad.
En lo que las
ideologías, cualquier ideología, se ponen ver­
daderamente
de acuerdo es en rechazar una concepción del
mundo
que tenga como eje central la consideración del hombre
en cuanto hombre y no en cuanto miembro del grupo, de la clase
(8) KARL MANNHEIM, op. cit.; pág. SL
784
Fundaci\363n Speiro

IDEOLOGIA Y POL!TICA
o del partido. La ideología precisa de la reducción: no se puede
permitir la honestidad, ni la búsqueda de la Verdad, ni el retorno
a la metafísica, ni
apelar al vínculo con Dios. El ideólogo estará
contento y satisfecho con la deformación consciente de la reali­
dad -también hay ideólogos que no son conscientes de la men­
tira y se la creen a fuerza de tanto· repetirla-pero no con una
visión del hómbre que tienda a verlo entero, que no renuncie a
nada de lo que forma al hombre. Esta
es la concepción del
mundo
que no cabe admitir, porque es la negación de la ideo­
logía. De ahi las frecuentes
referencias en el sistema juridico con­
temporáneo a la ideología, a 1nantener la necesaria aceptación de
la ideología como un mecanismo preciso para la participación en
la politica. En nuestro ordenamiento juñdico, la palabra ideología
constituye una de las referencias claves , contemplándose la posi­
bilidad, a través
de su prohibición, de que alguien discrimine por
razones ideológicas, o de que alguien ejerza la violencia sobre
otros por semejante motivo, claro es que tal posibilidad se ins­
cribe dentro de los llamados "Delitos contra la Constitución"
co1no una de las piezas capitales de nuestro Código Penal. Ahora
bien, de esta forma se reconoce que la división ideológica forma
parte esencial de la misn1a noción de ideología: no --uno, sino
múltiples modos de interpretar sobre qué fundamento descansa
la comunidad politica y
si se previenen tales conductas discrimi­
natorias es porque resultan
de lo más habituales. La ideología
conlleva necesariamente la división de la comunidad politica, que
no diferencia entre hombres, sino entre grupos ideológicos, cada
uno de los cuales interpreta la realidad a su manera, eso es lo
propio de
la ideologia, y entiende a su vez que el otro grupo se
encuentra
en las mismas condiciones. La ideología fomenta la
desunión y
el desencuentro, porque es consustancial a ella, pero
sólo hay una cosa en que los grupos ideológicos mantienen el
acuerdo preciso y esencial
que facilita el sostenimiento de seme­
jante y constante falseatniento de
la vida politica: no es factible
relacionarse políticamente sino es a través de la ideología, de
manera que la negación de la misma es un peligro y un ataque
contra la pervivencia del orden. El hombre debe aceptar los cau-
785

Fundaci\363n Speiro

CONSUELO MARTÍNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA
ces de los grupos ideológicos imperantes, en una subordinación
a las reglas que van desde la participación a través de los parti­
dos político_s, sindicatos, organizaciones_ empresariales, colegios
profesionales -cuyo funcionamiento debe ser también democrá­
tico-, medios de comunicación, los tres poderes del Estado con
una _intervención casi plena de la ideología -poder ejecutivo y
legislativo-,-en el único poder que en principio tema una diná­
mica distinta, el
poder judicial, a través de la creación de una
serie de órganos -Tribunal Constitucional, Consejo General del
Poder
Judicial-, que más que velar por el correcto funciona­
miento
de la Constitución y del· sistema jurídico, preservando la
independencia judicial,
lo· que hacen· es velar porque los intere­
ses ideológicos estén a salvo y se haga
una correcta distribución
de las cuotas
de poder. La única discriminación que no está san­
cionada es aquella
que se ejerce en· nombre de la ideologia y
sobre atjuéllos que Sl1stentan que semejante y falsa representa­
ción de la realidad constituye la muerte de la política y la nega­
ción
de la Verdad. Aquí es donde se oirán las voces siempre acti­
vas que señalan que nb hay que ser tolerantes con los _intoleran­
~s, cuando no hay má's férreo control que el _que se ejerce en
nombre de las ideologias y por la larga vida de éstas.
Que la política ha desaparecido y .se haya sustituido
por los
intereses
de las diferentes clases ideológicas es ya un hecho que
sólo se puede constatar; que las ideologías, fuera de la represen­
tación que s<= suele orquestar en los grandes acontecimientos, no
discrepari en los fundamental,. en el n1antenimiento del sistema,
es ya un hecho incontrovertible.
786
Fundaci\363n Speiro